Primer rechazo
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Lavi se quedó hecho piedra. Se volvió una estatua de concreto, se… parecía a un conejo asustado, que se congeló en su mismo lugar a causa del pavor.
Y él, aun siendo una estatua, cuando llegó a compararse con ese animalito peludo; salió del hechizo. Porque… bueno, no era un conejo, además que al pensar en los parientes de la liebre, su mente se desviaba al hecho de que sí, él era comparado con ese animal, y que… dicho apodo fue dado por… Kanda. Y ese era un sobrenombre muy lindo, por cierto.
Siempre pensó que Kanda no era consciente del mote tierno, pero ahora, en ese preciso instante él…
—No. —ante el nerviosismo botó una risilla, que muy convincente no era, pero muy halagadora tampoco podía ser—. No estás hablando en serio, ¿verdad?
Kanda arrugó el entrecejo, y con esa mueca, le increpó que todo lo dicho era cierto, y le acusaba de idiota, también... semejante expresión podía ser interpretada como una amenaza de muerte. Algo así como un: «Voy a hacer que tú cometas el maldito seppuku, hijo de puta».
Sin lugar a dudas Yuu era un romántico.
—Te pregunto porque yo no creo algún día en mi vida estar interesado.
Y Lavi, por su parte, también era una persona muy dada a ser sutil y tener buen tacto.
Ambos eran un amor de gente, ¿eh?
—Bien. —Kanda respondió. Tenía las orejas sonrosadas, y al final de tan pequeña sentencia había un retintín incómodo. Lavi se hizo al loco, por supuesto.
—En serio, ¿todo bien?
Yuu no se dignó a decir más, y en cambio en-rectó aún más su espalda, y dio camino a… la dirección usual que tomaba para ir a su casa. Alguien que tuviera sus tornillos bien puestos lo hubiera dejado ir, y vería cómo arreglar las cosas cuando todo se haya enfriado lo suficiente —porque Lavi no estaba dispuesto a perder la facilidad de su presente, y hasta no quería derrumbar su precaria amistad— pero…
—¿A dónde vas?
—A mi casa.
—Pero no respondiste mi pregunta.
Kanda entrecerró los ojos, y a nueva cuenta pareció querer insultarlo. Esta vez como que lo hizo.
—Vete a la mierda.
Una risa absurda, maleducada, y realmente incontrolable sobresalió de la garganta de Lavi. Es que en serio, de tantas personas en este basto mundo, justo tenía que gustarle a Kanda. No a Lenalee, no a Allen, no a Arystar Krory o… el vecino de enfrente con el que compartía saludos en su rutina diaria. Sino a Kanda, señor malhablado, eterno ceño fruncido, el tipo que odiaba hasta el hecho de ser tocado. Al intocable Kanda. Vaya que si no fuera que… era él mismo, juraría que hasta hizo un trato sucio con el diablo.
Era una lástima que no se sentía nada dispuesto a corresponderlo. Ya que jamás le vio con esos ojos y… Bookman le colgaría de las bolas si decidía enfocarse en sus hormonas antes que en su éxito académico.
Así que…
—¿Lo puedo tomar como un sí?