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Juliet's Dope por Higiri_

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Pareciese que el viento se hubiese empeñado en una carrera. Los caballos de los hombres cortaban la brisa, y sus crines se movían al compás de sus galopes.

Tres figuras avanzaban tan rápido como se los permitían sus animales. Todos con sus rostros cubiertos, con tan solo un espacio para poder ver a donde se dirigían. El líder de los tres, cabalgando al frente, les indicaba por donde proceder. Al llegar al borde de un camino, se detuvieron, retrocedieron un poco para estar a una distancia a la que no pudieran ser vistos con facilidad, pero igual pudieran aproximarse sin mucho esfuerzo. Sus ojos denotaban determinación, ciertamente estaban esperando algo, y ni corto ni perezoso esto llegó justo a tiempo, casi coordinado con los tres hombres.

Se escucharon a lo lejos galopes, estos mucho más lentos que los de los hombres encapuchados. El líder vió su momento y les dijo a los demás.

-Listos para volver a los viejos tiempos?

Con una suave risa entre dientes, otro respondió

-Ya extrañaba este tipo de cosas… Hace bastante no recorríamos estos caminos, no, Tomo?

-… supongo que si esto nos saca de seguir con las estúpidas casas de apuestas en el Kabukicho, por mi está bien.-

Antes de que replicase, el líder les mandó a callar con un gesto, a lo que indicó que estaban listos.

Vieron que los animales de los emboscados estaban por pasar frente a ellos, así que apretaron los estribos fuerte en sus puños para dar la orden a sus caballos tan pronto como fuera posible. Apenas entonces, llegó el momento.

Rápidamente, avanzaron hacia adelante, logrando que los otros se detuviesen en seco. Apenas pudiendo controlar los caballos, quien iba al frente, no esperó para retirarse el casco y encarar a los asaltantes.

-Lamento informarles, que no encontrarán nada aquí de valor. Solo somos emisarios, incluso tenemos una orden del propio shogun, así que simplemente pierden su tiempo, ladrones. Solo abran paso y eviten que los guardias imperiales tengan que ensuciar las hojas de sus katanas con basura como ustedes.

El líder quitó su capucha, dejándole ver al emisario su rostro. Reconociendo de quien se trataba, el hombre palideció.

-Yo..Yoshi…

-Así que ahora no te parezco tan insignificante, eh?- Dijo con una sonrisa que a juego con sus profundos ojos negros, le valía su reputación. –Tomo, Takashi, a por lo que estamos aquí.

Sin decir una palabra ambos hombres bajaron y tras un salto del carruaje a los caballos de sus víctimas, pusieron cuchillos en sus gargantas. Yoshiatsu, evitando que el último de los tres escapara, lanzó una navaja con fuerza, incrustándola en el pecho de este, cuyo cuerpo sin vida cayó al suelo.

Yoshiatsu bajó de su caballo y caminó lentamente hacia el cadáver y ante la mirada horrorizada de los dos emisarios, movió el cuerpo con el pie, poniéndolo boca arriba. Sacó el cuchillo ensangrentado de su pecho y tras sacudirle un par de gotas carmesí,  lo volvió a guardar en su funda. De la misma forma desinteresada, fue por lo que en verdad le interesaba. El pergamino del Shogun. Lo sacó de su empaque en la cintura del cuerpo y viéndolo con ambición, volteó hacia sus hombres.

Aun sonriendo, y moviendo el pergamino en su mano, el pelinegro les indicó,

-Que sea un corte limpio muchachos, los emisarios del shogun no pueden llegar mal presentados ante un señor feudal, ¿No es así?

--//--

Antes de que Tsuzuku siquiera diese una contestación, Hana se acercó a la mesa, y tras una pequeña reverencia, se acercó al lado derecho de su amo. Este, comprendiendo, le dio permiso para hablar.

-Yamane-sama, los emisarios del Shogun han llegado. Lo esperan en el jardín frontal.

-Entiendo.- Respondió, y con un leve movimiento de la mano, la chica se retiró.

El hombre terminó de beber su taza de té, dejándola sobre la mesa. Luego dijo con tono calmado al atónito hombre a su lado.

-No espero aún su respuesta, General, pero sé que lo pensará.

Y tras decir esto, se levantó para dirigirse a donde sus invitados le esperaban, y Tsuzuku, dejando la bebida a medio acabar, fue detrás de él.

Dos sirvientes abrieron las puertas para que su señor y el general avanzaran, y al llegar al jardín frontal, allí estaban.

Tres hombres en caballos, con un semblante semejante al de un soldado por las armaduras que llevaban, pero menos elaboradas que las de cualquier hombre que ocupase un rango en el ejército.

Tras bajar del sus caballos, entre pasos lentos y elegantes, avanzaron hacia el señor feudal. Quien caminaba al frente, hizo una pequeña reverencia y sin decir nada, solo entregó un pergamino al hombre mayor.

Yuichiro estaba claramente ofendido por la obvia falta de respeto, al omitir un saludo correcto y ni siquiera retirarse los cascos, lo que mostraba que no tenían interés alguno en mostrar su devoción a su claro superior. Este, de mala gana tomó el papel de las manos del emisario, y lo abrió de par en par.

En caligrafía clara, indicaba la autorización del viaje, el propósito de este, y los nombres de los tres emisarios, según el documento, hombres de confianza del mismo shogun.

El hombre cerró el pergamino y lo entregó a uno de sus sirvientes, que tras reverenciarle, se retiró. De igual forma, dos sirvientes tomaron los caballos para llevarlos a los establos y darles agua y alimento.

Con voz pesada y mirada firme, Yuichiro se dirigió a sus invitados,

-De mi parte y de todo mi hogar, les doy la bienvenida, Miyamoto Hisame, Hiyuu Kyouki y Oometsu Kazuki, emisarios del Shogun.

Los tres hombres, retiraron sus cascos y reverenciaron al hombre. Yoshiatsu, sonriendo, contestó,

-Gracias mi señor.

--//--

-Ryoga?

-Sí, Koichi-sama?

-Ajusta apropiadamente el obi. No quiero que quede demasiado apretado, pero tampoco lo suficientemente suelto como para que no delinee la figura del kimono.

-Como ordene.

El sirviente puso sus manos en la cintura del peli rosa, deslizándolas hasta encontrar las cintas.

Cuando Ryoga terminó de ajustar su obi, Koichi al fin estaba listo. Se vió al espejo para no dejar pasar cualquier detalle que le restara perfección a su atuendo. Vestía uno de sus kimonos de gala, personalmente su favorito.

Los lotos blancos hacían juego con sus hojas doradas, que junto al cuello del mismo tono cortaban de forma elegante y llamativa el atuendo púrpura intenso. Las enormes mangas llegaban hasta sus tobillos y los pétalos de las flores blancas se desplegaban por toda la tela, también sus guantes dejaban al descubierto sus dedos, dando a lucir sus uñas finamente adornadas.

El Kansashi, dejaba casi todo su lacio pelo suelto, excepto por un poco que estaba recogido por la peineta dorada adornada con un loto púrpura en degradado a blanco.

El sirviente deslizó el panel, e hizo una reverencia para que su amo, con pasos elegantes pasara para dirigirse al salón principal, donde seguramente su familia esperaba.

Sorprendentemente, al llegar, los emisarios apenas se estaban ubicando en el gran salón, pero todos, tanto su familia, como los invitados voltearon a verle cuando cruzó el umbral del lugar acompañado de su sirviente.

Su padre, con una mirada de desaprobación y un movimiento de la cabeza que apenas fue notado por el peli rosa, este se apresuró a la mesa. El sirviente le siguió de cerca. Había un asiento a la derecha del General, ya que a la izquierda de este estaba Yuichiro. Koichi se ubicó detrás de su padre, quien con un rostro inexpresivo lo presentó ante los tres hombres, indicando a los susodichos mientras decía sus nombres:

-Miyamoto-san, Hiyuu-san, Oometsu-san, quiero presentarles a mi hijo, Yamane Koichi.

El último de los mencionados le vió de arriba abajo antes de inclinarse levemente. Los emisarios parecían cualquier cosa menos hombres con el cargo que ostentaban. El primero, de cabello violeta claro apenas recogido para que se viera su rostro y sus brillantes ojos azules, tenía contextura delgada, y ambas manos vendadas, de las que sobresalían sus uñas pintadas de negro. El segundo de rostro en blanco, expresión seria y que al parecer no decía mucho y solo seguía a sus compañeros, este lucía un cabello castaño corto, que solo alcanzaba a tapar un poco uno de sus ojos negros. El último era el que le intimidaba un poco. Una mirada que solo podía ser descrita como feroz, ojos y cabello azabache, algo revuelto y a medio largo. Si no se viera tan amenazador, luciría incluso atractivo, ya que sus facciones eran firmes y bien delineadas.

Estando algo incómodo ante las miradas de los tres, en especial del que parecía ser el líder, respondió:

-Es un… honor, conocer a los emisarios del Shogun…- Y tras reverenciarse, iba a retirarse a su puesto al lado del militar, pero antes de siquiera moverse, sintió un jalón en su mano. Volteó asustado solo para darse cuenta que el líder, de cabello azabache le había tomado de la mano mientras aún estaba reverenciando.

-Yamane Koichi, es un verdadero placer conocerle al fin- Luego, con un poco de fuerza, Yoshiatsu acercó el dorso de la mano hasta sus labios, esta vez casi suspirando las palabras contra su piel, siempre mirándole a los ojos –Lo que se rumorea sobre usted no hace mérito a estar verdaderamente en su presencia, me siento halagado de estar ante tal belleza.- Luego besó la piel de este.

Koichi, asustado y con un gesto de desagrado, quiso retirar su mano, pero el hombre la sostenía con firmeza. Al parecer no había terminado su avance, pero antes de que dijera una palabra más, Koichi sintió un par de manos en sus hombros, volteando rápidamente vio que Tsuzuku estaba tras de sí.

-Usualmente estaría de acuerdo Oometsu-san, pero debo recriminar la clara falta de respeto que es no saludar apropiadamente a un general de la armada imperial.- Tsuzuku bajó una de sus manos, deslizándola por el brazo del menor hasta juntarla con la que el pelinegro sujetaba y retirarla bruscamente. Luego, en un gesto que cualquiera con ojos denotaría como posesivo, lo sujetó por la cintura en un improvisado abrazo por la espalda.

Yoshiatsu borró su sonrisa de inmediato. Se diría que sus impulsos le gritaban que tomara a Koichi de nuevo y atestara un puño en el prepotente rostro del militar, pero en lugar de esto su fachada le obligo a inclinarse ante el general, pero solo sus dos compañeros respondieron, -Es un honor conocerle Takefuchi-sama- Mientras que su orgullo mantuvo sus labios sellados.

Koichi, casi instintivamente se aferró a los brazos que ahora lo sujetaban, sintiendo que claramente Tsuzuku había detenido los avances del hombre. Jamás le había gustado la atención de sus pretendientes, la encontraba incómoda, desagradable, como si solo quisieran ponerle las manos encima, y no precismente con las mejores intenciones.

Tsuzuku mantuvo al peli rosa entre sus brazos unos momentos más, honestamente para la egoísta satisfacción personal de ver el claro intento de aproximación que el hombre ante sí intentaba, pero que pasara lo que pasara, el hermoso joven solo era suyo.

Después de que los tres se levantaron de su reverencia, Tsuzuku soltó a Koichi, sujetándolo suavemente de la mano y ante una leve inclinación, dejándolo en su asiento en el tatami, en el que él mismo tomó su lugar junto al joven.

El pelinegro fue el último en tomar su asiento. Al ver Yuichiro que todos estaban ya en el tatami, indicó a los sirvientes que procedieran con el banquete. Los criados avanzaron respetuosamente con los platos en sus manos, situando frente a cada uno, los platos preparados.

-Bien, Oometsu-san tengo entendido que es usted quien posee el pergamino entregado por el shogun, no es verdad?

Yoshiatsu volteó rápidamente, y sonriendo de forma agria replicó

-Mi señor, tengo entendido que un honorable señor feudal no aceptaría a cualquiera en su… mansión, no es verdad?- Y moviendo con los palillos la comida frente a sí continuó –Pero no veo estrictamente necesaria su desconfianza.

El señor feudal estaba claramente ofendido por la actitud del emisario, pero le gustase o no, este hombre tenía el sello del hombre más poderoso de la región, así que simplemente debía contenerse.

-Me expreso ante usted de esta forma por mera formalidad. No pretendo cuestionar el motivo de su presencia.

Yoshiatsu no respondió ante esto, solo continuó con su comida frunciendo un gesto de indiferencia como si nada hubiese sucedido.

Luego de esto, la cena procedió en silencio, usualmente en una visita diplomática, el ambiente estaría inundado de preguntas por parte de los invitados, la mayoría de estas de interés del Shogun.

Los sirvientes iban y venían con manjares, todos servidos de la mejor manera, hasta que al final, ante platos y cuencos vacíos, por fin se deslizaron unas palabras de uno de los ‘’emisarios’’.

El hombre de pelo castaño y expresión seria terminó con el último de sus platos, a lo que rápidamente una criada lo retiró haciendo una leve reverencia.

-Yamane-Sama, ha sido un honor estar en su mesa. Pero sin afán de generar ninguna incomodidad, le solicitamos prolongar una noche más nuestra estancia en su hogar. Solo queremos que nuestros caballos descansen lo suficiente, ya que fue un largo viaje y están exhaustos.

El hombre mayor se puso de pie. Llamando a Hana con un gesto de la mano, susurró algo en su oído, volteó hacia la mesa, reverenció y se retiró sin decir una palabra. La chica en su lugar avanzó hacia la familia y los invitados.

-Yamane-sama me indicó que se encuentra un poco indispuesto, por lo que pide que por favor excusen que se haya levantado de la mesa.- Luego mirando a Tomo indicó- Respecto a la solicitud de Hiyuu-sama, con gusto en unos minutos estarán listas sus habitaciones. Por favor, si lo desean los jardines están a su disposición mientras se prepara todo. 


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