Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dernière Danse por Killary

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Mientras lo nuestro muere

Con la cabeza en mis manos

Me siento y lloro

(Don’t Speak – No Doubt)

 

 

 

3. Paso Tres: Es tan fácil romper un corazón

 

 

 

—Nuovamente!

 

Suspiré cansado levantándome del suelo y tomando la posición de inicio. Estaba agotado… Llevábamos casi una hora en la misma rutina, tratando de encajar los pasos y dejar conforme al profesor… Era increíble que este tirano sea el mismo chico que me coqueteó al conocerme hace dos meses atrás.

 

—Uno… Due… Tre… Vamos  ¡no se distraigan!

 

 

3 chicos y 6 chicas conformábamos este grupo de “avanzados” al que me integré luego de una prueba. Todos rondaban los 18 o 19 años,  menos yo que ya estaba pronto a cumplir 15 en unos cuantos meses.  Me sentía algo así como la mascota del grupo, siempre con consideraciones hacia “le petit” que era como me llamaban.

 

 

Luego de 90 minutos intensos la clase terminó. Vi como los demás iban desapareciendo mientras que yo, sentado en una esquina, me despedía con un movimiento de mano imposibilitado de ponerme de pie.  Cuando el último de mis compañeros desapareció tras la puerta suspiré aliviado y me tiré cuan largo en el suelo. Saqué el celular, que Solange me regaló hace apenas una semana, de mi mochila que tenía a un lado y revisé por si había algún mensaje…  Nada… Volví a escribir

 

“Melie, no sé si mis anteriores mensajes te llegaron… Este es mi nuevo número, intenté llamarte pero no me coges el móvil seguramente porque es un desconocido… Llámame, necesito hablar contigo. Etienne.”

 

Di a “enviar”… ¿Me llamaría esta vez?... Este sería ya el décimo mensaje que le envío…  También he intentado llamarla muchísimas veces…  ¿Por qué no me contesta?... Tengo tantas ganas de hablar con ella, saber cómo está… Saber de Gaël… ¿Debería llamarlo?... No, no puedo… Me fui sin decirle nada, dejándole una carta… A lo mejor está disgustado… A lo mejor ya no quiere saber nada de mí…

 

— ¿Piensas quedarte toda la tarde tirado en el piso?

 

Aparto la vista del teléfono y miro a la persona que me hablaba. Esos ojos caramelo me observan divertidos. Guardo el móvil mientras me incorporo.

 

—Sólo descansaba un poco.

 

—Ya te he dicho que si te sientes muy cansado, vayas a la banca y te sientes a descansar. No te voy a exigir como a los demás porque…

 

— ¿Por qué soy menor?... Tsk… — Mascullo fastidiado. Sé que soy bueno y puedo seguir el ritmo perfectamente. Me molesta que me trate como a un niño, ya no lo soy…

 

—Porque recién llevas un par de meses en clase. — Termina de decir, frunciendo el ceño. Me sonrojo un poco con sus palabras, sintiéndome estúpido. Se sienta a mi lado, apoyando la espalda en la pared. — Has mejorado muchísimo el idioma, casi no te trabas ya. — Comenta, cambiando de tema radicalmente.

 

—Sí, las clases ya dieron sus frutos… Además tengo que aplicarme, en un mes empiezo el instituto… — Asistía a clases intensivas diarias todas las mañanas y me esforzaba mucho en aprender. No quería tener problemas en la nueva escuela.

 

— ¿Solange vendrá por ti hoy?

 

—No… Hoy se encontraría con Rebecca… — Hace un par de semanas que había decidido darle una oportunidad. Por fin. No sé por qué mi tía se hizo la difícil si al final ya se sabía que terminaría cediendo. Se notaba a leguas que andaban súper enamoradas…

 

—Entonces ¿podemos ir por un café?... O bueno un chocolate, o lo que quieras… ¿Qué dices?

 

— ¿No tienes que dar otra clase?

 

—Por hoy he terminado… Vamos, anímate. Prometo no morderte.

 

—Está bien…

 

 

Esa fue la primera de nuestras salidas. Siempre íbamos al mismo lugar, un pequeño café a un par de cuadras del estudio,  y nos sentábamos en la misma mesa a conversar. Me sentía muy  a gusto con Leo.  Comencé a conocerlo y a confiar en él. Me contó que antes vivía con sus padres y 4 hermanos en un pueblo al norte, que era el hijo menor de la familia, que cuando se enteraron su deseo de ser bailarín pusieron el grito en el cielo… Que tuvo que abandonar su casa con el corazón roto y se vino a vivir aquí. Nunca abandonó sus sueños. Ahora era profesor y compartía con otros su pasión.  Luego de pensármelo muchísimo le conté también mi vida. O por lo menos gran parte de ella… Había cosas de las que nunca más quería hablar y menos recordar…   Me gustó que me escuchara sin juzgarme ni nada. Me sentí confortado.

 

 

Solange, aunque al comienzo se mostró muy recelosa, terminó por ceder y  aceptar nuestra amistad. Ya no me llamaba cada 5 minutos cuando salía con Leo. En parte porque al parecer comenzó a confiar en nosotros y por otro lado porque estaba muy entusiasmada reconstruyendo su relación con la pelirroja.

 

 

Los días pasaron. Empecé el instituto… Como un chico normal más. Ya no faldas, ni cabello largo, ni voz aflautada. Ya no mentiras. Ya no fingir. Este era yo. Este era Etienne.

 

 

Me adapté perfectamente a mi nueva vida. Conocí a muchos chicos y chicas, los amables buena gente, los estúpidos abusadores, los pijos que se alucinaban intocables, los tímidos… Y chicos como yo, que les gustaban las niñas para amigas y los niños para novios…  Chicos con los que hice una gran amistad y los que me ayudaron a no sentirme un fenómeno… Pero a pesar de todo no podía olvidar a Gaël…  Seguía intentando comunicarme con Amélie, llamando por teléfono casi todos los días… sin respuesta.

 

 

Los meses pasaron y el tiempo hizo que pierda las esperanzas de volver a hablar con Melie o Gaël… Su recuerdo quedó en un rincón de mi corazón. Un doloroso y triste rincón que de cuando en cuando me oprimía el corazón.

 

 

El día que cumplí 15 años, Solange me sorprendió. Había acondicionado un cuarto del departamento como una sala de danza. Iluminada, llena de espejos, barras, un brillante piso de madera y un equipo de sonido a un lado. Me emocioné tanto cuando descubrí que había sacrificado su hermosa habitación de pelucas para hacerme esto que estallé en llanto. Hace tanto que no me sentía tan querido…

 

 

Las tardes después de clases y cuando no tenía que ir al estudio de Emilia, me la pasaba metido en esa habitación. Claro, después de hacer los deberes porque si no los hacía Solange se convertía en un demonio. Ya me había ocurrido una vez que olvidé de hacer una asignación por quedarme metido bailando… Mi tía se disgustó tanto que casi me quita la llave de mi cuarto de baile… No quería que se vuelva a repetir.

 

 

Terminé el año en el instituto con notas sobresalientes. Me había esforzado mucho y eso había dado sus frutos. El último día cuando entregaron las calificaciones salí corriendo de allí rebosando alegría. Solange no pudo ir a recogerme pero eso era lo que menos me importaba. Quería enseñarle mis notas a Leo. Quería que se sintiera orgulloso… Que me regalara esas sonrisas que tanto me gustaban… Que me mirara de esa forma que me hacía temblar… Si, lo confieso, Leo me gustaba… muchísimo.  Estos últimos meses había fantaseado casi a diario con él… Imaginaba como sería que me besara… Que me acariciara… Que me… Me… No, no puedo decirlo… Si de pensar tan sólo en lo que quiero hacer me avergüenzo… Nunca había tenido ese deseo tan grande… Con Gaël era tan diferente… Ahora me siento… Me siento un pervertido…

 

 

Corrí y corrí hasta que llegué casi sin aliento al estudio. Entré saludando con sonrisas a quienes me cruzaba mientras trotaba hacía la sala que Leo siempre usaba para bailar. Escuché la música y me detuve de golpe un par de pasos antes de llegar a ella. Me lo imaginé enfundado en esas mallas negras que suele usar mientras su cuerpo se movía a ritmo de la melodía de aquella manera sensual que sólo él poseía… Me imaginé bailando a su lado, sintiendo sus fuertes brazos llevarme a través de las notas… Mi corazón empezó a latir aún más acelerado mientras un escalofrío placentero recorría mi cuerpo… Excitación… Sequé mi sudor con la manga de mi polera, acomodé un poco mis cabellos y respiré profundo tratando de calmarme. Caminé despacio y abrí lentamente la puerta para sorprenderlo…

 

 

Mi cuerpo se detuvo en seco. Mis ojos se abrieron a más no poder. Leo estaba bailando, si… Pero no bailaba solo. Una hermosa mujer de piel morena se movía junto a él. Se veían a los ojos como si estuvieran en un mundo aparte. Se sonreían, se acariciaban, se abrazaban y volvían a soltarse sin romper el contacto visual en ningún momento. Me quedé observando sin poder reaccionar. Con las últimas notas Leo tomó de su brazo jalándola hacia él y la besó… La música se detuvo y ellos no se separaban… Leo enredó sus manos en la ensortijada cabellera negra de la chica mientras ella lo rodeaba por el cuello… De pronto la oí gemir su nombre… Leo

 

 

Retrocedí hasta pegar mi cuerpo al lado de la puerta… Totalmente fuera de esa habitación… Lleve una de mano a mi pecho, presionando allí en medio donde un dolor me impedía respirar. Arrugando aquel papel que con emoción venía a mostrarle. Mis ojos se nublaron y con dificultad empecé a tomar pequeñas bocanadas de aire. Leo Leo Leo escuchaba una y otra vez aquella voz suave y llena de deseo de la mujer. La imagen de ellos besándose no abandonaba mi retina. De pronto la puerta a mi lado se cerró de un golpe. Pude llegar a escuchar la risa de Leo junto a la de la chica acompañada de dos golpes de llave. Cerré mis ojos con fuerza y sentí mis lágrimas caer… ¿Por qué?

 

 

Pasé el dorso de mi brazo por mi rostro en un intento de secar la humedad. Caminé cabizbajo buscando algún lugar donde esconderme y llorar por todo. Era un estúpido. Leo no sentía nada por mí, sólo amistad.  Interpreté mal su interés y cariño. Pensé que… Pensé que le gustaba… Me equivoqué… Soy tan idiota… Era lógico que le gustase una mujer… ¿Cómo no lo deduje?... Tan amable, tan sonriente, tan dulce, tan cariñoso… Tan malditamente guapo… ¿Cómo pude pensar que se fijaría en un niño como yo? Un niño… Quizá si volviera a vestir de chica él… él… No, no, no… Deja de pensar estupideces Etienne…

 

 

Al fondo estaba el cuarto de limpieza. Sólo lo usaban por las mañanas, antes de abrir el local. Tomé la manija y la giré. Para suerte mía la puerta se abrió sin problemas. Entré y sin molestarme en encender la luz me senté en un rincón. Apoyé mis brazos en mis rodillas y escondí el rostro en ellos mientras que por fin dejaba libre esas patéticas ganas de llorar. Dejé que mis audibles sollozos escaparan sin preocuparme en ser escuchado. Dudaba mucho que alguien se acerque por estos rumbos. Los salones estaban alejados de esta habitación.

 

 

Un par de golpes y la puerta abriéndose me sobresaltó. La luz se encendió y tuve que tapar mis ojos por aquella claridad. Poco a poco los abrí topándome con un chico alto de cabello oscuro que me miraba con curiosidad. Sus ojos caramelo me recordaron a los  de Leo…

 

— ¿Qué haces aquí? — Una voz grave pero con un toque burlesco hizo que reaccione. Me levante de golpe, secándome los ojos y sorbiendo mi nariz.

 

—Ya me iba… — Odié el sonido de mi voz… demasiado suave, demasiado delicado…

 

—Etienne, ¿verdad? — Lo miré sorprendido frunciendo el ceño. ¿Cómo sabía mi nombre? Yo nunca lo había visto… — ¿Te llamas o no Etienne? — Me disgustó su altanería.

 

—No te importa. — Mascullé intentando llegar a la puerta para irme de allí. El chico me tomó del brazo y me detuvo. — Suéltame… — El muchacho suspiró y liberando mi brazo se pasó la mano por su corto cabello.

 

—Mira niño, yo…

 

—No me digas así. — Me crucé de brazos. Había olvidado la tristeza que sentía. Ahora estaba furioso.

 

—Okey… — Una sonrisita arrogante se pintó en su rostro. — Mira… Etienne… — Recalcó cada sílaba con sorna utilizando un tonito sarcástico. — Sólo venía a alcanzarte esto — La hoja arrugada del informe con mis notas estaba en sus manos. — Se te cayó cuando saliste corriendo…

 

—No salí corriendo… — Repliqué con fastidio. ¿Quién se creía este? Suspiré estirando una mano. — Gracias… — Dije de mala gana esperando me alcance mi boleta y pueda largarme de una vez a encerrarme en mi habitación a seguir lamentando mi miserable existencia y no salir en los próximos 20 años…

 

—Okey… No saliste corriendo… — Soltó una risita y mi paciencia llegó al límite. Le arranché el papel con brusquedad, de milagro no se rompió en dos. Me hice paso empujándolo a un lado. Tomé el pomo de la puerta abriéndola con fuerza pero aquel maldito chico la cerró de una patada antes de que pudiera salir…

 

— ¡¿Qué carajos quieres?! — Grité sin poder controlarme. Estaba furioso. El imbécil se apoyó cuan largo era en la puerta impidiéndome el paso. — Ya me devolviste la hoja, ya te di las gracias, ahora ¡déjame salir! — Me quedé mirándolo con rabia. Suspiró nuevamente pasando otra vez su mano por el cabello. Creo que era un tic o una manía o… ¿Y a mí que mierda me importa? ¡Sólo quiero irme!

 

—Creo que empezamos con mal pie… — Comenzó a hablar. Su gesto cambió, ya no me miraba con burla o altanería. — Me llamo Donato… — Estiró una mano en saludo. Paseé mi vista de sus ojos a su mano a sus ojos nuevamente con incredulidad, sin responder el gesto… — Oh vamos, no seas rencoroso… Siento haberme portado como un pedante… — Seguía sin quitarle la mirada pero ahora era diversión la que reflejaban mis ojos… ¿En serio este chico se estaba disculpando? ¿Primero se comporta gratuitamente como un imbécil y ahora de la nada se disculpa? — El rencor es malo, ¿sabes? Te envejece rápido y luego a los 30 parecerás un anciano de 80… Nunca encontrarás novia y…

 

—Está bien, está bien, te disculpo. — Estreché su mano. — Tan sólo deja de hablar…

 

—Okey… Un gusto soy Donato… — Volvió a presentarse, esta vez con una sonrisa sincera.

 

—Soy Etienne… Aunque eso ya lo sabías… — Respondí sonriendo igualmente. Sin terminar el saludo nos estudiamos mutuamente sin vergüenza. Le di una detallada mirada de arriba a abajo. Su cabello oscuro hacía un bonito contraste con sus ojos caramelo. Era alto y con músculos suavemente definidos, posiblemente deportista… ¿Cuántos años tendría?... Su mano era grande, fuerte y cálida… Y seguía fuertemente aferrada a la mía. Intenté separarla delicadamente pero me fue imposible… — Hey… mmm… Donato…

 

— ¿Si? — Respondió como en un murmullo…

 

—Mi mano…

 

— ¿Qué tiene?

 

—Que la necesito… — Inmediatamente dirigió su mirada a nuestras manos unidas y me soltó dando un brinco. Solté una risita. El también rio nerviosamente.

 

—Lo siento, no me di cuenta…

 

—No importa… Oye, ya tengo que irme…

 

—Nunca te vi por aquí…

 

—Qué raro porque vengo hace casi un año a las clases de… — Los recuerdos volvieron de golpe. Leo, su risa, el beso, el susurro… Leo Leo Leo… — Apreté mis manos cogiendo fuertemente la tira de mi morral. No iba a volver a llorar. Menos frente a este chico que acababa de conocer. Suspiré dándome valor. — A las clases de Leo…

 

— ¿En serio? — Preguntó divertido sin darse cuenta de la tormenta por la que atravesaba. — ¡Leonardo es mi primo!

 

— ¿Qué?... — ¿Primo? ¿Dijo primo?... Santa mierda…

 

— ¡Si! Leo es mi primo por eso vengo de vez en cuando aquí. Hemos bailado juntos algunas veces, ¿sabes? No soy tan bueno como él pero me defiendo muy bien. — Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarme pasar. Yo aun en estado de shock salí sin poder articular una palabra. — Justo hoy venía a visitarlo y que me ayude con algunos movimientos pero bueno, estaba “ocupado” — Dijo haciendo comillas con los dedos y sonriendo cómplice. Le sonreí de vuelta de la mejor manera que pude.

 

—Lo se… Los vi… — Susurré sintiendo como se me oprimía el corazón y haciendo esfuerzos por no mostrar mis patéticos sentimientos.

 

— ¿Viste a Sam? — Me tomó del brazo y empezó a caminar. No tenía idea de a donde me llevaba pero me dejé conducir. — A que es guapa, ¿verdad? Leo está loquito por ella… Creo que hasta quiere casarse. — Donato empezó a reír mientras que yo sentía como  mi corazón se partía más y más. — Pero ella vive en Norteamérica y él aún no decide mudarse. Estuvo un par de años por allá… regresó el año pasado ¿sabes? —Asentí robóticamente. Donato iba tan ensimismado hablando que no podía atención en mí… Y lo agradecía enormemente. — Ella sólo estará unos meses mientras dure la gira de su compañía… Es una gran bailarina, ya podrás verla. Te encantará… — Nos detuvimos y en ese instante tuve noción del lugar en que nos encontrábamos… La puerta del salón de baile de Leo…

 

—Espera… — No reaccioné suficientemente rápido. Donato giro la manija y al darse cuenta de que la habitación estaba cerrada con llave, empezó a tocar.

 

— ¡Abran par de pervertidos! — Grito divertido mientras yo trataba de zafarme de su agarre. — ¡Leo, Sam, ya sabemos que están dentro! — Golpeó aun con más fuerza. Mi corazón latía tan rápido que pensé explotaría en cualquier momento. Tenía que irme de aquí… Tiré de mi brazo con toda la fuerza de la que fui capaz y logré librarme a la vez que retrocedía un par de pasos casi perdiendo el equilibrio. Donato giró mirándome sorprendido. — ¿Etienne?... ¿Qué ocurre? — Se alejó de la puerta y se acercó a mí… Retrocedí aun tambaleándome hasta chocar con la pared. — ¿Te sientes bien? — Abrí la boca tratando de contestar justo en el momento que se escuchó como destrababan la puerta y esta se abría. 

 

Sin poder pensar en nada más que alejarme, tomé una gran bocanada de aire, giré y empujando con el hombro a Donato para tener espacio suficiente, salí corriendo.

 

 

 

Notas finales:

Este cap es mas chiquito xq lo dividi en 2   °U°   asi q si puedo actualizo en unos dias... aunq me espera una semanita d m xD

XOXO


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).