Este capítulo va dedicado a Geion y Valen, quién me han dado ganas de actualizar antes!
Muchas gracias por vuestro apoyo.
K. <3
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Ya llevábamos una semana y media en el bosque, había accedido a acompañarles por sus exploraciones para que no tuvieran más encontronazos con los animales y tuvieran que volver a huir.
Me hice amigo de Sai, Sakura se pegaba como una lapa a Sasuke quién tan solo la ignoraba y miraba con molestia. Kakashi no dejaba sus libros porno.
Fue otro día normal, volvimos al claro y comimos para irnos a dormir.
Estaba teniendo una pesadilla, soñaba con él. Con sus brazos rodeándome de nuevo. Con su sonrisa, su estúpida sobre protección, sus ironías, sus besos...
Abrí los ojos de golpe.
Miré al cielo, no quería volver a cerrar los ojos... era demasiado doloroso... no quería volver a recordarlo.
Me incorporé y andé hasta los árboles, ahí empecé a acelerar...
Sentí el viento en mi rostro.
La humedad.
Ramas y troncos que no me alcanzaban.
Más.
Más rápido.
Más veloz.
Pasé el territorio de los osos.
Más allá, en el corazón del Bosque de las Nueve Colas, se hallaba mi hogar.
Frené derrapando, me incorporé suavemente, como si temiese despertar a alguien muy querido.
Sin tan siquiera darme cuenta permití que lágrimas bajaran de nuevo por mis mejillas, que sollozos incontrolables salieran por mis labios.
Ese hermoso escenario iluminado por luciérnagas, esa pequeña cascada que escondía una cueva detrás de su caída, ese pequeño refugio al que llamaba mi hogar.
Un aire dorado se arremolinó en el centro. Mis ojos no podían creer lo que veían.
- Kurama... - mi suave susurro se lo llevó el viento.
No podía ser, él estaba... él estaba...
Admiré con agonía a un hermoso zorro de nueve colas algo más grande que mi amigo lobo, de un suave tono anaranjado, tumbado sobre la hierba cerca del riachuelo que abandonaba la cascada... intentando atrapar las luciérnagas con su hocico.
Mis rodillas se toparon con el suelo.
Por primera vez en años sentí de nuevo ese dolor. Esa agonía que me mantenía cautivo.
No sabía si reír o llorar. Pero lo que si sabía era que no podía detener las lágrimas. No podía soportarlo. Era demasiado...
Así que dejé que se descontrolara.
Unas nubes de tormenta se arremolinaban encima del Bosque, cubriéndolo por completo, amenazantes, acallando mi desgarrador llanto.
Rayos y truenos caían por doquier.
Kurama se levantó y caminó hacia mi, siguiendo a las luciérnagas.
Alcé mi mano para alcanzarle pero esta atravesó su cuerpo...
- ¡KURAMA! - me giré desesperadamente al ver que no detenía su camino. Asustado le llamé, supliqué y grité a los cielos que volviera.
Tan solo pude ver su silueta desvaneciéndose de la misma forma que había aparecido.
No quedó rastro de él.
Una suave llovizna empezó a caer.
De pronto, una terrible y amenazadora tormenta se abalanzaba sobre el Bosque.
«Yo deseo a Kurama. »