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Visiting Day por MikitsuLee

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Notas del capitulo:

Ojala esta ultima parte sea de su agrado.

Una vez más, los personajes no me pertenecen.

Kise siempre había sido la clase de chicos que estaba rodeado de chicas, que llegaba a hacerse el interesante y también a sobrepasar los límites de tolerancia de la gente al ser demasiado afectuoso. Tenía un hermoso cabello rubio, unos hermosos ojos dorados, una perfecta tés. Los amigos de Aomine le preguntaron sobre él, dijeron que era lindo, que querían ver si esa belleza no era el de una mujer. Aomine no entendía de qué hablaban, lo que la bola de cerdos quería era una foto del rubio desnudo. Quien sabe con qué fines, pero Aomine se negó. No sabía que la trampa terminaría siendo para él también, para sus sentimientos.

Como era de esperarse, el alcohol fue lo principal, Kise estaba demasiado ebrio cuando vio a Aomine que estaba demasiado descompuesto por “unas líneas”. Eso no importo. Ambos, comenzaron a hablar, diciéndose cosas comunes en una fiesta común, hasta que Kise vómito y el moreno decidió llevarlo a la habitación. No sabía que ahí había una cámara.

—Aominecchi… ¡te quiero!

Había gritado el rubio, mientras el otro lo recostaba en la cámara cual saco de papas.

—Sí, sí, ahora duerme.

Sin embargo, el rubio no se detendría a hi, de hecho, no lo hizo. Ni si quiera el moreno de hombros anchos. Logro tomarlo de la ropa haciendo que se fuera sobre de él y sin cuestionar, se prenso de sus labios. En ese instante, la primera imagen donde había reparado en el atractivo del rubio llego a la mente de Aomine, dejándose llevar por el impulso de continuar, deshaciéndose de sus ropas de manera rápida, de forma brusca, porque deseaba en ese preciso momento saborearlo de la forma en que había deseado saborearlo años atrás.

Aomine descubrió que tenía razón al pensar que le iba a gustar lo que encontrara, el delineado cuerpo del rubio se estremecía debajo del propio mientras su espalda se arqueaba con cada cambio de ritmo en las caderas del moreno. Nadie iba a escuchar nada con la música a ese nivel, así que el rubio no se molestó en contener sus gemidos y suplicas de recibir más. Aomine tampoco era como si se fuera a contener teniendo esa oportunidad y esa vista. Mirar los ojos, gestos y reacciones del rubio mientras entraba cada vez más rápido y al fondo de él comenzaron a hacerle adictivo, así que en cuanto termino por primera vez, lo puso de espaldas para volver a empezar mientras el otro gemía con más fuerza.

Cuando el deseo de ambos pareció consumirse, Aomine beso las caderas maltratadas del rubio mientras este trataba de recuperar la respiración que se le había sido arrebatada de golpe, estaba feliz.

—Aominecchi – le llamo en un susurro, el moreno se recostó a lado suyo, aun con las manos en sus caderas, el rubio le contemplo como si fuera lo más maravilloso que sus ojos hubieran visto – Aominecchi, siempre juntos.

La sonrisa en ese rostro le lleno el pecho de felicidad al moreno, asintió probando de sus labios nuevamente.

—Aunque seas un idiota.

La risita chillona apareció, Aomine se sintió tan feliz de volver a escucharlo que ilusamente pensó que sí seria para siempre.

Mientras recaba documentación de casos sin resolver, el arrepentimiento se acumula. Es lo que le cansa más de su propio empleo. Termina por irse a su casa por la madrugada mientras fuma un cigarrillo con pereza con el resultado de todos los días: no poder descansar al dormir.

Al día siguiente de la graduación, Kise se levanta con un horrible dolor de cabeza y de cadera, se da cuenta de que no ha soñado al ver al moreno a lado suyo, boca abajo, roncando como bestia, como siempre. No puede evitar sentirse feliz. Sin embargo, la armonía se rompe cuando los amigos del moreno irrumpen con cámaras, celulares y comienzan a tomar fotos y grabar videos.

— ¡Eres un maricón, Daiki! – grita uno de ellos haciendo que el moreno se despertara aturdido por todo lo ocurrido, Kise al verlos se cubre con las sabanas y trata de buscar con la vista su ropa de inmediato.

— ¿Se divirtieron anoche? ¿Y si nos compartes?

Había dicho otro, tomando fuertemente al rubio de la muñeca para sacarlo de la cama y poder exhibir su cuerpo. El moreno enfureció aún más al ver que las cámaras se enfocaban en él y la vergüenza invadía al rubio al punto de hacerlo llorar. Por supuesto que eso le había hecho sentir mal, por supuesto que se sentía terrible que lo trataran de esa manera. Sin un aviso previo, el moreno reventó un puñetazo a la nariz del sujeto más próximo para desviarle el tabique y provocarle una hemorragia instantánea.

— ¡¿Qué te crees, idiota?!

— ¡Imbécil! – lloriqueaba el sujeto golpeado

—Tienes razón, lo sentimos, Daiki. Aunque no pudiste conseguir la foto, conseguiste algo mejor. Le abriste las patas a esta puta.

La furia se desato aún más en el moreno, el dolor en el rubio. Comenzó a golpearlos a todos mientras estos hacían lo mismo, hasta que lo pudieron sujetar.

—Tenemos un video bastante expresivo de lo que hicieron anoche – dijo el mismo, provocando el shock en ambos – No sabíamos que eras tan buen amigo, Daiki. El video fue mejor que las fotos. Será un éxito.

Diciendo eso, comenzaron a golpear al moreno mientras que el recién recuperado de la hemorragia llevaba al rubio al baño. Dejaron lo suficientemente golpeado al moreno como para que demorara en rescatar al rubio, cuando llego ahí, aparte de haberle golpeado, uno de esos cerdos lo tenía de rodillas mientras lo traía de la nuca a su virilidad. Kise lloraba, el ver su sufrimiento le provoco tanta rabia que arremetió con el sujeto con tanta fuerza que temió haberlo matado. No, solo estaba inconsciente. Los demás salieron huyeron al ver la furia en los ojos del moreno.

—E y, Kise – decía el moreno a su altura, tratando de hacer que reaccionara pues no se privaba del llanto – Kise… – había dicho de forma más lastimera, hasta que el rubio se había abrazado de él buscando refugio.

La catástrofe llego después.

— ¿De que hablaban esos sujetos?

Cuestiono el rubio, cuando las heridas habían sido atendidas y todo era más que un mal rato, por el momento.

La pregunta por supuesto que incomodo al moreno.

—Me habían pedido una foto tuya, desnudo…

La sorpresa poco a poco apareció en la expresión de Kise.

— ¿Para qué? ¿Se la ibas a dar?

—No… al principio… Después… pensé…

— ¿Qué?

—Al principio no, pero después pensé… es solo una foto…

La expresión cambio a una completamente diferente. Decepción. Dolor. Incredulidad. Kise apretó los ojos y puños antes de ponerse de pie y soltarle un puñetazo al moreno que no levanto la vista si quiera para reclamarle.

— ¡Imbécil!

—Sé que yo…

— ¡Lo estoy diciendo para mí!

Aomine levanto la vista, Kise estaba tan furioso que los puños temblaban y la expresión en sus ojos mientras derramaba lágrimas jamás la había visto.

— ¡Soy un imbécil! ¡Por pensar que de verdad esto podría ser serio, por pensar que seguías siendo ese niño que tanto quería! ¡Soy tan imbécil por pensar que seguías siendo el mismo! ¡No me busques nunca más!

Tras esas palabras, Kise desapareció de la habitación, al día siguiente, sus cosas, sus hermanas habían ido por ellas. La mayor era quien parecía estar más molesta con el moreno, la menor no tanto, es más, parecía triste.

—Kise…

—Ryota se despidió ayer, supongo. Se ira a Kanagawa hoy.

Respondió secamente la hermana mayor, sin más que decir, tomaron las maletas y se fueron, dejando al moreno solo con sus propias cosas sin saber a dónde llevarlas. Sólo, otra vez.

Es en un viaje a Los Ángeles cuando Kise sabe que Aomine es oficial de policía. No lo ha espiado ni nada, fue mera casualidad. Un encuentro de trabajo. Varios policías y agentes viajarían específicamente para tratar sus relaciones con los Estados Unidos respecto a la seguridad y demás formalidades de las que no sabía, solo el hecho de que el vuelo privado estaba a su cargo.

En el momento que el piloto se presenta ante sus colegas, Aomine se queda impactado. Había olvidado la belleza del sol, hasta que sus ojos pudieron mirar el cabello rubio y ojos dorados de Kise nuevamente. Se siente tan feliz, que desliza una de esas sonrisas tan suyas, ladina, picara. La primera sonrisa que hizo que los colores se le subieran al rostro al rubio. Como una especie de deja vu. Kise intenta desviar la vista al reparar en él y esa expresión facial que le enchina la piel, una vez en su cabina se reprender por ser tan idiota.

Durante todo el viaje, Aomine duerme, pensando en lo que le dirá al rubio apenas tenga oportunidad.

La sorpresa gobierna una vez más cuando Kise se hospeda en el mismo hotel que todos los agentes, era un viaje redondo donde él era el responsable.

Se miran en el ascensor.

Kise no quiere estar con él, así que decide por bajarse y que el otro entrara, sin embargo, le toma de la muñeca para hacerlo regresar e ingresar igualmente. Los colores de Kise desaparecen, se hace pálido.

—Disculpe, señor, tengo que bajar.

Pero el fingir que no lo conoce, no funciona. Aomine tiene el dorso más ancho de lo que recuerda, el traje ceñido a su cuerpo hace que pase saliva porque le reavivan los recuerdos de ambos compartiendo una cama sin ropa. Sin duda, el moreno había mejorado su condición física y parecía que su expresión facial era la utilizada en los interrogatorios, pues estaba completamente serio sin quitarle los ojos de encima mientras su mano derecha descansaba en uno de sus bolsillos.

—E y, Kise, ¿me crees estúpido?

En entrecejo del rubio se frunce ahora molesto.

—Tengo que decirte un par de cosas ya que no me permitiste hacerlo antes.

La forma en que habla le demuestra a Kise lo maduro que se ha hecho, le sigue mirando sin bajar la guardia.

—No se moleste, SEÑOR, enserio.

Aomine aprieta un botón haciendo que el elevador se detenga y estanque. Kise abre los ojos por la sorpresa, después, por el miedo.

— ¿Pero qué tratas de hacer?

—Que me escuches.

— ¡Estás loco!

Aomine se aproxima peligrosamente a él obligándolo a retroceder a la pared metálica, la respiración se acorta, los ojos se sorprenden, la boca se entreabre. Aomine se apoya en una mano que está a un lado de su rostro mientras se inclina un poco, los colores aparecen en un rojo vivo.

—No he podido descansar desde que la universidad acabo. ¿Sabes cuantos años han pasado?

—Los mismos que han pasado desde que mi cicatriz no cierra.

Ahora, hay enojo. Aomine escoge, raramente, bien sus palabras antes de proseguir.

—Cicatriz que no me permitiste curar.

— ¡Tú la hiciste más estrecha!

—Y por ello soy el único que puede cerrarla – Kise guarda silencio, Aomine le sigue mirando fijo, no se doblega, su trabajo lo ha hecho fuerte ante miradas de esa índole, por supuesto… era oficial de policía. Daba más miedo que antes – E y, Kise. ¿Lo recuerdas?

— ¿El qué? ¿El “solo es una foto”? ¿Eso?

El dolor se hace presente, Aomine pasa saliva.

—No. El “siempre juntos”.

Kise se enfurece más, empuja por el pecho a Aomine.

—Déjate de idioteces, no soy más ese niño.

—Lo es mejor que nadie, yo te conozco por completo. Yo recorrí tu cuerpo desnudo.

Hay cierto orgullo en esas palabras que hacen al rubio amenazarlo con un puño que es detenido por el moreno.

— ¡Déjame, idiota!

—Yo quiero que estemos siempre juntos.

La sorpresa de nuevo aparece en el rostro del rubio, molesto, confundió, pero sobre todo molesto.

— ¡Ya no juegues, Daiki!

— ¡No estoy jugando!

Kise se queda en silencio, le mira detenidamente y regresa el puño a su lugar después de jalar la mano para que le soltara.

—En todo caso, no estoy interesado. Ha pasado mucho tiempo, yo lo deje en el pasado. Además, estoy casado.

Kise presume un anillo de matrimonio en el anular izquierdo, el piso desaparece bajo los pies del moreno.

—Pudo ser, PUDO. No hay un “siempre juntos”. Ya no.

Kise oprime el botón para reactivar el ascensor y baja en el primer piso al que llegue sin importar que sea uno incorrecto. Aomine sigue el camino, sintiéndose aún peor que antes. Las lágrimas que había guardado salen esa noche.

Aomine no busca más al rubio. Regresa a Japón. Y la curiosidad le invade. ¿Con quién se casó el rubio?  Tras una corta investigación, sonríe de nuevo, toma su abrigo y las llaves de su auto para llegar a la dirección señalada para llamar a la puerta.

El rubio sale en ropa cómoda, sorprendido, en cuanto lo ve quiere cerrar la puerta pero no puede.

— ¡Qué haces aquí! ¡Sal!

—No, no lo haré, a menos de que tu esposa me quiera echar – Kise bufa, Aomine casi había olvidado lo endemoniadamente lindo que luce haciendo gestos tan infantiles – ¿Qué pasa? ¿No va a salir?

—Déjate de juegos. ¿Cómo supiste donde vivo?

—Pues… soy policía. Y sé cómo rastrear gente.

Kise vuelve a bufar, Aomine, ríe, tan feliz que poco a poco el corazón de Kise se ablanda y se deja llevar por los rasgos del moreno. Si, sigue siendo aquel niño a quien quiso tanto.

—No quise herirte. Lo que paso, no quería que fuera así. En verdad te quería – dice el moreno con la voz más dócil que puede aunque le molesta un poco. Él no es dócil – No he podido descansar como quisiera porque siempre recuerdo tu llanto. Y no me gusta. Nunca me gusto hacerte sufrir. ¡Incluso cuando dejaste el orfanato! Las hermanas tenían que acostarse conmigo porque te extrañaba…

El rubio se enternece tanto al imaginar una imagen similar. Después, ríe cubriéndose la boca.

— ¡Qué es tan gracioso!

—Que tú digas todo esto.

Aomine se molesta, bufa mientras el rubio sonríe. Luce endemoniadamente lindo, como cuando hacia berrinche por el postre que no le daban. Se acerca para abrazarlo por la cintura.

—Aominecchi, dime que esta vez sí haremos las cosas bien.

El moreno se sorprende, pero asiente efusivamente con una de esas sonrisas tan suyas. Kise se derrite.

—Lo haremos bien.

—Me tienes que conquistar primero.

El rubio ríe, el moreno refunfuña. Aun así, lo hace.

Aomine se da cuenta de que Kise no sigue siendo ese colegial al que tenías contento con chocolates o regalos bobos. No. Quiere integridad, confianza, que las cosas vayan enserio. Por eso, en los días de descanso, salen a comer, van al cine, hablan sobre sus empleos, hasta que deciden vivir juntos. Un verdadero caos. Aomine sigue siendo tan cerdo como siempre, piensa el rubio al encontrarse siempre con sus calzoncillos por todos lados de la habitación.

El siguiente paso, es la boda.

Aomine lo piensa muy bien cuando ve a la pequeña sobrina del rubio, la bebé de su hermana mayor. Kise luce tan feliz con la pequeña en brazos que le hace pensar que quizás deban tener un bebé. Adoptar, mejor dicho.

Le propone matrimonio en la fecha en que había sido su graduación.

—Sabes que esta fecha esta maldita – se queja el otro, mientras observa un anillo de compromiso de verdad en su dedo.

—Lo hice con un solo objetivo.

— ¿Joderme? – el moreno ríe.

—Hacer que olvides los recuerdos feos y darte nuevos felices.

Kise le observa detenidamente, después ríe con ganas.

—Ahora qué te causa gracia. ¡Te acabo de pedir matrimonio!

El rubio sigue riendo, después, se seca los ojos. También ha llorado. Se abraza al moreno alzando la vista para poder verlo.

—Ese es un recuerdo valioso. Seguimos juntos, pese a tus tonterías.

Una vena pulsa en la frente del moreno mientras le sonríe.

—Idiota – el rubio vuelve a reír.

—Si es contigo, no importa si el recuerdo es triste, feliz, trágico…

—Eso no me decías en el elevador.

Kise golpea su pecho, ahora el moreno ríe.

—Imbécil.

— ¿Eso es para mí o te lo estás diciendo?

— ¡Bruto! ¡Ya no quiero casarme!

Aomine sigue riendo, le toma por la cintura para después besarlo lentamente.

Un año después, regresan al lugar donde crecieron. Las novicias ahora son hermanas, todas grandes, hay nuevos integrantes, nuevos niños y se ha expandido el lugar. Todo luce mucho mejor y por supuesto, están felices de verlos. Es el “día de visita”. Van a adoptar.

 

Notas finales:

Gracias por su tiempo!


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