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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Un maldito médico del hospital lo tuvo que atar a la cama porque Kyoya intentó escapar un par de veces. Según el azabache, la culpa lo tenían ellos por la pésima estadía en el lugar. Esa cama era incómoda, el aroma de los medicamentos en la habitación era penetrante, y, aunque al alfa logró estar solo en ese cuarto pues ahuyentó a cada compañero que le ponían, seguía sintiéndose incómodo. A eso debía sumársele el hecho de que a él no le gustaba los hospitales, mucho menos uno que su padre pudiese hallar.

Era inevitable que ese viejo fuera lo primero que vio en su tercer día de estadía.  

Estaba malditamente fastidiado cuando su padre estuvo de visita, Kyoya tuvo que aguantarse la cantaleta porque no podía zafarse e irse, no hasta que el maldito sedante dejara de inmovilizar su cuerpo y le quitaran las correas que lo aprisionaban. Hibari no dijo nada, por el contrario, sólo cerró sus ojos hasta que su padre se cansara y se fuera, cosa que pasó cuando una llamada interrumpió el silencio y el reclamo que iba a iniciar de nuevo. Dedujo que esa sería su oportunidad de escapar, pero las enfermeras llegaron a la hora justa para medicarle y sedarlo de nuevo o armaría un alboroto como el del día anterior.

Kyoya podía curarse con rapidez, pero en esa ocasión el daño era considerable, por lo que llevaba tres días internado sin opción a reclamo y según supo necesitaría otros cuatro días para que le dieran de alta. Claro que no iba a aguantarse, las dejaría inconscientes si pudiera. Las enfermeras ya sabían que con el paciente exclusivo había que tener cuidado, ninguna de ellas quería perder su empleo o la cabeza pues un alfa siempre representaba una amenaza para cualquiera, por eso cumplían un régimen estricto en cuanto a horarios de medicación.

 

 

—Debería estar así por dos horas, tal vez— informaba la muchacha de uniforme blanco quien ya había aplicado las dosis adecuadas al paciente; Kyoya, casi de inmediato, había cerrado sus ojos— el sedante es fuerte, aunque hemos disminuido la dosis pues es hora de que permanezca despierto más tiempo. Kyoya-san puede soportar las toxinas bastante bien, así que no estamos seguros de cuánto tiempo dormirá profundamente

—Viene de familia —sonreía Fon en agradecimiento del trato amable de la muchacha— todos somos así, resistentes a todo lo que intente ingresar a nuestro cuerpo

—Una familia muy rara —la muchacha se reía divertida por su propia frase, pero fue acompañada por Fon— en el buen sentido, claro. Pocos son los pacientes de familias de casta noble que atendemos  

—Si nos trata como “castas” pareceríamos sólo animales 

—Lo lamento, pero es la única forma de llamarlos… caso contrario serían considerados mutaciones o algo así —la muchacha terminaba de ordenar sus instrumentos para salir de allí

—Prefiero el denominativo “clan” —Fon se quedó viendo a su hijo descansar. Kyoya se veía tan amable y dócil cuando dormía… lástima que las amarras en brazos, piernas y demás, le quitaban el encanto—. Gracias, me quedaré un rato con mi hijo

 

 

En soledad Fon analizaba a su hijo, aún tenía vendajes, heridas y moretones de la pelea que seguramente el propio Kyoya empezó. O eso creía pues no sería nada raro que su hijo siguiera en sus malas andanzas en donde golpear a quien se le cruzara fuera su pasatiempo favorito. Había pasado por situaciones similares por largos años, nunca dejaba de preocuparse, de investigar, de discutir, pero no había caso. Su hijo jamás obedecía, no escuchaba, no seguía el camino que debería seguir.

Eran descendientes de uno de los clanes privilegiados, su obligación era mantener el linaje y Kyoya se negaba. Fon suspiraba cuando recordaba las miles de peleas con su hijo, verbales y físicas. Se culpaba por no haberlo puesto en el camino correcto, aunque hubiese tenido que usar algunas artimañas poco ortodoxas, pero era tarde… Mentía. Aun no era demasiado tarde, aun podía salvarlo, tenía esa esperanza, quería pensar que su visión para Kyoya se volvería realidad.

Su deber como padre era mantenerlo con vida y eso haría, por esa misma razón hacía lo que hacía, por algo tenía dinero y prestigio, así como decenas de científicos que le cedían los medicamentos que quería y necesitaba

 

 

—Kyoya, deja de ser tan impulsivo… deja a Liliana vivir su vida y búscate una propia —respiraba lentamente sin inmutarse por la mueca que su hijo hacía entre sueños. Sacó un frasquito transparente de su bolsillo y del otro sacó una jeringuilla. Era hora—. Créeme que es por tu propio bien —miraba el líquido de color lila pasar al émbolo y se aseguraba de que no existiera aire en la inyección— Kyoya… necesitas formar un lazo, necesitas heredar genes, necesitas un omega… una familia, un apoyo —con habilidad, Fon aplicaba aquella medicina especial en una de las venas del brazo de su hijo. Sólo un piquete, un leve dolor y todo estaría mejor

—Con permiso —Fon ni siquiera se inmutó por escuchar esa voz desconocida puesto que estaba dándole la espalda a la puerta. Terminó de sacar la aguja del cuerpo de su hijo con tiempo de sobra, frotó la zona un poco y quitó su faceta seria, la volvió un tanto más empática y preocupada.

—Una visita. Pensé que Kyoya no tenía amigos —su posición impedía a cualquier recién llegado mirara lo que hacía y con un solo movimiento despareció la evidencia, guardándola en sus bolsillos del traje—. Es un placer conocer a uno

—Hum… bueno —Tsuna e I-pin habían ido a ver a Hibari puesto que necesitaban hablar con él… y aunque odiaran admitirlo, el estado del alfa les preocupaba a todos. Lo necesitaban con vida un tiempo más—. Lamentamos molestar

—Bienvenidos sean los amigos de mi hijo —sólo allí, Fon se dio media vuelta desplegando esa sonrisa amable de siempre y admirando la sorpresa del par de jóvenes omegas que ingresaban—. Pasen, tomen asiento… lamento que ahora mismo Kyoya descanse

—¿Despertará pronto?

—No lo creo. La enfermera ha dicho que lo han sedado para que deje de intentar escapar del hospital —suspiró y admiró a los recién llegados—. Mi hijo es… bueno…

—Antisocial y agresivo —I-pin no midió sus palabras, aunque se cubrió la boca después de eso—. Lo siento

 

 

Pero Fon sólo pudo reírse por las palabras de la adorable muchachita y de esa forma contagiar al castaño que la acompañaba. Les dio el ambiente calmado que los omegas necesitaban para hacerle plática, además, ellos tenían razón con respecto a su hijo.

Fon daba esa sensación de paz y calma, cosa que sorprendió a las visitas, puesto que el parecido físico extremo nunca llevaría a darles una idea de la diferente personalidad que poseía cada miembro de esa familia. Fon era amable, accesible, sabía hacer plática y era agradable, llegando así a lograr que los más jóvenes le contaran los acontecimientos que sucedieron al estar junto con Kyoya. El azabache mayor estaba sorprendido, jamás pensó que su hijo se daría el trabajo de defender a un omega, él tenía conocimiento del odio de su heredero hacia todos en ese mundo regido por especies. Era extraño, tal vez el motivo de aquel acto de ayuda al prójimo se debía a una de las promesas que Kyoya le había hecho a su madre o a Liliana. Fon no sabría decirlo con exactitud, pero tal vez podría sacar provecho de eso

 

 

 —Así que esperan que Kyoya los ayude —el mayor miraba la determinación en esos dos omegas y sonrió plenamente—. Les deseo suerte

—¿Usted podría decirnos si su hijo aceptará? —I-pin miraba con curiosidad al mayor, sintiendo esa necesidad de acercársele porque el aura que emitía era cómo la de su padre, calmada y cálida— Pues estamos preocupados por eso

—Tal vez sí —se levantó de modo que sutilmente cortó la plática con los jóvenes y se acercó a su hijo— Kyoya es un enigma, pero hay algo claro… disfruta mucho de una buena pelea. Eso lo libera de estrés y presiones. Lo mantiene calmado

—Parece como si hablara de un animalito —Tsuna sonrió al pensar en ello, Kyoya un animalito… de los más traicioneros, de esos que gruñían después de morder

—Es porque así se comporta —Fon acarició las hebras azabaches de su hijo y lo cubrió con la sábana como cualquier padre haría con su hijo enfermo—. Así que, si satisfacen sus necesidades básicas, podrán convencerlo

—Suena difícil —I-pin miró al mencionado con duda, Kyoya no le daba ni un mínimo de confianza— pero no tenemos opción… a menos que usted…

—Lo siento, pero no podría —Fon no miró a los chicos mientras sentía su teléfono vibrar—. Mi compañía me necesita las 24 horas del día, además ya estoy viejo para eso

—Pero se ve en buen estado —bromeó I-pin al ver al hombre, al que en verdad no se le notaba la edad pues siendo que el hijo casi llegaba a los treinta… ese hombre ya debía ser un anciano

—Gracias —con diversión les daba una reverencia sutil—. Dejo a mi hijo en sus manos, espero sepan cuidarlo bien

—Él nos cuidará a nosotros —suspiró Tsuna mirando con asco al pelinegro durmiente—, espero

—Tsunayoshi —Fon miró al mencionado y después a la muchacha— I-pin, aún les falta madurar… y cuando lo hagan entenderán que quien necesita protección es Kyoya. Es una persona frágil, aunque parezca lo contrario. Si es como es, en parte es mi culpa, porque nunca supe apoyarlo cuando caía en el dolor de las pérdidas

—Al parecer ha tenido un pasado duro —mencionaba I-pin

—Todos tenemos vidas duras, problemas graves, pero depende de la persona superarlos y formar su carácter… —suspiró—. Yo no supe enseñarle eso a Kyoya, tal vez ustedes puedan. Mucha suerte, espero que superen su primer celo

 

 

Una despedida presurosa, pocas explicaciones y una huida improvisada, en eso pensaba Tsuna cuando vio a Fon salir con prisa, pero no tenía por qué protestar, seguramente era un hombre ocupado y además tenía un hijo problemático. Tal vez Fon era como una de esas personas que se escapa de los problemas hundiéndose en trabajo interminable.

¿Ahora qué harían? Lo pensaron un poco antes de la decidir esperar pues ya estaban hartos de ser echados por las enfermeras porque el azabache estaba durmiendo como 23 horas al día. ¡Maldito fuera el Hibari menor! ¿Por qué no era un hombre normal que se quedaba quieto en los hospitales? Los omegas no tenían una buena imagen de Kyoya desde el inicio así que sólo sabían que era un alfa fuerte y que no le daba miedo golpear a cualquiera que estuviera en su camino. Peleaba con quien fuera, alfa, beta, omega o una mierda… excepto a los pajaritos. Esas avecitas si eran bien tratadas por Kyoya, se notaba, pues Hibird entró por la ventana abierta como si estuviera en su casa y se posó en la cabeza del durmiente sin pedir permiso alguno

Esperaron una hora, esperaron dos y cuando ya empezaban con la tercera se resignaron a morirse de hambre, al menos Tsuna porque la muchacha era otro asunto. I-pin no se quedó sentada en el cómodo sofá de esa habitación privada, por el contrario, salió a comprar algo para meter de contrabando a la habitación en dónde los alimentos sin supervisión estaban prohibidos. Tsuna se dio el lujo de estar a solas con aquel hombre y detallarlo, se acercó sin cautela, observando la reacción de la avecilla que seguía acicalando sus alas sin ponerle atención. El castaño miraba al hombre recostado, reconocía moretones y demás en el cuello y brazos que estaban descubiertos, así como las amarras. Ver a Kyoya de esa forma hasta le parecía gracioso pues asemejaba de esos criminales de alta peligrosidad que veía en las películas. Atado como si con sólo soltar una de esos agarres, le dieran la oportunidad de matar a cualquiera

 

 

—¿A usted le confiaré la pureza de todos mis amigos? —Tsuna suspiró con cansancio, odiaba depender de un alfa, pero lo necesitaba. Odiaba al maldito pelinegro porque ya rechazó ser el guardián de todos y aparte de eso, los agredió sin razón alguna

—No aceptaré —susurró despacito, sintiendo el aroma del miedo momentáneo en el otro y escuchar como el intruso caía al suelo llevándose con él una bandeja o algo así

—Hibari, Hibari —canturreaba la avecilla, revoloteando hasta que, con su pico, tiraba suavemente de los mechones de su dueño como si verificara que en verdad estuviera despierto. Cuando los dedos móviles de Hibari se movieron, el ave sobrevoló estos y se posó en la palma sintiendo la caricia en su plumaje con el pulgar de Kyoya. El ave al recibir aquello como un gesto de afirmación de buen estado de su dueño, volvió a volar por la habitación y posarse en el borde de la ventana abierta

—Esa ave es tan extraña como usted —se quejaba Tsuna que, ya de pie, observó cada accionar de ese animalito— Hibari-san, supongo que usted está bien

—Hum —fue lo único que emitió antes de empezar a removerse incómodo por la falta de movilidad total. Tiró de las amarras, pero no podía quitarlas con su fuerza actual. El medicamento tenía efectos, mas, ya pasarían

—Si no está tranquilo lo seguirán tratando como un criminal —Tsuna recibió una mirada furiosa, pero lo ignoró—. Si me escucha, lo desataré —intentaría negociar

—Vete

—¿Por qué no puede escuchar en silencio? —ya sentía un tic aparecer en su ceja debido al enfado

—... —Hibari ni siquiera lo miró, se centró en ver las amarras. Tenía que descifrar cómo demonios quitarlas o por lo menos aflojar una y lo hizo— Hibird —llamó con autoridad y el ave revoloteó hasta posarse en su mano derecha y empezar con la orden—. Hazlo —dijo moviendo un par de sus dedos

—Por eso odio a los alfas, ¡malditos sean todos! —Tsuna estalló al sentirse ignorado por completo—. Vine aquí preocupado por usted, a tratar de convencerlo de que nos ayude, y…

—¿Por qué lo haría?

—Porque nos dio esperanzas. ¡Tome responsabilidades de eso!

—Búscate otro héroe, herbívoro

—Todos dijeron que no —frunció su ceño y apretó sus labios debido a la indignación. El castaño estaba frustrado y cansado, sólo quería terminar con eso—. Todos son egoístas y sólo quieren beneficios propios… incluso usted

—Te salvé porque quise hacerlo

—¿Por qué no quiere hacerlo con los demás? Estaríamos eternamente agradecidos y…

—No soy una buena persona —dijo sin mirar al castaño, cerrando sus ojos y esperando

—Pero tampoco es malo. Al menos algunas cosas que muestra me dan esa impresión

—No soy malo como para dejar a una persona morir, pero no soy bueno como para volverme su salvador prometido —Kyoya suspiró pesadamente porque hablar no le gustaba, prefería la quietud y la soledad. Ya se libró de su padre, pensó que se libraría de todos los demás—. Así que lárgate

—Lo detesto, lo odio… y aun así me denigro a pedirle ayuda… por favor…

—No me interesa —lo interrumpió, se estaba hartando de escuchar a ese herbívoro

—Por eso se quedará solo —Tsuna vio esos ojos azul metálicos mostrarse, amenazantes, fríos, temibles—. Por eso su tan amada Liliana lo dejó, ¿verdad?... Por ser un hombre frío, sin emociones, sin piedad

—Vete, herbívoro —exigió con la mirada furibunda. Si ya le disgustaba que alguien lo molestara, que viniesen a hablarle de cosas como esa le estaba haciendo hervir la sangre

—La mencionaba mucho cuando estaba moribundo —Tsuna se estaba vengando un poco, sacando a flote una de las tantas hipótesis que hizo junto con Enma— ¿Por eso estaba en esas condiciones, buscando pelea para matar el dolor del rechazo? ¿Qué sucedió? ¿Es una omega prohibida? ¿Alguien más le ganó el derecho a mancillarla? ¿O simplemente Liliana se alejó al ver que usted no tiene nada bueno que ofrecerle?

—Cállate —gruñó bajito

—Un ser frío, sin emociones, alejará a todos sin excepción. Usted está condenado a estar solo de por vida. Sino expresa lo que siente o al menos se apiada de los demás, será despreciado y todo lo que por alguna razón amara, se hará humo entre sus dedos… Está destinado a eso y sinceramente creo que se lo merece

—¡Que te calles! —exigió ya con la paciencia en su límite, mordiéndose el interior de su mejilla y apretando los dientes sin siquiera mirar al omega fastidioso— ¡Vete! ¡Largo!

—Las verdades duelen, ¿no? ¿Fue eso lo que le pasó con Liliana? —hizo caso omiso a sus instintos y siguió molestando al alfa… además, Kyoya estaba atado, no podía hacerle nada malo

—No te atrevas a mencionarla —Kyoya lo miró con furia. Con un solo movimiento agarró el cuello del castaño, apretándolo un poco y acercándolo para que sus rostros estuvieran a centímetros

—Agh… qué —susurró en pánico porque sentía el poderío del alfa y el temor que esa mirada furiosa, con ojos rojizos, le daba. Además, el agarre en su cuello era simplemente un atentado contra su salud e integridad— espe…

—No te atrevas a nombrarla nunca más —amenazó levantando un poco al muchacho—. No sabes nada, no entiendes nada… ¿qué te importa a ti sobre lo que pasó o no pasó? —lo zarandeó un poco mirándolo directamente y gruñéndole—. Si dices que soy egoísta, tú lo eres más pues sólo estas aquí para obtener un beneficio propio sin dar nada a cambio. No estabas preocupado por mí como lo dijiste, lo que te preocupa es que esté en buen estado físico para servirte de utilidad. Sólo estas aquí para imponer tu pedido, sin considerar siquiera que yo esté atado a una maldita cama de hospital por razones injustas —dijo soltándolo con fuerza y empujándolo hasta hacerlo caer lejos—. Predicas ayuda mutua y no tuviste la consideración siquiera de preguntar si estaba cómodo con esas ataduras

—Agh… —Tsuna aun tosía en el suelo sintiendo el aire faltarle. Se asustó mucho ante aquel acto repentino— ¿cómo se… zafó? —carraspeó, pero aún le ardía la garganta

—Buen trabajo —Hibari sintió a su ave posarse en sus cabellos mientras él zafaba su otro brazo, y toda amarra en su cuerpo— hibird —habló para que el ave saliera volando por la ventana pues debía estar libre en todo momento

—Hibird —susurró Tsuna ya recompuesto y levantándose para admirar de lejos como Hibari se paraba—. Esa ave… usted la usa como…

—Hum —Kyoya ni siquiera se molestó en ver al castaño o certificarle las hipótesis. Buscó con la mirada su ropa pues esa maldita vestimenta del hospital le fastidiaba. Ignoró al otro por completo, pero cuando Tsuna intentó abrir la puerta, Kyoya se lo impidió—Ni se te ocurra —agarró al castaño lanzándolo hacia un sillón cercano y aseguró la puerta. El azabache no quería molestias perturbando su huida—. Si gritas, te morderé hasta la muerte

—Está herido aun, ¿sabe? —decía mirando como Kyoya se arrancaba, literalmente, la camisa del hospital. El pecho del azabache aún estaba vendado con unas pocas manchas rojas, mostrando la gravedad de las heridas no visibles. Tsuna se obligó a ver hacia otro lado cuando el maldito alfa empezó a desnudarse sin importarle dónde o con quién estaba—. Su padre está preocupado por usted y si sale de aquí…

—Di lo que quieras antes de que me vaya, herbívoro —se vistió con rapidez, sin fijarse en detalles ni en el dolor que aun menguaba muchos de sus movimientos. Abrió las cajoneras, buscó sus tonfas y sus esposas, le importó poco dejar todo en completo desorden

—Quédese con nosotros en el primer celo —cuando sintió correcto, se interpuso en la labor del mayor—. Pedimos su ayuda y a cambio pida lo que desee

—Me niego

—¡Maldita sea! Me importa una mierda si es buena o mala persona, si es un alma incomprendida o un asesino en serie —dijo agarrando al otro de la camisa y obligándolo a mirarlo—. Me importa un comino si Liliana es su amada omega, a la que protege o lo que sea

—Te dije que no la volvieras a mencionar —le advirtió sin agredirlo, sólo mirándolo con asco

—Sólo quédese —pidió con los dientes apretados—. Ayúdenos, podrá pelear cuanto desee, incluso nosotros podemos esparcir el rumor o algo… dentro de poco dos de mis amigos entrarán en celo, ¡su primer celo, maldita sea!

—¿Y?

—¿Y? —indignado, así se sentía— ¡AYÚDENOS MALDITA SEA! Le daré lo que quiera

—Supresores —soltó sin problemas mientras se alejaba del omega. Ni siquiera lo escuchó bien, sólo veía lo que en ese momento necesitaba

—¿Qué?... ¿quiere supresores?... Sabe que eso es para omegas, ¿no? Acaso usted…

—Que de… —Kyoya sintió una punzada en su cuerpo y sus piernas le temblaron—. Maldición —buscó entre sus bolsillos los malditos supresores, pero claro, suponía que su padre le quitó los que tenía entre su maltrecha ropa— ¡Joder! —su cuerpo empezaba a temblarle y eso no era una buena señal

—Hibari-san, ¿podría hablar con más de una maldita palabra? ¡Así nadie lo entiende! —se quejó el castaño, pues no entendía qué demonios haría un alfa con supresores para omegas— ¿Nos va a ayudar o no? ¿Quiere supresores o no? —dijo siguiéndolo con enfado. Hasta le estaba doliendo el estómago como a su amigo

—… —Hibari ignoró al fastidioso herbívoro, sólo se concentró en analizar su condición. La dosis que tomó antes de esa pelea debió servirle para una semana al menos. Pero su cuerpo estaba empezando a calentarse, la fiebre interna sólo era el inicio— joder —murmuró cuando ya sintió la taquicardia. Los efectos estaban pasando demasiado a prisa

—¿Qué tiene? —en medio de su pelea unilateral vio a Kyoya hacer una mueca de dolor, algo debía pasarle. Teniendo en cuenta que estaba herido y se había levantado, muchas cosas podrían estar mal

—Sal de aquí antes de que te arrepientas —gruñó sintiendo incluso sus colmillos empezar a crecer. Maldito fuera el cuerpo que le traicionaba—. Vete ahora, herbívoro… ¡Largo!

—¡Con un demonio! ¡¿Acaso no entiende que no dejaré de fastidiarlo hasta que acepte ayudarnos!?

—Tú ya pasaste tu celo. Ahora vete —se apartó del castaño a sabiendas de que se estaría descontrolando pronto, pero el otro parecía no entender la orden

—Pero mis amigos no. No los dejaré solos con ese problema —gruñó poniéndose frente al otro

 

 

Hibari se alejaba cuando podía, ignorando las palabras de ese castaño, tomando el control de sus pensamientos pues debía controlar su cuerpo de inmediato. Sus sentidos más primitivos estaban sobresaliendo y no tenía ni un maldito supresor, lo peor de todo era que las reacciones en su cuerpo estaban al límite. Era demasiado extraño, no tenía sentido. Siempre tomaba precaución con los medicamentos que consumía, ni una sola vez pasó por esa situación. En medio de su alteración, se dio cuenta de un leve aroma sobre su piel, cuando revisó de dónde provenía… estaba allí, la clara señal de una aguja en su brazo.

Maldito fuera su padre.

Kyoya quería irse, quería encerrarse en algún lugar hasta tomar control de su cuerpo, pero ese maldito omega no lo dejaba en paz. Estaba al borde de ceder a su lado animal. Mucho peor que eso fue cuando alguien más entró a la habitación, siendo Tsuna quien abrió. ¿Acaso no percibían que su propio aroma estaba volviéndose más intenso? Eran completamente estúpidos por no detectar ese sencillo detalle.

I-pin junto a Tsuna se encargaron de acorralar al alfa, dejarlo fuera de un rango aceptable para una escapatoria. Ignoraron el hecho de que Hibari se veía demasiado fúrico y alterado. Estaban arriesgándose a ser golpeados o algo peor, pero siguieron en su insistencia a pesar de las advertencias de Hibari… La peor decisión que pudieron haber tomado fue esa.

 

 

—Diablos —Kyoya gimió cuando el dolor se extendió por todo su cuerpo y el calor se instauraba con más énfasis en su vientre—. Maldito Fon —susurró apretando sus dientes y cerrando sus ojos

—Hibari-san, sea amable una vez en su vida y ayúdenos —I-pin se atrevió a sostener al alfa por la camisa y arrinconarlo a la pared. Todo ante la atenta mirada de esos ojos azules

—¡FUERA! —les ordenó con su voz de mando pues el descontrol llegaba… llegaba y no podía detenerlo—. Largo —susurró sintiendo el palpitar en sus oídos. Se agarró la cabeza con fuerza, no quería perder la conciencia de sus actos

—¿Qué le pasa? —Tsuna obvió el temblor en su cuerpo por la orden poderosa y miró al mayor tambalearse, apretar sus puños, cerrar sus ojos y aspirar profundo— qué le…

—Tsuna —susurró I-pin cuando un aroma fuerte le llegó de pronto. Con temor miró al mayor que gruñía bajito y apretaba sus dientes, de los cuales se denotaba el filo de algunos— Hibari-san… está… huele… —abrió sus ojos desmesuradamente, su piel se erizó, el miedo le recorría las venas

—Hay que salir —fue el susurro de Tsuna porque el aroma que despedía Hibari se volvió tan intenso que se estaba mareando. Era una de las tantas estrategias que los otros alfas usaban para dominar a los omegas y marcarlos. Era… era una explosión de hormonas y eso sólo les traería problemas. El castaño corrió jalando a I-pin, pero no lograron llegar a la puerta—. Diablos

 

 

Hibari se les interpuso casi de inmediato, sólo le tomó un pequeño esfuerzo hacerlo. Esa mirada fiera estremeció al par de omegas quienes quedaron estáticos, perdidos en la leve sonrisa del mayor que los miraba como cualquier depredador. Tsuna logró reaccionar y jalar a su amiga para alejarse tanto como pudieran, pero las manos de Hibari lo sostuvieron y arrojaron hacia la pared. El azabache estaba diferente, el aura que emitía era simplemente de un alfa… la mirada había perdido ese brillo de inteligencia, el cuerpo tenso, las manos abiertas simulando unas garras, hasta lo vieron relamerse los labios en cierto momento. Era malditamente aterrador, era como un cazador y ahora I-pin estaba enfrentándolo

 

 

—Ayúdame —susurró la pelinegra cuando Hibari la tomó de los hombros y mostró sus colmillos ya llamativos— ¡Tsuna! —pataleó cuando fue elevada hasta no tocar el suelo con sus pies

—¡Suéltela! —Tsuna temblaba y aun así arrojó lo primero que vio hacia Hibari. Eso demostraba que su única esperanza había muerto… Kyoya no era más que otro de esos alfas dominados por instintos

—Si golpeas a alguien… deberías hacerlo más fuerte —sonrió con prepotencia mientras soltaba a la muchacha para que se desparramara en el suelo y miraba a Tsuna— ¿No crees… herbívoro?

—¿Qué demonios? —hiperventilaba preso del pánico

—Te dije… que te largaras —Kyoya sintió el agarre de I-pin en su pierna y la miró un momento, les iba a reconocer el esfuerzo—. Duerme —habló con calma y un solo movimiento, una tonfa, un golpe sordo y una mujer inconsciente, fue el resultado

—Hibari-san —susurró Tsuna al ver a su amiga inmóvil en el suelo

—Una marca debe doler —el azabache sonrió con fascinación mientras a cada paso que daba, el castaño retrocedía pegándose contra la pared—. Hum… ¿miedo?

—¿Qué le…?… no dijo que… no necesitaba de un… lazo —se le dificultaba hablar pues sus piernas le temblaban al ver al imponente alfa mirarlo a la vez que el cosquilleo de su nariz menguaba sus fuerzas. Ni siquiera podía reaccionar debido al aroma que lo mareaba, poderío en forma humana y un omega caía ante eso

—Y yo te dije… supresores —agarró al castaño por los hombros y lo elevó hasta que quedaron a la misma altura—. ¿No entiendes? —lo azotó contra la pared y apretó su agarre

—Pero —su aire se fue cuando sintió la respiración del alfa cercana. Intentó empujarlo, pero el otro era demasiado fuerte. El miedo se apoderó de su ser. Maldito fuera el destino. La nariz del mayor se deslizaba por su cuello, el agarre fuerte le dolía, sus lágrimas amenazaban con salir— Hi… Hibari…san —susurraba en pánico sintiendo la lengua del otro repasar su cuello, tembló en una oleada de miedo y algo más que no sabía diferenciar

—Dolerá —casi podía soltar una risita divertida, pero su cabeza le punzaba… estaba… regresando

—No… por favor… no —Tsuna no quería ser marcado, no quería sentir el dolor de aquello. Creyó que pasado su primer celo las cosas serían más sencillas, pero allí estaba… a pocos segundos de su atadura de por vida

—Acepto —Kyoya respiró profundo mientras pegaba su frente a la pared. Soltó un gruñido ronco, suspiraba insistentemente y se mordía el labio. Luchaba con sus demonios internos, lo hacía con desesperación, no se iba a humillar cediendo ante eso. Terminó soltando de a poco al castaño quien resbaló por la pared con lentitud

—Qué… —susurró despertando de su infierno, al fin respirando pues era limitadamente libre de ese alfa. Miró con terror al azabache, lo veía aun pegado contra la pared— ¿Qué acepta?

—Herbívoro —susurró mientras, con fuerza, golpeaba su frente contra la pared, lo hizo de nuevo hasta asegurarse que logró retomar su consciencia— cuando te diga que te alejes, lo harás… ¡maldita sea! —se alejó de un castaño tembloroso y miró su mano. Tuvo que clavarse las puntas de su propia tonfa para reaccionar. Esta vez estuvo cerca. Su mano sangraba abundantemente por la profunda herida y eso ni siquiera le importaba—. ¿Escuchaste?

—¿Qué pasó? —se tranquilizó un poco cuando vio el brillo de raciocinio en el mayor y percibió que la densa atmósfera se iba perdiendo

—¿Estuvo mi padre cerca de mí? —dijo mientras sacaba su tonfa y accionaba un mecanismo que abría una de las puntas. Dos pastillas destellaban en blancura que sabía a gloria y Kyoya se las tragó con ansiedad—. Responde —exigió ya más calmado, más cuerdo

—Sí… cuando llegué —el aire perdió el pesado aroma, perdió el poderío, perdió todo y aun así las manos de Tsuna temblaban—. Estaba a su lado

—Hum —Kyoya aun sentía la crisis de su cuerpo, pero las pastillas no tardarían en hacerle efecto. El azabache usó unas gasas y vendas que vio en la mesa, para apretar sus heridas— Acepto —repitió sin mirar al castaño y abriendo la ventana

—Me puede explicar… ¿qué pasó? —pidió aun alterado, asustado

—No importa —respiró la libertad y dejó que sus cabellos se movieran con la brisa que le llegaba

—Pero… apenas acaba de…

—Fuiste el culpable —Kyoya no quiso dar explicación coherente, sólo dijo aquello porque le pareció lo más aceptable para dejarlo pensando un tiempo

—Espere… ¿dijo que aceptaba? —Tsuna aún estaba confundido, lleno de pánico, pero se obligó a procesar las palabras ajenas. Jadeó cuando un clic hizo en su cabeza… ¿Hibari estaba aceptando ayudarlo?

—Me quedaré… misma condición para todos —dijo acariciando su brazo, donde vio una marca de aguja— 24 horas

—Espere, ¿qué?... ¿así de fácil?... ¿y después de lo de hace un momento?

—Fechas, horas, todo… lo necesitaré —ignoró al otro, no lo miraba, sólo se concentraba en planear una pequeña venganza por la osadía de su padre  

—No entiendo nada… ¡estuvo a punto de marcarme!

—Es lo que hay

—Usted es un peligro más —soltó el aire con dolorosa resignación— pero se las daré… no tenemos opción —Vio a Kyoya ceder al instinto, pero fue testigo también de que podía controlarse… no tenía opción, ¿de dónde iba a escoger? ¿Dónde encontraría a otro alfa al que pedirle ayuda?

—Mañana, diez de la mañana, el centro —dijo mientras se subía al borde de la ventana y miraba una última vez al castaño—. Herbívoro, sé puntual —admiró las siguientes ventanas, y tuberías. Las usaría para irse de allí

—Como que…. —pero Tsuna no pudo decir nada más cuando vio al mayor salir. Ni siquiera se dio el lujo de seguirlo, no quería saber nada, todo había sido muy raro. Primero casi es marcado y luego Hibari acepta su pedido… ¿qué demonios? ¿Debería ser feliz? ¿Debería estar en pánico?

 

 

Lo único que sabía era que al menos por el momento, tenía una posibilidad de ayudar a los demás… y que, a la vez, acabó invitando a un enemigo poderoso. Era como una mala broma o una pesadilla… ni siquiera sabía si no estaba soñando o algo así

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Sólo diré que hasta aquí tenía escrito la historia y que si simplemente la estaba editando para recordar de qué iba. A partir de aquí las actualizaciones serán lentas como siempre ha sido XD lo siento por ilusionarlos.

Se reciben sugerencias de trama o críticas, mi intención es armar una trama sencilla pero ya me conozco y haré un desmadre si no me detienen (eso pasó en “Problemas de Clase”, y el plan no va por ahí XD).

Eso es todo~

Krat los ama~

Besos~


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