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Idempotente por BackAck

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Y allí se encontraba el omega favorito de Jack, su pequeño Jeff sentado en el sofá con un vientre de casi nueve meses de embarazo, lanzando groserías de las que un camionero se sentiría avergonzado. No lo culpen, culpen a su pequeño quien había decidido nacer dos semanas antes. Definitivamente Jeff estaba cabreado, más porque no tenía ni un poco de anestesia en su sistema y creía que al trabajar tantas veces con omegas en ese estado tendría algo de experiencia, pero no, no era la misma maldita cosa y en ese momento sentía lástima de sus pacientes. Ya decían que el parto de un omega masculino era mucho más dificultoso y doloroso que el de las féminas.


—¡Por un demonio maldito alfa! ¡deja de pensar con la cabeza de abajo y muévete más rápido! —el pobre Jack bajaba casi corriendo las escaleras, ya llevaba la pañalera colgando de un hombro—. ¡Idiota no corras! Podrías caer.


¿Quién lo entendía? Jack solo rio y ayudó a su pareja a pararse, aunque Jeff no dio ni medio paso y el alfa lo tomó entre sus brazos para ayudarlo a llegar hacia el auto, Jack sabía que su omega solo estaba abusando de él, Jeff no lo admitiría, pero adoraba que ese alfa lo mimara. Subieron y Jack comenzó a mover su móvil, claro, las groserías del omega no se detuvieron en lo más mínimo y lo único que podía hacer Jack era intentar conversar con él para que su boca no se vuelva más impura.


—Oh, vamos pequeño, no es tan malo —intentaba calmarlo mientras que con su mano frotaba la rodilla de su pareja, Jeff quiso matarlo, pero no podía hacerlo porque estaba conduciendo—. Ya verás que todo saldrá muy bien, no hace falta decir tantas cosas así.


—Oye, estoy pariendo a tu hijo, al menos déjame decir las groserías que quiera —dijo el omega mientras intentaba calmar su respiración. Unos segundos después se escuchó una risa de su parte y ambos empezaron a carcajearse hasta que otra contracción lo atacó—. Cariño, ¿podrías apurate?


—Sí, estoy en eso —dijo Jack mientras retomaba en una esquina, el omega sonrió observando a su pareja y sentía que no cabía de la felicidad, observó su abultado vientre que cada tanto lo golpeaba y acarició esa zona, pronto tendrían a su pequeño junto con ellos y serían una familia muy feliz. Sí, lo serían.


Normalmente en partos de omegas masculinos no dejaban a las parejas entrar a la sala, pero como se trataba de nada más y nada menos que el Doctor Applewhite (un nombre que todos temían) Jack pudo hacerse paso con la indumentaria necesaria y estar al lado de su violencia con patas, quien le estaba dando una violencia con patas más pequeña. Claro, el alfa conocía muy bien cómo eran los partos de omegas, pero era diferente vivirlo desde la perspectiva de su omega, él solo se dedicaba a abrir cerebros, pero el milagro de la vida era realmente... asqueroso y muy doloroso. Hasta su querido omega quien jamás se rendía empezó a llorar de un momento a otro, claro que estaba asustado y ya no deseaba estar allí, pero el alfa solo logró besar su frente con cariño y tomar su mano.


Unas horas más tarde un agotado Jeff despertaba sobre una cama de hospital, Jack se había quedado dormido con la cabeza reposada sobre la esquina de su cama, parecía un perro y no evitó sonreír. Vio a los lados buscando a su bebé y al no encontrarlo llamó a las enfermeras quienes emocionadas trajeron al primogénito de la pareja más querida del hospital. Jack despertó al instante y besó a Jeff con delicadeza. El pequeño fue dejado en brazos de su padre quien empezó a mirar cada parte de su cuerpo, contó los dedos de sus manos y pies, delineó sus facciones aún desconocidas y lo olfateó impregnándose con su aroma, era su bebé y estaba entre sus brazos. Jack acarició la mejilla de su hijo con delicadeza, manteniendo cierta distancia pues sabía que los omegas se volvían muy sobreprotectores con sus hijos recién nacidos. Incluso era un milagro que Jeff deje a Jack acercarse a su hijo.


—Oh, míralo, es tan pequeño —dijo el omega, a pesar de que el bebé era un alfa, era bastante pequeño, pero no era un caso excepcional. Ambos sabían que su pequeño se encontraba en las mejores condiciones posibles y en manos de médicos muy buenos.


—Se parece a ti —dijo Jack quien intentó olfatear a su cachorro y encontró un dulce aroma, un aroma que le recordaba a Jeff y el segundo aroma que había captado en su vida, el aroma de su pequeño alfa.


—Los bebés no se parecen a nadie —dijo Jeff mientras lo observaba ensimismado. Jack sonrió sin poder apartar la mirada de aquel pequeño cuerpo que empezaba a removerse entre sus mantas al sentir a sus padres cerca.


—Se parece a tu aroma —confesó, Jeff giró y observó a su pareja con una sonrisa, se sentía contento pues su alfa pudo detectar al cachorro. Seguramente Jack también lo estaba, lo cierto era que la pareja estaba atónita por su pequeño hijo, quien empezó a buscar sobre el pecho del omega su alimento—. Mm, esto se pone interesante —mencionó el alfa y Jeff lo miró con enojo.


Unos minutos después Jack se encontraba sobándose la cabeza mirando hacia una esquina de la habitación mientras que Jeff con delicadeza extrema acariciaba la cabeza de su pequeño quien succionaba su pezón en busca de comida. Hizo una mueca, eso dolía.


•§•


—¿Duelen? —preguntó Jack al ver los rojos pezones de su pareja. Jeff se cubrió rápidamente dejando al bebé en su cuna. Habíanr03; pasado unas tres semanas desde que dejaron el hospital y Jack en serio empezó a observar en demasía el pecho de su pareja, claro, Jeff se sentía extraño porque su cuerpo aún tenía bastantes secuelas de su reciente parto.


—Solo un poco —dijo intentando mostrarse fuerte, pero era cierto que gran parte de su mala actitud se calmó cuando empezó a dar de mamar a su cachorro. Sabía que eran las hormonas, también Jack lo sabía y eso le parecía adorable.


—Si te duelen mucho podrías intentar alimentar al bebé con fórmulas —le recomendó su pareja, Jeff suspiró volviendo a la cama.


—No quiero, no hay nada mejor que esto, es irremplazable —Jeff estaba demasiado decidido a dar el pecho a su hijo el tiempo que sea necesario. Eso era lo que adoraba Jack, aquella determinación tan fuerte, pero también estaba preocupado.


—Sabes que no puedes obligar a tu cuerpo a hacer algo —le dijo—, solo te pido que tengas cuidado, la lactancia de omegas masculinos es bastante dolorosa y lo sé.


Claro, lo sabía también, pero su hijo se merecía lo mejor posible.


•§•


—¡Jack! ¡Por un demonio, Jack! —el omega despertó a su pareja en medio de la noche, el nombrado se levantó de la cama con rapidez mientras prendía la luz de noche—. Demonios, volvió a adelantarse.


—Oh, no —el alfa observaba a su pareja teniendo las contracciones de su nuevo embarazo ¿más hijos? Por supuesto, Jack tendría a sus tres mini Jeffs.


Rápidamente tomó al omega entre brazos, el pequeño alfa de unos diez años salía de su habitación frotándose los ojos.


—¿Qué le sucede a mami? —dijo algo perdido, Jack dejó a su omega sobre el sofá para luego ir arriba por las pañaleras, el pequeño alfa observó a su madre ya un poco asutado—. ¿Qué pasa mami? —estaba preocupado—. ¿Le sucede algo a mis hermanitos?


—Oww, claro que no cariño, ellos vendrán muy pronto —dijo el omega acariciando la mejilla de su pequeño, parecía que fue solo ayer cuando él nació, un alfa tan perfecto—. Pero debes prometerme que te quedarás con el tío Natanael y te portarás ¿vale? —el niño asintió mientras trepaba el sofá y se sentaba al lado de su "madre" para abrazarlo con delicadeza.


—¡Seré el hermano mayor! —dijo emocionado, Jeff sonrió.


—Estoy seguro de que así será, pequeño —decía Jack mientras bajaba por las escaleras, y encontraba a su pareja con una sonrisa, sabía que ahora no diría groserías pues allí se encontraba un niño demasiado inteligente quien sería capaz de copiar muchas cosas—. Abel, sube al auto y lleva esto por favor, yo llevaré a tu padre.


Claro, Jack se sentía muy orgulloso de su pequeño alfa, era un niño muy bueno y hermoso. De camino al hospital el pequeño Abel quedó dormido y cuando se llevaron a Jeff en una silla de ruedas Jack aprovechó para cargarlo y llevarlo a la sala de espera. Estaba preocupado por Jeff, los controles del omega habían sido muy estrictos, era un embarazo gemelar, algo bastante común en omegas, lo preocupante había sido el desarrollo de ambos fetos, quienes eran de una talla más pequeña que el promedio.


Jack suspiró, todo estaría bien ¿no? Tiempo después quedó dormido con Abel sobre su pecho, las enfermeras que pasaban daban tiernos "Oww" cuando los veían juntos. Ambos eran bastante parecidos, hasta aquellos hilillos de baba que se escapaban de sus labios parecían idénticos. Tiempo más tarde un médico despertó a Jack, él solo se frotó el rostro con pereza mientras que sujetaba una pierna de su hijo que lo estaba golpeando justo en las partes nobles.


—Señor Quaestio, su omega ya está despertando —el alfa se levantó con rapidez, fue tanto el cansancio que llevaba que ni siquiera pudo llamar a su hermano para que cuidase de Abel—. Puede pasar a verlo.


Jack se llevó la imagen más preciosa del mundo, una de Jeff sosteniendo a sus dos pequeños omegas entre sus brazos mientras sonreía con adoración hacia esos niños. Sacudió ligeramente a Abel para despertarlo y este vio a sus hermanos con detenimiento, eran muy pequeños y tenían un aroma extraño, pero eran sus hermanos y él sería el hermano mayor, con eso era suficiente y sería feliz. Jack observó a sus hijos y sonrió, sabía que Jeff estaba pensando seriamente en comprar las fórmulas para alimentar a sus bebés, no lo soportaría. Bien, Jack también se encargaría de hacerlo entrar en razón si decidía amamantarlos. Ese omega podía ser muy cabeza hueca de vez en cuando.


La familia se reunió alrededor de los dos nuevos miembros, una familia que quizás se haría más grande con el tiempo, nadie lo sabía, solo sabían en ese momento que la presencia de sus tres hermosos y sanos hijos eran bendiciones por parte de su primogénito a quien siempre tendrían presente en sus mentes. Y nadie negaría el amor que se profesaban, a pesar de haber pasado años y ellos aún seguían con aquellas traviesas miradas de jóvenes adultos, como locos enamorados.


Al final, el amor que recibes es igual al amor que das. 


Y ellos se habían dado mucho amor.


A pesar de que el amor no tiene la regla de ser dulce, según palabras de Jeff.

Notas finales:

¿Quién lo diría? Lo terminé.


P.D.: odio los finales ;-; me dejan el cerebro seco como una pasa.


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