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Blue blood: the story of a royal love por Aomame

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Blue blood

 

El escolta real

—¿Aún quieres ir al frente?

Kaname pronunció su pregunta mientras se acomodaba la corbata frente al espejo, y miraba el reflejo de su compañero de habitación justo de tras de él poniéndose los zapatos.

—Sí—fue la respuesta e hizo que le doliera el estómago.

—¿Por qué? Nadie quiere ir a la guerra, ni tu pa…quiero decir, ¿tú por qué sí?

—Dilo—Zero se puso de pie y golpeó la punta de los zapatos contra el piso, alternando los pies—que ni mi padre quería ir, no pasa nada con que lo digas.

—Bueno, pero ¿tú por qué sí? —se giró y fue por su saco de gala para ponérselo. Zero hizo lo propio y ocupó su lugar en el espejo.

—Me llama, ya te dije. No es como si ansiara la muerte o algo, sólo que, creo que tengo que ir.

—uumh

—¿Por qué preguntas eso? ¡Ah, ya sé! Por las órdenes ¿verdad?

Las órdenes no eran más que una carta de asignación de  misión, que se les daba a los cadetes al término de la graduación. Se les asignaba un regimiento en caso de ir al frente o algún puesto técnico en alguna base, incluso misiones especiales, como el espionaje.

Zero era el número uno, siempre lo fue y se rumoraba que precisamente se le asignaría un trabajo especial. Pero éste no quería eso, quería la cruda realidad: la guerra en todo su esplendor y crueldad. Su razón era un misterio para todos, como lo era para él mismo.

La graduación se llevaría a cabo esa tarde, y Kaname aún no le había dicho lo que tenía que decirle. Por alguna razón siempre termino posponiendo la plática hasta que ya era demasiado tarde como para tenerla. Podía hacerlo antes del evento pero sería arruinarlo, y después, sería demasiado tarde… porque Zero recibiría su orden. Y nada, suavizaría las cosas entre ellos ya.

Zero se puso el bonete bajo el brazo y lo apuró para salir al patio central, donde la ceremonia daría comienzo. Y el príncipe corrió tras él, como casi siempre que entrenaban.

+++

El rey estaba ahí, imponente, alto y contra el sol. Hubo un  murmullo, inmediatamente callado, cuando se le presentó ante todos los cadetes. Nadie lo había visto nunca, al menos, no en persona. La vida de la familia real era conocida básicamente por rumores, por chismes que se filtraban a los periódicos u otros medios de comunicación. Incluso las fotos de los miembros de la casa real eran demasiado escasas, por eso que era comprensible que nadie reconociera al joven príncipe.

—Queridos cadetes—inició el soberano así, su discurso—, es un orgullo para mí presenciar con mis propios ojos el momento en el que se convierten en hombres. Que su brazo sea protector de su nación, su valentía el cimiento de su esplendor y  que el honor sea la bala que demuestre a aquellos que quieren ver nuestras banderas depuestas, que no pueden vencernos.

Kaname volteó a ver a Zero con discreción. Su compañero mantenía su posición de firme, mirando recto hacía el monarca, no había expresión en su rostro más que una impronta de seriedad, la mandíbula apretada, la respiración tranquila. El príncipe suspiró, su padre hablaba demasiado y también demasiadas tonterías. No le importaban los cadetes, tal como había dicho Zero, eran carne de cañón para proteger el trono dónde se sentaba. Y saber eso, de alguna manera, le provocó dolor de estómago.

—Mis congratulaciones, hoy ya no serán más cadetes, tengo ante mí soldados. Para ustedes mi total confianza y mi bendición. ¡Viva nuestro grandioso reino!

—¡VIVA! —se escuchó el grito de los orgullosos cadetes en unísono, seguido de tres “¡VIVA EL REY!” de un rumor marcial al que le siguió el silencio.

Kaname fue el único que no dijo nada, se quedó quieto y mudo. Incluso así, durante el resto de la ceremonia. Cada cadete pasó y recibió su primera banda marcial, un diploma para enviar a la familia y lo más importante, quizás, la carta de orden. Kaname subió después de Zero y recibió de manos de su padre cada uno de esos objetos. Después, el Rey se marchó, se rompieron filas y hubo gritos de júbilo.

—Kuran sama—el comandante Yagari le tocó el hombro sutilmente. La manera en que lo trató le indicó que ya sabía de quién se trataba—, su majestad, el Rey y el general Ichijou, desean hablar con usted.

—Bien.

—¡Kaname!—Zero lo alcanzó y le tomó del brazo—Ven, harán un brindis…

—Ya voy, tengo que… saludar—le miró de manera significativa, Zero lo miró por un momento y luego asintió comprendiendo por completo el mensaje.

—Te veo luego.

Kaname vio como el cadete número uno se alejaba, y como en el borde del bolsillo de su saco sobresalía su carta de orden.

+++

—¡Muchacho, sobreviviste!

Kaname no logró esquivar el abrazo férreo de su padre.

—Y no gracias a ti—dijo empujándolo para apartarlo.

—Oh, vamos, no fue tan terrible  ¿o sí?

Kaname dudó un poco antes de contestar. Terrible, lo que se dice terrible, pues no.

—Como sea—dijo una vez libre—, no diré tampoco que fue la cosa más divertida.

Su padre rió y le palmeó el hombro, antes de sentarse en el sillón de la oficina del general, el cuál observaba  desde su escritorio.

—¿Y bien, lo encontraste?

—Sí.

—Bien. General ¿qué puede decirme de su elección?

El general carraspeó y se puso de pie ceremonialmente.

—Debo decir, su majestad, que no pudo haber hecho mejor elección.

—¡Excelente! —el rey se palmeó los muslos. —Kaname trae tus cosas, nos vamos ya.

—¿Ya?

—Sí.

—Pero la celebración…

—Tú no eres un soldado. Ve tu carta de orden.

Obedeció a regañadientes. Esperaba una hoja en blanco ciertamente; pero no, no era el estilo de su padre.

“Futuro Rey”

+++

Regresó a su habitación para recoger sus cosas, esperaba que estuviera vacía pero al parecer ese día nada sería como esperaba. Zero estaba ahí, sentado en su cama, quieto, tal vez, demasiado quieto. Lo miró con neutralidad cuando lo vio entrar y Kaname no tuvo más remedio que aguantar la respiración por un instante y exhalar lentamente al cruzar la habitación por su maleta, hecha desde la noche anterior.

—Pensé que estarías en el brindis—le dijo con fingido entusiasmo. —Todos deben estar muy contentos… con sus órdenes y eso, espero que obtengan buenas misiones…

—Tales como esta, supongo—Zero esgrimió su carta con la diestra. Kaname tragó saliva, bajó la maleta que ya se había echado al hombro y se giró para mirarle de frente.

—Estás molesto… ¿verdad?

—¿Tú qué crees?

El príncipe suspiró de nuevo. Temía eso, pero no había nada que pudiera hacer para esquivar el temperamento del peliplata.

—Lo siento. Sé que querías ir a la guerra, pero…

—No se trataba de ir a la guerra, Kaname—éste dio un respingo al escuchar su nombre—, se trataba de convertirme en…

—…Capitán

Zero lo miró inquisitivamente al ponerse de pie y volver a esgrimir su carta, está vez,  frente a los ojos del príncipe.

—Las personas tienen sueños ¿sabes? Pueden ser sueños muy modestos y hasta estúpidos, pero los tienen—le dijo—, yo tenía un sueño. ¡Pero gracias a tu gracia divina mi camino se desviará demasiado!

—¡No tienes que aceptar!—Kaname retiró la hoja de su nariz y resopló. —Pero no creo que te haga daño. Incluso te conviene. Ganaras más dinero, recibirás entrenamiento de elite y no estarás tan expuesto. Seguramente tu madre estaría feliz de saber que estarás a salvo dentro de un castillo bien fortificado.

—¿Por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo crees que les tome a los rebeldes tomar el castillo?

—Eso no importa, así como pueden hacerlo mañana, pueden no hacerlo nunca.

—¿Por qué yo? ¿Por mis calificaciones?

—No

—¿Entonces?

—¡Porque eres mi hombre de confianza!

—¿Qué?

Kaname suspiró, miró hacía la ventana y caminó hacia ella, evitando la cercanía con el ahora, soldado.

—Para eso vine—explicó. —Mi padre dijo que tenía que venir y encontrar a un hombre de confianza, uno que me fuera leal sin que le importara mi estatus social ni mi título. En pocas palabras un amigo en el que pudiera confiar, con el que  me sintiera cómodo y que además, fuera bueno con las armas.

—Pero si es así, yo supe quien eras desde casi el principio… no debo ser apto para…

—Lo sé, pero aun sabiéndolo no pretendiste nada. Me ayudaste sin esperar nada, me trataste como un igual,  me contaste tu historia, confiaste en mí… y eres… perfecto… para ser mi guardián. 

Ambos se miraron por un instante que pareció eterno. Kaname fue quien rompió el contacto, tomó de nuevo su maleta e hizo girar el pomo de la puerta.

—De todas formas es tu decisión. Pero, en verdad creo que eres el mejor para el puesto. Quiero que aceptes, si puedo pedir un deseo, quiero que aceptes. No sólo por los beneficios que te traería, sino porque… porque yo… yo…

—¿Tú qué?

—Yo…—abrió la puerta, sin saber bien a bien porque había añadido más a su vano intento de convencimiento.

—¿Tú qué?—presionó el otro.

—…a mi lado… quiero…

—¿Ah?  No te escuché.

—… que estés a mi lado— pronunció sin esperar ninguna respuesta y salió de la habitación sin mirar atrás.

Zero se quedó de pie en el mismo lugar, mirando la puerta cerrada de la habitación, en tanto su carta de orden se deslizaba hasta el piso.

“Escolta personal de su alteza real el príncipe Kaname”

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

¿Aceptará Zero el trabajito? ¿qué creen? 

 

Hasta la próxima!

 

continuará...


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