Primera, primerísima confesión
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—Verás…
Eran las tres de la madrugada y Lavi a falta de valentía, miraba sus zapatos. Los miraba con detenimiento tal que uno podía tener la impresión de que en verdad había algo interesante en ellos. Aunque claro, eso le pasaría a un ser que no estuviera cansado e irritado por la interrupción de su sueño, tal y como Kanda. Yuu quien parecía contar los segundos de mudes estúpida, y lo veía desde su ventana con expresión acusatoria.
Lavi en ese momento juraba que estaba en el banquillo del acusado, y que Kanda era Juez, fiscal y —para colmo— su verdugo; y sí, él no tenía derecho a siquiera un abogado. Oh, diablos, en serio que estaba perdido.
—¿Verás qué, idiota?
—Uhm…
Kanda estrechó los ojos, rebosaba ira. Y Lavi pese a no mirarlo ya supuso su expresión. La sabía casi de memoria y es más ya podía adivinar los actos próximos a venir. Por ejemplo, pronto vendría un insulto —uno que por cierto ya se dio— luego vendría un improperio hacia todo lo existente —y sí, en ese preciso momento eso ya estaba pasando— y por último…
—¡No cierres tu ventana! Tengo algo que decirte.
—Te has quedado mudo por cinco minutos.
—Lo sé, pero estoy buscando las palabras.
—¿Palabras de qué?
Lavi en ese momento abrió la boca y la volvió a cerrar. La irritación en el rostro de Kanda, le resultaba sumamente intimidante, y su tono de voz hasta le generaba escalofríos. Lo peor recaía en que sabía, que diciendo lo que iba a decir… todo acabaría peor.
Es más se imaginaba a Kanda tirándole —y con una puntería perfecta— a Mugen, sin asco, desde la ventana. O que Kanda se tirara desde el segundo piso, de alguna forma cayera de pie, y luego lo destazara por idiota. O… que simplemente le mandara al demonio, cerrara la ventana y le diera a entender que el tren ya se había ido hace tiempo, y que él fue un estúpido que rechazó el boleto, pese a tener la sala VIP.
De una forma extraña, sentía más rechazo por la última opción. Botó un suspiro, esto era tan estúpido, tan fuera de lugar, tan…
—¿Y vas a decirlo o no?
—Lo diré, solo… dame… tiempo.
—Vete con tu tiempo a la mierda y déjame dormir.
—Es que si no lo digo ahora, no lo diré nunca.
—Entonces no lo digas jamás.
Lavi arrugó la boca en ese preciso momento, y Kanda conjunto a él frunció el entrecejo. Kanda no lo entendía, Lavi estaba a nada de sumar el enfado a la mezcla vertiginosa de emociones del día. Odiaba esto…
—De acuerdo, ¿me vas a escuchar?
La rabia creciente en las facciones de Kanda le ordenaban que suelte la sopa en ese preciso momento, o sino, habría serias consecuencias. Unas horribles y sin rastro de clemencia. Que por más que haya sentimientos y ese tipo de sandeces, Yuu no tenía compasión en nadie, jamás, mucho menos cuando él estaba enojado.
—La cosa es que lo estaba pensando desde que me lo dijiste. Al principio no te tomé en serio, o en realidad lo hice y no me importó lo que estaba pasando, ni… tus sentimientos. —Como Lavi estaba hablando prácticamente a sus zapatos, no se dio cuenta que el silencio era pesado y… traía malas noticias consigo—. Pero, bueno como ya sabes luego me pareció raro el que te gustase, porque me parecía simplemente imposible. Es que el solo imaginarme ¿Tú estando conmigo? ¿Qué tú quisieses eso? No sabía si me daba risa o si tan solo me perturbaba, ya que tu carácter siguió siendo asqueroso en todo momento.
Tras acabar de decir esas palabras, la ventana se cerró… fuerte, Lavi hasta creía que un pedazo de vidrio estaba cayendo desde la habitación de Kanda. Con eso no le tocó más que lanzar un suspiro y suponer que se le había ido la lengua, o que Yuu ya se había cansado de él y su palabrería que llevaba a todos lados menos al verdadero punto, o que…
La puerta principal se abrió, y por ella salió Kanda. Tenía Mugen en las manos.
Lavi con la sola imagen dio unos cuantos pasos atrás, estúpidamente tropezó con sus pies y calló redondo al suelo. Al parecer el fiscal había malversado las pruebas, el juez ya dio su sentencia y el verdugo estaba ahí para iniciar su ejecución. El escenario era simplemente horrible.
—Oye, no, Yuu así no se supone que serían las cosas.
—¿Cómo más querías que sean? Has venido a estas horas a burlarte de mí.
—¿Burlarme de ti? Yo no lo estoy haciendo, estoy intentando decirte algo y para ello estoy creando un camino.
—¿Querías que te mate? Porque esa petición te salió muy bien.
—No… —Mugen con presteza se puso a la par de la piel de su cuello—. Yuu esto me está dando miedo, saca el arma de mi garganta y hablemos como gente civilizada.
—Vete ahora, porque te juro que sino…
Lavi levantó en ese momento sus brazos en son de paz. Estaba rebatiendo entre la opción de darle una patada en la pierna a Yuu y hacerle perder el equilibrio, para así sacarlo de encima, o… rogar; rogar por un poquito de compasión.
—No me puedo ir ahora, porque luego no me atreveré a hacer lo mismo.
—Te he dicho que…
—Yuu, no me voy a ir.
—Entonces suéltalo. Te doy tres segundos.
—¡Es muy poco!
—Uno.
—Está bien, está bien, yo… como que… creo…
—Dos.
Por la forma en que el tiempo estaba jugando en su contra y… la reticencia de sí mismo para decir lo que debía, en el siguiente segundo se quedó totalmente en blanco. Sin saber orquestar ni una palabra coherente, siquiera una que se escuchase realmente.
—Y tres. Se acabó.
—¡No seas así! —El lenguaje corporal de Kanda, le decía que si bien no habría secuelas mortuorias, sí que le daría una paliza que le dolería mucho, pero mucho—. Yo… —Tomó un poco de aire—. Me gustas.