Koi No Yokan
La primera vez que Minato ve al orgulloso sucesor del clan Uchiha, sabe sin lugar a dudas que el otro no es ningún rayo de sol.
Es un muchacho de estricta disciplina, pragmático en exceso, admirado por provenir de una de las familias más poderosas a lo largo de todas las provincias del Japón. Es un joven moldeado ideológicamente por la firme creencia de que una persona debe vivir exigiéndose lealtad y honor hasta la muerte, actuando bajo un conjunto de principios que preparan a una persona para pelear, dirigir y comandar sin perder el contacto con su propia humanidad. Un samurái.
Minato, que proviene de un clan que durante los últimos siglos se había hecho con el poder para escoger emperadores, conforme la edad ha ido adquiriendo consciencia acerca de la influencia de su familia y lo importante que es para ellos fortalecer sus riquezas y su estatus legal. Minato es entrenado para convertirse en un diplomático experto, pues es el sucesor de los Namikaze.
Con la estabilidad del país pendiendo de un hilo por el recelo de la corte, que busca reducir desesperadamente la voluntad de los Namikaze y la ascensión de los Uchiha, la cabeza de cada familia explora la forma de acabar con la tiranía del emperador.
Es entonces cuando ve a Fugaku en una reunión a la medianoche, celebrada por las dos familias en un rincón apartado de la civilización. El aspirante a guerrero pronunció su discurso con férrea tranquilidad frente a los adultos y sus amenazantes preocupaciones que no parecen concluir en nada:
—El clan Namikaze es uno de los más nobles, reconocido por su constante aportación y manejo de los asuntos jurídicos, capaces de establecer una corte de justicia que han imitado políticas exteriores.
La sala entera guardó silencio, esperando a que el muchacho terminara su peligrosa idea.
—Si queremos que continúe su posición en el gobierno, considerando que el emperador ha sido capaz de disminuir la producción y envío de alimentos a Kioto con la intención de reducir nuestro poder, podemos ofrecerle nuestro servicio militar, podemos garantizar su seguridad y a cambio los Namikaze tendrán la libertad de estabilizar la posición de todos los clanes y ayudarnos a implantar un shogunato.
Los rumores de incredulidad entre los más ancianos no se hicieron esperar, pero Fugaku obtuvo apoyo de la persona más sorprendente.
—Pero eso podría acarrearnos una lucha de poderes entre ustedes y nosotros, Fugaku-san, si no establecemos una relación equilibrada… ¿Cómo consolidarías una alianza de semejante magnitud? Es un proyecto tan fantástico como grandioso, debo admitir —preguntó Jiraiya, el jefe de los Namikaze.
Cualquiera hubiera esperado alguna vacilación que demostrara lo precipitados que eran los planes del Uchiha, pero este probó lo contrario.
—He escuchado a los más finos poetas rendirle pleitesías a la sola existencia de Minato Namikaze, al punto de que yo también me siento arrebatado por su presencia —dijo Fugaku, buscando inmediatamente los ojos azules del susodicho, que estaba frente a él—. Sería el mayor honor poder casarme con él y trabajar juntos por esta nación.
Minato todavía recuerda, no sin cierta mezcla de vergüenza y humor, la indignación que manifestó ante aquella absurda petición de matrimonio y su dramática retirada de la sala.