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Abracadabra por MisagiRyuk

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Notas del capitulo:

Hola, si, lo sé me tardé demasiado u.uU...y creo que tengo nuevo record personal en cuanto a tardanzas D: , pero bueno, ya estoy por acá con el nuevo capítulo. La pareja protagonista de hoy me costó basbtante xD así que ustedes dirán como quedó :p. Muchas gracias por seguir de cerca mi fic y estar al pendiente de las actus. Espero les guste el picante capítulo de hoy. Gracias por pasar a leer.

Muchas gracias por dejarme su comentario. En un ratito los estaré contestando :)

Saluditos.

Misagi * *

Capítulo 59: “Hablemos del pasado” parte I


 


– y… ¿Qué te parece?, ¿te gusta?


 


– es impresionante, Mune


 


Los esmeraldas orbes repasaban con fascinación el impecable y hermoso recibidor del palacio del reino Marukawa.  Anteriormente, había admirado por largas horas el impresionante castillo, después de todo creció en ese reino, pero siempre lo miraba desde lejos. Jamás había tenido una oportunidad para entrar; después, cuando Masamune apareció en su vida no había sido capaz de darle un “si” definitivo de inmediato, pues su nervioso cerebro solo registraba una presentación con los padres del apuesto príncipe y un compromiso, ¿y mira donde estaba ahora? Pensó con sarcasmo que la vida daba muchas vueltas. Aun así, algunas cosas nunca cambiaban, como su nervioso cerebro, el profundo amor que sentía por ese varón de ojos claros y el repentino ataque de temblores que  asaltaba a sus piernas cada vez que Masamune extendía una mano hacia él para que la tomara y le regalaba esa preciosa sonrisa.


 


Reprimió un gemido cuando sintió los fuertes brazos de su novio enredándolo por la espalda. Sintió los vellos de su nuca erizarse cuando escuchó un susurro por parte del varón deslizarse por su oído izquierdo, y no pudo evitar colorearse por completo cuando su entumecido cerebro captó el “mensaje”.


 


–“me alegra que te guste, cariño. Si hubiera algo que no te gustara ten por hecho que se cambiaría, quiero que pienses en este palacio como tu hogar…nuestro hogar”


 


No había tenido suficiente tiempo para regresar a ver la honestidad y un poco de ¿nerviosismo? en los ojos avellana del guapo príncipe. Ya estaban frente a frente. El mayor permanecía con sus manos sosteniendo por los hombros al bello doncel, Ritsu miraba levemente hacia arriba a su atractiva pareja.


 


– Mune, yo…


 


¡Vaya con la peculiar propuesta de matrimonio!


 


No. Más bien, parecía que el más alto ya lo daba por hecho, un puchero se formó en los labios rositas del menor. Pero pensándolo mejor, Mune le había hecho “la gran pregunta” anteriormente, hace mucho tiempo, ¡y no tan solo una sola vez! Una sonrisa tonta brotó inconscientemente en sus labios al recordar su época de adolescentes, cuando el mayor lo cortejaba. Sus mejillas seguían coloradas. Viró su mirada al hombre frente a él, reparando en que la insistente mirada de su novio no se había despegado de él…como esperando la respuesta a su aparentemente muda pregunta.


 


Onodera no pudo evitar recordar, con una sonrisa, cuando estaban aún en el palacio rojo de Aikawa y Akihiko le había  preguntado acerca de qué respuesta le daría a Masamune. Ahora teniendo al hombre frente a él, sabía perfectamente la respuesta, estaba en los  ojos de ambos.


 


–siempre has sabido la respuesta, baka


 


El impresionante hombre sonrió  y sus rodillas temblaron, amenazando con caer de cara al suelo. Otra vez.


 



 


Habían jugueteado por aquí y por allá. Mune le había enseñado prácticamente todo el castillo, con sótano y jardines incluidos. Onodera sospechaba muy seriamente  que era para distraerle un poco tanto por la presentación con sus padres como por la visita pendiente a Seiji. Ritsu agradecía silenciosamente el gesto. Cuando habían llegado a Marukawa los porteros le habían dado la bienvenida  y habían informado que los reyes  habían tenido una pequeña reunión con los encargados de algunos propietarios de negocios, nada grave, y que pronto llegarían.


 


Era un poco pasado de medio día cuando se escucharon los cascos de asombrosos caballos negros tirar de un carruaje. La pareja, que se encontraba nuevamente visitando la caballeriza a petición del doncel, se apresuró a llegar a la entrada principal. Ritsu sentía que su corazón iba a salirse del pecho, vaya con los nervios, pensó que la mayoría de su nerviosismo se había quedado atrás, en la mansión de Aikawa, pero tal parece que no. Tan pronto había llegado Mune a su vida todos sus sentimientos y pasiones parecían hacer fiesta en su interior. Sintió a alguien apretando su mano.


 


– hey, todo estará bien, hermoso


 


Las mejillas del menor regresaron al brillante escarlata. Sonrió a su “prometido”, fijando su mirada en esos orbes claros que tanto adoraba. Se perdió en ellos más de lo que pensaba, pues apenas fue consciente de que los reyes del lugar se encontraban junto a ellos cuando escuchó la suave voz de la mujer hablarle.


 


– Rit-chan, cariño… ¿eres tú?


 


Los ojos esmeraldas admiraron impresionado a las dos figuras frente a él… ¿ellos eran los padres de Masamune?, ¿Por qué parecía como si no concordaran para nada, pero a la vez era la familia perfecta?, se veían tan jóvenes…especialmente la reina.


 


La dulce voz que había escuchado pertenecía a ella. No recordaba par nada haber sido presentados, pero por la forma en la que lo miraba parecía como si ella lo conociera de años. Los ojos verdes, tiernos y amorosos apretujaron un poco su corazón, recordándole irremediablemente a los de Mei, su madre, la que había muerto y de la cual él, dolorosamente, no recordaba más que borrosos pasajes. Sin embargo, desperezándose, reverenció levemente frente a ellos. Afortunadamente Takano había intervenido de manera oportuna y poniéndose en medio. O eso pensaba.


 


–Ritsu, ella es mi querida madre, Kai Usami. Y mi padre Akeno Marukawa


 


–h-hola, mucho gusto, mi nombre es Ritsu.


 


Ambos monarcas observaron por algunos segundos al nervioso muchacho y sonrieron con ternura. Kai incluso se permitió una pequeña risita.


 


– Mal respuesta, cariño- exclamó ella con cierto retintín.


 


Ritsu apenas se dio cuenta cuando estaba encerrado en los brazos de la bella mujer. Abrió los ojos muy sorprendido y miró el rostro travieso de su novio y la sonrisa resignada del rey, quien los miraba desde cierta distancia, con diversión en sus claros ojos. Y supo de inmediato, con cierto humor,  que quien mandaba en casa era “mamá”.


 


– bienvenido a la familia, Rit-chan


 


**********************************************


 


– Basta ya Usagi-san, harás que se enoje de verdad – murmuraba Misaki a su prometido despacito, tirando de su brazo para salir de la habitación, debatiéndose si sentirse enternecido o divertido al ver la escena frente a él.


 


Como era de esperarse, tan pronto Hiroki había entrado en estado de “mataré al que aun sigua en mi habitación dentro de tres segundos” todos salieron de allí a paso veloz. Todos excepto Akihiko quien se negaba a perderse el mal humor y sobre todo la vergüenza de su adorado primo. La pareja embarazada se encontraba “discutiendo” en murmullos gritados. Misaki intuía, con gracia, que eran quejas y acusaciones sin razones las que alteraban a Hiroki y Nowaki parecía solo tratar de calmar los nervios de su embarazado novio. Akihiko había lanzado una carcajada limpia. Había visto que a pesar de que Hiroki estaba colorado de furia, Nowaki refutaba con dulzura y una relajada sonrisa todo lo que el otro despotricaba contra él y contra el mundo. Silbó por la bajo…al menos tendría que darle crédito al tritón. Su primo ya era una persona “complicada” sin estar embarazado, ahora que lo estaba. Que valiente.


 


– Hiro-san, ya pasó todo, tienes que bajar a desayunar…tus primos…


 


– ¡No me importa!- interrumpió al oji-azul Hiroki, con un puchero que difícilmente se podría tomar como un comentario serio – jamás nadie lo olvidará, no saldré de aquí por el resto que queda del año, al menos


 


Misaki intentaba aguantarse la risa. Conoció a Hiroki en su estado “guerrero”, en el intelectual, en el líder, en el valiente, incluso en el tierno, pero esto era nuevo y muy cómico. El que no pudo evitar reír fue el peliplateado. Quien prontamente fue mirado con ojos de dagas por parte del doncel oji-avellana.


 


– LAR- GO


 


Akihiko solo había sonreído traviesamente, sin mostrar signos de quererse ir pronto en realidad. Se cruzó de brazos y se recargó en el umbral de la puerta.


 


– deberías hacerle caso a Nowaki, Hiro-sa…


 


– ¡con un infierno, que salgas!


 


– Hiro-san…- está vez había sido Nowaki.


 


– ya cálmate Hiro-chan, a este paso, el sobrino nos va nacer enojado


 


-¡FUERA, MALDICIÓN!


 


…..


 


 


Akihiko y Misaki apenas fueron capaces de salir de la habitación y cerrar con fuerza la puerta antes de que un jarrón de plata se estrellara contra esta. Akihiko casi ahogándose de la risa y Misaki negando lentamente, mientras trataba de borrar la media sonrisa de su rostro.


 


– Eres bastante irritante cuando te lo propones – exclamó el oji-verde, tomando el brazo de su novio y dirigiéndose, por fin, a la planta baja.


 


– Es un talento natural- sonrió traviesamente, mientras robaba un beso al irresistible puchero del oji-verde


 


– baka- exclamó el otro con sus mejillas levemente sonrojadas – solo espero que no lo hayas alterado de más, se enojará contigo


 


– descuida, realmente no se puede enojar conmigo, siempre ha sido sí desde pequeños


 


Misaki sonreía resignado. Vaya que la familia había resultado mucho más refrescante de lo que había pensado que sería una “perfecta” familia Real. Al parecer era verdad lo que le decía Juro-san acerca de que junto al oji-violeta nunca se aburriría. Los brillantes ojos de su príncipe le regresaron a ver antes de entrar al comedor, repleto de personas que gritaban y reían con las personas de extremo a extremo. Él le sonrió tirando más rápido de su mano. Misaki le regresó la sonrisa de inmediato. Rápidamente  fueron incluidos en pláticas que parecían sin sentido y sólo para pasar un buen rato. Eran  momentos como este los que dejaban a Misaki expectante y emocionado por lo que vendría después.


 


**********************************************************


 


Era una hermosa y etérea imagen. La dama de largos cabellos negros al igual que sus ojos, de un mirada amable y amorosa pero terriblemente segura, estaba ataviada con un bonito vestido verde de discretos holanes. El hombre a su lado, de gallardo porte y cabello largo a los hombros y oscuro peinado hacia atrás, vestía orgulloso  el uniforme que lo distinguía capitán de las fuerzas militares del reino. En sus apaciguados ojos verdes aceitunados se podía ver el amor que profesaba a su familia y a su trabajo. En medio de tan elegantes personajes, aparecía un pequeño que muy probablemente no pasaba los 6 años de edad, vestido con un bonito traje azul marino y un coqueto corbatín rojo; pero sin duda era su sonrisa, esa dulce, desinteresada e inocente que mostraban los niños a todo el mundo, la que el pequeño lucía mejor. A simple vista se podría ver el amor que guardaba en si la preciosa pintura frente  él.


 


El rubio ni siquiera era consciente de que llevaba un buen tiempo mirando la enorme  pintura que adornaba esa pared, junto a las escaleras que daban al segundo piso. Tampoco era consiente que no estaba solo, tan solo fue capaz de recordarlo cuando una voz lo sacó de su pequeño trance.


 


– Ellos dos eran los compañeros más unidos que he conocido. Cuando el señor Yoo se fue para siempre aquella terrible noche, mi pobre ama no tardó mucho en seguirle. Muy mal para el niño Miyagi, fue muy duro para él tomar las riendas de la casa y superar la muerte de su padre a los diez años y la de su madre a los catorce


 


Shinobu regresó a  ver a la viejecita de mirada dulce que le había hablado. El rubio algo sabía de esa historia, pero poco le había contado Miyagi  sobre la bella dama que fue su madre. Y aunque agradecía mucho a la mujer por lo que, a él concierte, contar datos muy personales a un desconocido y así no caminar a ciegas acerca del tema, siempre iba a preferir que las palabras salieran de los labios de Miyagi.


 


– Habla muy poco sobre sus padres conmigo…- eso había sido un comentario que no necesariamente tenía que salir de su pensamientos. La arrugada mano de la mujer en su mejilla lo sorprendió de nuevo. Sus ojos grises vieron los de ella con un poco de asombro, al ver la sonrisa que más que indicar cariño, que si lo hacía, pedían a gritos paciencia y esperanza.


 


– no es nada extraño, cariño. Es un pasaje muy doloroso para él el que tendrá que recordar cuando te cuente, porque lo hará. Un tiempo muy oscuro que en el que la ira y la venganza estuvieron a punto de ganar la guerra dentro de él. Todos en la casa estamos muy felices de que él encontrara el camino correcto justo a tiempo – a Shinobu se le partió el corazón pensar en la soledad que debió sentir su guapo caballero en ese tiempo, pero también sufrió al ver a la anciana derramar lagrimones – Asuka-sama tuvo un buen corazón para aconsejarlo y cuidar de él…


 


– y usted también…- finalizó el rubio con una tierna sonrisa, mientras limpiaba las arrugadas mejillas mojadas.


 


– Kami-sama sabe que lo intenté con todas mis fuerzas, cielo. Estaba tan perdido que temía fuera solo a empujar mi mano como lo hizo con el resto de la gente que intentó ayudarlo – la mujer tomó varias respiraciones antes de continuar, sorprendiéndole con una gran sonrisa– ahora, ese chico es tu responsabilidad cariño. Siento en estos viejos huesos que vienes a llenar de dicha y color esta casa…y su vida.


 


El rubio agradeció silenciosamente y con las mejillas sonrojadas solo fue capaz de asentir una vez y  reverenciar a la tierna mujer, quien dio la vuelta y continuó el recorrido,  la siguió, dejando que ésta siguiera mostrándole parte de la casa.


 


Habían salido del castillo de Usami pasado el mediodía. Miyagi parecía bastante emocionado por mostrarle su casa. La mansión Yoo era increíble, o al menos lo que llevaba recorrido era increíble. Habían estado caminando tranquilos, tomados de la mano y robándose uno que otro beso. Shinobu se divertía mucho cuando Miyagi lo presentaba como “su doncel” y todos le miraban embobados, algunos solo reverenciando levemente y presentándose y otros sonrojándose. La situación mejoraba cuando se enteraban que era un usuario de la magia. Vaya…eso era nuevo para él, no sabía que esperar de ellos al principio. Shinobnu no conocía otra manera que la agresividad y la ira para las personas “como él”, pues en su reino eran perseguidos y aniquilados apenas se sabía de su existencia. Pero para su sorpresa los habitantes del reino lo reverenciaban y unos besaban su mano con respeto, muy a su vergonzoso pesar. Habían paseado sin que nadie le interrumpiera, pero el rubio no iba admitir que le ponían nervioso  las personas que al observarle junto al pelinegro allí le miraran como si fuera un ángel, en ese entonces no entendía el porqué. No fue unos minutos más tarde cuando fueron interrumpidos por un acongojado muchacho que, en pocas palabras, informaba al actual capitán del ejército lo necesario que era ponerse de acuerdo con los acontecimientos bélicos recién ocurridos. Fue ese el motivo por el que Miyagi, con pesar, dejo a Fuyo-san a cargo del oji-gris.


 


Los ojos del doncel brillaron cuando se encontró doblando el pasillo hacia ellos  a Miyagi, quien antes parecía voltear hacia todos lados buscando a alguien.


 


– ¡Miyagi!


 


El aludido mostró una impresionante sonrisa que hizo que las rodillas del rubio temblaron  y su cuerpo estuviera a punto de derretirse. Suspiró  de felicidad cuando se perpetuó el encuentro entre ambos y ahora mismo el mayor le sostenía entre sus fuertes brazos y el enroscando sus piernas a la cintura del varón, antes de darle un profundo beso.


 


No fue hasta que escuchó un ligero carraspeó seguido de una risita cuando el rubio se acordó, nuevamente, que no estaban solos. Estaba oficial y jodidamente avergonzado y solo se le ocurrió enterrar su cara en el cuello de su novio. Podía escuchar a Miyagi agradeciendo a Fuyo por acompañarle y reclamándole un poco que tenía casi quince minutos buscándoles. La refrescante risa de la anciana se escuchó junto con un “hasta pronto, cariño”


 


– hasta pronto, Fuyo-san – si la anciana fue capaz de entenderle aun con su boca aplastada en el cuello del capitán era un misterio, y uno que no estaba dispuesto a resolver justo ahora.


 


Miyagi rio.


 


Suspiró. Era tan sorprendente cuan correcto se sentía junto a su varón. Shinobu había comprobado con gran alegría que Miyagi era la otra mitad de su alma, su destino, incluso antes de que éste rompiera la maldición que le había impuesto Aikawa. Él se esforzaría al máximo para ser lo que  Miyagi necesitaba en su vida. Una sonrisa remarcó la convicción en su rostro.


 


********************************************************


 


La noche había llegado muy pronto. No era una noche plagada de estrellas, no. Era como pocas veces, en contadas noches frías de invierno, un manto negrísimo cubriendo el cielo, sin ninguna mancha, sin ninguna imperfección estrellada. Solamente iluminada por la brillante luz de luna.


 


Ritsu había acabado mental y físicamente agotado de todo el día, aunque con su corazón rebosante de alegría y agradecimiento; jamás se hubiera imaginado que fuera recibido de tan buena manera por toda la familia de Masamune. Bien era cierto que las pocas veces que tuvo la oportunidad de hablar o conocer a alguno de ellos antes, como fue el caso de Hiroki, Haruhiko y Manami, lo trataron respetuosamente, pero  nunca imaginó que fuera sido aceptado tan pronto en el círculo familiar. Tomó un gran respiro y abanicó sus brillosos ojos antes de derramar algunas lágrimas de alegría. Él no iba a ser un gran bebé. Se decidió mejor por terminar, de una vez por todas, su relajante baño. Sacó del agua la esponja, salió de la tina llena agua ya no tan caliente y secó su cuerpo a conciencia.


 


Tan pronto había insinuado, camino a la habitación de Mune, que quería tomar un baño, la madre de este había dado la orden de preparar su baño de manera rápida, con aceites aromáticos y deliciosa agua caliente incluido. Con vergüenza y dicha por igual había dado las gracias.


 


Ritsu salió al fin del cuarto del baño, con el vapor tras él. Sus ojos esmeraldas se encontraron muy pronto con los color “leche enchocolatada” de su novio, y capturó, con fascinación, un mirada un tanto diferente a la que le haya dedicado antes. Él le sonrió bajo las tupidas y oscuras pestañas, Ritsu había reprimido la necesidad de abrir la boca y tragarse todo el aire en un suspiro, mientras intentaba no mostrarle la sonrisa más estúpida en su repertorio de sonrisas estúpidas.


 


– ¿has disfrutado el baño, bebé?


 


La voz gruesa de  Mune le tenía bobo.


 


– uh- uh…


 


La sonrisa del mayor se extendió por su hermosa cara, extendió la mano hacia el menor para que este se acercara hasta él, justo en la orilla de la cama de sábanas blancas y detalles salmón. Como es natural, y un tanto costumbre, el oji-esmeralda no fue capaz de negarse y a un paso difícilmente lento se acercó hasta que la mano del varón pudo sujetarlo y tirar de él, hasta que hizo que se sentara en su regazo, con cada una de sus piernas a sus musculosos costados. Sus rostros quedaron muy juntos, a nada de tocarse. El varón sonrió.


 


– quiero darte algo...


 


Irremediablemente el rostro del doncel se coloreó de rojo y sus ojos cómicamente muy abiertos. El mayor, irremediablemente, tampoco pudo evitar soltar una divertida carcajada, provocando que su hermoso castaño enrojeciera tanto que su rostro parecía de un color violeta. Resignado a vivir en la vergüenza al menos por los siguientes 30 segundos, enterró el rostro el en cuello del mayor.


 


– no es eso bebé- sonrió con travesura, separando a su novio, para que este pudiera verle a los ojos, este a regañadientes había aceptado y puso toda su atención a lo que Masamune había extendido en su mano y el atractivo rostro de su príncipe que repentinamente se había puso serio mientras le hablaba – es para ti, es para que nunca olvides que te amo y  mi promesa de que voy a hacer todo lo posible por hacerte feliz, Ritsu…


 


Entonces sí que no pudo evitar las saladas gotitas que resbalaron por sus mejillas. A penas su temblorosa mano podía sostener la dorada cadena con un bello dije de corazón.


 


– ¿me dejarás ponerla, cariño?


 


– uh, si – Le dio la espalda, para que así el gran hombre pudiera trabajar en la cadena. Gracias a Dios, Ritsu había recuperado su, aparentemente perdida, capacidad de habla, y trató con ganas de tragar el nudo en su garganta mientras sentía los tibios dedos de su prometido abrochando la delicada pieza de joyería en su cuello. Su piel se estremeció por completo cuando un beso suave mimó la parte detrás de su cuello, seguido,  sintió las grandes palmas de la mano del mayor recorrer sus brazos desnudos. Su espalda se arqueó un poco y soltó un suspiro suave, haciendo así que su cuerpo quedara casi en su totalidad recargado en el pecho del mayor, quien, sin mucha prisa, deslizaba sus manos por el cuerpo suave del doncel, acariciando gentilmente con las yemas de los dedos sus brazos y sus costados por debajo de la camiseta que servía como piyama.


 


El oji-verde gimió suavemente cuando sintió el pequeño mordisco en el lóbulo de su oreja…regresó a ver hacia atrás, revisando lo que hacía el varón.


 


– Mune…- las esmeraldas se clavaron en los bonitos ojos del heredero de Marukawa. Y vio, si, un profundo rastro de amor en ellos. Sin embargo las claras orbes también tenían claros tintes de pasión y una promesa de travesura que hacía arder su sangre.


 


Su corazón palpitó fuerte y escandalosamente, al verse de espaldas a las elegantes sábanas de la cama, recostado, viendo sobre él a Masamune y sus claros ojos observarlo con detenida fascinación. Juraba que jamás entendería ese extraño prendimiento del mayor por su persona. Ritsu nunca se había considerado un doncel “poco agraciado” o feo en todo caso, pero tampoco se sabía excepcionalmente hermoso como, sentía, debía ser alguien relacionado íntimamente con la realeza. Y a pesar de la gran lista de pretendientes que intentaban evadir a como diera lugar a su sobreprotector padre durante su adolescencia, jamás había tenido claro el extraño atractivo que lo hacía merecedor de tanta atención. Masamune solía decirle, desde siempre, que adoraba sus grandes y expresivos ojos verdes, que eran los que dominaban en su “angelical rostro” y eran también su personal y muy hermosa perdición.


 


– ¿Qué piensas, precioso? – fue un murmullo susurrado contra sus labios justo antes de robarle un desarmador beso que el oji- esmeralda no tardó en responder con las mejillas sonrojadas , abriéndose para el varón sintiendo muy pronto la lengua ajena encontrarse con la suya. Se separaron cuando la falta de oxígeno hizo de las suyas, dando oportunidad al doncel de contestar a pregunta con la poca cordura que le quedaba, con los ojos vidriosos, el rostro coloreado y la mirada media perdida y perpleja.


 


– que todavía estoy soñando…


 


Una fresca carcajada se escuchó en la silenciosa habitación. Los ojos del príncipe brillaban con diversión.


 


– yo todos los días me despierto pensando lo mismo, cariño


 


Ritsu sintió la necesidad de acurrucarse cual gato en la gran y cálida mano que acariciaba su mejilla. El aire abandonó momentáneamente su cuerpo cuando sintió la mano del mayor  subir su camiseta hasta arriba de su pecho y una briza fresca erizó su piel desnuda. Gimió entre excitado y aterrorizado cuando sus pezones se endurecieron ante la vista de ambos.


 


– M-Mune…


 


– shhh, tranquilo, bebé. Todo está bien. Tan pronto me digas que pare lo haré…Ritsu, no tienes idea de lo hermoso que te ves justo ahora.


 


Tomó un par de respiraciones intentando tranquilizar los latidos descontrolados de su corazón, centrando su mirada en la de su sonriente novio y sus sentidos en que el hombre frente a él jamás le haría daño y lo amaba con todo se ser, igual que él. El mayor había vuelto a acercarse a él y capturó sus labios en un beso profundo y dulce. El oji-verde lanzó los brazos al cuello del otro, abrazándose con fuerza, mientras gemía quedamente al sentir al varón totalmente vestido restregarse a su cuerpo semi-desnudo. Sus ojos, húmedos por el placer que empezaba a explotar dentro de él, se cerraron fuertemente cuando los labios del varón se desviaron a su cuello, mordiéndolo gentilmente, y después saborearon su pecho hasta encontrarse con el botón endurecido y rosado.


 


– aaaah…- el dulce gemido fue inevitable cuando sintió su sensible carne ser succionada con fuerza. Ritsu siseó mientras enredaba sus dedos en las castañas hebras de Masamune y tiraba de ellas sin saber exactamente si quería que el hombre se detuviera o que no se atreviera a soltarle jamás.  Mune sonrió complacido con el tierno brote aun entre sus labios cuando sintió a su precioso amante jalonear su camisa. Desabotonó la molesta prenda deslizándola fuera de su cuerpo cuando vio las temblorosas manos de su doncel salir de la delgada camiseta, dejando totalmente expuesto su delgado y tentador torso.


 


–tan lindo…- murmuró Takano contra las sensibles orejas del oji-verde, mientras su mano coqueteaba con él cordón de los holgados pantalones del doncel. Bajó a la altura del suave vientre repartiendo tiernos besitos sobre la blanca piel al mismo tiempo que bajaba poco a poco los pantalones. Sintió a su pareja moverse quedando sobre sus antebrazos para poder ver lo que él hacía con su cuerpo. Los ojos verdes tenían pinceladas de miedo, pero no podía negar que en su mayoría estaban llenos de excitación y curiosidad por “llegar” al final. Mune le dio una tranquilizadora sonrisa mientras terminaba de deshacerse de la prenda. Dejando al menor tan solo en su delgada ropa interior y temblando de placer y nerviosismo. Con el rostro colorado y mordiendo sus labios Ritsu le devolvió la nerviosa sonrisa.


 


El castaño sintió su corazón derretirse lentamente, un doncel debía  tener una profunda confianza en su amante para entregarse tan sumisamente. Ritsu confiaba en  él. Robó un corto beso. El príncipe se deshizo de sus pantalones lentamente, quedando en las mismas condiciones que su novio, lo sostuvo por las caderas haciendo fuerzas para cambiar de posición y sentarse en la cama con él doncel sobre él. Escuchó a Ritsu dar un gritito por la sorpresa, antes de repartir besos a lo largo del suave cuello del menor que se movía rítmicamente en su regazo. Las suaves carcajadas  lo hicieron sonreír también…


 


– ¿Qué pasa? –murmuró aun con una sonrisa sobre el cuello ajeno.


 


– No hagas eso, me da cosquillas – la suave risa se escapaba de sus labios entre mezclados con largos suspiros y algunos gimoteos, estos últimos cuando acariciaban la espalda de arriba abajo y seguido darle un apretón a una redonda nalga. Los ojos avergonzados del menor se encontraron con los del varón.


 


– calma, amor. Recuerda mi promesa…hasta donde tú decidas, bebé. No tienes por qué preocuparte – todo esto mientras  seguía acariciando gentilmente el cuerpo del doncel y dándole cortos besitos por todo el rostro – piensa que sólo nos estamos conociendo uno al otro, cariño…vamos, diviértete un poco conmigo – murmuró con voz grave el mayor, haciendo vibrar el cuerpo del castaño. Masamune probó su punto cuando tomó la delgada mano de su bello doncel y la colocó sobre su pecho, moviéndola lentamente de arriba abajo, pasando por su duro abdomen. El oji-verde gimió levemente, sonrojado, sin ser capaz ni de ver los ojos color avellana nublados por el placer ni  de dejar de tocar la firme piel bajo sus yemas.


 


Ambos se entregaban al placer lentamente, conociéndose a conciencia, como queriendo recordar hasta los pequeños detalles aun después de mucho tiempo. Cierto era que Ritsu había visto el “brillo travieso” en los ojos claros de su novio muchas veces, pero muy pocas habían pasado si quiera de los besos profundos. Intuía que el mayor querría ir lento con él. No se equivocaba…y seguro que lo agradecía. De pronto los problemas por resolver volvieron a su mente, gruño internamente, eso no tenía por qué interrumpir sus momento con su amado príncipe, sin embargo no pudo evitar preguntar…


 


– M- mune…- la voz había salida agitada por culpa del reciente largo beso que habían compartido. Muy pronto los oscurecidos ojos de su amante lo miraron con toda su atención.


 


– ¿si?


 


– mañana estarás conmigo, ¿verdad? – Mune lo miró seriamente y asintió.


 


– mañana y siempre, precioso. Pase lo que pase


 


Y aquello fue todo lo que necesito para derrumbar las casi nulas barreras acerca de todo lo que tenía con su bello príncipe. Las gotitas saladas le traicionaron y resbalaron por sus mejillas. Aun así, tiró del cuello de su novio compartiendo un beso salado. Mune le sonrió y supo que todo estaría bien.


 


– te amo Ritsu


 


– también te amo, Mune


 


Un beso arrasador primero, un bello y acalorado doncel contra la cama después y dos pares de manos recorriendo el cuerpo ajeno con dulzura al final. La única prenda que les quedaba estorbó muy pronto y aún más rápido estuvo fuera de sus cuerpos.


 


El oji-verde se retorció en la cama y siseó cerrando muy fuerte los ojos cuando sintió un húmedo dedo palpar su agujero y seguido penetrarlo lentamente pero sin pausa. Ritsu mantuvo su mirada en el techo, tratando de relajar su cuerpo cuando un segundo dedo se unió al primero, entrando y saliendo  y buscando ir más profundo en su cuerpo. Movió las caderas un poco incómodo, pero muy pronto un gemido salió de su garganta al sentir la suave lengua del varón saborear el interior de sus muslos y dar leves mordiscos que le hacían, inconscientemente, extender más sus piernas. Escuchó vagamente un “tócate para mí, cariño” e intentó ignorarlo por la vergüenza, pero cuando los dedos de su amante tocaron un punto dentro de él que lo hizo gritar de placer, su mano viajó por si sola a su adolorido erección, palpándola primera y después apretándola suavemente al mismo tiempo que su mano se deslizaba de arriba abajo. Su espalda se arqueó al mismo tiempo que un tercer dedo se abría paso en su interior; sus gemidos empezaron a ser constantes y a llenar la habitación. Muy poco le importó que no fueran los únicos “residentes” en casa. Sintió al mayor abandonar por un momento el lugar entre sus piernas y subir hasta su rostro demandando un acalorado beso de su parte, que por supuesto, no dudo en complacer. Sus mejillas seguían coloradas, su respiración errática. Los bonitos ojos café de su novio le miraron intensamente una vez se separaron agitados. Los tres dedos que jugueteaban en su interior habían desaparecido lentamente dejando un devastador vacío. La mirada pedía permiso y Ritsu no pensaba en otra cosa más que concederlo. Por lo que solo se limitó a asentir levemente y abrazarse al  más alto, escondiendo el rostro vergonzoso en su pecho. Su corazón latía como demente cuando sintió al varón acomodarse entre sus piernas abiertas, palpando con su miembro su estirada entrada, “relájate, mi amor” escuchó como un murmullo lejano…


 


– aaaaghhh – no había manera de que lo hubiera evitado. Sus ojos se llenaron de lágrimas…dolía. Ardía. Pero por alguna extraña razón se negaba a que el mayor se detuviera. Era extraño, pero el simple hecho de saber que era su príncipe el hombre que se encontraba dentro de él, amándolo, siendo el primero en tocar su cuerpo de esa manera, lo hacía excitante. Gimoteó mitad excitado, mitad  dolorido cuando el grueso miembro del varón recorrió todo el camino hasta tocar  fondo dentro de él. Dio un profundo  respiró, sintiendo las manos del mayor tocando todo su cuerpo, tratando se relajarlo mientras intentaba controlar su propia respiración entrecortada. Se besaron y mordieron sus labios calmando el dolor y la ansiedad. Después de unos minutos  el menor empezó a mover sus caderas y eso hecho fue el principio de todo.


 


Los gemidos no se hicieron esperar. El mayor gruñía empujando sus caderas con la fuerza necesaria como para provocarles un inmenso placer. El doncel gritaba arcando su espalda y sintiendo como el mayor abría mucho más sus piernas, dándose más espacio para “maniobrar”. Gracias a Kami-sama era flexible. Sentía el caliente miembro friccionase de una manera deliciosa en su interior y se sentía más cerca cada vez que su pequeña glándula era acariciada…


 


–  ¡ugghh!...Mune…ahí…yo estoy…tan cercaah…ah..¡MUNE


 


Los ojos claros conectaron con los suyos justo en el momento exacto en el que casi se vuelven blancos.


 


– déjate ir, bebé…también... estoy allí…


 


Y como si de una orden se tratará el oji-verde explotó de placer, gritando quedito, lazos blancos de esperma aterrizaron en su estómago y pecho. Muy pronto el varón hizo lo mismo corriéndose con fuerza en el interior de su hermoso amante y  compañero de vida. Se unió en la cama con él, tirando su ligero cuerpo sobre el suyo, haciendo que se recostara sobre él.


 


– Mune…


 


– ¿Qué pasa?


 


– Estoy cansado…- la risa retumbó en su pecho, arrullando más al agotado y saciado doncel. Mune pasó su mano por la delgada espalda, cubrió a ambos por una sabana, besó la frente de su adormilada pareja y se dispuso a disfrutar el hermoso momento que acaba de vivir con su doncel antes de que amaneciera y tuvieran que enfrentar situaciones importantes.


 


– descansa, amor…


 


………………………….


 


Mune tenía una gran sonrisa pintada en su rostro. Ritsu tan solo lo veía de reojo de cuando en cuando, bufando avergonzado. La carroza hacía el lento recorrido desde el palacio hasta la hermosa casa que toda su infancia le había traído nada más que  alegrías. Masamune se había resignado a no viajar a caballo, como había sido su idea original, cuando se dio cuenta del gracioso caminar del menor. Cabe mencionar que después de un buen par de minutos recibiendo cualquier objeto que el avergonzado doncel usara como proyectil contra él cuando despertó, no le quedó más que ayudar en todo al menor…no que se quejara por su puesto.


 


Ritsu sentía su corazón sereno después de muchas horas de estrés y ansiedad en la mañana,  y tras haber hablado con Mune y con la reina había llegado a un acuerdo: quería escucharlo, quería escuchar toda la versión. Quería la verdad, la versión de su padre. Y quería saber de su madre. Tenía planeado exigir al hombre que le hablara de Mei. Tenía derecho.


 


Con esa convicción dio un largo suspiró y fijó su mirada esmeralda en la de su novio cuando la carroza al fin se detuvo. Masamune tomó su mano y la apretó fuerte. Besó con ternura los suaves labios y susurró contra ellos “pase lo que pase, cariño, no lo olvides”. Ritsu asintió conmovido, negándose a derramar lágrimas justo antes de bajar del coche.


 


Una vez fuera, frente a la verja  de madera, decidieron pasar. Las bisagras rechinaron, eso debió ser suficiente para alertar al dueño de la casa.


 


Ritsu suprimió muy fuerte un gemido de alegría y tristeza al ver al hombre salir de la casa. No lo recordaba así. No con esa mirada adolorida y pérdida. Parecía que Seiji había envejecido décadas  y no un par de años, como correspondía. Su corazón se partió cuando los nublados ojos del hombre se llenaron de lágrimas.


 


– ¿R-Ritsu?


 


– papá…


 


.


.


.


 


Continuará…

Notas finales:

Nos leemos pronto :)

Que tengan un lindo día, tarde o noche¡¡¡

 

Misagi * *


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