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Locura por mi todo por 1827kratSN

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El aire estaba menos denso de lo que recordaba, sus ojos pesaban porque no había podido descansar casi nada, su piel rozaba contra la tela de aquel lecho que acunaba las evidencias de ese día completo, estaba algo aturdido aún por la cantidad de veces que escuchó la voz de mando de la alfa a la que se entregó voluntariamente, y apenas era consciente del dolor de su cuerpo porque aún no estaba del todo libre.

Enma sentía la respiración de Adelheid en su hombro, los dedos de la misma sostener sus brazos con fuerza y la presión de los senos ajenos en su media espalda. Respiró profundo antes de dejar caer su cabeza y esconderla entre una almohada, mordió la tela y soltó un jadeo a la par que sentía la última embestida antes de escuchar la voz rasposa de la azabache. Gimió en respuesta, aunque su voz era apenas un susurro pues poco a poco la había perdido. Ya ni siquiera recordaba cuántas veces Adelheid se había corrido en su interior o él mismo se derramó.

El agarre en su cuerpo fue desecho y poco después las manos de Adelheid lo sostuvieron amablemente por el pecho y abdomen hasta dejarlo recostado sobre la mullida cama. Ella salió de aquel cálido interior y el pelirrojo soltó un suave suspiro antes de separar sus labios notoriamente en un intento de recuperar el aliento. Enma sintió suaves caricias en sus brazos y piernas, el cómo le daban la vuelta para que se mirasen, los dedos que apartaron los cabellos de su frente y la mirada de siempre en esos ojos rojizos.

Enma sabía que Adelheid había recuperado su compostura al menos dos horas antes de ese momento, y aun así no dijo nada; fingió no notar la hora en el reloj de manecillas que reposaba en el mueble cercano a la cama. Se quedaron en silencio. El omega cerró sus ojos y se dejó acunar por la amabilidad ajena. Esperó a que el ambiente se tranquilizara y que sus aromas combinados poco a poco se deslizaran fuera de ese cuarto por la ventana parcialmente abierta. Estaba tan cansado que se merecía ese pequeño respiro.

 

—¿Qué quieres? —escuchó a Adelheid contestar el celular de mala gana—. Maldición… Acabo de terminar mi celo y no estoy de humor para estupideces, Kyoya.

 

Poco escuchó después de eso porque sólo eran murmullos. Enma apenas y reconoció los medicamentos que Adelheid recetó, unas instrucciones básicas y después el suspiro de la mujer que seguía sentada al filo de esa cama sin preocuparse por estar desnuda y con los pechos al aire. No entendía lo que sentían los alfas después de sus celos, pero si se parecían a los omegas tendrían ese momento de arrepentimiento, vergüenza y alivio. Ambas castas eran un enigma para la contraria.

 

—¿Estás bien?

—Sí —Enma apenas pudo decir eso pues le ardía la garganta y la sentía en extremo seca—. ¿Y usted? —enseguida un vaso de agua le fue servido y lo bebió con calma.

—Mejor que tú —la azabache no tenía esa mirada fulminante o fría, en esa ocasión parecía ser más dulce y tranquila—. Duerme un rato más si quieres. Debes estar adolorido… Después iremos a la clínica para darte anticonceptivos de emergencia.

 

Enma se obligó a sentarse correctamente a pesar de que sentía el cuerpo sumamente pesado, suspiró al restregar sus ojos y sintió cierto ardor en su entrada. Miró a la alfa que se cubría con una de las sábanas porque seguramente ya espabiló y retornó a su forma de ser reservada; sonrió. De alguna forma se sentía bien porque ayudó a quien lo necesitaba.

Miró a su alrededor y reconoció que esa habitación era un desastre completo, desorden por doquier. Después se fijó en su cuerpo y era otra catástrofe llena de manchas rojas y marcas de dientes, pero era lo de menos. Se sonrojó porque recordó detalles de esas horas y tuvo que agitar su cabeza para centrarse en lo que iba a decir.

 

—No hace falta, Adelheid-san —cuando sus miradas se encontraron, sonrió—. Me he cuidado desde mi primer celo, he tomado anticonceptivos todos los días, así que… no hay riesgo alguno.

—¿Por qué? —la pregunta sonó más severa de lo que debió ser—. No tienes pareja estable y… —se tensó—, ¿o sí tienes?

—No —Enma se encogió en su lugar y rozó el collar antimarca en su cuello—, pero mi primo Zakuro es un peligro constante y no quería que algo malo pasara si es que algún día llegaba a hacerme daño.

—Tienes miedo. Es razonable.  

—Sí —suspiró—, pero gracias por su preocupación —pensó que iban a quedarse en silencio antes de planear su regreso al mundo normal, pero la alfa carraspeó.

—Enma —pareció dudar—, esto no cambia nada entre nosotros. La relación que tenemos seguirá siendo la misma y no habrá privilegios.

—No esperaba que algo cambiase, Adelheid-san —sonrió y se encogió de hombros—. Puede estar tranquila.  

 

Nada más, no hubo más palabras de las necesarias. Se asearon y vistieron por separado, acomodaron algunas cosas en ese cuarto, detallaron las cosas que estaban rotas, pagaron el hospedaje y se fueron. Lo único sorpresivo fue que Adelheid no lo dejó caminar, lo cargó en su espalda todo el tiempo hasta que volvieron a la camioneta —Enma se sintió un triunfador al haber asegurado todo antes abandonar el vehículo en esa calle—.

Se le dio dos días libres hasta que se sintiera bien para laborar y fue dejado en casa de Miyu con quien vivía. Enma agradeció que la omega no estuviera allí porque quería dormir un rato largo, ya después daría las explicaciones pertinentes… Aunque seguramente Adelheid se adelantaría a él pues le gustaba ser directa y dar los detalles pertinentes para que los chismes o rumores se cortaran de raíz.

 

 

Debilidad…

 

 

—Te dije que dormir en el sofá sin una manta, te haría daño.

 

Tsuna miró mal al alfa, pero no le respondió porque sentía incomodidad en su garganta y tosió un poco. Pero había que darle la razón en algo: fue muy estúpido hacer eso. Lo peor era que tuvieron que cancelar el viaje a la playa que Hibari le ofreció como recompensa por portarse bien en su primera presentación social. ¡Había estado tan emocionado por eso! Hasta le compró un conjunto color violeta a Aiko para que combinara con su cabello. Pero todo se acabó con su resfriado.

 

—¿Y Aiko? —carraspeó.

—La dejé con tus padres. No quiero que se contagie, así que será lo mejor.

—Genial —ironizó.

—Estarás bien en un par de días, herbívoro.

 

Tsuna se resignó a quedarse recostado en su cama mientras los malestares se mostraban. Ya tenía la nariz congestionada, estornudos, tos leve, calor debido a que tal vez le subiría la temperatura durante el primer día al menos. ¡Era horrible! Hace mucho que no contraía uno de esos y no estaba de humor para soportar uno. Además, cuando se enfermaba se ponía más caprichoso y necesitado, por eso no le gustó la idea de que Aiko se fuera. Su pequeña bolita de azúcar se había ido; estaría segura y sana, pero la iba a extrañar mucho en esos días.

Pero al menos no estaba solo.

Tenía a Hibari —ya era algo—, aunque el alfa era una compañía silenciosa en la mañana mientras hacía el aseo de la casa y sólo lo visitaba para revisar que estuviera bien. No se iba a mostrar caprichoso con el azabache, así que calló las ganas de pedirle que se quedara un rato con él y se escondió debajo de las cobijas para toser en paz. Odiaba los resfríos porque le recordaba a sus celos… y últimamente odiaba más sus calores debido al incidente dado con Hibari.

 

—¿Te duele mucho?

—Un poco —se palpó las muñecas—, aunque las rodillas me duelen más.

—Tienes que tomar esto.

 

Tsuna quiso negarse porque odiaba las medicinas, pero eso sería infantil, así que reuniendo toda su madurez se sentó y aceptó aquellas pastillitas. El agua estaba tibia, suponía que Hibari tomó todas las precauciones posibles para no empeorar su estado, se lo agradecía, además, así no sentía tanta incomodidad en su garganta.

 

—Tienes algo de calentura —la mano de Hibari se sentía tan bien en su frente porque estaba algo fría—, la medicación ayudará con eso.

—¿Cómo sabe que lo hará?

—Adelheid lo recetó.

—¿La llamó? —al verlo asentir frunció el ceño—, ¿y por qué no vino ella a evaluarme?

—No puede… —el alfa recordó lo poco que le dijo Adel, no era algo cómodo de recordar—, su celo se adelantó y apenas acaba de superarlo. Fue un milagro que me contestara.

—¿Enma no pudo venir? —quería ver a su amigo al menos y últimamente siempre estaba con Adelheid por su aprendizaje.

—No.

—Hum —Tsuna miró al alfa y sonrió divertido porque entendió algo importante—. ¿Usted la llamó porque estaba preocupado por mí?

—No —la respuesta fue tan inmediata que el castaño rio—. Me preocupa que contagies a Aiko y sea algo grave.

—Puedo contagiarlo a usted también.

—Ya quisieras, herbívoro.

—¡Puedo hacerlo! —sabía que al enfermarse podía volverse fastidioso y no podía ocultarlo con efectividad—. Lo haré —amenazó.

—La única forma para que me contagies es por contacto directo —lo miró y elevó una ceja—. ¿Acaso me vas a besar de nuevo?

—¡No! —el castaño enrojeció y no fue por la fiebre.

—Entonces asunto zanjado.

—Pero le estornudaré encima.

—Eres asqueroso, herbívoro.

 

Era su infantil forma de vengarse por el comentario inapropiado, era su forma de molestar al alfa que lo estaba cuidando en medio de ese tonto resfriado y, aun así, el alejarlo no estaba en sus planes. Se sintió solo después de un rato, y ni siquiera jugar en el celular le quitó el tiempo suficiente. Dormir tampoco fue buena opción porque el sudor, las molestias en su garganta y demás no lo dejaron hacerlo. Quería saltarse los síntomas de una u otra forma porque odiaba sentirse tan débil e inútil.

Tsuna no quiso levantarse porque le dolía el cuerpo, pero tampoco quiso admitir que no deseaba comer solo en su habitación, por eso agradeció la comida que Hibari le llevó a la cama y guardó silencio. No se esperó que el azabache se quedara a su lado en completo silencio mientras él poco a poco consumía la sopa caliente y un poco del arroz brindado. Tal vez fueron sus feromonas que soltaba sin darse cuenta o tal vez Hibari sólo quiso ser agradable… y lo agradeció.

 

—¿Quieres que te cante para que te duermas?

—¿Eh? —Tsuna miró al alfa cuando ya estuvo recostado—. ¿Es una broma otra vez?

—Cuando te dejo solo… tu aroma me dice que te pones ansioso —miró al castaño quien le evitaba la mirada—. Sólo quiero darte algo de confort.

—Gracias, pero cantarme para dormir como hace con Aiko —rio divertido—, no es el confort que necesito.

—Entonces ¿qué quieres que haga por ti?

—Que duerma conmigo —se burló antes de acomodar su almohada.

—Está bien.

—¿Qué? ¡No! —vio al alfa acercarse y negó nervioso—. Sólo bromeaba —sujetó sus mantas para que el alfa no las levantara—. ¡Dije que bromeaba! —tosió un poco por el esfuerzo de hablar.

—¿Estás bien? —se detuvo algo alterado al percibir que el castaño se ahogaba.

—Ugh —sintió los dedos de Hibari en su espalda y los ligeros golpecitos que dio. Suspiró, a veces la gentileza del alfa superaba sus expectativas—. Me duele un poco.

—Recuéstate de lado…, eso te ayudará a no ahogarte.

 

Tsuna se quedó reposando sobre su lado izquierdo, mirando al alfa sentado en el borde de su cama quien le acariciaba los cabellos con delicadeza. Se sintió un poco incómodo, pero —a sabiendas de que Hibari sólo intentaba ser gentil—, se quedó en silencio. El toque del azabache en su cabeza era suave, esos dedos se deslizaban por sus cabellos como peinándolos, a veces sentía también ligeras caricias en su espalda. Le recordó cuando era un niño y su madre cuidaba de él. Sentía la misma sensación de calma y confianza, el mismo sentimiento de felicidad porque no estaba solo. La paz y el silencio lograron adormilarlo hasta que cedió.

Durmió casi los dos días por completo cuando el medicamento hizo efecto, levantándose sólo cuando debía tomar el medicamento o comer. En la noche poco fue consciente de cómo Hibari cuidó de él al colocarle paños de agua tibia en la frente periódicamente, pero al despertar en la mañana claramente pudo notar a su compañía y el cansancio en ese rostro. Hibari tenía ojeras y dormitaba sentado en una silla, se percibía claramente que no se había ido de su lado debido a que usaba la misma ropa del día anterior. El castaño no dijo nada, sólo lo vio dormir unos diez minutos antes de que le ganara la tos y con eso despertara al azabache.

 

—¿Cómo dormiste?

—Mejor que usted.

—Debes cambiarte de ropa, no es adecuado que dejes secar tu sudor sobre ti mismo.

—Quiero ducharme.

—Hoy no. Sólo debes limpiarte con una toalla húmeda. Nada más.

 

Hibari lo ayudó a sentarse en la cama pues su dolor de cabeza le causó algo de vértigo, además, estaba fatigado. Suspiró, dejó que el alfa le trajera un pijama y después lo miró en duda de si lo dejaría cambiarse solo. Lo más que hizo Kyoya fue dejarle un pequeño tazón con agua tibia y una toalla para que se aseara, aclarando que si necesitaba ayuda lo llamara. Después lo vio salir de su habitación para preparar el desayuno y darse un baño también, pero prometió siempre estar al pendiente de su llamado.

Fue extrañamente amable al cuidarlo.

Tsuna todavía sentía dolor en su garganta, pero los estornudos habían disminuido considerablemente. No podía percibir bien el sabor de la comida que le fue ofrecida y sin embargo estaba seguro de que sabía tan bien como todo lo que preparaba el alfa. Se rio de sí mismo cuando admitió que Hibari cocinaba mucho mejor que él, además, por un instante envidió a Aiko quien comía toda clase de platillos preparados específicamente por Kyoya. Extrañaba a su pequeño dulce de uva, pero al menos se reconfortaba al saber que no la contagiaría de tan horrible resfriado.

 

—Hibari-san, ¿por qué mima tanto a Aiko? —al terminar ya su almuerzo, se atrevió a hacerle plática porque no quería quedarse solo.

—Porque es mi hija.

—Aparte de eso, debe haber alguna razón.

—Porque aprovecho todo el tiempo que pueda mientras es una bebé —las respuestas fueron sinceras, instantáneas y dulces a vista de Tsuna.

—Yo creo que Aiko lo seguirá queriendo a pesar de que crezca y se case.

 

Tsuna sonrió al imaginar eso, intentando mentalizarse a una hermosa mujer de preparatoria, o mejor aún: universitaria, que sonriera con sinceridad y brillara con su sola presencia. Fue gracioso el pensar que Hibari tal vez la cuidaría en exceso y la pobre no pudiese tener novios o siquiera amigos alfas… Imaginó las peleas padre e hija por esa razón y finalmente se mentalizó a las decenas de alfas que caerían bajo las amenazas de Hibari. Rio porque estaba seguro de que nadie se atrevería a intentar dañar o forzar a Aiko mientras Kyoya la protegiera como el padre que era. Aiko era afortunada en ese sentido.

 

—No lo hará —la voz del alfa sonó apagada, un tanto melancólica.

—Dice tonterías, Hibari-san… Aiko lo amará para toda la vida.

—No es así y por eso debo disfrutar al máximo el tiempo que tengo con ella, al menos hasta cuando me sea posible.

—¿Por qué dice eso?

—Porque cuando Aiko descubra que yo maté a sus padres —Kyoya torció sus labios en una mueca—, me odiará.

 

El sonido de la cuchara que Tsuna soltó, resonó en la habitación. El shock fue tan grande que no pudo siquiera reírse por el “chiste”, en vez de eso boqueó un par de veces antes de mirar al azabache con terror. Fugazmente recordó el haber visto a Hibari en medio de un ataque de furia, el cómo golpeaba un cuerpo en el suelo y cómo gritaba en medio de esa faena.

¿Ese rubio no fue la única persona que el alfa mató? Es más, ¿cómo pudo olvidar que Hibari mató a alguien en el pasado? Es que habían pasado tantas cosas que ese recuerdo simplemente se borró de su mente y… ¿ahora?

Tsuna tuvo miedo, pero, aun así…, algo en el fondo de él se negaba a creer en esas palabras. Porque de alguna u otra forma, algo tan grave tuvo que tener un motivo, una razón para darse. Hibari no pudo simplemente haber asesinado a alguien por placer o por… venganza. No quería creer que estaba casado con un asesino serial o algo parecido, por eso no lo dejó ir. Cuando Kyoya se acercó para retirar su plato, Tsuna los sostuvo del brazo y con desespero le suplicó una respuesta.

 

—¿Por qué? —respiró profundo—. Explíqueme eso…, por favor.

—No es algo que debas saber —no lo miró, se centró en el plato que sostenía.

—Necesito saber por qué. De no ser así…, no estaré en paz.

—Tú conociste a los padres de Aiko —al fin miró al castaño.

—¿Quiénes?

—Fueron Kato… —apretó los labios antes de suspirar— y Liliana.

 

Tsuna vio al alfa recoger todo en completo silencio para después retirarse sin cerrar la puerta de su habitación. Vio aquella espalda amplia perderse por el marco de la puerta y dar señales de estar tensa. No supo qué sentir en aquel momento porque todo se acumuló en su cabeza. No podía creer que olvidara un detalle tan importante que tal vez antes le hubiese dado una pista clave sobre el origen de Aiko.

Esos cabellos violetas como un dulce de uva los vio una sola vez antes de conocer a Aiko, fue cuando Hibari los abandonó en medio del celo de Squalo. Pudo rememorar al alfa corriendo con una mujer delgada en brazos, cubierta por el abrigo que usaba Hibari, y llorando en llamado de algo o alguien. Recuerda la desesperación de ese momento porque vio a su salvador alejarse y sintió el amargo de la traición. Sonaba absurdo el no recordar ese día tan… abrumador.

Pero en esa ocasión se centró en el dolor de la traición más que en los detalles, tal vez por eso obvió el recuerdo horrible de ver la sangre derramada en la calle que brotaba de un hombre rubio al cual no pudo ver de frente porque estaba destrozado… y de la mujer que desapareció en brazos de Hibari. ¡Esos dos fueron los padres de su pequeña bolita de azúcar! ¿Cómo no lo vio antes?

Tsuna tenía que aclarar todo, tenía que saber los detalles, tenía que entender por qué Hibari dijo haber asesinado a los padres de Aiko cuando bien recuerda que sólo Kato pereció bajo las manos del alfa… También recordaba que Hibari se denigró, ¡no! Eso no fue denigrarse. Hibari pidió perdón de rodillas a los familiares de Liliana porque no pudo salvar la vida de aquella mujer. Quería saber por qué el alfa se culpaba de dos muertes cuando le correspondía solo una.

Reunió las fuerzas recuperadas con el debido reposo, se envolvió con una manta y salió de su cuarto en silencio para dirigirse a la cocina donde suponía se hallaba Hibari. Lo vio sin esfuerzo pues —como supuso—, Kyoya realizaba las tareas de limpieza. Se quedó parado sin decir algo y al final esperó a que el propio azabache se girara para mirarlo. ¿Cómo empezaba a preguntar eso?

 

—Te dará una recaída si no te cuidas adecuadamente, herbívoro.

—Es que necesito que me explique algunas cosas.

—No es un asunto que deba…

—¡Necesito saber! —le cortó el aburrido discurso—. Y no me iré hasta que me lo explique.

—Si te lo cuento, ¿volverás a la cama?

—Sí.

—Entonces te lo contaré cuando te recuestes.

—¡Pero!

—Estás temblando, herbívoro.

 

No sólo estaba temblando, sus dientes castañeaban, sus mejillas agarraron calor por el esfuerzo y sentía dolor en sus articulaciones. El castaño se fijó en eso cuando el alfa le señaló sus malestares y suspiró porque había perdido toda energía y ganas de hablar porque incluso le dolió al tragar saliva. Se sentía mal, por eso no protestó cuando el alfa lo cargó en brazos y lo llevó de regreso a su habitación. Además, percibió el aroma del alfa aumentar un poquito en un intento por calmarlo, pero no sirvió porque seguía sintiendo esa incomodidad por pensar en la razón de la orfandad de la pequeña bebé que había empezado a adorar como a una hija.

 

—¿Por qué dice que mató a sus padres? —no pudo morderse la lengua y apenas cruzaron su puerta, habló.

—Tú viste lo que le hice a Kato, en realidad todos lo vieron —ubicó con cuidado al omega en la cama, lo acomodó y cubrió con las mantas—. Me sorprende que I-pin no me tenga miedo, ella o alguno de ustedes.

—Pero hubo una razón —no dejó que Kyoya se alejara, lo sostuvo y obligó a que se sentara en el borde de su cama. No quería que se fuera hasta no aclarar ese asunto.

—La hubo.

—¡Dígamela! —tosió un par de veces—. Por favor, sólo hable y yo no lo juzgaré. Sólo quiero saber.

—Tú lo escuchaste —el azabache suspiró porque el omega estaba tan alterado que instintivamente hacía todo por calmarlo; y ya que sus feromonas no estaban funcionando, no le quedó de otra más que hablar—. Kato rompió el lazo con Liliana y esa ruptura… fue fatal.

—Liliana…, ¿qué pasó con ella?

—Si prometes calmarte, te lo diré todo —acarició los cabellos castaños y deslizó sus dedos por esa frente que daba muestras de la temperatura aumentada del omega—. Te estás haciendo daño.

—Olvídese de mi salud por un momento —Tsuna quitó esa mano de su rostro y bufó—. Sólo… Sólo me calmaré cuando me cuente todo… —suplicó—. Por favor.

—No es un tema del que me guste hablar —chasqueó su lengua—. Pero está bien.

 

Tsuna vio al alfa sentarse en la silla junto a su cama y sólo ahí se dispuso a recostarse también; se acomodó con las almohadas, respiró profundo y se preparó mentalmente para lo que iba a escuchar. Hibari parecía calmado, pero algo le decía que estaba abrumado, triste y agitado por las memorias que debía desenterrar para ese momento. Se sintió culpable por obligarlo a hablar, pero necesitaba saber cómo Aiko llegó a sus vidas, la explicación detrás de todo ese asunto de la adopción.

 

—Liliana fue la omega de Kato desde los dieciocho años porque fue marcada en su primer celo —Kyoya habló con duda porque para explicar lo sucedido con Aiko debía decir algunas cosas más—. Ella era primogénita de un alfa de clase menor quien decidió cuidar de su hija omega a pesar de que eso significara descender en el estatus alfa…, por eso Fon no la quiso como mi esposa.

—Cada vez que habla de su padre, siento que es un amargo sabor de boca.

—Y lo es —suspiró antes de seguir—. Él ha manipulado mi vida desde que mi madre murió y en esa ocasión hizo lo de siempre. Yo tenía diecisiete en ese entonces y ya había pedido la mano de Lili a sus padres, se suponía que el que la debía marcar era yo…, pero ese día llegó Kato y otros dos alfas contra los cuales no pude ganar.

—No tiene que contarme esos detalles —vio al azabache negar.

—Con la marca de Liliana y su matrimonio forzado… las cosas se pusieron difíciles, porque yo seguí luchando por recuperarla —entrelazó sus dedos—, lo hice por dos años hasta que Fon se cansó de mi estupidez. Liliana sufrió mucho en ese lapso debido a mi terquedad y al odio que Kato me tenía porque yo pertenezco a una casta pura. Todo eso llegó al punto en que mi disputa con Kato se volvió la noticia principal en la comunidad alfista y decidieron darme un alto definitivo.

—¿Decidieron?

—Los del consejo hacen lo que se les da la gana con quienes les traen problemas… y Fon pertenece a ese consejo —apretó los puños—. Él quería detenerme, los más ancianos estuvieron de acuerdo y manipularon a Kato para que hiciera la vida de Lili un infierno —se mordió los labios—. En menos de cuatro meses la vi seis veces internada en un hospital debido a violencia doméstica.

—¡¿Cómo pudo?! —Tsuna respiró profundo cuando sintió otro ataque de tos llegar, se controló para no interrumpir a Hibari.

—Me ofrecieron un trato para que Lili viviera con todas las comodidades, aunque siempre bajo las limitaciones de una omega de clase alfista —Kyoya hablaba sin mirar al castaño, él se centraba en un punto cualquiera en la habitación —. Hablé con los padres de Lili, les informé que iba a aceptar y ellos me lo agradecieron porque priorizaban la salud de su hija.

—¿Qué trato fue ese?

—Fue simple. Yo perfeccionaría el medicamento para omegas que no tuviera efectos segundarios y me mantenía alejado de Lili…; y a cambio de eso Kato no la maltrataría, la trataría como a una esposa cualquiera —soltó un suspiro—. Así se hizo.

—Usted siempre quiso protegerla —susurró.

—Pero no siempre cumplí con cierta parte del trato —el alfa apretó los labios—. No pude dejar de buscarla. Ellos la llevaban lejos de mí, pero yo hallaba la forma de escabullirme y visitarla… Lo toleraron hasta que se enteraron que yo estaba defendiendo omegas en su primer celo. Entonces, decidieron terminar con el trato y…

—¿Ordenaron su muerte? —ahora se sentía mucho más abrumado.

—Algo así —Kyoya respiró profundo demostrando que el tema en verdad era duro para él—. Lo que hicieron fue retirarle todos los privilegios a Kato… y era obvio que ese idiota se iba a desquitar con Liliana.

—¿Él de verdad rompió el lazo con Liliana como aseguró?

—Sí.

—¿Lo hizo por simple venganza?

—En parte sí.

—¿Cómo que en parte?

—Lili había quedado embarazada y los médicos aseguraban que tendría un alfa. Era perfecto para Kato porque así se mantendría en estatus y con beneficios…, pero Aiko…

—Nació omega.

—Y heredó los ojos de su bisabuelo… —sonrió por unos segundos—. Aiko heredó un azul muy claro. Fue una coincidencia muy grande que Kato no tomó como tal, sino que asoció esa característica en Aiko como la evidencia de que Liliana lo traicionó conmigo.

—Eso es imposible —Tsuna negó—. Un omega marcado jamás podría estar con un alfa ajeno al que le dio su marca.

—Kato nunca fue de los que piensan antes de actuar, ni siquiera quiso escuchar la explicación del gen recesivo en la familia de Lili y estalló en furia. Ese infeliz quiso vengarse de mí y a la vez obtener beneficios de eso.

—Él lo hizo a propósito —soltó el aire y sintió sus ojos arder—. ¡Qué clase de demonio hace eso!

—Kato ya sabía de los omegas en la lista diamante en la clase alfista, no lo había aprovechado porque confiaba en tener un heredero alfa. Pero cuando no salió como quería, ya nada le importó —el azabache apretó sus dientes—. Yo fui el causante de que le quitasen todos los beneficios y además me creyó el padre de la deshonra que sacudió a su familia, así que me iba a golpear donde más me dolía… y por eso rompió el lazo con Liliana… Para dejarla morir frente a mis ojos.

—No puedo creerlo.

—Liliana no soportó la ruptura —habló con mayor rapidez, desesperado por terminar—. Ella huyó del hospital en busca de Kato apenas dos días después de dar a luz, se cortó las venas en el camino y… llegó hasta mí en ese día. Ella murió por mis acciones estúpidas, por eso su muerte es mi culpa. A más de eso maté a Kato en medio de mi dolor por la muerte de Lili… y dejé a Aiko huérfana.

 

Tsuna quiso decirle que no era culpa de nadie, que las cosas pasaron porque sí…, pero eso sería mentir descaradamente. Kyoya ni siquiera lo miró, se levantó y se fue con paso calmado como si no hubiese dicho aquello tan desagradable, pero Tsuna sintió claramente el cambio en el aroma ajeno y lo agrio que se puso. A pesar de que su nariz estaba atrofiada por el refriado… sintió el dolor del azabache tan claramente que sus ojos se aguaron de repente y cedió al llanto en medio de su silenciosa soledad.

Su pequeña Aiko había perdido todo con tan solo dos días de nacida, había sido repudiada por su propio padre y apartada por su madre. Era una pequeña sin culpa que tuvo que pagar por los errores ajenos, errores que le pertenecían a un alfa que amó a la persona equivocada… No, no era eso. La culpa recaía en otro lado, en los causantes de que los alfas del consejo desearan destruir a Hibari, en personas que no conocía y en… los gestores de que el alfa enfrentara al consejo.

Ahora lo entendía.

 

—Somos los culpables… —se sujetó los cabellos—. Soy el culpable.

 

Era la verdad y dolía porque no podía siquiera justificarse, no cuando la tragedia de Aiko era visible hasta para él. Hibari no era el único culpable de ese desastre, habían más, muchos más, unos más conscientes que otros. Y él, quien acababa de enterarse, no podía soportar la realidad. Se sentía pésimo, mucho más de lo que imaginó estar en un inicio pues recordó su rechazo por aquella bebita cuando apenas llegó a casa.

No podía creer que todo eso pasara.

Tsuna no pudo evitar pensar en todo lo sucedido en todos esos meses desde que conoció a Hibari, no pudo detener su razonamiento hasta que enlazó a todos los involucrados en esa tragedia y detectó a los culpables. Se añadió peso en sus hombros, se ahogó con el dolor que deseaba quitar de la vida de alguien inocente como lo era esa niña. Pero no podía cambiar nada con eso. Sólo con pensarlo y desear que todo fuese diferente no lograba nada.

Sus lágrimas no lo valían, eran insignificantes.

 

—Por eso no quería contártelo, herbívoro.

 

No se fijó cuándo fue que el alfa entró a su cuarto, ni lo cerca que estaba de él. Se espantó al escuchar esa voz y al sentir una ligera caricia en su cabeza, y aun así no levantó el rostro y siguió sollozando quedito. No podía enfrentar la realidad tan fácil y no tenía idea de cómo Hibari podía continuar con eso. Era difícil. Era imposible no ceder ante la culpa y desmoronarse como lo estaba haciendo.

¿Hibari lloraría como el hacía en ese momento? ¿Ahogaría sus gritos de impotencia? ¿Le pediría disculpas de nuevo a la familia de Liliana? ¿Cómo habrá podido ver a la pequeña a la que acababa de arruinarle la vida? ¿Cómo pudo siquiera soportar el tocar a Aiko a sabiendas de que no podía devolverle a sus padres? ¿Cómo pudo?

 

—Lo siento —gimoteó sonoramente entre sus manos.

—¿Por qué te disculpas?

—Porque —Tsuna sorbió su nariz— yo fui el que… lo obligó a… protegernos.

—Fue mi decisión, herbívoro. No te tomes culpas que no te pertenecen.

—Pero…

—Deja de pensar en eso.

—No puedo.

 

El omega estaba tan abrumado por lo que entendió que no pudo parar de sollozar y desesperó al alfa quien terminó abrazándolo para darle consuelo. Irónico. Quien debía ser consolado era el propio Hibari, pero era el alfa quien consolaba al omega que inició todo eso. El azabache debería estar herido, resentido, pero en vez de eso le cedía caricias suaves en su espalda y le brindaba confort soltando feromonas un tanto dulces.

Tsuna se aferró al pecho del alfa con desesperación, lo rodeó para abrazarlo, y finalmente se dejó acunar en el regazo ajeno hasta que poco a poco tomó control y cedió a un silencio cómodo. Se dejó ganar por el sueño y se quedó dormido en brazos de Kyoya. Se olvidó de su culpa y dejó que aquel hombre le besara la sien.  

Despertó cuando sintió algo de calor e incomodidad por el sudor en su cuerpo, tosió un par de veces antes de dignarse a abrir los ojos y moverse. El paño que le cubría la frente cayó y le dio a entender que su fiebre había vuelto, pero también le mostró que el alfa se había quedado cuidándolo tal como hizo en el día anterior. El paño fue humedecido y acomodado, el alfa siguió con los cuidados necesarios, y Tsuna sólo pudo sonreírle en agradecimiento. Le estaba dando muchos problemas a Hibari, pero el alfa no le recriminaba nada.

 

—Usted no merecía eso —suspiró.

—No —apartó los cabellos de la frente del castaño—. Tú tenías razón —volteó el paño una vez más—, alguien como yo sólo estaba destinado a ser abandonado y despreciado.

—¿A qué…? —miró a Hibari con extrañeza.

—Lo que me dijiste en el hospital aquella vez —miró al castaño sin perder la calma o la estoicidad que lo caracterizaba—, que un alfa tan seco, egoísta, frío y sin emociones como yo alejaría a todos sin excepción. Que debo estar solo porque todos los que amo se harán humo entre mis dedos —miró la hora y suspiró—. Es hora de tus medicamentos.

—Esa vez lo dije porque estaba enojado —lo recordó. Se levantó con ayuda del alfa y lo vio sacar las pastillas del buró— y porque no lo conocía.

—Tus palabras fueron sinceras —le cedió el agua y el medicamento respectivo—. Estoy condenado a quedarme solo al final. Lo he comprobado muchas veces…, así que te doy la razón.

—Usted no es un ser sin sentimientos —Tsuna sujetó la mano del alfa que quiso quitarle el vaso, la apretó suavemente y repitió aquello mirando a esos ojos azules metalizados—. No lo es, no es frío ni egoísta… Yo sólo lo dije sin pensar porque estaba frustrado y quería desquitarme con alguien.

—Acertaste en muchas cosas, herbívoro —separó su mano de la del omega y le quitó el vaso con gentileza—. Todo lo que amo se desvanece frente a mí, se desliza entre mis dedos.

—Yo no quise… —ahora se arrepentía de haber dicho tales cosas—. Yo no pienso eso ahora que lo conozco un poco más. Yo retiro lo que dije y siento mucho si lo herí.

—A veces la verdad duele.

 

Tsuna se sintió tan arrepentido de lo que dijo en esa ocasión, pues era evidente que hirió al alfa. Lastimó a Kyoya. Y no sabía cómo disculparse, no sabía cómo hacerle entender que no creía eso en lo absoluto. Se desesperó porque claramente arruinó todo lo que construyó en esos meses, y no quería volver a esa relación distante y seca que mantenían en un inicio. No quería que Hibari se alejara de él y creara una barrera impenetrable… Quería seguir sintiéndose cómodo con su presencia y compañía.

Por eso se aferró a Hibari con fuerza, le sujetó el brazo, le pidió disculpas una y otra vez hasta que logró abrazarlo por el cuello. No lo soltó.

No quería alejar a ese hombre. No quería verlo sufrir. No quería dejarlo solo. No quería verlo romperse de esa forma. Porque no se lo merecía. Hibari era una buena persona en un mundo lleno de maldad, era sólo un alfa nacido en una época equivocada. Era un niño al que lo obligaron a madurar antes de tiempo, al que le hicieron sufrir y a quien le quitaron los mejores años de su vida. Entendió que Kyoya sólo era el resultado de la maldad de la clase alfista que manipulaba y usaba a todos a su antojo.

 

—Perdóneme, Hibari-san —tenía miedo de ser rechazado.

—Cuando ya no pueda cuidar de Aiko —deslizó su mano por la espalda del castaño en una caricia amable—, ¿la cuidarías en mi lugar? —susurró en el oído del omega.

—¿Qué? —aflojó su agarre en el cuello ajeno para poder mirarlo.

—Aiko es lo único que me queda de Liliana —hablaba en serio—. Por eso quiero asegurarme de que quede en las mejores manos cuando sea necesario.

—La cuidaré —supuso que el alfa quería cambiar de tema y, aunque fue un poco radical, lo entendió—. Eso ni siquiera debería preguntarlo… Me encariñé con Aiko y la cuidaré como a una hija.

—Gracias.

—Yo creo que ella no lo odiará —sujetó los hombros del azabache para terminar con lo que quería expresar—. Ella entenderá que…

—Tsunayoshi —el alfa se alejó antes de mirar a la ventana—, tenemos visitas.

 

Dos segundos después el timbre sonó. Su visita fue Mayu, la omega que trabajaba para Adelheid y que fue enviada para verificar la salud del enfermo. Fue una visita corta, una revisión de rutina, aunque sí trajo consigo una inyección. Nada más se habló en ese día, ni en el resto de la recuperación de Tsuna. No se tocó ese tema ni siquiera cuando Aiko regresó a casa y todo debió volver a la normalidad.

 

 

Prueba…

 

 

En la mansión de los Argento se vivió un cambio, mismo que se notó desde el día en que Adelheid Suzuki ingresó como visitante y representante de Hibari Kyoya. Los alfas se encerraron por largo rato para una reunión y poco después ingresó Skull —de mala gana—, porque fue solicitada su presencia. Se discutieron algunos términos, se plasmó un acuerdo y al final todo quedó sin explicación más que “desde ahora colaboraremos con la empresa farmacéutica de Hibari”. Pero los omegas del harem inicialmente no creyeron que fueran a formar parte de ese cambio.

 

—Así que dices que debo permitir que tus amigos alfas me visiten en mi celo —Lambo miraba a Lal mientras hacía una mueca—. Me niego —ondeó su mano en negativa antes de rodar sus ojos.

—Están probando un medicamento, así que…

—¡DIJE QUE ME NIEGO!

—Recuerda que tienes el collar, no te van a marcar—la alfa guardó compostura, ya sabía que ese niño era un problema.

—¿Y crees que soy idiota? —bufó antes de apretar los labios—. ¡Esos imbéciles pueden anudar y embarazarme! —golpeó el suelo con el pie.

—Dije que es una prueba —la mujer frunció el ceño antes de cruzarse de brazos—. Si algo sale mal y se descontrolan, yo te ayudaré.

—¿Tú sola? —soltó unas carcajadas forzadas—. ¿Dos contra uno? ¿Me crees estúpido o qué?

—Yo también —Skull entró en la habitación mientras se limpiaba la comisura de los labios pues terminaba de comer algo—. Adoraré golpear a Verde, así que sí…, ayudaré.

—¿Por qué yo? —Lambo miró a su maestro y suplicó ayuda con la mirada— ¿No tienen otros omegas para ese juego?

—Tú serás la primera prueba —Skull sacó un chocolate de uno de sus bolsillos y lo abrió con calma—, después vienen Nao, Hazu, Midori y yo —se señaló—. Tenemos un harem completo para experimentación y tenemos que aprovecharlo, cariño.

—¡Nos pondrás en riesgo a todos!

—Estamos intentando salvar a todos los demás omegas —Lal elevó su voz porque quería matar a ese niño—. ¡Tu sacrificio significará la protección de muchos más!

—Como si eso se pudiera en medio de esta sociedad clasista de ¡mierda!

—Lambo —Skull le hizo una señal a Lal para que retrocediera, se acercó a Lambo y le sonrió—. Te juro que no dejaré que les pongan un dedo encima… Confía en mí.

—Confío en ti —miró a la alfa—, pero no en ella ni en Reborn ni en Verde o Colonello… O en cualquier otro alfa que ronde por esta casa.

—¿Tampoco en Aria? —sonrió orgulloso por su triunfo.

—Ella sí —Lambo hizo una mueca antes de peinarse los cabellos hacia atrás—, ¡pero eso es diferente!

—Ella está interesada en esto también —canturreó antes de partir un poco de ese chocolate y colocar uno de los pedazos del mismo en la boca de Lambo—. Porque esos medicamentos que probaremos en los alfas, son supresores para ellos —mientras Lambo masticaba le sonrió—. Si tenemos éxito, podemos usar ese medicamento para que todos estos alfas idiotas sean controlados y tengamos una esperanza de cambiar la sociedad como la conocemos.

—¿Cómo?

—Demostrándoles que ellos también pueden anular sus instintos. Diciéndole a todo el mundo que los alfas deben anular sus malditas ansias de marcar a alguien sin considerar la decisión del omega —le sostuvo las mejillas y las apretó un poco—. Gritaremos que ellos ya no tienen ningún justificativo para ser unas bestias sedientas de sexo y poder —le golpeó las mejillas—. ¡Tendremos la oportunidad de acabar con el poder dominante que tienen!

—Todo lo haces ver como algo alcanzable —suspiró antes de alejar las manos de Skull de su dolorido rostro—. Sueñas en grande, pero sabes que cambiar la mentalidad de todos será imposible.

—Un paso a la vez, cariño —le besó la mejilla—. Primero controlar alfas —señaló a Lal quien frunció el ceño—. Además, si ese medicamento funciona, lo podremos usar como arma de defensa —sonrió—. Imagínate que pongamos eso en una jeringa y cuando nos ataquen le clavamos la aguja en el corazón y PUM… —elevó sus brazos— ¡Alfa controlado!

—¿Y ellos quieren eso? —rio en burla al mirar a Lal—. No me jodas.

—Te dije una vez que todos los alfas no son tan miserables —Skull señaló a Lal—. Algunos no quieren compartir su vida con un omega y necesitan de esos supresoras para controlar eso. Ellos necesitan de esos medicamentos para seguir libres... Pero también podemos usarlos a nuestro favor.

—Bien —Lambo miró a Skull quien sonreía y después miró a la alfa que pareció satisfecha—, pero tengo condiciones.

—Di lo que quieres y lo hablaré con Reborn —la única mujer al fin relajó su cuerpo y olvidó que fue usada como ejemplo para todo en esa plática.

—Sólo será un alfa el que entrará en contacto con el omega en celo —sonrió antes de mirar a Skull.

—Genial —Skull rio porque su alumno estaba jugando bien sus cartas—. Lal y yo contra un solo alfa. Al otro idiota lo usaremos para otro tipo de experimentación, ¿te parece?

—¿Vas a decirme qué otro tipo de experimento planean?

—¿Recuerdas que te he estado enseñando a usar tus feromonas como arma? —Skull ondeó sus manos—. Tú, mi querido Lambo, vas a seducirlos y veremos si el medicamento logra que eso no funcione. Simple.

—Me sorprende que a veces pienses en cosas así de inteligentes, Skull —Lal se dio vuelta—. Iré a avisarle a Reborn. Ustedes encárguense de hablar con los demás omegas del harem.

 

Skull sabía que en ese año Lal tendría su primer celo, Colonello el segundo, —Verde ya estaba madurito así que no le interesaba—, y Aria se ofrecería para ayudar también. El tiempo pasaba tan rápido cuando planeaban cosas en grande. Sólo faltaba concretar algunas cosas y acunar más ayuda para cumplir con parte de sus planes.

Sería como Reborn solía decir: Vamos a acabar con los ancianos, destruiremos a la clase alfista y seremos libres. Skull ansiaba ese día, esperaba vivir para verlo.

 

—Oye, Lambo… —casi se olvida de esa noticia—. Tengo que decirte algo.

—Sólo dímelo si es bueno —se acercó hasta su maestro para rebuscar en sus bolsillos, ¡tenía que haber más chocolate!

—Encontré a tu amigo Squalo… —sonrió orgulloso—. Te pactaré una cita y lo convencerás de ayudar.

—Genial… —posó su cabeza en la espalda del omega más demente que conoció, y suspiró—. Espero que Tsuna llame pronto y después buscaré a Enma.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

El título no tiene nada que ver con el capítulo, lo sé, pero ya no sabía qué poner y me pareció lindo desconcertarlos un poco XDDDDD.

Ok ya.

El cumpleaños de Krat está cerca, así que para festejarse a sí misma, añade algo relacionado a las mujeres alfas (cosa que me ha interesado mucho últimamente) y actualiza XDDDDD

Vamos a ver si puedo actualizar otro fic más~

Krat los ama~

Besitos~

 

PD1: No especificaré todo el asunto de la destrucción de la clase alfista, eso es más como relleno.

PD2: A mi parecer el acercamiento de Tsuna ya fue más evidente, corríjanme si me equivoco.

PD3: ¿De quién quieren que les hable en el siguiente cap? Haru, Fuuta, Squalo, Takeshi o I-pin. 


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