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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Habían visto cada paso de Tsuna a través de los medios de comunicación o internet, en realidad no era difícil hallar novedades, porque era la noticia del momento. Así que sabían que Tsunayoshi estaba bien, realmente bien, protegido por un alfa o un escolta.

Para Kyoya era un peso menos que cargar.

Al menos hasta que Aiko aprendiera a usar un computador o a leer para informarse de todo lo que Tsuna hacía lejos de su hogar. Por eso solía tomarse al menos una hora al día para hablarle sobre la familia que tenían, explicarle las cosas de forma sencilla, darle confort y esperanza.

 

—Hay muchas personas que necesitan ser defendidas, porque también hay personas malas.

—¿Y mami Tsutsu las cuida?

—Lo está haciendo —acariciaba la cabecita a su hija mientras le mostraba una foto de Tsunayoshi—, y lo hará hasta que esas personas malas dejen de hacernos daño.

—¿A ti también te hacen daño?

—Sí —le besó la mejilla—, porque si esas personas te hacen daño a ti, a Tsuna, a Sara, o a cualquier omega, yo también seré dañado.

—Entendo.

—Así que debemos esperar —cerraba el computador—, esperar a que Tsunayoshi regrese, porque su trabajo es importante.

—Estaño a mami.

—Yo también —suspiró—, pero sé que vendrá de visita, así que siempre hay que tener listas algunas galletas, o algo rico que le guste a él.

 

Entonces llevaba a su hija con él hasta la cocina, le colocaba un delantal floreado que Lussuria mismo fabricó para la pequeña más grande de la casa, y buscaban juntos una receta que probar. Lussuria a veces los acompañaba, o a veces traía cerca a los bebés para que también disfrutaran de los aromas hasta que tuvieran la edad de ayudar.

Incentivaba a su hija a tomar gusto por actividades que le recordaran a Tsuna, le hablaba de él con cariño, mantenía todas las fotografías posibles enmarcadas, le daba su espacio en esa familia que seguía con su día a día. Era su forma de mantener a su pareja presente, y lo hizo tan bien, que hasta Lussuria empezó a memorizar algunas cosas sobre ese alguien importante.

 

 

 

Transcendencia…

 

 

Los negocios iban bien, en apogeo, la destrucción de un mundo alfista también. A veces tenían el placer de ver llegar a algún heredero de la clase alfista a pedir ayuda para no quebrar, ocasionalmente peleaban por un negocio o se enfrentaban a un mini atentado.

Tsuna a veces creía que todo eso era un sueño.

Pero Aria le certificó que no, que eso era el resultado de años y años tramando un plan en silencio. Un plan organizado por Skull que tenía información de la mayoría de magnates que frecuentaban burdeles secretos, además de informantes regados por decenas de distritos rojos de alta calidad; y de Reborn, quien deseaba vengarse de la sociedad que le condenó a ser un ser incompleto.

 

—¿Usted no sientes ese rencor, Aria-san?

—Sí, pero a diferencia de mi hermanito, puedo controlarlo.

 

Era difícil, pero también era divertido en ocasiones. Como cuando Lambo llegaba de visita a animarlo o cuando se encontraba con sus otros amigos, quienes de alguna forma terminaron siendo peones como él, que se vieron en el frente de batalla por un bien mayor. Aunque Takeshi era la excepción, siempre era la excepción, porque él solo ayudaba a Mukuro por diversión.

 

—¿Y no vas a volver a casa? —tal vez la más cercana a él ahora era Haru, porque ella era libre casi por completo.

—¿Qué?

—¿No extrañas a tus hijos?

 

Era una pregunta dolorosa, pero con el tiempo, Tsuna aprendió a lidiar con ella. A ahogar ese dolor y volver a centrarse en sus deberes que cada vez incrementaban en dificultad y número. Porque, claro que extrañaba a sus pequeños, pero era débil en esos aspectos… y tenía miedo de que, al volver, ya no quisiera separarse de ellos de nuevo… o que, al ver de nuevo a su alfa, su vínculo dado por el lazo lo llevara a derrumbarse y abandonar todo.

Y no estaba siendo paranoico.

Uno de los omegas que ayudaba a Skull, salido del propio harem inicial, ya pasó por algo así. Fue muy difícil para él, no soportó la presión, y no solo abandonó la misión… sino que se suicidó poco después, porque se creyó un traidor hacia su hijo y a su alfa. Skull hizo de todo para deshacerse de ese fallo sin dejar huellas, acabando con cualquiera que haya escuchado información que le afectara, y silenciando a otros tantos más.

 

—Volveré solo cuando pueda decirle a Aiko que jamás alguien podrá hacerle daño.

—Sabes que tal vez eso no pase ni siquiera en un año —entristeció, porque ella también deseaba tener una vida tranquila en su casa, con sus padres y la señora Lavina.

—Lo sé.

—Al menos visítalos unos días. Es lo que yo hago.

—No.

—Tsuna-kun… sé que es diferente. Pero si yo extraño a mi familia y al idiota de mi esposo…, tú debes estar muriendo de nostalgia por tus pequeños.

—Es mejor que no los vea.

—¿Estás seguro de que es la mejor decisión?

—No —suspiró—, pero es la que voy a tomar.

 

Haru nunca estuvo de acuerdo con eso, pero tampoco tenía poder sobre Tsuna, así que más no podía hacer. Solo… intentar ser una ayuda mayor para que la carga de su eje principal fuera menor. Y, aun así, a Tsuna le tocó lidiar con los Gesso, enfrentarse al alfa líder, a las amenazas, a tomar la difícil decisión de no ceder ante las demandas de Byakuran y sentirse culpable por lo que podría pasarle a Shoichi.

Pero como diría Reborn.

 

—Para ganar, a veces hay que sacrificar algunas cosas.

 

 

Tiempo…

 

 

La poca brisa era satisfactoria, las canciones de antaño adornaban la estancia, el aroma de algún pastel salía de la cocina, y la casa se mantenía en armonía. Ya quedaron atrás esos ataques casi suicidas dados por enemigos de los Hibari que trataban de hallar una forma de derribar al actual líder omega a través de amenazas hacia su familia, dejaron de llegar las visitas de evaluadores quienes verificaban el mal estado de salud mental del antiguo líder.

Se terminó la época de encierro para Kyoya, porque el asunto de su incapacidad mental quedó de lado. Todos verificaron que él no iba a salir de su territorio, que de verdad le cedió el poder a su omega, y que sus cuatro herederos estaban protegidos por un escuadrón de betas, sus abuelos, y al menos tres alfas allegados a la familia. La casa de Hibari Kyoya llegó a considerarse intocable.

 

—En Junio hace calor —Lussuria acomodaba el vestido de Aiko—, por eso es mejor que te mantengas fresca.

—Sí —sonreía mientras le daba el peine a su nany.

—Pero si no te gusta el vestido, me dices y lo cambiamos.

—¡Me gusta! —sonrió.

—Es que eres tan bonita~ —abrazó a la pequeña—, como un pajarito.

—¡Nany también es bonito!

—Aw~ —canturreaba levantando a la pequeña en sus brazos y dando vueltas—. Nadie como tú, princesita.

—Nanana…

 

Entonces Lussuria detenía su pequeño entretenimiento para girarse hacia esos tres pares de ojos que lo observaban desde su corralito improvisado en la sala. Sentía que podía morir de amor, porque ante sus ojos tenía a tres hermosos y regordetes bebitos de nueve meses que aprendieron a identificarlo con un repetitivo “nana”.

Era tan feliz.

 

—Sara se está comiendo el osito —Aiko señaló a la pequeña.

—Oh, no, no —Lussuria dejó a Aiko en el suelo—, los peluches no se comen, pequeñita.

 

Lussuria tenía que quitarse las pantuflas e internarse en ese corralito para cargar a la pequeña princesa pelirroja y corregirla, pero terminaba encantado con los balbuceos de Sara y la mimaba como se merecía.

No podía resistirse.

Tampoco podía ante las risitas del rubio regordete que gateaba lentamente hacia él y se aferraba a su pierna mientras hacía un berrinche para ser cargado también, porque Giotto siempre quería tener toda la atención sobre él.

 

—Alaude —Aiko sostenía las manitos de su hermano que luchaba por superar la limitante de corral—, no puedes escapar. Todavía estas chiquito.

—Nononono —solía quejarse mientras sus pequeñas piernitas temblaban por estar largo rato de pie.

—Alaude ¿quieres que entre contigo? —Aiko reía antes de treparse al sillón y sorprender a su hermanito al sujetarle las manos—. ¡Hola!

—A… Aaaada —solía llevarse muy bien con Aiko, Lussuria lo sabía, así que dejaba que el bebé se entretuviera con la princesita mientras él lidiaba con los otros dos.

—Necesito una ayuda extra para tomar fotos —se quejaba porque no iba a poder tomar la fotografía cuando Alaude cayó de sentón sobre su pañal y luego Aiko se sentó también para hacerlo jugar.

 

Pero todo eso terminaba cuando por la puerta llegaba el líder de esa familia, quien últimamente portaba sus lentes más seguido debido al trabajo que llevaba a cuestas, o a las recomendaciones de su médico por un fallo en su visión. A veces también llegaba Kusakabe, o una visita extra por parte de los Rokudo, pero siempre era una visión parecida.

Los grititos animados de los tres pequeños.

Cada uno pidiendo atención por parte del adulto, incluso Aiko elevaba sus manos para saludar efusivamente a su padre. Lussuria, por mera diversión, también tomaba la faceta de “esposa” y ondeaba sus manos en un saludo efusivo y grupal con los pequeños retoños que amaba como si fueran suyos.

 

—Estoy en casa.

 

Kyoya estaba ya acostumbrado a la algarabía, solo obviaba las constantes atenciones de Lussuria que le ayudaba con los lentes o la chaqueta, a veces hasta le traía algo de comer; y se centraba en las cuatro caritas que le pedían atención a gritos.

Reía.

Era su pequeño cuarteto emocionado.

No lo cambiaría por nada.

Besaba la frente de su hija, se internaba en el corral, se acomodaba en la mitad y se recostaba para que sus pequeños se le lanzaran encima. Era su forma de darles atención equitativa a todos, para no priorizar a alguno y dejar que lo llenaran de besos babosos o balbuceos inentendibles.

 

—Papi, nany Luss nos iba a llevar al parque —Aiko se recostaba cabeza a cabeza con su papá.

—Buena idea.

—¡Vamos! ¡Tú también!

—Claro.

—¿Puedo invitar a alguien más?

—¿A quién?

—Podemos intentar llamar a mami Tsutsu.

 

Mientras Kyoya cuidaba que Sara no cayera de lado, y que Alaude y Giotto no se pelearan, suspiraba y miraba a su hija mayor. Porque no era fácil negarse a esa petición, ni lidiar con la tristeza de su niña cuando Tsuna no contestaba el celular porque estaba ocupado.

 

—Podemos intentar.

—¡Sí! ¡Iré por el teléfono! —se levantaba a prisa—. Le pediré a nany que me ayude.

 

A veces desearía poder mentirle a Aiko, pero era mejor si no lo hacía. Solo la dejaba ser. Verla animada mientras pedía ayuda con la marcación, mientras esperaba que le contestaran, mientras platicaba con alguien del otro lado, y esperaba alguna señal.

 

—Sí, tío Skull.

 

Odiaba esa señal, pero a veces también la agradecía, porque esa serpiente de cabello lila sí podía mentir y le inventaba cualquier historia bonita a una pequeña, quien no perdía la ilusión de ver a su “madre” en alguna ocasión.

Quien no podía ocultar su descontento era Lussuria, quien fruncía el ceño o hacía muecas sin que Aiko lo notara. Porque Lussuria jamás ocultaría su rabia e impotencia por la ausencia del tal Tsunayoshi en esa familia tan hermosa.

 

—Tío Skull dijo que mami enviará regalos —Aiko sonreía, pero sus ojitos demostraban su tristeza.

—Después del parque podemos ver fotos de mamá por la computadora —y Lussuria no podía resistirse a consolarla—, ¿quieres?

—Sí, por favor, nany.

—¿Quieres invitar a alguien más? —Kyoya tampoco podía evitarlo—. Para que vaya al parque.

—¡A tía Adel y a tío Enma! —se animaba con rapidez, elevando sus manitos y agitando el teléfono.

—Hay que llamarlos entonces~ —Lussuria también parecía feliz—, y podemos molestarlos un poco.

—Sí~.

—¡Haremos que Adel use una corona de flores!

—¡Sí! ¡Sí!

—Y a Enma le pintaremos las uñas.

—¡Sí, sí, sí!

—Seremos cuatro mariposas entonces~

 

Kyoya estaba muy cansado como para protestar por ese escándalo y esos planes malvados, prefería dejar que todo fluyera y que de verdad Adelheid llegara ayudarlo con los trillizos. Aprovecharía para hablar un poco, y descansar de todo lo que ocurría lejos de su zona de confort.

De nuevo iba a darse esperanzas de que Tsuna volvería a casa.

 

 

Miradas…

 

 

Xanxus miraba con fastidio a su mano derecha, porque estaba molesto y a la vez un poquito divertido por ver a ese tiburón en esa situación. Planeaba reírsele en la cara, pero también iba a gritarle que limpiara el desastre que hizo en el baño del departamento que compartían. Porque el hijo de puta no tuvo mejor día para revelar que tenía la panza llena.

 

—Sabes que no voy a aceptar que cargues a un crío aquí.

—¡Ya cállate, jefe bastardo! —ah sí, estaba de pésimo humor—. Ya te dije que no fue mi culpa, maldición.

—Debí castrarte cuando tuve la oportunidad.

—Uy sí, te corto los huevos primero, idiota.

—Limpia eso, y ve a sacarte al mocoso.

—Lo haré cuando se me dé la maldita gana.

 

Discusiones diarias, sí, pero era la primera que tenían con respecto a ese tema. Porque Xanxus ya se lo olfateó —literalmente—, y obligó al tiburón a hacerse una prueba de farmacia, la misma que acababa de dar positiva y desencadenó las náuseas de Squalo. Vaya mierda que cargaban, y justo cuando las cosas estaban más que bien.

Porque se aprovecharon de un pequeño caos nacido en tierras japonesas, para hacerse de poder en todas las demás regiones que poco a poco se quedaban sin apoyos principales dados por las pocas naciones totalmente alfistas que quedaban. Era el apogeo de los Varia en Europa, pero tenía que llegar un desastre para alterar sus nervios.

 

—No quiero un mocoso que chille por aquí. Si lo tienes, te largas.

—Me lo voy a quitar de encima —bufó Squalo mientras se secaba el rostro—, pero primero le voy a partir la cara al maldito padre… y avisarle.

—No sabía que eras sentimental, basura.

—No lo soy… pero el mocoso —instintivamente se tocó el vientre plano todavía, porque no debía tener más de seis o siete semanas— también es la carga de otro. No lo hice solo, así que la otra parte también se va a tener que aguantar esto.

—¿Y crees que acepte lo que harás?

—Si no acepta, me importa un carajo —bufó—. Que el que se jode soy yo y no él…, pero al menos se lo voy a decir… porque tiene derecho a saber.

—Y… —Xanxus sonrió—, se puede saber el nombre de la otra escoria.

—VOOOIII… ¡¿y a ti que te interesa, maldito jefe?!

 

Pero Xanxus reconocía una cosa de todo ese lio, porque era la oportunidad perfecta para moverse a viejos territorios, a retomar su poder en las sombras de su pasado. Solo por eso aceptó que el tiburón se fuera a su tierra natal, con la única orden de que retomara negociaciones con Ricardo y que analizara a quien tenían que cortarle el cuello para hacerse del poder en el bajo mundo.

Y quién sabe.

Tal vez metería sus influencias para ayudar a esa causa tan estúpida dada por los omegas que alguna vez intentó cazar, porque quería reírse en la cara de todos esos viejos infelices que intentaron hacerle la vida imposible también a él. Oh sí, sonaba tan dulce, que de solo pensarlo sonrió.

 

—No pensé volver allá para deshacerme de un hijo y de paso moler a golpes al idiota ese —suspiró Squalo cuando llegó al aeropuerto—. Me lleva la puta que me parió.

—Qué boca —comentó alguien que pasó junto a él.

—Qué falta de huevos —le respondió antes de lanzarle una botella de agua—. Y si no quieres que te rompa la cara de niño bonito que te traes, no me digas nada. ¡Me escuchaste!

 

Si ya antes tenía malhumor, ahora estaba mucho peor, pero sabía que pasaría pronto. Tan rápido como se encontrara con Dino, le golpeara en la cara porque lo dejó en estado, y le escupiera que su jueguito de favores a cambio de otros favores se acabó.

Y tal vez debería visitar a sus antiguos amigos, quienes de la noche a la mañana se hicieron famosos.

Sí, se iba a divertir.

 

—Tienen razón, siempre es bueno regresar a casa.

 

 

En solitario…

 

 

Su nueva familia incluía a los abuelos de sus hijos, y fue con ellos con quienes compartió los festejos que poco a poco seguían llegando. Como el cumpleaños número cuatro de su hija, quien aún guardaba un lugar por si Tsunayoshi llegaba, pero que suspiraba resignada solo recibiendo un obsequio por correo y una corta llamada.

Aiko se ponía un poco mejor cuando su padre la llevaba a visitar una tumba que podía llenar de flores de muchos colores, donde le hablaban de su otra mamá, de una chica linda que le sonreía en una foto, y a la que le contaba que también quería ser bailarina. Aiko aún era pequeña, pero sabía bien que el nombre de Liliana era importante en su vida, y en la vida de su padre.

 

—Espero mami Tsutsu nos acompañe la siguiente vez, para dejarle flores a Liliana.

—Le mandaremos un mensaje.

—¡Sí!

 

A veces, Kyoya no entendía cómo hasta Enma, o Haru, llegaba para ver a los niños; pero Tsuna no lo hiciera. Y en otras lo justificaba, porque de ser el caso, él también actuaría de esa forma. No sabía a qué causa apoyar. Así que intentaba no pensar mucho en eso, y los demás evitaban el tema también.

 

—Este será especial, Kyo-chan.

 

Lussuria se acostumbró a ver la tristeza en la mirada del Hibari, a guardarse sus sentimientos de compasión para no hacerlo enojar, y fingir que no sentía resentimiento por el tal Tsunayoshi. Él solo seguía con su trabajo, sus actividades varias, su felicidad innata que intentaba mitigar la ausencia de una figura “materna” dada por el omega de la casa, y a recordar las fechas importantes como esa.

 

—Haremos un gran pastel, invitaremos a todos sus amigos.

—Hum —Kyoya hizo una mueca.

—Ya sé que usted los quiere —rio divertido—, por eso los invitaré, pero dejaré que usted les gruña y les diga que los odia.

—Lussuria, cállate —advirtió mientras seguía doblando grullas de papel.

—Les compraremos ropa a juego, unos sombreritos de cumpleaños, unos zapatos de… —la mirada de Kyoya lo calló—. No me mire así —bufó—, es el primer cumpleaños de nuestros tesoritos, lo voy a disfrutar y usted no me lo va a impedir.

 

Planes, risas, visitas, adornos por el patio, la algarabía contagiosa de Aiko que invitó a tres niños de la edad de sus hermanitos, amigos del parque, los abuelos que estaban más que emocionados y vivaces por los preparativos.

Kyoya solo podía mirar a sus tres niños que caminaban tambaleantes por el jardín, quienes reían y jugaban a perseguir a Hibird y a Aiko, todo mientras Lussuria aplaudía y cantaba. Pensaba en ellos, en la figura ausente de Tsunayoshi, en el cumpleaños que celebrarían, en las ganas que tenía porque Tsuna llegara.

Tenía esperanzas.

Dejó al menos tres mensajes que no fueron respondidos.

Llamó a Skull.

Sabía que seguramente Takeshi, Enma y hasta Adelheid habrían llamado también.

Pero eso no le quitaba el miedo.

No quería que sus hijos perdieran la oportunidad de pasar con Tsuna en ese día.

 

—Llegará —y no era el único esperando, Nana e Iemitsu también lo estaban—. Él no se perdería esto.

 

Ternura al ver a los tres bebés que balbuceaban cosas sin sentidos mientras intentaban alcanzar los globos colgados en las paredes, risitas dadas al ver a Alaude intentando quitarse los zapatos y a Sara intentando robarse una galleta de la mesa, orgullo dado por Aiko quien habilidosamente adornaba los pequeños cupcakes para los invitados. Diversión al ver a Lussuria usar un ostentoso par de alas de mariposa porque Aiko lo quiso así, para que fuera a la par de las propias.

Los invitados que llegaban y disimuladamente revisaban si alguien más estaba en el lugar.

Tres bebés con sus diferentes personalidades recibían a los invitados y a sus regalos. Sara sonreía y se lanzaba a los brazos de sus conocidos, especialmente si era Enma porque lo quería más que al resto. Giotto levantando sus manitos para que le hicieran caso y le regalaran una galleta, balbuceando cosas al ver a Mukuro con quien jugaba cuando podía. Alaude evitando a todos, aferrado a la pierna de Kyoya y negándose a aceptar regalos o mimos de ajenos. Y Aiko, llena de vida cediendo los gorritos de fiesta, señalando la mesa de bocadillos, corriendo de un lado a otro como si fuera la organizadora.

 

—Ya es un año —Adelheid veía todo junto a Kyoya y Alaude, apartados del alboroto en el jardín, siendo ellos tres los huraños.

—Si quieres decir algo, solo dilo y no des rodeos —acomodó a Alaude en el mesón de la cocina para darle su papilla.

—Tu esposo hizo muchas cosas en un año —le sonrió al niño que abría la boquita y balbuceaba por más comida, aunque todavía su boca estuviera llena—. Debo aceptar que hizo algo bien.

—Sí.

—Ya no lo odio si es lo que crees —limpió la mejilla del chiquillo—. Pero tampoco lo apoyo.

—Lo sé.

—Si no llega hoy… No solo habrá perdido mi confianza, sino la de Enma, la de sus propios padres, y la de Aiko —empujó suavemente a Kyoya—. Si eso pasa, te ayudaré.

—No es necesario… porque él llegará.

 

Mucha fe, o demasiada estupidez. Todos lo pensaron, incluso los padres de aquellos invitados que poco sabían de los problemas de familia, pero nadie dijo nada, solo escuchaban la vocecita de la niña de cuatro años que esperaba ilusionada la llegada de su “mami”.

Todos sintieron pena cuando empezaron a cantar la canción de cumpleaños para los trillizos, y un sombrero adornado por una mariposa de papel seguía en la mesa en espera de su destinatario. Todos sonrieron con pena cuando el pastel fue repartido y se guardó un pedazo. Y algunos no sabían si despedirse e irse antes de que la pequeña se desilusionara.

 

—Jamás le hagas esto a tus hijos —la mirada furiosa y lila del mentor, acalló cualquier palabra del castaño—. Entrarás ahí, te disculparás por la tardanza, dirás que soy tu amigo y que nuestro escolta rubio de aquí atrás es mi guapo novio —rio divertido al ver a Gamma—, y abrazarás a tus hijos.

—Gracias.

—Gracias nada. Que de no ser por la histérica de Lussuria, no me hubiese enterado —le golpeó la cabeza en reprimenda—. Aprende a apreciar a los hijos que tienes. ¡Niño idiota!

—Ya deberías entrar —suspiró Gamma—, y no digas que soy el novio de Skull.

—Di que es mi amante —rio mientras empujaba a Tsuna.

—Tampoco eso —protestó el rubio.

—Diré que son mis amigos y ya —sonrió el castaño antes de mirar la entrada adornada por globos.

—¡No me salgas con que estas nervioso y entra!

 

Tsuna ignoró a Skull un momento para apreciar la que fue su casa hasta antes de aquel lio en que se metió. Se llenó de recuerdos bonitos, de otros un poco feos, y de unos especiales. Sintió emoción y miedo, ansiedad y éxtasis. Fue un manojo de emociones que lo hicieron temblar al atravesar la entrada, tal vez por eso fue recibido por un par de ojos azules como el cielo, tan brillantes y dulces como lo eran cuando se despidió de él.

No supo si fueron sus feromonas alteradas por la emoción o su vínculo dado por el lazo alfa-omega, pero fue descubierto antes de que estuviera listo. Y lo agradeció. Porque con Kyoya no hacían falta palabras, solo acciones, y por eso se acercó hasta refugiarse en ese pecho y dejar que lo abrazaran con cuidado y dulzura.

 

—Estoy en casa, Kyoya.

—Bienvenido… Tsunayoshi.

 

 

Notas finales:

Si se fijaron, el salto fue de casi cinco meses.

Y en el siguiente habrá más saltos de tiempo.

Krat está un poco histérica por esto de la pandemia, aparte le bloquearon la posibilidad de publicar en Facebook… otra vez. Así que me comen las ansias y siento que me ahogo. Joder. No sean como Krat y respiren, tomen agüita y pasen esta pandemia en paz.

Los amo~

Besos~

 


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