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Un ángel de paso por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

¿Sobrevivientes?

aquí les dejo un capítulo larguito bbs 

Disfruten~

 

 

 

Una risita malévola resonaba en una habitación desordenada, aflorada con papeles en el suelo, libros por doquier, dos computadoras, un televisor, una impresora que apenas terminaba de soltar el documento forjado con fina tinta. Una mujer estiraba sus brazos después de haber colgado el teléfono, sus rizos negros ondeaban con sus movimientos, sus ojos azules despedían cierta maldad que estaba justificada. En su laptop, una fotografía de Viktor Nikiforov tratando de calmar a la prensa después de que su hija reveló cosas que hasta ese punto fueron calladas, se mostraba. Naya había capturado la imagen precisa de la transmisión en vivo y la usaría para su reportaje en una página web que había estado estable durante el último año, pues al parecer esos rusos la dejaron de privar de su libertad de expresión virtual.

 

 

—aquí empieza el juego, cariño — lanza una nueva carcajada y tomaba la copa que contenía ese líquido negro en su interior, para beberlo con paciencia — ya tengo la idea, ya tengo la redacción en mi cabeza, ¡ya quiero ver tu cara cuando saque la noticia!

 

 

La gaseosa burbujeaba mientras ella posaba sus pies en su escritorio, la bolsa de papitas sonó y el crujido predijo un sonido más. El teléfono sonó, el celular lo hizo poco después y Naya moría de risa mientras miraba los objetos ruidosos, porque ya sabía quiénes eran. La satisfacción que sentía internamente desde que la dulce voz de Elizabeth mencionó a Yuuri, era inmensa. Años de lucha culminaban con sólo eso, esa oportunidad se había demorado en llegar, pero lo hizo. Mas, ya la broma acabó, así que se puso seria y su rostro pasó a uno neutral. Ató su cabello, se limpió las migas de su mejilla, sonrió y contestó

 

 

—¡Naya! Al fin contestas — la respiración agitada denotaba la ansiedad del hombre detrás de la línea — dime que ya tienes escrito el borrador de la historia, pero qué es lo que digo — reía suavemente — sé que ya lo tienes. Te daré la primicia, sólo tienes que…

—cariño, ¿quién eres? — se burlaba la mujer, porque escuchaba a su antiquísimo jefe en la línea

—no bromees — de pronto la seriedad llegaba — sabes… sé que hice mal

—que osadía por llamarme en un momento tan importante como este. Estaba tomando un baño y volveré a él. Si me disculpas, colgaré

—¡no juegues, Naya!

—vete a la mierda desconocido que me quitó su apoyo cuando una rusa le dio dinero y ¡lo amenazó! — hablaba con cinismo, aguantándose la rabia

—Naya, si quieres pediré perdón, pero sé que tú tienes la información completa de cómo sucedieron las cosas con los Nikiforov… yo te necesito ahora

—¡púdrete, viejo de mierda! — claro, la chica estaba furiosa

—Naya, por favor — y, aun así, el interesado suplicaba

—come tierra — reía mientras daba vueltas en su asiento — o mejor golpéate el culo con una fusta

—¡Naya!

—¡esto es lo que te mereces por cabrón! Cuando te necesité, me abandonaste… ahora todos ustedes, prensa de mierda, corruptos, ¡pueden irse al infierno!

 

 

Colgaba con fuerza porque estaba enfadada, pues ella había sido la única en contra de los Nikiforov esos años y por esa causa había perdido su credibilidad, había sido rechazada por todo su país, se convirtió en una desempleada más. Ahora volvían con descaro a pedirle información, pero ¡que se fueran al carajo! No tenían derecho ni de besarle los pies

Naya ya mandó a toda la prensa al demonio una vez y se volvió independiente. Sobrevivió con trabajos de medio tiempo, ayudando a Tadashi en esas presentaciones extrañas que tenía, se convirtió en su otra representante y en anónimo seguía escribiendo en blogs que cada cierto tiempo eran hackeados y bloqueados. Naya había creado un libro que nunca fue popular y apenas vendió unos ejemplares, hizo reportajes mínimos en algún periódico de baja calidad, pero ahora volvería con fuerza. Ella nunca dejó de luchar y en ese momento su trabajo valía oro y lo sabía. Iba a aprovecharlo. Iba a usar a todos los que se dejasen usar, porque el mundo debía abrir los malditos ojos

 

 

—cariño, te tengo la primicia — canturreaba

—¿en serio? ¿Y por qué elegiste mi periódico para mostrarla?

—no sé, porque me pagarás bien. Porque me ofreciste cumplir lo que yo pida y porque eres la competencia de mi antiguo jefe — sonreía. Si, Naya era vengativa

—Te daré lo que quieras, sólo dame ese reportaje

—dame dos horas — ahí empezaba su gratificante renacimiento — y júrame que no te dejarás chantajear por Irina

—acepto

 

 

Ahí empezaba sus acciones en contra de esa arpía que le quitó todo. Naya juraba que poco a poco derrumbaría la reputación de los Nikiforov y levantaría la reputación de los Katsuki. Elizabeth le dio el empuje que necesitaba y ahora nadie la iba a parar, porque su deseo de destrucción era inmenso y no tenía el corazón tan noble como el de Yuuri

 

 

Eso…

 

 

Furia, eso despedía Irina cuando lograron escapar de la prensa. Ely, por su parte, sólo se acariciaba las mejillas rojas por la agresión que recibió hace poco. Irina no era tan fuerte debido a que la edad le pesaba, pero aun así aquellas bofetadas dolieron. Viktor reclamaba por aquel comportamiento impropio en una rueda de prensa, bufaba y discutía, pero la menor de ese grupo ni siquiera lo miró; por el contrario, sólo caminaba derecho, limpiándose el resto de lágrimas que conservaba. Cuando quisieron reclamarle, enfrentándola; ella los miró un momento, luego se concentró en Viktor, porque sería al único que le debía una “explicación” y con una simple mirada se entendieron.

 

 

—Tengo casi quince años. Ya no soy manipulable. Merezco ser libre, tener acceso a información, querer ver a mi papi y a mi daddy, a mi familia.

—yo soy tu familia, ¿cuántas veces tengo que repetírtelo?

—te dije que debías ser más duro con ella — reclamaba la anciana — ¡mira el problema que acarreó por decir cosas que no debe!

—Desde ahora no me limitaré y ustedes dos tienen que aceptarlo… o golpearme para callarme

 

 

Palabras simples que Viktor trató de refutar en una pelea sin sentido. En el auto siguió ese lío, al menos hasta el punto en donde se estacionaron lejos de las miradas curiosas, a pocos metros de su hogar, pero estaba claro que la adolescente tenía la razón. Viktor escuchó reclamos de su madre, protestas de su hija, un intercambio de insultos entre ellas y las calló con una sola orden con esa voz de mando que estalló debido a la frustración. Era el peor día de su maldito mes, hasta podía jurarlo, pero la realidad también lo golpeaba y sabía que las amenazas de Ely no eran nada descartables. Su hija podía volverse su peor enemiga, no quería eso, podía perderlo todo menos a su pequeña y por eso aceptó aquella realidad con calma, pues su hija tenía las de ganar. Viktor entonces acalló las protestas de su madre, mandó a su hija a la habitación y se quedó resolviendo el pequeño lío en su cabeza

Viktor sabía que eso no terminaba ahí, sino que la discusión con su madre continuaría, no se equivocó y ya no sabía cuántas veces pasó por algo parecido. Su vida se volvió un constante mar de conflictos desde que hizo aquello. Todo se volvió de esa forma por una de sus decisiones más improvisadas e impulsivas. Y en ese punto había olvidado lo que era que las cosas salieran a su favor y lo que significaba tener el mundo controlado por sus acciones. El gran Viktor Nikiforov estaba cayendo en la desesperación, hundiéndose en un abismo oscuro donde no tenía control de nada. El alfa estaba saboreando el amargo de una perfección que quiso forzar, pero que terminó transformándose en su cruz a cargar.

Jamás en su vida experimentó la soledad que en ese mismo instante lo estaba consumiendo. Su mayor miedo se estaba haciendo realidad… en esa sala solo estaba él y ni un sonido lo sacaba de su infierno… se estaba quedando sin nadie a su lado… estaba sintiendo que todo por lo que luchó, escaparía de sus manos. No quería aquello. Juraba que no tendría ese frío destino, así tuviera que atar un par de alas ajenas a una de sus muñecas... pero después se recriminaba por los estúpidos pensamientos que tenía y volvía a la realidad  

Ely era su hija, su adoración, la única cosa que tenia de Yuuri y a la vez su venganza cruel debido a su orgullo roto. Viktor estaba cegado por la ira cuando Yuuri lo despreció, incluso intentó marcarlo para forzar un lazo y obligar un amor, pero cuando los años pasaron y la infelicidad le llegó, se dio cuenta de la estupidez de esa acción. Su lado malo salió a flote como en otras ocasiones, pero todo estaba cambiando de ruta. Siempre obtenía lo que quería, siempre hizo cosas chuecas con tal de salirse con la suya, ¿por qué ya no era así? Con su sonrisa podía engatusar a cualquiera, con palabras seducía los oídos de todos y su talento natural le trajo la felicidad material. Se creyó siempre el rey del mundo y poco le importaba el daño hecho a alguien más…. Entonces, ¿por qué ya nada era igual a como sus recuerdos dictaban?

Aun recordaba cuando quiso a Yurio de pareja, siendo éste un muchacho bello, delicado, con la voluntad de hierro y esa naturaleza rebelde que quiso dominar hasta volverlo un compañero sumiso y complaciente. Le gustaban los retos. Pero Yurio era un alfa y Viktor, al enterarse de aquello, lo desechó sin consideración. Abandonó al jovencito, olvidando cualquier promesa que le hizo, pues un alfa no le servía de nada. Viktor quería simplemente a alguien al que poder tener a su lado, una persona con quien formar una familia y obtener la perfección deseada en su vida.

El ruso entonces cambió de camino, sin remordimiento alguno evitó al niño que era Yurio, hasta que halló al japonés, su destinado, y a quien pudo manipular a su antojo. Lo hizo cediéndole los sueños que quiso, haciéndolo brillar para que estuviese a su altura y así volverlo el ideal de pareja. Todo parecía tan perfecto que hasta se planteó la meta de casarse cuando Yuuri ganase una medalla más. Luego vino lo de su padre, aquella maldita enfermedad que lo iba extinguiendo de a poco; Viktor se sintió miserable, por eso quiso que Yuuri -al ser el lazo más fuerte y cercano externo a su familia- fuera mucho más infeliz que él y por eso… no le importó dañarlo de esa forma. Esa era el resumen de su más grande proeza y más grande decepción

El rechazo nunca fue parte de sus vivencias, por eso su orgullo herido sacó a flote toda la maldad y negrura que tenía escondida. Viktor estaba podrido desde los quince años tal vez, porque le llegó la avaricia, el poder, y las facilidades que un alfa tenía en la sociedad. Su madre siempre dijo que los alfas tenían el mundo a sus pies, obtenían lo que querían y que los demás deberían obedecerlo sin importar nada. Creció con eso en la cabeza y por eso, el enfrentarse a una persona como Yuuri, le fascinó. Ese japonés lo sorprendía, contradecía, maravillaba, no seguía los planes que él trazaba, era como el antagonista de su vida o un similar… y, aun así, ni siquiera Yuuri debía negarse a sus caprichos

Aquel muchacho de lindos ojos marrones, era su destinado. Viktor creía tener el derecho de moldearlo cuanto quisiera, porque era suyo, no lo iba a entregar a nadie… y si no era de él, tampoco sería de nadie. Aún pensaba de aquella forma y por eso hacerle daño era como un hobby. Planeó su venganza, su madre le dio todas las ideas y las siguió al pie de la letras porque al analizarlas eran la mejor vía que tenía. Quería ver sufrir a quien le dio afrenta, quería verlo en el piso, arrodillándose para suplicar piedad. Quiso pisarlo y cuando estuviera acabado satisfacerse con su obra maestra. Pero una vez más Yuuri le dio contra, pues por más que le quitó todo, lo dejó sin ese beta, le quitó a su hija, lo mancilló y despreció, Yuuri no dejó de brillar y seguía de pie con la frente en alto. Nada salía como el ruso deseaba y eso le daba rabia

Viktor se llevó a Ely, la envolvió dentro de sus alas, la privó de comunicación y la obligaba a modelarse a su imagen. El plan era herir a Yuuri de esa forma desde el inicio, el ruso lo disfrutaba y a la vez tenía a su nuevo tesoro en sus manos… pero todo cambió cuando empezó a adorar de su pequeña niña en una medida mayor a la que se imaginó. Viktor no se fijó en el tamaño de la dicha que le otorgaba la cualidad de ser padre, ni la tortura que podría llegar a ser; no se fijó sino hasta que Elizabeth le dijo un simple «te odio» y su corazón se estrujó como si lo estuvieran apuñalando. Siempre había tenido lo que quería, hizo lo que quería, vengándose de quien quería, cuidando de quien quería, utilizando a las personas a su antojo y viéndolas ceder ante sus demandas. Pero Elizabeth era diferente, porque por más que quiso usarla… no pudo. No pudo dañar a su pequeño ángel

Ely entonces lo despertó de su letargo y su vida de ensueño. Ella era su hija, era su pequeña, quiso también manipularla innumerables veces y en todas falló por completo. La veía y al conectar con esos ojos otoñales y verlos derramar lágrimas, recordaba todo de Yuuri; dentro de su pecho reaccionaba el remordimiento que no pensó sentir jamás. Viktor quiso moldear a su hija a su forma, pero no pudo… se dio cuenta de que Ely era su debilidad. Cada que quería darle contra, no podía; su pequeña niña lo guiaba a él y fue así que entendió lo que se sentía estar del otro lado de ese juego. Fue manipulado, usado, terminó siendo comandado por alguien más. Ely lo volvió más humano tal vez, ella como era el ángel intocable en su vida, pues ella sonreía y le daba el cielo, ella lloraba y lo llevaba al infierno. Viktor siempre tuvo el mundo a sus pies y aun así… Ely estaba por sobre todos ellos, incluso por sobre él.

Ser padre lo cambió todo, tener a una criatura frágil a su lado fue el inicio de su martirio. No podía simplemente lacerar a esa criatura pequeñita y por eso siempre trató de darle todo para que sonriera. Por eso cedió a soltar a Tadashi, por eso la llevo al ballet, le compró todo, le enseñó todo y aun así algo faltaba para que esa sonrisa fuera sincera, brillante, hermosa y completa. «Quiero ver a papi» cuando esa frase era dicha, Ely lloraba y Viktor muchas veces se vio tentado a darle esa dicha, pero lo detenía su sed de venganza. Cada vez que su niña lograba ablandarlo, llegaba de nuevo ese recuerdo doloroso de ser rechazado, el mismo que quería borrar a base de pisotear la felicidad ajena.

Pero todo llegaba a un límite y Viktor estaba por alcanzarlo. El sufrimiento de Ely se acumulaba en sus memorias, lo estaba empujando a un abismo, la necesidad de verla feliz estaba apretando su corazón. Por ver la sonrisa de su hijita, por al menos escucharla llamarlo “padre” podía estar haciendo cualquier cosa… se paraba al filo del acantilado y se daba cuenta de que la última cosa que podía hacer, era… Yuuri. Traerlo, darle a Ely la oportunidad de verlo y aun así no quería, no podía, se negaba una y otra vez. Porque traer a Yuuri sería perder a Ely, tener a Ely sería seguir luchando con esa mirada apagada de su niña y no sabía qué hacer. ¡Debía haber un tercer camino! Y tenía que encontrarlo rápido, porque las cosas se estaban saliendo de sus manos

Hace mucho que mandó al carajo la importancia de un destinado, es más, nunca le importó demasiado. A Viktor le daba lo mismo, porque si su destinado no era de su agrado haría lo que siempre hizo, desecharlo y seguir buscando. Cada pareja que tuvo la escogió por cualidades, pero al verle un defecto que no pudiese tolerar, las abandonaba. Yuuri estuvo en ese proceso también, pero lo mantuvo en su vida porque siempre podía manipularlo y hacerlo como quería… Yuuri poco le importaba ahora, su hija era su mundo y por eso, en ese mismo instante, estaba recostado en el sofá revisando su teléfono, viendo el último video subido a la red y en el que Yuuri tocaba el arpa con pasión. El ruso esperaba los comentarios finales y veía la dedicatoria dirigida a Elizabeth… se estaba cuestionando entonces, ¿qué debería hacer? Por una sonrisa, ¿qué sería capaz de hacer?

Él estaba consciente de que se contradecía en sus propias emociones y acciones. Mas, lo único que en verdad quería con firmeza y sin vacilación, era la felicidad de aquella mujercita que heredó sus genes. Estaba en una encrucijada

Pero el tiempo seguía pasando y los días se acumulaban como copos de nieve en invierno

 

 

—vamos, Viktor. Levántate — la voz de su madre lo despertaba y veía el sol nuevamente. Se quedó dormido en algún punto de esa caótica noche llena de pensamientos y de videos en internet — tenemos un día por delante

—hoy mi niña participará en una exhibición — sonrió emocionado, porque ese recuerdo fue lo primero que logró procesar al ver la fecha y hora de su reloj — ¿ya la viste?

—¿no me dijiste que no me acercara a su cuarto? — decía con ironía, elevando una ceja con prepotencia — haré lo que mi nieta quiera para que tú seas feliz, Vitya

—ya basta, madre — decía levantándose y aliviando sus músculos con movimientos de estiramiento — no arruines esto… hoy no

—no te atrevas a dejar que ese omega se acerque — advirtió con firmeza

—madre, yo sabré lo que hago

—cada vez que involucras a ese omega, las cosas se ponen peor — le retó con la mirada — deja de babear por esa cosa que no tiene valor, Viktor

—mamá, cállate — la miró amenazante — si me fijo en Yuuri es mi problema

—no has dejado de “amarlo” — bufó Irina — deberías olvidarlo, después de lo que has hecho… su odio es lo único que tienes

—BASTA — se forzó a controlarse y calmarse — ya no tienes voto aquí. No tienes decisión y tu estadía depende de tu comportamiento, mamá. No quiero que me digas lo que tengo que hacer

—¡Viktor!

—no decides nada en mi vida ni en el de mi hija. No tienes derecho a mandarme y nunca… repito, ¡nunca! vuelvas a ponerle un dedo encima a Elizabeth — mirada fría, porte duro

—si yo no la corrijo, ¿quién lo hará? — aun así, era una madre, tenía cierto poder sobre su hijo — ¿tú? — dijo con mofa — ambos sabemos que la labor de padre se te da pésimo. No tienes límites para cumplirle los caprichos a tu hija, la sobreproteges demasiado, la consientes sin sentido, no la has educado como se debe y el resultado de eso, fue la rueda de prensa de hace días… donde nos destruyó parcialmente

—yo… es mi tarea y tú no intervendrás — odiaba admitir que su madre tenía razón hasta cierto punto, pero no quería ver la realidad — Te lo he dicho desde hace años. Sobre la educación de mi hija, yo me encargo. Sobre la vida de Ely, yo tomaré el control… no te metas

—no puedo creer que trates así a tu madre — decía con indignación, elevando una de sus manos para hacer una seña de reprobación

—mamá, te amo… pero ya eres insoportable

—recuerda que cuando más lo necesites, sólo podrás acudir a mí — fue como una advertencia y sabía que Viktor estaba consciente de eso — soy la única que te apoyará incondicionalmente… hagas lo que hagas

—mamá… si cometes un solo error más, olvidaré que eres lo poco que me queda y te sacaré de esta casa — no la miró mientras se encaminaba a su habitación — quedas advertida

—cuando pierdas a Elizabeth, veremos si dices lo mismo

—no quiero escucharte más

—Naya… ¿recuerdas ese nombre? — se giró para ver la espalda de su hijo — ya no la pude callar y ahora tu reputación y la mía están cayendo en picada… ten eso en cuenta, Vitya

—poco me interesa eso, mamá

—nunca pensé que llegarías a este punto — ella tampoco cedería a alejarse, después de todo, Viktor y ella tenían una dependencia entre sí — mi pequeño, Vitya

 

 

Ni una sola palabra más, ni un reclamo o rabieta. Irina se quedaba quieta entonces, indignada pero sumisa y Viktor se retiraba a arreglarse a su habitación, puesto que se quedó dormido en el sofá. Viktor llevaba años peleándose con su madre debido a que ésta buscaba la mínima cosa para ir en contra de la menor de la casa; esa era su única cosa buena, así lo definía Elizabeth. Defender a su hija era su rutina y su punto fuerte, hasta él mismo lo aceptaba. El ruso mantenía a su niña como un tesoro, porque le recordaba a sí mismo en una rara combinación con Yuuri, la persona que amó y desechó por capricho.

Viktor tenía su lado sensible y amable, quien pudiera ver su dedicación lo reconocería. Educaba a Ely con paciencia y esmero, secretamente había leído muchos libros sobre paternidad porque obviamente no iba a admitir que era ignorante en ese campo. No era perfecto, pero estaba aprendiendo aún. Tenía orgullo, demasiado según algunas personas y era eso su motivación para seguir recomponiendo las fallas que él mismo lograba captar ocasionalmente. Defendía a Elizabeth por sobre todas las cosas, no la malcriaba, pero era delicado con ella. Le ponía límites, pero le cedía ciertos privilegios también y la recompensa a eso era que su pequeña era simplemente perfecta. Al menos para él, lo era

 

 

—¡VIKTOR! — ese llamado hizo saltar al ruso, que, olvidándose de vestirse, salió al pasillo sin camisa y apenas abotonando su pantalón

—¡Elizabeth! ¿qué pasa? — corrió hasta la sala, de donde creyó haber escuchado el grito, pero no estaba. Entonces volvió por sus propios pasos, alterado porque escuchó un grito más — mamá, más te vale que no…

—¡VIKTOR! — Ely salía del baño de su cuarto tras azotar la puerta con fuerza. El cabello lleno de shampoo todavía y con una toalla envolviéndole el cuerpo — ¡VIKTOR! — gritaba en pánico, saltando como cualquier niño asustado y colgándose del cuello ajeno, rodeándolo con sus piernas y asemejando a un koala

—¿eh? ¿Qué pasa? — sujetó a su pequeña por la cintura mientras esta se trataba de acomodar el cabello, intentando que la espuma no se introdujera en sus ojos y la dejara sin posibilidad de ver su entorno — ¿te hizo algo? Dime, Ely

—¡HAY UNA ENORME ARAÑA EN EL BAÑO! — decía mientras se quitaba los cabellos de la cara y se aferraba a su padre. El ruso apenas se había logrado sostener del primer mueble que vio para no caer con su niña encima — Viktor… ¡¿qué esperas?! — jadeaba desesperada — ¡ve por ella!

—sólo es una araña — suspiraba profundamente, quitándose el pánico que sintió hace poco. Todo tenía su recompensa y eran esos pequeños momentos que adoraba, cuando su pequeña hija era… eso… su pequeña hija, con miedos y cosas por el estilo — tranquila, Ely

—¡¿tranquila?! ¡¿Es en serio?! — decía con ironía sujetando las mejillas del ruso y mirándolo con enfado — es una araña ENORME

—vamos a ver que es — decía besando la frente de su pequeña y suspirando — mataremos a la horrible araña — reía bajito, porque al fin veía a su pequeña en ese lado indefenso que pocas veces mostraba

—eres mi héroe — decía mientras se bajaba con apuro, revisaba que su toalla siguiera bien sujeta para cubrir su desnudez y se posicionaba detrás del mayor. Agarraba la cintura de los pantalones de ese hombre de mirada oceánica y lo empujaba — ahora, ¡sácala!

—la mataré — se reía al sentir una de esas manos apretando una porción de piel en su espalda

—¡no! ¡No! Sólo sácala, no la mates — decía con calma mientras golpeaba levemente la espalda de su padre biológico — pobrecita… no seas malo, Viktor

—está bien — ¿cómo no amar a su pequeña? Ely era un alma noble, dulce, amable, era una esencia pura — entonces la tendremos como mascota

—no juegues, Viktor — decía empujándolo al baño de su habitación — allí está — decía apuntando a la esquina del techo, en donde una arañita se posaba

—está allá arriba — se quejaba infantilmente y sentía los pellizcos de su hija — pero veamos

 

 

La tarea de ser padre era difícil, Viktor lo sabía, pero tenía sus recompensas. Cosas como el abrazo de su hija eran gratificantes, o el hecho de que lo buscara cuando tenía miedo de algo. Situaciones insignificantes para cualquiera, pero que para Viktor, eran el mejor premio a recibir por su esfuerzo. Tenían una relación bastante buena a pesar de todo lo sucedido en el pasado, no se podían quejar. Ambos se conocían bastante bien y era por eso que…

 

 

—¡aléjala de mí! — Ely comenzaba a escapar del mayor, quien por travesura sostenía a la pequeña arácnida en sus manos y seguía a su hija.

—vamos, mírala — reía mientras la perseguía — tiene pequeños ojitos

—¡no quiero! ¡no quiero!

—Ely, saluda a tu nueva mascota

—me las pagarás, Viktor

 

 

Viktor tuvo que perderle el asco -obviamente él no tenía miedo- a esas pequeñas criaturas, simplemente para ser el héroe de su pequeña hija. Pero también había juegos que se realizaban entre ambos, y ese era uno de ellos, perseguirse por la sala, sin importarles las fachas que llevaban. Ely arrojaba los cojines para defenderse y Viktor los esquivaba mientras fingía todavía tener a la araña en sus manos. En parte era divertido y si tan sólo las prohibiciones se acabaran, esas situaciones serían comunes en ese fragmentado hogar

 

 

Hielo…

 

 

Participar en una exhibición era como una hazaña medieval para ganar el derecho a ser considerado duque… de algo, o al menos la fantasiosa imaginación de aquella muchacha lograba sacar eso, de un enredado sistema de recuerdos de sus clases de historia. Sabía que estaba diciendo tonterías, pero no importaba, porque necesitaba usar cualquier cosa para calmar su latir desbocado, el sudor de sus manos y el leve temblar de sus piernas. Lo único que conocía con certeza era que la habían aceptado para participar en ese evento en Inglaterra… una exhibición y apenas era una junior. Era una oportunidad única y sabía que Viktor e Irina tenían algo que ver en eso, pero por primera vez no criticaría el manejo de influencias 

Elizabeth estaba emocionada por aquello, porque podía usar la tonada de su papi para participar, porque ¡diablos! era su sueño hacer eso. Le costó convencer a Viktor para que la dejase usar Yuuri on ice en esa ocasión y que la ayudara a imitar aquella rutina a la perfección. Esa coreografía la recordaba con finura, mas dependió de Viktor para poder aprenderla y le tomó como un año hacerlo. Fue como su hobby el practicar eso, jamás la había presentado como su rutina oficial, pero desde hace dos años practicaba aquello por pura diversión, al principio en secreto, pero después bajo tutela de su entrenador personal

Cuando se enteró de la aceptación de los coordinadores de aquel evento no dudó en gritar –literalmente- que usaría su más preciada rutina para esa ocasión. La practicó con pasión y ahora era perfecta. La iba a usar para la exhibición y hasta su traje era similar al de su papi, exceptuando que ella usaba una falda de color azul y un ligero escote que mostraba su clavícula. Estaba por completo emocionada, se anunció su participación por todos los medios y hasta esperaba que su familia japonesa la mirara por televisión, pues era su momento de brillar. Inglaterra era un gran paso que dar, aunque sólo fuera para un evento menor, le gustaba la idea y juraba que lo iba a hacer bien

 

 

—¿estás lista?

—obviamente — sonreía emocionada mientras apretaba sus puños y cerraba sus ojos, estaba nerviosa — ¡estoy tan emocionada! — revisaba que su cabello estuviera recogido perfectamente y sonreía

—calma o te caerás — Viktor sonreía al ver a su hija en esa faceta, se estaba volviendo una pequeña famosa

—no me envíes malas energías, Viktor — hacía un leve puchero mientras daba un par de saltitos. Estaba lista, practicó en el calentamiento, aflojó sus músculos y todo estaba perfecto — ¡vamos, Viktor!

—lo harás bien… pero recuerda que debes sentir la melodía

— me sé la historia de papi a la perfección — Ely agradecía que en esa ocasión Irina no estuviera presente, al menos no junto a ella y Viktor. Se libraría de las críticas malintencionadas y las miraditas escrutadoras. Irina solo iba a sus eventos oficiales y no a esas “niñerías” — creo que capté sus sentimientos

—mi pequeña triunfará

 

 

Viktor entonces abrazaba a su hija, le besaba la frente y acomodaba un delgado mechón que no quería quedar atado en la coleta de caballo de su hija. Le deseaba suerte en ruso, abrazándola una vez más. Caminaba junto a ella hasta dejarla en la pista donde empezarían a presentarla junto a los demás participantes, para después él retirarse a la zona de las gradas y ver aquello con completa tranquilidad. No tenía nada de qué preocuparse, porque su pequeña sabía defenderse sola cuando era necesario

 

 

Alternancia…

 

 

Tres personas habían estado corriendo en esos momentos previos a la presentación, pues planearon eso por meses. La verdad, no habían tenido certeza de dónde lo iban a aplicar, pero cuando se señaló el lugar en donde se daría el evento de exhibición, decidieron que ahí se llevaría a cabo su pequeña travesura. Los instrumentos que llevaban se movían con los pasos presurosos mientras jadeaban levemente, preparándose con presura. La ansiedad hacía sus manos temblar, secar sus bocas, pero ya tendrían tiempo para lidiar con eso luego del acto principal. Algunos miembros más participarían de aquella locura y eso sólo los hacía más felices, porque era la muestra de su unión incondicional

 

 

—ve, Yuuri — sonreía el castaño antes de besarle las manos al mencionado y abrazarlo — destella belleza pura

—y ustedes dos — sonreía Yuuri mirando a aquellas personitas en frente suyo — muevan esos deditos como ángeles con sus arpas

—pero es un piano — se reía aquella voz dulce mientras saltaba — lo haremos bien

—vamos, Yuuri — una sonrisa cálida, una mirada tierna — ahora corre o te retrasarás  

 

 

Entonces sus caminos se separaron tras darse ánimos. Unos corrían hacia una de las cabinas en donde la música se reproducía para el espectáculo. El otro, oculto bajo un largo abrigo, se escabullía entre la gente hacia donde los patinadores esperaban su turno para dar su mejor actuación. Ambos estaban sonriendo por aquella pasarela que ejecutaban en perfecta sincronía, porque ya analizaron todos los riesgos a eso. Estaban dispuestos a todo

 

 

—¿qué hacen aquí?... oh es usted — sonreía el que administraba aquella cabina y con él, un amigo de Tadashi — pero mira ese…

—disculpe… de verdad — sonreía el castaño mientras tomaba la chaqueta del sonidista y lo sacaba fuera de la cabina — sólo será un ratito

—lo siento. Te juro que no haremos nada malo — decía el cómplice de aquella ocasión mientras cerraba la puerta, la trababa con una silla y veía al castaño — ¡rápido! no tenemos tiempo, Tadashi

—gracias — decía mientras empezaba a posar el enorme aparato lleno de teclas blancas y negras — mil gracias

—como sea — el cómplice ayudaba en la instalación de esa cosa mientras trataba de no temblar por la adrenalina — sólo muévete

 

 

Entonces, con su amigo a su lado, preparaban el instrumento, conectando todos los cables necesarios para que el sonido saliera intacto. Unos pequeños ojos sólo miraban la preparación caótica de los mayores y esperaba a que le dijeran que era su turno. Las risas nerviosas se daban, también el llamado con una sonrisa para que el único niño en la habitación se acercara al castaño y se prepararan para tamaña proeza.

 

 

—Hiro… me ayudarás, pero desde aquí no debemos decir ni una palabra, ¿entendido?

—si — asentía aquel niño de cabellera negra mientras se sentaba en las piernas del mayor y movía sus dedos al igual que Tadashi. Estaban haciendo un calentamiento rápido para su actuación — lo haremos bien

—tú las notas más graves y yo las otras — sonreía divertido mientras besaba aquella cabecita que desprendía un aroma dulce — como lo practicamos en casa

—¡entendido! — reía haciendo denotar sus mejillas sonrosadas por la emoción de hacer aquello. Para un niño eso era una travesura épica

—hoy le daremos a Ely, la tonada para que brille como una estrella

—seremos la melodía que lleve en el alma — completaba el pequeño con una risita baja porque ya era hora de quedarse callados y dar el paso a todo el sonido de “Yuuri on ice”

 

 

Elizabeth escuchaba su nombre en los parlantes, se adentraba en la pista para deslizarse con delicadeza y saludar a los asistentes al evento. Escuchaba los aplausos y les sonreía hermosamente mientras reverenciaba un par de veces, denotando su origen japonés. Cerraba sus ojos por última vez, tomaba aire, se calmaba y adoptaba la posición inicial. Relajaba su cuerpo mientras se mentalizaba las miles de veces que vio aquel video, pues adoraba esa rutina. Su papi fue y aún era hermoso, sus ojos brillaban y sus labios se separaban levemente para tomar aire antes de empezar y ella hizo exactamente lo mismo. Ely lo imitaba con habilidad, porque se enfocaba en sus propias emociones para realizar aquella coreografía

 

 

—en tu nombre, papi — sonreía en esplendor observando a Viktor saludarla desde las gradas más altas — mírame, por favor — sus manos eran las que empezaban a moverse mientras el piano resonaba con las primeras notas de aquello… pero por alguna razón, la canción se escuchó como si naciera de un lugar cercano a dónde ella estaba

 

 

El hielo la recibía con emoción. Las líneas que se trazaban en sus primeros pasos de aquella melodía eran perfectas. El filo de sus patines fue revisado varias veces y por eso se sentía confiada en que su movilidad sería perfecta. Toe loop cuádruple seguido de uno doble. Ely se concentraba en el giro con gusto, mostrándose como una hermosa doncella, cuyo cabello largo y platinado se meneaba al compás de sus gráciles movimientos. Entonces se fijaba en que la tonada tenía un rasgo más fino de lo que pensó, más dulce, más personal, más… más real que una simple grabación. Tal vez solo era su imaginación, pero le gustaba. Y entonces empezaba con algo que ella adoraba y era la introducción del violín

 

 

Yuuri había esquivado a todos los que se le oponían y Lutz a su lado, había hecho hasta lo posible para que pasara desapercibido. Las trillizas lo habían peinado con simpleza para que su cabello azabache y largo, se denotara de forma suave en conjunto con su traje, el mismo del de aquella vez, con el que defendería esa melodía una vez más. Ahora, entonces, se adentró a ese lugar lleno de patinadores y saludó a algunos que lo reconocieron, por eso no le reclamaron el hecho de estar allí entrometiéndose en ese espectáculo, aunque… bueno, después se encargaría de lo demás. Miraba a su niña ya empezar a moverse en ese lugar y su corazón palpitaba lleno de emoción mientras él preparaba el violín eléctrico que usaría, así como el micrófono inalámbrico que le ayudaría a que la tonada fuese audible para todo el público. Vio el giro previo al salto y sonrió porque Ely lo logró a la perfección. Yuuri estaba orgulloso de ella, de su siempre amada, Elizabeth

Llevaba los implementos para gestionar el sonido, sostenía el arco con fuerza y respiraba hondo para calmarse. Pasó los últimos años aprendiendo a manejar ese violín y, aunque no fuera una inminencia, ahora podía controlar cada tono. La nota final del piano le daba la señal que necesitaba y Yuuri colocaba el violín en posición, con su quijada posada en la base y sus dedos sobre las cuerdas correspondientes. Sus patines le ajustaban levemente, eso poco importaba porque tal vez eran sus nervios traicionándole en ese momento crucial. Sin esperar más, ponía el primer pie en la pista, suspiraba mientras el arco se deslizaba y el silencio reinaba el lugar, después de todo… alguien se metió a la pista en medio de la exhibición de patinaje

 

 

Elizabeth hacía su pose clásica, estirando su mano y dedos hacia el infinito, donde su mirada llegaba y se perdía al mismo tiempo. Dejó de escuchar aplausos, todo quedó en silencio y percibió que el violín empezaba a cantar para ella, pero… el sonido nacía demasiado cerca de sí, casi en su oído. Entonces alguien pasó a su lado, incluso el sonido del patín al cortar el hielo resonó y ella se quedó pasmada por un par de segundos. «Un intruso» pensó. Era alguien que intervenía en su acto, pero no sabía qué hacer. ¿Debía parar? ¿Qué pasaba? ¿Por qué ese hombre llevaba un… violín? ¿Por qué ese traje era similar al de ella? Ese cabello negro, largo, y…

 

 

—papi — susurró al conectar su mirada con la del violinista que invadió su espacio

—salta — eso logró leer Ely de esos labios brillantes y sus ojos se abrieron desmesuradamente

—si — dijo aun perdida levemente, pero reunió fuerzas y dio el salchow cuádruple, aunque no logró completarlo y su mano tocó el hielo… ¿quién la iba a culpar? ¿Eso era… real? — papi — dijo con emoción mientras se deslizaba por instinto, completando esa rutina que se sabía de memoria. Su cuerpo parecía haberse separado de su mente. Sus músculos se movían al son de la melodía y de la coreografía que estaba tatuada en su alma

 

 

Yuuri sonrió con ternura, y sin perder concentración empezó con su parte en el violín mientras su hija -que ya sonreía en amplitud- empezaba con el giro sobre uno de sus pies, extendiendo el otro. Fue entonces que los dos se perdieron en su propio mundo. El uno dándole la tonada deseada con el violín mientras sus piernas obligaban a su cuerpo a deslizarse por el hielo, rodeando a la jovencita en un círculo perfecto para jamás perderla de vista. La otra concentrándose en la rutina y en el siguiente loop triple que debía obligatoriamente “clavar”, en honor a su papi

 

 

Tadashi podía verlos a través del cristal de aquella habitación. Podía notar la impresión de Elizabeth al tener a Yuuri deslizándose cerca de ella, rodeándola en una perfecta circunferencia mientras tocaba la melodiosa tonada que ella danzaba. Los dedos no se detuvieron, Tadashi estaba meramente concentrado, pero sus ojos sólo enfocaban a los dos patinadores que se hallaban abajo, en el hielo. Sonrió con amplitud pues también estaba emocionado; él no podía meterse en la pista porque era pésimo patinando, mucho menos podía tocar el violín allí abajo. Por eso, cuando Yuuri le mostró que podía tocar el violín y patinar al mismo tiempo, sintió envidia sana, de aquella que te incentiva a seguir intentando

El pequeño también veía emocionado a los que patinaban, pero cambiaba rápidamente su mirada hacia las teclas que debía presionar, pues él solo daba las notas más sencillas debido a la complejidad. Tadashi tocaba el resto, las combinaciones con rapidez y sonreía besando la cabecita de su hijo que, con mucho esfuerzo, aprendió a coordinar sus dedos con el de su padre. Hiro quiso participar de esa travesura también, después de todo, a la que apoyaba en ese momento era a su hermana mayor, con la que compartía esos ojos marrones que brillaban y mostraban el otoño de una forma extraña

 

 

El violín dejaba de sonar para dar paso sólo al sonido complicado de muchas notas en piano y Ely tuvo que aguantarse las ganas de mandar todo al diablo y lanzarse a los brazos ajenos. Se deslizaba con agilidad sobre el hielo y vio a su padre imitarla como en un espejo. Las mismas poses eran aplicadas, aunque como Yuuri implementaba el violín en sus movimientos, estaba impedido de mover un brazo. Ely sonreía en esplendor porque eso que hacían en ese instante reflejaba las divertidas prácticas que hacía cuando era una niña. No podía creer que estaba admirando a su origen japonés reflejado en la persona que anheló ver por años… era… irreal

Elizabeth admiraba la sonrisa de su papi también. Ambos vestían similar. Ambos tenían el cabello largo atado en una coleta alta. Ambos estaban derramando lágrimas silentes que hacían sus ojos brillar. Ambos estiraban sus manos como intentando alcanzarse, antes de seguir con la rutina. Dieron los giros en concordancia, se cruzaron caminos y la gente dio un gritito al pensar que chocarían, pero no era así, porque hace años hacían lo mismo por diversión, ahora sólo… estaban sincronizando sus almas de nuevo, para que la añoranza se fuera y diera paso a la felicidad de al fin reunirse plenamente después de seis largos años.

Llegaba la hora de los saltos y los espectadores se agarran de sus asientos debido al pánico y a la expectativa, pues no esperan nada más impresionante de lo que ya veían. Un intruso patinando al ritmo de una patinadora categoría junior descendiente del inolvidable Viktor Nikiforov, eso era memorable. Muchos son los que ignoran que el violinista es Yuuri Katsuki, no tan famoso, pero patinador sin igual también. Es entonces que Yuuri acuna el violín y el arco entre sus brazos, y en conjunto con su hija imita un Axel y un flip. La diferencia es que Ely los hace doble o triple y Yuuri solo dobles.

El par de patinadores se sonríen al terminar sus saltos. Padre e hija se ríen porque estaban haciendo su sueño realidad, danzando juntos en una pista de hielo con cientos de espectadores poniéndoles atención, pero en ese momento ellos sólo se miran y nada más. Sus ojos conectados, sus almas al fin reencontradas. Yuuri entonces se detiene y prepara su violín mientras ve a su hija hacer con empeño la combinación de un Axel triple, un loop simple y un salchow. Es perfecto, es la rutina que aprendió hace años, es su momento especial. El de ambos

Los dedos del japonés se vuelven a enfocar en el instrumento en sus manos, no cierra los ojos y de refilón admira a su hija hacer el lutz y el tae loop. Yuuri sólo se limita a deslizarse con calma, en movimientos suaves para no perder coordinación con la tonada que Tadashi le proporciona junto a Hiro. El público se embelesa con la secuencia de pasos de Ely, quien parece ansiosa, emocionada y sonríe espléndidamente mientras evoca a la memoria de Yuuri en sus antiguos campeonatos. Gracia, belleza, feminidad, ella le da su toque especial a aquella rutina también

 

 

«lo haré, papi. Mírame… mira a tu hija»

 

 

Un salto más, uno con empeño y una sonrisa. Un toe loop cuádruple que le deja ya casi sin aliento, pero que está perfecto y es dedicado a la persona que se desliza cerca de ella con aquel instrumento que le encanta. Se mueve con gracilidad, ya todo termina, el piano se reduce, el violín prioriza. Mueve sus brazos con gracia, con orgullo, con felicidad y entonces la pose final.

Busca a su padre con la mirada mientras extiende su brazo izquierdo, sus dedos apuntan a una sola persona y es la misma que ahora está deslizando el arco por última vez en la última nota que termina con aquello. Llora y sonríe. Su labio inferior tiembla. Ely está pasmada, sus emociones estallan y al final deja sus brazos caer. Escucha los aplausos y ovaciones mientras que su padre se relaja y poco a poco deja caer sus brazos también… todo acabó

 

 

Tadashi loa mira con orgullo. La audiencia estalla en gritos, en aplausos, en dicha. Abraza a su hijo con empeño y emoción, alarga un suspiro y siente como su niño también festeja aquel acto. El amigo entonces lo golpea en la espalda levemente y Tadashi sonríe. Es hora

 

 

—vamos, Hiro. Hay que correr

—¡si! ¡Quiero ver a one-chan! — dice emocionado y salta del regazo de su padre. Espera a que el amigo abra la puerta, sus pies no están quietos y da saltitos ansiosos previos al “escape”

—¡esto es invasión! ¡¿Cómo se atreven?! — pero los reclamos se apagan cuando un niño empuja al encargado de esa habitación y al guardia de seguridad y se abre paso — ¡OYE!

—¡lo siento! — Tadashi corre detrás del pequeño azabache también. Sus lágrimas brotan despacio, pues está feliz porque todo salió perfecto — vamos, Hiro. ¡Vamos! — se dirigen hasta ellos, tienen que verla también.

—llegaré primero — festeja el más pequeño, emocionado porque hicieron una travesura. Porque ahora conocerá a la única persona que le interesaba en ese punto.

 

 

Solloza, lanza un gritito de emoción mientras se dirige a su padre con los brazos extendidos. Yuuri, en su caso, con cuidado deja a un lado el violín y el arco mientras patina al encuentro de su pequeña hija. Yuuri la atrapa en sus brazos y la aprieta con el temblor invadiendo su cuerpo. Sus lágrimas se desbordan con potencia al sentir como su pequeña lo rodea con sus piernas y brazos como cuando era pequeña, pero ahora casi no soporta el peso y debe ceder hasta estar de rodillas con su hija acunada entre sus brazos. La aprieta fuerte mientras busca fuerzas para hablar mientras escucha los sollozos fuertes de Elizabeth, pero se queda simplemente enredando sus dedos en ese cabello y besándole la cabeza como puede. Su garganta se ha cerrado, su aire se escapa en un sollozo profundo que refleja emoción

 

 

—has… has crecido ta-tanto — susurra al fin con la voz quebrada, hipando suavemente y poco le importa el púbico o las cámaras — mi pequeña… Ely-chan

—papi… papi — no puede siquiera pronunciar algo, porque el perfume de su padre sigue siendo el mismo y la embriaga trayéndole miles de memorias — al fin te veo — susurraba con dolor mientras posa su mejilla en el pecho del japonés y escucha los latidos acelerados del mismo — pa… pi — sucumbe al llanto y ahoga su grito emocionado y lastimado en el pecho del japonés  

—tranquila — él mismo se obliga a guardar compostura mientras aprieta a su hijita, a su preciado tesoro perdido — mi amada Ely

—yo… yo — se fuerza a tranquilizarse, después de todo tiene tantas cosas que decirle… y debe al menos tener voz para eso, aunque sus ojos se desborden en lágrimas

—decidí adelantar la… visita — Yuuri solloza quedito mientras se aleja un poco para agarrar las mejillas de su, por siempre, pequeña hija — te amo, te amo tanto — dice antes de besarle cada mejilla y después la frente. Suspira porque el aroma de su bebita sigue ahí

—papi… te extrañé ta-tanto — se limpia las lágrimas con su dorso y se abraza de nuevo al mayor. No quiere separarse de la persona que añoró por largos años — tanto… tanto

—yo también… — la besa de nuevo, suspira aliviado, reconfortado, ignorando el frío de la pista — y no soy el único — tal vez no tiene mucho tiempo, así que se recompone, pues a lo lejos escuchó un gritito infantil que le avisaba de la cercanía de dos personas más — adivina quién tocaba el piano — sonríe al ver los ojos de su hija iluminarse aún más

—por dios… ¡quiero conocerlo! — sonríe y limpia todo rastro de lágrimas mientras se levanta y ayuda a su papi a hacerlo también — ¡¿Dónde?! ¿Dónde? — dice con desesperación, buscando con la mirada a los dos involucrados de sus suspiros nocturnos

 

 

Tadashi se vio enfrente de quienes le impedían pasar a esa área privilegiada y entonces atrajo la atención de todos hasta sí, para que su pequeño niño se escabullera con agilidad. Cuando lo vio ya cerca de la entrada a la pista, sonríe, ya nada importa. Con fuerza empuja a las personas que lo detienen, se libera, ignora a la persona que vio a lo lejos y se concentra en el camino hacia la pista. Sólo falta poco. En ese momento Viktor puede irse al demonio porque nadie le quita esa dicha

Lutz, Loop y Axel entonces salen a la luz. Ellas ubicaron al ruso generador de desgracias y con ansias de venganza aplican su estrategia. Ellas trajeron muchas fans consigo y acorralan al de cabellos platas antes de que lograra correr hacia donde Ely y los demás se hallaban. Ellas son demonios y sacan provecho de sus habilidades. Fotógrafos, fans, entrevistas, lanzaron todo contra el ruso y cuando vieron que no podía liberarse de la “barricada” humana; ellas sonrieron satisfechas, pues protegerían ese reencuentro familiar como fuera

 

 

—¡papi! — el pequeño agita sus manos al reconocer a su progenitor, pues busca llamar la atención. Pero con la velocidad con la que corría, no logró detenerse a tiempo y solo sintió el frío ambiente golpearle de repente — eh… eh… ¡EH! — grita cuando sus pies ya no dan pasos y sin embargo se sigue moviendo

—¡Hiro! — Yuuri entonces se asusta, pero ve que su hijo logra sostenerse en pie mientras se mueve sobre el hielo, pero al parecer olvidó las clases básicas y mueve sus manos tratando de dirigir su propio cuerpo — Hiro — suspira

—yo me encargo — Ely apenas lo ve y lo reconoce, después de todo, es la vida imagen de su papi e igual a la fotografía del mismo cuando era pequeño. Ríe con ganas, lo hace como hace mucho tiempo no hacía

—¡papi! ¡Me metí al hielo! — aquella mini copia de Yuuri estaba en pánico, pues no podía parar y sólo se dejaba llevar por la textura lisa — ¡papá! ¡Ayuda! — decía al ver a cierto castaño cerca de la entrada — ¡no puedo parar!

—¡yo te ayudo! — se reía Ely pues se enamoró de ese pequeño con solo verlo apenas unos segundos. Se deslizó entonces hasta agarrarlo por debajo de los hombros y levantarlo — ¿me reconoces?

— ne-chan — susurra mirando a quien lo sostiene en alto — ¡ne-chan! — emocionado estira sus brazos y logra abrazarla. Sonríe, se sonroja, pero deja que lo acunen en brazos como lo que es… un niño emocionado

—¡Hiro! — sonríe y cree que las lágrimas ya no salen de sus orbes porque son tantas cosas, que se pasmaron. Había visto a su angelical hermano sólo en fotos, nunca había podido hablar con él y ahora lo estaba abrazando como a un osito de peluche — Hiro — susurra emocionada y restriega su mejilla con la contraria. Lo ama. Ama a su familia

—eres muy bonita de verdad — sonríe avergonzado, pero la abraza porque siempre escuchó de ella y la veía por televisión o internet. El pequeño siempre quiso conocerla — igual que las palabras de papá

—¿qué dice daddy de mí? — sonríe divertida mientras ve al mencionado y no duda en patinar hacia él. No puede estar más feliz

—que eres una flor de plata — confiesa separándose para mirarla — y que las estrellas se iluminan con tu mirar… y creo que tenía razón

—qué romántico — se ríe porque extrañaba esas analogías. Patina con prisa, sujetando a su pequeño hermano con sumo cuidado. Entonces lo alcanza, al mismo tiempo que Yuuri

—¡papi! — Hiro pasa a brazos de Yuuri, quien lo besa en la mejilla y ambos solo miran a los otros dos… hay tantas cosas que decir y hacer

 

 

Tadashi sonreía ampliamente abriendo sus brazos para recibir a su pequeña niña. No dicen nada porque una vez ya se habían visto y sólo se quedaba demostrarse cariño con solo eso. Ely solloza una vez más cuando siente los brazos protectores rodeándola. Los ha visto a los tres en un solo día, los abraza en un día… al menos a ellos tres, porque sabe que traer a toda la familia y amigos sería muy difícil. Se acuna en el pecho del que siempre consideró su padre y suelta su alegría en sollozos que no puede suprimir… pues se siente una niña de nuevo

 

 

—te amo, mi pequeña Ely — fue el coro de los dos adultos, cuando el abrazo grupal se llevaba a cabo

—yo amo a one-chan también — sonríe con inocencia el más pequeño, aferrándose a la mencionada y suspirando. Era un niño que siempre quiso a su familia reunida. Era perfecto así

—gracias, gracias — susurraba Ely perdida en el confort de esa calidez tan añorada… nada podía ser mejor que eso, aunque solo durara un ratito  

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Quisieron reencuentro y les di su reencuentro. ¿Cómo estuvo?

Confieso que fue un capítulo difícil, después de todo, narrar una rutina de patinaje fue casi imposible, pero si me entendieron al menos la mitad estaré muy feliz XD

Ufff me demoré más de un día en hacer esta corrección, digamos que tuve muchos inconvenientes en el día y apenas logré tener paz XD, pero me siento satisfecha

Yo sólo diré que… tuve que escuchar “yuuri on ice” durante todo el capi, así que, me traumé XD

Ni modo, espero que les haya gustado

Muchos besos~

L@s ama: Krat


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