Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amantes Destructivos por koru-chan

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

.


Capítulo dos:


Encrucijada


.


Abrí la puerta de aquel cuarto de hotel encontrándome con el oleaje sinuoso de las translucidas cortinas mecidas por la brisa fresca del invierno. Posé mi maleta sobre un mueble situado bajo un televisor apagado y me acerqué a la ventana para cerrarla dejando que el frío calador se quedase en el exterior.


Me quité el saco y holgué mi cuello junto con aquella opresiva corbata sentándome sobre la pulcra cama. Masajee mi hombro dando movimientos circulares con mi nuca esbozando un leve quejido por lo tenso de este y tras un suspiro resignado detuve aquel acto al instante; algo había atraído mi atención. Agudicé mi oído captando un sonido seco seguido del chapoteo del agua dentro del baño. Extrañado caminé hacia aquel recoveco de la habitación guiado por la sinfonía ligera de la caída de aquel vital líquido. Me quedé unos segundos inmerso escuchando como se le sumaba una voz conocida la cual tarareaba una melodía y canturreaba un par de palabras aleatorias llenándome de paz con aquella banal costumbre. Cogí el pomo de la puerta sin hacer mayor ruido y la  abrí levemente encontrándome con un cuerpo sumergido en la espumante agua cálida y olorosa. Deslumbrado me quedé unos segundos viendo, completamente abstraído, su cuerpo silente de estado somnoliento. Pero el frío exterior se hizo rápidamente presente provocando que sus ojos vivaces se despegasen de sopetón. Buscó con su mirada ávida al intruso al cual atacó de inmediato con su ceño fruncido acompañado con una expresión entre espantada y aliviada.


—¡Akira, me asustaste!—entonó volteándose hacia la orilla de la tina aferrándose como si fuese un niño pequeño.


—No pensé que llegarías antes—hablé—. Igual me asustaste—alcé una ceja concluyendo con un: —. Lo siento…—exhalado como un suspiro cansino sin dejar de apreciar su rostro y como su cabello azabache goteaba.


—¿Por qué no entras conmigo?—propuso sonriendo sin ningún ápice de lujuria en su entonación. Me quedé bajo un mutismo extendido terminando por descender mi mirada oprimida acompañada de un bufido malogrado. Y en aquel acto, pude apreciar de inmediato como el rostro de aquel menudo hombre cambió. Algo había captado con apenas aquel trivial gesto laso—. ¿Pasó algo, ¿cierto?—murmuró—. ¿Quieres hablar?—mis labios parecían sellados al ver la paulatina tristeza en aquellos ojos marrones—. Salgo enseguida—informó mientras yo asentí autómata cerrando la puerta tras mi espalda para incorporarme, nuevamente, hacia la gélida y solitaria habitación. Me senté en la cama mirando hacia los cristales cubiertos por aquella transparente tela al mismo tiempo que intentaba acomodar las palabras correctas en mi mente…


¿Cómo podía decirle que estaba casado? No soportaría ver su rostro desencajado por aquella palabra, y menos su desprecio y odio hacia a mí reflejado en aquel rostro astuto. Estaba en una encrucijada. No quería perderlo, pero, ¿cómo podía estar con él y no dañarlo? Mordí mi labio inferior y bajé mi cabeza para revolver mi cabello como si este gesto quitase aquella hecatombe que tenía en mi mente.


Elevé mi cuerpo una vez que oí como la puerta del baño se abría, y con desgana me giré chocando de modo inmediato con aquel chico quien me dejó sin aliento. Llevaba una bata blanca, de esas típicas de hotel con la marca de este impresa en el costado izquierdo; de tela simplona y sin mucha calidad. Pero él la portaba de una forma exuberante dejando, sin cuidado alguno, entre ver la piel de sus muslos.


Sin meditarlo me aproximé a él sellándole la boca con un posesivo beso mientras lo tomaba de la cintura atrayéndolo a mí de manera brutal y necesitada. Nuestras bocas se alejaron junto a un meloso sonido tras el cual permanecimos mirándonos de forma lasciva. Respirando agitado, no esperé más, y lo lancé sobre el edredón boca abajo oyendo un jadeo seco de mi amante quien se aferró de las mantas con fuerza presagiando lo que se avecinaba.


Sin mucho preludio romántico y bastante cargado a la frustración halé el cuello de aquella única prenda que usaba dejando al descubierto su hombro diestro aún tibio por su reciente baño. Besé su dermis  descubriendo sus glúteos escuchando pequeñas exhalaciones cándidas bramadas con sutileza. Se dejó hacer; sin reclamo alguno más que sonoras respiraciones reprimidas que cada vez se descontrolaban más con cada penetración poco cuidadosa de mi parte. Erguí su cintura levemente masajeando con mi diestra su pene mientras con brusquedad saciaba mi calentura con aquel frágil cuerpo hasta quedar completamente satisfecho.


Cuando salí de su interior pude ver aquel bonito hombre aletargado. Su cabello húmedo y la ropa a mal traer. Ordené un poco aquella bata para cubrir su cuerpo acercando mis labios a los suyos los cuales fueron recibido sumiso sin réplica alguna por mí actuar desvariado y salvaje.


.


—¿Qué pasó?—murmuró tras el paso de varios minutos de completa quietud. Enredó sus dedos en mi nuca sentándose sobre mí regazo vestido errático después de aquel polvo—. ¿De qué querías hablar?—cuestionó  mirándome a la espera de mis palabras obteniendo de mi parte un escueto: —Olvídaloemitido con decepción conmigo mismo. Pero el chiquillo quedó algo dudoso y serio por mi concisa respuesta.  Lo miré perdiéndome en sus ojos para concluir besando el dorso de su mano. Y en una mirada actuada trasmitirle que todo estaba bien—. ¿Seguro?—preguntó. No tardé en afirmar acercando su cuerpo más hacia el mío—. Pensé que terminarías conmigo—me sonrió con congoja dejándome cortado por su sexto sentido—. Normalmente tengo muy mala suerte en esto del amor, ¿sabes?—contó acomodando su cabeza en mi pecho—, No duro mucho con mis parejas. Seguro soy muy insoportable—suspiré pensando que lo que me decía era una locura— . Tú eres la pareja que más tiempo he durado—se alzó sonriéndome deteniendo su mirada penetrante sobre mis labios a los cuales se adosó levemente mientras relamía los suyos incursionando en poseerlos de forma suave y acompasada. Mordisqueó mi labio inferior con coquetería sacándome una risa gustosa por su actuar concluyendo aquello con repetidos besos para seguir un camino hacia mi cuello.


—Tus exnovios fueron unos idiotas al dejarte libre—rió algo cohibido negando con su cabeza.


—Fui un muy mal amante. Aprendí a ser complaciente—aclaró mirándome serio—. Y he sido muy paciente contigo—hizo un puchero que me calentó por dentro, pero ignoré aquello y lo observé introspectivo ladeando mi cabeza a la espera de sus palabras—. Te quería hacer una propuesta— alcé una ceja viendo su rostro algo titubeante—. Mi madre, bueno mi familia siempre organiza una gran cena de navidad. Por ello… quería invitarte.


—Ahm—esbocé una muletilla maquinando una de mis mentiras.


—Será divertido, ya casi conoces a todos. No habrá problema. Además será lindo cenar con mi novio, normalmente siempre soy el solterón de la familia—rió observándome expectante.


—Sabes que tengo mucho…


—Trabajo—secuenció decepcionado con intención de alzarse de mi regazo el cual impedí suspirando. ¿Cómo le podía decir que tenía una nena en casa y que sí o sí tenía que pasar la noche buena con ella y con mi propia familia materna?


—Sabes que mi trabajo es algo exigente, pero también mi familia. Te he contado que para ellos la navidad es un acto “sagrado”. Ellos son muy religiosos y no es algo que pueda transar así como así a pesar que yo no sea partidario de aquellos credos—mi amante frunció los labios bajando su cabeza tras aquella indirecta negativa.


—Ya veo—exclamó.


—Pero—alzó la nuca—… intentaré hacer todo lo posible para ir a tú cena, aunque sea por un par de horas. Iré después del trabajo—su rostro se iluminó y yo suspiré algo cansado recibiendo sus besos. No sabía como lo haría para concretar aquello sin salir trasquilado.


.


.


.


—¡¿Cómo qué te toca trabajar?!—bramó colérica cuando me terminaba de vestir de manera informal sin importarme si mi esposa sospecharía de aquel inusual atuendo inadecuado para la oficina. Sin más que acotar que una mirada irritada por su fastidiosa voz caminé hacia la sala donde nuestra hija jugaba con una muñeca sentada sobre el tapete junto a un arsenal de artefactos diminutos en tonos rosados; completamente ajena a la situación que nos aquejaba.


Busqué un par de carpetas, mi portátil y una serie de artículos regados sobre el escritorio que tenía en aquel cuarto para trabajar. Los cogí con rapidez para introducirlos dentro de mi morral y marcharme de ahí antes que la conciencia me apremiase.


—Ya te había dicho. No tengo forma de objetar—hablé impávido sin observar la figura femenina que había entrado aquella habitación común tras seguir mis pasos.


—Cómo es posible que un día como hoy no puedas siquiera pasarlo con nosotras. Acaso, ¡¿tú trabajo es más importante?!—la miré frunciendo los labios—. Además tenemos una cena con tus padres… ¡¿Cómo podría llegar de nuevo sola con la niña?! Akira, es tan vergonzoso oír como hablan tras mi espalda sobre nuestro deplorable matrimonio. ¿Qué nueva excusa les podría decir esta vez? O Sólo les digo la verdad, qué a su hijo le importa más el trabajo que estar en familia y qué ni siquiera le importa su hija ni su esposa?


—¡Sino trabajo, ustedes no comen! ¡Sino hago sacrificios, ustedes vivirían en la miseria!—le grité actuando como un patán al mismo tiempo que veía como mi hija, llorando, se abrazaba del vientre de su madre. Chisté con mi lengua tomando mi maleta—. Ustedes vayan primero. Yo llegaré cuando termine lo que me encargaron…—concluí acercándome a ambas para acariciar los finos cabellos de la pequeña quien me miró algo cohibida por aquel acto tras haber presenciado mi lado irritado. Hice una mueca de medio lado para luego salir sin despedirme de la progenitora de mi hija; huyendo de todo sin importarme mis responsabilidades.


.


.


.


—¿Estás cocinando para mí?—vi como su diminuta espalda se contrajo dejando de cortar aquellos alimentos verdes en cosa de segundos. Su rostro aniñado brillante se apegó a mi pecho con dicha como si un golpe adrenalínico lo hubiese invadido de sopetón.


—¡Dijiste que no vendrías!—exclamó ensimismado—. ¡Ay, demonios!—bramó alzando su cabeza para terminar alejándose con lentitud tocándose nervioso sus cabellos—. Y yo estoy así de mal vestido… —hizo un puchero cruzándose de brazos dejándome apreciar en plenitud sus prendas descuidadas. Me reí de forma discreta apreciando su gran sudadera algo manchada por el tiempo y un pantalón de pijama aguado. Su rostro no dejaba de hacer mohines molestos, pero lo volví a contener entre mis extremidades acariciando su espalda.


—Cállate. Te vez bien—me miró frunciendo sus labios—. Sea lo que sea que lleves puesto lo luces hermoso… —canturreé susurrándole en su oído—, aunque me gustas más desnudo y sudoroso— tras mis palabras pude apreciar como se sonrojó, gradualmente, hasta las orejas terminando con una sonrisilla dulzona.


—Me hubieras avisado…—musitó hundiendo su cara en mi pecho.


—¿Me voy, mejor?—alcé mis cejas notando como negaba.


—¿Qué pasó?, ¿cómo fue qué…?— cuestionó aun anonadado por mi presencia.


—Tuve que solucionar… algo para poder venir—esbocé pensativo recordando la odisea que pasé en casa aquella mañana…


—¿Qué pasó con la ensalada?—habló una mujer ajada con la misma mirada astuta del hombre el cual abrazaba regalándonos una afable sonrisa por la imagen que le mostrábamos.


—Primero me voy a ir a cambiar, mamá—dijo avergonzado tirando de mi brazo para que lo siguiera viendo como la mujer rodaba sus ojos.


—Cinco minutos Taka. No se entretengan allá arriba—miró con pillería a mi amante quien le regaló una mirada molesta de forma cómplice a su progenitora mientras subíamos al segundo piso.


.


Vi como aquel pequeño hombrecito sacaba un par de prendas de una maleta que puso sobre la cama en la cual yo estaba sentado y tomó un par yendo directo al lavabo que estaba en aquel mismo cuarto oculto tras una puerta; se veía de diminutas dimensiones, ideal para una persona.


—¿Cómo solucionaste el imprevisto?—alzó la voz dentro del baño mientras lo miraba de reojo atusar su cabello negro y ordenar sus ropas simples, pero pulcras.


—Tuve que trabajar desde más temprano—mentí viendo como los ojos del chico chocaban con los míos algo culposos por el hecho de terminar sucumbiendo a sus caprichos.


—Sino podías venir, mejor no lo hubieras hecho—resopló caminando hacia la cama—. Te vez agotado.


—Estoy de maravillas—le desordené el cabello que con tanto esmero se había peinado y este entre risas  se cubrió la cabeza para que evitase alterar aquellas hebras ya fuera de su lugar.


—Estoy feliz de que estemos juntos hoy—las risas armónicas de ambos cesaron y esos ojos cautivadores me miraron decidido. Cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos apegando su cabeza sobre mi pecho—. No quiero que las horas pasen; no quiero que este sueño termine—dijo sincero y yo sin decir nada al respecto me incliné, actuando con toda la templanza y dulzura que carecía, para darle un suave beso a lo que el contrario correspondió cogiéndome de la nuca, abrió sus gorditos labios masajeando los míos ultrajando cuidadoso mí boca mientras yo me dejaba hacer; calmo siguiendo su ritmo, dejándome llevar a través de sus gestos sinuosos.


—¡La cena está servida!—nos despegamos como si fuésemos unos prepubertos al momento de escuchar la madera ser golpeada desde afuera. Nos miramos y sonreímos nerviosos al darnos cuenta de nuestro actuar inmaduro cuando teníamos ya varios años encima—. ¡Taka!—volvimos a oír la voz femenina con autoridad.


.


.


.


La cena, para mí un sinónimo de reunión monótona, se convirtió por esta vez en una situación amena; era utópico estar sentado en medio de aquella muchedumbre y no sentirme sofocado por actuar algo que no era.


—¿Akira, cierto?—asentí al ver a un hombre maduro modular mi nombre—. ¿Un poco de vino?—alcé mi elegante vaso para tendérsela al sujeto algo pasado de copas quien sonriente proporcionaba de aquel etílico brebaje a los comensales—. ¿Y el flamante novio?—miré a Taka que estaba sentado a mi lado quien no pudo evitar esbozar una sonrisa por el tono algo meloso de su pariente y sin más le tendió el cristal mirando algo despavorido como pasaba a manchar el blanco mantel de su madre.


—¡Tú hermana te va a matar!—teatralizó con mofa viendo el rostro entre molesto y divertido de su progenitora quien observaba la escena desde la cabecera de la mesa.


—No pasa nada. ¡Todo está bajo control—farfulló torpemente mientras me llevaba la copa hacia mis labios y aquel festivo hombre llamaba la atención para brindar por tercera vez aquella noche.


La familia Matsumoto era muy bien constituida; abuelos, tíos, nietos y sobrinos de variadas edades conformaba aquel grato círculo. Había contabilizado doce miembros, pero rápidamente perdí la cuenta al ver como más personas se unían  a la gran mesa repleta de deliciosos platillos.


Me quedé taciturno varios minutos observando a mí alrededor como queriendo capturar aquel momento tan absurdamente natural, para siempre. Por primera vez en mi vida me sentía a gusto siendo parte de algo; por primera vez me sentía acobijado, contenido por personas maravillosas y me entristecía a la vez que estas no se encontraran en mi entorno sanguíneo. Pero las horas pasaron y este sueño terminó. Todo, inevitablemente, llegó a su fin cuando mi teléfono dio el primer aviso.


—Permiso—musité limpiándome la boca para ponerme de pie raudo. Era el décimo timbrado silencioso que daba mi teléfono personal junto a un claro remitente: Kyoko, mi esposa; la cual había ignorado gran parte de la velada. Hice una mueca de medio lado apresurándome en salir de en medio de aquella reunión dirigiéndome al umbral de la casa. Abrí la puerta para hablar desde la calle donde estaba nevando y las veredas estaban desiertas de almas.


—¿Aún no terminas? Te estamos esperando para cenar—su voz sonó forzada enmascarando la discusión que habíamos tenido en casa. Quité el aparato de mi congelada oreja y vi que iban a ser las once de la noche.


—Cenen sin mí. Intentaré llegar antes de la media noche—dije con desgano mientras colgaba el escueto llamado. Me giré luego de unos minutos introspectivos encontrándome con Takanori quien sostenía un obsequio entre sus congeladas manos y me observaba con desazón.


—¿Te vas?—me adentré a la temperada casa quedando con la espalda contra la madera cerrada.


—Me temo que sí…—vi como asintió.


—Me encantó que vinieras…—dijo tendiéndome aquel delicado presente—. Ábrelo en tu casa—me dijo mientras yo lo sorprendía besando sus labios.


—Mi regalo lo dejé en la habitación que te estas hospedando—le sonreí acariciando su suave piel roja y gordita con mis labios viendo como sus ojos se llenaban de ilusión después de mi inminente despedida y vuelta a la realidad.


.


.


.


Aparqué mi auto fuera de la casa de mis padres. Cogí unas bolsas con obsequios varios y entré a la morada encontrándome a los mayores comiendo pastel y conversando. Mi hija dormitaba en el sofá y mi esposa a su lado me observó molesta paladeando las palabras con las cuales me recibiría.


—Disculpen la demora—los pocos presentes me vieron aparecer—. La oficina en estos tiempos es un caos—dije descarado quitándome el saco para dejar un par de obsequios bajo el árbol el cual parecía haber sido arrasado. Ya eran pasadas las doce de la noche. La mayoría se había ido a dormir y yo recién había aparecido.


—Creí que no llegarías—bramó mi mujer ácida mientras la miraba desafiante a no emitir algún vocablo más.


—Dije: Disculpen por la demora. No es mi culpa estar cubierto de trabajo para estas fechas— concluí entre dientes en un estado errado de temple. Me acerqué a la pequeña quien dormía abrazada a una nueva muñeca para besar, como siempre, su abultada mejilla.


—Te llamé a la oficina. Nadie me contestó hasta la tercera vez y me dijeron que hoy no habías ido a trabajar—susurró con histeria mientras me alzaba de aquel reciente gesto con la menor. Miré a mí alrededor viendo como los pocos presentes nos miraban estupefactos—. ¿Qué estabas haciendo, Akira? ¡Dime en dónde andabas!—gritó mi esposa haciéndome rechinar los dientes por su cólera desmedida sacada a la luz en un lugar que no era nuestra casa dejándonos expuestos con nuestros problemas y evidenciando que no éramos tan perfectos como nos presentábamos socialmente.


La cogí con ira de su muñeca diestra y la halé sin cuidado al mismo tiempo que ella se removía bajo los ojos atónitos de mis padres. La llevé hacia la entrada de la casa y tras vislumbrar una primera pared la empotré contra esta viendo como cerraba sus ojos por la inercia del choque y como al mismo tiempo un cuadro se hacía añicos a la altura de nuestros pies.


—No creo que sea el momento ni el lugar para discu…—vi como su semblante cambió apreciando como sus labios se abrieron y como su cabeza descendía junto a sus manos temblorosas las cuales fueron a parar sobre su pequeño vientre. Su respirar hiperventilado me hicieron secuenciarla viendo como una gota de sangre recorría su muslo hasta su rodilla. Me quedé absorto viendo aquella imagen retrocediendo un par de pasos aterrado de ser el culpable de aquella situación.


—Llévame… Llévame a un hospital—susurró sin tono en su voz con el rostro surcado en lágrimas.

Notas finales:

¡Holis!

Este capítulo me sacó sudor y lágrimas. No por escribirlo, sino porque lo tuve mucho tiempo y por ello le daba  muchas vueltas a la edición. Terminé sacando y agregando demasiadas partes porque no estaba bien, según yo, hasta que quedé satisfecha. Sólo espero que sea de su completo agrado y que la historia les esté gustando <3

Espero que el orden, ritmo, escenas y giros que tienen los capítulos se esté entendiendo.

Si tienen cualquier tipo de dudas no duden en decirme, ya sea por comentarios acá, Facebook o Wattpad Tengo un fetiche extremo por contestar todo y a la brevedad. En serio <3

Y niñas, ¡muchas gracias por sus reviews en el capítulo pasado. La verdad no me esperaba comentarios, fue hermoso leerlas!

¡Nos leemos!

<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).