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Inocente lujuria por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Creo que debería poner como "no terminado" pero gueno, como no sé que iré a relatar en cada capítulo y las ideas vienen solas, sin plan ni objetivo, así que lo dejaré así

 

Espero lo disfruten

 

Festival, a todos les gustaba porque no pasaban todos los días. A los más pequeños también les encantaba  y por esa razón la sonrisa de Tsuna no se iba en esos días. A pesar de que solo se quedaba de visita una hora máximo, pues según él no quería entorpecer el trabajo de Hibari. El mayor aceptó aquello, pues en el fondo sabía que Tsuna se preocupaba por él, a pesar de que le fastidiaba el hecho de no tenerlo cerca por mucho tiempo. Lo que le calmaba era saber que lo vería el día del festival, todo el santo día lo tendría para él. La propia Nana estaba emocionada por venir a verlo un momento en la tarde, cuando Tsuna ya haya paseado lo suficiente, ella se uniría para admirar los puestos y actividades. Según ella vendría con las demás madres, pues se organizaron en el barrio para ir a colaborar con los puestos

La tarde anterior al festival Tsuna fue a Namichu a curiosear. En el instituto algunos miembros de los clubs de deportes habían visto al pequeño niño que rondaba los edificios en cierta parte específica. Tenían curiosidad, pero la misma moría al ser interceptados por los miembros del comité que jamás les dejaron acercarse al pequeño niño castaño. Esa tarde, donde la mayoría terminaba de preparar las cosas, vieron al castañito llegar por la puerta principal nuevamente, claro que ahora todos lo vieron. Un niño  con un pequeño paquete, quien saludaba con cortesía a Kusakabe, a otros miembros y después de curiosear un poquito, ganándose las miradas de los adolescentes, intimidado se alejaba de todos. Las chicas se enternecieron por la actitud del menor, que con prisa se alejaba de la zona de los puestos. Quisieron seguirlo pero obviamente no se iban a meter en la zona del comité disciplinario, no querían ser mordidos hasta la muerte  y rogaban porque el mayor no atacara a ese pequeño

 

 

-todo está muy animado – el castaño caminaba por los pasillos que conocía de memoria. Se acercó a una ventana y se paró de puntitas para espiar a lo lejos – se ve bien

-mañana podrás ver todo – Hibari se había quedado viendo al pequeño curioso, adorable en todo sentido. Pequeño e indefenso, mucho más cuando tenía que esforzarse por alcanzar una buena vista en la ventana

-Hiii – dio un salto asustado al escucharlo tan de repente. Se sostuvo de la ventana para no caer y volteó a ver a aquella persona – Hi-Hibari-san… me asustó

-¿me tienes miedo? – Kyoya sonrió de medio lado al verlo, era frágil. Cualquiera podría hacerle daño… corromperlo… pero ese privilegio era suyo y de nadie más

-no es eso – sonrió acercándose al mayor después de tomar de nuevo el paquete que dejó en el suelo – pero no me fijé que usted estaba cerca, Hibari-san

-¿estás emocionado?

-si – aquellos ojos chocolate brillaban, era simplemente entretenido verlo cambiar de expresiones – mire… traje esto para usted – decía levantando el paquete – ayudé a mamá a prepararlo

-vamos

-¿pero no está ocupado? No quiero molestar

-comeremos esto juntos – habló mientras se ponía en marcha hacia su oficina, dejando que el castaño corriera un poquito hasta ponerse a su lado, aun cargando el paquete. Tenía una pequeña fascinación por ver a ese pequeño cargando el bento, era como… aunque sonara demasiado pretencioso… le agradaba pensar que ese pequeño lo atendería de esa forma por siempre, como una buena esposa

 

 

Hibari veía al castaño abrir el bento, él lo ayudaba preparando el té, pues no quería que Tsunayoshi  se lastimara con el agua caliente. Lo protegía instintivamente, aun cuando ni siquiera se daba cuenta de muchas de sus acciones. Se daba tiempo de estar con Tsuna, delegando sus labores a los demás, aunque nadie se quejaba… Kusakabe era feliz al ver al pequeño que podía atenuar la soledad de su jefe, así que con gusto tomaba las labores del presidente  en sus manos. Cuando todo estaba listo, comer en compañía se volvía grato por la simple razón de que el pequeño era demasiado dulce

 

 

-Hibari-san, diga aahh – el menor tomaba una porción en los palillos y le acercaba al mayor que sin decir nada o mostrar expresión alguna, solo disfrutaba – ¿está rico? – esa ansiedad por saber si hizo un buen trabajo era graciosa

-lo está – el azabache veía esa sonrisita sin malicia ni nada, simple y llena de pura felicidad. No se aguantó, ¿quién podría? Acercándose al menor con suma calma, le robó un beso, uno casto, simple… y con eso le era suficiente por ahora – buen trabajo

-gracias – ¿en algún momento se acostumbraría a eso? Tsuna no estaba seguro, pero aun así correspondía a aquel gesto con una sonrisa – intentaré aprender todo lo que mamá prepara. Lo haré y así podré dárselo a Hibari-san

-lo esperaré – dijo sobre los labios del pequeño antes de robarle un beso más, haciendo que el sonrojo de aquel pequeño aumentara. Era satisfactorio verlo de esa forma

 

 

 

Aquel día…

 

 

 

Todo estaba listo, el festival dio inicio. Estudiantes de otros lugares llegaban con curiosidad, propios y extraños se preparaban para disfrutar de eso. Un evento abierto a todo el público pero pocas eran las veces que veías a un niño que no superaba los… ¿cuántos años? Cinco, seis… no, el castaño tenía siete, pero era más pequeño que los demás debido a las características genéticas heredadas de su madre. Pero eso no importaba, porque nadie podía preguntar nada al castañito que con curiosidad ingresaba al lugar. Había muchas personas, adolescentes en su mayoría, pero un escolta esperaba al menor. ¿Por qué? Nadie supo y nadie sabría

Tsuna se sentía intimidado entre tanta gente, así que cuando vio a Kusakabe se alegró mucho. Siguió al mayor entre tanta gente, sintiendo las miradas posadas sobre él. Se agarró del chaleco que usaba, la camisa blanca de mangas cortas le dejaban movilidad, pero ahora hubiese querido traer algo más abrigado. Tal vez era el frio debido a los nervios al ver tanta gente, pero temblaba. Los pantalones de mezclilla negros que usaba lo hacían ver… “kyaa… míralo, es adorable… quiero cargarlo”, eso lo definía. Y claro, las chicas eran las acosadoras del día y Tsuna sintió sus alarmas saltar, tratando de caminar lo más cerca posible del mayor con raro peinado

Solo se calmó cuando llegó a la oficina del comité, pues ya no veía tanta gente, no escuchaba a las chicas, además veía a Hibari-san esperándolo y se sentía emocionado. Kusakabe se retiró cuando dejó a Tsuna bajo las manos de Hibari, regresaría a sus labores, administrando para que nada se saliera de control. Hibari veía al pequeño castaño, mentiría si dejara que sus pensamientos eran decentes, pero prefería olvidar todo y seguir con el plan.

 

 

-pensé que estabas  emocionado – Tsuna lo seguía de cerca, lo vio nervioso y le acarició los cabellos, suaves, aunque rebeldes

-lo estoy – decía Tsuna mientras veía los pasillos – pero hay mucha gente y… bueno, no quiero que alguien intente hacerme daño

-¿ya lo han hecho? – se giró mirando al menor, era verdad que Tsuna lo visitaba y demás, sabía muchas cosas del pequeño y de los Sawada, pero no tenía en cuenta algunas cosas como esa

-si… por eso no me gusta los desconocidos

-¿qué pasó?

-un hombre me alejó de mamá – Tsuna había bajado su mirada, no le gustaba recordar aquello – fue… cuando Hibari-san me encontró… yo logré salir de donde ese hombre me tenía y no sabía dónde estaba

-¿qué te hicieron?

-me encerraron en una habitación oscura – decía el castaño temblando un poquito, que horrible experiencia fue esa – no sé porque lo hizo, ni cuántos días pasé allí… mamá lloraba mucho cuando volví y papá vino desde Italia en seguida

-nadie te hará daño mientras yo este a tu lado – Hibari se había arrodillado en frente de Tsuna, acariciándole la mejilla, mirándolo con ternura – Tsunayoshi… ya no tengas miedo

-gracias – dijo con sus ojitos llorosos – usted me ayudó esa vez – dijo aguantando sus lágrimas – muchas gracias, Hibari-san – ahora Hibari entendía la forma tan agradecida de Nana al tratarlo, de la reacción del castaño lloroso que encontró, del tímido niño que conoció

 

 

Hibari abrazó al castaño, lo retuvo entre sus brazos sintiendo como el menor se desahogaba un poco, sollozando bajito. ¿Quién fue el desgraciado que le hizo eso a un pequeño niño? Y lo más importante, ¿por qué? Eso debía averiguarlo y la tarea se la dejaría a Kusakabe. Nunca se interesó por el pasado del pequeño niño, no lo hizo hasta ahora. No solo porque escuchó las palabras de Tsuna sino porque ese pequeño le interesaba demasiado, lo necesitaba cerca y nunca permitiría que se lo arrebataran. Lo rodeó con sus brazos y le besó las mejillas, le secó las lagrimitas y por primera vez sintió algo combinado en su alma. Una mezcla entre ira, ansiedad y curiosidad. ¿Quién querría hacerle daño a un ingenuo pequeño? Sea quien fuera… pagaría

Un rato fue suficiente para calmarlo, los traumas infantiles eran difíciles de superar, así que fue suave, no le preguntó más, lo averiguaría por sí solo. Hibari se separó del pequeño y en un gesto protector lo tomó de la mano para empezar a ir a las diferentes actividades de ese día. El castaño le apretaba la mano y mostraba una sonrisa agradecida. Ese pequeño era un alma pura, no debía sufrir y de eso se encargaría Hibari. Porque Tsuna era el único que podía sacar a flote el lado más escondido de la personalidad de Kyoya, el lado dulce y gentil

 

Todo el mundo se sorprendió al ver al temible presidente del comité disciplinario junto con un pequeño niño sonriente, obviamente jamás en sus vidas se imaginaron ver al más agresivo y terrorífico hombre llevando de la mano a alguien. Las miradas se posaron en seguida en ellos, pero bastó con un gesto de advertencia por parte de Hibari para que todos retomaran sus actividades, alejándose de ellos para que Tsuna no sintiera el miedo de ser observado. Tardó un poco en que el castaño se acostumbrara al lugar lleno de gente, pero cuando lo hizo su curiosidad infantil afloró

 

 

-Hibari-san, ¿qué es eso? – el más pequeño señalaba un puesto cuyo cartel mostraba un pequeño gato blanco como identificativo

-¿te gustan los dulces?

-si

-ven – lo llevó a aquel puesto de crepas, él no era fanático de esas cosas, pero sabía que los niños adoraban las cosas dulces. No se iba a negar a lo que el pequeño pidiera – pide el que quieras – no se extrañó que cuando él se acercara, enseguida lo atendieran y los demás clientes se apartaran

-bi-bienvenidos – decía la muchacha que atendía el puesto… o mejor dicho a la que obligaron a atenderlo – ¿en qué… les puedo ayudar? – decía en pánico pero se calmó cuando vio al pequeño – un… niño – se tuvo que inclinar para poder verlo entero, simplemente adorable

-hola – decía Tsuna con un poco de nerviosismo apretando el agarre en la mano de Hibari que no lo había soltado ni un momento – que… ¿qué son esas? – pero la curiosidad le ganaba a la timidez

-¡qué lindo! – chilló la chica, se salió de su puesto hasta poder arrodillarse en frente del pequeño – te gustan los dulces… pues pide lo que quieras que yo te lo daré – la chica iba a acariciarle el cabello pero al ver la mirada amenazante del mayor se detuvo y se levantó, alejándose dos pasos – yo…

-dale lo que quiere – ordenó con el ceño fruncido, pues no le gustó nada el descarado comportamiento de la muchacha – Tsunayoshi, puedes pedir

-¿en serio? – sonreía ante el asentimiento del mayor – gracias Hibari-san

 

 

La atención fue de las mejores, el castaño pidió aquello que tenía fresas y chocolate. La muchacha encantada preparó todo en seguida, sonriendo ante cada expresión del más pequeño, derritiéndose ante la ternura de ver al castañito agradecer y sonreír. ¿Cómo no caer bajo ese encanto? Pues Tsuna era naturalmente “abrazable”. Pero claro, cierto azabache no dejaría que alguien tocara siquiera al castaño, quien feliz de la vida probaba aquello. Cuando las miradas se posaban en ambos, demasiado para su gusto, Hibari los retaba con la mirada y los acosos paraban. Pero solo por satisfacción personal y para mostrarle a todos que ese lindo castaño era intocable, tomó a Tsuna en brazos

 

 

-Hibari-san… puedo caminar solo – dijo cuando ya estaba siendo cargado y se agarró del hombro del azabache – ¿por qué me lleva así?

-porque puedo – fue su simple respuesta. Posesivo dirían algunos, adorable dirían los más valientes, pero al final todos se guardaron sus comentarios

-¿quiere un poco? – el castaño le dio un poco de aquel crepe en la boca a Hibari, seguido de una fresa y sonrió. Un acto inocente por parte del infante y una acción dulce, adorable en extremo para todas las demás – me gusta Hibari-san – dijo bajito mientras probaba lo que habían comprado… aunque nunca vio a Hibari pagar algo, tal vez se descuidó un momento

 

 

El servicio para el presidente del comité era gratuito. ¿Por qué? Por protección tal vez… y sea como fuere. Tsuna se vio beneficiado de aquello, jugando cuanto quiso, comiendo algo de vez en cuando, recibiendo obsequios de las chicas en los puestos ajenos. Regalos  como ese par de orejas blancas que le dieron y que Hibari se las colocó con una leve sonrisa, seguido de un “pareces un conejo” que hizo reír al pequeño Tsuna. Y cuando Nana llegó, ella también recibió esos beneficios, después de todo, quien era cercano a Hibari Kyoya se ganaba el respeto de todos. Después de todo, quien osaba acercarse mucho al azabache terminaba mordido hasta la muerte

 

 

-ara, ara… se ve que eres respetado Kyoya-kun… tienes un cargo importante en Namimori – sonreía la castaña, quien de mano de su pequeño Tsuna, recorría algunos puestos junto al azabache que con calma era su guía

-Hibari-san es increíble – opinaba el pequeño Tsuna

-ya lo creo… ne Kyoya-kun, ¿quieres ir a cenar mañana? – ofrecía la castaña con una sonrisa – Tsu-kun y yo te prepararemos lo que quieras

-no quiero molestar – respondió con cortesía. Algunos pensarían que se estaba negando pero él sabía perfectamente que Nana Sawada nunca recibiría un “no” por respuesta, así que no había problema

-para nada – sonreía la castaña – me gusta que aprecien mi comida, además Tsu-kun te quiere mucho, así que será un placer

-entonces aceptaré – Hibari estaba sereno como siempre, pero se fijaba en cada expresión de ese par que caminaba a su lado

-¡genial! –festejaba el castaño – Hibari-san irá a nuestra casa

-La comida hogareña es el mejor método para conquistar a alguien, no lo olvides Tsu-kun – sonreía Nana –

-¿conquistaremos a Hibari-san?

-por supuesto Tsu-kun… por eso hay que esforzarnos

-¡sí! – decía tan emocionado como la castaña… Sin duda eran madre e hijo

 

 

¿Y qué pensaba Hibari? Pues la leve sonrisa que mostraba les daba una idea. El azabache disfrutaba de cada cosa que esa familia le mostraba. La digna pelea con el padre, la sabrosa comida de la madre, y al  adorable hijo que nunca iba a dejar ir

 

 

Notas finales:

¿Review?

¿ternura?

¿debería quitar la advertencia de finalizado?

Besos~


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