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Idempotente por BackAck

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Para el omega llegó aquel día en el que tanto detestaba pensar. La boda de su amigo. Por supuesto que estaba feliz por Natanael y su suerte de haber encontrado a un alfa, pero no podía cerrar los ojos aquella noche antes de la boda al pensar que aquel chico de cabellos dorados y figura envidiable llegue a ser una ama de casa que se encargue de los niños. La idea lo estremecía, pues sabía que su querido amigo se merecía más que todo aquello.


Se vistió con un traje gris oscuro, muy sencillo para evitar llamar la atención, además se aseguró de llevar sus supresores pues los síntomas de celo aún no se habían ido y no quería pasar vergüenza en la fiesta de su amigo. Se ajustó la corbata color vino, esperaba que Natanael no fuera tan idiota como para usar vestido a causa de una extraña moda que los omegas deseaban portar en aquel tiempo.


Somos hombres después de todo, ¿no?  El omega suspiró y arregló su cabello. Había alquilado un auto para aquella ocasión, era obvio que no poseía el dinero suficiente para comprar y menos mantener un vehículo, así que se las arreglaba con el transporte público. Pero aquella ocasión era especial y podía darse el lujo de despilfarrar algunos dólares en aquel capricho.


Se peleó con su abundante cabello castaño, hacía bastante poco que lo había cortado y ya estaba nuevamente creyéndose un afro. La pelea siguió en el auto, mientras se observaba al espejo retrovisor e intentaba que sus cabellos queden decentemente. Luego de unos minutos y unos bocinazos por haber conducido a una velocidad menor de la mínima, se rindió y dejó que su cabello posea su propia expresión.


Al llegar al lugar, un hombre con traje lo recibió, diciéndole que se llevaría el auto. Un paje... Natanael sí que se llevó la lotería sea con quien sea que se haya casado. Los pensamientos de Jeff no pudieron evitar ser interesados y ofreció las llaves al hombre de traje mientras que ingresaba al jardín en donde se llevaría a cabo la ceremonia, habían algunas personas, todas vestidas con ropas caras y ostentando joyas.


—Discúlpeme, caballero, ¿podría decirme su nombre para revisar en la lista? —decía un hombre que se encontraba en una tarima de madera barnizada al lado de un cuadro que poseía en letras cursivas los nombres de Natanael y su alfa, llamado Patrick.


—Jeffrey Applewhite —dijo el omega, el hombre que vestía un traje negro como la noche hizo una mueca y se dispuso a buscar el nombre. Su apellido una vez más lo avergonzaba.


—Por favor, pase adelante y disfrute de la ceremonia —decía aquel hombre, a Jeff empezaba a dolerle la cabeza tanto protocolo.


Se paró en medio del un extenso jardín que se extendía al lado de una casa blanca con ventanas oscuras, era un lindo día de primavera y el sol se encontraba oculto tras blancas y mullidas nubes, los adornos eran blancos con flores blancas y rosado pálido entre ellos, el pasto bajo sus pies era de un color verde que Jeff jamás creyó que existía y las personas que se encontraban ahí seguramente tenían más dinero del que Jeff podría obtener en su vida. O quizás en diez de sus vidas.


Es terriblemente frustrante. Dijo y suspiró para sí mismo mientras que un mozo vestido de blanco y negro le ofrecía una copa de champagne como distracción antes de empezar la boda. Se preguntaba dónde estaba su amigo en aquel momento y se quejaba de aquel color blanco que lo estaba dejando ciego lenta y dolorosamente.


—¿Jeffrey? —dijo una voz tras suyo. El omega casi vomita su corazón al escuchar a aquel alfa acosador y lo único que Jack logró fue que Jeff se atragantara con aquel líquido amarillento que se estaba debiendo.


—¿Qué demonios haces aquí? —dijo el omega cuando intentaba recomponerse y alejar la mirada de todas aquellas personas ricas que ofrecían muecas de desprecio.


—Eso lo quiero saber yo ¡Qué felicidad verte! —dijo el alfa con su sonrisa de lado a lado. De nuevo aquel molesto aroma a almendras llegó a las fosas nasales del omega, haciéndolo tambalear como un potrillo recién nacido—. ¿Te encuentras bien? —el alfa ayudó al omega a sostenerse sobre sí mismo, Jeff negó con la cabeza y Jack suspiró para ayudarlo a ir hacia la casa que se alzaba imponente sobre ellos.


—No debiste venir si aún estás en celo, es peligroso —¿qué se cree este alfa como para reprenderme? El omega suspiró y negó con la cabeza mientras que observaba su mano sostenida por el alfa quien lo guiaba dentro de aquel recinto que parecía salido de una jodida revista.


—Es la boda de mi mejor amigo de la secundaria —decía mientras distraído obsevaba los muebles de madera con tapizado beige y almohadones con costuras doradas. Los cuadros coloridos hacían de menos a todo aquel detalle y las cortinas pálidas daban la cereza a aquel pastel tan sofisticado—. ¿Y tú por qué mierda estás aquí?


—Es la boda de mi hermano menor —dijo el alfa mientras pasaban de seguido aquel salón de ensueño y se adentraban a una cocina que nada tenía que envidiar, con sus muebles de madera rojiza y el mármol oscuro que adoraba una isla provista de un lavabo al que mejor Jeff no miraba raro ni pensaba en cómo funcionaba.


—¿Tienes hermanos? —dijo Jeff con curiosidad.


—¿Tienes amigos? —le respondió el alfa con otra pregunta, lo cual molestó al omega y solamente se dedicó a quitar el pequeño frasco de supresores que llevaba entre sus bolsillos.


—Idiota —dijo el omega en voz alta y tomó un par de píldoras. El alfa rió al escuchar aquel intento de ofensa y sirvió agua helada en un vaso de vidrio tan transparente que parecía no estar presente. El omega lo sostuvo entre sus manos y, llevando ambas pastillas a su boca, bebió haciéndolas pasar.


—Y cómo se llama tu hermano —dijo el omega cuando dejó el vaso de lado.


—Natanael Quaestio.


No, no estaba sucediendo aquello, ¿verdad?


 

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