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En la mira por Shinjimasu

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Notas del capitulo:

Sugerencia: Lee el capítulo con calma, pausando principalmente los diálogos. Hacerlo rápido puede interferir con el contexto de los personajes.

Aquel era ese momento del día cuando está por llover, todo a los alrededores mantiene un color gris, pero no termina por oscurecerse. No hacía frío ni calor, el viento no soplaba y el sonido de los truenos retumbaban de vez en vez desde el cielo. Parecían gruñidos molestos de canes que se preparaban a ahuyentar a los intrusos.

Poco a poco empezó a llover. Los árboles se movían apenas lo suficiente y la madera crujía de manera apenas perceptible.

Dentro del tronco solo se escuchaban bajas respiraciones.

Aquello había sido más difícil de lo que creyó. Era verdad que anteriormente había peleado, pero nunca con su propio grupo, con quienes sabían perfectamente la manera en la que lo hacía. Por lo mismo hubiera querido que todo terminara de manera diferente, pero sus prioridades eran claras.

Había perdido el conocimiento por un momento, habrán sido horas, minutos o segundos no importaba, solo que finalmente había terminado. Sintió dolor, pero únicamente físico. Desde hacía un tiempo que ya no sentía algo parecido a la compasión y ese no fue momento para hacerlo.

Logró arrastrarse debajo del árbol después de haber escarbado la tierra por un largo rato y descubrió que afortunadamente la mitad de él era hueco. No podía usar su brazo derecho, así que con trabajos logró escalar hasta llegar arriba. Jadeó, estaba agotado. Todo su cuerpo estaba adolorido, tenía demasiadas heridas, pero al menos había dejado de sangrar de su pierna izquierda, a la altura de su muslo. Sonrió ante la primera punzada, nunca había estado tan mal.

La única manera de caminar dentro era apoyando sus rodillas en la madera, por lo que terminó por casi arrastrarse hasta la liebre, quien apenas y pudo verlo, encogió sus piernas hacia la pared y extendió su brazo hacia él para alejarlo.

El lobo quitó fácilmente su mano y llegó a su lado, sentándose junto al agujero que daba hacia fuera, escuchando el suave azote de la lluvia. Movió con cuidado el cuerpo herido de la liebre y lo apoyó contra su pecho ante todos sus inútiles intentos por alejarse.

-Déjame…- dijo en voz baja intentando moverse, pero no tenía fuerzas para escapar. Para el lobo no fue difícil rodearlo con sus brazos a pesar del dolor y miró por primera vez, en el regazo de la liebre, los tres pequeños cuerpos durmiendo contra su pecho. Estaba aliviado, y de pronto sintió mucha calma.

-Lo hiciste, conejito- le dijo con ternura besando su mejilla.

Hubo un silencio hasta que la liebre respondió -Tuve miedo- sollozó en voz baja –No estabas… no sabía que hacer…-

-Perdóname por eso- pidió apretando su agarre –Si lo hubiera sabido no me habría alejado-

-Estaba… muy asustado…- lloró pausadamente -Quería que llegaras… pero no lo hiciste…- se quejó, contagiando su angustia al lobo.

-Lo sé-

-Creí que moriría…- contestó asustado, pero de inmediato el lobo inclinó su rostro y besó su frente.

-Eso no sucederá, lo prometo, no mientras yo esté contigo-

-Pero no lo estabas…- dijo.

Tenía razón, él debió estar ahí, no tenía motivos para abandonarlo, solo su estúpida manera de pensar que terminó por arruinarlo todo: la liebre estuvo en peligro y él se tomaba el tiempo para pasearse despreocupadamente mientras en el refugio nacían sus crías. Había sido demasiado irresponsable; sintió temor por la impotencia de no haberlo ayudado.

-Ya, ya está todo bien- le dijo besando su rostro –Lo lamento, de verdad lo siento mucho… ya no llores- pidió queriendo estrecharlo, pero el temor de lastimarlo lo detuvo.

La liebre tenía un par de rasguños en su rostro y una herida que había sangrado en su brazo derecho sobre de su hombro. La marca de una mordida estaba en su costado del mismo lado y tenía varios moretones; sin duda alguna también había peleado para defenderse; había sido una suerte que sobreviviera tanto él como las crías, quienes parecían intactas.

-Fuiste muy valiente, estoy orgulloso de ti- le dijo, pero los ojos de la liebre ya se habían cerrado –Oye, despierta- intentó animarlo, pero ya no había nada que pudiera hacer.

La liebre dormía plácidamente.

El lobo sonrió, había sido un largo día después de todo. Fue cuando tuvo tiempo para observar a sus crías: eran iguales a una liebre. Su cabello y el pelo de sus cortas orejas y cola variaban en distintos tonos de gris; parecían ser más grandes que una liebre bebé común, (probablemente los rasgos caninos aparecerían después) y afortunadamente, estaban sanos. Después de todo era difícil que una liebre tuviera complicaciones de ese tipo.

Acercó su mano a uno de ellos y tocó su cabecilla con cuidado. De inmediato hubo una reacción y el pequeño se frotó contra sus dedos, haciendo escapar una sonrisa del rostro del cánido. Ahora realmente tenía motivos suficientes para dar un nuevo inicio.

Se mantuvo despierto por un par de horas. Ya había anochecido, pero la lluvia no cesaba, sin embargo el clima no mostraba cambios. Miró a través del agujero y pudo ver que los cuerpos inertes seguían ahí afuera. No se había deshecho de todos, y en un principio temió que volvieran los demás integrantes del grupo para vengarse, pero afortunadamente no había sucedido así. De lo contrario seguramente ahora no podía defenderse de la misma manera.

Su cuerpo seguía doliendo, pero podía soportarlo. Sabía que en algún momento debería salir y buscar comida para que la liebre pudiera alimentar a las crías, pero quería quedarse un poco más a su lado. Ahora era él quien temía alejarse de ellos.

Transcurrieron unos minutos cuando la liebre despertó, moviéndose apenas un poco. Alcanzó su rostro y frotó sus ojos lentamente, bostezando antes de bajar su mano hasta sus bebés -Quiero volver a casa- dijo en voz baja.

-Tendremos que buscar un lugar más grande- contestó el lobo –Mientras tanto no podemos volver- agregó, pues era claro que no regresaría a ese lugar destrozado y lleno de sangre.

-¿A dónde iremos?-

-No lo sé, pero será lejos de aquí. Quiero vivir contigo donde no tenga que esconderte todo el tiempo y donde nuestras crías puedan crecer-

La liebre no respondió enseguida -¿Es así? ¿Aún sin que yo sea lo que tú quieres?-

-Eres lo que yo quiero- contestó con confianza, asegurándose de que ambos se vieran de frente -No eres un reemplazo-

La liebre agachó su rostro, aún pero el lobo lo sostuvo para impedírselo -Mi carácter no es tan estable como quisiera, debo confesar que… tengo problemas sobre ello y lamentablemente para mí aún hay cosas que salen de mis manos- agregó logrando llamar la atención de la liebre –En un principio solo quise jugar contigo para después comerte, pero me di cuenta que sería un error hacerlo: liebres hay cientos en este bosque, pero nunca me había encontrado con una tan inocente como tú, tan llena de adrenalina y la vez tan distraída, por eso quise asustarte desde un principio y evitar que escaparas de mí, porque sabía que nunca volvería a encontrarme a alguien así de nuevo-

-Eso no es cierto- sollozó –De nuevo te burlas-

-¿Es lo que crees de verdad?-

-Siempre lo haces- respondió dando la impresión de querer soltarse, pero no quería hacerlo –Desearías que fuera ese lobo… desde un principio lo hiciste-

 -Es verdad, te pareces mucho a él, pero nunca podrán ser iguales, porque contigo, sin haberlo siquiera imaginado, pude formar una familia con tal naturalidad que en ningún momento me arrepentí de ello- dijo viéndolo tratar de limpiar inútilmente las lágrimas de su rostro. Apenas lo hacía salían más y más –Ahora no puedo imaginar que no seas tú-

-Estás mintiendo…-

-No quería volver a estar solo, necesitaba cuidar de alguien y decidí que ese serías tú. Por eso no podía perderte, y sin darme cuenta, el gusto que tenía por ti rebasó mis expectativas y se transformó en algo más sincero, en algo que no había sentido por nadie más y que solo podía expresar de manera simple e incluso burda… quizá por eso no lograba explicármelo-

Hubo un silencio, pero el lobo no quitaba la vista de encima a la liebre, quien parecía demasiado confundido.

-Lo siento- dijo el lobo en un tono suave limpiando una lagrima de su rostro –Pero incluso así te hago llorar. Me recuerda la primera vez que caíste sobre mí… incluso tu llegada a mi vida fue por un error-

La liebre sonrió inconscientemente.

-Debería irme ya- le dijo moviéndose para levantarse. Curiosamente se sentía apenado por la manera tan linda en que lo miró, pero sabía que no podría decírselo o creería que se trataba de otra de sus maneras de confundirlo.

Evitó mirarlo de nuevo y bajó por el mismo lugar que había escalado para salir del tronco. Podía recordar unos cuantos hongos comestibles a unos pasos de distancia, por lo que afortunadamente para sus heridas, no se esforzaría mucho. Apenas dio un par de pasos fuera cuando sintió un tirón en su cola. Se giró y vio  a la liebre sujetándolo. Su rostro mostraba tantas emociones que era difícil incluso para él descifrarlas todas.

-Abrázame- pidió la liebre en algo que pareció más una orden, a lo que el lobo no perdió tiempo, se olvidó del dolor y se lanzó contra él, cargándolo sin atreverse a soltarlo.

-Eres un lobito tontito- le sonrió la liebre en un sollozo.

 

~FIN

Notas finales:

Y vivieron felices por siempre :)

Ok no >w<

Pues bueno, de esta manera concluyo una parte fundamental en la relación de esta inusual pareja, esperando que haya sido de su agrado -w-

Mil gracias por haberse tomado el tiempo de leerla, por comentar y estar al pendiente de la subida de los capítulos.

¡Nos leemos luego!


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