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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—¿Cree que le guste la papilla de este tipo? —Tsuna mostró el frasquito de vidrio que agarró de un estante.

—No lo sé —Kyoya miró a la bebita en su pecho a quien cargaba en el canguro, misma que jugaba con un peluche y le babeaba la polera—, pero si quieres experimentar… toma las que quieras.

—Y si no le gusta…, me las puedo comer yo —sonrió el castaño mientras colocaba los frasquitos en el carrito que empujaba.

—¿Tú? —lo miró extrañado.

—No deben saber tan mal si es comida para bebé —satisfecho, se encaminó a la sección de vegetales, pero se detuvo al no sentir a Hibari a su lado y giró para buscarlo—, ¿qué hace?

 

El azabache se hallaba mirando una papilla en frasquito, analizándola con detenimiento, dudando al leer los ingredientes. Tsuna a veces creía que Hibari no era más que un niño encerrado en el cuerpo de un adulto, lo certificaba cuando veía al alfa tan centrado y curioso por algo insignificante. Era un poquito adorable. Sólo un poquito.

Quiso detener las manos del alfa que forzaron la tapa metálica, pero fue tarde y lo vio abrir el frasco. Suspiró, ¿qué pensaba hacer Hibari? Ah, sí, era obvio. Tsuna rio bajito cuando el alfa agitó un poco la papilla antes de llevársela a la boca y dar un leve sorbo. No soportó sus carcajadas al ver la mueca extraña que el azabache hizo al saborear la papilla, y finalmente terminó riéndose a la par de Aiko que estiraba sus manos hacia el frasco que sostenía Kyoya. Jamás creyó ver a Hibari en esas actitudes.

 

—Señor cliente. Usted no puede consumir el producto antes de pagarlo en caja —las risas se terminaron.

—Ah…, lo siento —Tsuna se giró hacia el encargado—, sólo estábamos eligiendo la papilla de nuestra hija. Es todo.

—Ya lo veo —el encargado los miró mal y Tsuna se sintió incómodo; amenazado por ese muy alto beta—. De todas formas, debo pedirle al alfa y a usted —hizo una mueca de desagrado. Tsuna lo entendió— omega… que paguen primero por la papilla consumida.

—¿Me está discriminando? —sintió cólera por la mirada fría que le dieron, aquella llena de desprecio—. Por… ser omega… —el beta hizo una mueca— y tener una hija.

—Si lo entendió, porqué mejor no se va ahora mismo.

—Escuche una cosa —Tsuna apretó su puño e inhaló— ¿Quién carajos se cree? Soy un cliente como todos, ¡así que exijo respeto para mí y mi familia!

—No respetaré a un fenómeno que trae al mundo a hijos de otro fenómeno. Así que largo.

 

Tsuna no podía creer lo que había escuchado, es más, ni siquiera iba a permitir que lo ofendieran así ni a él ni a Hibari; pues si bien pertenecían a una casta minoritaria con respecto a los betas eran personas como cualquier otra. Golpeó el pecho del beta con fuerza utilizando su dedo índice, dio un paso al frente exigiendo una disculpa y quejándose del servicio. Dejó salir su frustración con ese encargado maleducado y exigió ver a un supervisor. Se salió de control y sinceramente no le importó.

 

—¡Los que deben irse son ustedes!

—¡El que debe irse eres tú! No sirves para atender un supermercado donde el acceso es libre.

—¡No deberían permitirles el acceso a ustedes! —Tsuna vio las claras intenciones del beta por empujarlo y se preparó, porque iba a armar un escándalo.

—Si le tocas un solo pelo…, te morderé hasta la muerte —la voz fría del alfa sorprendió a Tsuna y causó que el beta se enfadara todavía más.

—Ustedes alfas, son de lo peor —bufó antes de mirar al azabache que se acercaba a paso calmo, pero amenazante—. Se creen superiores sólo por su casta…, por sus negocios y todo, pero si fueran betas no tendrían todos esos beneficios. ¡Fenómenos!

—Herbívoro…, nos vamos.

—¿Así nada más? —Tsuna soltó una queja susurrante— ¡Este imbécil nos está insultando!

—Si tiene prejuicios y odio, no es nuestro problema —jugó con otro frasquito de la papilla que probó y los colocó en el carrito—. Nos vamos —acarició la cabecita de su pequeña para que no se asustara por la discusión.

—¡Pero Hibari-san!

—¡Cobarde! No sabía que los alfas eran así de cobardes.

—Gente así —miró al beta— tiene complejo de inferioridad —Hibari tomó la mano del omega y tiró levemente para que lo siguiera—. Vamos —habló con calma haciendo que Tsuna sujetara el carrito de sus compras y colocándose junto a él e interponiéndose al beta.

—¡Pero se merece un golpe en la nariz!

—Dar espectáculos es de gente sin educación e inmadura —Kyoya ignoró al encargado y siguió su camino por ese pasillo—. Deberías saberlo, herbívoro.

—Me está diciendo indirectamente que aún no maduro —jadeó indignado cuando giraron hacia el siguiente pasillo—. Ahora creo que el idiota es usted.

—Toma —le extendió la papilla que consumió hasta la mitad—, tenías razón… No sabe tan mal.

—¡No me cambie el tema! —Tsuna volvió a colocar el frasquito con las demás cosas.

—No quieres armar un alboroto y que alguien intente volverlo público —miró al castaño y apuntó a las cámaras de seguridad—, que Fon se entere y arme alguna treta para chantajearnos en base a I-pin… Piensa en eso.

—Ugh —frunció su ceño y tensó su cuerpo—. Bien.

—Bien —palmeó suavemente la cabeza del castaño a su lado y acomodó el peluche para que Aiko siguiese entretenida.

—No me trate como a un niño —suspiró y alejó la mano de Hibari.

—Te estaba reconfortando —el alfa arqueó una de sus cejas—… ¿o debí usar feromonas?

—Usted de verdad no sabe cómo interactuar con las personas enfadadas, ¿verdad? —el castaño negó y rodó los ojos.

—Es obvio que no.

—Si me invita un pastel, mi enfado se irá —miró al alfa quien asintió—. Genial… —respiró profundo para serenarse por completo—. Por cierto. No hay que volver aquí. Busquemos otro lugar para hacer las compras.

—Está bien.

—Es más —Tsuna soltó el carrito cuando estuvo a pocos pasos de la caja—. Vámonos.

—Pero… —señaló las cosas que iban a comprar, en especial la papilla que estaba abierta.

—No es como si tuviéramos apuro. Compraremos en un lugar con mejor atención y sin encargados ¡ignorantes y discriminadores! —elevó su voz al pasar frente al hombre que tenía un uniforme algo diferente y supuso sería el supervisor, pero antes de que intentara expresar su malestar por el pésimo trato, sintió una leve caricia en su mejilla y miró al alfa—. Lo sé… debo calmarme.

—Pues hazlo.

—Sabe qué —apretó los labios y tomó la mano del azabache—. Vamos, recordé que hay una cafetería cerca que tiene un buen surtido de postres.

—Bien —se dejó dirigir a pesar de que no estaba acostumbrado a eso, ni a que le sujetaran de la mano como a un niño…, ni a ser visto en la calle con compañía; pero si así el herbívoro se calmaba, no se quejaría.

 

Sus salidas siempre eran así de raras, una vez incluso se toparon con un alfa que Kyoya intentó ignorar y que señaló sutilmente la falta de un lazo entre ellos. Tsuna no sabía cómo alguien podía notar algo así a simple vista, pero Hibari le explicó que se debía al aroma pues un omega con lazo emite un perfume al que sólo su alfa puede reaccionar. Cosas aprendidas a través de situaciones incómodas, pero que sirvieron para entender más sobre la vida de una pareja alfa-omega normales.

Aunque Enma una vez le dijo que parecían una vieja pareja casada. De esas que peleaban, pero que después de un rato actuaban como si nada y se reían por tonterías.

¡Qué tonterías!

Tsunayoshi no se esperó que Adelheid volviera junto con Enma a esa casa, es más, hasta ese punto jamás pensó que las salidas cortas que Hibari hacía de vez en cuando eran para poder controlar a Aiko. Es más, ni se había acordado que los bebés necesitaban ser revisados cada cierto tiempo para colocar vacunas, registrar el peso y talla, entre otras cosas. Definitivamente no sabía nada de niños. Aunque no le hacía falta saber demasiado porque Hibari se encargaba de todo el cuidado de Aiko, al menos de lo más importante.

El castaño sólo ayudaba en lo que podía.

Aunque últimamente estuvo aprendiendo más cosas e incluso llegó a tomar un baño junto con Aiko… Bajo vigilancia de Hibari, claro estaba.

Admitía que fue divertido meterse en la tina usando un traje de baño junto con la pequeña que gustaba de manotear el agua sin parar. Aiko usó un pequeño conjunto de colores también, uno que asemejaba a un bikini femenino pero que se complementaba con una faldita parecida a un tutú rosa. Fue como si de verdad estuvieran en una piscina o en la playa…, aunque Hibari no quiso unirse al juego, pero de todas formas fue divertido. Se habían quedado largo rato en el agua caliente y al final Tsuna terminó riéndose porque Kyoya acabó con toda su ropa mojada porque él y Aiko le tiraron agua como castigo por no jugar con ellos.  

 

—Ocho meses —Adelheid anotaba algunas cosas mientras veía a la pequeña de ojitos azules que la miraba detenidamente—. Muy vivaz.

—Tiene un ligero aumento de temperatura —Enma sonreía al tomarle de las manitos a la pequeña para que ésta dejara de intentar quitarse el termómetro digital colocado en una de sus axilas—. Tal vez agarre un resfriado pronto.

—No —la alfa miró a la niña detenidamente antes de sujetarle las mejillas y apretarlas hasta que abriera ligeramente su boquita—, esto es por los dientes.

—Adelheid-san —Enma sonrió algo incómodo por el trato rudo de la alfa con la bebé y por la mirada seria de Hibari—, sea más… delicada con Aiko.

—Parece… —pero la azabache seguía en lo suyo, deslizando uno de sus dedos por las encías de la pequeña— que es eso —sintió como la bebé intentaba morderla y sonrió—. Tiene tu carácter, Kyoya.

—Ya déjala —apartó la mano de la alfa de su hija y la miró con el ceño fruncido.

—Estoy revisándola —lo retó también.

—Prefiero a su pediatra común.

—Está ocupada —se acercó al alfa y le gruñó— y por eso vine yo.

—No naciste para atender niños, Adel-chan.

—Ni tu para ser padre, Kyo-chan.

 

Enma suspiró por esa pelea absurda que estaba presenciando y giró hacia el castaño para hacerle plática de cualquier cosa, pero no contó con que su amigo estuviera cubriéndose la boca para no soltar algunas carcajadas. Hasta estaba rojo por el esfuerzo de ser silencioso. Se contagió y tuvo que cubrirse los labios también.

Debía admitir que era muy divertido ver pelear a esos dos alfas. Era verdad, pero no era momento para reírse de la infortuna ajena. El pelirrojo suspiró un par de veces para retomar seriedad y así proceder a quitarle el termómetro a la pequeña y acariciarle la barriguita desnuda. Jugó con los bracitos de Aiko y la ayudó a sentarse, siempre sujetándola porque aun temblaba un poco y no quería que se cayera del mueble.

Nada fuera de lo común en esa consulta a domicilio.

Enma tuvo la oportunidad de ver a Tsuna y de interactuar más con la pequeña que legalmente era hija de su amigo, platicó sobre algunas cosas, se rio de otras y terminó cambiándole de ropa a Aiko quien mordía unas llaves de colores mientras Hibird sobrevolaba la zona. Los omegas al final se apartaron del par de alfas que parecían no querer terminar su discusión, se trasladaron a la sala para entretenerse con la pequeña y de paso decidieron preparar juntos el almuerzo de ese día. La visita médica se transformó entonces en una simple visita amistosa.

 

—¿Los tienes ya? —se cruzó de brazos para mirar a su compañero.

—Sí —Kyoya rodó los ojos por la mirada recriminatoria de Adelheid—. Es la dosis que me recomendaste.

—Quiero revisar la lista de componentes.

—No.

—Sólo quiero asegurarme de que hiciste los supresores correctamente… —entrecerró sus ojos porque no sería la primera vez que ese alfa trataba de engañarla—, sin excesos de ningún tipo para que tu cuerpo los asimile bien…. Y no confío en ti.

—No eres mi madre —escuchó el bufido ajeno—, ni mi hermana…, ni mi amiga…, ni nada, Adelheid.

—Amante ocasional, ¿no me llamabas así? —golpeó el hombre ajeno—. Quiero ver.

—Soy el fabricante —el azabache miró a Adelheid y bufó—. No cometo errores.

—Ja —se burló—. Si no me das la lista, iré a tu pequeña fábrica y revisaré todo.

—¡Déjalos trabajar en paz! —con desgano sacó una hoja de su bolsillo y se la lazó a la alfa—. Ahí está.

 

Adelheid revisó minuciosamente todo, cada letra y número, sentándose frente al computador de Hibari y comparando con los informes digitales. Hibari no protestó porque quería evitarse una pelea, además, estaba cansado de la insistencia de la alfa por aquel asunto. Odiaba que desconfiaran de sus habilidades, pero cedía para tener la paz que tanto adoraba.

 

—¿Estás trabajando en lo de antes? —extrañada dio una rápida mirada al alfa.

—No revises archivos que no te conciernen, carnívora.

—¿Ya los has probado? —miró a Kyoya y frunció el ceño—. Porque si necesitas de sujetos de experimentación, puedo ofrecerme sin ningún problema.

—No te metas en esto —se rascó la nuca porque empezaba a estresarse.

—Es algo que me concierne. Estamos asociados, ¿lo olvidas? —suspiró con cansancio porque lidiar con Kyoya era difícil en ocasiones—. Además, los supresores para alfa son de mi máximo interés, así eliminaremos los efectos segundarios de los supresores para omegas modificados que estamos consumiendo.

—No hay muchos voluntarios —ella tenía razón, así que prefería hablar—. Necesito al menos dos más.

—Todos somos alfas maduros —jugó con sus dedos y miró las estadísticas en la pantalla—, creo que necesitas de otros más jóvenes también. Ya sabes, para tener algo más de seguridad en los resultados.

—Sabes que eso es casi imposible de conseguir.

—Yo sé de un par.

—No —Kyoya apretó su puño—. No le hablaré a los Argento. No de nuevo.

—Si quieres que estas píldoras se perfeccionen, tendrás que hacerlo. No seas terco, Kyoya —pero el otro no dijo nada—. Se nos acaba el tiempo y lo sabes.

—Presumías de tu control sobre eso —se burló—, no me digas que estás teniendo problemas en tu salud.

—Hablo de ti y de Leo —suspiró antes de levantarse y sentarse junto a Kyoya en el filo de esa cama—. Ustedes dos están en sus treinta y yo no quiero… perderlos —susurró como si revelara un secreto.

—Tú tampoco estás tan lejos de eso —la miró con seriedad.

—Pero yo tengo una dieta y rutina que ha aplazado cada efecto… Ustedes, par de idiotas —golpeó levemente la cabeza del azabache—, son unos descuidados, presuntuosos e impulsivos que… —respiró profundo para no ceder a su enfado—. No quiero seguir con esto, así que mejor habla con los Argento.

—No.

—¡Eres un idiota! —esta vez sí golpeó a Kyoya con fuerza.

—Puedo manejarlo —sujetó su cabeza y miró a su amiga con el ceño fruncido.

—Tienes una hija ahora… ¡piensa en eso! —señaló una silla y vio a Hibari bufar antes de seguir con su orden muda—, también estás casado y deberías...

—Ni siquiera lo menciones —se quitó la parte superior de su ropa y cerró los ojos.

—Entonces puedo llamar a una pro… —se colocó el estetoscopio en el cuello mientras verificaba que todos sus instrumentos estuvieran cerca.

—¡Dije que no lo menciones! —sujetó fuertemente la mano de Adelheid—. Y sólo sigue con la revisión.

 

Guardaron silencio y evitaron mirarse, Adelheid porque estaba furiosa y prefería seguir con su actitud profesional ante su paciente para evitar más peleas…, mientras que Hibari no estaba dispuesto a seguir escuchando sobre cosas que iban en contra de lo que defendía. Así fue como Adel empezó con el tedioso examinar del alfa, mismo que finalizó cuando obtuvo las muestras de sangre necesarias y Enma ingresó a avisarles que el almuerzo sería servido.

Los alfas guardaba sus secretos, los omegas también lo hacían. Y aun así podían fingir que nada pasaba mientras comían entre una plática cualquiera, aunque los que hablaban eran solamente los omega y Aiko quien balbuceaba entre sus pequeños bocados.

 

—¿Le hablaste sobre el trabajo? —miraban a la bebita que suspiraba entre sueños.

—Sí —Tsuna suspiró pesadamente antes de colocar su cabeza en el hombro del pelirrojo—, me dijo que por ahora no era conveniente, pero que si quería aprender algo podía hacerlo.

—¿Por qué no puedes trabajar?

—I-pin tampoco puede… —hizo un leve puchero—. Es algo que tiene que ver con la familia Hibari.

—Debí imaginarlo.

—Yo sinceramente no lo vi venir…. Pero Hibari-san prometió enseñarme idiomas. Ya es algo. Al menos hasta pensar qué quiero hacer con mi vida.  

 

 

Mentiras nulas…

 

 

Practicaban constantemente porque era necesario volverse inmune a la influencia de esa odiosa voz de mando, eso si es que quería integrarse activamente a la empresa de seguridad que Mukuro administraba. Yamamoto quería ir a las instalaciones, aprender el trabajo de campo y ver qué hacían en los computadores principales… pero los que trabajaban ahí eran alfas y según Mukuro —a pesar de la eficiencia de sus trabajadores—, ellos tenían una crianza alfista por lo que no se iba a arriesgar.

 

—¡Céntrate!

 

Escuchó la voz de Mukuro, pero fue tarde y Nagi le pateó la parte posterior de la rodilla derecha haciéndolo caer irremediable al suelo. Rodó tan lejos como pudo para levantarse y continuar, pero no contó con la rapidez de su compañera y terminó siendo pateado. ¡En el suelo de nuevo! Cuando Nagi se ponía seria, el azabache no podía mantenerse en pie por más de diez segundos… Era muy difícil seguirle el ritmo.

 

Abajo.

—No —luchó contra la voz de mando de su amiga y apretó los dientes antes de intentar levantarse.

Quédate en el suelo.

—¡No! —sus piernas le temblaban, pero no dejó de intentar arrodillarse por completo para poder colocar un pie en el suelo.

No te muevas.

—Yo puedo —Takeshi sentía el sudor rodar por su sien y aun así logró colocar ambos pies en el suelo.

¡Takeshi! ¡Quieto!

 

No pudo contra la voz de Mukuro, nunca podía rechazarla, así que sus piernas no le respondieron y cayó de rodillas de nuevo. Jadeó antes de intentar con toda su fuerza de voluntad moverse, pero le fue imposible. Sintió los pasos de Nagi acercarse y la vio arrodillarse frente a él con la mirada atenta, analítica, antes de que le acariciara la mejilla y emitiera feromonas para tranquilizarlo. Se sintió ligero poco después y pudo moverse de nuevo.

 

—Aun no puedes negarte a mis órdenes —suspiraba Mukuro—. Pero de cierta forma me halagas, kufufu.

—Nii-sama —retaba la alfa mientras ayudaba al azabache a levantarse.

—Eso quiere decir que sigo perteneciendo a un estatus elevado —analizó el alfa de mirada heterocroma—. ¡Soy genial!

—¿Por qué me es difícil negarme? —se quejó insatisfecho por su poco progreso.

—Porque me amas —Mukuro sonrió antes de guiñarle un ojo.

—Es porque nii-sama es más longevo —corrigió Nagi tendiéndole una toalla al omega.

—No interrumpas así a tu hermano mayor —apretaba los labios evitando hacer una mueca infantil—. Sabes que estaba…

—Es algo así como experiencia acumulada y eso se refleja en la voz de mando —ignoró la palabrería de su hermano mayor para terminar su explicación.

—Ya veo —Yamamoto miró al alfa—. Así que, si logro negarme a tu voz, ¿estaré a salvo de los demás?

—No —Mukuro sonrió con picardía—. ¿Olvidas que no soy tan viejo? —se hizo el ofendido—. Estoy en la flor de mi edad.

—Nii-sama quiere decir que si Hibari-sama o Fon usan su voz de mando en ti, caerás incluso si puedes negarte a la de nii-sama.

—Eso da miedo —forzó una sonrisa antes de rascarse la nuca.

—Tú tranquilo —Mukuro se les acercó sin prisa—. Nosotros te cuidamos de esos tipos —abrazó a su hermanita antes de sonreír.

—Aun no entiendo por qué me cuidan tanto —ladeó un poco su cabeza mientras lo meditaba.

—Está en nuestra naturaleza —Nagi sonrió sutilmente—, nosotros protegemos a betas y omegas.

—Pensé que…

—No —Mukuro hizo una mueca de disgusto—. La sociedad te ha hecho creer que los alfas sólo sirven para ser jefes, mandar, forzar y viven para ellos mismos…. Pero las cosas no son así.

—Un alfa tiene el deber de proteger y de proveer a quienes lo necesitan…. Además —Nagi señaló a su hermano—, eres alguien especial para mi hermano, así que también eres especial para mí.

—Yo también los quiero —extendió sus brazos un poco y rio.

—Ay —Mukuro cubrió sus ojos—, no puedo con esto. Es demasiado brillante para mí.

—Es porque tienes el alma oscura y llena de dobles intenciones —reprochó la alfa menor.

—¡Nagi! No le hables así a tu hermano mayor.

—¿Dobles intenciones? —Takeshi miró al mayor con extrañeza— ¿Cómo cuáles?

—No quieres saber —la alfa tiró levemente de Takeshi—. Vamos a casa.

—Tal vez tenga dobles intenciones…, pero no son malas intenciones —Mukuro sonrió antes de seguirlos.

—¿Y puedes decirme qué intenciones tienes? —miró al alfa con curiosidad.

—Que jamás te alejes de mí —sonrió antes de pasar su brazo por la espalda del omega y apegarlo a él. Le parecía muy lindo que fueran casi de la misma estatura.

—Nii-sama —después de un momento en silencio, la alfa notó algo extraño—, mira.

—¿Qué? —miró a su hermana y luego a quien ella apuntaba—. Takeshi… —sonrió al notar algo muy obvio—, estás rojo… kufufu —relamió sus labios antes de acercarse al rostro del omega de bonitos ojos avellana—, ¿tienes fiebre? —Nagi rodó los ojos por la fingida demencia de su hermano—. ¿Quieres que llamemos a un médico?

—Hum, no —rio bajito antes de rascarse la mejilla.

—Entonces, ¿qué tienes? —se detuvo y acercó su rostro para mirar fijamente al otro—. No quisiera que te pasase algo.

—Pues… —Takeshi elevó sus manos para alejar al alfa un poco— sólo me sentí un poco raro, es todo.

—¿Raro? —siguió haciéndose el desentendido—, ¿cómo que… raro?

—Mi lado omega está un poco… fastidioso últimamente —retomó su caminata junto a la silenciosa chica a su lado—. Debe ser mi celo venidero…, creo.

 

Nagi no dijo nada, sabía que su hermano estaría festejando en silencio alejado de ellos dos; lo dejó, se lo merecía, se había esforzado mucho por obtener una sola reacción por parte del omega. Suponía que el ego de Mukuro estaría por los cielos, y se lo permitió por esa ocasión. Ella sólo detenía a Mukuro cuando era necesario, para que no fuera tan empalagoso con el omega y arruinara las cosas, además, quería que todo sucediera a ritmo de Takeshi… un ritmo muy lento, pero divertido.

Nagi jamás pensó ver a Mukuro interesado en un omega, no lo imaginó siquiera debido a las muchas dificultades, problemas en su familia y la vida que llevaron hasta ese punto… así que se sentía feliz de que su amado hermano hubiese encontrado su ancla para no resignarse a una muerte prematura cuando cumpliera su tercera década. Ella no quería quedarse sin su hermano, por eso se ofreció como sujeto de prueba para los supresores que Hibari intentaba completar…, pero ahora veía otro camino por el cual tener la posibilidad de que su hermano tuviera una larga vida, y lo apoyaría. Además, Takeshi le agradaba mucho.

 

—Ah… recordé algo —Nagi miró a Takeshi quien se detuvo también—. Tú debes alejarte por veinticuatro horas en una semana.

—¿Qué? ¿Eso por qué?

—Lo olvidé por completo —Mukuro los había alcanzado y su rostro se mostró serio—. Tranquilo… Tú no te irás, te quedarás aquí con tu padre y Nagi… El que me iré seré yo.

—¿Tienes un asunto que atender?

—Sí —sonrió sutilmente—, mi celo.

—¿Celo? —Takeshi miró a los alfas— ¿Ustedes tienen celo?

—Creo que necesitas una clase de educación sexual, kufufu… Yo puedo…

—El celo de un alfa se da cada seis meses y dura un día completo —interrumpió—, sólo cambia si hay algo que altere su salud —Nagi miró mal a su hermano y este sólo rio—. El de nii-sama se dará pronto… El mío tardará otros tres meses.

—¿Y cómo es? —sintió curiosidad porque era la primera vez que le informaban de eso… o tal vez se lo hablaron en la preparatoria, pero se quedó dormido en esa clase.

—Doloroso —suspiró la alfa—, intenso y nos volvemos animales… Por eso no debes estar cerca de nosotros cuando eso pase.

—Ni Nagi ni yo queremos hacerte daño —Mukuro siguió su camino—, así que me iré a pasar tiempo de calidad con mi querida Adelheid y su muy útil habitación de contención. ¡Será divertido! Meditaré por un día entero y probaré los inventos de ave-kun.

 

 

Susurros…

 

 

Recordaba que ya pasó por un celo tras casarse con Hibari, en esa ocasión sólo se encerró en su cuarto y tomó los supresores que tenía escondidos entre sus pertenencias. También recordó que Hibari se iba por largos periodos de tiempo y eran oportunidades en donde él salía por algo de comer… y siempre halló un plato servido para él. Fue una amabilidad que en un inicio tomó como simple lástima, pero que después de esos largos meses de convivencia con el alfa supo que eran detalles de gentileza.

Fue un tonto al no darse cuenta de eso en un inicio.

Tuvieron que pasar muchas cosas, muchas peleas con Fon y visitas de I-pin, para que todo llegara a ese punto en donde podía apreciar la calidez que le era brindada por el alfa. Una calidez efímera y reflejada en pequeños detalles, pero que estaban ahí. Entonces entendió que la forma de expresar cariño o algún tipo de afecto para Hibari significaba centrarse en los detalles. Como cuando Aiko se dormía y Kyoya le cantaba en susurros por largo rato… o como cuando Aiko dormía sobre el pecho del alfa y éste no se movía hasta que la nena despertara para no incomodarla… o como esa mañana cuando el alfa ingresó a su cuarto y le dejó en su mesita de noche los supresores que él había olvidado comprar.

Kyoya era gentil a su forma.

 

—Odio esto —Tsuna suspiró mientras se daba vuelta entre sus sábanas.

 

A pesar de que se tomaba su medicamento, algunos síntomas no podían ser calmados. El calor, el dolor, su auto lubricación, eso no paraba con nada. En realidad, según había leído por ahí, eso sólo se detendría cuando intimara con una pareja y se enlazara, porque era una necesidad de su cuerpo que tenía que ser satisfecha… ¡Por eso odiaba su celo! Porque le recordaba que su cuerpo gritaba por tener a alguien con quien formar un vínculo.

Sus síntomas eran mucho menores a los de su primer celo, pero no podía borrarlos o su cuerpo se dañaría.

A veces creía que dañarse a sí mismo estaba bien porque no quería formar un lazo con nadie…, pero después pensaba en la posibilidad de quedar estéril, de perder la posibilidad de formar una familia propia, y recapacitaba. Él quería tener hijos, al menos uno. Lo anhelaba. Sonreía con solo pensar en pasar por ese milagroso estado, por eso no ingería más de la dosis recomendada para los supresores adecuados.

Sólo consumía productos amigables con su cuerpo, sólo confiaba en los medicamentos dados por las empresas Hibari. ¡Vaya ironía!

 

—¿Hibari-san? —deslizó las cobijas para observar al intruso en su cuarto.

—Tienes que desayunar.

 

Un gesto más. El aroma del desayuno consistido en huevos y algo graso —que no diferenció bien— sobre pan fresco, despertó su apetito. La mirada del alfa que lo ayudó a acomodarse y dejó la bandeja sobre sus piernas, le hizo sentirse animado. El silente pasar de quien le deseó buen provecho y se fue sin decir más. Había detalles como ese que lo hacían sonreír porque se sentía apreciado de alguna forma.

Hibari mantenía la distancia, sin invadir su cuarto si no era netamente necesario. Se lo agradecía. En ese día fue visitado cuatro veces hasta esa hora, visitas correspondientes para dejarle algo de comer y para retirar los platos vacíos. Pero Tsuna sentía que le estaba generando más tareas al alfa. Por ese motivo —a la hora de la cena—, tomó valor, respiró profundo e ignoró que “esa” parte estaba escurriendo para recorrer el camino hacia la cocina.

Se quedó viendo a Hibari quien acomodaba a Aiko en una sillita especial y le colocaba el babero que él compró, uno de color violeta como el cabello de la pequeña y que tenía un pajarito amarillo bordado en el centro. Tsuna sonrió sin poder evitarlo.

 

—Deberías estar descansando —la mirada del alfa lo escrutó por completo. Tsuna tembló, su omega interno dio un salto.

—Yo no quise molestar más —la pequeña abría y cerraba sus manitos en señal de que quería ser el centro de atención—, y quería ver a Aiko.

—Ella estaba algo inquieta —Kyoya señaló la mesa y procedió a servir los platos—, supongo que se extrañó al no verte en todo el día.

—Parece que nos llevamos mejor —sonrió al sentarse y sujetar la manito que intentaba agarrarlo.

—Eso es bueno.

 

Tsuna comió en silencio, sintiendo su respiración un poco más calmada por la nueva dosis de supresores que ingirió antes de bajar. Se quedó viendo a Kyoya darle de comer una sopa ligera a la pequeña quien balbuceaba entre bocados o que escupía a veces. Rio cuando la vio manchada por todos lados mientras aplaudía, feliz cuando su pequeña barriguita estuvo llena. Y al final se trasladó hacia la sala para limpiar y cambiar el pañal de la bebita mientras Hibari limpiaba todo en la cocina.

Se había encariñó con Aiko hasta el punto en que la extrañó durante el día.

Tsuna jugó un rato con la pequeña, después se quedó sentado en el sofá mirando la televisión junto con la nena que señalaba las imágenes que le llamaban la atención, y al final meció suavemente a Aiko para hacerla dormir. Fue agradable sentir que aquella pequeña lo extrañó tanto como él lo hizo, era gracioso también pues sólo fueron horas de separación. Se preguntaba si eso significaba que ya consideraba a aquella princesa de cabello color caramelo como a una hija. ¿Así se sentiría ser padre? Pues era cálido.

 

—¿No estás cansado?

—Mi cuerpo está pesado, pero supongo que es por el celo —palmeó levemente la espaldita de la nena que suspiraba pegada a su pecho—, pero nada más.

—Te llevaré a tu cuarto.

—¿Qué? ¡Eh! —al ver al alfa acercarse demasiado, entró en pánico— ¡No! —rio nervioso—. Espere, Hibari san, ¿qué cree que hace?

 

Pánico, ansiedad, incomodidad y vergüenza; por eso pataleó un poco cuando sintió la cercanía de aquel hombre. Apenas sintió el primer toque de esos dedos, tembló instintivamente. No le fue agradable. Se sintió extraño pues era la primera vez que pasaba un celo y un alfa se le acercaba tanto, —su primero celo no contaba—. Pero con Aiko entre sus brazos, quien se agitó por su alterado estado, no tuvo más opción que detenerse y dejar que Hibari lo sostuviera por la espalda y el interior de sus rodillas para cargarlo.

Estaba siendo la princesa del cuento de hadas.

¡Su omega pensaba en ridiculeces, por dios! Odiaba esa vocecita cantarina que pensaba en aquellas estupideces. Suspiró y fue muy mala idea, pues con lo sensible que estaba sus sentidos se llenaron del aroma ajeno. Aroma combinado de cerezos y madera seca. Aroma que lo hizo soltar un suave jadeo y le erizó la piel. Rogaba porque el alfa no hubiese notado lo alterado que se puso…, pero obviamente fue pedir demasiado.

 

—Es un camino corto. No te asustes.

 

¿Asustado? No era eso lo que sentía, era otra cosa, algo que no sabía identificar. Tsuna agradeció que el destino hubiese sido su cuarto porque apenas tocó su colchón sintió que todo ese revoltijo de sensaciones se desvanecía. Aiko se quejó entre sueños por el movimiento al ser cedida a los brazos ajenos, pero al final reconoció estar en manos del alfa y se aferró a la camiseta del mismo antes de dar un suspiro largo.

El castaño recibió un ligero movimiento de cabeza por parte del alfa como despedida, y después lo dejaron solo. Al fin tuvo privacidad.

 

—¿Qué fue eso? —murmuró al acurrucarse entre sus sábanas y esconderse por completo antes de soltar un ligero jadeo—. Me pica.

 

Le picaba la piel, la nariz y le ardían las mejillas. Gimoteó bajito porque se sentía extraño y el calor de su cuerpo aumentó. Definitivamente odiaba estar en celo y lo peor era que le faltaban al menos tres días más. Tal vez debería encerrarse el resto del tiempo, dormir y hasta podría tomar unos sedantes; así escaparía del malestar que seguramente se acentuaría en su segundo día, el peor de todos.

 

Hibari salió junto con Aiko para colocarla en su cuna, pero en esa ocasión no pudo cambiarla de ropa, tuvo que dejarla así. No se quedó a verificar que no despertara, tuvo que salir de ese cuarto y escapar al suyo para poder cerrar la puerta. Se aisló del aroma potente dado por el celo del omega. Jadeó, cubrió su nariz y boca, se dio un momento para regular su estado y después se dejó caer hasta sentarse en ese suelo.

Dolía.

Había estado todo el día controlando su estado anímico, pero no le fue posible hacerlo por completo. No cuando el dulce aroma del omega invadía toda la casa. Un aroma a manzanas y a flores amarillas de las cuales no recordaba el nombre. Sintió su nariz cosquillear cuando volvió a respirar, su estómago se revolvió, su alfa interno saltó ansioso. ¡No podía ser cierto! No ahora… Adelheid tenía razón, el supresor de alfas aún no estaba completo y por eso su cuerpo se alteraba ante el celo del herbívoro con el que vivía.

 

—No —suspiró calmándose—. No —se negaba a ceder.

 

Tenía suficiente fuerza de voluntad para soportar eso, tenía que hacerlo porque prometió dejar los supresores para omegas que lo estaban consumiendo lentamente. Aumentaría la dosis de su nueva invención, eso bastaría para controlar su ansiedad y apagar sus instintos resurgidos. Por eso se ingirió dos pastillas de color amarillento, el doble de lo que consumió esa mañana… Y esperaba que con eso las cosas se controlaran como deberían.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Agradezcan la actualización al temblor que me dejó nerviosa. Tuve que distraerme en algo para no entrar en pánico :v

Krat los ama~

Besos~


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