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En la mira por Shinjimasu

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Notas del capitulo:

¡Hola! Por fin la segunda parte del capítulo II -w-

Gracias por la espera ;)

-Oye, no tienes que quedarte en la entrada: puedes salir-

-¿Es seguro?-

-Claro que lo es. Yo estoy aquí- le dijo el lobo mirándolo desde fuera.

La liebre apenas y dio un par de pasos con sus orejas erguidas tratando de escuchar algún ruido extraño, pero todo parecía normal. Sonaría estúpido, pero incluso ahora sentía miedo de salir del refugio. No quiso quedarse a la mitad del camino y se apresuró a llegar junto al lobo, sujetándolo por su brazo derecho.

-No tienes que asustarte, nadie se atrevería a estar tan cerca-

-Quiero volver adentro- respondió ocultando su rostro, provocando una risa en el lobo.

-¿Qué pasó con ese conejillo travieso que cayó sobre mí ese día? Además no puedes quedarte dentro por siempre- respondió haciendo que lo soltara –Anda, vamos a caminar-

La liebre se quedó quieta por un momento. En verdad no quería salir, pero volver solo lo asustaba un tanto más, así que decidió seguirlo. Todas esas advertencias por salir nunca le habían importado. El saber que había cazadores solamente lo obligaba a no meterse en cualquier lado, pero desde que había llegado con el lobo, todo eso había cambiado y su autoconfianza se había mermado.

Lo que el cánido le decía era cierto: de haber sido otro lobo, lo habría asesinado desde el primer momento, o incluso lo habría dejado mal herido para comerlo poco a poco en una agonía terrible. En el peor de los casos lo hubieran encontrado perros de caza y justo ahora podría estar en un matadero o siendo la mascota temporal de alguien que terminaría engordándolo para comerlo cuando fuera el momento indicado.

Si ahora pensaba las cosas de una manera más razonable, el mundo sí que era un lugar peligroso para una liebre tan despreocupada como él.

Ese día fue sacado casi a rastras por el lobo bajo la excusa de que no podía quedarse en la oscuridad todo el tiempo, y aprovechando era un brillante día con sol, fue obligado a salir a pasear sin que sus peticiones fueran tomadas en cuenta. Ahora estaba asustado por salir, pero no fue suficiente para que el lobo decidiera atender a sus ruegos.

Caminaron por varios minutos por terrenos seguros y firmes. La compañía que representaba ser el lobo mantenía confiada a la liebre, pero no por ello dejaba de estar alerta a cualquier cosa que se moviera a su alrededor. La humedad le daba un ambiente fresco al camino y el aroma era reconfortante hasta cierto punto, lo que hacía más ameno su recorrido. Después de todo no iban a ningún lugar en específico.

No paso mucho hasta que el lobo se detuvo al sentir que la liebre ya no lo seguía. Se volteó y lo miró a poca distancia, mirando hacia un punto fijo. Volvió sus pasos y notó que sus brillantes ojos estaban clavados en un par de arbustos con frutos rojos. Casi de inmediato supo que seguramente estaba ansioso por comerlos, pero de alguna manera se contenía con un gran esfuerzo.

-Si los quieres, ve por ellos- le dijo, a lo que la liebre solo lo miró –Anda, yo vigilaré-

Sintió confianza en las palabras del lobo y caminó sigilosamente hacia los arbustos. Al sentirse seguro saltó sobre ellos y empezó a devorar la jugosa fruta, provocándole cierto gusto a su compañero.

No había necesidad de cuidar la zona, pues previamente ya estaba asegurada. Por supuesto que el lobo no se arriesgaría a salir con una pequeña criatura sin asegurarse de que todo estaba en orden. Además de considerarlo necesario más que antes. Ahora ya no desconfiaba de ella y podría darse el lujo de evitar preocuparse por su fidelidad.

Tuvo la precaución de comer bastante antes de salir, por lo que creía soportar todo el día sin alimento y evitar asustar a la liebre con alguna necesidad de caza que fuera imprudente.

No podría olvidar su expresión al decirle que saldrían. Estaba tan asustado y emocionado a la vez que se quedó sin palabras. Incluso él mismo tuvo que moverlo hacia la entrada para que no se quedara en shock y ahora parecía tan feliz que supo lo gratificante de su esfuerzo.

Fue de esa manera, como el lobo y la liebre compartieron un soleado día en compañía uno del otro, siendo momento de volver cuando el atardecer brilló en el cielo que comenzaba a nublarse de nuevo. Tal parecía que solo se había despejado para que ellos pudieran salir.

El lobo se levantó del tronco donde había descansado casi todo el día y se estiró para ir a buscar a la liebre.

-Oye ¿Sigues ahí?- preguntó antes de que pudiera ver sus orejas entre las hojas verdes –Ya es hora de irnos. Pronto anochecerá-

-¿Tan pronto?- preguntó desanimado mientras salía de pronto con su rostro cubierto del jugo rojo de las frutas justo frente al lobo, quien cambió su expresión al verlo. Hubo un silencio incómodo por unos segundos.

Los ojos del lobo estaban fijos en la liebre que no lograba comprender lo que sucedía. Esa mirada no era la de un animal hambriento ¿Entonces qué llamaba tanto su atención? ¿Por qué no mostraba ninguna reacción?

-¿S-Sucede algo?- preguntó con cierto temor.

-Nada…- respondió en voz baja antes de mover su cabeza de lado a lado para intentar despertar –Vámonos ya- dijo a la liebre, quien no muy segura aún, terminó por seguirlo con varias frutillas en un pedazo de tronco que encontró para llevarlas consigo.

No caminó mucho cuando chocó de frente con el lobo. Había estado mirando el suelo todo ese tiempo e ignoró el momento en que él se detuvo. Miró a la liebre y la cargó para sentarla sobre una roca de modo que pudieran verse de frente perfectamente.

-¿Q-Qué sucede?- preguntó con pena.

-No podemos volver si estás así de sucio. Terminarás todo pegajoso- dijo el lobo mientras lo tomaba por su hombro y lo acercaba a su rostro para limpiarlo, provocando un suspiro en la liebre: por un momento se había asustado.

Sintió las fuertes manos del lobo bajando hasta su cadera y sujetándolo con firmeza en cuanto su lengua lamía la piel de su mentón. No podía evitarse, era algo que el lobo siempre hacía. No es como si fuera malo o incorrecto, después de todo era la manera más sencilla de asearse, pero podría pasar desapercibido si él no se empeñara en hacerlo de manera vergonzosa, lamiéndolo de manera poco común, metiéndose entre sus piernas para asirlo con ánimo, pasando su lengua sobre sus labios al grado de incluso meterla dentro de su boca, y finalmente, mordiendo con ternura sus temblorosos labios.

La liebre se aferró a sus brazos mientras lo besaba. Se sentía tan bien que inconscientemente no quería que terminara, pero cuando finalmente lo hizo, se sintió mareado. Miró sus brillantes ojos y se apoyó contra su pecho. Se cansó de pronto.

-Ya estás limpio- dijo el lobo acariciando su cabello –Pero no puedes descansar ahora: hay que volver-

Tomó a la liebre y la bajó para que empezaran el camino de vuelta. Desde un principio no se habían alejado mucho, por lo que solo tardarían algunos minutos en estar dentro del refugio de nuevo.

Caminaron una corta distancia hasta que la liebre se detuvo.

-¿Por qué me tienes contigo?- preguntó de pronto.

Hubo un pequeño silencio.

-Porque eres un conejito muy lindo- le dijo el lobo volteándose para llegar hasta él. Le sonrió y mordió su oreja, haciendo que un mal presentimiento llegara a la liebre.

-Dijiste que no me comerías ¿Verdad?-

-¿De nuevo con eso? ¿Cuántas veces quieres que lo repita para que estés seguro? No voy a asesinarte, si es a lo que te refieres, porque si hablamos de comerte entonces no puedo asegurar nada-

 La liebre se quedó callada -¿Por qué yo?-

-Porque eres adorable- le dijo tomando su mano cuando notó que ella parecía no tener intensiones de seguirlo –Además no me arriesgaré a vivir de nuevo con lobos; prefiero estar seguro de que no me atacarán cuando les dé la espalda. Así que es mejor tenerte aquí conmigo-

-¿Por qué te atacaría?- preguntó al confundir las palabras del lobo.

-Tú no podrías atacarme- respondió sin detenerse –No tienes la fuerza suficiente, mucho menos la habilidad. Rompería tus brazos con tan solo una mordida y arrancaría tus bellas orejas de un tirón, además no tienes el valor para irte ni el coraje para intentar engañarme-

La liebre no le respondió.

-Hey, quita esa carita, no voy a lastimarte de esa manera… a menos que quieras escapar de mí-

-Yo… no lo haría- dijo en voz baja. El lobo le sonrió y se detuvo para darle un beso.

-Lo sé-


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