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De cafés mañaneros y bailes nocturnos. por Raven Rotten

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Después de que dieran el alta a Itachi fueron directo al departamento del mayor. 
 
Sasuke no preguntó sobre las drogas, ni nada más. En cuanto a Itachi, sólo se limitaba a hablar por el celular y dibujar de vez cuando, ya que no podía tocar la guitarra. No, cuando el instrumento estaba hecho trizas en la basura. El menor de los Uchiha había tomado el cargo de amo de casa mientras cuidaba de que su hermano no hiciera mucho esfuerzo mientras se recuperaba de la sobredosis. 
 
Los días eran callados, adornados por leves palabras intercambiadas, para preguntar o indicar algo. Temían a la luz del sol como vampiros. 
 
Y en las noches, el sonido de besos humedos tocaban su orquesta, bajo el manto estelar y la fria noche, protegiendo sus besos en la oscuridad. 
 
En los días, Itachi se veía cada vez más fuerte y con mejor estado anímico. Mientras él se recuperaba, Sasuke entraba en la confianza de besarlo cuando el astro rey aún gobernaba el día, haciendo que los ánimos de si hermano mejoraran cada vez más. 
 
Sasuke no volvió en varias semanas al departamento que compartía con Sakura. No importaba, si volvía, la Haruno lo mandaría a cuidar de Itachi. 
 
Y, por supuesto, ninguno de los hermanos mencionó las nupcias de el Uchiha y la Haruno. Se perdían en sus noches besadas y los días ruborizados. 
 
Tampoco llamaron a sus padres, para contarles sobre lo ocurrido, no era necesario; ellos ya estaban bien juntos. 
 
– Sabes que temo a las alturas. – Murmuró Sasuke. 
 
El reloj de muñeca de Itachi daban las diez y doce de la noche, corría una brisa tibia y agradable, típica de noche veraniega. La azotea nadie la visitaba, sólo ellos de vez en cuando iban arriba, tirando un colchón de esponja, acostados y abrazados. Miraron el paisaje que se cernía frente a ellos, se dieron un pequeño beso, Itachi lo arrinconó contra la baranda, le dio un beso más, lo dejó sentado, lo abrazó y le gritó sus sentimientos en un silencio pasional. 
 
– Lo sé. 
 
– Pero... 
 
– ¿Pero...? 
 
– Pero aquí, en tus brazos calientes, me siento resguardado, más que cuando era un bebé y mamá me abrazaba. 
 
– ¿Tanto así? 
 
– Tal vez más aún. 
 
El calor de la noche combinaba a la perfección con los besos tibios que Itachi daba a la boca mimosa de Sasuke, dando paso a las caricias ardientes bajo la camisa abotonada del menor. 
 
Cuando la mano de Itachi pasó por unas marquitas blancas, Sasuke lo detuvo, parando sus labios y su mano. 
 
– Tengo estrías. – Trató de justificarse Sasuke por ese defecto en la piel de su cadera. 
 
– Las estrías de tu cuerpo son para que mis manos no se pierdan al tocarte... – Itachi amó el rubor de su hermano al justificar esas aberturas blancas. 
 
Parte de los muslos, brazos y caderas de Sasuke tenían estrías por la rápida perdida de peso que habia tenido durante un tiempo. Peso que aún no lograba recuperar del todo. No obstante, Itachi amaba pasar su dedo por esas marquitas, cuando se despertaba antes que él y dormía dándole la espalda, con una pierna sobre las frazadas, con el pantalón a la cadera y la polera levantada, mostrándoselas para su deleite. 
 
– ¿Me hablarás como poeta? 
 
– Tal vez. 
 
– ¿Me dedicarás el Poema 20?
 
– ¿Prefieres que te recite a Shakespeare? 
 
Sasuke se rió, enredando en su dedo el mechón negro de sus hebras laceas. 
 
– No, prefiero que me quieras un ratito... 
 
– Puedo quererte ratos largos, si así lo prefieres... 
 
– Sí, eso estaría bien... 
 
Sasuke relajó la mirada, pasando un dedo por el cuello de su hermano, tocando un lunar que habia cerca de la yugular, haciéndolo suspirar. 
 
– Quiero besar ese lunar tuyo... – Susurró Sasuke. 
 
– ¿Qué te detiene...? – Itachi susurró igualmente. 
 
– Qué podría morderlo.
 
– No le veo el problema a eso. 
 
– Pero, después, querré más que besarte el lunar y esperare tus besos en mi cuello también... 
 
– No esperarás mucho... 
 
– Puedo verte las intenciones... 
 
– Quizás sea mi mente perversa o tú que me provocas... – Sonrió Itachi. 
 
Se abrazaron íntimamente, rodeándose con los brazos, pegando sus cuerpos jadeantes y rozándose los labios. 
 
– ¿Me harías el amor, Itachi? 
 
– Te lo haría y te lo daría. 
 
La noche, en ese departamento de diseño occidental, se hicieron cantar gemidos y risas pasionales. Sasuke tocó las estrías que Itachi tenía en la cadera e Itachi tocó las que él tenía en sus muslos suaves. 
 
No hubo mordidas, sino simples besos que se volvieron succiones que al día siguientes serían estrellas violetas. 
 
Sasuke sintió su cuerpo regodearse en las sabanas, dejándose mimar, sintiendo el paraíso entre sus piernas, arqueando la espalda y sollozando de vehemencia. 
 
Mientras que Itachi, sintió que su cuerpo recogía fuerzas, su corazón volvía a danzar apasionado, olvidando que habia un mundo triste afuera, liberando su cuerpo del estrés, sintiéndose protegido entre las piernas de Sasuke. 
 
 
 
∵◈∵
 
 
 
 
La piel de la cadera curvada brillaba y sobresalían esas raíces claras en ellas. Itachi pasó de manera imperceptible su dedo por aquellas marquitas, lentamente fue yendo hacia atrás, acercándose al lugar donde anoche se sintió acogido y lujurioso. 
 
– Estás calentito... – La voz de Sasuke le supo a como té templado en una mañana fría. – Me haces cosquillas. – Y su risa, la miel para endulzarlo. 
 
– Gracias por dejarme dormir entre tus piernas.  – Su mano pasó al muslo claro de la pierna de Sasuke, que descansaba fatigada encima de su cadera. – Son tranquilas y protectoras. 
 
– Son tuyas, si las quieres. 
 
– Sí, las quiero. 
 
Tantos años, tantos, esperando esto. Esperando compartir un piso, una habitación, una cama, un amor. Mirándose la cara, los ojos, los labios felices, los pómulos ruborizados. 
 
Se sentían a salvo y, desde anoche, olvidaron que afuera del departamento 126 del edifício Vodka à l'orange, habían guerras, habían muertes, sustos y prejuicios. 
 
Sólo estaban ellos, juntitos y estrechados, estaban las sábanas claras, estaban las paredes sepia, estaba el piso marrón, estaba el ventanal, estaba la azotea vacía, estaba el sofá largo, las cortinas oscuras y las tazas de cafés sobre la mesa. 
 
– Es lindo estar contigo, es como vivir en un barrio con árboles. – Habló Sasuke, mirando su café en esa tacita blanca que siempre le pareció tan mona, apoyándose en la curvatura del cuello de Itachi. 
 
Sintió como su hermano, tocaba levemente su brazo, mientras tomaba de su café negro. 
 
– Con tus simples palabras me endulzaste el café. – Rió Itachi. 
 
Las tazas estaban vacías en la mesa de centro, el ventanal abierto dejaba entrar la tibia ventisca de verano, había un casete puesto en esa antigua casetera que Itachi tenía. 
 
Una voz gruesa, de una mujer triste, allanaba el silencio del departamento y ellos, enamorados, cantaban la letra a susurros rosas. 
 
«En cambio, si tú me cantas... Yo siempre vivo y nunca muero...»
 
 
– Itachi... 
 
– Dime, bebé. 
 
– Te amo. 
 
Itachi suspiró enamorado, cerrando los ojos. 
 
– Yo también, aunque la razón me queme y la consciencia me llore, te amo, con todo el corazón, te amo, Sasuke. 
 
Ahora fue Sasuke quien lleno su pecho de aire y cerró sus ojos, estrechando el cuerpo enamorado de su hermano con el suyo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
Notas finales:

 



Es cortito, muy cortito, pero es dulce y es casi una fantasía, es como la calma antes de que empiece una tormenta.



 



Mientras escribía esta cosita, veía Neruda, una peli de Pablo Larraín, y es muy buena ctm la cagó. Y pues, en la peli, salía un personaje que canta esta canción, la Martiniana, y me quede enamorada de ella ctm?


 



Se despide: El Cuervo Podrido. 


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