A pesar de que Brook se negó a regresar a la casa las cosas habían mejorado. A menudo me quedaba a dormir en su apartamento y cocinaba para él, o él venía a mi casa a dormir y Mika no se le despegaba ni un segundo a mi novio, lo seguía a todas partes. Parecía que lo cuidaba y lo protegía, como siempre había hecho, sin embargo esta vez con mucha más dedicación.
Continúe yendo a la florería y él a su ya casi tienda, no faltaba prácticamente nada para su cumpleaños, eso me tenía emocionado, quería que los días pasaran pronto para poder celebrarlo ya.
Un día antes de la ansiada fecha una señora entró en la florería, me sorprendí al ver que era la misma señora que había comprado rosas blancas hacía tantos meses, la recordaba por sus ojos verdes poco comunes parecidos a los de mi novio, no como los míos que eran cafés oscuro, como los de la mayoría de las personas.
-¡Ah! ¡Buenos días Señora! – saludé con una enorme sonrisa.
-Buenos días, joven – respondió con una sonrisa también - ¿Tienes rosas blancas?
-Claro que sí, venga por aquí por favor ¿Son para su hija? –pregunté para romper el silencio.
-No, esta vez son para mi nieto – un brillo iluminó sus ojos al mencionarlo – Pronto va a ser su cumpleaños y quiero visitarlo hoy por que pronto me iré – nunca dejaba de sorprenderme la facilidad con la que las personas mayores hablaban de cualquier cosa, con los adolescentes no era así, nunca dicen nada y mientras más les preguntas más se callan
- ¿A él también le gustan? – elegí las rosas más bonitas que teníamos y las envolví con cuidado.
- Sí, pero sólo porque eran las favoritas de su mamá – sonrió tristemente mirando las rosas, seguramente recordando a su hija– no lo he visto desde hace mucho –Suspiró –bueno, muchas gracias joven, aquí tiene – me tendió el dinero junto a una amable sonrisa.
-De nada, cuando guste, que tenga un buen día – la señora salió de la tienda y se marchó, esa fue la última vez que la vi.
Esa noche le escribí un mensaje a Brook mientras caminaba hacia la parada del autobús, no podría ir a verlo, había dejado muy abandonada mi casa últimamente y debía hacerme cargo de los quehaceres del hogar, sobre todo porque debía dejar algunas cosas listas para el día siguiente.
“Pero vendrás mañana, cierto?” fue su respuesta.
“Por supuesto que sí, no faltaría por nada. Te amo” Y por estar distraído leyendo su mensaje un poste se atravesó en mi camino sin que me diera cuenta provocando un pequeño dolor en mi frente y la caída de mi celular. Lo recogí y seguí caminando mirando a todos lados por si alguien había visto.
Al día siguiente sería el cumpleaños de Brook, estaba emocionado por poder celebrar juntos por primera vez su cumpleaños.
“Te estaré esperando”. Me quedé mirando la pantalla y sonreí como idiota, ese niño me tenía totalmente encantado, enamorado, fascinado.
Llegué a mi casa, estaba un poco cansado pero el lugar estaba hecho un desastre. Me puse a recoger las cosas tiradas en la sala, seguí con la cocina y por ultimo mi habitación.
En ese momento el teléfono fijo comenzó a sonar. Corrí a contestar y tropecé en el último escalón yéndome de bruces contra la puerta, terminé el camino extrañado pues nadie solía llamarme al teléfono de casa, caminé sobándome la nariz, ese definitivamente no era su día.
-¿Hola? –dije al contestar preguntándome quien sería, las pocas personas que solían llamarme tenía su número registrado en el teléfono fijo.
-¿Habla Way? –preguntó una voz inconfundible.
-¡Por el amor de Dios! ¡Deja de llamarme así, Silvia!