Subí rápidamente al autobús, un poco más y no lo habría alcanzado. Camino entre el pasillo para buscar un asiento vacío cuando al final de este veo algo que hace latir con fuerza mi corazón. Brook está parado frente a la puerta trasera, está muy delgado y viste completamente de negro, como cuando lo conocí; tiene puesto los audífonos con toda la intención de ignorar a todo el mundo. Mika va colgado de su espalda agarrándose de sus pequeñas pero mortales garras. De pronto él voltea, me mira ausente, sus ojos carecen de vida, no tienen brillo alguno. Puedo ver en su brazo izquierdo que está agarrado al tubo una cicatriz, y otra más… y otra. Él desvía la mirada como si no me conociera…
-Brook –digo con dificultad.
Desperté en mi habitación iluminada por el Sol que entraba por la ventana. Sentí un poco de frío, jalé como pude una cobija y me volví a dormir. De pronto recordé el sueño que tuve y me tensé… me paré inmediatamente, busqué mi celular y un poco nervioso marqué un número.
-¿Si? –contesta un voz somnolienta.
-¿Has desayunado ya? –trato de sonar lo más normal posible. La línea se queda en silencio un momento.
-¿Estás loco? ¡Son las 7 de la mañana y no pienso ir a trabajar hoy! ¡Déjame dormir un poco más! –sonreí, si, ese era el Brook de siempre, no tenía de que preocuparme.
-Feliz cumpleaños, mi amor. Te dejaré dormir –dije suavemente y colgué antes de darle oportunidad a responder. Sabía que en ese momento Brook estaría sonrojándose y pensar eso me hacía sentir ternura y tanto cariño hacia él. Me levanté a preparar todo lo que haría ese día, primero dejaría lista la cena, luego iría de compras para conseguir el regalo de Brook, sabía perfectamente lo que le regalaría.
Luego de pasarme la mañana entera cocinando me bañé y me dirigí al centro comercial por el regalo de Brook. Una vez lo compré fui a la florería únicamente por un ramo de rosas rojas.
Llegué al edificio donde vivía mi novio, sentí la emoción por todos lados, estaba nervioso y entusiasmado, me sentía ansioso por entregarle su regalo pero tendría que esperar hasta la noche. Toqué la puerta tratando de controlarme.
Un chico de preciosos ojos verdes brillosos se lanzó a mí en cuanto se abrió la puerta. Lo abracé instintivamente aspirando su aroma.
-Feliz cumpleaños amor –susurré en su oído –te ves muy guapo –dije con una sonrisa pícara en cuanto me soltó. Él sonrió.
-Estás aquí.
-Por supuesto que estoy aquí –le tendí el ramo de rosas, sonreí inevitablemente al ver su expresión. Él tomó las rosas y de inmediato fue a buscar un jarrón. Entré cerrando la puerta y de inmediato mi vista se posó en otro ramo de rosas que se encontraban en la mesita de centro de la sala. Rosas blancas.
-¿Brook?
-¿Mmm? –respondió desde la cocina.
-¿Quién te dio esas rosas? –él se volteó para mirar a qué me refería, su mirada se ensombreció.
-Mi abuela, me visitó ayer –y mis sospechas fueron confirmadas, reconocería esas flores donde sea, yo mismo las había escogido, sólo las más hermosas.
-¿De qué murió tu mamá? –esa pregunta asaltó mi mente al darme cuenta que esa señora del otro día era familiar de Brook. El chico se quedó mudo ante mi pregunta. Lo miré expectante.
-Fue mi padre –bajó la mirada con pesar –Ellos dijeron que fue un accidente y que no podían hacer nada…
Me quedé petrificado y me arrepentí por hacer una pregunta tan imprudente en un día como ese. Lo abracé evitando cometer alguna otra indiscreción.
-Está bien, no nos arruinemos el día, hoy es mi cumpleaños, vamos a celebrar –dijo con una enorme sonrisa al tiempo que me besaba. Asentí y una vez puso las rosas rojas junto a las blancas salimos de su apartamento hacia mi casa. Mika al escuchar las llaves de Brook salió presuroso de una de las habitaciones hacia nosotros y se lanzó contra mí, prendiéndose de mi ropa.
La cena y todo estaba listo para recibirnos. El momento de darle su verdadero regalo se acercaba y con ello mis nervios crecían.
Al llegar a mi casa pude notar como algo iba fuera de lo normal. Cuando abrí la puerta ésta no tenía seguro, lo que me extrañó, estaba firme en que había cerrado con seguro esa mañana. Mika se adelantó a nosotros entrando primero, dejé entrar a Brook pero se quedó parado apenas cruzó la puerta y me miró preocupado. La puerta interior estaba abierta. Me puse delante de él protectoramente, al avanzar un poco más y distinguir mejor una parte del interior de mi casa divisé una maleta color vino. ¿Qué estaba pasando? Como respondiendo a mi pregunta una pelirroja salió de la casa con una copa de vino en la mano. ¡No puede ser! Caminé hacia ella.
-Amor –Exclamó la chica en cuanto me vio y me envolvió en un fuerte abrazo, su perfume me inundó, extrañaba tanto esa sensación.
Un gruñido proveniente de Mika acompañado de rasguños en mi pantalón hizo que nos separáramos. Brook seguía en el mismo lugar, mirándonos sorprendido.