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Abracadabra por MisagiRyuk

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Notas del capitulo:

Hola a todos¡¡, ¿cómo están? Despues de bastante tiempo ya estoy aquí por fin con el penúltimo capítulo ñ.ñ . Muchas gracias por sus comentarios y seguir de cerca el fic. Espero les guste la conty de hoy y estaré respondiendo sus comentarios es breve...Saluditos¡

 

Misagi * *

Capítulo 64: “El Gran día”

 

 

 

Todos habían despertado agitados esa mañana en Usami. Apenas los rayos de sol que daban la bienvenida al amanecer se asomaban por las montañas cuando todo mundo, a primera hora del día, ya deambulaba con premura por todo el palacio. Los jardineros regaban los jardines, los sirvientes pulían los pisos y acomodaban grandes mesas en el salón principal, los cocineros tenían todos los fogones prendidos y las flores eran colocadas en su lugar. Y no era para menos, hoy el imponente palacio en Usami era la cede de tal vez el más importante acontecimiento que se haya celebrado en años. Y como era de esperarse Asuka-san vigilaba todo aquello de cerca.

 

 

 

– ¡Hinata-chan, los jarrones púrpuras no van ahí, déjalas en el salón principal, por favor!, ¡cariño!...eso no va de ese lado!...¡espera!

 

 

 

Desde unos pasos atrás Keiichi veía con gracia como la elegante mujer corría de allá para acá dando órdenes a diestra a siniestra, Keiichi le había comentado divertido a la reina que solo la faltaba su banquito y una batuta para dirigir aquella orquesta a placer. Pero internamente no le pareció nada extraño aquello. El joven doncel sabía de antemano, prácticamente desde que la conoció, que la dulce reina era sumamente perfeccionista y que en definitivo no iba  permitir que en este gran día algo estuviera fuera de lugar. El día en que festejaban no tan solo el regreso de su adorado hijo, sino también la unión de éste con el amor de su vida. Su destino.

 

 

 

El principie sonrió una última vez, antes de continuar con su propia encomienda.

 

 

 

************************************

 

 

 

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El sol se instalaba imponente y sin tregua en lo más alto del cielo ese día. Los días de verano en el reino eran severos, tanto que la poca lluvia que llegaba a caer por las noches, parecía que se evaporaba en tus narices, provocando, por si fuera posible, más calor que de costumbre.

 

 

 

Desde lejos, el dulce doncel veía a la menuda mujer atareada, lavando ropa ajena, como todos los días por las mañanas, a las orillas de un gran río que corría a las afueras del pueblo. Su rostro, seguramente caliente, perlado de sudor por el esfuerzo y el calor se veía colorado. Y las suaves manos que se desgastaban tallando ropa, de vez en cuando exprimían los holanes del viejo y luido vestido floreado que la bella mujer usaba muy seguido y que el rio alcanza a mojar un poco. Los ojos verdes veían con admiración y atención a la dulce mujer de cabellos largos y castaños. A sus apenas 4 años de edad sabía que “trabajar” era una actividad muy dura y que el agotamiento era parte de aquello, sin embargo a pesar de que muchos días veía flaquear el cuerpo e incluso el rostro, a veces, preocupado de la bella damita, los ojos verdes, pacíficos y dulces nunca cambiaron. Siempre brillantes. Nunca supo con exactitud cuándo es que la sonrisa dejó de brillar tanto, quizás fuera porque estaba tan acostumbrado a su preciosa risa o los dulces “no pasa nada” que tan seguido les decía a él y su hermano, quizás tratando de mitigar el hecho de la forma tan precaria en la que vivían. La mujer quizás no lo sabía, pero con tenerlos a los dos, al pequeño le bastaba para ser feliz.

 

 

 

Inconscientemente su corazón se detenía con congoja cuando los ojos verdes flaqueaban un poco y  él trataba de arreglarlo enseguida.

 

 

 

El doncelito se levantó del pasto en donde estaba sentado, se sacudió un poco la tierra de su trasero y dejó un viejo caballito de madera con el que jugaba allí…un recuerdo que ni siquiera era suyo, un último obsequio del hombre al que debió haber llamado padre, pero que casualmente a nadie le gustaba mencionar. Con una única idea en su mente cortó con sus manitos un puñado flores silvestres que crecían por allí y corrió torpemente hasta donde la mujer, quien al notarlo dejó momentáneamente su trabajo para ponerle atención y con los brazos abiertos y una espléndida sonrisa le esperó para estrecharlo fuertemente. Los ojos ya no lucían preocupados, nuevamente sonreían. Misaki sonrió. Lo había logrado.

 

 

 

 

 

 

Los veranos pasaban, como pasa el tiempo, como pasan los momentos. Misaki entonces ya tenía 8 años. Como todos los días acompañaba a la bella mujer a trabajar, y muchas veces la ayudaba. Esa mañana ellos cosecharían una gran siembra, propiedad de unos de los mercaderes más ricos del reino, quien como paga les daría una buena porción de algunos vegetales. Habían llegado muy temprano para empezar el trabajo, y acordando empezar de puntas extremas apara abarcar más espacio en poco tiempo, y sin inconvenientes trabajaron casi toda la mañana. Era medio día cuando sobre un banquito, un concentrado Misaki trataba de alcanzar con mucha dificultad un enorme tomate que la mata había hecho nacer hasta la punta, ladeó la cabeza cuando le pareció escuchar su nombre. Se quedó quieto intentando escuchar con más atención y entonces lo hizo.

 

 

 

– ¡MISAKI!

 

 

 

El horroroso grito le heló la sangre y corrió como si su vida dependiera de ello, hacia donde había escuchado la voz llena de dolor. Sin importar que las plantas le golpearan de lleno la cara se dirigió velozmente hasta que la vio allí. Tirada, con lagrimones en la cara, inmóvil y con una mueca dolorosa en su sonrojado rostro. Bien dicen que ver caer a tus héroes era de las cosas más dolorosas de ver. Y eso fue lo que él sintió precisamente. Ver a la mujer de su vida, a su bella e invencible heroína, sufriendo, rendida…lo derrumbó. Lo paralizó. El doncel no recuerda exactamente cuánto tiempo después entró apresurado Takahiro, su hermano de ya 15 años, aun con su gorro de trabajo y su martillo en mano, corriendo por la entrada principal del huerto. Seguramente alguien le había avisado y junto con algunos vecinos ayudaron a llevar a la inconsciente mujer a casa.

 

 

 

A partir de ese día todo cambió.

 

 

 

La bella mujer ya no trabajaba, ya no podía hacerlo. No encontraba las fuerzas. Takahiro pasó a tener dos turnos en el trabajo…a veces tres. Había días que el doncel miraba a escondidas, con tristeza y preocupación, como su hermano se quedaba dormido en la vieja mesa que les servía de comedor sin probar bocado alguno o como constantemente se sobaba los hombros, seguramente adoloridos por tanto esfuerzo, pero por más que él intentó ayudarlo a trabajar él siempre le sonreía y le decía que no había problema y que lo necesitaba en casa…con ella. Misaki tenía todo el día para platicar con la damita, para que le contara cuentos, o le hablara de lo creía que había muchos reinos más allá, para abrazarla, para besarla…porque aunque tanto Takahiro como la bella mujer lo negaran, él sabía la verdad. La verdad de tras de los “todo estará bien” de su heroína y de la verde y decida mirada, suave y reconfortante.

 

 

 

Y le dolía profundamente.

 

 

 

Sabía que, como el fuego en la chimenea, en una fuerte ventisca en invierno, la bella dama…se apagaría. Y esta vez él no podría hacer nada para arreglarlo…

 

 

 

Ni bien habían pasado dos años cuando pasó. Y fue el día en que el doncel más amó y admiró a la bella mujer. Porque aun cuando la fiebre la invadió, su cuerpo convulsionó en intensos espasmos y su corazón falló, los ojos verdes no mostraron miedo. Y se enfrentó como la dulce, la fuerte y la invencible heroína que era a la última e irremediable prueba. Porque pese al dolor que seguramente atormentaba su cuerpo, todavía sacó fuerzas para dedicarle una dulce mirada de “todo estará bien” y apretó su mano hasta el final.

 

 

 

Y con lágrimas en los ojos, la despidió y  le deseó un buen viaje. Lo aceptó. Porque era lo correcto y lo justo. Porque aquella mujer, la única en su corazón, les prometió que vendrían tiempos mejores y que todos los días sus plegarias iban dirigidas al bienestar de sus corazones, a la sanación de las heridas y el atesoramiento y aprendizaje de sus cicatrices. Y con el amor más profundo, sincero y sano, les regaló todo de ella…sin pensarlo y sin medida.

 

 

 

Misaki nunca tuvo papá…Misaki ahora no tenía mamá…pero él y Takahiro tenían un precioso y valioso recuerdo de su bella heroína que atesorarían por siempre.

 

 

 

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Se despertó abruptamente, con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas. La imagen de la bella mujer de ojos verdes invadió su mente y su corazón como un huracán; sin embargo no era para nada una mala sensación, sino todo lo contrario, una felicidad y un orgullo que no le cabían en el pecho. Una sonrisa nerviosa y divertida apareció en su rostro al pensar lo curioso que era que justo hoy recordara eso. Tanteó el espacio vacío a su lado, virando su mirada allí, recordando con un puchero gracioso que esa noche Usagi-san no había dormido junto a él…Asuka y sus supersticiones, rodó los ojos.

 

 

 

Pensaba en nada y todo un poco cuando la puerta se abrió con un ruidoso golpe, que le hizo dar un saltito asustado en la cama y colocar una palma en su pecho tratando de controlar su agitado corazón. El mismo espíritu le regresó al cuerpo al ver que sólo era Keiichi entrando cómoda y confianzudamente a su habitación.

 

 

 

– ¡eh, dormilón! ¡A levantarse! ¡ES TAN TARDE!...no podemos retrasarnos más, hoy es el Gran Día…no sería bien visto que…¿Misaki?- El mayor interrumpió su apresurado y animoso discurso al observar el leve rastro de lágrimas en los ojos jade -¿todo bien?

 

 

 

La sonrisa sincera del castaño pronto tranquilizó el preocupado gesto del de Sumi. Y quiso adivinar.

 

 

 

-¿un sueño…con lágrimas? – preguntó con una ceja levantada. El menos asintió tranquilo ya.

 

 

 

-buenas, sin embargo

 

 

 

Keiichi se vio satisfecho y jaloneó al oji-verde para que apresurara el paso. Al igual que Asuka no podía permitirse fallar en su propia encomienda, una bastante importante…nada más y nada menos que la preparación de Misaki.

 

 

 

– ¿Listo para hoy?- preguntó emocionado al menor, quien pareció palidecer en segundos…pero Keiichi solo se rió divertido, a Misaki no le quedó de otra que dejarse llevar y contagiarse de la emoción del evento que se llevaría hoy. Tragó un nudo en la garganta y respiró un par de veces, mientras era jalado por los pasillos del palacio.

 

 

 

Sus mejillas tomaron color de nuevo…hoy era su boda con Usagi-san.

 

 

 

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En el amplio salón que ocupaba la cocina se encontraba un castaño de seria mirada cruzado de brazos supervisando que todo estuviera en orden. Desde la primera hora de la mañana Hiroki había entrado por la gran puerta de la cocina cual comandante de pelotón pidiendo menús, listas de personales y sus respectivas actividades designadas y tan pronto los tuvo bien organizados se habían puesto manos a la obra. Asuka lo había puesto a él encargado del banquete, ¿cómo no? Quien conociera a Asuka-sama tanto como él, sabría sin duda, que su cocina y sus cocineros eran el orgullo del palacio y que como tal esperaba que respondieran a la categoría esperada para tan magnifico y esperado evento. Razón por la que encargó a Hiroki la importante tarea; y habría que decirlo, el castaño era respetado (y a veces temido) por la seriedad con la que se tomaba sus responsabilidades. Y este evento no sería diferente. Trabajaron todos juntos diligentemente casi toda la mañana, haciendo incluso que perdieran un poco la noción del tiempo, cuando las puertas de la cocina se abrieron de par en par dejando ver a una bonita princesa de ojos  avellana.

 

 

 

– ¡nii-chan!

 

 

 

Hiroki se acercó a su pequeña hermana con cara de interrogación en el rostro – Mikoto, ¿Qué haces aquí?¿Ya han llegado tan pronto?- preguntó con duda el mayor. La chiquilla frunció su naricita entre confundida y sorprendida.

 

 

 

– ¿tan pronto?, ¡pero si ya es tarde!, casi el medio día

 

 

 

Al escuchar aquello todo mundo redobló esfuerzos y rapidez: empezaron a acomodarse los aperitivos y las bebidas en las fuentes, y la comida estaba lista para ser servida tan pronto la ceremonia acabara. Hiroki tan sólo ayudó un poco más en la decoración de los postres, felicitó y agradeció a todos por su gran trabajo y se disculpó para por fin irse a arreglar. Ya iba tarde, así que terminó por trotar por los pasillos del palacio hasta su habitación. En el camino  casi había chocado con un nervioso Hitomi-san y un neurótico Keiichi a medio vestir. Bueno…tal parece que no era el único que había olvidado la hora.

 

 

 

Hiroki por fin llegó a su habitación, encontrándose en primer plano a su apuesto prometido, quien se arreglaba su oscuro cabello frente al espejo. Ya había terminado de vestirse. Estaba guapísimo con su traje de gala real de colores azul marino blanco y rojo con toques dorados. Los orbes celestes voltearon a verlo enseguida para después dedicarle una preciosa sonrisa, que casi tenía temblando las rodillas de cierto castaño, que estúpidamente estaba imaginando esas grandes manos en alguna otra parte, preferentemente de su cuerpo. Un sonrojo invadió sus mejillas.

 

 

 

– ¡Hiro-san!, menos mal que ya has llegado, estaba por ir a buscarte, ¡ya es tarde!, yo tengo que bajar un poco antes, Hitomi-san me ha pedida ayuda con unas cosas, los sirvientes han dejado tu vestuario sobre la cama y los zapatos están en el armario; Maru-chan ha dejado otros accesorios en el tocador si quieres checarlo…pero si quieres otra cosa puedes pedirle que…¿Hiro-san?- el apuesto varón había dejado de hablar al notar la poca atención que realmente prestaba el castaño- ¿estás bien?

 

 

 

– ¡eh! , si, s-si…bien. ¡Muy bien!...- exclamó algo exaltado y con el rostro colorado -ya estás arreglado- murmuró suavecito, tratando de mirar hacia cualquier lado que no fuera el sonriente rostro del menor, quien como siempre (aun no sabía cómo) adivinó la dirección de sus pensamientos y lanzando una divertida carcajada, le guiñó el ojo a través del espejo y  se dirigió con lento y sensual caminar hasta estar frente a él. El castaño no tuvo mucho tiempo para sostenerse a los fuertes hombros del tritón cuando éste le robó un devastador beso en los labios devorándolo todo en segundos. Gimoteó un poco en los labios contrarios cuando las grandes y cálidas manos acariciaron su cintura por debajo de su camisa. Besó el suave cuello y la mandíbula hasta tocar con los labios la sensible oreja y susurrar con voz grave, claramente afectado: – después de la ceremonia, tú y yo podemos desparecer por un rato, prometo encargarme adecuadamente de ti, cariño…

 

 

 

Después de un suave “más te vale…mocoso” y un gruñido gutural y un último beso, un “comprometido” Nowaki salió de la habitación con premura. Dejando  a un caliente y avergonzado castaño tocándose los labios que hace poco habían sido asaltados. Sacudió la cabeza fervientemente para disipar esas ideas… “no es el momento, Hiroki” y rápidamente se apresuró a arreglarse.

 

 

 

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La polvareda que había dejado el coche aún no se había disipado del todo cuando los retrasados invitados bajaron con rapidez de él. La joven pareja había hecho una olímpica carrera para llegar allí, pero faltar nunca había sido una opción. Apresurados, apenas con una maleta en la mano, la dejaron caer casi en la entrada principal para buscar a uno de los novios. El joven varón dio grandes zancadas por las escaleras apenas saludando a todos los que le miraban con una gran sonrisa.  Recorrió los extensos pasillos, buscando y preguntando por su interés.

 

 

 

Necesitaba que él supiera que, como siempre, nunca lo iba a dejar sólo.

 

 

 

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La habitación había quedado callada abruptamente tras el extraño y estridente grito del oji-verde. Tan sólo faltaban un par de minutos antes del mediodía cuando aún perdía de a poco la cabeza en la habitación donde le estaban arreglando. Entre las modistas que picoteaban con alfileres su cuerpo intentando ajustar su vestuario rápidamente, Asuka-sama arreglándole el cabello y Keiichi  colocando  un bálsamo en sus labios, que casi estuvo a punto de tragarse, lo último que necesitaba era a un Hiroki riñéndole acerca de lo perjudicial de la impuntualidad.

 

 

 

– ¡¡ya basta!!

 

 

 

Asuka, modistas y el resto de los personajes en la sala se quedaron en silencio, y sintieron un poco de culpa al percatarse de las pequeñas lágrimas que comenzaban a ensuciar el rostro del muchacho. La mujer mayor allí fue la primera en encerrarlo en sus brazos. Había estado obsesionada con cuidar cada mínimo aspecto de todo, que casi olvida lo más importante.

 

 

 

 – lo siento, cariño. Solo queríamos que todo fuera perfecto-  comentó Asuka haciendo un puchero de disculpa.

 

 

 

– pero casi olvidamos que todo esto trata de ti…de ti y mi primo. No hay otra cosa más importante. Tan sólo respira, Misaki- comentó Hiroki apretando los hombros del oji-verde que tan sólo asintió, sintiendo recuperar la calma de a poco.

 

 

 

– Lo sé…y les agradezco a todos…y – miró a la bella mujer de ojo violetas allí- todo es perfecto Asuka-sama, hoy no solo me caso con Usagi-san, sino que, formalmente, tendré a muchas maravillosas personas dentro de mi familia…¿Qué más podría pedir?- una sonrisita se dibujó en los labios del nervioso muchacho. Asuka sintió su garganta cerrarse por las lágrimas, Hiroki sonrió y Keiichi  lo abrazó fuertemente.

 

 

 

– eres un regalo, Misaki. Nosotros estaremos honrados de tenerte dentro de nuestra familia – completó el de Sumi. El silencio se extendió por unos segundos más hasta que él mismo interrumpió- odio romper el momento, pero ya es hora…necesitamos que decidas quien te acompañará hasta el altar- recordó Keichi. Antes de que nadie dijera algo, una voz algo agitada por la carrera se escuchó en la habitación.

 

 

 

– ese sería yo…

 

 

 

A Misaki le sobró tiempo para reconocer al instante esa voz y abrirse paso hasta llegar el  varón que acababa de entrar a la habitación. Se abrazó al fuerte pecho, sintiendo el fraternal amor saliendo a borbotones, e instantáneamente una parte de él se serenó como por parte de magia.

 

 

 

–Niichan…pensé que no vendrías- murmuró el doncel, resentido.

 

 

 

– jamás me lo perdería, pequeño

 

 

 

Tan pronto la carta que contenía la invitación del evento llegó a la residencia que Manami y Takahiro compartían en América comenzaron a hablar de fechas para su regreso. A Takahiro le consternaba un poco ver el nombre de su hermanito adjunto a la palabra boda, y escuchar a Manami hablar animadamente de regalos y futuros sobrinos no lo había tranquilizado. Pero decidió guardar la calma, sobre todo si ellos también planeaban en un futuro bastante cercano su propia ceremonia. Había sonreído agradecido con Kami-sama y con su madre, porque ambos, habían sido bendecidos con el amor verdadero…tal y como ella se los había prometido.

 

 

 

– muy bien, basta de esto ,Misaki…ya es hora. Y deja de llorar por favor- exclamó limpiando tiernamente las lágrimas de las mejillas de su hermano con sus pulgares- Akihiko-san tendrá una crisis nerviosa si por arruinar tu maquillaje te tardas más en salir- completó divertido, haciendo reír a todos los presentes, menos a Misaki quien se sonrojó.

 

 

 

……

 

 

 

Un par de minutos después Misaki se mantenía prácticamente soldado al brazo de su hermano. Ambos ya se encontraban detrás del enorme portón que daba al jardín trasero, el cual seguramente estaría maravillosamente adornado para la ocasión. Misaki sintió su pecho latir desesperado y sus manos sudorosas…y estaba seguro que estaba temblando tanto que sus dientes castañeaban.

 

 

 

 – ¿listo? – preguntó Takahiro, mirándolo por unos segundos. Misaki negó efusivamente.

 

 

 

– creo que voy a vomitar…

 

 

 

Takahiro lanzó una divertida risa.

 

 

 

– tranquilo. Todo saldrá bien. Tan solo es tu boda- sonrió haciéndole un guiño travieso a su hermanito quien a pesar de todo lo fulminó con la mirada. Así había sido siempre, uno picando al otro constantemente, desde pequeños. El mayor sonrió al ver su cometido cumplido y enserió su rostro- estoy orgulloso de ti, hermano…y estoy seguro que mamá también lo está. ¿la vez?...lanzando un puño al aire…desde donde quiera que esté, riéndose de todos aquellos que le dijeron que sus hijos, por ser vástagos de una criada, sólo estarían destinados a la miseria y la infelicidad…¿la puedes ver? Sonriéndonos y dedicándote esa mirada que decía que lo has hecho bien.

 

 

 

Misaki sollozó un poco, no pudiendo ni aunque quisiera, retener las lágrimas. Sabía que era verdad. Todo lo era.

 

 

 

– Mamá hubiera adorado a Usagi-san, hubiera dicho que es muy guapo- exclamó con una sonrisa llorosa el doncel. Takahiro rió un poco…sabía que así hubiera sido.

 

 

 

– seguro que sí, hermano

 

 

 

– bueno…tal vez le hubiera enseñado a bailar- una carcajada  del ojiverde se unió a la de su hermano. Se miraron por unos segundos tranquilizando sus corazones y limpiándose las lágrimas. Y sabían que ya estaban listos.

 

 

 

Las puertas se abrieron.

 

 

 

Misaki apenas era consciente de que caminaba junto a su hermano  por una precioso camino adornado con flores, muchísimos invitados mirándolo con una sonrisa sin embargo no estaba en condiciones de reconocer cada rostro justo ahora, menos cuando su mente y sus ojos se concentraron en uno solo. Hasta el frente, Usagi-san lo veía con una mirada que nunca le había visto…euforia, felicidad, agradecimiento, orgullo, admiración…veneración. Y de pronto recordó todo. La única razón por la que estaba aquí…ese hombre de ojos violetas. Que contra todo pronóstico, podía asegurar, tenía un corazón mucho más grande que toda la fortuna de su familia. Porque aunque no eran los ojos verdes…de luz y paz de su madre; esos ojos violetas acababan de cobrar un nuevo significado para el: seguridad y amor.

 

 

 

Ya no sólo eran Takahiro y él contra el mundo. La vida le había dado un compañero de vida maravilloso con quien compartirlo todo…

 

 

 

Akihiko le sonrió mientras le extendía la mano para que el la tomara. El no dudó.

 

.

 

.

 

.

 

Continuará…

Notas finales:

Un beso chocolatoso para todos¡

Misagi * *


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