Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Au Bord De L'Abîme por HarukaChan

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El chico de cabellos cenizos se encontraba en esos momentos caminando hacia la oficina del “padre” de la Port Mafia, todo para poder reportar lo ocurrido momentos atrás con el “asesino de sombras”, Dazai Osamu. Sabía perfectamente que ese poderoso hombre no estaría feliz con lo que había ocurrido… después de todo había sido justamente Mori Ougai, quien le había pedido tener sumo cuidado para no ser visto por nadie ajeno a su familia. Definitivamente iba a reprenderlo, debido a eso, en su rostro solo podía haber una expresión de tristeza, nostalgia… y un profundo miedo a volver al abismo del que esa organización lo había sacado.

— ¿Qué diablos te pasa? Si vas a ir a ver al jefe con ese rostro, mejor ni  te molestes en entrar —la voz de Akutagawa resonó desde sus espaldas. El azabache nada más se había desviado unos momentos para asegurarse de beber algo de agua y tomar un bocadillo, había tenido que salir tan deprisa que ni siquiera había podido disfrutar de la merienda que los subordinados habían preparado para él.

El peligris simplemente no respondió, manteniendo su mirada baja, fija sobre la alfombra de color rojo y bordes dorados que guiaba el sendero hacia la puerta doble de madera, la misma que representaba el portal hacia su perdición… Nunca antes había tenido miedo de entrar a ese lugar, pues Mori siempre era amable y comprensivo con él, casi tanto como lo era con la pequeña niña que jugueteaba siempre a su alrededor: Elise—. ¿Me van a echar? —logró preguntar, quedándose a un par de metros de ese enorme portal.

La espera por la respuesta del menor, casi lo había sacado de sus casillas, y es que el de orbes plateados no era conocido por ser un individuo lleno de paciencia. Al contrario, explotaba con facilidad, y casi siempre llevaba el ceño fruncido. Odiaba las bromas y su sentido del humor era casi nulo… Y, sin darse cuenta…había empezado a ser un poco más tolerante con el peligris por un lado, pero por otro, seguía sintiendo ganas de abofetearlo cada vez que dudaba sobre la razón de su existencia. Es que… Maldición, Atsushi tendría la Port Mafia a sus pies si usara su poder al 100%.—. ¿De qué diablos hablas? Simplemente apresúrate a reportarle lo ocurrido, para saber cuál será nuestro proceder a partir de ahora. No era imposible que fueses descubierto en algún momento, más bien ese monstruo no había prestado la suficiente atención antes.

—Pero… No se suponía que yo me enfrentara a él… Hice prácticamente todo lo que se me había ordenado no hacer, todo en un mismo día… —se negaba a levantar la mirada ¿cómo podía? Si en esos momentos no era más que un idiota que había caído en una completa trampa por parte del famoso detective. Como un miembro de la Port Mafia tenía que mostrar su verdadero arrepentimiento ante los líderes… o por lo menos así lo veía él, que después de tantos años aún no comprendía lo importante que resultaba para la organización.

Akutagawa gruñó y sin aviso alguno le soltó un puñetazo en la cara a Atsushi, que fue lanzado hacia atrás, golpeándose con la pared, y deslizándose por esta hacia el suelo—. ¡Ya guarda silencio! ¡Ve a solucionar tus malditos problemas por ti mismo! ¡Tsk! —chasqueó la lengua con el ceño totalmente fruncido y su mirada platinada iluminada por la indignación que le generaba aquel comportamiento en el dueño del tigre. Ese estúpido chico que había sido bendecido por una habilidad increíble, y, que  además, había nacido con un cuerpo lo suficientemente fuerte como para soportar tal carga.

El peligris se quedó en shock… por casi un minuto completo estuvo mirando al suelo con la mano sobre su mejilla. Aquel golpe había dolido en demasía… claro, no en el ámbito físico sino emocional. Ahora había hecho cabrear a Akutagawa… Sin embargo, todo lo que había dicho era lo que realmente sentía y no podía cambiarlo. Por un momento sintió ganas de llorar con mucha fuerza, no obstante, ninguna lágrima brotó de sus orbes. Dejó caer su mano hacia el suelo, pero esta fue detenida por el tacto de algo suave, la cabeza de Byako se había asomado desde el suelo, inevitablemente una sonrisa repleta de ternura se formó en sus finos labios—. Ya no estamos solos… Es verdad, tendré que disculparme nuevamente con Akutagawa cuando lo vea —y es que él debía dejar el pasado en el pasado, pues ya el niño cubierto de heridas y desnutrido no existía en ese mundo.

El azabache se había encaminado en sentido contrario del pasillo, liberando desde sus labios sonidos parecidos a unos gruñidos animales. Incluso él tenía un límite para su paciencia, y cada vez que Atsushi entraba en ese modo depresivo innecesario, era tentado a quitarle esa vida tan “mala” en la que moraba. No podía creer que alguien que poseía una sombra tan poderosa, tuviese tiempo para dudar de sí mismo. Pues incluso él que no reconocía la fortaleza de nadie más, podía decir con seguridad que no había nadie tan fuerte como Byako—. Es realmente un desperdicio —lanzó, sin darle importancia a nada más. Continuó su camino, sin siquiera mirar por un momento hacia atrás. Esperaba que aquello le hubiese servido de calmante al contrario, por lo menos para hacerlo despertar de esa pesadilla del pasado en la que vivía sumergido.

 

Con la ayuda de Byako, Atsushi terminó por ponerse de pie nuevamente… Respiró con lentitud y se dirigió hacia la puerta, tocó primero, dejando que su mano se deslizara hacia el sensor de huellas. Al ser reconocido las puertas se abrieron para él, la sala estaba iluminada por la tenue luz de la luna que se filtraba a través del ventanal principal que daba hacia afuera —ventajas de estar en el piso más alto de uno de los mejores edificios de la ciudad— en la parte central de la habitación y dando hacia al frente se encontraba el enorme escritorio de madera de roble que pertenecía al líder, y más allá, casi al otro lado de la habitación un sillón de terciopelo rojo.

— ¿Sigues vivo, Atsushi? Pensé que seguramente Dazai había acabado contigo~ —murmuró la pequeña niña de cabellos rubios y grandes orbes azules. Elise estaba totalmente entretenida dibujando a Byako desangrándose en el suelo y a su contratista ahorcado junto a él. Sabía que se veía adorable para Mori en esos momentos, pues no le había quitado la vista de encima desde que se había puesto ese amplio vestido rojo con encaje negro y un adorno en forma de rosa en su cabello, que hacía juego con su vestimenta.

—Espero tengas una buena explicación para tal descuido, no puedo creer que un miembro tan antiguo de la Port Mafia haya cometido un descuido tan grande —y allí estaba el tan temido  Mori Ougai, líder de la Mafia Portuaria, que se encargaba de velar por esa ciudad que debía  mantenerse bajo su total control. Su cabello negro estaba debidamente arreglado con una coleta justo por encima de su nuca y sus orbes rojizos brillaban levemente. En esa ocasión su gabardina negra estaba guindada, y solamente llevaba una camisa de botones blanca que hacía resaltar su corbata azul.

—Yo no tengo justificación, señor… Caí en su trampa y fui descuidado al alimentar a Byako… Y… Yo lo siento, de verdad, lo siento mucho… ¡No quiero que me echen de aquí! —apretó sus manos… Formando un par de puños y cerró sus orbes con fuerza, manteniéndose siempre cabizbajo. Su corazón golpeaba ansioso contra su pecho e inevitablemente temía por su futuro… nada más pensar que terminaría nuevamente en la calle, lo hacía querer llorar como un niño. Él que conocía lo más profundo de la soledad, deseaba olvidarla completamente… Volver a ella no era una opción.

— ¿Qué se supone está diciendo Atsushi, Mori? Estoy escuchando un zumbido molesto en mis oídos —se burló Elise mientras sonreía ampliamente. Había muchas cosas que le eran desconocidas, pero si de algo estaba segura era de que el pelinegro no echaría a nadie de la Port Mafia, es que nada más recordaba todas las veces que Akutagawa había fallado contra Dazai, y aún seguía allí.

—No lo sé, ciertamente está diciendo algo estúpido —aseguró el pelinegro mientras su expresión cambiaba a una de completa tranquilidad, relajó su mirada  antes de golpear suavemente la mesa para que el peligris subiera la mirada. Lo que había ocurrido esa noche era un encuentro que en algún momento tendría que darse, pues ya habían pasado cuatro años desde que ese niño había llegado a sus manos, considerando eso, debía admitir que Dazai había permanecido completamente ignorante durante más tiempo del que había supuesto en un principio.

—Pero… —quiso responder pero fue callado con el dedo del mayor, que le dictaba una sola palabra “silencio”.

—Creo que hemos tenido esta conversación en el pasado, la Port Mafia no abandona a sus miembros, sin importar nada ¿Entendido? —esperó a que el menor asintiera para continuar. Después de todo, parecía un cachorro asustado en esos momentos—. El hecho de que te hayan descubierto no es el fin del mundo, sin embargo, confrontarlo fue un terrible error. Si Akutagawa no hubiese intervenido ese hombre te hubiese llevado a la estación de policía, y bien sabes lo problemático que es rescatar a alguien de ese lugar —hablaba con tranquilidad, incluso se había recargado en el espaldar mientras dejaba que sus manos reposaran sobre la mesa—. En fuerza podría decirse que tienes el poder más monstruoso entre todos los miembros, pero, también eres el que posee la mayor inseguridad. Quiero que trabajes en tu autoconfianza, porque ahora que ese hombre sabe de tu existencia, no querrá dejarte en paz.

—Sí… Lo siento, muchas gracias, señor —murmuró el de orbes amarillos con una muy leve sonrisa, el saber que por lo menos tenía una cama asegurada para los siguientes inviernos lo hacía terriblemente feliz… No obstante… no podía bajar su rendimiento, debía demostrar que era un alguien en el que podían confiar, no nada más una carga a la que siempre alguien debía rescatar… Debía probar su valía de alguna manera o por lo menos hacer algo que le diera el derecho de estar vivo.

—Mori, parece que no ha comprendido del todo lo que le estás diciendo —señaló la pequeña Elise mientras se acercaba hasta el líder para dejar la hoja con el dibujo encima de su escritorio. Una risa inocente escapó de sus labios a la vez que se daba la vuelta para dirigirse hacia el sillón de terciopelo en el que se sentó sin mucho problema.

—Parece que es de esa forma, Elise-chan~ —con calma se levantó de su asiento hasta ponerse frente al menor que simplemente lo observaba con ansiedad. No era diferente al niño que había llegado 4 años atrás tan inseguro y temeroso como lo recordaba—. Creo que no es necesario que lo repita en cada ocasión, pero tú eres parte de esta familia, así que no tienes que preocuparte de ser abandonado de nuevo. Mientras no traiciones a la Port Mafia, siempre tendrás un hogar al cual volver, incluso si cometes los mismos errores vez tras vez —palmeó la cabeza ajena una sola vez, antes de darse la vuelta y caminar hacia la rubia—. Elise-chan~ probemos otros vestidos —pidió, siendo recibido por un puchero y un grito suave de: “¡No quiero!” era terriblemente adorable.

Inevitablemente se quedó plantado allí, con el corazón casi en la garganta… Era realmente algo atemorizante tener al líder de la organización allí… no obstante, como siempre ese hombre era tan amable y paciente con él como si se tratase de un padre. Un par de lágrimas resbalaron de sus orbes ante la caricia, pero se apresuró a limpiarlas, no queriendo ser visto ni por la niña que siempre se burlaba de su mala suerte ni por el hombre que le había dado la oportunidad de ganarse un lugar en la vida—. De verdad lo agradezco, yo nunca traicionaré a la Port Mafia —sentenció, antes de darse la vuelta para caminar de regreso al pasillo.

— ¡Oh! Casi lo olvidaba, Atsushi. Ten mucho cuidado con Dazai Osamu, no es un hombre común y corriente, ya debiste haberlo notado. También deberías disculparte con Akutagawa, el pobre incomprendido estuvo a punto de sufrir un colapso nervioso cuando Elise-chan le avisó de tu situación —casi pudo ver cómo el sonrojo se extendía por el rostro del menor, que por un momento se había volteado a verlo de reojo. Le parecía realmente graciosa la situación, pero no seguiría prestándole más de su atención. Las agujas del reloj empezarían a girar de ahora en adelante, y el tigre tendría que decidir hacia qué lado se inclinaba su balanza.

Con un “Bien” dicho en un murmullo el menor se dispuso a abandonar el recinto.

—Mori malcrías demasiado a ese chico, por eso es que no ha cambiado desde que llegó. Tanto Akutagawa, Chuuya y tú… Hasta yo. De esa manera, nunca veremos al tigre dominar la selva y la sábana, derrocando al león —la ojiazul sonreía ladinamente mientras fijaba esos zafiros en el rostro ajeno, que parecía complacido—. ¿Ya lo habías pensado?

—Claro que sí. Atsushi trabajará mejor bajo presión, si lo forzamos a enfrentarse contra Dazai, de un momento a otro su habilidad podría exponerse al cien por ciento. Ni siquiera nosotros somos capaces de saber cuán lejos llegará esta excepción, además, hay otro punto a considerar ¿cuánto tardará en abrirse su propia tumba? Tú lo sabes, yo lo sé, pero al final para nosotros la vida es una cuerda floja, un paso en falso y caeremos al abismo que originó nuestras mismas existencias —comentó el mayor, recibiendo una risa por parte de la niña. Era realmente adorable.

 

Por su parte el peligris había empezado a caminar por los pasillos hacia su habitación, en esos momentos no tenía la voluntad para enfrentarse a Akutagawa y tener que pedirle perdón… Después de todo lo había golpeado, y aún le dolía la mejilla—. De verdad que recibir su amor duele —refunfuñó, antes de levantar la mirada por el sonido de un silbido. Justo allí frente a él se encontraba su superior; Chuuya Nakahara, con las manos sobre sus caderas y  ese sombrero que tanto lo caracterizaba.

— ¿A dónde crees que vas sin antes hablar también conmigo? Mira que intentar escaparte, tienes agallas —aseguró el pelinaranja con el cabello atado en una coleta. Llevaba puesta una camisa blanca de botones con un chaleco de color negro que hacía juego con los pantalones y con los botines que llevaba. Sus orbes azules brillaban con levedad.

—Iba a descansar… Lo siento, por haber sido descuidado —sonrió levemente ante la mirada que el contrario le dedicó, y pronto fue arrastrado hacia un abrazo. Era extraño por parte del mayor tomarlo de esa forma justamente en el medio de un pasillo, donde todos podían verlos.

— ¡Diablos, Atsushi! ¡Me tenías realmente preocupado! Si algo te ocurría, Mori seguramente iba a reprenderme tan severamente que me haría rogar misericordia ¡Piensa en mi seguridad! —aseguró, moviendo al menor desde los hombros. Luego simplemente lo soltó, carraspeando con suavidad—. Volviendo al tema principal, ¿crees que sea imposible para ti enfrentar a ese monstruo?

Por un momento el ojiamarillo sintió que sus orbes empezaban a dar vueltas, y al ser soltado su expresión cambió a una de frustración. El pelinaranja era realmente un ser extraño, pero era una buena persona que siempre se preocupaba de que tuviese todo lo necesario para estar tranquilo. Desde el inicio de sus días como mafioso había estado bajo el mando de ese chico, tanto él como Akutagawa, aunque ambos habían estado en diferentes niveles—. Lo siento, pensaré en tu jubilación la próxima vez.

Lo normal era que el menor saliera completamente deprimido de la oficina del líder, pero en esa ocasión se veía bastante bien… Tal vez era su imaginación pero en la mirada del contrario parecía haber una extraña luz que no reconocía… Simplemente sonrió ladinamente, antes de rodear los hombros de Atsushi con su brazo—. Vayamos a comer algo mientras me cuentas cuál fue tu impresión sobre Dazai.

— ¿Eh? Supongo que está bien, muero de hambre… —aquello no era precisamente lo que necesitaba, estaría feliz en esos momentos con ir a su habitación y recostarse en el suave pelaje de Byako, pero comer era una de sus actividades favoritas, además que era inútil decirle que no al contrario, de igual forma lo hubiese arrastrado al comedor como siempre hacía—. Sobre Dazai, pues es un hombre particular, mi encuentro con él fue realmente extraño… Bueno, supongo que era raro en muchos aspectos.

Chuuya no pudo evitar sonreír ladinamente, con el tiempo había aprendido que al peligris había que tratarlo como un niño para obtener resultados, nada ganaba con presionarlo, debía dejar que él hablara por sí mismo… que abriera su pensamiento hacia los demás miembros. Sin embargo, casi nunca hablaba de sus problemas a menos que Q o Kyouka estuviesen por allí. Ambos eran los miembros de menor edad en la mafia, pero no por ello no eran de temer. Al contrario, era justamente por lo destructivo de sus poderes que los mantenían en un área aislada donde no estuviesen sometidos a ningún estrés—. Sí, lo es. Siempre lo ha sido.

— ¿Conoces a Dazai desde hace mucho? —la curiosidad ya lo había vencido antes de poder callar su lengua, bajó suavemente la mirada, creando nuevamente la abertura entre sus cuerpos para impedir que el brazo ajeno siguiera estando por encima de sus hombros. No le molestaba, sin embargo, la cercanía se le hacía un tanto incómoda cuando era por demasiado tiempo.

—Desde la universidad —no pudo evitar sonreír ante la sorpresa del contrario, y tampoco se quejó cuando éste se separó de su agarre. Era natural, pues el menor casi siempre estaba a la defensiva, signo del hambre y las dificultades que había pasado desde pequeño. A diferencia de él, que podía ser considerado como un “bendecido” desde la cuna. Y sin embargo, luego de haber quedado huérfano había optado por explotar el talento que era suyo y de nadie más: su  sombra—. Sí, ambos estudiamos durante los primeros años. Él luego se retiró para hacerse un nombre como detective independiente y yo me uní a la Port Mafia.

—Eso no me lo esperaba. ¿Por qué decidiste unirte a la mafia? ¿Eras buen amigo de Dazai? Ese hombre no parece del tipo que pueda hacer amigos con facilidad.

—Porque era lo más divertido —sin esperar por el menor había empezado a caminar, siendo seguido de inmediato por Atsushi que siempre le prestaba mucha atención a sus historias del pasado. Era evidente que esa no sería la excepción—. Éramos mejores amigos, él solía molestarme todo el tiempo pero siempre que estaba en problemas podía contar con él. Es una persona realmente fiable, no obstante, crecimos… Tomamos caminos diferentes, y nos reencontramos, esta vez en lados opuestos de la justicia.

—Pero la justicia en este mundo es relativa ¿No? Sobre todo porque la justicia siempre está en contra de las excepciones y las criaturas de las sombras, incluso cuando ellas son las víctimas de los humanos normales. Por eso, a mis ojos, el único lugar seguro y justo es la Port Mafia. Desde que nací fui repudiado, odiado, juzgado, incluso a veces me pregunto si realmente está bien para alguien como yo estar vivo. No obstante, me siento feliz aquí con todos, hasta he llegado a creer que mi existencia no está realmente mal —una sonrisa leve apareció en su rostro mientras ladeaba el rostro con suavidad. Era verdad, el frío que siempre sentía al dormir sobre el suelo había sido sustituido por la calidez de una cama hacía cuatro años. No había sido la policía quienes lo habían rescatado, los que le habían dado una razón para vivir eran precisamente los villanos de esa ciudad.

—Claro que es relativa —escuchó atentamente al contrario e inminentemente se sintió molesto—. Simplemente deberías olvidar el pasado, Atsushi. El niño que mendigaba un pedazo de pan no debería existir en este mundo ya.  Si no me equivoco, Mori te lo ha dicho también en varias oportunidades, hasta Akutagawa ha mencionado lo mucho que le molesta tu actitud depresiva. En algún momento el pasado tendrá que quedar en el pasado —sentenció estirando su mano para acariciar la cabeza ajena, deteniendo su paso por unos segundos antes de continuar.

Atsushi se quedó en silencio unos momentos, observando la espalda que se alejaba de él, y casi por inercia se apresuró a seguirlo más de cerca. No quería ser dejado atrás nunca más —Lo intentaré —comentó con una sonrisa. El lugar que era conocido por ser la fortaleza impenetrable de la Mafia Portuaria, era también un cálido hogar lleno de buenos momentos. Tenía la calidez de la que carecía el mundo exterior, donde había tenido que pasar interminables inviernos acurrucado en algún rincón del orfanato o incluso en la calle. Aun si todos en su nueva familia le pedían que olvidara, él no podía hacerlo. Su memoria y su corazón no podían dejar ir esa terrible experiencia.

—En algún momento la vida te obligará a avanzar, son cosas que aprenderás con el tiempo, así que no te sientas obligado a hacerlo. Claro, si lograras tener mayor confianza en tu habilidad, Byako ganaría todavía más poder del que tiene, y eso nos serviría de mucho ¿No piensas igual?

—Lo hago… Quiero hacerme más fuerte para estar a la altura de todos aquí —vio al mayor negar con uno de sus dedos y declarar: “Esa no es una razón de peso, tienes que quererlo para ti mismo. Debes ser egoísta y querer superarnos a todos, de otra forma no podrás protegernos”Aquellas palabras lo hicieron caer en cuenta de lo débil que era, pero Chuuya estaba en lo cierto… ¿cómo podía él ayudarles? Cuando tanto Akutagawa y Chuuya lo superaban por mucho… Era débil, era inútil… si eso no cambiaba su vida perdería completamente el significado.

—Ya lo estás pensando demasiado de nuevo —aseguró el pelinaranja con seriedad, dedicándole una mirada de reojo. Las huellas dejadas en un niño eran difíciles de borrar, más cuando el corazón de esta era tan blando y puro como el del peligris. Era ese, uno de los rasgos que lo diferenciaban completamente de Akutagawa, quien había matado a su “yo” del pasado y a todo aquel que en ese entonces lo miró desde arriba.

—Lo siento —de inmediato se disculpó mientras se frotaba la nuca, avergonzado. Cuatro años habían sido suficientes como para que el mayor descubriera sus malas costumbres. Su sexto sentido se activó, provocando que volteara justo al momento en que Ozaki Kouyou lo abrazara y empezara a frotar el rostro con su cabello—. ¡Eh! ¡No ataques a la gente de esa forma!

—Hoy también estás adorable, Atsushi~ —la alta mujer de cabellos rosados y orbes violetas abrazaba al menor con suavidad. Tanto él como Kyouka eran sus consentidos en la oficina principal, Q no se quedaba atrás pero el pequeño niño podía ser el demonio cuando algo le molestaba. Por eso, ella también mantenía la distancia para no hacerlo cabrear—. Me contaron que te encontraste con Dazai, es un alivio que no hubiese dañado tu rostro.

—Para con eso, además ¿qué hacen este par fuera? —Chuuya dirigió su azulada mirada hacia los dos chicos detrás de la molesta mujer; uno era Yumeno Kyusaku, mejor conocido como Q y la otra era Kyouka Izumi. Ambos los dos casos especiales de la Port Mafia, cuyo poder era tan inestable que lo mejor para la isla y para ellos mismos era dejarlos dentro de ese edificio e impedir que por algún error fuesen a salir al exterior, una masacre podía generarse en cualquier momento por ellos.

Q lucía su cabello mitad blanco mitad negro y unos singulares ojos con pupilas diferentes, entre tanto Kyouka llevaba el largo cabello atado en dos coletas hacia al frente y unos ojos celestes brillantes. Ambos simplemente se mantenían sonriendo.

—Jejeje —Atsushi tuvo que soltar una risa algo forzosa, y apenas pudo liberarse del agarre de Kouyou, se apresuró con los menores, sonriendo con tranquilidad. Rara vez podía pasar tiempo con ellos fuera del recinto en donde los tenían recluidos, aunque claro, ese lugar parecía más una ciudad en miniatura que una prisión de alta seguridad para dos chicos—. Ya que estamos todos reunidos, vayamos a comer juntos —su mirada no pudo evitar desviarse hacia el final del pasillo, donde cierto pelinegro con mechones blancos se dirigía también hacia el comedor. Era una buena señal.

—Atsushi —Kyouka buscó la mano del peligris, dedicándole una pequeña y discreta sonrisa. Sin que Atsushi lo supiera todos estaban reunidos para celebrar por una única razón: que estuviese vivo.

—Me muero de hambre, apresúrense —llamó Yumeno, jalando al tigre por el brazo. En ese lugar donde todos eran monstruos, podían comer, reír, y simplemente hablar de trivialidades. Dentro de la Port Mafia, todo era como un sueño para las excepciones como ellos. Sin embargo, el mundo exterior lo llamaba, la destrucción, el caos, imaginar a esos ignorantes humanos pedir clemencia o matarse entre ellos. Nada más pensarlo, un escalofrío de placer recorría su infantil cuerpo.

—Bueno, qué más da, ¡Vayamos a beber! —terminó por concluir Chuuya, encaminándose nuevamente hacia la entrada al comedor. Rara vez coincidían todos, por eso aceptaría que por esa vez, divertirse no estaba mal.

 

 

Mientras en la Port Mafia los miembros se disponían a celebrar una cena, lejos de allí en la estación de policía cierto detective se encontraba recargado en la silla del escritorio, con los pies sobre este y un lápiz balanceándose sobre su nariz. El encuentro con el tigre había generado un sinfín de dudas, y tan pronto había pisado el edificio policial había puesto a todos a trabajar para buscar el origen de esa excepción. Increíblemente nada había aparecido hasta esos momentos.

— ¿Pudiste comunicarte con Ranpo? —preguntó casi molesto el detective. Odiaba no tener respuestas, pero odiaba más ni siquiera poder formular una teoría acerca de ese chico. ¿Cómo diablos a todos se les había pasado por alto una excepción de esa magnitud? No tenía ningún sentido para él.

—Sí, pero ha dicho que está con Fukuzawa y que se niega a hacer cualquier trabajo en su día de descanso, ha dicho: “¿No es ese el campo de Dazai? Que lo resuelva por sí mismo” —aseguró Kunikida con una leve sonrisa—. Todavía no puedo creer que ni siquiera hayas traído una prueba de su existencia más que tu mugroso estado y esos pelos.

—Silencio, estoy pensando —por actitudes como esa, era que debía tener a Ranpo cerca, solamente le lanzaría un poco de halagos y este le daría lo que necesitaba: su ultra deducción. Para un hombre que no era una excepción, el detective era todo un especialista en resolver casos con una efectividad de un cien por ciento. Nunca había visto al contrario equivocarse, pero más allá de una mente brillante, su actitud dejaba mucho que desear.

—Si nos dieras alguna pista podríamos trabajar más rápido, pero ni siquiera sabemos de dónde llegó ese chico a la isla o si nació aquí. Hay un millón de posibilidades, y tú no nos ayudas en nada a reducirlas —aseguró el rubio, subiéndose los lentes con dos de sus dedos. No obstante, nunca había visto una mirada tan seria en el castaño, por eso sentía curiosidad por ver a la excepción que había causado tal reacción en él. ¿Qué tan fuerte era ese tal Atsushi? No estaba seguro, pero debía ser especial para que justamente el loco de los suicidios se interesara por él.

Puso su diestra con la palma hacia arriba y la mano izquierda la cerró en un puño para golpear la primera—. ¡Ya veo! Kunikida empieza a buscar los registros de orfanatos en esta isla y en todos los lugares cercanos a ella. Por un momento casi olvido cuál es el lugar para las excepciones —obviamente se refería a que los niños eran abandonados apenas manifestaban su naturaleza, porque en el mundo los humanos le temían a lo desconocido, él mismo había sido repudiado muchas veces, y ahora, esas mismas personas clamaban por su ayuda y lo financiaban para que fuese en contra de los de su misma naturaleza. Irónico ¿no?

El rubio soltó un suspiro de exasperación—. No puedo creer que esta isla cuente contigo para ser el héroe —comentó. Era increíble la capacidad del castaño para hacerlos sentir insatisfecho, si tan solo se tomara el trabajo en serio… eso definitivamente no ocurriría. Ese hombre era todo un raro, por supuesto que tanto como pudiese buscaría cosas de su misma naturaleza extraña.

—De todas maneras yo no estoy buscando ser un héroe para ellas —el castaño mantenía una sonrisa relajada mientras dejaba que el lápiz cayera al suelo—. ¿Qué esperas? Necesito pronto los resultados de tu trabajo, también empezaré a trazar un plan para capturar al tigre. Si logramos obtenerlo, tengo el presentimiento de que muchas cosas acerca de las sombras van a empezar a tener sentido <> terminó la frase mentalmente, sabiendo que lo único que le impediría obtener al peligris sería Akutagawa. Por lo menos eso creía.

—Pareces realmente emocionado con esto, es repugnante —aseguró el hombre de mirada severa al notar la sonrisa soñadora que había aparecido en los labios de Dazai.

—Sí, es como haber encontrado la llave de la caja de pandora —una leve risa abandonó sus labios, dejando que el contrario se retirara. Su plan original empezaba a tomar forma, y con cada paso llevaría a la isla entera Al borde del abismo.

 

 

Los ojos indiferentes del mundo se han hecho ciegos.

Esos oídos no pueden escuchar sus gritos de auxilio.

Las manos que no pueden ayudar a levantar a nadie.

Y la boca que simplemente guarda silencio.

En el zoológico un enorme tigre se frota contra los barrotes de su prisión.

Atrapado, obligado, alejado de la gran selva que amaba.

El tigre está llorando, pidiendo clemencia, pidiendo libertad.

El tigre aprendió lo que era el odio.

Todos disfrutan del espectáculo, aplauden, ríen.

El animal salvaje ruge de frustración, más nadie teme.

Abandonado por la libertad, ha decidido resignarse.

Un hombre le ha dado la libertad, un disparo en su cabeza.

El tigre sigue debatiéndose, la oscuridad le ha sonreído.

“Bienvenido al mundo de las sombras”

Susurraron las penumbras.

 

 

 

Notas finales:

*Mi regalo de semana santa, después de tanto (?) 

 

*Nuevamente agradezco a todos los que siguen la historia, y a mi beta, que sin ella, no sería igual nun 

 

*Siempre leo sus reviews así que no se contengan al querer mandarlos~ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).