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Instant Crush por Mari-Sponge

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Notas del capitulo:

Welp, ayer les dije que subiría los capítulos diarios... pero no se acostumbren, que solo será hasta que esté el trabajo al corriente :3

-¡Listo! –exclamó entusiasmado el castaño, con las manos en la cintura. Lo último que faltaba era acomodar su bate de béisbol, el guante y  su balón de futbol, los cuales dejó perfectamente escondidos, al pie de su cama. Claro, el bate fue el único que se quedó apoyado al mueble, con el mango disponible en caso de utilizarlo contra algún maleante. El chico se estiró, tratando de relajar sus músculos, algo tensos a causa de la mudanza. –Espero que Mattie esté bien –susurró para sí mismo, observando la otra mitad de la habitación vacía. Luego de soltar un gran suspiro, se encaminó al closet, sacando una muda de ropa limpia, una toalla, y lo necesario para poder darse una ducha. Con una gran sonrisa, salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Mientras caminaba, podía encontrar de vez en cuando, a otros estudiantes entrando a lo que sería su nuevo “hogar” durante la época de clases. Más de una vez se detuvo a saludar a los que serían sus nuevos compañeros de piso, y como todo buen “héroe” que decía ser, no dudaba en acercarse a ayudar a los chicos con los que se encontraba. Finalmente, logró llegar al cuarto de baño, y una vez debajo de la regadera, dejó que el agua caliente cayera por su cuerpo, ayudando a relajarle.

Lo que pensó que serían 10 minutos, terminó siendo media hora. Al salir de la ducha, secó su cuerpo, y al comenzar a vestirse, notó que lo único que había tomado era la ropa interior y un par de pantalones. Con resignación, se limitó a ponerse aquellos pantalones, con estampado militar, seguidos de un collar con un par de placas, recuerdo de su servicio en la milicia. Luego de limpiar sus lentes, los volvió a colocar en su rostro, mirándose en el espejo, dejando escapar nuevamente un suspiro. –Supongo que tendré que regresar así –susurró, observando su torso desnudo, el cual, a pesar de su extraño hábito alimenticio, se encontraba bien trabajado. Colgó la toalla alrededor de su cuello, y mientras agitaba un poco su cabello, salió del cuarto de baño

La luz de la tarde se colaba por las ventanas del pasillo, el cual se encontraba ahora desolado y completamente silencioso, algo que se le hacía un poco extraño. Sin embargo, siguió caminando, topándose con un joven rubio de ojos violetas, que iba directo hacia él.

-Hola –saludó alegremente aquel joven, ladeando un poco la cabeza, haciendo caso omiso de la parcial desnudes del chico.

-H-hola –regresó el saludo Alfred, parándose en seco.

-¿Eres de nuevo ingreso, verdad? –preguntó el muchacho, parándose delante de Alfred, alzando un poco la cabeza para poder mirarle a los ojos. Alfred solo se limitó a asentir en silencio, sin saber qué hacer. – ¡Mucho gusto! Mi nombre es Tino Väinämöinen, y soy el asesor de este piso, es un gusto conocerte –añadió alegremente Tino, mirando interrogante al más alto, esperando poder escuchar su nombre.

-¡Aaah! Yo soy Alfred Jones, mucho gusto –respondió más animado, dándole la mano al mayor.

-Me alegra que estés aquí, Alfred –agregó con una sonrisa Tino, cerrando los ojos y regresando el apretón de manos. –Supongo que ya te instalaste en tu nueva habitación, ¿no? –preguntó abriendo los ojos nuevamente, sin borrar aquella sonrisa de su rostro.

-Ya, no hace mucho acabé de ordenar mis cosas –respondió, riendo fuertemente.

-Espero que hayas dejado el espacio libre para tu compañero de cuarto –comentó Tino, con cierto temor en su voz. Alfred bajó la mirada para poder encontrarse con aquellos ojos violetas.

-¡Claro! Todas mis cosas están en la mitad que me corresponde.

-Bien, me alegra escuchar eso. Bueno, debo irme, tengo que revisar que los que han llegado ya estén instalados en sus respectivas habitaciones –añadió el asesor, -mucho gusto en conocerte, y espero que nos llevemos bien. Las reglas están en la puerta de la habitación, cualquier duda, mi habitación se encuentra al fondo del pasillo. Moi moi.

-Bye –se despidió Alfred, regresando el movimiento de manos del finlandés. Al perder de vista al mayor, siguió su camino hacia la habitación. Sin embargo, algo raro sucedía en esta. Al llegar, encontró la puerta entre abierta. En silencio, entró al cuarto, preparado para enfrentarse con el intruso. Más lo que encontró, le sorprendió un poco.

En el suelo, se encontraba una silueta de espaldas a la puerta, de cabello castaño y un pequeño mechón. La mirada azul del americano, se paseó por la habitación, notando unas maletas, unos cuantos posters en la cama, y un marco de fotos en uno de los escritorios. Sin hacer el menor ruido, el rubio se acercó lentamente, colocando una mano en el hombro ajeno.

-Este… ¿quién eres? –preguntó, sacando de su ensimismamiento a aquel extraño.

 

 

 

Caminaba a paso lento, observando embelesado el lugar, pero también se debía a la carga de su equipaje. Luego de un par de horas de andar por el campus, una amable chica le indicó el camino hacia los dormitorios, y en lugar de dirigirse hacia aquel edificio, permaneció 10 minutos coqueteando con la chica, quien solo se limitó a sonreír algo sonrojada. Y hubiera seguido platicando con la joven, de no ser porque otro chico, el hermano de la muchacha, llegó hasta ellos, apartando a la chica del italiano, mientras amenazaba Feliciano con la mirada.

El camino hacia el edificio no era muy largo, normalmente le tomaría 15 minutos llegar, pero esos 15 minutos se alargaron a casi una hora a causa del exagerado equipaje del chico, sin mencionar sus numerosas paradas para admirar, no solo el campus, si no también, a las chicas que pasaban por el lugar.

Al entrar al edificio, se encontró con un letrero sobre un par de puertas metálicas, que anunciaba “Fuera de servicio”. El castaño soltó un pequeño grito al descubrir que tendría que usar las escaleras para llegar al piso que le correspondía. -¿Por qué a mí? –se preguntó con pesar, alejándose del elevador, arrastrando el par de cajas que llevaba consigo. Alzó el rostro, admirando el final de las escaleras, y se sintió desfallecer. En un pésimo intento de aligerar la carga, comenzó a subir de una por una las cajas y las maletas de ropa, provocando que tanto ir y venir por las escaleras le cansara más, y le terminara con mareo.

-¿Quieres que te ayude? –preguntó desde arriba una alegre voz. Al levantar la mirada, se encontró con un par de ojos violetas, los cuales reflejaban alegría y un poco de curiosidad.

-Vee~ -susurró el menor, mirando sus cosas con pena, regresando la mirada a aquel extraño. -¿En serio? ¡Muchas gracias! –exclamó con alegría, observando como el otro chico bajaba, lanzándose a abrazarlo una vez que el otro estuvo frente a él.

-Jeje no hay problema –respondió Tino, correspondiendo tímidamente el abrazo. Unos momentos después, se separaron, y el mayor observó atento las cosas del chico nuevo. –Y dime, ¿a qué piso vas? –preguntó, tomando las dos cajas pesadas, levantándolas como si fueran un par de almohadas.

Feliciano observó sorprendido aquella acción, sin poder creer que el otro pudiera alzar aquellas cajas con tanta facilidad, cuando a él, le había costado mucho el solo levantar una de ellas. Regresó a la realidad, al notar la tierna mirada del otro chico sobre él, interrogándole pacientemente. –Oh si… -sacó un pequeño papel del bolsillo de su pantalón. –Es el tercer piso, habitación 312 –respondió sin apartar la vista de su papel.

-¿Tercer piso? –preguntó sorprendido Tino.

-L-lo siento, no tienes que llevarlo hasta allá –respondió con rapidez Feliciano.

-No es problema para mí llevar todo hasta allá, -respondió el finlandés con una sonrisa. –Mi nombre es Tino Väinämöinen, y parece ser que seré tu asesor de piso –agregó, volviendo a poner las cajas en el suelo, tendiéndole la mano al castaño.

-Yo soy Feliciano Vargas –respondió luego de un momento, dando un apretón a la mano ajena.

-Bien, Feli, subamos eso a tu nuevo hogar temporal –comentó Tino con entusiasmo, volviendo a cargar las cajas.

-¡S-si! –respondió con la misma alegría, tomando sus maletas, siguiendo al rubio escaleras arriba.

-Dime, ¿no te importa que te llame Feli? –preguntó el ojivioleta, mientras trataba de mirar por donde iba.

-No, no me molesta en absoluto –respondió con una sonrisa, notando que había llegado al tercer piso en cosa de nada.

-¡Perfecto! –exclamó Tino ante la respuesta. –Bien, aquí está tu habitación, las reglas están en la puerta. Si necesitas cualquier cosa o tienes alguna duda, mi habitación se encuentra al fondo del pasillo.

-Sí, y gracias de nuevo –respondió Feliciano, despidiendo con la mano a Tino, quien se alejaba por el pasillo.

Sacó la llave, entrando al pequeño departamento. Una vez adentro, pudo notar una extraña decoración en la mitad del cuarto. La cama cubierta por una colcha azul marino y el escudo de Batman, enorme, en el centro de la misma; las paredes, llenas de posters de personajes de cómics y bandas de música; un bate al pie de la cama; la cabecera, que podía usarse como librero, cubierta de cómics, y solo un compartimento, con libros de texto. Ladeó la cabeza al ver eso, pero prefirió comenzar a desempacar y acomodar sus cosas. Una vez todo estuvo dentro, comenzó a sacar cosas, y lo primero que acomodó, fue un marco con una foto en la que salían él y su hermano.

Recordó lo que Tino le había dicho, y dejando unos posters de El Padrino en la cama, se acercó a la puerta. Volvió a acercarse a su cama, sentándose en el suelo a leer las reglas. Estaba tan concentrado, que soltó un grito de terror al sentí una mano sobre su hombro y una voz susurrando a su espalda. -¡Uwaa! ¡Lo siento lo siento lo siento! –comenzó a gritar, con los ojos algo llorosos.

Notas finales:

¿Les comenté que amo a Tino? ¿No? Pues ya lo saben :) ... ¿Si?... Pues se aguantan! Se los vuelvo a decir ;)

Hasta el próximo~


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