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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Skull estaba haciendo una mueca graciosa mientras contaba hasta veinte antes de acabar con el momento romántico de esos dos, pero Gamma no lo dejó, es más, el rubio desvió la mirada cuando aquel alfa se inclinó para besar al castaño.

Era vergonzoso ver, aunque sea una muestra mínima de afecto en un ajeno.

 

—Iugh, esto es demasiado para mí —susurró Skull.

—Tal vez solo estás celoso.

—¿Celoso yo?

—Tal vez porque Reborn no te trata así.

—No digas estupideces.

 

Skull ya no soportaba ese ambiente de feromonas felices, así que se abrió paso hacia esa casa, aprovechando que el alfa dueño estaba distraído. Solo ingresó para curiosear, escoltado por Gamma para que no hiciera estupideces, pero ni bien puso un pie dentro, se topó de frente con las gafas oscuras que se volvieron su odisea desde que Lussuria logró hallar su contacto privado.

 

—¿Lo trajiste?

—Obvio —hizo una mueca—. Ahora, más vale que el pastel valga la pena.

—Te serviré un gran pedazo, cariño.

 

Tsuna suspiró profundo cuando el azabache se separó de su rostro, sonrió sin poder evitarlo, entre avergonzado y muy feliz. Hasta sintió que se le escapó una lágrima, pero se recompuso casi de inmediato para disculparse por esa ausencia tan larga. Aunque, después de un rato, notó que Kyoya no le estaba poniendo tanta atención y solo le sonreía mientras le acariciaba la mejilla.

 

—Creo que deberíamos entrar.

—Solo un momento más —el azabache deslizó su pulgar por esa mejilla—, porque sé que no te vas a quedar por mucho tiempo.

—Lo siento.

—Solo déjame disfrutar de esto.

 

Kyoya volvió a inclinarse para besar al castaño con dulzura, despacio, repetitivamente, quería grabarse la sensación en la mente, percibir el aroma a flores de Tsunayoshi, solo eso. Le acarició los cabellos y frotó sus mejillas, le sostuvo de la mano y entrelazó sus dedos. Cuánto adoró escuchar la risita del castaño por unos instantes antes de volver a su pequeña realidad.

Le besó los nudillos antes de entrar.

Guio a Tsunayoshi hasta su hogar.

Tsuna notó varios cambios de inmediato, como un ligero aroma impregnado en muchos lugares, un aroma que no conocía y que le incomodaba porque era un intruso en medio de sus recuerdos familiares. Pero bien sabía que no tenía derecho alguno de protestar, aun así, sintió celos y repulsión. Sin embargo, todo eso se le olvidó cuando escuchó una vocecita singular.

Se apresuró a ingresar, olvidándose que hace mucho no pisaba esa casa, obviando el miedo al qué dirían de él, sin prestar atención a los invitados que seguramente conocía, solo se abrió paso, incluso dejando atrás a Hibari, para buscar a la dueña de sus más bonitos recuerdos. Ni siquiera se fijó en el silencio que se formó cuando él estuvo solo a unos pasos de Aiko.

 

—¿Mami?

—Te dije que volvería.

—¡Mami!

 

Tsuna recibió en brazos a su princesita, rio suavecito al escucharla decir algunas cosas tan rápido que no entendió, le besó las mejillas con emoción y la consoló cuando esta empezó a llorar debido a la emoción. Sentía tanta pena entremezclada con emoción, y aceptaba que ese era el motivo por el cual omitió aquella visita hasta ese día.

Estaba asustado.

Aun así, estaba ahí, acunando a su pequeño pajarillo de cuatro años, ignorando la mirada extrañada de algunos desconocidos y la aliviada de los demás, también fingió no saber que Mukuro le sacaba la lengua como si fuera un niño. Se concentró en Aiko hasta que su niña le sonrió con calma y le dio un besito de bienvenida.

Pero olvidó un detalle; bueno, olvidó varios, pero se dio cuenta de eso cuando se topó con la mirada de una beta que al parecer lo reconoció. La saludó con una ligera reverencia con su cabeza, y solo ahí recordó que aun vestía de traje porque salió casi corriendo de la última reunión. Era obvio que algunos de ahí dedujeron que él era el “omega Hibari” que últimamente era presa de muchos escándalos y noticias.

 

—¡Tsu-kun!

 

Los besos y bienvenidas siguieron, y Tsuna los dejó ser, porque hace tanto que no veía a sus padres, a sus amigos –algunos-, incluso se dio tiempo de hablar con Kusakabe y aquellos que siempre estuvieron ahí para cuidar de su familia. Aunque también hacía eso para evitar el más duro enfrentamiento que tendría que superar ese día.

 

—Tienes que ver a Giotto, Sara y Alaude —fue Aiko quien alzó su voz para frenar aquella tontería—. Vamos, mami Tsutsu. Vamos, vamos —señaló.

 

No fue fácil para Tsuna.

Incluso los que nada sabían de esa familia, lo notaron.

Kyoya cargaba en brazos a Alaude, Nana a su pequeña Sara, Iemitsu a Giotto, y fue un momento un tanto raro cuando se acercaron a Tsuna. Era como acechar a sus miedos. No sabían cómo iba a salir todo eso, si los niños se negarían o estarían felices de volver a estar con Tsuna, pero debían intentarlo.

Porque el castaño no había visto a sus hijos desde hace casi un año.

 

—Les traje un regalo.

—Como si eso fuera… —pero Mukuro fue golpeado en el costado por Takeshi para que se callase.

—Bueno, son tres, pero alcanza en esta cajita —Tsuna sonrió nervioso antes de mostrar el obsequio—. Bueno… —pero Skull le quitó el regalo y lo empujó para que ya acabara con eso de una buena vez.

—Mami, él es Giotto —Aiko aún estaba en brazos de Tsuna, ignorando la tensión que se mostraba a su alrededor—, ella es Sara, y él es Alaude —señaló a cada uno—, por si no te acuerdas sus nombres.

—Lo recuerdo —se sintió culpable—. Lo hago.

 

Nana e Iemitsu intentaba que los pequeños pusieran atención al castaño, susurraban muchas cosas, pero los bebés estaban más entretenidos en los adornos, su ropa, o una galleta. Fue muy incómodo, pero de todas formas también fue divertido ante algunas miradas.

Hasta que Kyoya se cansó de eso.

Él fue quien le ordenó a Aiko bajar de brazos del castaño, y con una pequeña sonrisa le susurró algo a Alaude antes de trasladarlo a brazos de Tsuna. Todos esperaron que el pequeño llorara de inmediato, pues era bien sabido que no era muy adepto a interactuar con extraños, pero eso no pasó. El rubiecito solo hizo un quejido antes de manotear un rato y mirar al castaño.

 

—Alaude… ¿te acuerdas de mí? —Tsuna sabía que eso era imposible, pero lo intentó.

—Baba —fue la única respuesta del bebé que intentó sujetar el rostro de Tsuna.

—Has crecido mucho —susurró antes de sonreírle y deslizar sus dedos por aquel cabello más clarito que el de Giotto o el de Iemitsu.

—Papa —el rubiecito buscó con la mirada a Kyoya—. Papa —exigió antes de arrojarse hacia el mencionado.

—Es normal —Nana sonrió antes de acercarse a su niño—. Ahora inténtalo con Sara y después con Giotto.

 

Pero sorprendentemente, con aquel par de bebés, que eran mucho más extrovertidos que su hermano Alaude, no sucedió algo tan simple. Sara se negó a que Tsuna lo cargara o siquiera tocara sus manitos, y cuando Iemitsu intentó ceder a Giotto, este empezó a llorar a vivo pulmón. Tsuna sintió tanta tristeza con eso, pero intentó no demostrarlo y solo dejó que Enma matara el momento al ofrecerle algo de comer.

La fiesta siguió.

Pero no fue lo mismo, incluso los ajenos se excusaron y se fueron.

Porque todos notaron que la figura omega de ese hogar, estaba desplazada.

Muchos intentaron entretener a Aiko para que no se diera cuenta de lo que pasaba, los abuelos intentaban en vano que los niños se acercaran a Tsuna, incluso itnentaron sobornarlos con comida y dulces, pero lo único que pasaba era una aceptación temproal y un reinicio doloroso poco después.

 

—Eso es lo que pasa cuando te largas y dejas a tus mocosos con el padre.

—Gracias por animarme —ironizó Tsuna, fastidiado por lo cruel que solía ser Skull con él.

—Oye, yo jamás te prohibí regresar. Esto es tu culpa.

 

Tsuna no replicó, porque era verdad. Si bien Skull y Reborn se la pasaban demandando, amenazando, hiriéndolo cuando se equivocaba, eran solo condiciones, pues mientras él cumpliera con su parte, el tiempo que le sobrara era suyo. Ni siquiera le pusieron cadenas o lo encerraron, es más, hasta le daban la libertad de manejar toda la fortuna que estaba a su nombre.

Fue Tsunayoshi quien lo decidió así.

Y estaba pagando un precio alto.

Pero quién iba a decir que eso no fue lo peor.

En cierto momento, cuando el ambiente ya se estaba calmando un poco, el invasor que tanto le causaba repelús, surgió cuando no pudo ocultarse más. Tsuna no dejó de mirar al intruso de voz agudizada y personalidad llamativa, y no dejó de mostrarle su descontento ni cuando se presentó como la niñera que ayudaba con el cuidado de los niños desde casi el inicio de todo.

Mukuro estaba disfrutando mucho de eso, Adelheid también, pero ella lo disimulaba de forma correcta. Por los demás, nada fue agradable, por el contrario. Y, aun así, no podían creer que la llegada de Tsuna en ese día estaba errada, porque era una fecha especialmente importante y logró llegar a tiempo.

 

—Si quisiera quitarte a tu alfa, ya lo hubiese hecho, querido —fue la respuesta Lussuria cuando las cosas se pusieron tensas.

—Eres omega, ¿verdad? —Tsuna fue directo.

—Qué más quisiera yo —Lussuria ni afectado estaba por el desprecio claro que le dedicaba el castaño—. Así podría tener bebés, cuidarlos, amarlos, volverme su protector y todo lo que tú no hiciste —sonrió divertido.

—¡Lussuria! —pero Kyoya no iba a soportar un comportamiento así en su casa, contra su omega.

—¡Querido jefe! —canturreó en disculpa—. Usted sabe que todo esto es difícil para mí.

—Solo cállate —amenazó antes de mirar a Tsuna y explicar—. No es un peligro, jamás lo fue o será.

—Lo sé —Tsuna apretó sus labios.

 

Aiko fue quien presentó a Lussuria como su nana, le contó al castaño todo lo que hacía en casa, y Tsuna sintió en ese muchacho su claro reemplazo, pero no quiso cortar la ilusión de su hija al relatar todas las travesuras que hacía junto a Lussuria y sus hermanos.

 

—Nana —Sara buscó atención, y Lussuria no se la negó.

—Sí dulzura —cargó a la nenita—, ¿qué quieres, preciosa?

—Bibi, papa —murmuraba como siempre.

—¿Por qué no le pides eso a tu mamá? —ah, Lussuria lo estaba disfrutando—. Ve por mamá —dejó a la pequeña pelirroja en el suelo.

 

Mukuro estalló en carcajadas cuando la pequeña, en vez de dirigirse hacia Tsuna, corrió hacia Nana, su abuela. Y cuando Lussuria intentó que Giotto también buscara a su “mamá”, el pequeño caminó tambaleante antes de aferrarse a la pierna de su padre. En el segundo hecho, Adelheid casi suelta una risita, pero logró controlarse y mantenerse serena.

Hubiesen seguido jugando con la pobre felicidad del castaño sino fuera por una sola advertencia del dueño de casa. Mukuro protestó por su cortada diversión, Nagi se enfadó y tiró de la oreja de su hermano. Adelheid se limitó a simplemente cuidar de Alaude que la buscaba para que lo cargara, y a su lado, Enma buscaba desesperado una forma de terminar con esa molesta situación.

 

—Solo necesitan tiempo —Kyoya suspiró cuando Sara estuvo en sus brazos y se negaba siquiera a ponerle atención a Tsuna.

—Lo sé —Tsuna no pudo hacer más que intentarlo, sin éxito.

—Mami Tsutsu, ya que estás aquí, mañana vamos al parque —Aiko se aferró a las piernas del castaño sin medir peticiones o palabras—. Di que sí, por favor.

 

De entre toda esa pesadilla, Tsuna sabía que podía confiar en la pequeña de ojos lilas brillantes para subirle el ánimo, tal vez por eso no pudo responder a esa petición y simplemente la cargó en brazos para mimarla y compartir un poco más de pastel.

Debía aprovechar lo bueno, intentar lidiar con lo malo, y aceptar que eso solo era una visita.

 

—Tal vez deberías solo cambiarles el pañal —Skull estaba amando burlarse de Tsuna.

—¿Y si te llevas a uno? —Gamma no era el mejor dando consejos.

—¿Y si solo se callan y me dejan en paz hasta que tengamos que volver?

—Qué grosero. Nosotros solo queríamos ayudar —Skull fingió ofenderse ante de irse con Lussuria hacia la cocina, Gamma solo los siguió.

—Va a ser una tarde muy larga —suspiró Tsuna.

 

Lo fue, porque Mukuro presumió que Giotto lo amaba, Lussuria presumió que Alaude lo buscaba cuando quería ser mimado, y vio que Sara prefería estar con Enma que con él. Pero también tuvo sus momentos buenos, como cuando Aiko que se durmió en sus brazos, o cuando vio a Kyoya cantarle a Sara para que ésta se durmiera.

Disfrutó mucho cuando los invitados se fueron y fue presa de la dulzura de su alfa. También adoró que sus padres le hubiesen preparado algo especialmente para él y que platicaran en familia mientras el sol se ocultaba. Adoró más el hecho de que Lussuria le diera descanso y se llevara a Skull y Gamma el resto del día.

Porque todo era mejor si estaba en familia.

Hasta se olvidó de los problemas que llevaba a cuestas, y solo se acurrucó entre los brazos de Kyoya y tomó una pequeña siesta mientras sus cabellos eran acariciados. Se sintió mucho mejor cuando Kyoya le susurró que había hecho un buen trabajo y que estaba orgulloso de él. Había extrañado la confianza que le cedía su alfa.

 

—¿Vendrás para tu cumpleaños?

—No —suspiró aun con los ojos cerrados—. No podré.

—¿Vendrás de vez en cuando?

—Sí —sonrió—, porque tengo que recuperar el amor de mis hijos y mantener el tuyo.

—Gracias.

—Pero que Lussuria tenga el día libe esas veces.

—Está bien —sonrió sutilmente.

 

Se quedaron en silencio, sin desear que el tiempo siguiera pasando, sin desear separarse.

Pero no era tan simple.

No cuando ya todo estaba tan avanzado.

Por eso Tsuna previó la llegada de su tutor y escolta, y se despidió de Hibari con un beso largo.

Porque iba a extrañar a su alfa, a sus padres, a sus hijos, su hogar.

Pero tenía que seguir o nada de eso valdría la pena.

 

 

Viento…

 

 

Un herido, un bando superior y un perdedor. En ese punto ya todos se estaban intentando matar porque sus enemigos mayores eran intocables y solo les quedaba por hacerse del poder que sobraba. Squalo había disfrutado mucho de ese año, es más, podía decir que fue su favorito, porque diversión no le faltó.

A veces ser el asesino personal de dos bandos enemigos era divertido.

Le daba la razón a Xanxus: la lealtad es relativa a quien ofrece más dinero.

 

—Deberías aceptar que ya perdiste esto —Squalo bostezaba con pereza.

—No.

—VOOOIIII —enfureció—. ¡¿No te basta que haya matado a tu servidumbre solo para llegar a ti, maldito alfa de mierda?!

—Aun puedo dar batalla —jadeó antes de apretarse el brazo.

—Byakuran, en serio, das pena ahora. Estas arruinado —bufó—, y si no reconsideras tu bando, yo debería matarte.

—Entonces hazlo.

—No —jugó con su arma—, porque resulta que eres el alfa de uno de los mocosos con los que me encariñé en la juventud —hizo muchas muecas—, y solo por él te estoy dando esta oportunidad.

—¿Quién me quiere muerto?

—¿Y eso importa?

—Para mí sí.

—Bueno —Squalo se sirvió una copa, porque no le preocupaba que Byakuran intentara algo—, si te digo, ¿me vas a dejar ver a Shoichi?

—Solo dilo.

—Ricardo —bebió de su copa.

 

Byakuran estalló en furia poco después, Squalo lo ignoró inicialmente y solo lo detuvo cuando el alfa idiota ese empezó a perder demasiada sangre por la bala que le incrustó en el costado del abdomen como advertencia. Pero bueno, la integridad de Byakuran solo dependía de una respuesta y ya se la estaba oliendo.

 

—Bien, ya me aburrí. O te unes a un bando o yo elijo por ti, Byakuran.

—¡Voy a matarlo!

—¿A quién?

—A todos.

—Esa respuesta no me sirve —apuntó a la cabeza del infeliz.

—Llévate a Sho-chan —jadeó cansado, estresado, asfixiado por todo lo que pasó—. Escóndelo… Llévalo con los omegas esos.

—Eso me interesa más —sonrió y bajó el arma.

—Voy a acabar con esos idiotas —gruñó—, por traidores.

—Eso me complace —Squalo bebió el último del líquido antes de acercarse al alfa—. Bien, ahora sirves a los Argento —le golpeó la cabeza—. Sírveles bien y te darán la libertad cuando esto acabe.

—Desgraciado —no pensó caer así de bajo, pero sus prioridades acababan de cambiar.

—Me llevaré a Shoichi con Tsunayoshi —se dirigió a la sección de esa mansión donde su amigo permaneció hasta ese día—, y si alguien pregunta, me pagaste el doble para dejarte vivo.

—Te matarán.

—Uy sí, como si pudieran —bufó Squalo antes de bostezar—. Que lo intenten entonces.

 

Squalo en ese punto era solo leal a Xanxus, a quien le interesaba la victoria de los omegas para hacerse del poder ejecutivo del país. Ya preparaban a su peón para meter entre las filas del gobierno, destrozaban a los peones enemigos desde las sombras, les cortaban el cuello a los últimos alfas que interferían, y se reían en la cara de su principal contacto.

Eran solo creyentes de su beneficio propio. Eran aliados o enemigos. Todo dependía de hacia donde se inclinaba la balanza. Y eso era muy divertido.

 

 

Victoria…

 

 

—Dos años desde que te vimos por última vez —respondió sin mucho entusiasmo.

—Cierto, dos años desde esa promesa —Skull sonrió ante las muchas miradas que se posaron sobre él.

—Por fin regresaste por nosotros —una voz más aguda se quebraba de a poco.

—Yo se los dije —abrió sus brazos—, yo los iba a sacar de aquí.

 

Cuán feliz podía ser con algo tan simple como haber despojado del mundo de aquello tan rastrero. Mucho. Definitivamente lo había disfrutado mucho. Por eso reía a carcajadas cuando todos sus pequeños compañeros se lanzaron sobre él para llorar a viva voz debido a la emoción.

Porque era el último lugar donde pasó sus últimos días como meretriz.

Porque ahora cumplió con la promesa que les hizo a esos niños y terminó con ese infierno.

Skull no cambió de objetivos, era verdad, pero adicionó unos más con el paso del tiempo, y en ese punto terminaba por cumplir algunos. Como ese. Donde recuperó a los bastardos de la clase alfista y los liberó de los burdeles donde fueron condenados a servir. Porque volvió por ellos y les prometió que ya solo existiría felicidad.

 

—Muy bonito y todo —la ronca voz de Reborn espantó a muchos, fue peor cuando vieron al imponente alfa interponiéndose con su única salida—, pero quiero irme de este lugar.

—Ey, tranquilos —Skull miró esas caritas, algunas muy jóvenes, para dales calma—, el gruñón es mi aliado.

—¿No es malo?

—Es alfa, sí —hizo una mueca—, pero es mi alfa y lo tengo comiendo de mi mano —rio divertido.

—Cállate, Skull.

—Así que está todo bien —besó la mejilla de una niña—, además, él fue quien planeó este último golpe.

—¿Último?

—Recuerdan lo que les contaba cuando vivía con ustedes —sonrió—, ¿sobre los otros amigos que dejé atrás?

—Sí.

—También los liberé, y ahora esperan en una mansión a que todos los demás se unan a ellos.

—¿Hay más?

—Son bastantes, hasta formé un harem —rio divertido—, un harem de bellos omegas como nosotros… y a los que convertiré en estrellas.

—¿De qué hablas?

—Lo sabrán cuando me sigan, se metan al auto, y duerman un poco antes de que yo les presente el que será su nuevo hogar.

 

Reborn a veces no sabía por qué le cumplía esos caprichos a Skull, pero tampoco lo cuestionaba demasiado porque mal o bien, las ideas locas de ese idiota a veces lo beneficiaban, aunque esa en especial no tenía mucho sentido para él.

Porque, ¿en qué beneficiaba que Skull quisiera transformar a todos esos omegas en los modelos para su nuevo emprendimiento? ¿Qué de bueno tendría crear la primera agencia de modelos y no sé qué cosa más, conformada solo de omegas? No le veía mucho futuro, y lo reclamó incluso cuando daban el que sería el último de esos viajes.

 

—Los omegas son hermosos. Explotar esa cualidad no solo dará dinero, querido.

—¿Qué planeas?

—Tener la suficiente influencia —sonrió Skull al acariciar los cabellos del omega más jovencito que sacó de ese infierno, una niña de apenas quince que dormía en su regazo—. Para que todos me pongan atención.

—¿Y con qué fin?

—Ya lo verás.

 

 

Tránsito…

 

 

—¿Vamos a ver a papi Tsuna?

—Sí, princesita —Lussuria cargaba con una bandeja de vasos de leche y galletitas.

—¡Genial! Quiero verlo —y Aiko llevaba cuatro bolsitas de papas para compartir con sus hermanos.

—Ya taje a papá —Sara sostenía la mano de Kyoya para bajar de las escaleras.

—¡Gashetas! —Giotto daba saltitos en la sala, animado por el bocadillo.

—Sentate, tonto —y Alaude se fastidiaba por el escándalo de Giotto.

—Sin peleas, mis bellos angelitos —Lussuria dejaba los bocadillos en la mesa, antes de acomodar correctamente a sus pequeñitos en el sofá más grande.

 

Con el tiempo volvieron tradición el reunirse en el sofá para ver un video o conferencia donde el protagonista fuera el castaño omega de la familia. A veces hasta Nana e Iemitsu llegaban de visita para acompañarlos, pero a veces solo eran ellos. Era especial, era una forma para recordar a los más pequeños, quienes ya cumplieron cuatro años, que su otro padre existía y formaba parte de sus vidas.

Kyoya se esforzó para que sus hijos no olvidaran a Tsuna.

Y Tsuna dio de su parte para convivir con ellos en las pocas visitas que hacía a casa.

 

—¿Papi Tsuna vendrá a casa pronto? —los niños miraban expectantes al azabache mayor de la casa.

—No lo sé.

—Espero que venga en navidad y se quede hasta año nuevo como la última vez —sonrió Aiko mientras abría sus papitas.

—Papi, ¿me abes? —ofrecían los niños sus funditas selladas.

—No coman en exceso —uno a uno atendía a sus hijos— y compartan si tienen diferentes sabores.

—Awww, papá Kyoya es tan lindo~ —canturreaba Lussuria—. A mí también ábreme una bolsita de papitas.

—No.

—¡Qué malo eres conmigo, Kyo-chan!

 

Risitas dadas por los dramas recurrentes de su nana, peleas cortas por las papitas que se robaban de las fundas ajenas, la voz cantarina de Aiko que mencionaba emocionada cuando Tsuna iba a salir en la pantalla del televisor, y un silencio nostálgico cuando Kyoya observaba a su omega.

Era sorprendente el poder de un vínculo, porque, a pesar de esos años difíciles, donde el alfa fue denigrado a ser solo un espectador, el amor que Kyoya le profesaba a Tsuna no cambió o disminuyó. Lussuria envidiaba aquello, quería un romance así de fuerte, pero también sentía una infinita ternura por lo mismo. Él había sido testigo durante esos cuatro años de los malos ratos y las buenas anécdotas, así que era el único en decir sin duda alguna, que Tsunayoshi no se merecía todo eso.

Pero qué más daba

No era su problema.

Aunque sí se vengaba de vez en cuando, con comentarios mordaces cuando Tsuna llegaba de visita, cuando se hacía el desentendido y se quedaba en casa a pesar de tener la orden de irse en esas épocas, o cuando le restregaba en la cara al castaño que solo volvía cuando su celo era demasiado difícil de soportar en soledad y buscaba al alfa para usarlo como un juguete.

Tal vez por eso nunca pudo llevarse bien con el otro dueño de esa casa.

Pero no importaba, a Lussuria solo le interesaban sus niños, y los cuidó con esmero todo ese tiempo. Y sabía que, por lo mismo, sus niños jamás lo desvincularían de ese hogar, incluso cuando llegara el día en que Tsunayoshi volviera para quedarse, él seguiría siendo nanny Luss.

 

—Papi se ve tan bonito —suspiraba Aiko, quien jamás dejó de esperar a Tsuna.

—¿É es papi? —señalaba Giotto a la pantalla, admirando al castaño.

—Lo es —Kyoya sonreía enternecido al verlo tan hermoso y radiante.

—¿Sedé tan bonito como él? —miraba a Kyoya en busca de una respuesta.

—Tal vez más, mi pequeño —Lussuria sonreía ante la inocencia de sus pequeñines.

—Es cierto.

 

Disfrutaban de la presentación de Tsuna, de los líos que solía armar con simples declaraciones o cuando se lo mostraba como uno de los más influyentes en su sector de trabajo. Kyoya a veces aportaba con una historia corta del pasado, a veces Aiko platicaba sobre sus sueños para cuando Tsuna volviera, los niños a veces preguntaban algo sobre su otro progenitor, y todo terminaba ahí.

Al menos para los niños, porque Kyoya solía quedarse en la sala, fingiendo limpiar, pero retrocediendo el video para observar un rato más la imagen de Tsuna.

Lussuria se lamentaba el no haber podido quitar la tristeza que aquel hombre guardaba, el no haber logrado que ese castaño idiota volviera a casa y viera lo importante que era la familia, incluso por sobre ese sueño ambicioso de destrozar una sociedad clasista…, pero en ese punto ya mucho más no podía hacer.

 

—Me llevaré a los niños al parque, Kyo-chan.

—Lleva a Kusakabe contigo.

—Debería llamarlo —sugería dándole el teléfono al alfa—, tal vez esta vez sí le conteste.

 

Era una espera sin fin, Kyoya lo aceptaba, y, aun así, no dejó de hacerlo.

Llamaba a veces, le respondían contadas ocasiones para ceder a una plática corta, y en otras tantas no tenía la fortuna de escuchar a su omega. Le daba apoyo moral por mensajes que a veces eran respondidos, disfrutaba de llamadas de negocios en donde podía escuchar los planes de Tsunayoshi, o se sentía complacido solo con una carta que de vez en cuando llegaba a sus manos.

Era un idiota por sentirse satisfecho por eso.

Adelheid tenía razón.

Era un loco.

 

—Pero falta poco.

 

Se repetía, y quería que eso fuese verdad.

Porque quería iniciar de nuevo, con Tsuna a su lado, cuando todo ese mundo al fin dejara de ser cuna de oscuridad y abominación.

Tenía fe en que faltaba un poco y ya.

 

 

 
Notas finales:

 

Me da tanta pena ya estar por el final de este proyecto, pero a la vez me llena de satisfacción.

Muchas gracias por leer esta cosa.

Los ama~

Krat~

 

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