Tal y como prometí, allí estaba. Junto a Sasuke, Sakura y Sai, esperando al siempre tardío Kakashi.
Había oído más de una vez a Sakura quejarse por que su maestro siempre llegaba tarde, su voz chillona resonaba por toda la ciudad. Aunque debo admitir que yo tenía muy buen oído así que a lo mejor no todo era por culpa de su voz.
- Siento el retraso, me perdí...
- ¡Ya sabemos como acaba esa frase! - gritó Sakura enfadada.
- Sí, solo... pongámonos en marcha. - Dijo Sasuke más calmado mientras empezaba a andar hacia la puerta. Todos le seguimos.
El camino al principio fue en silencio, andábamos a paso ligero. Estaba tranquilo hasta que Sakura se puso a mi lado.
- ¿Y bien? - la miré intentando parecer indiferente. Frío como una escultura de hielo. - ¿Por qué no quieres decirnos dónde está?
No le dije nada. Ella pareció enfadarse. Kakashi se acercó a curiosear.
- ¿Qué es lo que deseas, Naruto? - su pregunta me sorprendió pero seguí guardando silencio. No podían darme aquello que más deseaba.
Nadie podía.
Al ver que no decía nada, Kakashi convenció a Sakura de darme un poco más de tiempo y me dejaron en paz.
En un par de días de camino a paso de tortuga llegamos al Bosque de las Siete Colas,un lugar sagrado dónde habitaban criaturas casi mágicas. Mi hogar.
Paramos en un claro.
- Aquí estableceremos nuestra base. - Dijo el maestro del grupo. Sakura y Sasuke se detuvieron a observar el lugar.
- No se por qué, pero este lugar... - Empezó a decir la del pelo rosa, embobada, bañada en nostalgia.
- Hemos estado aquí antes. - Confirmó Sasuke. Ambos se miraron extrañados.
- ¿Eso lo decís solo por un presentimiento? - ambos me miraron, era la primera vez que hablaba en todo el viaje. - Qué estúpidos sois...
Sakura abrió la boca para decir algo pero Kakashi la detuvo. Alerta.
Solté un suspiro, dejé la mochila en el suelo y caminé hasta un árbol cercano, rodeado de arbustos. Tendí una mano, el equipo siete me miró estupefacto pero sus caras no se pudieron comparar al ver a un lobo negro como la noche y alto como Kakashi salir de los arbustos y olfatearme la mano.
Todos dirigieron las manos a sus armas, el lobo soltó un suave gruñido.
- Guardad eso ahora mismo. - Podía sentir el enfado de Sakura aun estando de espaldas. El maestro dio una orden silenciosa y todos le obedecieron, tensos y en estado de casi pánico.
El lobo acercó su hocico a mi rostro y no pude evitar alzar una mano para acariciarle.
- ¿Cómo has estado, viejo amigo...? - tan solo fue un susurro que se llevó el viento pero el animal se aferró a mi caricia, permitiéndome abrazar su hocico. La nostalgia me recorrió como un suave veneno.
Cómo los había echado de menos...
Miré detrás de él y vi a una loba marrón un poco más pequeña, debajo de ella había dos lobeznos preciosos de miradas brillantes, ansiosos por obtener el permiso de poder salir a jugar conmigo.
Sonreí a mi amigo y le pedí perdón por invadir su territorio, no nos íbamos a quedar mucho tiempo. Le prometí que no más de un mes.
Una vez me dio permiso para quedarnos, los lobeznos se acercaron a mi y revolotearon a mi alrededor, juguetones. Acaricié sus cabezas peludas y eché un vistazo al equipo siete.
- Kakashi, - él me miró atento. - Tenemos permiso para ocupar su territorio hasta un mes...
- Eh, de acuerdo, pero cómo...
- Ahora me voy a dar una vuelta. - le interrumpí a mitad de la pregunta que tampoco iba a obtener respuesta, en menos de un parpadeo el equipo siete estaba de nuevo solo en el claro, estupefacto.
Yo corrí a través de ese bosque como hacía mucho que no hacía.
Siento cada latido.
Conozco cada pisada.
Cierro los ojos.
Disfruto junto a dos lobeznos de ojos brillantes.
Y no puedo parar de pensar en él.