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Candelabro cenizo por Shinjimasu

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Creí haber sido claro con mis reglas, de verdad que sí, pero tal parecía que, o eran muy complicadas de cumplir o simplemente él era demasiado estúpido como para obedecerlas. Tenía que irme en pocos minutos y esa hada inútil parecía no tener intenciones de levantarse; aún estaba dormido sobre su cama.

En cualquier otro momento o situación lo hubiera dejado descansar, más aún por su condición, pero eso rompería con todo. Debía dejar en claro mi supremacía.

Lo sujeté por su ropa y tiré de él para que cayera al suelo, asegurándome de que lo hiciera sobre su espalda. Un quejido escapó de su garganta y de inmediato me miró.

-¿Qué es lo que estás haciendo?- pregunté sin esperar respuesta -¿Olvidaste acaso tus obligaciones?-

-¡N-No! ¡Claro que no! Yo… ¡Lo lamento! ¡De verdad lo siento, no quería…!-

-Trabajas por tu supervivencia, debo recordarte eso. Por la tuya y la de…-

-¡Y-Yo lo sé! ¡Lo sé, lo sé y lamento mucho lo que pasó! No volverá a suceder, lo prometo- me dijo preocupado –Por favor perdóname, te lo suplico…-

-Ya, ya, no quiero problemas tan temprano- respondí satisfecho –Quiero creer que te quedaste dormido por todo lo que sucedió ayer, pero aun así no pienses que tolerare que algo así suceda de nuevo. Quería esperar para hacerte la segunda marca, pero creo que lo haré hoy mismo, así que más te vale tenerlo todo en orden hasta que llegue-

-¡Sí, sí, lo haré!-

No quise mirarlo de nuevo y me di la vuelta para llegar a la cocina, comer algo rápido e irme a reparar la barda de mi floral. Aún era temprano, pero era mejor así; me evitaría contratiempos y podría llegar temprano a casa.

Cuando llegué lo encontré todo exactamente igual a como lo había dejado. Me acerqué y empecé a recoger la barda. Al parecer se había vencido por su propio peso, lo cual al menos me daba la seguridad de que aquella hada no había llegado con intenciones de robar. Algunas flores se habían maltratado, pero ya crecerían más. Acomodé la tierra y sembré unas pocas semillas extra, recoloqué la malla y esta vez me aseguré de sujetarla con fuerza para que no volviera a caerse; también marqué la zona con rasguños en los arboles cercanos para indicar que aquel era territorio demonio y así evitarme otro problema.

Según para mí había sido un trabajo rápido, pero cuando me fijé ya estaba anocheciendo: había perdido todo mi día ahí, pero la verdad estaba satisfecho. No podía tener un floral cerca de casa, así que me contentaba con al menos gozar de uno aunque estuviera un poco lejos de mí. Era imposible de evitar, me encantaban las flores. Su color, su aroma, su sabor, todo era tan suave y delicado que simplemente no podía evitar gozar de ellas.

Cuando me aseguré de dejar todo en orden volví a casa. Justo terminaba de anochecer.

Creí que me encontraría frente a una mesa bien servida con comida deliciosa, bebida que saciara mi sed y una cara bonita recibiéndome en la entrada, pero aquello solo quedó en mi mente. No había absolutamente nada.

Ni siquiera me molesté en enfadarme y solo me apresuré para encontrarlo. Arrojé mis cosas a un lado de la entrada y empecé a buscar a esa estúpida hada holgazana, encontrándolo dormido sobre su cama de nuevo. Esta vez no pude detenerme por su expresión angelical y lo sujeté sin cuidado para llevarlo a mi habitación, haciendo que se despertara a la mitad del camino.

-Creí haberte dejado las cosas en claro en la mañana- le dije mientras quitaba mi capa y mi cinturón para dejarlos sobre la silla a un lado del tocador perpendicular a la puerta –Pero quizá no me sé explicar ¿Cómo debo decírtelo?-

Él no habló en un principio, pues ciertamente estaba aterrado.

-¿Y bien?-

-Yo lo lamento much…-

-No, no, no; no dije que te disculparas- le respondí –Respóndeme lo que pregunté-

Hubo un silencio.

-¿Y bien?-

De nuevo silencio.

Si bien gozaba mucho tenerlo temblando de miedo frente a mí, la idea de perder el tiempo no lo hacía tanto. Me acerqué a la cama y apoyándome sobre mis manos me incliné hacia su cuerpo -¿Cómo-debo-decírtelo?- pregunté de nuevo con énfasis, pero él no se atrevía a responder. No lo culpo, cualquiera se hubiera negado ante la duda de tan incierta posible respuesta que recibiría de mi parte, pero como dije antes, no estaba para bromas.

Le sonreí y me puse en pie para acercarme a mi cajonera -¿Sabes? Mis intenciones fueron buenas en un principio, de verdad, no necesito mentirte con eso- le dije de manera sincera sin dejar de esculcar dentro del cajón –Pero no entiendo qué es lo que quieres de mí. Las reglas no las puse yo, fueron establecidas desde hace muchos años y es un deber obligado seguirlas y ambos sabemos perfectamente cuál es el castigo por no hacerlo. Algunos prefieren morir antes de humillarse, pero el miedo a la muerte vence a la mayoría y los convierte en esclavos que difícilmente tienen una buena vida. Yo te ofrecí eso, lo único que tenías que hacer era mantener mi casa limpia, separar semillas y servir la cena… pero no veo ni casa limpia, ni semillas separadas ni cena servida ¿Qué debo hacer entonces? Te seré sincero, no quiero matarte, así que solo te haré mi prisionero- le dije dándome la vuelta con un par de grilletes que prontamente estuvieron sujetando sus manos por encima de su cabeza hacia la cabecera de mi cama.

Él no me habló en todo ese tiempo, solo me rogaba con la mirada para que no le hiciera daño mientras se daba cuenta como poco a poco acababa por dominarlo sin que él pudiera evitarlo y que terminara con vida tras el intento.


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