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En la mira por Shinjimasu

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La vista de la liebre seguía fija en el lobo. Estaba inquieto. Lo miraba descansar en la entrada de la guarida a una distancia considerable, pero no se atrevía a hablarle, no después de lo que había sucedido: esa imagen regresaba a su mente una y otra vez y lo molestaba de manera intensa, como si se tratara de un mosquito en la noche revoloteando a su alrededor sin dejarlo dormir. Pensaba excusas razonables para no preocuparse, pero era inútil, no podía tranquilizarse ahora, no con sus hormonas trabajando más de lo normal.

Sabía que todo era culpa suya por dejarse llevar por sentimientos incorrectos, pero a esas alturas ya no había nada que pudiera solucionar para reanudar con su vida normal.

Notó cómo el lobo se levantaba y se preparaba para salir, pero logró detenerlo antes, encontrándoselo de frente.

-¿Qué sucede?-

-Ahm… no me siento bien hoy- mintió rodeándose el vientre con los brazos.

-Debes tener hambre. Iré a…-

-¡No, no salgas!- lo detuvo de pronto, pero se dio cuenta de lo extraño que estaba actuando –Quiero decir… no quiero que te vayas, aún no-

El lobo llegó hasta él y lo condujo al fondo del refugio –“Quiero que me pongas atención” ¿Es eso lo que quieres decirme?-

-Puede ser…- contestó con pena.

-Normalmente estarías peleando conmigo-

-¿Por qué pelearía contigo?-

-Eso sucede durante los embarazos ¿No? Las hembras suelen ponerse violentas-

-Yo no soy una hembra- refunfuñó la liebre agachando su cabeza.

-Cierto, no lo eres. Pero sí actúas como una-

-¡No es verdad!-

-Ahora sí estas peleando conmigo ¿Lo ves?-

-¡Que no!-

El lobo rio -¿Por qué haces eso? ¿Nadie te dijo que mientras más te enojas, más lindo eres?-

“¿Es solo porque soy lindo?” pensó la liebre –Entonces ya no quiero serlo-

-No puedes decidir eso- contestó caminando hacia la cama para sentarse –Es como si dijeras que ya no quieres ser una liebre-

A su mente regresaron de nuevo las escenas del día anterior, y aunque odiara admitirlo, había algo que desde un principio lo inquietó bastante: ese joven lobo era absurdamente parecido a él. Sí, era raro decirlo, pero era cierto: el mismo tono de cabello, el mismo color de ojos, la misma complexión, incluso los rasgos más simples parecían similares, hasta podía decir que su altura era diferente por muy pocos centímetros ¿Entonces era por eso? ¿Por eso le parecía tan lindo? ¿Porque se parecía a ese joven lobo?

Reaccionó cuando el lobo estuvo nuevamente a su lado –Oye, entiendo que estés irritado, está bien, pero no es razón para que te frustres por un cumplido- dijo sujetando una de sus orejas -¿Tienes hambre?-

-No…-

-Desde ayer no comes, debes hacerlo para alimentar a… ¿Cuántos conejillos?- sonrió sujetándolo para llevarlo a la cama. Lo sentó de espaldas a él y sus brazos rápidamente lo rodearon sobre su vientre, presionando suavemente sobre su piel desnuda sintiendo apenas pequeñas separaciones entre los prematuros cuerpos –Uno…- comenzó a contar mientras pasaba sus dedos sobre él –Dos… tres… ¿Cuatro…? No, tres, tres conejillos ¿Ya lo sabías?-

-N-No- contestó apenado.

-Pues ahora sí- contestó poniéndose en pie –No tardaré- agregó antes de desaparecer, dejando a la liebre más desanimada que antes.

Esos pensamientos no eran correctos, no debería tenerlos. Aunque después de todo no sería lo único incorrecto en su actual vida.

Decidió no hacer algo que pudiera terminar lamentando y se quedó dentro, dándole la impresión de sus primeros días ahí, días que ahora parecían demasiado lejanos a pesar de estar a una temporada de distancia. De liebre aventurera había pasado a liebre sedentaria, de joven despreocupado a joven cauteloso, de ingenuo a estúpido…

¿Por qué se sentía inútil de pronto?

Después de que el lobo volvió solo se dedicó a comer sin emitir comentario alguno. Su compañero regresó a hacer guardia en la entrada y pasó el resto del día solo a pesar de recibir una invitación para tomar el sol. Era un día hermoso después de todo, pero solamente deseaba quedarse ahí, quizá, martirizándose por su propia cuenta y sin necesidad. Curiosamente se sentía mejor así.

Fue hasta el anochecer, cuando, después de prestar atención a los movimientos de su vientre, solucionó que así como el lobo se mofaba de tener a un conejillo lindo y sumiso bajo su dominio, él también podía exigirle esa misma exclusividad. Justo gozaba de ese momento de valentía que creyó se había ido de su cuerpo.

No esperó a que el lobo entrara y fue él quien decidió alcanzarlo. Se sentía seguro. Llegó a su lado y lo miró. El lobo aún no se había percatado de su presencia, así que se quedó en silencio, dándole tiempo a la liebre para acobardarse. Finalmente pensar en hacerlo y hacerlo realmente eran dos cosas completamente diferentes. Estuvo a poco de regresar cuando su aroma llegó a la nariz del lobo y terminó por llamar su atención.

-¿Estás bien?- le preguntó girándose para mirarlo.

-Sí… bueno, no ¡No, no lo estoy!-

-¿Qué sucede? ¿De nuevo quieres mi atención?- sonrió el lobo antes de ponerse en pie, dispuesto a hacerse cargo de la temblorosa liebre, pero ella terminó por impedírselo.

-Q-Quiero saber… ¿Qué soy yo para ti?-

Hubo un silencio dudoso -¿Para qué quieres saberlo?-

La liebre sintió una punzada. Entonces era cierto…

-¡Yo no soy el reemplazo de nadie!- exclamó inquieto.

-¿Qué dices?-

-Ese lobo… yo te vi- contestó triste –Los vi a ambos… no es una coincidencia que seamos tan parecidos-

-Por supuesto que…- intentó calmarlo el lobo, pero al momento de querer tocarlo, la liebre lo empujó y se alejó.

-¡No quieras engañarme de nuevo! ¡Yo sé lo que vi y siempre dices cosas que me confunden mucho para distraerme! ¡Sabes que no puedo entenderlas y te burlas de ello! Me tratas como su fuera un estúpido ¡Y no lo soy! No lo soy…- lloró apenas logrando hablar mientras llevaba sus manos a su pecho –Aquí… duele, y parece no importar-

Su llanto era lastimero, como el de alguien que ya lo había perdido todo. Y probablemente para él lo era así.

El lobo intentó acercarse de nuevo, pero la liebre se alejó. En verdad estaba muy dolido y no era bueno estarlo en su condición, pero por algún motivo, al lobo, que siempre se mostró aliviado e indiferente a las inquietudes de la liebre, esta vez no parecía para nada impasible, todo lo contrario, se mostraba muy molesto porque a su perspectiva, esas palabras parecían indicar que todo era culpa suya. Que él era pérfido.

-Para empezar no tendrías que tener esos sentimientos- le dijo manteniendo su distancia –No somos humanos, esas relaciones no se aplican para nosotros-

-¡Es por eso que me siento mal! ¡Fui el único que se enamoró!- exclamó aceptándolo finalmente -¡Y no quiero sentirme así! ¡No quiero!-

El lobo no cambió su postura, pero su enfado incrementó –Asumí la responsabilidad de todo lo que hice, te tengo conmigo y te doy todo lo que necesitas ¿Qué más quieres?-

-¡Que me digas lo que soy para ti!- se quejó de nuevo. En verdad deseaba escucharlo, tenía que hacerlo, pero a pesar de que quisiera parecer fuerte en ese momento, su llanto era incontenible aunque tratara de remediarlo con todas sus fuerzas.

Hubo un silencio, ambos se veían de frente. Aquello había llegado mucho más lejos de lo que debió.

-Para mí eres más un error que un reemplazo- contestó el lobo con mirada seria.


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