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My new family por Ann Carmesi1

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-Yuri... ¿No crees que exageras... sólo un poquito? - intervino de pronto Otabek, incapaz de ocultar su gesto de burla al ver como Yuri "adaptaba" una cama improvisada y segura para Charlotte.

Lo que se traduce a, básicamente, tirar el colchón matrimonial de la habitación de huéspedes al piso, rodearlo con aun más mantas y colchas sacadas de quien -sabe -dónde, y poner una "trampa" en la puerta de la habitación para darse cuenta si algún intruso intentaba infiltrarse a la habitación de los menores; la cual consistía en un bote lleno de basura, pinturas y otras cosas extrañas que Yuri encontró en su departamento, puesto encima del alfeizar de la puerta y así, en dado caso de que alguien quisiera entrar, simplemente le caería encima.

Claro, esa era la primera fase del plan, la segunda era despertar con el escándalo y moler a golpes al ladrón.

-Sigue subestimándome, pero cuando quieras que te defienda de los delincuentes, no te conoceré - bufó de manera indignada el rubio, mirando su “obra de arte” con una gran adoración mientras le tomaba una foto.

-Yuri, me metía en peleas callejeras en los barrios de Kazajistán, no creo que tengas que cargar conmigo en caso de un asalto- dijo meneando la cabeza de manera resignada, al parecer perdido en sus recuerdos.

-Sí, de acuerdo, señor "perfecto y multidinámico" pero no te creas mucho, que también aprendí a defenderme muy bien - le recalcó orgullosamente - nunca pudieron contra mí los idiotas de la preparatoria.

-Enserio eres sorprendente, ibas pocas veces a la semana debido a la beca de deportista, y en esos pocos días sólo te dedicabas a meterte en problemas ¿Cómo rayos le hacías? - acercándose lentamente a Yuri mientras le golpeaba la frente con el dedo índice de su mano derecha.

- ¿Yo? No quieras echarme la culpa a mí, Otabek, eran los típicos brabucones celosos, incapaces de ver como llamaba tanto la atención en las clases -cruzándose de brazos mientras tomaba la mano que Otabek tenía en su frente y la juntaba con la suya -siempre fui el mejor de la clase, tenía que serlo o me quitarían privilegios en la beca, eso, aunado a que siempre fui popular entre las chicas y varios chicos, más el hecho de haber competido varias veces a nivel internacional y ser campeón del oro me generó bastantes "enemigos" - recordando amargamente todas las veces que fue acorralado al terminar las clases.

-Bueno, en eso tienes un buen punto, eres bastante fuerte -sí, Otabek no podía juzgarle, pues varias veces pasó por lo mismo - creo que JJ y Nikiforov han sido muy buenos testigos de eso - riendo ante los recuerdos de todas las veces que el rubio terminó cediendo ante las provocaciones de los mayores.

-No te rías, tienes suerte, a ti no te agarraron de su burla - apretando inconscientemente la mano de Otabek.

Demasiado fuerte.

-O-Ok, te creo soldado, sólo no me rompas la mano - pidió ligeramente adolorido al sentir como sus huesos empezaron a tronar.

- ¿Ehh? ¡Lo siento! -gritó el rubio al caer en cuenta de que por poco le destroza la mano al kazajo - ¡Te juro que no fue a propósito! ¡Simplemente me dejé llevar ante la mención de esos idiotas!

-En ese caso, procuraré estar alejado de ti cuando esos "idiotas" estén cerca, no quiero terminar con algún hueso roto.

-Por Dios, Otabek, eres casi igual de exagerado que Víctor - resopló el rubio, acomodándose dignamente la chaqueta que traía puesta y dirigiéndose a la entrada - mejor me voy por los enanos antes de que empieces a llorar o cosas así - riendo ante la imagen de un Otabek con el peinado y dramatismo de Georgi.

Sin embargo, antes de poder salir, la voz de Otabek lo detuvo.

-Yuri, ¿Estás seguro de que quieres hacer eso? -dijo Otabek con una ceja alzada, señalando la puerta, o más bien, la "trampa" encima de ella.

 - ¿Por qué lo dices? -le preguntó confundido, sin entender a lo que se refería el kazajo.

-A que, si abres la puerta, toda la porquería que pusiste en la cubeta terminará cayendo, probablemente, encima de ti -mientras ambos volteaban a ver detenidamente la posición del balde.

Efectivamente, Yuri sólo se enfocó en el hecho de que cualquier persona que entrara sería vilmente "atacada"… más no pensó en que lo mismo pasaría al intentar salir.

Si, quizás esa no había sido su mejor idea.

-... ¿Yuri? -le llamó Otabek, intentando por todos los medios no partirse de risa al ver la cara de pena que puso el rubio, era su amigo, merecía respeto.

-Cállate... sólo cállate y ayúdame a bajar eso de ahí -ordenó distante el ruso, incapaz de levantar el rostro y demostrarle a Otabek toda la vergüenza que se apoderó de él.

Definitivamente, ese día había agotado todas las veces permitidas que tenía para hacer el ridículo. Y peor aún, la mayoría fueron enfrente de Otabek.

Así, entre un silencio bastante incómodo para el rubio, se subió a una silla para bajar más fácilmente la cubeta y pasársela al kazajo, el cual se encontraba a un lado de él.

-Y… ¿Qué se supone que harás con esto? – cuestionó Otabek con una enorme mueca de asco al ver el contenido del balde.

-Pues, como no sirvió para la puerta, yo creo que se lo enviaré a Víctor por correo – canturreó maliciosamente, pensando en envolver todo eso en plástico, para posteriormente meterlo dentro de una caja con estampado de cerdos y enviarlo a la residencia Nikiforov-Katsuki.

Total, si lo enviaba de manera anónima no se darían cuenta de que fue él.

Bueno… Quizás sí.

Y estuvo muy tentado a hacerlo, de no ser porque Otabek le leyó el pensamiento y antes de que el rubio reaccionara, ya había aventado eso al lavaplatos.

Mejor empezaba a enfocarse en su verdadera misión, dormir a los niños y no estar preocupándose por un rubio psicópata con exceso de imaginación.

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-Mira, Vlad, la cama es lo suficientemente grande para que tú y tu hermana puedan dormir segura y cómodamente, por ahora tendrá que ser así, pero te prometo que conseguiremos cuanto antes una cuna para Charlotte, así no tendrás que dormir con toda esta “barrera” – le decía de manera divertida Otabek al menor, el cual solo sonreía tímidamente ante las caricias que el mayor le daba en la cabeza mientras que Yuri acomodaba a la bebé a su lado y balbuceaba cosas incoherentes y  maldiciones hacia el kazajo.

A este paso, Otabek empezaría a plantearse cuál era la verdadera edad mental del rubio.

Y, a pesar de que ambos tenían ganas de quedarse mucho más rato con los menores, sabían que tenían que dormir, puede que sean un par de idiotas sin ningún conocimiento previo sobre infantes, pero hasta ellos sabían que el descanso era primordial para la salud de los niños.

Así que, despidiéndose de ambos, decidieron salir del cuarto y dejarlos dormir, mañana sería un largo día.

- ¿Crees que estén bien? – cuestionó el rubio, mordiéndose la uña del dedo mientras miraba la puerta de la habitación de huéspedes.

-Lo están, rubio, los dejamos limpios y cambiados, además no es nada peligroso dormir a 10 cm del piso, Dios, Yuri, pareces una madre neurótica – le respondía Otabek, mientras se adentraba a la cocina y tomaba un vaso con agua.

-“Madre, madre, madre” ¡Joder, a este paso terminaré castrándote, kazajo de mierda! – le amenazo tomando una espátula y apuntando a Otabek con ella.

El kazajo estuvo a punto de hacer otra broma con respecto a lo ridículo que se veía el rubio con su cara de gato arisco y el utensilio en la mano, pero prefirió callar, conocía la fuerza de Yuri, y no le apetecía tener algún hematoma en la cara si el rubio decidía aventarle eso.

 -De acuerdo, sólo cálmate y baja esa arma, recuerda, todo es divertido hasta que alguien termina muerto - dijo mitad broma mitad enserio, con Plisetsky siempre se debía tener cuidado.

-Pff, mejor me voy a dormir de una buena vez - renegó dándose la vuelta - voy a cepillarme los dientes, y cuando vuelva quiero que te hayas desecho de esa faceta "Nikiforezca-Leroy" que te cargas últimamente.

-Si... Mamá -respondió agachándose para esquivar el zapato que Yuri le aventó.

.

.

.

Ya, lo suficientemente aseado y vestido, Yuri se dispuso a acomodarse en la gran cama matrimonial que tenía, sin embargo, había algo que se le hacía extraño, Otabek se estaba tardando demasiado en la sala.

Por eso, curioso por saber que era lo que entretenía tanto al kazajo, se puso un par de pantuflas y tomó dirección a la sala, donde una gran vena apareció en su frente al ver como el moreno estaba recostado en el sillón, únicamente con su chaqueta como protección contra el frío.

- ¡¿Qué haces aquí?! -preguntó molesto el rubio, incapaz de creer que Otabek enserio pensaría que dormiría en el sillón.

-Estaba conciliando el sueño hasta que apareciste gritando, Yuri -dijo con voz adormilada, mientras se restregaba el ojo y enfocaba su vista en el rubio - ¿Qué sucede?

- ¡¿Qué te sucede a ti?! ¡Vente a la puta cama!

-… Pero es la tuya, no es como en las competencias, este es tu hogar, no un cuarto de hotel que tengamos que compartir -decía lentamente, girándose para acomodarse mejor en su "lecho".

- ¡No digas tonterías! -se acercó a él para subirse encima y empezar a zarandearlo - ¡Esta es tu casa también, claro que no permitiré que duermas en un jodido sillón!

- ¿Y en el jodido piso está bien? -dijo entre risas, encogiéndose más en su sitio -Yuri, bájate, a comparación de hace años, ahora pesas demasiado.

Bueno, no mucho, en realidad ambos estaban en un peso apropiado para dos patinadores de su edad.

-Y también, ahora soy más alto que tú - respondió orgulloso, dejando de brincar encima del otro y empezando a darle pequeñas palmadas en la cabeza.

-No te creas mucho sólo por tres centímetros, Plisetsky -gruñó Otabek.

Si, aún recordaba el jodido mensaje que le envió el rubio, alegando que ahora el enano era él.

Bueno, al menos Otabek seguía siendo un poco más fornido, eso ya era algo.

-No me creo, amor, lo soy - le dijo con petulancia, obligando a Otabek a voltearse y verlo a la cara.

-Yuri, enserio, estás cruzando una línea muy frágil al ponerte en esa posición- expresó con malicia el kazajo, dando a entender la forma en la que el rubio estaba acomodado.

A horcajadas, encima de la cadera de un Otabek acostado boca arriba en el sofá.

Sí, viéndolo de cualquier forma, eso se veía bastante comprometedor.

- ¿Te estás quejando? Porque déjame decirte que más de uno quisiera tener al tigre de hielo encima, rogando porque lo acompañen a la cama - rio ante lo dicho, moviendo las cejas de arriba bajo.

-No me estás rogando, prácticamente me estás obligando rozando la barrera de violencia física -susurró seductoramente, levantando el torso hasta quedar demasiado cerca de la cara de Yuri -y si me voy a tu cama, lo último que te dejaré hacer será dormir, soldado, así que no te conviene meterte conmigo - dirigiendo su boca al cuello del rubio y empezando a repartir lamidas lascivas.

Vamos, Yuri no podía esperar que Otabek no se excitara al tenerlo encima, prácticamente, restregándose contra él.

-Te la tienes bastante creída, Altin, ten por seguro que quien no te permitiría tomar un descanso sería yo - decía entre suspiros, extasiado ante las sensaciones que la lengua de Otabek le provocaban.

Estaban en una especie de limbo, empezando a excitarse y perderse en la lujuria de recorrer el cuerpo del contrario, sin embargo, la suerte no estaba de su lado esa noche, pues ni bien Yuri empezaba a recorrer el borde del pantalón de Otabek, el sonido de un llanto empezó a escucharse.

Mierda, ¿Por qué hasta ahora venían a darse cuenta de que en realidad no estaban solos? 

-... Yuri - dijo con una gota resbalándole por la cabeza al ver como el rubio empezaba a ponerse azul -si quieres yo voy y... 

-Cállate, sólo no digas nada y vete a la maldita cama, yo estaré ahí en minutos - respondió secamente, levantándose de su cómodo lugar y acomodando sus ropas mientras intentaba respirar profundo para calmar su estado de "exaltación" - y déjame advertirte, kazajo de mierda, que si no te veo ahí cuando llegue, te romperé toda tu bonita cara.

Más claro, agua. Definitivamente el rubio necesitaba algunas terapias sobre manejo de la ira.

-... ¿E-Enserio te quedarás ahí mirándome así de aterradoramente hasta que me vaya?

-Sí - bueno, Otabek no necesitó más para salir huyendo a la alcoba.

¡Por todos los cielos! ¡¿Desde cuándo Otabek Altin era así de manipulado y aterrorizado?!

 Definitivamente, cualquiera que no conociera lo suficientemente a ese par jamás creería está situación.

Que problemático, sin embargo, nada les quitaba la diminuta sonrisa que ambos pusieron en el rostro al perder de vista al otro.

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Yuri abrió de manera silenciosa la puerta de su habitación, evitando romper algo del coraje y limitándose a soltar quedos bufidos para no volver a despertar a los menores.

¿Por qué estaba así?

Fácil. Al entrar a la habitación de los menores, tardó casi treinta minutos en poder calmar a Charlotte, y lo peor del caso es que jamás supo cuál fue la razón de su llanto, él pensaba que fue simplemente para jugar con sus muy dañados nervios, pero descartó esa opción, los niños no son así de malévolos ¿Verdad? Y con la ayuda de un muy amable y considerado Vladímir, lograron volver a tranquilizarla, bueno, más concretamente, su hermano fue quien logró hacerla callar y que solamente se dedicara a verlos de manera curiosa.

Pero eso no es lo que logró acabar con el autoestima de Yuri, no, la verdadera razón de su enojo no era su frustrada sesión de sexo con Otabek, ni su fallido intento por tranquilizar a un jodido bebé, no, la verdadera causa fue que, Charlotte, al ver que Yuri traía amarrada en la cintura la chaqueta con la cual Otabek se estaba cubriendo en el sofá -y que tomó para evitar que el kazajo volviera a querer acomodarse ahí- se encapricho con ella y no dejó de hacer berrinches hasta obtenerla y así quedar profundamente dormida.

¡Maldita mocosa!

 Se supone que quien los acogió fue él, no Otabek, que a quien debería de preferir era a él, no a Otabek, y que la única persona en el mundo que podía usar las cosas de Otabek era él.

Sin embargo, prefirió detener sus pensamientos idiotas al ver como el niño se le quedaba viendo como si fuera alguna especie de lunático.

Bueno, también debía de admitir que no era lo más sano mentalmente sentir celos por una niña.

Así que, intentando dejar de pensar en lo patético que se dejó ver, decidió dejarlos dormir y se dirigió a su propio cuarto, y cuando estaba a punto de ir a desahogarse con Otabek y lograr que el kazajo le animara y mimara como hacía cada vez que Yuri se iba a quejar con él, ¡descubrió que el muy infeliz estaba plácidamente dormido!

Tsk, se vio sumamente tentado a lanzarle la lámpara y despertarlo, pero ¿Por qué? Si él fue quien le pidió que se fuera a dormir, no podía reclamarle que no lo hubiera esperado, maldita sea, ya estaba empezando a actuar como esas chicas molestas que le dicen a sus novios una cosa para que luego se quejen que hicieron exactamente eso y no lo que en realidad ellas querían.

Casi vomita ante ese pensamiento.

Decidió que lo mejor era dormirse de una buena vez, mañana sería un día bastante largo y necesitaba estar con las energías a tope, así que, apagando el interruptor, se acercó a la cama y se dejó caer despreocupadamente.

No le preocupaba despertar a Otabek con los movimientos de la cama, pues, aunque no lo pareciese, ambos se conocían demasiado; Yuri sabía de sobra que el kazajo tenía el sueño extremadamente profundo y que haría falta un terremoto nivel seis para que volviera a la vida, era extraño, pero Otabek era de esas personas que siempre dormían exactamente siete horas y que únicamente la alarma del despertador podía levantarlos.

-Eres asombroso - le susurró quedamente, a sabiendas que el otro no le escucharía - realmente, no sé qué hubiera sido de mi sin ti, estúpido héroe, desde el inicio ya me estás salvando.

Yuri no sabía cómo ni cuando había empezado a decirle a Otabek lo mucho que significaba para él cuando el otro dormía, pero era la única manera en la cual podía hacerlo.

Jamás había sido una persona muy asertiva o amorosa, por eso prefería las acciones antes que las palabras.

Así fue que entre agradecimientos y unas extrañas ganas de besar a Otabek se quedó profundamente dormido.

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El malditamente molesto ruido del timbre logró sacarlo de su merecido descanso, joder, sabía que mataría a quien sea que se hubiera atrevido a despertarlo tan temprano ¡Ni siquiera había sonado la alarma! Y, por ende, el tipo a su lado aún no era despertado por el escándalo de afuera.

-Mataré al infeliz que se atreve a molestarme a las malditas siete de la mañana -iba renegando por el pasillo.

Y al ver quiénes eran los “malditos infelices” sin pizca de sentido de supervivencia, decidió que la prisión no podía ser tan mala, porque seguramente lo encerrarían por asesinato.

 - ¡¿Qué mierda hacen aquí?! -preguntó de manera molesta al par que se encontraba felizmente parado del otro lado de la puerta.

-Buenos días a ti también, Yurio -alegó Víctor con su típica sonrisa en forma de corazón, tomando a su esposo del brazo y adentrándose sin esperar la invitación del rubio.

-cerdo – llamó Yuri de manera enojada, dirigiendo su verde mirada al japonés en busca de una explicación.

-B-Bueno, Yurio, decidimos venir temprano porque estamos esperando unas cosas que Víctor encargó ayer en la noche por internet -contestó de manera intimidada ante la dura mirada del rubio.

- ¿Cosas?... ¡Víctor, no empieces a joder de nuevo poniendo mi dirección para recibir tus malditos juguetes sexuales! – exigió de manera enojada, recordando amargamente cómo una semana entera estuvo recibiendo paquetes del albino.

-¡Pero Yurio! ¡Los papás de Yuuri estaban de visita esa semana y no queríamos arriesgarnos a que descubrieran que nuestros “objetos para ejercitarse” no eran los mismos que ellos conocen!

- ¡¿Y a mí que carajos me importa que los padres del cerdo sepan que son unos malditos enfermos?!

- ¡No te enojes, Yurio, si bien sabes que te podíamos regalar el que quisieras! – dijo Víctor sumamente seguro de sus palabras, como si estuvieran hablando de agarrar un poco de agua en casa ajena - ¡es más, imagínate tener a Otabek esposado o con un anillo!

Intentó, podía jurar por la tumba de su sagrado abuelo, que intentó no hacerse una imagen mental de eso, pero no pudo evitarlo.

Quizás, y solo quizás, se plantearía la idea de convencer a la madre del cerdo de que se pasara esa temporada en Rusia.

-¿Yo qué? – apareció de pronto Otabek a través del pasillo, bostezando y tallándose los ojos, al parecer la alarma ya había sonado.

- ¡Ohh, good morning, Otabek! – exclamó el ruso mayor, al parecer la madrugada no le quitaba su efusividad habitual – le decíamos a Yurio que podían tomar prestado cualquiera de nuestros jugue… -sin embargo, no pudo terminar la frase debido al fuerte manotazo que Yuri le dio en la boca.

-¡Cierra tu puto pico de una vez, anciano!

- ¡Víctor! ¡¿Estás bien?! -gritó el ruso acercándose preocupadamente a su esposo, el cual se encontraba rodando en el piso debido al dolor.

- ¿Qué sucede? Yuri – preguntó calmadamente Otabek, completamente acostumbrado a ese tipo de escenas.

-Nada en especial, sólo que estos ancianos me acaban de decir que pidieron nuevamente sus juguetes sexuales a mi dirección.

-¿Ehh? -exclamó de pronto Yuuri, cayendo en cuanta de lo dicho por el rubio -no, no es eso Yurio, Víctor se la pasó toda la noche en internet comprando cosas para los niños.

Bueno, eso no se lo esperaba.

-Explícate -ordenó cruzando los brazos, dirigiendo su mirada al mayor - ¿Qué cosas?

- ¡Cosas para los mini Yurio! - gritó de manera emocionada el mayor, Yuri y Otabek no pudieron evitar temblar de miedo ante eso, podían asegurar que, si despertaba a los menores con sus berridos, lo echarían de una patada de ahí.

- ¿Cosas?

-¡Exacto! Cómo sabíamos que no tenías absolutamente nada de equipamiento para familias, Víctor se la pasó toda la noche comprando cosas por Internet... Hubieras visto como andaba, de no ser porque le dije que exageraba, hubiera terminado comprando los equipamientos necesarios para una guardería entera… Y un poni de verdad - contó Katsuki con una gran gota en su cabeza.

Aún le sorprendía lo gigante que era la cuenta bancaria de Nikiforov.

A decir verdad, Yuri tenía un número de reacciones limitado ante las acciones de Nikiforov que se reducía a seis.

Ira: Cada vez que el albino solía burlarse de él y lo ponía en ridículo enfrente de las demás personas, maldición, su adolescencia fue un trago muy amargo para recordar.

Vergüenza: Cada vez que se ponía a realizar sus escenas melosas con Katsuki sin importarle que él estuviera presente.

Risa: Si, debía de admitir que el molestarle era una oportunidad que pocas veces podía otorgársele, así que, con el paso del tiempo, fue descubriendo esos pequeños huecos por donde podía atacarse al albino. Más recientemente era el asunto de su edad y su "calvicie" que en realidad siempre había sido una frente ancha y Yurio lo sabía muy bien. Que no le interesara ignorar ese detalle era otra cosa.

Frustración: Joder, aunque jamás lo admitiera, había ciertas cosas que le frustraban ante el albino. Él quería ser el mejor, y era precisamente a Víctor a quien debía superar para lograr ese cometido, y debía de admitir que era algo sumamente difícil.

Rencor: Vamos, el rencor es algo de lo que cualquier humano no puede librarse, y aunque ya no sintiera nada de sentimientos románticos hacia el ruso, jamás se le quitaría la espinita de que tuvo que perseguirlo hasta Japón solamente para encontrarse con la sorpresa de que aquel cerdo se lo había arrebatado sin siquiera intentarlo.

Agradecimiento: Porque, a pesar de todas las cosas intolerables que le hacía pasar Víctor, él había sido una de las fuentes de apoyo más grandes que había tenido, su ejemplo a seguir, su meta, su primer amor, su rival, su guía y hasta en ocasiones una figura paterna que no se medía al momento de demostrarle eso.

Y eran este tipo de acciones, las que le hacían recordar por qué Nikiforov era una de las personas más amadas para él, antes de que Yuri siquiera se pusiera a pensar en una solución o escapatoria a sus problemas; Víctor ya habría ideado tres planes para ayudarlo.

Definitivamente aún le faltaba mucho para poder siquiera rozar el nivel de él.

-Yo... Víctor -intentaba decir algo coherente, sin embargo, ese era uno de aquellos momentos en que la capacidad para coordinar tus palabras con tu sentido de razonamiento desaparecía.

-No digas nada, Yurio - se acercó relajadamente el mayor, posando su mano en la cabeza del rubio y acariciándole con cariño - siempre estaré para ayudarte en lo que sea.

Yuuri y Otabek miraban con una ligera sonrisa en el rostro la convivencia de esos dos.

Era en ese tipo de situaciones, en las que sentían que sobraban un poco, pues a comparación de ellos, que aparecieron en la vida de los rusos hace no mucho tiempo, ellos dos llevaban juntos casi toda la carrera del rubio, ambos tenían un lazo especial en el que nadie más podía intervenir.

Y aunque ambos lo negaran y supieran que jamás sucedería, en el fondo sabían de que, si Katsuki no hubiera aparecido en la vida de Víctor, seguramente ambos rusos habrían encontrado el calor del amor en los brazos del otro.

Era algo absurdo… egoísta y absurdo, pero la inseguridad que da el saber que no eres lo mejor que tu persona amada pudo conseguir siempre es algo con lo que toda persona enamorada carga.

Yuuri adoraba a Yurio, era el chico más fantástico y fuerte que conocía, y deseaba con todo su corazón que pudiera equilibrar su vida y salir del agujero en el que se sumió.

Pero, para él, Yurio era más que un simple muchacho que demostró ser un genio en el patinaje, era tenaz, fuerte, independiente y decidido, joder, tantas cualidades que a él le faltaban.

Por eso no podía evitar personificarlo como un verdadero Ángel, él concordaba totalmente con su apodo de "Ángel ruso" pero no por la forma dulce e inocente con la cual lograba engañar a todos con su apariencia y movimientos; No, para Yuuri, el rubio era un ángel demoledor, de esos que se encargaron de pelear contra el ejército de las tinieblas antes de la creación, cuando conoció esa historia sobre la religión occidental, no pudo evitar imaginarse a Yurio como "San Miguel Arcángel" con su espada, su valentía y su gran resplandor que lograba opacar fácilmente a los demás.

Alguien totalmente digno de un Dios como Víctor.

Y los pensamientos de Otabek no iban por un rumbo distinto. Él no era una persona depresiva ni que se menospreciara, por el contrario, siempre luchó con la cabeza en alto y logró hacerse un camino respetable a pesar de no ser un genio absoluto como sus demás rivales; la gente, las calles, la cultura artística y las personas que lograron marcar su vida fueron los impulsos que siempre necesitó para seguir en pie. Él luchaba y vencía con todas sus fuerzas. En cambio, Yuri y Víctor, no, ellos eran de esas poquísimas personas en el mundo capaces de hacer que cualquiera quisiera agacharse ante su presencia y venerarlos como divinidades, como seres superiores que te otorgan el lujo de reparar en tu presencia.

Víctor era luz, genialidad, cambio, magnificencia y perfección, un Dios entre simples humanos. Un Dios al que un Ángel como Yuri otorgaría su lealtad y amor.

Porque así los veía, como unas de esas proyecciones que se mostraban como parte del arte histórico de las iglesias musulmanas y occidentales que había visto, dignas representaciones que genios como Da Vinci, Miguel Ángel o Botticelli desearían inmortalizar.

Víctor era alguien de quien, definitivamente, Yuri se hubiera enamorado. No como él.

Sin embargo, ninguno de los dos era capaz de sentir algún sentimiento negativo ante algún ruso, era más bien, que no se sentían capaces de poder competir en caso de que se diera la ocasión.

Y era idiota pensar de esa manera, pues sabían que actualmente nada de eso era siquiera lógico. 

Pero, aun así, aun así perduraba esa inseguridad hacia sí mismo, Yuuri sabía de los sentimientos que algún día tuvo Plisetsky por Víctor, nadie se lo dijo y nadie más lo sabía, bastó simplemente el ver la mirada que les dirigió cuando Víctor se puso amoroso con él la primera vez que Yurio fue a Japón, esa mirada que intentaba aparentar indiferencia y fuerza, pero que en el fondo lo obligó a tragarse sus palabras y simplemente limitarle a enfocarse en su rutina.

Esa fue la misma mirada que él le dirigió a Yuko el día que le anunció su noviazgo con el tipo que se encargó de hacerle la infancia un desastre. Aparentar tan perfectamente un sentimiento de indiferencia y felicidad cuando por dentro solo lloras resignadamente al ver como la persona que amas es alejada de ti.

Y temía que algún día Víctor se diera cuenta de lo especial que podía ser la mirada de Yuri Plisetsky, pues ese día, se daría cuenta de que pierde su tiempo con un simple mortal en vez de gozar de alguien de su altura.

Con Otabek la historia se centraba en un ángulo muy parecido, Víctor era alguien a quien él admiraba mucho, la meta de todo patinador, pero ese día, aquella noche en la que Yuri le confesó que su primer corazón roto perteneció a Nikiforov, no pudo evitar sentir unos celos y una inseguridad que detestaba cada vez que escuchaba hablar al rubio con tantas energías sobre Víctor, era inmaduro, pues eso fue antes de que ellos siquiera se hubieran dirigido la palabra y mucho antes de que Otabek supiera que cayó los pies del tigre del hielo; Pero dolía, dolía ver que él daría la vida por poder preservar la sonrisa de Yuri, por poder sentirse amado aunque sea la mitad de cantidad de la que él amaba a Yuri, y en cambio, Víctor jamás vio lo que Otabek tanto deseaba, el amor del rubio.

Era pasado, esa no fue una historia que a él le correspondía, pero que tire la primera piedra quien no sienta celos o subestimación propia al ver lo perfecto que era el primer amor de la persona que más amas.

Y con todo eso, Yuuri y Otabek seguían sintiéndose felices al ver como las personas que amaban le sonreían tan cálidamente al otro, pues pocas veces eso era posible.

- ¿Ya desayunaron? -habló de pronto del japonés, cayendo en cuenta de que llegaron de imprevisto y los otros dos seguían en pijamas.

-No, cerdo, acabamos de despertar por su culpa - respondió el rubio de manera brusca, recordando cómo fue vilmente despojado de Morfeo - ¿Tienes hambre? Iré a ver que puedo preparar - mientras se separaba del albino y empezaba a dirigirse a la cocina.

- ¡No, Yurio! Deja que yo me encargue de eso, a fin de cuentas, nosotros somos los que cayeron sin aviso alguno.

-Pero siguen siendo invitados, Yuuri, permitan que hagamos el desayuno nosotros - secundó Otabek al rubio, quien ya estaba a punto de gritarle al japonés algo similar, pero con más groserías.

- ¿Están seguros? Digo, sirve que en lo que Víctor y yo nos encargamos de eso, ustedes pueden ir cambiándose y despertar a los niños.

- ¿Víctor en mi cocina? ¿Mi cocina llena de objetos filosos, sustancias inflamables, y un muy considerable riesgo de desastre si se deja en manos de un idiota? No, gracias, todos aquí queremos seguir vivos.

- ¡Yurio! ¡¿Qué manera tan grosera de hablarme es esa?! - reclamó Víctor con una mueca llena de indignación - ¡Yo he cocinado antes!

-Corrección, Haz intentado cocinar - alegó el rubio con un creciente tic en la ceja al recordar todas las experiencias pasadas en las que permitieron juntar a Nikiforov con fuego - y lo único que has logrado es crear venenos e incendiar cosas.

- ¿Eso es cierto? - preguntó inocentemente Otabek, pensando que quizás el rubio exageraba.

- ¡Claro que no! ¡Yuuri, dile algo! - empezó a gimotear el albino, pegándose al cuerpo de su esposo y señalando molestamente a Yurio - ¡Me está molestando! ¡Como ayer cuando me dijo monstruo feo!

- ¡Yo nunca dije eso, imbécil!

- ¡Yuuri~! / ¡Cerdo! -gritaron ambos rusos, volteando a mirar intensamente al pobre japonés que estaba acorralado.

Yuuri buscaba alguna alternativa posible para librarse del horror que estaba viviendo, pero descubrió que estaba totalmente hundido con ese barco cuando vio como Otabek volteaba disimuladamente a otro lado.

Traidor.

-B-Bueno, este, Víctor - tartamudeó nerviosamente en dirección al albino, pero al ver sus ojos acuosos intentó cambiar de plan, por nada del mundo quería lidiar con un Víctor triste y depresivo, porque si, era un asco en la cocina - Yurio, cuando... cuando - ¡Dios, tampoco podía con los ojos verdes del otro!

Y como si se tratara de una muestra de compasión por parte del universo, un llanto se escuchó en la habitación al final del pasillo.

Después de lo de ayer, jamás pensó que escuchar ese sonido lo llenaría tanto de felicidad.

- ¿Es la niña? - preguntó de pronto Víctor, temblando ligeramente al recordar cuánto tardó ayer en limpiarse la cara.

- ¡Sí, o carajo, sí lo es! - exclamó a punto de un ataque el nipón, asustando a los otros tres en el proceso - ¡Yo voy!

Y antes de que alguien pudiera decir algo, la silueta de Yuuri desapareció en menos de un segundo.

¿Qué mierda había sido eso?

-Víctor -dijo de repente el rubio, mirando asombrado como los pies del japonés dejaron marcas en el piso - deja de darle tantas calorías en la comida, le hace daño.

-Sí, creo que los tazones acaban de ser eliminados de nuestra dieta - asentía lentamente, perdido en sus pensamientos.

Y Otabek, bueno; él simplemente dirigió sus pasos a la habitación de huéspedes.

En un mundo de locos, alguien tenía que mantener la cordura.

-Yuuri ¿Está todo bien? - preguntó Otabek, abriendo la puerta y mirando con una gran gota en la cabeza como el mayor estaba tirado en el colchón mientras Charlotte lo golpeaba con un celular y el gato se acomodada plácidamente encima de él para después volver a dormir.

- ¿Y eso? - al ver que el nipón estaba "fuera de funcionamiento" en ese instante, Otabek decidió dirigirse al menor, el cual veía de manera indiferente lo que pasaba a su alrededor -¿De dónde sacó el celular? - "y a qué hora entró el gato? " estuvo tentado a decir, pero prefirió mejor una pregunta la vez.

Vladimir sólo señaló el bolsillo de la chaqueta que traía puesta el japonés, y de nuevo, Otabek pensó si realmente todos a su alrededor tenían la edad mental necesaria.

-Charlotte, sácate eso de la boca o Yuri se enojará – se acercó al colchón Otabek, tomando a la niña en brazos y quitándole el celular del nipón -Toma, solo tiene un poco de… baba -decía ligeramente asqueado al ver la pantalla llena de saliva.

Y no quiso preguntar por qué su chaqueta favorita se encontraba en el lugar donde los pequeños durmieron.

- ¿Qué tanto es lo que hacen aquí? -entró de repente Yurio, seguido por Víctor, el cual estaba tomando un jugo de uva, para niños, que tomó del refrigerador.

-Nada, acaban de despertarse -le contestó el japonés, rogándole con la mirada a Otabek que no dijera nada de lo que vio – estábamos diciendo que deberíamos ir a desayunar.

-… Claro, iré sirviendo algo para comer -contestó desconfiadamente el rubio, ya después le preguntaría a Otabek que pasó - ¿Vladimir, vienes? -dirigió su mirada al chico que solo se limitaba a ver todo sin decir nada.

Así que el menor, feliz al tener la atención del rubio, se levantó de un salto y se apresuró a tomar de la mano a Yuri. Cualquier momento al lado del ruso era el más feliz para el niño.

Y antes de tener que presenciar otra escena estúpida que simplemente lograría hacerlo enojar, ambos partieron directo a la cocina, mientras tanto, Otabek se dedicó a limpiar y acomodar el cuarto y a cambiar a la menor de ropa.

Media hora después, encima de la mesa se encontraba una cacerola llena de huevos revueltos, fruta picada, una jarra de leche y un poco de café.

Yuri casi olvidaba cuando fue la última vez que había hecho un desayuno de ese tipo.

- ¿Y ya sabes cuándo los llevarás al doctor, Yurio? – preguntó de repente Víctor, dejando de lado su plato y volteando a ver seriamente al rubio.

-No los llevaré, mi doctora vendrá a la una de la tarde para checar eso – le contó los detalles al mayor.

- ¿La doctora Annya? – exclamó confundido – ella es médico para atletas, Yurio, no es lo mismo eso a pediatría.

O al menos eso sabía él.

-Te equivocas, anciano, Annya está especializada en este tipo de casos – respondía tajante, limpiándole la boca a Vladimir con una servilleta – simplemente me atiende a mí por petición especial, no me gusta que me revise otro doctor que no sea ella.

Y por el tono con el que finalizó esa frase, todos supieron que el rubio no diría nada más.

En realidad, la doctora Annya Iviroskvaya, fue la doctora que se encargó de atender y cuidar a Yuri cuando fue hospitalizado por el ataque de su madre, doce años atrás. Desde ese día, Nikolai siempre trataba de lograr que ella se encargara de la salud de Yuri, no por miedo o desconfianza a los otros médicos, sino porque Yuri se aferraba a que no quería que nadie más a parte de ella se atreviera a tocarlo. Por eso, al empezar su carrera deportiva, el rubio convenció a esa mujer de volverse su doctora personal, y ella no podía negar que le había tomado un gran cariño al mocoso rubio e impertinente que no la dejó en paz hace años.

Así que, desde ese día, ella se encargaba de proporcionarle dietas, revisiones médicas, rutinas y todo lo necesario para evitar lo más posible que el rubio necesitara de otro doctor.

-Entonces ¿Hoy no irás a entrenar? -intervino el japonés, pensando que a esa misma hora era cuando el rubio se encontraba en la pista.

-No lo creo, ahora mismo no hay ninguna presión por competiciones, y Yakov y Lilia regresarán de Grecia hasta la siguiente semana, así que aún sigo sin entrenadores – le explicaba mientras se alzaba de hombros – este tiempo simplemente me he dedicado a entrenar para no perder condición, lo duro empieza hasta que Yakov y Lilia regresen.

-Ya veo – susurró el japonés. Con él la cosa era distinta, como Víctor se encargaba de entrenarlo a tiempo completo después de su retiro, no pasaba por los problemas que tenían Mila, Yuri, Georgi o los otros estudiantes del mayor.

Además, planeaba retirarse después de esa competencia, patinar a los 29 años ya no era tan fácil.

- ¿Qué hay de ti, Otabek? ¿Cuánto tiempo planeas estar en la pista de Rusia? -habló Víctor, dirigiendo su mirada al kazajo.

Quizás era algo que no debería ser de su incumbencia, pero a él le interesaba el saber que tanto tiempo el kazajo permanecería al lado del rubio. Otabek tenía su vida en Kazajistán, no quería tener que ver a Yurio sufrir por haberse acostumbrado demasiado al moreno.

-Por ahora estaré entrenando aquí, planeo decirle a Yakov que me acoja como estudiante – la verdad, Otabek tenía pensado ocultar ese detalle por unos cuantos días más, sin embargo, intentó arriesgar sus cartas y esperar la reacción del rubio.

-Y pasado el mes que planeabas estar aquí volverás a Almaty ¿Cierto? – agregó Yurio, empezando a sentir como se instalaba nuevamente ese vacío en su pecho, acto que siempre sucedía previamente de las partidas de Otabek.

Le hacía recordar que volvería a quedarse solo de nuevo.

Pero ahora era distinto, normalmente, después de escuchar eso, Yurio hubiera sacado su celular y le hubiera aceptado la invitación a follar esa noche a cualquier persona que estuviera dispuesta a ser meramente usada para desahogar su soledad. Ahora no, ahora tendría a otras dos personas a las cuales cuidar… Solo.

¿No estaba siendo demasiado egoísta?

Yuri amaba los momentos en los que Otabek, Víctor, Yuuri ¡E incluso Jean! Se encontraban con él, a su lado. Le hacían olvidar por un momento lo solitaria que era su vida… Y después se marchaban a continuar con sus propias vidas.

¿No estaba obligando a esos niños a servir como receptor de sus problemas emocionales?

Pensándolo más fríamente, apenas llevaba un día con ellos y no había sido para nada fácil.

-No, te dije que te apoyaría con esto todo el tiempo que me necesites, además, no sería la primera vez que me entreno en un país extranjero- podía parecer una simple sugerencia, pero para personas como Yuri, que conocían las facetas dominantes de Otabek, pudo ser fácil captar que eso no había sido una sugerencia.

Otabek había decidido, sin su opinión -cabe resaltar- que su nuevo lugar de estadía sería Rusia. Le gustara o no.

Debería sentirse ofendido por eso, cualquiera lo estaría… entonces ¿Por qué razón sentía ganas de llorar?

De pronto, las estúpidas palabras que un día el idiota de JJ le dijo resonaron cruelmente en su psiquis.

-Gatita, deberías dejar de lado tus juegos y evitar que Otabek se vaya de tu lado – le había dicho de pronto el canadiense, enfrascado en el juego de carreras de su celular.

Estaban en la noche posterior a la copa Rostelecom, Yuri no sentía ninguna gana de salir a festejar su oro esa noche, así que como siempre, había decidido encerrarse en su habitación de hotel a hundirse en su miseria. Y si le daban ganas de pasar la noche en la cama de alguien, simplemente saldría a un bar o algo por el estilo.

Con lo que no contó, es que el imbécil de Jean previera sus acciones y hubiera aparecido de improviso en su alcoba; normalmente lo hubiera ignorado y le habría dejado plantado en la puerta, pero el canadiense era inteligente, así que hurtó un uniforme que se encontró en el cuarto de limpieza al que se escabulló, y llegó a la habitación de ruso fingiendo ser del hotel.

Y ya no pudo sacarlo.

Odió eso, si de por si estaba estresado por no poder haber coincidido con Otabek en esa competencia, que JJ hubiera irrumpido en su momento de auto compasión y miseria con la burda excusa de que estaba aburrido y no tenía ganas de festejar, debido a que Isabella no había podido acompañarlo por estar cuidando a “príncipe JJ” en casa, pues el menor aún era demasiado joven para viajar, terminó por hacerlo estallar en una crisis de mal humor.

- ¿De qué mierda hablas, estúpido canadiense? – habló a través de la almohada en la cual tenía recostada la cara. No pensaba levantarse de esa cama, aunque el otro estuviera presente.

-Te diría que no actuarás como idiota, pero sé perfectamente que no es ningún acto – en ese instante, Yuri pensó que no debía de ser muy difícil asfixiar al otro con la almohada – si Otabek es la única persona que te hace pensar coherentemente y evita que te vuelvas a hundir en tu asqueroso mundo de prostitutas, alcohol y lagunas mentales, entonces no entiendo qué carajos esperas para ir por todo con él.

Jean se consideraba un verdadero rey, y como el rey que era, debía de velar por el bien de sus súbditos, aun si estos amenazaran con provocarle algún coma por golpes.

Además, Otabek y Yuri (aunque este último fingiera que no) eran dos de sus mejores amigos, y al ser tan cercano a ambos, podía ver las cosas desde ambas perspectivas.

Otabek Altin estaba jodidamente enamorado de Yuri, de eso no había duda.

Y Yuri Plisetsky también le quería, aunque ni siquiera él mismo lo supiera. Pero Jean se encargaría de dejárselo en claro, si decidía dejar de ser un idiota y aceptar sus sentimientos, ese sería asunto del rubio.

- ¿Acaso la paternidad terminó por matar tu última neurona funcional? Otabek es mi amigo, siempre ha sido así y siempre lo será… ¿Por qué rayos arruinaría algo así por jugar a estupideces como las relaciones? – no sabía si decía eso para convencerse a sí mismo o a Jean. Quizás su reacción hubiera sido muy calmada, pero ya estaba acostumbrado a eso, Leroy siempre decía lo mismo sobre él y Otabek – y no entiendo cómo rayos tienes el valor moral para criticar mi vida sexual, cuando tú mismo estuviste en mi cama una vez.

Auch, eso había sido un golpe muy sucio.

Había pasado hace un tiempo, poco después de haber cumplido la mayoría de edad. Habían coincidido en otra competencia en Estados Unidos, y a pesar de las peleas, casi siempre acababan buscando al otro cuando Otabek ni Isabella estaba con alguno de los dos; esa noche las cosas se pusieron un poco intensas después de una competencia de chupitos de tequila, además, Jean se encontraba “dándose un tiempo” con Isabella, vamos, en ese rato su relación no estaba nada bien y decidieron dejar que pasara un rato y ver si estaban mejor solteros o juntos.

El resultado fue obvio, tuvieron una noche llena de sexo salvaje y duro. Muchos pensarán que eso era suficiente motivo para intentar dejar su amistad de lado, pero el hecho era que, al ser ambos unas personas tan desvergonzadas y cínicas, decidieron no darle importancia al asunto.

Eran lo suficientemente maduros para no exaltarse por una sesión de sexo de borrachos. Así que eso era como una especie de secreto que ambos disfrutaban en restregarle al otro en sus momentos de convivencia.

-No intentes atacarme con eso, Plisetsky, estaba lo suficientemente ebrio como para confundirte con la linda chica del bar – decía entre risas, recordando a la bella mesera que se parecía a Yuri – y el que amaneció cojeando fuiste tú, no yo.

-Jódete, maldito, además, yo no tengo absolutamente ninguna queja sobre mi maravillosa vida de soltero sin compromisos, el que tú hayas decidido sentar cabeza y empezar a cambiar pañales no significa que yo también lo haga – murmuraba dándose la vuelta y volteando a ver al tipo que se encontraba al otro extremo de la cama – no intentes hundirme en tu mismo barco.

-Yo no intentaré servirte de guía espiritual ni nada por el estilo, gatita, pero ten en cuenta de que un día querrás amanecer y saber que la persona a tu lado se quedará para el desayuno y no se marchará cuando la resaca le permita levantarse del colchón de cualquier cuarto de hotel… Y el día que te des cuenta de eso, quizás sea demasiado tarde y Otabek ya esté desayunando en la mesa de alguien más.

Esas fueron las últimas palabras de Jean. Sabía que estaba tocando una fibra muy sensible en la mentalidad del ruso, pero alguien debía de intentar hacerle aceptar sus sentimientos y hacerle caer en cuenta de que lo que tenía ahora, podría perderlo fácilmente por no aprovecharlo.

-… Haz lo que quieras, pero luego no intentes echarme la culpa de que tu madre intente asesinarte por marcharte de casa otra vez – respondió esquivamente el rubio, concentrándose totalmente en el niño para no voltear a ver la cara de los demás.

Que idea tan absurda, Otabek jamás querría estar con alguien tan desequilibrado y podrido como él.

-Esta también es mi casa ¿No? Prácticamente, me lo gritaste ayer en la noche.

-Por supuesto que esta también es tu casa, Otabek, solamente que Yurio no sabe cómo expresar su agradecimiento de una forma adecuada… o sana, para ser más claros – agregó entre risas el albino, regocijándose ante la visión de ver al temible “Tigre del hielo” empezar a encogerse en su asiento.

Pero el tenedor que estuvo a punto de dejarlo ciego logró cerrarle la boca.

Yuri no sabía cómo es que había terminado en ese tipo de situaciones, y no quería pensarlo demasiado pues empezaría a dudar de sus acciones, pero si de algo estaba seguro, era de que Jean Jacques Leroy no era tan idiota como él creía.

Pues, aunque jamás lo admitiera, disfrutó mucho el desayunar al lado de Otabek, los ancianos y los niños.

Era como volver en el tiempo y volver a sentir la calidez que su abuelo le transmitía con sus desayunos y su compañía.

Puede que quizás estuviera cavando su propia tumba al dejarse llevar por una sensación y unos momentos que sabía, serían momentáneos, pero por una vez, quiso dejar de lado sus miedos e inseguridades.

Quería pensar que eso era de verdad, que nadie le quitaría a sus niños, que Yuuri y Víctor seguirían así de cerca de él… Y que Otabek despertaría a su lado en las mañanas para preparar el desayuno, para no irse.

Quería llenarse de eso, disfrutar de ese calor que su asquerosa vida de escándalos, sexo y alcohol no le otorgaba, poder sentirse realmente amado.

Antes de que la vida decidiera que él no merecía tal felicidad y de nuevo le quitara todo.

 

Notas finales:

Holis :3

¡No me maten! Sé perfectamente que me atrase una semana con esto, pero los cursos de la escuela, el trabajo y la gripe me absorbieron. También sé que debo actualizar las demás cosas que tengo pendientes u.u

Además, estoy un poco -mucho- frustrada, tenía muchísimas ganas de participar en la Otayuri week, pero el tiempo no me dejó escribir nada decente para participar u.u

¡No odien a nadie! Vamos, yo quise poner los celos de Yuuri y Otabek como algo que no fuera malo, sino más bien, como las inseguridades que todos podemos sentir al pensar que otra persona se pudo llevar el corazón de la persona que ames.

Por el JJurio, joder, ¡los amo! A pesar de que mi pareja favorita sea el Otayuri, ver a JJ o a Víctor con Yurio es mi placer culpable XD, bueno, a decir verdad, ver a Yurio con quien sea me hace feliz, al ser mi personaje favorito, lo shippeo hasta con las piedras lol (al igual que a Naruto XD) ¡Menos con Yuuri! Enserio, esa pareja no termina por gustarme, simplemente no los puedo ver juntos, y únicamente leo fics de ellos debido a que sé que el autor es muy bueno y el trabajo también lo será, respeto los gustos de todos y sé que a muchos les gusta el yuyu, pero a mi casi no :p

De una vez les aclaro algo de la historia, como ahora mismo ando en modo cruel, les voy a spoilear un poco: esta historia está basada en cinco años más adelante, es decir, 2022, la adopción homoparental  es legal en Rusia (o al menos, así me gustaría a mí, ese sería un mundo mejor) , pero recuerden que tampoco es nada fácil que se le dé la custodia de algún menor a alguien que no tenga una estabilidad familiar asegurada al menor.

Buaaano, ya que creo que acabé con lo que tenía para decir, me despido de ustedes, y si hay faltas de ortografía o cosas por el estilo, lo siento, mis revisiones siempre me fallan.

¡Hasta el siguiente capítulo!

Besos.

Ann.


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