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Blue blood: the story of a royal love por Aomame

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Blue blood

 


Respiración

—En cuanto suene el silbato no quiero ver ni una cabeza afuera. El primero que salga será castigado y el último premiado ¿listos?

¡PIIII!

Kaname sumergió la cabeza en el agua helada del lago de la academia. Hasta ese momento había creído que  no era más que parte del paisaje, un adorno más de ese enorme lugar. Ni por un solo instante le pasó por la cabeza (esa que se le helaba ahora) que sirviera también de pista de entrenamiento.  Se encontraba en un ejercicio de apnea, es decir, tenía que aguantar la respiración tanto como pudiera dentro de esas aguas que no sólo le congelaban las células de la piel, sino que también parecían presionarle el pecho. Eran unas planchas frías que se posaban contra él, se imaginó de un color azul alarmante y sin poder resistir más pataleo fuera del agua y boqueó por aire.

¡PIII!

Un segundo silbido le hizo abrir los ojos y retirar el agua que escurría hasta sus ojos. Vio al sargento de pie en el pequeño muelle, justo dónde lo había dejado antes, el militar lo señalo desde ahí.

—¡Primero!—gritó, y Kaname supo que le tocaría castigo.

Nado hasta la orilla en dónde se sentó en espera de los demás. Los vio salir uno a uno acompañados de un pitido de silbato y con poca diferencia entre ellos. Pero todos ellos sonreían contentos al darse cuenta de que no eran los primeros en salir. Lo molestaron un poco una vez fuera, poco porque el sargento estaba aún ahí, pero eso no les impidió darle uno que otro zape, o algún codazo o patín. Pero su verdadera molestia fue ver al último en emerger a la superficie ¿lo adivinas? Sí, Kiryuu Zero salió del agua, respiró con fuerza y  sacudió la cabeza.

¡PIII!

El último silbatazo. El ganador sonrió al llegar a la orilla y  poner las manos en la cintura con gesto de triunfador. Recibió ciertos aplausos y el sargento entonces, se acercó le dio su tiempo y lo felicito.

Después de la cena sabrían sobre el castigo y el premio.

+++

Maldito frío, maldito. Kaname se frotó los brazos y se hizo un poco más ovillo de lo que ya estaba. Su castigo era hacer guardia esa noche y cuidar el campamento. Las habitaciones cómodas donde solían dormir habían quedado atrás. Era parte del entrenamiento acampar de vez en cuando, sufrir las inclemencias del tiempo y de la naturaleza. Kaname refunfuñaría sobre eso una y otra vez. Y lo peor de todo es que no podía ni prender una fogata puesto que si lo hacía posibles “enemigos” podrían localizarlos con facilidad. Igual, no sabía encender una fogata.

—¡Hey!

Kiryuu Zero, el número uno, el ganador, salió de su tienda de campaña (premio para el ganador, junto con una dotación extra de cobijas, así como el mando de la tropa al día siguiente) y lo saludo alzando una mano.

—Hey—respondió Kaname desganado mirándole de reojo, acostumbrado ya a la oscuridad, aunque las facciones contrarias estuvieran demasiado impresas.

—¿Qué tal la guardia?

—Del asco, ¿qué creías?

Zero echó a reír, bajo uno de sus brazos llevaba una manta, se la aventó y se sentó a su lado en la tierra fría y húmeda. Kaname recibió aquel inesperado regalo con un inesperado sentimiento de agradecimiento.

—Gracias.

—Ajá.

El peliplata se rascó la nuca, su cabello era plateado, aunque estaba demasiado corto como para describir algo más al respecto. Kaname recordó como sufrió cuando le cortaron el cabello para meterlo a esa prisión endemoniada.

—¿Quieres?—Zero le ofreció un cigarro y con el frío que hacia acepto de buen grado.

—Algún día descubrirán que fumas—pensó un poco malicioso, imaginando un castigo estilo inquisición para su compañero.

—Nah, es media jornada en la ratonera.

“La ratonera” era la habitación, cuarto, cosa, medio metro cuadrado dónde los cadetes eran castigados por alguna falta, incluso si no habían hecho nada, todos, excepto Kaname habían estado ahí, sí, también el número uno. Sólo que ahora no parecía importarle, al parecer, y era un misterio para todos, el número uno había encontrado un método para escapar de la ratonera sin salir de ella. A ese paso, y Kaname no se equivocaba, Zero se convertía lentamente en una especie de leyenda entre los cadetes, un héroe o algo por el estilo.

—¿Y qué haces aquí?

—Vine a cerciorarme de que su majestad estuviera bien.

—¡Cállate! No lo digas en voz alta.

—Entonces baja la voz zoquete.

Kaname amagó un insulto, pero su indignación no le dejó hablar. ¿Cómo se atrevía ese a llamarle zoquete? Era casi como blasfemar o escupirle a un cura…más o menos.

Los cigarros se consumieron lentamente en medio de un silencio un poco hostil.

—¿Qué? ¿Me darás algún consejo?

—Nada, sólo no te duermas.

—Muy útil—ironizó el castaño.

Zero rió por lo bajo y le dio una palmada en la espalda, que no quería ni había pedido y que casi le saca el aire.

—No te preocupes, vendrá el sargento como a la media noche y te relevará, es así siempre. Es un ejercicio nada más.

—¿En serio? Creí que me quedaría aquí hasta el amanecer y que tendría que hacer el entrenamiento desvelado.

—Tarado, ni siquiera en la vida real se hace eso, un soldado que no ha dormido ni un poco es un inútil en batalla, hay relevos siempre.

—Qué alivio…

—¿Ya tienes sueño?

—Ya.

Zero volvió a reír, y Kaname cayó en cuenta tarde que le habían dicho “tarado”.

—Te puedo ayudar—dijo Zero de pronto, sin ningún contexto aparente.

—¿En qué?

—Con la respiración… siempre pierdes por eso ¿sabes? Tienes que aprender a respirar. La clave está ahí.

Kaname frunció el ceño y achicó los ojos con sospecha en sus pupilas.

—¿Y cómo por qué harías eso?

Zero se encogió de hombros.

—No queremos un rey muerto antes de ser coronado— fue su respuesta.

—¿Buscas algo?

—Nada, alguien como yo  a lo máximo a lo que puede aspirar es a ser capitán.

—Eso quieres.

—Eso haré. Pero no te necesito para eso, principito.

Zero sonrió con el cigarro entre los labios y Kaname sintió como si alguien tomará su estómago y  tirara de él intentando bajarlo hasta el suelo.

—Piénsalo—dijo el peliplata, apago el  cigarro en la suela de sus zapato y se puso de pie—brrr, que frío.

Y sin más, se metió en su tienda de campaña.

+++

 

Había algo extraño en el número uno. Durante los entrenamientos en grupo, siempre encontraba la manera de molestar a Kaname. Ya fuera metiéndole zancadillas, dándole zapes, riéndose de cualquier cosa que le pasara;  en el almuerzo siempre se las arreglaba para quitarle el postre.  En resumen era una piedra bastante grande en el zapato. Pero, después, cuando todos se iban a dormir y se quedaban solos era diferente.

Durante tres semanas, entrenó un par de horas extras al lado del número uno. Corrían por el lindero del bosque que rodeaba la academia hasta el lago, al llegar ahí se quitaban la ropa y en calzoncillos se sumergían el sus heladas aguas. Era un buen maestro, y le enseñaba cosas que él jamás habría aprendido por su cuenta ni con dos años de entrenamiento intensivo en la academia.

—¿Qué? ¿Eras boy scout? —preguntó una noche mientras Zero encendía con palos y yesca una fogata. Zero no respondió de inmediato, estaba concentrado en su tarea, y no fue hasta que salió humo que levantó la vista y le sonrió ampliamente.

—No, me enseñó mi padre— avivo la pequeña llama y añadió yesca para que inflamara por completo. Kaname se acercó, la perspectiva de calor le atraía. —Vivíamos en la montaña hasta antes de la guerra.

Kaname expuso las palmas de sus manos contra el fuego para calentar sus dedos ateridos, aún tenía agua que le goteaba por la frente. Guardó silencio, puesto que de la guerra sabía muy poco. A pesar de ser el sucesor en la corona, estaba muy lejos de todo ello. Su primer contacto con la guerra, y el más cercano era precisamente esa academia, no conocía más enemigos que sus propios compañeros. Incluso ahí, todo parecía muy, muy lejano… ¿de verdad había guerra?

—¿Tu padre está en servicio?

Zero lo miró pero desvió la vista hacia la fogata rápidamente, se quitó el agua que caía por su nuca y suspiró. Kaname respetó el silencio que continuaba lacerando sus oídos, el ambiente entre ellos había cambiado.

—Eso creo—respondió por fin el peliplata—, no he sabido nada de él desde que se fue… quiero creer que está por ahí, aún.

¿Qué  se podía decir en esos momentos? Kaname prefirió buscar su ropa y no agregar nada, parecía un tema doloroso. Y si bien él y Zero tenían una extraña relación, cierta confianza se había establecido entre ambos, algo parecido a la complicidad.

—¿Quieres encontrarlo? ¿Por eso entraste a la academia?

—Algo así… Pero más que eso,  puedo obtener mientras estoy aquí.

—¿A qué te refieres?

—Al estipendio —las gotas de agua sobre su piel brillaban extrañamente debido a la luz de la fogata. El estipendio era una paga simbólica que recibía la familia del soldado alistado. Ya fueran activos o en entrenamiento. Era evidente que el número uno debía tener una familia a parte del mencionado padre, y tal vez, él era el único que mantenía a esa familia. Kaname lo comprendió todo, incluso sus ganas de convertirse en capitán, lo máximo a lo que un plebeyo podía aspirar. Ese puesto le garantizaría un sueldo increíble.   

—Seguro encontraras a tu padre—consoló o al menos lo intentó. Estiró su brazo, le rodeó los hombros y palmeó amistosamente su omoplato.

Zero bufó incrédulo, Kaname estuvo seguro de lo que éste estaba pensando: No, no lo encontraría. Las noticias no llegaban, y no lo harían. Era una situación lamentable y por primera vez el joven príncipe pudo sentir el sentimiento más duro de la guerra: la pérdida. Y era dolorosa, incluso si no es propia, sólo bastaba ser un poco empático para sentir la tristeza trepar por el pecho como una araña gigante y venenosa.

 Bajó la vista hacía la tierra húmeda, se sintió culpable, no porque él hubiera hecho algo para desatar la guerra, sino porque en su sangre corría la sangre de quién no había logrado detenerla. Pensaba en eso cuando su campo de visión se vio oscurecido, y de inmediato sintió una suave y cálida presión sobre sus labios.  Sorprendido se hizo hacia atrás y con los ojos muy abiertos miró al cadete número uno. Ese que por alguna razón lo había besado.

—¿Q...qué? ¿Qué es lo que…?

Zero parecía expectante, pero luego se recompuso con una sonrisa tranquila—Cálmate, era una broma.

—¿Bro…ma?

—Tenías una cara muy triste ¿qué pensabas?

—Yo… ah…

—¿Se te olvidó? —el impertinente rió, al tiempo que se ponía de pie y recogía su ropa del suelo—Entonces, misión cumplida, su majestad—dijo en posición de firmes, lo que parecía ridículo en calzoncillos. —El último apaga la fogata.

Echó a correr de regresó a la academia, y Kaname se obligó a despertar de su letargo, puesto que sin Kiryuu se perdería en el camino de vuelta. Le echó tierra a la fogata para apagarla, recogió sus cosas y corrió como alma que lleva el diablo en pos de su compañero. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

¡Feliz año nuevo!! 

Hasta la próxima. 

continuará...


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