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Abracadabra por MisagiRyuk

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿cómo están?...espero que bien :)...porque bueno, yo estoy sobreviviendo en la uni, como siempre :´). Al parecer solo tengo tiempo de actualizar cada cuatri x´D. Bueno, primeramente muchas gracias por seguir de cerca mi fic, me hace muy feliz que les guste y que esperen cada actualización. Muchas gracias tambien por sus comentarios, me inspiran a invertir cada minuto que tenga en escribir cada conty :).

 

En este capitulo veremos ,al fin, un poco de lo que fue la vida de Mei y todas las ituaciones que ocurrieron a su alrededor, espero les guste la conty y puedan dejarme un comentario :3. Gracias y estaré contestando en un ratito sus comentarios¡¡

 

 

 

Misagi * *

Capítulo 60: “Hablemos del pasado”…parte II

 

 

 

 

 

– ¿R-Ritsu?

 

 

 

– papá…

 

.

 

.

 

.

 

 

 

El corazón le palpitaba inquieto en el pecho. Las lágrimas acumuladas en sus ojos  no le dejaban ver con claridad lo que acontecía frente a él. Sus pies quemaban por correr hacia el primer hombre que tuvo cabida en su corazón de la forma más sincera y casta posible.  Sentía que le faltaba el aire y también más tiempo para preguntar todas las cuestiones que se arremolinaban en su mente y se tropezaban en su lengua. Sus ojos verdes miraron hacia atrás,  a los de su guapo príncipe, y los vio dulces y serenos. Mordió sus labios con mucha fuerza cuando observó a Masamune asentir e indicarle con una tierna sonrisa que lo hiciera…que llegara al hombre de triste mirada y descubriera por sí mismo todo lo que había que descubrir.

 

 

 

Le faltó tiempo para correr a los brazos del hombre. Sintió un calor embriagante quemarle el pecho y un doloroso nudo en la garganta cuando el robusto hombre se deshizo en sus brazos. Ritsu reprimió un gemido de entre dolor y sorpresa al sentir las cálidas lágrimas de Seiji mojar su hombro… ¿cómo era eso posible? Había sido el hombre quien lo había entregado al infierno de Aikawa ¿Qué pasaba allí? ¿Acaso lo que sentía era culpa?...No. No lo creía. El dolor del varón era profundo y contagioso, casi palpable, ¿entonces qué es lo que sucedía? Negó perdidamente con la cabeza, sentía que cada vez entendía menos.

 

 

 

–No entiendo nada. Tienes que contarme…por favor- murmuró sin soltar aun el férreo agarre con su padre. Fue Seiji quien se separó poco  a poco de su niño, para observarlo con la mirada más intrigante que le había visto Ritsu en su vida.

 

 

 

–Lo sabrás todo, cariño – la sonrisa del hombre hizo que su maltratado corazón bombeara tranquilo y pacifico –sabrás las razones por las que, con pesar, te entregue a esa desalmada bruja- La garganta de Ritsu se apretó entre curiosa y nerviosa – pero no seré yo quien te lo diga…

 

 

 

El tajante comentario extrañó al más joven. Mune, que había preferido permanecer en silencio dio un paso hacia donde estaban Seiji y su prometido, frunciendo ligeramente el ceño.

 

 

 

– ¿a qué te refieres?, no entien…

 

 

 

–me gustaría que supieras todo desde el principio

 

 

 

Ristu frunció el ceño, confundido como el infierno ¿Desde cuándo Onodera Seiji era tan enigmático?, calló unos segundos e hizo la pregunta que al parecer su padre esperaba.

 

 

 

– ¿Qué principio?

 

 

 

– El principio de todo, hijo. De ti, de nosotros…de tus poderes- Seiji parecía haber rejuvenecido mientras casi susurraba la última línea y mostraba una gran sonrisa- no soy yo quien puede darte esas respuestas, cariño, ¿se te ocurre alguna persona que sí? –  Ritsu contuvo el aire, negándose a pensar en lo que el mayor estaba planteando. Más lágrimas escurrieron por sus ojos sin su permiso. Sentía que caería al suelo en cualquier momento, quizás algunos segundos después de que su corazón intentara salirse por su garganta.

 

 

 

– N-no…no…no es po-sible - Ritsu murmuró con voz ahogada y tartamuda, rogando con la mirada al hombre que no jugara más con él. Sin embargo una voz ajena a ellos interrumpió. Sus ojos verdes se movieron en cámara lenta hacia el inicio de las escaleras que daban al segundo piso…

 

 

 

– ¿qué no es posible, bebé?

 

 

 

Las piernas le temblaron y fue imposible que pudieran seguir manteniéndolo de pie. Fue Mune quien lo sostuvo ente sus brazos impidiendo que fuera a dar de lleno contra el piso. Ahí estaba ella. Vagos recuerdos borrosos y desordenaos se atiborraron en su memoria. La dulce voz se repetía una y otra vez como mantra dentro de su cabeza. Sus ojos desorbitados y temblorosos se empaparon del aspecto de la bella criatura que veían. Y los recuerdos iban y venían salvajemente al observar los ojos verdes aceitunados que parecían reflejar todo lo que su dueña había vivido: una mescolanza de alegrías y tragedias; el cabello castaño a los hombros, piel blanquísima solo comparada con la hermosa luna resplandeciente. Una mirada llena y una sonrisa tierna que simplemente le robó el alma.

 

 

 

– ¿m-mamá…?

 

 

 

Su corazón se detuvo por un momento cuando la mujer amplió su sonrisa y sus ojos, tan idénticos a los suyos, se empeñaron con lágrimas. Ritsu revoloteó la cabeza mirando intercaladamente a la mujer, a Mune y a Seiji como un deslumbrado ciervo. Fue la mujer, quien muy pronto lo tuvo contra su pecho, y el ojiverde se consumió entre los cálidos brazos, desvaneciéndose, apenas siendo alcanzado por la mujer quien se echó a llorar junto a su pequeño en el suelo. Ritsu sentía sus mejillas empapadas. Intuía que muy pronto se quedaría sin lágrimas.

 

 

 

– e-estás aquí…conmigo, es decir…con nosotros…y yo…pensé que habías muerto, que te habías ido...Aikawa…y cuando era bebé…Sakura…Mune…y yo… no…

 

 

 

– shh, mi bebé. Ya estoy aquí, todo estará bien, cariño. Yo prometí que regresaría a ustedes, infiernos si alguien iba a detenerme – A Mei se le partía el corazón ver a su hijo, su pequeña luz, tan alterado, sin embargo, su corazón ardía alegre al ver la emoción tan palpable en sus esmeraldas orbes. La habitación se quedó en silencio solo con los esporádicos sollozos de su “pequeño”. Su mirada se encontró con la del apuesto joven que acompañaba a su hijo, y de inmediato conectó las cosas. Le sonrió amablemente y el con una respetuosa y corta reverencia le regresó la sonrisa. Educado…ya le gustaba. Sus ojos se encontraron muy pronto con los del amor de su vida. Seiji la miraba con adoración, pero también había una profunda preocupación por todo lo que pasaba y entendió que era el momento. Había llegado la hora de contar todo.

 

 

 

– es hora de hablar, Ritsu

 

 

 

El tono serió no pasó desapercibido para el oji-verde y mirándole curioso asintió, enseriando su rostro y siguiendo la silenciosa invitación de su “madre” para que tomaran asiento en la sala. Ritsu tomó la mano de Masamune, quien le sonrió y apretó levemente su mano. Dándole el apoyo que necesitaba con desesperación y agradeció el gesto regresándole una sonrisa. Sus ojos enseguida se fijaron a los de sus padres, enfrente de ellos. El largo suspiro que emitió Mei le hizo saber que todo le sería revelado justo ahora. Todo. Desde el principio.

 

 

 

– Mi nombre es Shibatsu Mei. Y soy una bruja…

 

 

 

****************************************************************

 

 

 

– ven acá, pequeño

 

 

 

El pelinegro ofreció su mano para que el rubio desmontara del azabache corcel que les había traído a un hermoso claro en alguna parte de los bosques del reino Usami. Shinobu le sonrió a su apuesto caballero  y sintió su cuerpo calentarse poco a poco cuando Miyagi lo sujetó con sus fuertes brazos por la cintura para ponerlo al fin en el suelo. Sacudió un poco la preciosa yukata que llevaba y se quedó observando alrededor, fascinado, mientras veía entre ojo, como su pareja aflojaba las riendas de su bello animal para dejarlo pastar un rato.

 

 

 

– vamos, cariño, es por aquí…

 

 

 

– ya voy

 

 

 

El menor extendió más su sonrisa, cuando el ojo-oscuro tomó su mano entrelazando sus dedos y la llevó a sus labios depositando un rápido y distraído beso en su dorso y seguido continuar con su camino.

 

 

 

El día de ayer había sido un día muy ajetreado, entre la presentación de toda la mansión Yoo, los “asuntos bélicos” que discutir y más y más inconvenientes que brotaban como flores silvestres alrededor de ellos Miyagi había terminado por declararse formalmente fastidiado y con un ceño fruncido que al pequeño rubio no le gustaban para nada había sugerido “inocentemente” escaparse un rato por la mañana. Por lo que por arte de magia una coqueta y encantadora sonrisa había nacido en el rostro atractivo de su novio. Habían estado jugueteando gran parte de la mañana en los establos, Miyagi intentando enseñarle a ensillar y montar un caballo y Shinobu  correteando y enamorándose de cada animalito que encontraba en los pequeños corralillos. Pasado el mediodía, después de un pequeño refrigerio, habían partido hacia los frondosos bosques que rodeaban el reino.

 

 

 

– aquí está. Menos mal que sigue igual que siempre…

 

 

 

Los pensamientos del rubio se vieron interrumpidos cuando al fin puso atención a lo que hablaba su caballero. Abrió mucho los ojos por la sorpresa, se soltó con lentitud del brazo del mayor lanzando un gritito emocionado trotó dando brinquitos para acercarse más a la orilla de un hermoso  rio de aguas tranquilas y cristalinas, que corría lánguido e imperturbable su camino. Miyagi sonrió viendo de espaldas a su intrépido doncel dragón descalzándose de inmediato y meter sus piececillos en el agua.

 

 

 

– ¡está muy fría! – lo vio volver dando unos cuantos brinquitos riendo. Miyagi no pudo evitar reírse un poco.

 

 

 

– ¿te gusta?

 

 

 

– ¡SI, me encanta! ¡Ven conmigo Miyagi!

 

 

 

– no creo que…

 

 

 

– ¡oh, vamos!, sólo un ratito…será divertido.

 

 

 

Miyagi no era capaz de negarle nada a esos ojitos grises brillantes y traviesos que se escondían en un puchero de ternura. Cuando Shinobu hubo leído la rendición en sus ojos la sonrisa del guapo diablillo se extendió en el angelical rostro. El pelinegro enrollaba metódicamente sus pantalones para evitar mojarse demasiado la ropa, cuando levantó la mirada para observar al rubio…ahora era Miyagi quien abrió mucho los ojos, arcando un ceja y con una sonrisa nerviosa intentando florecer en su rostro.

 

 

 

– ¿qué haces, Shinobu?

 

 

 

Aun dándole la espalda al varón, el doncel comenzó a desanudar el obi de su yukata, el atuendo de azul celeste y fabricado con la mejor seda se deslizó sobre la blanca piel del doncel hasta llegar al verde pasto. El oji-gris le regresó a ver con esos impresionantes ojos y una sonrisa inocente en su rostro…niño travieso.

 

 

 

– quitándome esto para no mojarlo, ¿no es obvio?...no quiero que se arruine – le miró intensamente al  mismo tiempo que se inclinaba y  con una sola mano tomó su vestimenta y sandalias del suelo y los dejó sobre una roca .Miyagi sostuvo su mirada, ahora levemente oscurecida, intentando con exagerado esfuerzo poner atención al bello rostro de su travieso ángel y no al redondo trasero del doncel apenas cubierto con una pequeña y trasparente braga para donceles de un color blanco hueso.

 

 

 

El rubio soltó una pequeña risa, sabiéndose triunfador en su travesura. Sin embargo sus pequeños rosados labios dibujaron una “o” perfecta por la sorpresa y su rostro se coloreó de un profundo carmín unos segundos después. Tal vez no esperaba que el guapo azabache se deslizara de sus pantalones y desabrochara lentamente los botones de su blanca camisa hasta quedar solo en ropa interior y el resto  fue dar con la pila de ropa en el pasto. El varón lo miró intensamente desnudándolo hasta su alma y reprimió un gemido avergonzado y extasiado cuando el hermoso hombre le guiñó el ojo y le dedicó una sonrisa torcida.

 

 

 

Definitivamente ahora era él el que le estaba presumiendo su triunfo.

 

 

 

Tan distraído estaba que apenas se enteró que el varón ya le acompañaba dentro del río. Su cuerpo se encendió en llamas y con temor a que fuera desbaratarse en los brazos del gran hombre solo le quedó sujetarse a este que posesivamente lo sujetaba por la cintura. Su garganta se quedó seca, penosamente cerca de gimotear, cuando sintió los gruesos muslos de Miyagi contra sus caderas y sus desnudos pezones totalmente húmedos y pegados al pecho contrario.

 

 

 

– M-Miyagi…yo… - el ahora tembloroso rubio ya no estaba tan seguro. Cierto era que él había empezado con la pequeña travesura, pero estar junto a su guapo caballero sin esperar llegar “más allá” cada día resultaba más difícil y es que ambos no eran de piedra…aunque tenía que admitir que los pequeños momentos picaros y la espera lo hacía todo más excitante.

 

 

 

– shhh, cariño. Solo es un ratito, será divertido, ¿no? – Shinobu frunció el ceño abochornado cuando Miyagi ocupó sus mismas palabras para burlarse de él, casi al mismo tiempo que tiró de él para sentarlo sobre su regazó, mientras él se acomodaba sobre una gran roca en el agua. El rubio aun con su rostro colorado golpeteó con sus pequeños puños el amplio peño del mayor. Mientras éste daba una gran carcajada.

 

 

 

– ¡no te burles de mí!

 

 

 

Los reclamos fueron acallados cuando el menor sintió los labios de su novio sobre los suyos tragándose su gemido de sorpresa y peligrosamente también su lengua. Shinobu sentía sus mejillas ardiendo y solo atinó a abrazarse al cuello de su varón al mismo tiempo que trataba de sobrevivir a la salvaje “invasión” del capitán a su boca, haciendo su mejor esfuerzo por responderle. Un gemido salió de su boca cuando los labios contrarios le dieron tregua, al mismo tiempo que las fuertes manos del mayor acariciaban con movimientos oscilantes su cintura y su espalda. Sus ojos revolotearon cuando un reguero de tibios besos cubrieron su cuello y las traviesas manos del capitán bajaron más allá de su espalda, sobando con demasiada delicadeza los encajes y la textura de la coqueta ropa interior cubrían su trasero, dándole una sensación de cosquilleo. La yema de los dedos invadían poco a poco la frontera de su braga haciendo casi imposible que no se moviera insistentemente en el regazo del ojo-oscuro, quien se veía, también, bastante afectado…y también se sentía.

 

 

 

De un momento a otro la temperatura llegó al máximo. El rubio estalló. Todo movimiento se detuvo.

 

 

 

El doncel miró hacia abajo, su ropa interior empapada. Su respiración agitada. Sus mejillas se colorearon…estaba avergonzado, sin embargo no tenía fuerzas ni para reaccionar avergonzado. Dejó caer su cabeza contra el hombro de su capitán, agotado. Sintió el inocente y cariñoso abrazo de Miyagi rodeándolo con fuerza. Nuevamente se sintió como si estuviera en su lugar correcto.

 

 

 

Miyagi miró el adormilado rostro de su chico dragón y sonrió sin darse cuenta. Hacían varios minutos que se encontraban en la misma posición, pero su bello doncel lo miraba con una intensa y profunda mirada en sus bonitos ojos grises. Miyagi podría ser muchas cosas, pero despistado, no. El menor tenía una mirada de esas que decían que necesitaba saber algo con urgencia.

 

 

 

– dime

 

 

 

El rubio había regresado a verle. Sus ojos se abrieron desmesuradamente por una fracción de segundos y después lo controló. Miyagi ahora si estaba seguro que algo rondaba en esa cabecita.

 

 

 

– n-no sé de qué hablas…

 

 

 

– vamos, bonito. No puedes esconderme nada por mucho tiempo…

 

 

 

Shinobu hizo mil pucheros antes de responder, desviando la mirada y girando su rostro a un lado.

 

 

 

– s-solo…he pensado mucho en lo que me platicó Fuyo-san…sobre tu familia.

 

 

 

El silencio se extendió demasiado, fue el dragón quien levantó la mirada ante el incómodo momento, preparándose para ver la tristeza e incluso, más probable, la ira reflejada en los oscuros ojos de su novio. La mayoría de las personas no apreciaban que se metieran en acontecimientos que ocurrieron en el pasado en su vida, y mucho menos si la mayoría de estos son cargados de tragedia y amargura. Comprendería si el mayor se distanciaba de él los próximos días, aunque eso lo haría miserable en muchas maneras. Estaba a punto de disculparse por la intromisión cuando fue sorprendido con una cálida mano levantando su rostro por la barbilla.

 

 

 

– quieres saber, ¿no es así?

 

 

 

El rubio regresó a ver el rostro de su amado, sorprendido por la suave voz que había utilizado y la sutil sonrisa que se asomaba en su rostro. Era nostálgica, llena de emociones…pero no agresiva, nada que le dijera que el tema era necesariamente peligroso. Shinobu recordó que le habían hecho una pregunta y se limitó a asentir, algo azorado.

 

 

 

– no es exactamente un secreto, pequeño. No es tan interesante, me temo que te aburra demasiado…

 

 

 

– ¡No pasará! – aseguró el rubio algo chocado de que el mayor tomara su vida a la ligera. Miyagi rio  y el rubio se sonrojó – todo lo que tenga que ver contigo siempre me parecerá interesante, Miyagi – murmuró lo último. La sonrisa del pelinegro se extendió en su hermoso rostro.

 

 

 

– Fuyo-san te contó ya todo a grandes rasgos, pero lo que seguro no fue capaz de contarte es que hubo un tiempo que me sentí muy solo- Los ojos negros se oscurecieron, tal vez recordando lo que hubo vivido en ese tiempo. Emitió un largo suspiro. Los ojos grises absorbieron la inmensa tristeza que reflejaban esos oscuros ojos y prestó atención a lo que venía – demasiado solo para el bienestar de una persona…más de un niño. Después de la muerte de mis padres empecé a ahuyentar a  todo cuanto quiso acercarse a mí. Con mi actitud empecé a alejar a toda la gente que me quería y a la que le importaba…y gradualmente me ignoraron. La ira iba ganando territorio dentro de mí y mi reciente obsesión por vengar la muerte de mi padre, que a su vez se había llevado a mi madre, hizo creer a la gente que las esperanzas se habían acabado para mí. Creían que muy pronto perdería la cabeza. Todos se rindieron, todos menos la hermosa mujer que me regaló sus años jóvenes y que me quiso como si fuera mi propia madre…

 

 

 

– Fuyo-san… - murmuró el rubio con su voz quebrado por el  nudo en la garganta y con sus ojos humedecidos. Miyagi asintió con una débil sonrisa.

 

 

 

– Me levantó de la miseria en la que me había hundido, me sacudió los malos pensamientos del cuerpo y me envió de vuelta al mundo y al mejor futuro que pude conseguir…

 

 

 

– ¿y-y cual sería ese?

 

 

 

Los ojos oscuros como carbón brillaron cuando miraron con adoración el sonrojado rostro del doncel que con la garanta reseca esperaba la respuesta del bello hombre frente a él. El silencio se extendió un poco más y se removió en el regazo del mayor. Sintió algo de frío, la tarde estaba llegando y el viento fresco lo hacía estremecerse levemente. Su cuerpo, mitad fuera del agua, sintió calentarse en tiempo record cuando el mayor dejó escapar un gran suspiro cerrando los ojos y  pegando su frente a la de Shinobu, como si todo lo malo que hubiera vivido se esfumara en ese momento. El menor contuvo dolorosamente el aire centrando su vista en los ojos cerrados frente a él, más no le importaba en lo absoluto si estaba siendo sostenido tan fuertemente por su hermoso varón.

 

 

 

– tú…

 

 

 

Los ojos grises se empañaron de lágrimas. Un sollozo salió de sus labios cuando sintió los fuertes brazos de Miyagi apretarlo contra su pecho y los suaves labios limpiando las lágrimas de su rostro. Su corazón se hinchó de alegría tanto que temió que el bobo explotara.

 

– Pequeño, no me llores más que me rompes el corazón – besó tiernamente la blanca frente – yo vi aquel día a ese hermoso niño dragón que me cautivó tanto a primera vista que temí fuera a arrasar de una sola estocada la amargura que quedaba en mi corazón. En sus ojos grises vi que lo estaba logrando, en su corazón vi la férrea terquedad de necesitarnos y en el mío el profundo anhelo de querer mantenerlo conmigo para siempre, porque por primera vez en mucho tiempo…dejé de sentirme solo. Cariño, ¿querrías estar para siempre conmigo?

 

 

 

Miyagi no obtuvo una respuesta inmediata, pero si un gran abrazo y un apasionado beso lleno de saladas lágrimas que los hizo caer al agua. Rompieron el beso, agitados y con una mirada intensa en sus ojos. El mayor los puso de pie aferrándose al tembloroso y mojado cuerpo del rubio, quien pasó suavemente sus manos por los mechones negros del capitán, peinándolo hacia atrás.

 

 

 

-Miyagi…yo no tenía ninguna intención de dejarte, ni ahora ni en un futuro próximo o lejano- sus ojos grises brillaban emocionados al igual que sus mejillas- …pero ahora tendrás que aguantarte, porque pienso pegarme a ti como una sanguijuela…

 

 

 

La carcajada del mayor se unió a la risa del pequeño dragón pillo. Juntaron sus frentes tiernamente, expectantes para saber lo que seguiría.

 

 

 

– te amo, mi hermoso dragón

 

 

 

– también te amo, Miyagi

 

 

 

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– Mi nombre es Shibatsu Mei. Y soy una bruja…

 

.

 

.

 

.

 

 

 

Ritsu tragó saliva con dificultad, él iba a ser una de las primeras personas en saber todo lo que significaba Mei para el mundo mágico, para los magos, para él mismo y para conocer, de una vez por todas, la verdad detrás del tan admirado, temido, y por muchos, odiado personaje que era la bella mujer de cansadas facciones frente a él.

 

– Mi madre murió  cuando yo tenía 8 años, mi padre, un reconocido médico botánico de la aldea, no pudo salvarle la vida.

 

Masamune vio a la intrigante mujer perderse en sus recuerdos…sus ojos verdes se opacaron en tiempo record mientras miraban a la nada. Intuía que lo que venía era la jodida cúspide de todo el drama en la vida de su amado Ritsu.

 

 

 

///////////////////

 

 

 

Su nombre era Daruma .Había pasado varios días con terribles fiebres, convulsiones y hemorragias desde su último enfrentamiento. Algunos días se le había permitido ir a visitarle, otras no. Mei era pequeña, pero no ingenua…conocía a fondo la situación que vivía el mundo mágico. Guerra y muerte por todas partes. Ella no se había creído que su madre había cogido solo una enfermedad infecciosa. Ella se enteró por completo lo que realmente había sucedido ese día: Akihiro. Akihiro, el fiero muchachito de rostro angelical y mirada perspicaz había sido el culpable. Un intento débil y estúpido de rebelión por parte de los brujos había dejado al niño inquieto y usando sus temidos poderes de elfo y su puesto de Lider de los Usuarios de la Magia, realizó un encantamiento “final” contra todos los agresores. Ese tipo de encantamientos tan especial, poderoso y peligroso, mismo que años después prohibió, Haranu , la siguiente líder; un encantamiento de sentencia de muerte. ¿Lo peor de todo?: Muchos de ellos habían sido obligados a participar, entre ellos Daruma. Tiempo después Mei se enteraría que la habían amenazado con matarla a ella si se negaba.

 

 

 

Tan vil y cruel  como se escuchaba, Akihiro había hecho lo correcto. Y aunque la pequeña Mei sentía un profundo respeto por el talento y la inquebrantable voluntad del muchacho de casi 11 años, su tierno corazón le profesaba un rencor profundo por haberle arrebatado a su madre. Lo había dejado sólo, solo con su padre y su pequeña hermana. Shibatsu Nobu, el mejor medico botánico de la aldea y el jefe de la misma, quedó destrozado cuando su mujer dio su último suspiro, comenzando desde entonces un profundo odio irracional hacia los seres mágicos, tanto que paulatinamente se empezó a alejar de sus dos hijas. Con 10 años Mei se hacía cargo de casi todas las necesidades de su pequeña hermanita: Sakura, y solo miraba con gran tristeza y perplejidad como el fiero hombre, que antes era temido por casi todas las aldeas aledañas se marchitaba de tristeza. Todo iba relativamente bien hasta que llegó una descomunal noticia a sus oídos.

 

 

 

Yoshida Akihiro estaba muerto.

 

 

 

Fue la primera vez, desde la muerte de su madre, que Mei vio sonreír a su padre de nuevo. Seguro que pensaba que al fin el chiquillo había tenido lo que merecía; sin embargo Mei todavía se encontraba en shock…Akihiro, el Líder de los usuarios de la magia, ¿muerto?

 

 

 

Parecía una mala broma, sin embargo, después de la presentación de Haranu, la nueva Lider, se divulgó la verdad tras todos los rumores: Akihiko había sido traicionado por su mismo círculo de consejeros y aprendices…no había soportado así la macro-rebelión que habían hecho los brujos esta vez. Sólo por no “poder” seguir las reglas…querían ser los únicos. Akihiro era poderoso, increíblemente fuerte, jamás nadie se atrevía a decir algo sin sentido ante su presencia, pues a pesar de tener casi 10 años cuando sorprendentemente le habían dado el puesto, el niño imponía…y mucho, pero por más fuerte que fuera, uno contra cientos era demasiado. Mei había estado furiosa tras la noticia, sabía de la inusual mentalidad de un brujo y de cómo los conocían por traicioneros, malvados y usurpadores. Se sintió asqueada. Esa fue la primera vez que odió su sangre de bruja.

 

 

 

Un año fue el límite. Y tras un “me voy, esto no es para mí”, Haranu abandonó el liderato sin saberse más de ella. Mei  había quedado escéptica, apenas empezaba a  gustarle la bruja y cómo llevaba el orden de todo el mundo mágico. A Mei le agradaba que era la primera mujer en el liderato, era fuerte, inteligente, decidida y era una botánica…era diferente. Una hija de un brujo y un hada. Nunca había crecido tanto el desarrollo de medicamentos, posiciones y venenos como en su época. La arquería regresó desde el fondo del mundo mágico de moda, debido a que su líder, Haranu, era “la maestra” en la disciplina. Mei la idolatraba e incluso, en sus ilusiones de niña se encontraba deseando ser la siguiente Líder mujer. Pero ese sueño se tambaleó con la presentación del siguiente líder: Hashimoto Gin.

 

 

 

Cuán diferente hubiera sido su vida si alguien le hubiera advertido lo que vendría.

 

 

 

Era una fría noche de invierno, un par de meses después de su cumpleaños número once, el olor a humo inundó sus fosas nasales. Su corazón latía frenéticamente en su pecho cuando con sus piececitos descalzos se asomó por una pequeña rendija de la puertecilla de la choza en la que dormía con su hermana. Sus ojos verdes temblaron llenos de pavor ante lo que vieron. Era aproximadamente un grupo de 10 tipos atacando su aldea. Observó cómo algunos hombres salían apresurados de las chozas gritando y con armas en las manos pero después de ver como uno volaba por los aires hasta ir a dar contra un grueso árbol comprendió todo. No había posibilidades de ganar. Estaban bajo el ataque de usuarios de la magia.

 

 

 

Con sus oídos taponeados por el ruido de afuera y su sangre pulsando furiosa observó como su padre se lanzaba contra uno de los hombres con un puñal en  mano. Escasos segundo después de que el puñal  hubiera sido clavado en un hombro del hechicero, su negro cetro atravesaba el corazón de su padre. Mei reprimió un consternado grito. Sus ojos llenos de lágrimas. Su cuerpo, sus manos ardían por venganza y queriéndose hacer valiente desenfundó la varita mágica que hacía unos meses había conseguido…pero no pudo. Quitar una vida no estaba en sus planes. Y sin poder dejar de ponerle atención al cadáver de Shibatsu Nobu en el suelo y los hombres saqueando todo el lugar la lucidez llegó a su mente. Volteó a ver hacia atrás. Sakura. Los ojos café de la niña, aterrados le miraban con atención. De inmediato supo que tenía que sacarla de ahí. Era su completa responsabilidad ahora. Mei puso su dedo en sus labios indicando a su hermanita de 7 años que necesitaba que se mantuviera callada. La pequeña asintió obediente.

 

 

 

Los gritos afuera eran insoportables. Su corazón vibró entumecido cuando gritos desgarradores de mujeres empezaron a inundar sus oídos. Cerro lo ojos. No quería saber que pasaba…no necesitaba que Sakura supiera. Sin mirar atrás tomó con fuerza la mano de su hermanita y salieron por una ventana trasera. De inmediato hicieron la carrera de su vida, moviendo sus piernas lo más rápido que podían corrieron con todas sus fuerzas a través del bosque. Mei sentía que se alejaba del peligro cada vez más hasta que escuchó algo que le heló la sangre.

 

 

 

– ¡por allá!.... ¡alcáncelas, no las dejen escapar!

 

 

 

Con sus ojos llenos de lágrimas y su corazón hecho trizas pidió a todos los dioses que si este era su destino salvaran de cualquier mal a su pequeña hermanita. Redobló esfuerzo corriendo, escuchaba las quejas y el llanto  de su exhausta hermana y los gritos y pisadas de sus perseguidores. Sacó su varita al mismo tiempo que susurraba el conjuro que recién practicaba. Uno de los hechizos más peligrosos para el afectador, mismo que su ídolo Haruna hubiera prohíbo hace poco. Rezaba como el infierno para que funcionara… porque si no, no sabría cómo ayudar a Sakura. Según varios usuarios de la magia que había podido conocer anteriormente, era un prodigio como bruja...corría por sus venas un poder endemoniadamente peligroso…una verdadera lástima que no supiera como usarlo. Mei miró los castaños ojos de su hermana, llorosos igual que los suyos y le regaló una pequeña sonrisa. Agitadas por tanta carrera.

 

 

 

– escúchame nena, tenemos que separarnos….tienes que cuidar de ti misma desde ahora. Pase lo que pase, regresaré…te buscaré. Lo prometo

 

 

 

La niña la miró aun aterrada, pero asintió.

 

 

 

-Te amo, Sakura. No lo olvides.

 

 

 

La varita irradió una luz purpura. Mei se detuvo al fin y con una última sonrisa llena de lágrimas se apresuró a tocar con la varita el pecho de su hermana. Un espiral púrpura y negro surgió. Sakura desapareció justo antes de dar un grito agudo. Era una verdadera lástima que nunca hubiera aprendido a “transportarse” a si misma…ridículo pero cierto. Respiró un par de veces más tratando de recuperar el aliento, hasta que un escalofrío recorrió su cuerpo.

 

 

 

– te alcancé…

 

 

 

Volteó con rapidez, poniéndose de inmediato en guardia, apuntando a los dos hombres que le miraban divertidos. Parecía que les era interesante descubrir que era un usuario de la magia. Tenían sus ropas negras y anillo y cetros del mismo color. Brujos. Ella frunció el ceño cuando observó la manera en que la miraban. Cerdos. Antes de que pasara otra cosa atacó primero.

 

 

 

-¡ikijio!

 

 

 

El rayo paralizante en color amarillo salió con rapidez hacia uno de los hombres, pero no causó el suficiente dañó que necesitaba…solo dolor.

 

 

 

– ¡PEQUEÑA MIERDA!

 

 

 

Intentó correr. Pero fue imposible. Fue atacada con un hechizo similar. Su cuerpo calló contra la fría y dura tierra. Sus ojos derramaron más lagrimas…esto había sido todo para ella. Intentó moverse, liberarse del pesado pie que aplastaba su cabeza haciendo que las piedrecillas se clavaran en su mejilla.

 

 

 

– ¡eso me dolió mocosa!...tan mal como quisiera matarte creo que eres el obsequio perfecto – habló con sorna el chico a quien había caído su defectuoso hechizo. Mei lloró aún más, haciendo sonidos guturales e intentando con fuerza desesperada moverse…pero nada funcionaba. El otro hombre la levantó del suelo por los cabellos y la aventó encima de su hombro con brusquedad. Mei gimió de dolor. Las lágrimas mojaban todo su rostro.

 

 

 

– ¡ya basta!…es inútil que lo intentes…serás un regalo perfecto para Gin-sama

 

 

 

.

 

.

 

.

 

Continuara…

Notas finales:

Buenos días, tardes o noches :)

Espero podamos leernos pronto¡¡

 

 

Misagi * *


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