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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Puedo con esto. No debe preocuparse.

 

La mirada de Nana fue dudosa, preocupada, pero amable. Kyoya a veces veía en aquella castaña a la madre que perdió hace tantos años, la apreciaba demasiado, y lo que menos quería era preocuparla o agotarla. Por eso estaban ahí, despidiéndose, porque tenían que tomar sus propios senderos.

 

—Que no te gane el orgullo —Iemitsu soltó una sonrisa amplia antes de dejar en el suelo a Aiko—. Llama si nos necesitas.

—Lo haré.

—Chao, abuelito —la pequeña abrazó una vez más la pierna del rubio y después se dirigió a la castaña—. Chao, abuelita.

—Cuida bien de Kyo-kun y de tus hermanitos —la abrazó y besó en la frente.

 

Aiko sonrió antes de colocarse junto a su padre y tomarlo de la mano, agitó su mano en despedida de aquel par y suspiró cuando dejó de verlos en la esquina, poco después se metió el dedo a la boca y se abrazó a su papá. Kyoya sabía que su hija estaba triste, angustiada, ansiosa, y tenían que lidiar con eso.

 

—Todo estará bien.

 

Besó la mejilla de su niña y la acomodó en sus brazos para adentrarse a la casa, le acarició los cabellos y le dio una manzana. Juntos fueron hasta la sala, donde una cuna amplia abarcaba a los tres cuerpecitos dormidos uno junto al otro, y se quedaron en silencio un rato.

Estaba cansado.

El manejar cuatro niños requería de todo el tiempo y ayuda posible, lo sabía, por eso había estado arreglando las cosas desde que Tsuna se fue. Llamó a algunos, riñó con otros, suspiró ante los comentarios y después solo se quedó con quienes más confiaba. Tal y como hizo siempre.

 

—Kyo-san… traje la ayuda que me pidió.

 

Kyoya miró a Kusakabe, y todo sería normal, pero notó un ligero toque picante que acompañaba al olor neutro de su subordinado. Debía ser un chiste. Pero no lo era, y lo supo cuando, por su puerta ingresó aquella existencia totalmente llamativa y casi ridícula, la misma que se contoneó un poco antes de soltar su maleta y sonreír al acomodar sus lentes oscuros.

 

—No puede ser —susurró.

—Usted sabe que es el más capacitado para esto que se viene —Kusakabe tampoco podía creer que aquel chico se hubiese teñido el cabello de un amarillo casi jocoso.

—Maldición —gruñó bajito cuando lo tuvieron de objetivo.

—¡Kyo-chan!~ —voz chillona en ocasiones, la confianza que le tenía, la musculatura oculta debajo del largo abrigo—. He venido a ayudarte~

—¿Por qué tú? —murmuró entre dientes.

—Porque soy el mejor, cariño~ —canturreó mientras se señalaba entero, lleno de orgullo—. Porque soy especial, y porque ¡adoraré cuidar de tus bebés!

—¿No conseguiste a alguien más? —miró mal a Kusakabe.

—Usted sabe que es… —sonrió incómodo al ver como su “elegido” empezaba a recorrer la sala con interés— bueno en lo que hace… Bastante bueno.

—Seré como una mami hiena —rió estruendosamente—. Protegeré a mis niños de todo mal, los mimaré cada mañana, les enseñaré muay thai y ¡los llenaré de besos! —estaba emocionado—. ¿Dónde están mis niños?~

—Ay, por dios —Kyoya masajeó su sien.

—Niños~ aquí está su nany Lussuria~.

 

Le dio un golpe para que detuviera el escándalo, porque era muy temprano y apenas acababa de dormir a los trillizos. Discutió un poco más sobre ese mal chiste, Kusakabe dijo el quedarse para ayudar o turnarse con los demás para lo mismo, y poco después Kyoya tuvo que aceptar la realidad.

Lussuria era el adecuado, porque no solo era una “mariposa” escandalosa, era un asesino profesional, de los más efectivos, no por nada perteneció a las filas de Xanxus hace algunos años. Él lo acogió entre sus subordinados para librarlo de una muerte segura e injusta, y para darle una posibilidad de redención porque era inteligente y habilidoso en muchas artes.

Era fiel y fuerte.

Era un beta actualmente, y un sobreviviente a la terapia química dada por la clase alfista para las deshonras de las grandes familias… He ahí la razón por la que tenía un ligero aroma picante.

 

—Papá —Aiko se escondía detrás de su padre—, ¿quién es?

—Es…

—Hola, pequeña —Lussuria se acuclilló frente a la pequeña—. Me gusta tu cabello…, parece una flor en primavera.

—¿Una flod? —poco a poco salió detrás de las piernas de Kyoya

—Una muy bonita —rio bajito—, de esas que se abren poquito a poco en la mañana y huelen muy bien.

—¿Sabes de flodes?

—Sé todo de flores y plantas, sé sobre arreglos muy hermosos y de medicina también —de entre su abrigo sacó una flor reservada por lo que parecía ser vidrio—. Toma, es un regalo.

 

Aiko miró a su padre primero, y este, después de hacer una mueca, solo suspiró y asintió antes de acariciarle la cabecita a Aiko en permiso para que se acercara al chico nuevo. La pequeña entonces tomó el regalo y lo levantó por sobre su cabeza para mirarlo con detalle, sonriendo por el brillo y los colores, agradeciendo y perdiendo ese ambiente tenso.

 

—Vamos, hay flodes en el patio, te las muesto.

—Soy bueno con los niños —Lussuria sonrió cuando la pequeña le tomó de la mano.

—Ya veo.

—Siempre quise ser madre, pero como los hombres malos me quitaron ese derecho…, cuidaré de tus hijos, Kyo-chan, con mi vida si es necesario.

—Más te vale —advirtió seriamente.

—¿Cuál es tu nombe?

—Lussuria, pero tú dime nany, o Luss-chan~ —canturreó sin ser escandaloso.

—Lussu —sonrió mientras caminaba—, vamos, vamos.

—Luego hablaremos de tus deberes —Kyoya miró a quien pasaba a su lado.

—No te preocupes, Kyo-chan… Ya limpié el perímetro, y doblé el área de seguridad.

—Wow —se burló.

—Kusa-chan tiene más detalles —sonrió—. Vamos, Aiko-chan~, vamos a ver las flores, porque en las flores siempre hay mariposas.

—¿Te gustan las madiposas?

—¡Claro! Por algo soy una de ellas.

—¿En serio?

—Y si quieres, te puedo enseñar cómo ser una, querida~

—¡Sí quiedo!

 

Bueno, Kyoya tenía que aceptar que Lussuria era bueno, incluso con los más pequeños, porque tenía la suficiente práctica con niños y sabía hacer de todo. De esa forma se repartían las actividades y les sobraba tiempo para espantar a los incautos que estaban siendo atraídos por la buena nueva.

Así que lo iba a soportar.

Más ahora, que lo necesitaba más que nunca.

 

 

Malos ratos…

 

 

—Esto… será en honor a mamá, a papá…, en honor de todos los que hemos perdido.

 

Sostenía un arma con firmeza, su mirada opacada por el cansancio, el hastío de años siendo un títere sin opinión, fulgurando en rabia y resentimiento por todo el pasado mierdero que pasaron a manos de ese ambicioso.

Koyo, se había revelado.

Y con ello…, el actual líder de los Suzuki…, iba a caer.

Apuntaba con firmeza a la cabeza del que llamó “padre” hasta el cansancio, mantenía en su mano libre la fotografía del que fue su verdadero padre y su madre, sus labios estaban partidos debido a la ausencia de líquidos en esos días, y sus fuerzas eran dadas por mero exceso de adrenalina.

 

—Sabía que llegaríamos a esto.

 

Adelheid estaba parada a pocos pasos, haciendo una mueca adolorida porque su herida pierna aun no sanaba por completo y aun así la forzó ese día. Se encargaba de guardar las agujas en sus bolsillos, de ignorar la sangre que manchaba el pasillo, así como obvió a los dos hijos de puta que habían sido sus captores desde hace como tres semanas.

Aun no creía que su “padre” hubiese armado esa treta para desaparecerlos.

Pero tenía sus motivos.

Después de todo, ellos ya descubrieron cómo acabarlo.

Detalles, solo detalles, ya ni le interesaba esa mierda, solo quería acabar con eso y largarse a su mansión para echar a patadas a Zakuro, decirle en la maldita cara que su “reinado” se terminó, y que lo iba a dejar vivo por mera satisfacción de verlo arruinado y declinado a ser un perro faldero sin dueño. Tal vez también le restregaría en la cara que amaba a Enma y que lo protegió desde el mismo instante en que se dio cuenta de sus emociones.

 

—Vamos, Koyo —interrumpió la venganza de su hermano—, déjalo vivo por ahora.

—No.

—Sabes que lo necesitamos.

—Volverá a hacernos daño.

—Ya no puede —se limpió la sangre de los labios—. La información salió a la luz, está arruinado.

—Maldita basura —pero Koyo seguía golpeando la cara agrietada de ese infeliz—. ¿Qué creíste? ¿Que todo te iba a funcionar? ¿Que desviar dinero y no sé qué cosas más, solo te harían más rico? ¿Pensaste siquiera que me dejaría inculpar de todo lo que has hecho? ¡Responde!

 

Adelheid se rindió entonces, solo le advirtió a su hermano que, si mataba al viejo, se les arruinaría un poco el plan. Y ahí estaba el detalle, solo un poco, porque de todas formas llevaban las de ganar. Así que arrastró su pierna herida, se sostuvo el brazo golpeado, y se dirigió a la salida, porque necesitaba aire puro después de ese encierro.

Se sentía tan libre ahora.

Y lo mejor era que ya podía desmoronarse también.

Por eso lloró en silencio, mientras escuchaba los gritos lejanos de los que quedaban, de percibir el aroma de la sangre y del sudor dado por los subordinados de Kyoya y Mukuro, de sentir el escalofrío dado por la brisa fresca mientras se cegaba por la luz del sol. Y lloró sin más cuando cayó de rodillas en medio de ese desierto paraje lleno de cadáveres metálicos.

 

—Adelheid-san, ¿está bien?

 

Asintió entre sollozos mientras reía entre los mismos, porque no sabía si todo eso era verdad y las cosas iban tomando rumbo. Entonces se dejó levantar por aquel chico, quejándose por el cansancio, el hambre, la tristeza y la felicidad. Se aferró al chico azabache que era la luz de los ojos de Mukuro.

 

—¿Cómo está él?

—Enma se pondrá feliz cuando la vea —sonrió Yamamoto mientras daba los pasos lentos para llevar a Adel al auto.

—No creo que pueda verlo por ahora.

—¿Qué? ¿Por qué? —arqueó una ceja—. Si ya acabó todo.

—Aún tengo cosas que hacer —sonrió aun con los labios temblando—. Porque esto no se acaba hasta que el apellido Suzuki quede en ruinas.

—Eso suena mal —chasqueó la lengua—, pero, de todas formas, yo creo que al menos deberían permitirse verse un rato.

—No quiero desconcentrarlo.

—Para nada —Takeshi rio bajito—. Creo que se concentrará más si la ve por un par de horas al menos.

 

No dijo más, no hacía falta, dejaría que las cosas siguieran su curso, todo mientras se mentalizaba a pasar su último celo aun con las cicatrices de esa maldita cirugía para denigrarla a delta. Pero estaba segura de que sería la última tortura, porque Ryohei repararía lo demás.

 

¿Me crees tan tonto como para, de verdad, completar la cirugía?

—¿De qué hablas?

—No te mutilé… Bueno, no de la forma en que quería tu padre —la risa estruendosa ya no estaba, solo los susurros de un secreto.

—¿Qué rayos me hiciste?

—Solo digamos que es reversible…, pero hasta que pueda hacerte otra cirugía, tus celos serán una tortura de nivel máximo.

—¿Qué?

—Te tendrás que sedar y aislar esos días, y aun así… dolerá.

—Eres un maldito cretino.

—Solo deberías agradecer —otra risita—. Y también a los chicos que cerraron la boca.

 

Nadie entendería la felicidad de Adelheid cuando ya pudo ponerse de pie junto a Koyo, anunciar el caos familiar, tomar las riendas de todo, ver a sus empresas caer de poco a poco, reírse en casa mientras el velorio de su “padre” se dio sin un solo asistente, y animándose un poco más por el resto de gente que perdió poder.

 

—Y lo mejor, para el final —Koyo rio divertido junto a sus otros dos hermanos.

—Tu divorcio.

—Vamos, firma, firma.

—Perfecto.

—Como debe de ser.

 

Qué les importaba una fortuna basada en el dolor de sus antepasados, preferían vivir entre risas debido a la pobreza familiar. Les tocaría empezar de nuevo. Pero estaban muy listos para eso, y para más… porque ya no eran prisioneros de la clase alfista. Porque ya no tenían cadenas. Porque lo demás lo dejarían en manos ajenas.

 

 

Flores…

 

 

Un golpe, una amenaza, un disparo. Kusakabe a veces creía incomprensible la estupidez de esos idiotas. Pero nada podía hacer, solo seguía espantando a cualquier intruso en la zona de seguridad de su jefe; liderando los albergues para cualquier omega primerizo o no, que necesitara de protección; imponiendo las reglas y haciéndolas respetar; manteniendo a raya a los cuatro alfas de la zona que aceptaron quedarse y tratarse para no ser dominados por su lado animal.

Era un buen trabajo.

Nunca se aburría.

Y tenía sus recompensas.

 

—Hola, Kukabe —la sonrisa amable de esa pequeña.

—Hola a todos~ —y la energía casi graciosa de la nueva niñera—. He venido a curarles sus raspaduras y a alimentar sus almas~.

—¡Como una madiposa!

—No una, querida princesita… Somos dos —presumía con la niña en sus brazos.

—¡Aiko tambén!

 

Lussuria a veces parecía estar en todas partes, y era bueno, porque ayudaba mucho cuando era debido, además que les llevaba la comida que Nana les preparaba. Adicional a eso, empezó con la instrucción de la pequeña hija del líder, quien, para mal o bien, debía prepararse para lo que viniera.

 

—¿Así?

—Sí, sí, mi niña —Lussuria la dejaba ayudar—. Aprieta un poco más la gasa y usa suficiente alcohol.

—Ta bien.

 

Todos dejaban que la pequeña ayudara a tratar las heridas básicas, los médicos trataban las más graves en privado, y Lussuria las lesiones menos importantes.
Eran un buen equipo. Siempre enérgicos, siempre alertas, siempre yendo de un lugar a otro como si nada pasara, cuando la amenaza era muy grande.

Confiaban en Lussuria para proteger a los niños.

 

—My darling~

—Sí, nany Luss~

—Cuida de tus hermanitos un ratito, ¿está bien?

—¿A dónde vas?

—Escuché un ruido, voy a verificar si los pájaros no se están comiendo las flores.

 

Lussuria era el protector de la casa, deteniendo a algún desafortunado que lograba pasar la barricada, y divirtiéndose cuando el pánico de esos imbéciles se mostraba en el último haz de luz en esos ojos que se cerrarían por largo tiempo. Pero no dejaba huellas, era un profesional, y volvía con una flor para regalarle a la abuela que llegaba de visita, al abuelo que ayudaba con la seguridad en secreto, al padre malhumorado por el estrés, o a los niños que cuidaba como si fueran suyos.

 

—¿Serán los que creo que son?

—Lussuria —advertía Kyoya mientras seguía tecleando en su portátil, sentado en la sala, viendo de reojo dormir a sus tres hijos y colorear a su niña mayor.

—¡Es que es tan emocionante! —dejaba de espiar por la ventana—. Hace tanto que no veo a la hermosa Nagi-chan~. Y no conozco al futuro esposo de la avecilla sádica, de seguro y Muku-chan tiene alguna foto que mostrarme.

—¿Qué es sádica?

—Cariño —Lussuria se acuclilló frente a la niña, antes de que su jefe se enojara—. Esa palabra es de adultos, aun no puedes aprenderla y mucho menos repetirla.

—¿Po qué?

—Porque es mala. Significa algo feo, así que es mejor olvidarla, ¿está bien?

—Ben.

—Ahora, querida señorita —la levantó—, arregle su vestido porque tenemos visitas.

—¿Quién?

—La piña loca.

 

El escándalo que seguía a esa llegada era impensable, pero más sorprendente era que sus bebés no se alteraran por eso. Bueno… Kyoya teorizaba que esa calmada forma de dormir a pesar del ruido, era porque los tres bebés se acostumbraron a la algarabía de Lussuria. En parte, era bueno, solo en parte, tal vez después corregiría eso.

 

—Mi princesita hermosa~ —Lussuria abrazaba a Nagi con cariño, y ella le respondía con una sonrisa.

—Me alegra verte de nuevo.

—Uy, qué hermoso ambiente familiar —Mukuro daba una rápida mirada—. Sin intrusos, ni estorbos, ni niños malcriados que molestar, kufufu.

—Solo tú molestas —comentó Kyoya.

—Qué malo eres —entonces apretaba las mejillas de la niña que se hallaba callada comiendo un chocolate—. No seas como tu papi.

—Amo a papi —comentaba Aiko antes de dar otra mordida a su golosina.

 

Pero había temas adultos que tratar, y pañales que cambiar. Pero no era problema, para eso estaba Lussuria, Nagi, y la pequeña Aiko que ayudaría. Por eso acomodaron a los bebés en sus brazos y se los llevaron a la planta alta. Todo para dejar a los otros dos alfas con sus problemas y asuntos varios.

Como pelearse como niños.

O lanzarse cojines.

Gruñirse como perros.

Y tratar de golpearse y esquivar mientras se decían las verdades.

Típica pelea de dos amigos que decían no serlo, pero que se necesitaban mutuamente para mantener su paz mental y emocional.

 

—Eres un idiota, ave-kun~

—Y tú un lento —apretaba la mejilla ajena con fuerza mientras intentaba aplicarle una llave—, sigues sin proponerle matrimonio al niño ese.

—Oye —se alejó y miró feo al azabache—, eso sí me dolió —se apretó el pecho y fingió llorar.

 

Pararon poco después, tomando la actitud seria que necesitaban, siendo los adultos que eran y tratado de acordar el negocio que tramitaban en conjunto con el plan de los Argento en pro de voltear la sociedad. Porque era una locura. Y muchos podrían salir mal parados si es que no mantenían el plan con extremo cuidado.

 

—Sigo en contra.

—No me importa lo que opines —Kyoya seguía leyendo los documentos y acomodándose los lentes por estrés.

—¿En serio que declararte mentalmente incapaz de manejar tu fortuna y negocios…, es correcto?

—Sí.

—Le estás dando todo el poder a ese niño… —hizo una mueca—, raro, tonto, torpe, y sin estudios… Podría terminar con todo por lo que luchaste por años.

—Lo sé.

—Ave huraña… ¡estás loco!

—Según estos papeles —al fin cerró la carpeta—, así es.

—¡Pero es demasiado! ¡Maldición!

—Deja de molestar con eso y solo hazlo. Remite estos documentos y completa el trámite.

—No quiero —se quejó cruzando sus brazos y haciendo un puchero infantil—. Sabes que es un riesgo muy grande.

—Serás mi tutor y el de Tsuna, no hay de qué preocuparse.

—Sí, sí, no te robaré nada, pero también es una fachada y el niño ese tendrá libre acción con tus cosas —se restregó el rostro—. ¡No estoy de acuerdo!

—Sé los riesgos.

—¡Pueden quitarte a tus hijos! —intentó con otra cosa.

—No lo harán mientras Nana, Iemitsu y Lussuria se encarguen de cuidarlos.

—¡Lo harán si creen que eres una amenaza!

—No pasará… No daré ni un solo problema.

—¿Y tu territorio?

—Kusakabe.

—Y… Y… —ya ni sabía qué decir para que Kyoya cambiara de opinión.

—Solo cállate y hazlo.

—¡Pero!

—Necesitamos que esto se acabe, piña loca.

—Loco tú —hizo una mueca y tomó la carpeta de mala gana—. Bien, tú ganas…, pero si te quedas en la calle y en la miseria, yo no te ayudaré. Solo me reiré de tu mala fortuna y me adueñaré de la custodia de tus hijos.

—Solo eso falta —suspiró con cansancio, intentando no recordar el aroma de Tsunayoshi.

—Uy sí —Mukuro rodó los ojos—. Ya me hartaste, me voy a ver a tus hijos.

—No les pegues tus gustos raros.

—Más raros que tú no pueden estar.

—Idiota.

—Malhumorado.

—Gracias.

—Iugh, no me agradezcas, eso es raro —se dio media vuelta.

 

El tema se quedó ahí, porque nada más interesaba, nada más se haría después de eso. Porque Kyoya perdería todo el poder que juntó en esos años, y se lo cedería a alguien más.

Sería duro.

Pero no había vuelta atrás.

 

—Ay qué hermosos son tus pequeños —Mukuro adoraba a los bebés—, menos él, porque se parece mucho a ti —señalaba a Alaude y, en respuesta, el niño fruncía su ceño—. ¡Lo ves! ¡Igual a ti!

—Es lindo —Nagi reía bajito mientras acomodaba las pequeñas hebras rubias del bebé.

—Mi hemanito es lindo —Aiko se hallaba en brazos de Kyoya, mirando a todos.

—Son tan calmados y casi no dan trabajo extremo —Lussuria se hallaba alimentando a Sara—. Ah —suspiró embobado al ver a la pequeña hacer una muequita—, soy tan afortunado.

—Bueno —Mukuro miró a Lussuria y después a Kyoya—, ¿seguro que es apto para cuidarlos?

—Me ofendes —Lussuria sonrió divertido, acomodándose las gafas negras que solía usar—. Estoy más capacitado que todas esas niñeras que tú analizabas.

—¿Estabas analizando niñeras? —Nagi miró sorprendida a su hermano.

—Entonces…

—No —Mukuro entendió a lo que se referían todos—, pero en un futuro quiero tener un bebé con mi linda golondrina, así que me preparo y elijo lo mejor.

—Yo me ofrezco desde ya~ —sonrió Lussuria.

—Ofrecido —bromeó Nagi—, pero me gusta la idea.

—Al paso que va… eso tardará mucho —Kyoya limpió la boquita sucia de su hija que por fin terminó el chocolate—, así que está bien.

—¡Oye!

 

 

Primicia…

 

 

Una canción de cuna a lo lejos era la compañía perfecta para un chocolate calientito. Skull lo adoraba, por eso se acomodaba en el harem, solo para presenciar el calor maternal de I-pin mientras dormía a su hijo. A veces estaba ahí solo él, a veces junto a Yuni, a veces solo se quedaba un ratito y a veces toda la tarde.

Era hermoso.

Pero debía regresar al trabajo y por eso se llevaba un bocadillo hasta llegar al apartado para las prácticas varias. Se reía al escuchar a lo lejos una pelea, que seguramente era de Verde con Lal o Colonello, y después rodaba los ojos por escuchar las órdenes de un azabache infeliz de patillas rizadas que a veces quería ahorcar por ser un…

Pero bueno.

Era soportable, todo mientras apoyara sus planes.

 

—¡Levántate, idiota!

—Qué rudo —se burlaba Skull al ingresar y cerrar la puerta.

—¿Es todo lo que puedes hacer, mocoso?

—El mocoso es otro —susurraba antes de morder su pastel.

—¿Y creías que solo ibas a ser el magnate de los Hibari? —Reborn tomaba de los cabellos a aquel castaño para levantarlo.

—Dame… un respiro —jadeaba agotado.

—Si vas a liderar esto…, vas a tener que defenderte también —un golpe más—. ¡Defiéndete, mierda!

—Está recién parido.

—¡De eso ya dos meses y más!

—Ay, qué malhumorado —reía Skull mientras se limpiaba las manos.

—Piérdete si no vas a ayudar.

 

Skull veía con pena al castañito que temblaba producto del agotamiento por el entrenamiento físico, pero poca compasión le tenía porque le advirtió que así sería desde que empezó todo. Porque si alguien quería entrar a ese mundito raro, tenía que estar listo no solo para ser inteligente y estratega, sino para soportar amenazas de muerte y atentados varios.

Pobre del idiota que pensara que solo sería la carita bonita delante del plan mayor.

 

—Ya, ya, Reborn —sonreía de lado—. Ya te divertiste, ahora me encargo yo.

—¡Cállate! —hablaba molesto, porque ese mocoso no resistía nada.

—Querido —se burlaba del azabache que lo mataba con la mirada—, hay algo que te interesa en la planta alta, deberías ir.

—¿Qué?

—Bermuda vino a negociar un pacto —rio bajito—, porque Lambo está haciendo bien las cosas. Así que ve, mi amor.

—No seas blando —gruñó antes de darse media vuelta y acomodarse el traje.

—Claro que no, mi osado alfa.

—¡Deja de burlarte!

—Creí que te gustaba que te hablara bonito.

 

Discusiones comunes y a las que Tsuna se acostumbraba, más porque no podía argumentar algo o burlarse también, porque apenas y podía respirar. Pero lo prefería así, ya que su mente estaba centrada en la fatiga y en el dolor, de forma que ahogaba el recuerdo de las personas que dejó atrás.

 

—Levántate, Tsuna.

—Sí —se erguía tembloroso.

—Mientras te pateo el trasero, ¿no quieres hablar de tu familia?

—No.

—Bueno… pues entonces solo violencia silente.

 

El tiempo no se sentía, los problemas llegaban, y Tsuna poco supo hasta que un día cualquiera, le entregaron un sello junto con una carpeta que tenía que revisar.

Sin pensarlo, un día simplemente le llegó una especie de nombramiento como líder de los Hibari, y después le dijeron que Kyoya ya no valía nada.

Entró en pánico.

Claro que lo hizo.

Pero después de una pelea por información, se enteró de todo, de la fachada montada a su espalda, de los privilegios y del cómo debería manejarlos. Y se sintió neutral. No sabía si era por el shock de tantas cosas juntas, o si estaba tan agotado físicamente que su lado emocional se había apagado. Solo pudo suspirar, mirar al frente y decir una sola cosa.

 

—Estoy listo.

 

 

Notas finales:

 

Este capítulo y el siguiente serán así de secos, o algo parecido, porque no nos vamos a detener en tanto detalle sobre líos legales y esas vainas. Lo que nos interesa es el desastre que se arma en la sociedad, pero más importante, es el accionar de Kyoya.

Porque ya nada más hay que decir.

Como compromiso, además de una forma de agradecimiento a KatyKatLoveu por su trabajo, me estoy buscando un tiempito libre para crear lo que falta de este drama.

Ya casi termino, y se nota, pero tal vez me estoy olvidando de algunos detalles debido al hiatus que me aquejó, así que se los agradecería si me lo hacen notar.

Los ama~

Krat~

Muchos besos y fuerza para superar lo que se nos viene en el mundo real~

 

 

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