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En la mira por Shinjimasu

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El sonido de la lluvia lo mantenía despierto. El suave arrullo que muchas veces lo acompañaba al dormir ahora no surtía efecto; no podía engañarse, se sentía desanimado.

Nunca fue su intensión asustar a la liebre de esa manera, no quería que le tuviera miedo, pero ahora resultaba ser algo fuera de su alcance. Ganárselo una vez fue sencillo, pero nadie le aseguraba que la segunda también lo sería y por todo lo que había sucedido la respuesta era más que clara, pero quizá mantenerse esperanzado podría funcionar. Después de todo, quejarse solo dejaba las cosas exactamente igual.

Se levantó y caminó de vuelta, encontrándolo dormido en uno de los extremos como si se tratara de un prisionero. Quizá porque de alguna manera lo era.

El lobo sintió remordimiento y se atrevió a acercársele. Lo rodeó con sus brazos para acomodarlo entre sus piernas mientras se sentaba a su lado y lo recostó sobre su pecho. El calor de su cuerpo lo reconfortó hasta cierto punto, provocándole el sueño que creyó perder y poco a poco se quedó dormido; al tiempo que lo hacía, la liebre despertaba.

Ahora no temía del lobo, pero el remordimiento lo oprimía. Después de todo había sido culpa suya que él se molestara, pero ¿Qué la hibridación no era mala? ¿Un lobo no se sentiría traicionado al saber que tendría descendencia con una liebre? ¿Qué tan importante era para él entonces? ¿Cómo podría solucionarlo?

Alzó su rostro apenas lo suficiente como para ver a su compañero y le dio un pequeño beso en su barbilla. Se sentía seguro al estar en sus brazos, tan seguro como estar dentro de la madriguera o en medio de la tormenta bajo un árbol: si el lobo estaba ahí, él estaría bien. Desde hacía un tiempo lo creía así.

Aún no había amanecido cuando el lobo despertó. Inconscientemente se movió de manera brusca para desentumir su cuerpo, pero el peso de la liebre lo frenó antes de que lo tirara al suelo sin querer. Agradecía que estuviera aún ahí, pero el pensar que al despertar podría asustarte quiso dejarlo sobre su cama, sin embargo el agarre a su ropa lo detuvo.

Sonrió apenas un poco y se acomodó para relajar su espalda contra la pared, acomodando a la liebre entre sus brazos.

-¿Por cuánto tiempo fingirás dormir?- preguntó haciendo que la liebre se aprensara más a su ropa para dejar un silencio después. El lobo sabía que era momento de disculparse, pero de nada valdría si seguía obligándolo a hacer cosas que no quería –Fui muy prepotente hace un rato… si no quieres, no te obligaré a asumir responsabilidades. Me desharé de las crías en cuanto nazcan si así lo quieres-

-¡No!- respondió de inmediato al recordar las escenas de aquella sangrienta pesadilla, causándole sorpresa al lobo. Lo miró angustiado, pero al poco tiempo bajó de nuevo su mirada -Lo siento- dijo en voz baja –No quería actuar de esa manera, mucho menos salir corriendo como lo hice-

-Me asustaste- contestó el lobo –Pero no era razón para lastimarte de esa manera-

-Está bien… lo merecía-

-No, no es así- respondió moviéndose para verlo de frente –Nada es suficiente para herirte. Fui muy irresponsable-

La liebre repasó esas palabras un par de veces en su cabeza -¿Estamos a salvo?- terminó por dudar –Lo que sucede afuera… ¿Aún es seguro aquí dentro?-

-Claro que lo es- respondió –Es la guarida de un lobo ¿Lo olvidas?-

-El invierno pronto llegará y la comida será escaza. Los cazadores acostumbran salir más en esa temporada-

-Los cazadores están muy lejos de aquí- mintió –No he encontrado rastro de ellos por un tiempo, quizá cambiaron su ruta-

-¿Y los depredadores?-

-Los lobos tenemos pocos enemigos-

-Pero no las liebres- contestó agachando sus orejas –Incluso ahora yo soy tu alimento-

-Un delicioso alimento- respondió queriendo cambiar el tema de conversación, encontrando oportuno su juego de palabras. No tuvo que pensarlo demasiado y terminó por lamerle el rostro –Y justo ahora estoy muy, muy hambriento-

-P-Pero yo… mi cuerpo, no…-

-Tu cuerpo es tierno y jugoso- le sonrió aprovechando el tenerlo sujeto para morder cerca de su cuello –De todas las liebres que he conocido, solo tú tienes un sabor tan apetitoso que me es imposible resistirme a devorarte tantas veces- agregó, y esa hubiera sido una noche activa para ambos, de no ser porque la liebre comenzó a sollozar e interrumpió los planes del lobo repentinamente –Hey ¿Qué sucede?-

La liebre no contestó y lo abrazó con fuerza, provocándole un extraño sonrojo al cánido.

Quizá esa noche sería conveniente solo dormir.


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