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My new family por Ann Carmesi1

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-Yuri, ya llegamos al súper mercado - decía de pronto Otabek, después de sacar su boleto de estacionamiento y aparcar afuera de la gran tienda.

Después de su "platica de adultos" en el auto de Plisetsky, Otabek partió con rumbo al supermercado, sin embargo, a medio camino Yuri cayó rendido al sueño.

- ¿Tan pronto? - renegó adormilado, acomodándose de una forma más cómoda en el asiento - ¿No hay servicio a domicilio o algo así?

-Claro que no - respondió con una sonrisa burlona -si quieres quédate dormido en el auto en lo que yo voy y compro las cosas necesarias - propuso mientras se desabrochaba el cinturón.
- ¿Estás loco? No puedo dejarte ir solo - aunque... La idea de dormir un poco más le resultaba bastante tentadora.

-No pasa nada, además, dudo mucho que me seas de ayuda -dijo tranquilamente, sin embargo, al ver la mueca de enojo que Yuri estaba empezando a realizar, prefirió escoger mejor sus palabras - d-digo, estás cansado, así no podrás estar cómodo en un lugar lleno de gente, además, yo tengo un poco más de experiencia con eso de las compras domésticas e infantiles, recuerda a mi familia en Kazajistán, algo aprendí con ver a mi madre hacer las compras para tres hijos y un esposo.

-Hum, hablando así pareciera que eres todo un hombre de hogar - le dijo de una manera un tanto ¿Tierna? Rayos, Otabek le hacía actuar de formas raras - seguramente... serás un gran padre de familia.

... ¿Qué carajos dijo? Dios, no pensó en sus palabras, simplemente soltó lo que pasaba por su cabeza: Un Otabek con dos niños al lado... Y su esposa.

Mierda, de pronto se sentía realmente cansado y de mal humor.

-Yuri - decía de manera sorprendida el kazajo, rogando a todos los dioses existentes que su cara no se hubiera puesto roja de la vergüenza - no creo que eso sea cierto, digo, es cuestión de observar -haciendo referencia a los cigarrillos y las actividades de hace un momento - no soy alguien "ejemplar".

-No digas estupideces, hay demasiados padres que ante los ojos de todos son todo un ejemplo de moral, y dentro de casa son simplemente unos salvajes desinteresados, y tú no eres así, eres... ¿Cómo explicarlo? Atento y amable, además de responsable y en una extraña forma, bastante amoroso y dulce.

- ¿Te parezco amoroso y dulce? – Otabek estaba petrificado en su lugar, jamás pensó que el rubio dijera algo así sobre él. Sin embargo, esas palabras lograron causarle bastante risa – pero que dulce te has vuelto últimamente con la maternidad, quizás debería de intentar embarazarte para que empieces a hornear pastelitos y cantarle a las aves.

- ¡N-No me malentiendas! ¡Quita esa cara de burla, idiota! – gritó bastante colorado, mierda, en vez de arreglar la situación solo la empeoraba más – admite que eres bastante… así. ¡Y si vuelves a decir alguna estupidez de ese tipo, te arrancaré las bolas con una medalla! ¡Soy un hombre, mierda!

Maldita sea ¡¿Por qué carajos las personas se divertían jugando con la poca paciencia de sus benditas pelotas?!

-Ya, ya, no te alteres – decía entre risas el kazajo, sumamente entretenido al ver como el rubio pataleaba en su asiento – mejor duerme otro rato en lo que yo vuelvo, y no, no es una pregunta – dijo tajante, previniendo cualquier reclamo de parte del otro.

-Eres insufrible, pero después no quiero que vengas alegando que no te ayudé en nada, ehh -decía en un fingido bufido de indignación, mientras se acomodaba cómodamente en el asiento – y compra galletas con chispas de chocolate, muchas galletas.

-Las galletas no son un alimento adecuado para niños, Yuri.

- ¿Y quién dijo que son para ellos? Son mías, tonto -escondiendo la cara para que no viera su sonrojo – a ellos cómprales verduras y esas cosas que saben feo, pero son saludables ¡Ya vete!

Otabek no podía divertirse más en ese instante, definitivamente estaba lidiando con tres niños.

Y así, verificando que trajera consigo todas sus tarjetas (no pensaba aceptar el dinero que le dio el rubio) cerró la puerta del auto, no sin antes verificar que el vidrio de su lado estuviera abierto, no quería que el otro terminara asfixiado o cosas así debido a su descuido.

Total, no pensaba tardar mucho, comprar despensa familiar y cosas para infantes no podría ser tan difícil ¿Cierto?

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Bueno, al parecer, estar fuera de casa desde los 12 años, viajar prácticamente solo por todo el mundo, competir a nivel internacional, convertirte en ejemplo a seguir de tu país, incluso aprender a volar parecía algo demasiado fácil a comparación de la gran odisea que estaba experimentando en ese instante.

¡¿Por qué coños era demasiado complicado escoger entre tantas marcas y tamaños de pañales, biberones, leche en polvo, ropa infantil y tipos de alimentos?!

¡Hasta las cajas de cereal le parecían todas iguales solo que con un animal diferente en la portada!

Estaba poderosamente tentado a llamar a su madre en Kazajistán y pedirle ayuda con eso, pero… ¿Bajo qué excusa? Seguramente tardaría horas en explicarle la situación sin que su progenitora sacara conclusiones apresuradas y empezara con sus locas ideas de casarlo con el campeón Plisetsky, todo con la absurda idea de que al fin su hijo se decidió a convertirla en abuela.

Sí, amaba a su madre, pero no por eso iba a arriesgarse a una llamada internacional de horas que al final no rendiría ningún fruto y se desviara totalmente del objetivo principal.

También estuvo muy tentado a consultar al tan amado y venerado Google, sin embargo, no sabía la edad exacta de los niños, y no podía escoger cosas tanteando la edad de ellos, pues todos los malditos productos cambiaban no por rango de edades ¡Sino de meses! Y no podía postear la imagen que le envió Víctor de los pequeños dormidos con el mensaje de “Misión cumplida, retoños dormidos ;) “hace unos momentos con la intención de pedir ayuda.

La única opción coherente que se le ocurría era pedir ayuda a Jean Jaques Leroy, al ser padre de un bebé de casi dos años, seguramente sabría darle algún consejo, pero había un pequeño problema, había una diferencia horaria de bastantes horas, y allá seguramente aún era de madrugada y la pareja seguiría dormida.

Estuvo a punto de maldecir a diestra y siniestra su suerte cuando, como si se tratara de un milagro caído del cielo, una anciana lo sacó de sus deprimentes pensamientos.

-Oye, muchacho ¿Te encuentras bien? – dijo con un deje de preocupación en su voz.

Otabek casi sintió como una vergüenza abrasadora se expandía por todo su cuerpo, ahora que volvía a la realidad, se daba cuenta de que llevaba bastante tiempo parado a la mitad del pasillo del supermercado con dos bolsas de pañales, que a su parecer eran exactamente lo mismo pero el empaque le indicaba lo contrario, con una cara de sufrimiento que haría que cualquier persona pensara que acababan de darle la peor noticia de la historia.

Patético.

-Y-Yo, bueno, en realidad tengo cierta, emm, dificultad con esto -decía de manera abochornada, mientras alzaba resignadamente ambas bolsas dándole a entender a la mujer su problema.

-Ohh, no te preocupes por eso, cielo, tengo seis hijos y nueve nietos, sé perfectamente por lo que pasas – dijo divertida, pareciendo como si estuviera disfrutando de algún recuerdo – mis hijos me llaman todo el tiempo para pedirme ayuda con mis nietos, bueno, supongo que el papel de madre jamás termina ¿Verdad?

-Supongo que estas cosas son más fáciles para usted – le contestó con una mueca resignada y una leve sonrisa – hasta el día de hoy, no había leído que los pañales de bebé fueran hipolergénicos o especiales para cada tipo de piel, según yo, todos los bebés son iguales.

Y ni hablar de su problema al intentar escoger leche en polvo, eso SÍ fue una tortura.

-No te preocupes por eso, cariño -decía la mujer entre risas, sacudiendo la mano para restarle importancia al asunto -  esas son cosas absurdas que los jóvenes de ahora sufren, por Dios, los bebés son los mismos ahora que hace 50 años, simplemente les pusieron muchos nombres distintos a las mismas cosas, confía en mí -dijo la mujer bastante segura de sus palabras - ¿Qué edad tiene tu bebé?

- ¿Ehh?

-Tu hijo, cariño, ¿cuántos días tiene de nacido? – preguntó tiernamente la anciana, quitándole a Otabek los paquetes de las manos y acercándose al estante para buscar ella misma los apropiados.

-Bueno… como l8 meses -decía suavemente, bajando progresivamente la voz al ver la cara confundida de la mujer – y otro de unos cinco… Años -decía levemente incómodo ante la conclusión que sacó la mujer sobre que los pequeños eran sus hijos.

-Ahh, bueno, entonces ahora si estoy confundida -dijo la anciana, no entendiendo qué problema tendría un hombre con los productos de bebé al tener dos hijos.

-Lo que pasa es que viajo mucho por trabajo, así que estas cosas no son de lo que me suelo encargar -dijo inventando la primera cosa que se le vino a la mente.

- ¡Ohh, ya veo! Así que te ofreciste a hacer las compras esta vez. Dios, ¡Eso es tan tierno! Los hombres de ahora deberían ser más como tú, uff, mi marido era un buen hombre, aunque bastante chapado a la antigua, ya sabes, vivía con eso de “los hombres al trabajo y las mujeres a la casa” me parece que al fin los tiempos están cambiando, y ambas partes se ayudan más mutuamente, lo que yo hubiera dado porque mi esposo hubiera hecho alguna vez la cena…

Otabek se encontraba en un gran dilema entre detener el gran discurso que parecía no tener fin de la mujer, o dar la vuelta e intentar seguir con su problema por sí solo, pero su educación y moral no le permitía hacer ninguna de las dos cosas.

-… Y bueno ¿Cómo se llaman? -escuchó de pronto la voz de la mujer, al parecer ya había terminado con su parloteo.

- ¿Quiénes?

-Los niños, amor, ¿cómo se llaman? – repitió pacientemente la mujer.

-¡Aahh! Ellos, bueno, se llaman Vladimir, y la bebé es Charlotte -dijo rascándose la nuca – y yo soy, soy Otabek – su nombre lo dijo de manera un poco más baja, a decir verdad, le daba un poco de miedo que alguien lo escuchara y lo reconociera.

-Otabek, mmm, estoy segura de que he escuchado alguna vez tu nombre, es más, hasta te me haces un poco conocido – decía mientras se frotaba la barbilla con una mano, intentando recordad la procedencia de ese nombre, Otabek estaba sudando frio por eso – bueno, ya soy algo vieja, así que he conocido tanta gente que seguramente te estoy confundiendo o relacionando con alguien más, así que no importa, por cierto, yo soy Olezka, mucho gusto, corazón.

Otabek sintió como el alma le era devuelta al cuerpo al escuchar a la mujer hablar, y bueno, aunque se sintiera un poco culpable al mentirle de esa manera a la mujer, decidió que lo mejor era seguirle el juego y mantenerse con la versión que la mujer creó.

Así, entre bastantes anécdotas de la mujer, consejos, chistes y dos carritos llenos, pasaron dos horas enteras dentro del supermercado, y en la caja, Otabek se ofreció a pagar la cuenta de la mujer, era lo mínimo que le debía después de haberle ayudado tanto.

Ya en el estacionamiento, Otabek se ofrecía a llevar a la anciana hasta su hogar.

-Ohh, muchacho, no es necesario, solo traigo dos bolsas con cosas que no pesas nada, además vivo bastante cerca de aquí -decía tranquila, mientras se detenía al ver como Otabek señalaba el auto de Yuri – ya tuve bastante regocijo al ver como bastantes vecinos míos me veían al lado de un chico tan guapo, seré la envidia de mis vecinas por mucho tiempo, no hace falta que me vean ser escoltada por un muchacho atractivo y joven hasta mi hogar en un auto tan lujoso, seguramente sería incapaz de dejarte marchar después de eso -ni siquiera Otabek pudo evitar la risa ante ese comentario, definitivamente esa mujer era bastante agradable.

-Me alaga bastante, Olezka -dijo dulcemente, manera de hablar que solo reservaba para su familia y Yuri – no dude que con gusto la escoltaría hasta su puerta.

-Me harás sonrojar, cariño, y a mi edad eso no es lo más recomendable – decía divertida, mientras tomaba algunas bolsas de los carritos y ayudaba a Otabek a meterlos a la cajuela -uff, lo que hubiera dado por conocerte en mis buenos tiempos, aunque no lo parezca ahora, era una jovencita bastante guapa y coqueta, y seguramente tú te habrías visto bastante bien en un uniforme de soldado, talvez más que mi marido -decía como quien le cuenta un muy buen chisme a alguien, Otabek sonrió fugazmente al pensar en su propio “soldado”.

De pronto, algo pareció llamar la atención de la mujer… al acercarse de nuevo al carro para ir por otra bolsa, notó a la persona que roncaba plácidamente a través de la ventana del conductor.

-Ohh, y ese jovencito ¿Quién es? – dijo curiosa, Y Otabek casi se golpea en la cabeza al ver que no había pensado en que la anciana notaría al tipo que babeaba indiscriminadamente el asiento mientras uno que otro ronquido salía de su boca.

-Ahh, bueno, él es, es… Mi amigo – dijo en un susurro al final.

La mujer miró de manera sospechosa al kazajo, dándose cuenta de que el otro había obtenido un pequeño sonrojo en su cara al ver al otro dormir.

Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

-Ya veo -dijo tranquila, mientras retomaba su carrera de acomodar las bolsas – sabes, uno de mis hijos tiene 23 años, supongo que casi los mismos que tú, y mira de la misma manera a su novio, esa, cielo, es una mirada de amor – le contó a Otabek, mientras lo volteaba a ver de manera intensa – muchacho, yo viví en un época bastante difícil, muchos pequeños quedaron huérfanos debido al egoísmo que provoca las guerras, así que no pienses que me opongo a que los gays adopten, no me creas una de esas viejas personas llenas de prejuicios, cariño – y para dar énfasis a su punto, acarició de manera maternal el hombro de Otabek.

Este, por su parte, solamente intentaba no ahogarse con su propia saliva, Hasta ahora, solamente su entrenador, su madre, JJ e Isabella se habían atrevido a insinuar que Otabek sentía algo más que amistad hacía Yuri, pero todos bajo las mismas palabras “se notaba en su mirada el amor que le profesaba al otro” ya sea al estar con él o simplemente mencionarlo.

¿Cómo… cómo llegó a esa conclusión? La de la adopción – claro, una cosa era que se le notara en sus gestos el estar enamorado, y otra muy distinta que asumiera que los niños eran adoptados por ellos.

-Ohh, eso, bueno, como te dije, tengo seis hijos, aprendía a oler las mentiras desde hace años -recordando todas las veces que sus retoños intentaron tomarle el pelo – y cuando mencionaba algo de tu esposa, tú simplemente carraspeabas o cambiabas el tema, no quise insistir en eso porque pensé que era un tema delicado, ¿Un chico buscando cosas para sus hijos sin saber ni siquiera su talla de ropa o algo de educación infantil? Bastante raro ¿verdad? Así que pensé que seguramente eras gay y que acababas de adoptar, no me culpes por pensar eso, pero ¡Qué chico sano ignora de manera tan olímpica la mirada de todas las mujeres que se lo comían en la tienda! Y al parecer acerté, me merezco algún tipo de premio por mi gran capacidad deductiva.

Bueno, una vez más, Otabek volvía a asegurar que las mujeres eran seres temibles.

-… Supongo que no puedo seguir mintiendo, lo lamento mucho – dijo realmente culpable al pensar que decepcionó a esa mujer.

-No te disculpes, cielo, no te puedo culpar por eso, yo más que nadie sé lo idiotas que pueden ser las personas de las viejas generaciones, pero no te preocupes, yo no soy así – le dijo a modo de reconfortar al otro -además, es bastante guapo, hasta yo aguantaría la saliva en mis almohadas con tal de tener a un rubio así de atractivo -río divertida ante lo roja que se puso la cara del otro - ¡Ahh, definitivamente me haces recordar mis buenas épocas!

Carajo, Otabek no sabía si reír o llorar por los comentarios de aquella mujer, sin embargo, había algo que sí estaba seguro de hacer. Se acercó a Olezka de manera firme, y sin previo aviso, la tomó en un fuerte abrazo mientras hundía su rostro entre el espacio del cuello y el hombro de la mujer, hacía mucho que no se sentía de esa manera tan relajada con alguien ni tan necesitado de un consejo y una buena platica, podían pasar unos cuantos días o meses, pero Otabek siempre necesitaba una muestra de amor de parte de su madre, y Olezka era, en ese momento, como una bendición que llegó a su vida para, aunque sea por unas pocas horas y en unas pocas palabras, darle un pequeño momento de paz y ayuda.

-Tranquilo, cielo, o jamás podré perdonarme el haber hecho llorar a alguien tan maravilloso como tú – decía de manera maternal la anciana, acariciando suavemente los cabellos ébanos del otro – puede que no todo en la vida sea fácil o alegre, pero son las personas amadas en los momentos adecuados, el mejor potenciador para seguir adelante, sigue los consejos de esta vieja mujer, yo he vivido muchísimas cosas, y puedo asegurar que tú serás alguien demasiado afortunado, así que vive, lucha y rompe barreras, si algo te puedo asegurar, es que nuestro principal obstáculo podemos ser nosotros mismos, y quien sabe, quizás en muchos años, tú también te encuentres con un jovencito perdido en sus pensamientos a mitad de un supermercado.

Sí, definitivamente esa mujer fue una bendición en la vida del kazajo.

Pasaron unos minutos más antes de tener que dar por finalizado el encuentro, ambos tenían cosas importantes que hacer en casa, así que, antes de intercambiar teléfonos como petición de la anciana en caso de que Otabek algún día necesitara de ella, se despidieron con otro cálido abrazo y el kazajo se dirigió de nuevo a su lugar en el auto, divertido al notar que el rubio prácticamente seguía muerto en su lugar.

Decidió que lo mejor era dejarlo dormir hasta llegar al departamento, y arrancó con una suave sonrisa impregnada en su rostro.

Era definitivo, fuera de su casa, la única oportunidad en la que sonreía legítimamente, era cuando tenía a Yuri Plisetsky cerca.

Puede que Yuri no le amara como él lo hacía, pero quizás, esa mujer llegó a su vida para darle una importante lección, si no lucha, no ganará, esa había sido su mantra desde siempre, pero también, no se había dado cuenta de que la única barrera que tenía, era él mismo.

Su principal plan al llegar a Rusia, era pasar un par de semanas al lado de Yuri en un período de vacaciones, pero ahora, ahora estaba decidido a pedirle a Yakov que lo acogiera como otro de sus pupilos.

Se quedaría en Rusia todo el tiempo que Yuri le necesitara, y si era capaz de conquistarlo, no dudaría ni un segundo en volverse una familia junto a ellos tres.

-Todo dependerá de lo que tú quieras, Yuri – susurró quedamente, sacudiendo el cuerpo del chico que dormía a su lado -vamos, Yuri, es hora de que te levantes, ya llegamos- decía Otabek, intentando no burlarse de los gestos que ponía el otro al ser despertado.

- ¿Tan rápido? – dijo de manera adormilada el otro, cubriéndose la boca para bostezar.

-En realidad, son las dos de la tarde, soldado, dormiste bastante tiempo, casi tres horas – dijo tranquilo, tapándose los oídos para resistir el grito que no tardó en llegar de parte del otro.

Bueno, también tendría que irse acostumbrando a escuchar bastante seguido el potente tono de voz del rubio.

Después de eso, prefirieron pedirle ayuda al portero para poder subir todo de una sola vez, y aunque Yuri actuaba como alguien realmente sorprendido al ver todo lo que el kazajo traía consigo, prefirió contarle la verdad sobre su encuentro con aquella mujer, claro, omitiendo algunos detalles.

-Wow, ¿enserio te contó todo eso? Me hubiera gustado conocerla -dijo el rubio mientras inflaba los mofletes de manera infantil.

-Pues ella si te conoció, quedó maravillada contigo y tu fantástica manera de roncar y babear el asiento -le contestó con una cínica sonrisa.

- ¡¿Q-Qué?! ¡Joder ¿Cómo permitiste algo así?!

-Oye, no fue mi culpa, tú solo fuiste quien decidió invernar a medio estacionamiento.

- ¡Maldita sea, seguramente alguien me habrá tomado fotos de esa manera!

-No lo creo, de ser así, ya se hubiera hecho viral en las redes sociales -le dijo de objetiva Otabek, dándole paso a Yuri para que abriera la puerta.

-Menos mal, lo bueno es que ya estamos de vuelta -decía tranquilo, sin embargo, se quedó petrificado ante la imagen que se mostraba ante él.

Víctor y Yuuri, en el piso, siendo vilmente usados como lienzo de pinturas por parte de una divertida niña que dejaba volar su imaginación sobre la cara de dos de los más respetables patinadores artísticos del mundo, en lo que su gato dormía plácidamente en el sofá, y Vladimir miraba entretenido una película en la televisión.

- ¿Qué se supone que hacen, ancianos? -preguntó con un notorio tic en la ceja izquierda, maldición, su cabeza empezaba a doler.

- ¡Yurio! -dijo al borde de las lágrimas Víctor, levantándose de un salto y abrazando fuertemente a un rubio a punto de la histeria - ¡Después de que te fuiste, logramos dormirlos un rato, pero después la bebé empezó a llorar, luego Vladimir empezó a llorar, luego el gato empezó a atacarnos a mí y a Yuuri por no poder hacer que los niños dejaran de llorar, y luego yo empecé a llorar! -Yuri estaba a punto de arrancarle de una mordida la cabeza al idiota que se aferraba a su chamarra, así que, en un vano intento por salvar a su marido, el japonés decidió hablar.

-Así es, Yurio, y en medio del alboroto, intentamos buscar formas de entretenerlos, la televisión funcionó con el mayor, pero Charlotte se calmó hasta que le mostramos una pluma que traía en mi bolsillo con la intención de ponerla a dibujar, pero no quiso aceptar otra cosa que no fuera nuestra cara… Y básicamente, todo duró así hasta que llegaron.

Dios, apenas entraba y ya tenía una migraña mortal, sin embargo, al ver la mueca de alegría que ambos infantes hicieron al verlo, logró borrar de él todo atisbo de mal humor.

Así que, tranquilizándose notoriamente con la ayuda de un paciente Otabek, se dedicaron a guardar todas las cosas compradas y a enseñarle a los menores la ropa que Otabek les había comprado, y como castigo por llenar su chamarra de mocos, Yurio hizo que el idiota de Víctor fuera quien le cambiara el pañal a Charlotte el resto de la tarde.

Sin embargo, la pareja tenía que marcharse en algún momento, así que, después de una ruidosa merienda, se marcharon a su hogar con la promesa de volver al día siguiente.

Mientras tanto, Yuri se encargó de llamar a su doctora y pedirle que fuera a su departamento al día siguiente, tenía que comprobar que los pequeños se encontraran con buena salud, y Kisha le mandó un mensaje avisándole que la trabajadora social acudiría el miércoles a verificar el estado de los menores, para eso faltaban tres días.

-Otabek, realmente no tienes por qué quedarte aquí, entiendo si quieres irte a descansar a algún hotel -dijo de repente Yuri, viendo de manera lastimera como Otabek recogía la mesa y terminaba de limpiar los trastes.

-No digas tonterías, Yuri, te dije que te ayudaría en esto – dijo de manera calmada Otabek, acercándose al rubio, el cual traía a la bebé en brazos y al pequeño a su lado, viendo entretenidamente al mayor -y déjame decirte, que el dormir contigo viene en el paquete -le susurró en el oído, con la intención de que solamente Yuri lo escuchara.

Pero, antes de que alguna escena romántica/ pervertida pudiera llevarse a cabo, Charlotte se removió de los brazos del rubio con la intención de ser cargada por Otabek, mientras tanto, Vladimir abrazaba de manera infantil a Yuri por la cadera.

Al parecer, cada uno tenía a su favorito, y ambos adultos no pudieron evitar reír ante esa conclusión.

Ahora venía la verdadera lucha, pasar la noche sin ninguna complicación. Ya después Yuri se encargaría de explicar toda esa situación a su equipo.

Notas finales:

Holiwis :3

Bueno, escribí esto en un tiempo récord, ya que me quedé sin tiempo por entretenerme viendo una transmisión en vivo de los capítulos de Naruto n.ñ, pero no me culpen, era de cuando Kishimoto aún no lo convertía en una novela tipo Disney (jamás podré dejar de odiar el final XD)

Espero que les haya gustado, puede parecer que va un poco lento la historia, pero no quiero saltarme demasiado las cosas con la intención de que no se sienta tan vacía ¿Me doy a entender?

¿Merezco algún review? TT_TT

Besos.

Ann.


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