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Apariencia confusa por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Vengo a dejar la continuación de esta pequeña locura ^^

Disfrútenlo~

 

 

 

Semanas que se convertían en meses, tiempo ganado… aprovechado, en donde Viktor cada vez estaba más interesado en la muchacha de nombre Yuuri, la misma que ahora le aceptaba la cercanía. Logró tener la oportunidad de frecuentarla, con el permiso dado por el propio jefe y padre de la muchacha, con la excusa de aprender la importancia de los rituales. Ni siquiera le importó ayudarla en todas las curaciones hacia los heridos que llegaban después de la cacería u otra actividad. Algunos de los afectados estaban bastante graves al punto en que tenían que ser suturados.

Yuuri y las demás curanderas lo hacían rústicamente pero con habilidad envidiable hasta para los médicos entrenados, métodos bastante efectivos en medio de esa selva. La fortaleza de Yuuri se notaba a leguas, mucho más cuando las emergencias de la comunidad se daban. Mari, Hiroko y Yuuri corrían de un lado al otro, entre partos, heridas, huesos rotos, dislocaciones y demás. Las mujeres más especiales de esa tribu tenían el rol esencial en la supervivencia de toda la familia y Viktor, con una sonrisa, se volvió su recadero, mandadero o como quiera que se denominara estar cumpliendo con cada petición por mínima que fuera. El de cabello plateado lo hacía con placer porque al final del día podía escuchar un “bayarlalaa” que era un “gracias” tan dulce que Viktor solo podía sonreír como idiota por horas.

Emil le advirtió muchas veces que dejara de hacer eso, que se alejara, porque los jefes se estaban dando cuenta de las pequeñas miradas ilusionadas o de la dulzura con que la voz de Viktor salía. Pero el ruso no lograba hacerlo. No podía simplemente evitar aquellas acciones que salían con naturalidad y hasta Yurio lo golpeó por eso, discutieron muchas veces, Georgi le daba indicaciones y charlas motivacionales… pero no servía. Nadie logró quitarle la curiosidad mezclada con esas fantasías locas por el deseo de tocarle la mejilla a Yuuri. Sus pensamientos eran tan puros como esos, solo quería tocarle el cabello largo y negro, las manos, la punta de los dedos. Viktor deseaba obtener una sonrisa amplia solo para él, dedicada especialmente y admirar esos sonrojos que últimamente la muchacha presentaba de vez en cuando. Tan distraído estaba que nunca se fijó que los heridos empezaban a ser mayores, y siempre tenían la misma dosis. Heridas de lanzas, cuchillos, golpes, laceraciones por golpes con algo duro, entre otras… y ese descuido fue impedimento para prepararlo hacia lo que venía

 

 

-Viktor, ¿pasar cosa? – Viktor se había demorado más de cuatro meses en enseñarle las palabras y frases clave para entablar una conversación coherente. Así como también se empeñó en aprender el idioma ajeno, pero al parecer Yuuri era la más inteligente entre muchos que también trataban de hablar la lengua extranjera y aprendió más rápido – ¿qué cosa?

-Yuuri, dime… ¿tu familia tiene algún varón en su descendencia? – la miraba con atención apreciando aquellas manos que escogían los materiales de esa ocasión. Así como él analizaba en lo que podía ayudarle

-mujeres – decía con una sonrisa mientras pelaba los tubérculos a usar y Viktor lo imitaba. Estaban sentados en medio de la comunidad, pues era su turno de ayudar en la cocina – mamá, hermana, yo

-hombres, Yuuri. ¿Por qué no hay varones?

-no hombre – decía la pelinegra dejando las cosas de lado y amagando limpiarse – mujeres, siempre… tierra madre, Mari madre… yo…

-¿tú qué? – dijo con pesar mientras, a lo lejos, veía a Mari pasear con su actual esposo… ¿Yuuri terminaría de esa forma también? – ¿Te casarás también? ¿Con el nuevo líder?

-yo… jefe decir – explicaba con una leve sonrisa pero desviando la mirada – jefe decirme… casarme o no

-¿eh? ¿Pero por qué no deberías casarte? Eres muy bonita – y ahí estaba ese sonrojo en esas mejillas de esa piel un poco clarita, y la risita baja de la muchacha de mirada marrón intensa – ¿me entendiste bien, Yuuri?

-si – sonreía volviendo a tomar los tubérculos – entendió… gracias

-Yuuri yo podría… - con calma y en silencio deslizaba su mano por el suelo, con la intensión de tocar a la muchacha solo un roce… solo un toque accidental

-¡Viktor! ¡Viejo idiota! – el rubio ruso, el único con las hebras de color del sol, llegaba a salvarlo de una desgracia. Golpeó a Viktor en la cabeza, con la fuerza necesaria como para que el de iris azulado cayera al suelo y de paso asustó a la chica. Yuuri se levantó con rapidez, alejándose de la agresión – vámonos a la cabaña, debemos ver las grabaciones – recompuso su dura voz para no asustar a nadie más o llamar la atención

-¿eh? Pero estaba hablando con Yuuri – protestaba con la ilusión destrozada, pues estuvo a punto. Solo un poco más y la habría tocado

-agradece que te ayudo – bufaba arrastrándolo, pero Viktor solo podía ver la risita baja de Yuuri, quien con un gesto de sus manos se despedía para seguir con su labor. El ruso mayor la miró mientras era arrastrado lejos de ella. La pelinegra llamaba a las más jóvenes de la comunidad para que la ayudaran y de paso enseñarles alguna cosa extra

 

 

Un intento… otro más…

 

 

Faltaban solo casi cuatro meses para completar el año establecido para el documental. Ya habían filmado cacerías, matrimonios, ceremonias de niñas a mujeres y de niños a hombres, tradiciones con las que los varones se ganaban el pase para ser adultos. Cosas simples como saber recolectar, cocinar, cazar, buscar alimento,  básicas en cada comunidad de ese tipo. Habían filmado cómo las curanderas dan la bienvenida a un bebé a la comunidad o como despedían a alguien tras la muerte, diferentes métodos curativos, la manera en que la tribu veía las plantas e interpretaban las señales de los entes naturales como sol y estrellas. Admiraron el hecho de enseñanza de generación en generación y aprendieron cómo se guiaban en la selva viendo el sol, cómo sabían qué animales eran ponzoñosos, dónde ubicar los mejores peces o protegerse de los bichos rastreros. Cosas ya de por si especiales, eran fascinantes. Además de aquello, estaban las formas de entrenamiento para los guerreros más calificados, así como la enseñanza de defensa básica para todos los demás

 

 

-¡demonios! – bufaba Yurio cuando lanzaba el dardo de la cerbatana, proporcionada para que participara del entrenamiento junto con los adolescentes de la tribu, y fallaba horriblemente en darle al objetivo marcado en un árbol – hasta los niños pueden darle

-cálmate Yurio – decía Georgi tomando su cerbatana y soplando con fuerza para que el dardo saliera con velocidad y se incrustara en el árbol – debes hacerlo con la mente fría

-mira, es fácil – decía Emil quien ya clavaba su tercer dardo en el rango adecuado del objetivo y se reía con los más jóvenes que le ayudaban a apuntar. Los cuatro habían sido autorizados para aprender a usar las armas más básicas de la comunidad… pero generalmente solo ellos tres lo hacían

-¡silencio! Lo haré, juro que lo haré – apuntaba, tomaba aire, soplaba y… ¡fallaba! – ¡demonios, demonios! – gruñía fúrico mientras escuchaba las risitas de los demás porque su dardo ni siquiera llegaba a estar cerca de la línea límite del objetivo

-Yurio – el mencionado fruncía su ceño e iba a mandar al demonio al azabache que le estaba hablando – esperar – coz profunda y cuerpo fortalecido por la cacería, tatuajes hechos por la mano de las curanderas y con tinta a base de carbón

-¿qué quieres, Otabek? – amenazaba con esa actitud del diablo que tenía cuando se enfadaba – no soy un niño como para que… ¿qué demonios haces? – pero sentía como lo tomaban de los hombros y lo colocaban en una postura donde sus brazos descendían levemente – oye… ¡suéltame! – pero no fue escuchado y cuando menos lo pensó, el nativo lo abrazó por la espalda, asemejando un abrazo de un oso… un oso más pequeño comparado en altura con la suya… lo apretaron hasta que se irguió por completo y sus brazos fueron sujetos para que tomaran la cerbatana

-calmar aquí – decía haciendo que su aliento chocara con la nuca del rubio que sintió un escalofrío recorrerle – aquí – repetía tocando la zona del corazón y después soltando a Yurio, quien quieto como estatua, seguía sin saber qué decir

-¿qué quieres decir? – dijo evitando que el leve rubor de sus mejillas se notara – no te entiendo una mierda, Otabek – pero esas manos callosas sujetaron sus muñecas, posicionándolas en dos puntos de la cerbatana

-fijo, firme – hablaba con esa monotonía suya mientras ponía al rubio en posición – piernas – hablaba con seriedad palmeándole las mencionadas a un rubio que no protestó, porque eso sería infantil

-¡sigue sus instrucciones, Yurio! – animaba Emil contento mientras filmaba aquello – Otabek es el mejor

-respirar y… aire… aquí – Otabek miraba de frente al rubio, mientras le tocaba el estómago y los labios – fuerza aire – indicaba y se alejaba dos pasos

-joder – frunció su ceño mientras miraba el objetivo y tomaba aire – no soy un niño, ¿sabes, Otabek? – bufó antes de soltar el aire con fuerza y para su sorpresa ver al dardo llegar dentro del límite del objetivo – ¡¿vieron eso?! – decía mirando a los demás y mostrando una sonrisa infantil – ¡sabía que podía hacerlo!

- fue Otabek quien te enseñó – se reía Emil admirando al ruso emocionado cual chiquillo, los más jóvenes soltaban un “bien hecho” en ese idioma y así Yurio se convertía en un guerrero más

-bien – el azabache maestro tocó la cabeza del rubio, revolviendo los cabellos de sol con cuidado y mirándolo – Yurio – emitió una leve sonrisa, momentánea y pequeña – trabajo bien – el guerrero tomaba la cerbatana usada, retomaba esa expresión seria y volvía a sus labores, pues la clase terminaba

-no soy un niño – el rubio fruncía su ceño y se encaminaba a la aldea, miraba al cielo e ignoraba a los demás – idiota – bufaba mientras se acomodaba el cabello… fingiendo que su corazón no saltó al ver aquello. Una sonrisa que solo pocos habían visto, pues los rumores acerca de los guerreros eran claves… seres sin emociones… pero Yurio fue capaz de ver esa sonrisa orgullosa salida de labios de Otabek – un idiota con lindos tatuajes… cuando regrese me haré uno

 

 

Viktor se iba deprimiendo a medida que la fecha límite llegaba, pues a pesar del “amor imposible” simplemente no podía quedarse callado. Necesitaba hacer algo, llevarse un recuerdo, no ser simplemente un platónico irrealizable, aunque esa era la realidad amarga. Los otros miembros participes del documental, con el tiempo se dedicaron a ignorar las fantasías de Viktor, pero siempre manteniéndolo vigilado por si se le ocurría cometer otra estupidez que podría darle muerte. Como sea, ya que su tiempo se terminaba, ellos podían estar más tranquilos, más libres de cierta forma… excepto por algo. Algo que comenzó una media mañana cualquiera donde el fogón ya era encendido

 

 

-¿alguien más escuchó eso? – Yurio se levantó de la hamaca que estaba usando para descansar

-también lo escuché – susurró Emil pues escuchar eso era raro

-iré a averiguar – Georgi suspiró, tal vez era otro lío menor o un parto en proceso

-quiero ver a Yuuri – soltaba Viktor mientras dejaba de lado la filmadora con una toma de su amor imposible

 

 

Un grito fuerte se dio y uno más largo de una tonalidad diferente erizó los cabellos de algunos. Muchos gritos más en forma de órdenes resonaron en la comunidad. Georgi salió de la cabaña a averiguar lo sucedido y vio que todos empezaban a organizarse para algo grande. Uno de los adultos se adentró en su cabaña y les gritó algo desconocido… algo para que Emil empalideciera. “Guarden todo. Traten de dejarlo a la vista como algo inútil, pero guarden bien lo más importante… esto es un ataque de una tribu enemiga” advirtió el castaño y Yurio empezó a esconder las cintas más especiales junto con la ropa sucia y a untarle hojas que hallaba por allí. Georgi tomaba sus navajas y las cedía a cada uno en ese lugar, porque era necesario defender sus vidas. Emil guardaba las cámaras con apuro, las cerraba con candado en una caja pequeña para meterla en una tabla floja en el suelo de la cabaña. Viktor, guiado por el adulto, salió corriendo hacia los demás integrantes de la tribu. Empezó a ayudar a las mujeres y niños a irse a una de las cabañas laterales, para que se juntaran y procedieran a escapar por el bosque

El pánico les llegó cuando escucharon el grito ahogado de alguien y vieron a uno caer desde la cima de un árbol con una lanza atravesándole el pecho. Las mujeres gritaban por el caído, pero era momentáneo porque necesitaban centrarse en los niños y ancianos. Corrían al refugio, los hombres al combate, estaban bien coordinados. Viktor guiaba a Yurio con los demás y desesperado buscaba a su Yuuri con la mirada. La vio casi al final de los que se reunían para escapar, cargando a un bebé mientras Mari llevaba en espalda a su madre que en esa época se vio azotada por una fiebre alta, que según ellos, era una fiebre de la temporada de lluvias. El ruso mayor ayudó a Mari con Hiroko y cuando ya estaban todos juntos, suspiró. ¿Deberían ayudar en la batalla? Según Emil no, porque no era batalla suya. Ellos eran extraños en esa tierra, así que eran algo así como “neutrales”. Pero  Yuuri, Mari y las mujeres ya adultas si eran parte de eso, por eso sostenían cerbatanas, cuchillos y otras cosas entre sus manos. Estaban listas para defender a sus criaturas o a sus ancianos

Los sonidos de la pelea recorrían el lugar, sonaban los machetes que chocaban causando un sonido metálico tétrico. Los materiales corto punzantes eran usados en la pelea, las órdenes resonaban a gritos, alguien caía al suelo causando un sonido sordo, golpes y pánico, junto con el llanto de los bebés en el refugio eran una sonata de muerte. Viktor se mantenía sudando por la ansiedad, porque veía el movimiento a lo lejos, algunos hombres aun corrían cerca de su rango visual. Yurio maldecía entre dientes, porque no vieron eso venir, al menos no lo pensaron… además en el tiempo en que forjó una amistad con el guerrero de tatuajes, jamás vio a Otabek gritar con tanta furia mientras con su cerbatana apuntaba a matar, mentiría si dijera que no se asustó. Emil había dejado una cámara grabando, una barata solo por si acaso, la trabó en el techo de la cabaña para tener un buen ángulo. Georgi espiaba cuidadosamente para saber si ya acababa la revuelta, pero no fue así.

Algo golpeó el techo de su cabaña actual, algo que hizo crujir las maderas de soporte y humo empezó a salir en pocos momentos. Fuego y con ello el refugio ya no era seguro. Era momento de huir al bosque y las adultas ordenaron a los adolescentes cargar con la responsabilidad de guiar a los niños que pudiesen correr y los ancianos que también lograsen hacerlo. Las demás se quedarían a defender el escape de sus hijos y Yuuri, ella dirigía todo. La sorpresa de los extranjeros era palpable cuando la azabache tomó el mando de todo, quitándole el rango a su hermana mayor. Yuuri hizo que Mari, la más importante junto con Hiroko, fueran protegidas a como dé lugar. Georgi cargó a la matriarca enferma cuando la azabache se lo ordenó, Yurio tomó a un par de bebés y Emil a una mujer anciana que no podía moverse

 

 

-¡corre! ¡Corre Viktor! – decía Yuuri empujando al de cabello plateado mientras señalaba el camino y empezaron a huir siendo los últimos en salir de la cabaña

-no te voy a dejar – dijo mirándola con terror porque sabía que una pelea entre tribus era a muerte

-familia – señalaba Yuuri a las mujeres que se quedaban a defender a los que escapaban – quedarme… Viktor correr – decía con decisión pero Viktor se negaba

-aún quedan niños, y las mujeres… claro que no me voy – decía con desesperación. Miraba esos ojos marrones pero estos solo le daban una orden clara “vete”

- ¡YAVTSGAAYA! – gritó Yuuri y las mujeres la miraron – ¡Bükh butsaj alkham! – señaló y empujó a Viktor – todos irnos

-está bien – Viktor tomó la oportunidad de momento, agarró la muñeca de Yuuri y empezó a correr dirigiendo a las demás

 

 

Empezaron a huir pues dos hombres se quedaron defendiendo su escape, uno de ellos fue Otabek, que ya mostraba una herida sangrante en el hombro que Yuuri supo apenas vendar con rapidez antes de que la empujaran para que huyera. Alcanzaron al grupo, adentrándose en el bosque hasta la orilla del río para empezar a subir corriente arriba. Yuuri se mantenía al final siempre, junto con dos mujeres más que mostraban dominio en las armas nativas y Viktor sólo escuchaba las órdenes de no detenerse. Estaban bien, nadie los perseguía así se detuvieron en un claro, donde maderas caídas servían de asientos y las mujeres descansaban arrullando a sus niños asustados. Estaban a salvo, debían esperar a los demás… o eso fue lo que creyeron

Una lanza cayó cerca de ellos pocos momentos después de alcanzar la ansiada paz. Una más les cortó la huida instantánea y las mujeres más jóvenes gritaron en pánico. Estaban rodeados por cinco hombres con tatuajes en tonos rojizos, con marcas en el rostro en tonos negros y hasta un poco temibles. Uno de ellos salió de la nada, atrapando a Mari, quien pataleó hasta soltarse, porque al igual que todas era una guerrera. Incluso cayó a las orillas del río pero no se dejó secuestrar, se alejó como pudo hasta que las demás mujeres la ayudaron. Esos tipos no tenían reparo en arrastrar a las mujeres lejos de los niños, a golpearlas y Georgi junto con los demás empezaban a defenderlas. Eso era cuestión de honor de caballeros, pero escucharon algo que era evidente “¡edgeegch barij!”. Emil lo tradujo enseguida, lo que el enemigo quería era a las curanderas… a todas. Vieron humo a lo lejos, la aldea estaba siendo quemada, pero una ligera llovizna empezaba y era como si el cielo los estuviera ayudando. Así que al final, el asunto era cuidar de Yuuri, Hiroko y Mari, las mujeres normales lo sabían y las colocaron en la mitad del grupo

Nada de eso fue suficiente, en un descuido Mari fue de nuevo arrastrada por el enemigo, pero en esa ocasión Yuuri la defendió. Una piedra dio de lleno al enemigo en un instante dado y la azabache rescató a su hermana, pero se salió de la protección. Todos estaban ocupados defendiéndose de los cuatro hombres, que siendo guerreros entrenados eran casi invencibles, y Yuuri estaba enfrentándose al quinto. Aquel desconocido era agresivo, mucho más que los demás, golpeó a la azabache mandándola lejos y persiguiéndola para intentar atarla. Viktor gritó e intentó ir a defenderla pero no hubo opción porque el ataque hacia él era constante y estaba desesperado. Los gritos de Yuuri, que se defendía mientras retrocedía hacia el río, eran motivante para la desesperación de todos y las mujeres aunque querían ir a ayudar no podían. Los guerreros enemigos se los impedían enseguida

 

 

-¡YUURI! – al fin Viktor derribó a su oponente tras darle un golpe fuerte que le rompió la nariz. Corrió hacia donde la azabache, pero ella estaba ya siendo aprisionada en el suelo – ¡Yuuri! Déjala – logró quitarle al maldito de encima pero no vio cuando el otro caído le agredió con una lanza y apenas la pudo esquivar, por mera suerte. Maldijo ente dientes cuando cayó al rio y le costó salir. Perdió de vista a su linda azabache, la adrenalina subía gradualmente. Eso se había salido de control

- ¡Bid üüniig avsan shüü dee! – gritaban aquellos extraños cuando empezaron a arrastrar a Yuuri y los demás apuntaban con cerbatanas al resto de mujeres nativas

-¡suéltala! – pero Viktor no podía hacer nada cuando las armas enemigas le apuntaban – ¡YUURI!

-Viktor… ¡quedar!... ¡ayudar niños! – le dijo mientras veía a todos retroceder y ella era arrastrada con los demás enemigos

-claro que no – dijo y Yurio lo detuvo a tiempo, porque dar un paso más significaría ser atravesado por una lanza

-escucha – dijo en susurro – ya no hay batalla ni humo, la llovizna aumenta y alguien se mueve por allí – dijo Yurio apuntando a un lugar entre las plantas. Lo decía en voz alta porque los extraños no entendían su idioma – ya llega la ayuda… ten un poquito de paciencia Viktor

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Nos veremos en el siguiente capítulo~

Besos~


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