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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—¿Por qué? —era una pregunta extraña con la cual iniciar una plática, Haru lo sabía.

—Largo, mujer idiota —fue la arisca respuesta dada por quien fumaba sin preocupaciones mientras vagaba sin rumbo fijo.

—Sólo quiero que me diga el por qué persigue omegas, los marca, los lleva a su casa y cuando no le gusta su actitud los desecha.

—No voy a darle explicaciones a una omega de clase baja —en realidad no le daría explicaciones a ningún omega.

—¡Pues lo perseguiré hasta que me diga! —enfadada, con las mejillas levemente infladas en una costumbre que no se quitó desde niña, Haru intentaba seguir con eso.

—¡¿Qué carajos te pasa?! —se detuvo para enfrentarla— Es un riesgo que me des la contra, puedo…

—¿Por qué? —con la frente en alto seguía hablando, ni siquiera le importaba sentir el aroma amargo que expresaba enfado en el alfa.

—¿Eres una cotorra o qué? ¡Aléjate de una puta vez!

—No hasta que me responda, Gokudera-san.

—¡Te morderé por diversión! —le dio frente y la empujó, pero ella lo seguía mirando.

—Pudo haberlo hecho antes.

—Lo haré ahora —sus ojos verdes destellaban por la furia.

—¿Eso es lo que le hace a todo el que intenta entenderlo? A quien quiere tal vez ayudarlo —indignada apretaba los puños.

—Ayudarme —se mofó—, ¿tú?

—Sí, yo, una simple omega que vio dolor en una mirada verde que recuerda en los pocos momentos que pudo estar consciente cuando cursaba su primer celo —Haru soltó el aire— quiero saber por qué es así…  y por qué sigue aquí si ya no le interesamos.

—Largo, mujer imbécil.

—Maleducado.

—A la mierda.

 

Era extraordinaria la forma en que algunos omegas reaccionaban ante las emociones ajenas, normal pues eran más empáticos debido a su instinto no sólo maternal sino su misma sumisión ante los alfas, de modo que siempre podían identificar las emociones del contrario para poder actuar acorde a estas y mantener su posición sumisa. Lo malo era que el alfa podía repudiarlos por esa misma razón.

Haru quedó algo marcada por el dolor reconocido en ese alfa a quien debía temerle, pero al que de una u otra forma quería ayudar. Fue criada por padres amorosos, empáticos, preocupados por los demás, era tan natural para ella velar por el prójimo que, en ese momento, mientras estaba sola mirando la calle por donde había desaparecido Gokudera, no entendía lo peligroso que podía volverse ese sendero que iba a tomar.

 

 

Segundas oportunidades…

 

 

Nana acariciaba suavemente los cabellos de su pequeño pues, aun a pesar de ser beta, percibía que el aroma de su niño había estallado esa mañana justo en la fecha que calculó: tres meses después del primer celo. Sonreía pues jamás pensó ser tan dichosa al percibir aquel perfume dulzón. Su hijo seguía con ella, sano, luchando por sus semejantes, aprendiendo a sobrellevar su naturaleza, libre. Se limpió las lágrimas que se le escaparon y carraspeó antes de empezar a picar la mejilla de Tsuna.

 

—¿Mamá? —fue el susurro adormilado del castaño.

—Buenos días, Tsu-kun —acarició esos cabellos algo húmedos por el sudor que su niño empezaba a acumular—, ¿te sientes diferente hoy?

—Tengo calor y… —suspiró con desgano—. Ya recordé que es el día.

—No te asustes —rió bajito—, hemos cerrados las ventanas, puertas y todo lo demás, así que tu aroma no ha escapado y nadie te está acechando.

—Gracias, mamá.

—Ahora toma los supresores —Nana mostró las pastillitas y apuntó a un vaso de agua reposado en el mueble junto a la cama—. Como ya es tu segundo celo el aroma es menos potente y con este medicamente se hará mínimo, nulo si tenemos buena suerte.

—Espero que se anule —sonrió mientras se acomodaba en la cama—, lástima que no disminuyan los demás efectos.

—Reposa, Tsu-kun, mamá cuidara de ti hasta que todo pase.

—Lo haré… pero también tengo que estar pendiente de la planificación para Enma.

—Todo irá bien —calmó.

—Lo llamaré para que se quede con nosotros en esos días —con su mirada suplicante le hacía una pregunta muda a su madre.

—Hazlo —sonrió con dulzura antes de levantarse—. Yo te traeré tu desayuno.

—Te amo, mamá —sonrió pues agradecía infinitamente poder estar junto a su familia en su segundo celo.

—Y yo a ti.

 

El castaño esperaba que su buena fortuna continuara y que se repitiera para el resto de sus amigos. Suspiraba al pensar en Shoichi o en Squalo quien se estaba poniendo en peligro al no tomar las sugerencias de Mukuro en serio, trataba de entender a los padres del albino o a los de Lambo, intentaba no juzgar a nadie, pero al final terminaba por juzgarse hasta a sí mismo. Mas, nada podía hacer, sólo continuar intentando ser el colaborador en la salvación de quien pudiese.

 

 

Celo…

 

 

El castaño aún mantenía su celo cuando sus amigos le informaron que el celo de Enma empezó. Nervioso, ansioso, refugiado en su casa a espera de Enma pues se acordó que él le daría refugio mientras que el resto de la familia Cozato participaría en el escape del pelirrojo. Debía esperar, lo sabía, pero no era tan fácil y menos si no notó rastro alguno de Hibari, Mukuro o la tal Chrome en las cercanías. No quería perder a otro amigo, no quería volver a sentir esa impotencia por no haber podido hacer algo significativo.

 

—Todo saldrá bien, Tsu-kun.

—Hijo —Iemitsu le acarició los cabellos— tus amigos harán lo correcto y verás que Enma llegará.

—Aun así, tengo miedo por los demás.

 

Según le dijeron, los alfas cercanos habían vuelto a aumentar haciendo que escapar de ellos fuera complejo, mas, no reconocieron a un alfa de casta pura, pero no podían estar seguros de que no apareciesen en el transcurso de esas veinticuatro infernales horas tal y como pasó con Irie. Estaba aterrado. Apretando una almohada entre sus brazos, ignorando su autolubricación y manteniendo su vista fija en las calles para detectar cualquier anomalía.

La espera fue eterna.

Era casi media noche cuando Yamamoto le llamó para avisarle que los betas a servicio de Hibari llegaron a ayudar. Eran las tres de la mañana cuando Haru, agitada, le contó que vieron a Gokudera por los alrededores y que discutía con un alfa pelirrojo que de pronto quiso darle pelea. A las cuatro de la mañana sintió el pánico al certificar que el primo de Enma, Zakuro, había llegado y estaba participando en la cacería del pelirrojo. A las siete de la mañana estaba muerto del miedo porque no sabía ningún detalle de cómo iba la afrenta. A las diez de la mañana estuvo a punto de salir en busca de Enma, pero fue detenido por Squalo quien llegó con una herida sangrante en su hombro misma que fue ocasionada por un alfa que le devolvió uno de sus cuchillos.

 

—Sólo faltan seis horas —suspiraba Tsuna mientras, junto a su madre, atendían la herida superficial que no necesitaba sutura, sólo limpieza y una buena venda.

—Y ese maldito no aparece —gruñó el albino.

—Hibari aparecerá —sonrió Nana, llena de seguridad—. Si les dijo que iba a ayudarlos… vendrá.

—Quiero confiar en tus palabras, mamá.

 

La agitación de Yamamoto se debía al perseguidor que casi les pisaba los talones a él y a Enma a quien tuvo que arrastrar consigo pues en su último escondite los emboscaron tres alfas, gracias al cielo esos idiotas fueron detenidos por Kusakabe pero ellos debían huir del último que los seguía. Escuchaba el jadeo de su amigo, podía incluso detectar las feromonas del celo y como dejaban un rastro evidente a su paso. Trataba de aplicar lo que Mukuro le enseñó y emitía sus propias feromonas para mezclarlas con las de Enma y así combinar sus aromas y confundir a sus perseguidores, pero no estaba seguro de estar haciéndolo bien porque su perseguidor no parecía dudoso.

 

—Ya viene —fue la queja de Enma quien apretó más la mano de Takeshi— y es él.

—Escaparemos —jadeó escuchando el casi imperceptible sollozo de su amigo.

—Yamamoto-kun —el pelirrojo apretó los labios—, si él se acerca demasiado… tú corre.

—No te dejaré.

—Te hará daño si no escapas —pidió.

—¿Lo conoces?

—Sí… es Zakuro y hará de todo para marcarme —lloraba en silencio mientras seguía intentando escapar.

—No podemos rendirnos ahora que nos falta menos de dos horas, Enma.

 

Se toparon con I-pin en una de las esquinas, entonces el revelo se la dejó a ella y Takeshi corrió en otra dirección con la chaqueta que hasta ese punto usó Enma. El escape iba bien, o eso creían porque de un momento a otro Enma detuvo a I-pin, la abrazó y junto con ella se lanzó a unos arbustos en un último recurso por escapar de quien los atacó por un lateral. Un gritito agudo se escapó de labios del pelirrojo mientras miraba con terror a la persona que estaba a pocos pasos y se acercaba con una sonrisa triunfal.

 

—Aquí estás… mi pequeño Enma.

—Corre, I-pin… ¡ahora! —y sin que la muchacha pudiese siquiera hacer algo, el omega en celo salió corriendo tan rápido como pudo para alejarse de ella.

—Tus intentos inútiles son divertidos —fue la respuesta del alfa que ignoró a la omega azabache y salió en busca de su trofeo.

—Aléjate, Zakuro —suplicaba en medio de su torpe escape que lo llevó en medio del pequeño bosque que rodeaba a un parque.

—No lo haré porque he estado esperando esta oportunidad por mucho tiempo.

—Somos familia —sollozó cuando cayó y se levantó a tropezones para continuar corriendo.

—No me interesa ni un poco.

—Mamá y la tía sufrirán si me marcas —en su mente sólo estaban ellas, el pesar de verlas llorar, la deshonra que sería para toda la familia, el futuro odio que él acarrearía porque estaba claro que lo tacharían sólo a él como el único culpable por tentar al alfa de los Cozato.

—Acabaré con quien se atreva a criticarnos, Enma.

—¡¿Cómo puedes hablar así?!

 

Con esfuerzo Enma salió de la vegetación hasta una calle desolada la cual empezó a cruzar con pasos temblorosos porque su celo no le permitía mucho más allá de eso y los efectos de esa apestosa sustancia que se impregnó en la ropa estaba desapareciendo. Sus sentidos estaban volviendo a ser primitivos y su cuerpo inevitablemente se sentía atraído por el aroma de Zakuro. Dolía ser tan débil y ser parte de una familia tan ciega. A veces Enma creyó que, si su tía lo hubiese escuchado antes, Zakuro no hubiese podido llegar ahí.

 

—Enma… no retrasemos más esto.

—No —sollozó antes de tocar una pared cercana y darse soporte para no caer debido al agotamiento.

—¡Enma! —la voz de I-pin se dio a lo lejos, pero no podría llegar a tiempo para evitar aquello.

 

El pelirrojo cayó al suelo y se estampó contra la pared antes de elevar su mirada y encontrarse con su primo. Se asemejaban en muchas cosas como en el color del su cabello y el matiz de sus ojos, pero Zakuro era más imponente, alto, fuerte, debido a su naturaleza alfa. Sintió miedo cuando ya solo dos pasos los separaron, lloró inevitablemente cuando esa mano se acercó a su cabello para sujetarlo, cerró los ojos perdiendo la fe en su plan de escape.

 

—Escoria.

 

De pronto, en medio de esa mañana algo nublada, resonó una detonación estruendosa, un silbido corto y el claro ruido de algo al romperse debido a un fuerte golpe. Enma tembló sin abrir los ojos, sollozó otro poco al escuchar la voz que de alguna forma se le hizo conocida, y estuvo a punto de resignarse. Mas, no sintió la prisión en su cabello, ni el aroma cercano de su primo, es más, dejó de percibirlo.

Sin desearlo siquiera, abrió los ojos y con horror reconoció la figura de aquel hombre, de ese al que Hibari le cerró la puerta en la cara, el cual emitía un aura que gritaba peligro y amedrentaba con una sola mirada…, el mismo que estaba peleando con su primo quien apenas podía esquivar las balas de un arma oscura pero adornada con señalética rojiza. Tenía miedo, demasiado, jamás había visto de un alfa que no temiera usar armas, tampoco había notado lo enfadado que estaba su primo por la interrupción, mucho menos se había sentido tan vulnerable y solo como en ese momento.

 

—Vámonos —fue un susurro que Enma apenas pudo escuchar antes de ser arrastrado fuera de lugar—. Ya llegamos al otro punto de encuentro —susurró I-pin entre jadeos mientras ingresaban a un callejón y a lo lejos denotaban la figura de Fuuta—. Esta vez no te dejaré, iré contigo porque falta poco para la intervención de Hibari.

 

Pero nada podía ser tan fácil, no cuando su primo intentaba cazarlo, y a eso se sumó una risa desquiciada que los siguió de cerca. Sus piernas ya no podían, su mirada estaba aguada, sus instintos casi a punto de estallar y dominarlo. Enma se perdió por un momento, concentrándose sólo en seguir las órdenes de vocecitas que conocía pero que parecían lejanas. Entró en una especie de shock del que salió sólo cuando un grito cercano lo alertó.

 

—El omega… es mío ahora —era aquel azabache de mirada azulada y triste—. Así que… kamikorosu.

—Escoria, por fin sales a dar la cara… Ya me estaba cansando de perseguir a esa basura en celo.

—¿Tuyo? Jamás será tuyo… lo reclamé como mío desde que tenía doce.

 

Enma fue abrazado por alguien que lo llevó dentro de una casa conocida, después varios brazos más lo acunaron, y al final fue Tsuna quien logró calmar a quien sollozaba mirando a la nada. Había alcanzado el tiempo exigido, había sido salvado de las garras de su primo. Enma estaba tan feliz que se desmayó apenas pudo hacerlo.

 

—A ese tipo lo vi en el camino hacia aquí —bufó Squalo mirando al azabache de cicatrices que peleaba a un par de calles.

—¿Sabes quién es?

—No… pero es de los pocos alfas que me han causado pánico verdadero.

 

Tsuna sonreía feliz cuando pudo colocar a su amigo en su propia cama. Le limpió el rostro, le cambió de ropa, lo acurrucó entre varias cobijas y empezó a mojarle la frente con un paño para calmarlo un poco. Estaba feliz. No le importaba nada más que Enma, Takeshi, Squalo, I-pin y Fuuta que se refugiaban en casa.

 

 

Disputa…

 

 

—¿Qué carajos quieres aquí? —Xanxus se cansó del intruso en su muy bonita contienda.

—Eso debería preguntar yo —el pelirrojo se arreglaba el cabello con sus dedos y miraba desafiante al par de alfas que le impedían ir por Enma.

—¿Lo conoces? —Hibari miró a Xanxus.

—No…, ¿y tú?

—Tampoco.

—A un lado, bastardos —murmuró Zakuro con desprecio hacia sus rivales.

—Mátalo —Hibari se dio media vuelta ignorando al desconocido y a Xanxus—, no me importa.

—Yo no mato basuras sin valor —bufó el sujeto de cicatrices—, ese es trabajo de mis estúpidos subordinados.

—¿Quién te crees? —fue la queja del pelirrojo.

—Un casta fina —Xanxus sonrió altanero— y por lo que veo tú no me llegas ni a los zapatos, escoria.

 

Antes de otra protesta fue un azabache quien salió de la nada y tacleó al pelirrojo llevándoselo lejos de Xanxus, mismo que chasqueó la lengua antes de perseguir a su verdadera presa. Poco le interesaba saber el destino de alguien sin valor, de alguien nacido en cuna de betas y omegas porque estaban por debajo de ellos. Esa era la ley entre alfas. Desprecio incluso ante los de su misma clase.

La verdadera afrenta se dio entre el protector de la casa marcada como su territorio y del recién llegado que actuaba por órdenes de un desconocido. Simple. Nada raro. Pero las consecuencias en ese caso serían peligrosas.

Todos vieron desde sus ventanas como dos alfas identificados como clase pura, o de casta alta, se enfrentaban en medio de las calles. Betas resguardaban el hogar de los omegas en celo, otros alfas de distintas categorías se esparcían por los alrededores ya fuera porque fueron ahuyentados o porque buscaban otra oportunidad para hacerse con el omega virgen y en su primer calor. Nada raro sería, pero sí que lo era.

 

—¿Qué demonios intentas? —Hibari bloqueaba el puño de Xanxus con sus tonfas.

—Entrar a esa casa y llevarme al omega, es obvio —reía mientras atacaba sin parar intercalando sus puños con sus potentes patadas que quebrarían los huesos de cualquier persona que no supiera bloquearlo.

—No te interesa eso —jadeó Hibari—, ¿quién te envió y por qué?

—Es cierto… no me interesa.

—Entonces, ¿por qué lo haces? —se limpió el sudor de su sien derecha.

—Para distraerte —fue la sepulcral respuesta.

—De que…

 

Un grito se dio a lo lejos, Hibari tuvo un momento de duda y giró para verificar el como un alfa había saltado a la ventana donde se hallaban esos omegas, sus protegidos. Kyoya entonces dejó su pelea con Xanxus y corrió a cumplir con su obligación. Saltó la barda y escaló habilidosamente por las paredes, ventanas y cualquier cosa que le diera soporte para llegar al alfa que esquivaba los cuchillos de Squalo. Pero antes de llegar vio como aquel albino era sujeto por el cabello y lanzado desde el segundo piso.

 

—¡Carajo! —Squalo apenas había podido incrustar su cuchillo en una teja vieja para poder sostenerse lo suficiente y de esa forma balancearse hasta una ventana cercana y caer al patio con cuidado— ¡VOIII! ¡Te mataré, hijo de puta!

—Qué boca —se reía un rubio que de nuevo intentaba entrar a la habitación—. Oh… ya llegó —pero ante el ataque de Hibari tuvo que saltar lejos antes de que la tonfa le rompiera un hueso.

—Kamikorosu —Hibari atacó al desconocido tras verificar que ningún omega faltaba.

—Hibari —susurraron los habitantes de ese cuarto tras salir del estupor por el repentino ataque.

 

Pero todo se quedó en silencio después de que una detonación se diera sin aviso previo y una queja sutil se desprendiera del alfa que, con una mano, se sujetó del filo de la ventana para no caer. A lo lejos I-pin vio al hombre de ropa negra, cicatrices en el rostro y mirada fiera sujetando un arma que desprendía un leve vapor ascendente desde el cañón del arma, su aire se fue porque entendió que una bala fue usada.

La risa del rubio atacante que se alejaba a paso calmo estremeció a Fuuta. Takeshi entendió lo que pasaba y con prisa sacó medio cuerpo por la ventana hasta sujetar el brazo del alfa que era su protector hasta ese momento, y evitar así que este cayera del segundo piso.

 

—Hibari —fue el susurro colectivo de los omegas.

—Voy a… —el alfa se sujetaba el abdomen y su rostro hizo una mueca adolorida, incluso había dejado caer sus preciadas tonfas—. Ugh —apretó los dientes al sentir la calidez de su propia sangre que manchaba su mano.

—Hibari-san —Tsuna saltó de su cama al entender también que el herido era su protector y ayudó a Takeshi a subir al alfa.

 

Xanxus se reía estruendosamente, dos de sus subordinados se unieron a él, y tras verificar que la afectación estaba dada se retiraron sin prisa. En la casa de los Sawada los invadía el pánico cuando lograron elevar al alfa que apenas pudo mantenerse en pie antes de caer de rodillas en la habitación mientras se sostenía el abdomen que derramaba sangre en abundancia. Nana llegó después con teléfono en mano pues había llamado a una ambulancia. Kusakabe recostó a su jefe en el suelo e hizo presión en la herida de bala. Hibari gruñía, pero se mantenía inmóvil esperando la atención médica que en ese caso sí era necesaria. Todo fue un caos.

 

—Fueron ellos, ¿verdad? —susurró Squalo quien veía a la ambulancia partir— Los que nos quieren de premio.

—Sí —suspiró Kusakabe—, pero no se preocupe, desde este punto nosotros los resguardaremos y llamaremos a Mukuro-san para que nos ayude.

—¿Hibari estará bien? —añadió Tsuna.

—Kyo-san es fuerte, se pondrá bien.

—No le digan a Enma —susurró Tsuna antes de apretar los labios y darse vuelta—. No debe creer que fue su culpa.

 

Continuará… 

 

 


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