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No es de sangre por Heartshaoi

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Notas del capitulo:

Un capitulo corto...

 

Quiza ya nadie lea xd

Ojalá haya alguien por ahí...

 

 

¡A leer!

 

Capitulo 13: Muerte en vida

 

El primer día en que lo conoció no lo creyó, le parecía un chiste que alguien tan joven estuviese a cargo de tan importante papel, prácticamente era un pilar entre los socios para mantener el orden. Sabía que apenas y había cumplido la mayoría de edad cuando entablaron por primera vez una conversación.  No creía que el joven Kurapika que alguna vez había visto de niño tuviese la misma relevancia que él.

Sabía que Ging estaba viajando a la provincia por trabajo y aprovechó su ausencia para regresar a la cúpula y no verle la cara. Lo detestaba de alguna manera, no le agradaban los tipos como él.

Y en ese momento fue donde lo vio… Atónito, por un momento pensó que se confundía de persona, los gestos con los cuales reía su menor, su rostro tan delicado pareciese que nadie antes lo hubiera golpeado o roto un hueso como a él.

Kuroro Lucifer era un excéntrico, de vestimentas extravagantes, lucía tan calmado por ratos y otros tantos con aires de superioridad, en aquella época cuando conocía a Kurapika, este último ocupaba por primera vez el puesto de jefe al lado suyo. ¡Imposible! No creía lo que sus ojos veían, cuando él ya había pasado los 25 recién y tenía contacto con Silva,  el otro mocoso estaba ahí, dando órdenes por doquier fingiendo no verlo.

Como líder de las arañas, su banda la cual estaba encargada de la repartición de droga ilegal, no podía permitir tal osadía de ser ignorado en su propio lugar de trabajo. Pero había algo en el muchacho rubio que no podía negar, un atractivo que le hacía sonreír con tan solo pensar en tenerlo una noche.  Se conocía perfectamente, siempre fue un hombre que lo tenía y conseguía todo a cualquier costo, pensaba que todos tenían un precio como él, pensaba que podía tal vez comprar a Kurapika para tenerlo una noche a su lado.

Pero se había equivocado cuando entablaron conversación por primera vez, se había sentido miserable al creer que con dinero o cumpliendo un favor obtendría algo del rubio, definitivamente esos ojos grises no serían suyos tan fácilmente. Estaba tras él como si fuese más que un compañero, Kurapika no lo aguantaba y lo mantenía al margen en todo lo que podía, estaba cansado de las insinuaciones y otras tantas salidas extralaborales que prefería irse temprano antes que escuchar a Kuroro.

Ambos compartían el mismo genio, insistentes, ninguno se detendría por nada hasta lograr lo que quieren, y eso mismo estaba llamando la atención de Kurapika, constantemente veía a Lucifer atento, buscándolo, llamándole sin siquiera necesitarlo. Estaba cansado, pero, aunque rechazase tantas propuestas, el otro no daba su brazo a torcer. Decidió que tal vez accediendo a una de sus peticiones podría quitárselo de encima, pero se equivocó. Eso solo había avivado el deseo del otro para tenerlo.

Una noche después del trabajo, ya no sabía qué hacer para alejarlo, después de haber pasado un mal rato con Ging lo menos que quería era tener contacto con nadie. En cambio, el líder de las arañas estaba más que contento de tenerlo en su auto, llevándolo a una cena la cual por fin había aceptado. No era una cita, no. Solo le pidió unos consejos para llevar mejor la distribución y con esa excusa lo raptaba para lograr más que una conversación, intención la cual desconocía el menor.

Kuroro estaba obsesionado con su acompañante, lo deseaba a toda costa, aunque sabía que estaba mal, no podía dejar de sentir tanta pasión con tan solo tenerle cerca. No estaba enamorado, no tenía intenciones de ser amable después, solo deseaba una cosa. Su cuerpo.

Para Kurapika en cambio solo podía pensar en su ex amante, Ging le robaba cada una de sus memorias, sus alegrías, y deseó por un momento que su acompañante fuese él. No podía retroceder, de todas formas, el jefe de las arañas seguiría tras de él. Así que creyendo que usándolo quizá borre un poco el recuerdo que el viejo zodiaco había dejado.

Kurapika observaba a Kuroro, el atractivo de este le era innegable, la piel pálida y cabello negro profundo le daba curiosidad, lo vio por un momento como alguien para quitarse el clavo en el corazón. Así que dejándose llevar por una noche de copas, había accedido acompañar a Kuroro a su casa, no esperaba que fuese romántico, conocía las intenciones, no era amor, pero el placer carnal que deseaban ambos hizo sobrepasar cada uno de sus ideales.

Y fue así como por primera vez el rubio se había entregado a Lucifer, envuelto en el deseo de marcar su cuerpo con alguien más para quitarse la rabia que había dejado Ging, había permitido que su otro mayor lo tomase en una noche donde ni siquiera recuerda que nombre gritaba. Creyó que así quizá olvidara a Ging, pero no pudo, solo podía tener peores recuerdos sintiéndose culpable de no poder contener su apetito sexual.

A lo que Kuroro había quedado encantando desde la primera vez, había descubierto que su deseo era aun mucho mayor después de probarlo, el amor era un tema que no le importaba, siempre se había dicho que el amor era una basura para inestables que, no podían llenar ese vacío con la autoapreciación. Pero ahí estaba otra vez el azabache, buscando a Kurapika para cumplir sus deseos, más que una obsesión, más que un simple deseo, se había rendido en la enfermedad de depender del menor para estar bien día a día. No podía dejar de olvidar su primera noche, sus manos entre su cabello, su lengua sobre su cuerpo, sus lágrimas… Ni siquiera sabía por qué lloraba, pero él se encargaría de llenarlo de risas si tan solo le diese otra oportunidad. 

Entre tantos besos y caricias, después de sus encuentros el rubio no era amable,  solía vestirse y marcharse como si ahora los papeles se hubieran volteado, pensó que no le dolería, pensó que era lo correcto, pero después de tantas veces su corazón le dolió al ver la indiferencia de su menor, siempre observaba sus ojos grises, su mirada se perdía cuando él lo soltaba, tanto trabajo, tantas responsabilidades, por un momento deseó ayudarlo, empero se detuvo al notar que sus deseos eran erróneos, no tenían ese tipo de relación.

Y sin dejar los asuntos en claro cada uno siguió su vida, la reciente llegada de Ging a la cúpula después de unos años tenia a todos trabajando el doble. Chrollo decidió dejar al lado esos temas entre ellos para organizar mejor sus trabajos, quería sacarse rápidamente a Ging de encima, no lo soportaba, mucho menos cuando veía que le sonreía a su amante secreto, solo le calmaba al ver que Kurapika era igual de repulsivo ante esas acciones.

Pero un día después de haber dejado a Kurapika a su casa, había notado algo extraño en él. Nunca sonreía para él, pero aquel momento el rubio tenía una expresión nostálgica ¿Estaría recordando algo? ¿Alguien? Su obsesión con saber todo del menor lo estaba llevando al limite de perseguirlo y espiarlo en cada momento. No lo amaba, se lo repetía, no estaba enamorado, no creía en el amor, pero como odiaba sentirse tan vulnerable cuando el Kuruta lo dejaba y compartía con el resto sin él.

“El que busca encuentra”

Esa frase se había vuelto realidad cuando después de más de un mes sin tener contacto con el menor lo había visto riéndose jovialmente con Ging a la salida del casino, los había seguido y había visto como entraban al departamento del más viejo.

La sangre se concentraba en su cabeza, envuelto en celos, enfermándose con tan solo imaginar lo que estuviesen haciendo detrás de esas paredes, deseo ir a matarlos a los dos, pero solo podía mantenerlo cuerdo el hecho de que no todo estaba perdido, debía dudar, no podría imaginar cosas que no estuvieran pasando. Se decía así mismo que no debería importarle, que estaba bien, que de seguro Kurapika tenía trabajo, quería sentir que solo él podía hacerlo llegar a esos tan deseosos climax.

Pero se había arrepentido de haberse quedado esperando a lo lejos, observando la entrada de la puerta de Ging, veía como Kurapika salía y se despedía de un largo y profundo beso, sonriendo entre pausas, envolviendo con sus brazos al zodiaco mayor, la cual lo correspondía y abrazaba de la cintura, acariciando todo lo que pudiese.

 ¡Él era suyo! ¡Era su amante! Después de todo lo que le había costado tenerlo para él ¿Cómo era posible que el viejo degenerado estuviera haciéndole lo mismo? Pero lo que más le molestaba era que Kurapika sonreía, como nunca lo había hecho para él, sonreía y lo besaba cual enamorado.

 

“Te arrepentirás Kurapika”

 

 

 

Bastó un momento para que todo terminase a sus pies, el hombre vestido de traje destrozaba la carne cual experto, deslizando sus manos por el cuello de la víctima, ensuciándose, mirando a la nada, el tatuaje de su frente estaba vendado, envuelto para que no fuese grabado en ningún lugar.  Acompañado de sus otros camaradas, todos bajo su orden aniquilaban a sus rehenes, uno tras uno sin piedad, usando métodos crueles, infundado terror en cada una de sus acciones, todos aquellos que aun vivían solo podían temblar del pavor que la muerte traía consigo.

Kuroro caminaba entre pequeños charcos de sangre, sus manos decoradas de liquido vital ensuciaban todo, su rostro, su elegante traje… El dolor que sentía al hacer cada maniobra era comparable solo con la perdida de un ser amado, él no amaba a nadie en esa sala, pero sabía que Kurapika sí.

Y tomando a su última víctima había avanzado cargándola entre sus brazos, ya mutilada y aun respirando, ni siquiera podía gritar, la lengua ya cortada de la mujer no le ayudaba, la convulsión que había vivido presa de la tortura era lo peor de todo, solo había podido escuchar el eco de los pasos de su asesino antes de ir tras la muerte. Kuroro la había dejado con el resto de cuerpos en una pequeña montaña humana, cada cuerpo tenía expresiones donde retrataban el horror vivido, y el líder de las arañas solo tenia una imagen en mente.

-          Esto es tu culpa Kurapika – decía a lo bajo mientras limpiaba sus manos compulsivamente con un trapo que ya estaba totalmente cargado del rojo vivo de la sangre.

Sus colegas sabían que haber atacado a sus propios socios era asegurar su muerte, pero eran tan temerarios como su líder, confiaban en él plenamente y no lo dejarían solo si este deseaba abandonar el negocio de Silva. Las arañas antes de hacer negocios distribuyendo drogas eran ladrones profesionales, su vida se había vuelto aburrida con ese constante trabajo sin presiones, en cambio esa noche habían recordado como antes podían usar sus propias manos para quitar vidas.

Emocionados por la nueva aventura que les esperaba con su jefe, habían huido por la carretera principal, el día siguiente todo sería un caos y no querían estar cerca para dar la cara. Kuroro lloraba en sus adentros, veía como todos estaban alegres, pero él solo podía pensar en su amante. Quería vengarse de él, dañarlo, hacerlo sufrir por haberlo cambiado, aunque no tenían nada romántico, era su dueño, él siempre había creído que era de su exclusividad y enterarse que era una farsa le había derrotado el ego.

Su venganza estaba dada mientras el rubio dormía en brazos de su amado. El siguiente día no se lo esperaría. Solo esa idea le había logrado sacar una ligera sonrisa…

 

“Oh cariño, debiste quedarte conmigo”

 

La noticia de que la base de almacenamiento había sido atacada se esparció por todos como la pólvora, Silva hacia llamadas a la misma velocidad que le permitiese su equipo móvil, en su auto con su padre y su hijo mayor. Los tres Zoldycks soltaban ideas de quién haría algo tan descabellado, no paraban de soltar ideas de posibles escenarios.

-          Es probable que Kurapika tenga un enemigo, ¿Sospechas de alguien Illumi? – Zeno se había dirigido a su nieto, este estaba tenso ¡Claro que sospechaba de alguien! Kuroro no respondía las llamadas, su número estaba cancelado.

 

-          No… No creo que haya sido un ataque para él directamente, es más para nosotros como líderes.

Zeno lo observó un momento, la tensión de Illumi estaba apunto de delatarlo si no fuese por que su padre estaba aún más preocupado que el resto.

-          ¡Como es posible que nadie haya llamado al ver a esos malditos! ¡Han destruido todo el almacén principal! Esto no ha sido una conciencia.

Al poco rato llegaron los Zoldycks y antes de bajar pudieron observar desde sus asientos a Kurapika, la entrada del almacén era gigante, los cuerpos de sus familiares yacían muertos frente suyo, para Illumi todo pasaba muy lento. Tenia deseo de ir y afirmar sus sospechas de que Kuroro había sido el atacante, pero sentía un gran respeto por el rubio y no se atrevería a mencionar si quiera el nombre de ese tipo.

El ultimo Kuruta observaba a sus familiares, primos, hermanos, tíos, todos aquellos que trabajaban con él y eran de su total confianza estaban muertos, todos estaban con partes faltantes, incompletos, desollados… La expresión del rubio era una viva imagen de la desesperación, sus facciones desechas, sus ojos miraban sin parar fuera de sus orbitas a todos lados, temblado de ira, de miedo, de no creer. Se había arrodillado en frente de sus otros camaradas que lo observaban, suplicando en silencio un por qué, se preguntaba que de mal había hecho, todo ese lugar era un secreto ¡Era una pantalla perfecta! Había volteado a ver a Ging que había llegado poco después, y supo quién era el responsable de todo eso. En sus adentros agradecía que Illumi no dijera sus sospechas, los intereses de todos estaban dañados, el almacén de droga estaba destruido, junto con su vida, todos bajo su cuidado, él no los pudo salvar.

El zodiaco ni siquiera podía acercarse para recargarlo en su cuerpo.  No podía hacer algo descabellado como ir corriendo tras su amado y ser captado por Silva… El dolor llenaba el aire de sollozos y lagrimas imparables de Kurapika, odio, rabia, tristeza. El mar de emociones lo tenían envuelto en un pozo del cual no veía la luz de salida.

Zeno miraba la escena con melancolía, el golpe había sido muy bajo, desconocía totalmente el motivo de tal masacre, pero sabía una cosa. Kuroro Lucifer había desaparecido y con él todos sus subordinados.

-          Kurapika, es momento de regresar, nosotros nos haremos cargo del resto – había dicho Silva lo más respetuoso posible. Miraba a su menor, apretaba fuertemente sus puños, contenía la rabia para evitar herir la susceptibilidad ajena. Las personas más importantes para Kurapika yacían muertas a unos metros de ellos. Nadie sabia como actuar.

EL Kuruta no respondió, se levantó y se acercó a Ging, este lo miraba sudando frio, asustado, podía ver en la mirada de su amante un terrible odio que remarcaba el oscuro de su iris, ah… era macabra la expresión con la cual era observado.

 

-          Ging, lo dejo en tus manos…

Habían sido sus ultimas palabras antes de partir sin siquiera despedirse de nadie. Ging solo pudo asentir, y comenzó a hacer las llamadas correspondientes, esos cuerpos tendrían un velatorio digno como hubieran querido en otra oportunidad. El rubio ya se había ido, nadie dudaba que no debían detenerle, no podían detenerlo y ofender su determinación, tenían que dejarlo descargar su pesar buscando al culpable. Kurapika sospechaba profundamente de Kuroro, pero en el fondo deseaba que no fuese así, solo deseaba que no lo fuese, no quería dirigir todo su deseo de matar al hombre que lo había acompañado tanto tiempo…

 

Pero al llegar a la base del B13 y ver el recado que tenía para él, sus sospechas se confirmaron. El fraude de Lucifer había roto y desestabilizado el negocio por completo, pero… El paquete entre sus manos era lo peor de todo.

 

La cabeza del menor de los Kuruta yacía inerte en una caja sobre su despacho…

 

Lloró, gritó, tumbo todo a su alrededor, sollozando, lanzando sus puños contra la pared hasta que sangraran, rompiendo todo a su paso, preguntándose por qué tenia que haberse metido con una basura de ser humano, él no era bueno ¡Lo sabía! Todos eran una mierda de personas, pero no tenían que ser tan crueles con tantos inocentes que estaban bajo su custodia. La pena crecía, la vergüenza, la culpa, ebrio de emociones, solo podía sentarse y llorar abrazando la decapitada cabeza de su niño, aquel niño que un día ocuparía su lugar.

-          Pairo… Lo siento – fueron sus únicas palabras antes seguir sumido en su pena, solo, con el espíritu quebrado, no podía ubicar sus sentimientos en ningún espacio dentro de él. Todo estaba disparado, causándole un fuerte desequilibrio, desmayándolo, haciéndolo perder el aliento…

 

Solo pudo ver como llegaban los ojos marrones más bellos que jamás había conocido, antes de perder la conciencia Ging había llegado por él.

 

“No estás solo, yo te acompañaré”

 

 

 

 

Notas finales:

Kurapikaa noooooo

Lo escribí llorando ;c

 

Kuroro ctm porque eres así wn

 

 

Yaaaaaaaaaaaaas capitulo listo para ustedes.

Gracias por llegar hasta aquí...

 

-Heart


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