Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Problemas de clase por 1827kratSN

[Reviews - 100]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¿Sobrevivientes?

Holi~~~

Aquí actualización a la madrugada... me muero de sueño XD

Disfrutad :v 

 

 

 

Tsuna fingió estar enfermo, pero de una forma un poco extrema, al punto que dejó de moverse cuando los carceleros de mayor rango lo patearon para hacerlo reaccionar. Jadeaba con constancia y hasta dejó que de su boca se resbalara alguna sustancia blanca espumosa que Hibari le cedió para su teatrito. Fue así que Kyoya logró obtener el permiso para llevar al castaño al cuartel central, pues ahí estaban las secciones de investigación, puesto que a la enfermería sólo iban los carceleros. La estrategia era simple, un traslado común de un clase A para análisis, un carcelero que vagaría por la zona para conseguir abastecimiento de alimentos mientras los resultados salían a flote. Tenían cierto tiempo límite para aquello y finalmente se reunirían de nuevo para regresar a su rutina normal. Nada más premeditado que eso

Tsuna fue arrastrado a la zona correspondiente, mientras lo hacían, el castaño soltaba gruñidos y luchaba vanamente, algo típico en un clase A, pero sin la suficiente fuerza como la que demostraría uno “sano”. La revisión se la haría tras adecuar la sala de investigación y para eso debían esperar un rato, nada más lejano a Kyoya, pues él se pasearía por allí, aunque claramente estaría pendiente del procedimiento. Tsuna fue llevado a la celda más cercana a disposición, una celda donde varios clase A estarían recluidos, después de todo… ese día había una situación especial, el recibimiento de los nuevos “novatos” en el sistema. Kyoya lo sabía, fue por eso que planeó todo para ese día, después de todo, sólo así lograría que Tsuna viera a ese vejete problemático. Los vejetes obviamente no dejarían a los más importantes enemigos sin carcelero a cargo y Reborn lideraba la lista de los que debían ser “amaestrados” con rapidez

Tsuna cerró los ojos, dejó que lo maltrataran y arrojaran a un espacio determinado, exactamente donde Reborn permanecía cautivo. Escuchó las risas de los carceleros, poco le importaba, seguía con su teatro bien desarrollado, eso hasta que cerraron la reja y las voces se alejaron. Dejaron a Tsuna en una jaula provisional antes de que lo llevaran a la revisión posterior. Era una celda en donde los clase A estaban limitados de movimientos con todas las protecciones traidiconales, dopados hasta cierto límite tolerable, sin alimento por unos días, pero no en el nivel suficiente como para que perdieran el sentido de la “humanidad”. Perfecto. ¿La trampa? Era día de incorporación de una nueva manada de novatos y los clase A estaban en una sola jaula como era tradicional. No había distinción, unos cuarenta enemigos estaban allí y Tsuna solo era uno más del montón. Sólo por eso Hibari esperó la fecha ansiada con paciencia. Días, semanas, fecha perfecta

En esa ocasión, Hayato estaba siendo uno de los “elegidos” para que ayudara en la selección de las parejas que se formarían para la incorporación de los novatos especiales. Era así que, de paso, Yamamoto estaba encerrado con el montón de clase A hasta que su carcelero terminara con sus labores. El de cabellos platinados refunfuñaba mientras caminaba siguiendo a uno de sus superiores y le hizo una seña a Hibari, que representaba un saludo, pero fue ignorado por completo. La “relación” que tenían antes, se había hecho añicos después de que uno de ellos no compartiera la información más importante de esos tiempos. Predecible. El azabache caminaba en busca de algún buen lugar que le permitiera ver la jaula comunal de los clase A y así no perder de vista las acciones de Tsuna, pues quería ver qué tan cauteloso era el castaño al hablar con su “padre”

Todos los salvajes clase A estaban en la misma jaula, esperando a los nuevos, a sus futuras presas, a su comida fresca y viva. Kyoya se hundió por los pasillos, pero al no encontrar un buen lugar, terminó caminando junto a Hayato, quien intentó hacer las paces. Dos carceleros que no tenían nada que perder, así que la plática fluyó de repente, pues ambos tenían que matar el tiempo. Hablaban de cualquier cosa, menos de algo importante, eso hasta llegar a la zona en donde se podía ver a todos los clase A en la enorme jaula. De nuevo los ancianos dictando las indicaciones, los novatos haciendo preguntas y respondiéndolas de vez en vez, la tradicional bienvenida a la etapa más dura de ese trabajo especial. Lo único diferente en aquello era que tres clase A, en el fondo de la “prisión”, hablaban alejados de los demás. Kyoya miraba con disimulo, pegándose al cristal de esa habitación. Estaba consciente de que Tsuna quería matar a los ancianos, pero con Reborn solo era la necesidad de velar por los suyos, por eso no se le hizo raro ver a esos tres cuchichear o algo así. Parecía normal… demasiado normal

 

 

—lograste que te dejara venir — una sonrisa divertida que no podía ser apreciada debido al bozal — y justamente hoy. Pensé que iba a tener que ir por ti

—es hora – sonreía Yamamoto, quien estaba sentado junto al otro. Su cabeza ladeada, su mirada levemente perdida, pero sonreía

—aún no logras mantener un orden entre tus personalidades — afirmó el castaño que aún estaba recostado en el suelo — Yamamoto, ya deberías haber triunfado en la división completa

—déjalo — completó Reborn — está perfecto, así su parte amable no dará lata

—pero después será peor — suspiraba Tsuna mirando a Takeshi — te arrepentirás

—¿me dejarán hacerlo? — ignoraba lo dicho y sólo miraba al cristal que estaba por encima de la jaula. La que mostraba a las personas que vendrían a incorporarse a los carceleros

—espera un poco. Sólo un poquito hasta que los novatos nos miren – Tsuna revisaba de vez en vez el vidrio y sonrió – hasta eso… Reborn, ¿podría pedir un favor? — miró al mencionado mientras se sentaba derecho

—me adelantaré – Yamamoto recibió un leve gruñidito y entendió la indirecta de Reborn. Dio una última mirada a su líder antes de levantarse y con rapidez unirse al tumulto de clase A en el centro de la jaula. Jugaría un poco hasta que llegara el momento

—ya sabes el maldito precio, Tsuna — su mirada no dejaba de ser dura, pero eso no amedrentaba al castaño

—ser tuyo – susurró. Reborn nunca jugaba con eso y siempre fue divertido negarse, pero…

—pero ahora apestas. Hueles a ese estúpido — gruñó y le dio la espalda al castaño

—¿celoso de Hibari? — su mirada se endulzaba, porque Reborn era simplemente multifacético — Reborn — protestaba con infantil diversión mientras, de rodillas, se encaminaba hasta darle frente — oye… escúchame

—mocoso torpe

—Reborn, no te enfades — sonreía con dulzura y conectaba su mirada con el mayor — sabes que te quiero

—tú eres mío — dictaminó con seriedad — lo has sido desde que te saqué de tu casa

—¿y sabes que estoy lleno? – susurró acercándose al oído del azabache 

—se puede hacer algo con eso – rozó su bozal contra la mejilla del castaño y sonrió con malicia — ya es hora, Tsuna

—entonces… que empiece esto — suspiró mientras se pegaba al cuello del mayor

—ahora tú eres prioridad para mí, Tsunayoshi

—cuánta galantería… Reborn – ronroneó levemente y terminaba escuchando la risita del mayor. Eran raras las veces que lo escuchaba reír y era gratificante

 

 

Kyoya miraba como Hayato se iba con el maestro de todos esos herbívoros ignorantes, los que no sabían a lo que se enfrentarían. Se quedó admirando cada rostro, porque tal vez en menos de un mes tendría como compañeros a la mitad de ellos. Era un desperdicio sortear tantas vidas. Los ancianos deberían abrir el pico y decirles la clave de cómo controlar a los clase A y así el número de carceleros aumentaría progresivamente, pero eso significaría más recursos que usar y más mentes nuevas con curiosidad. Si lo veía desde ese lado, los ancianos lo que hacían era escoger a los mejores, a los que no harían tantas preguntas y se limitarían a cumplir misiones a cambio de buenos beneficios. Cada vez le daba más asco saber que formaba parte de todo ese sistema inmundo, pero tampoco quería salir de allí, después de todo… le daba el placer que necesitaba. Adoraba la incertidumbre, pues nunca estaría seguro de cuánto tiempo seguiría con vida 

Timoteo daba las últimas explicaciones a los novatos, mostrando aquella sonrisa amable y sincera, la más perfecta máscara que alguien podría tener. Hibari se quedaba a un lado, nadie le reclamó estar allí, así que le daba igual. Sólo escuchaba con fastidio el mismo discurso que le dieron a él cuando ingresó al grupo especial, casi ni se movía de su lugar, eso al menos hasta que algo le llamó la atención. Mejor dicho, alguien llamó su atención. Para ser más específicos, Tsuna llamó su maldita atención detrás del cristal, porque simplemente hacía algo que le estaba haciendo hervir la sangre. Alguien enfrentaría su furia ese día

El castaño estaba muy cerca de aquel azabache de patillas, tanto como para rozar sus pieles. Kyoya los admiraba con atención, detallando la asquerosa escenita que estaba presenciando, porque haría que ese castaño pagara caro por tal desfachatez. No toleraría una conducta netamente facilista y poco recatada, en pocas palabras, no iba a tolerar la “putería” del castaño a su cargo. Esos dos, aun atados, se rozaban como… eso era… un ritual. Ese comportamiento tan visible, era el maldito ritual para exhibirse ante el prospecto de pareja y era Tsuna quien estaba ofreciéndose. Kyoya apretó los puños al ver ese acto miserable, mientras entre dientes maldecía y daba promesas de un buen castigo para su mascota.

¿Eso quería Tsuna desde el principio? ¿Ir a moverle el trasero a alguien más? Al parecer sí, pues era el castaño quien insistentemente se restregaba contra el cuello de Reborn. ¡Era intolerable!

Tsuna era el que se acercaba al mayor para tener un contacto cercano. El mayor parecía simplemente ignorarlo y era por eso que el castaño se esforzaba mucho más en llamar la atención, siendo ya demasiado obvio en las intenciones que tenía para “tentar” al macho. Llegó a un punto en donde Tsuna sentía la imposibilidad de sentarse en el regazo ajeno debido a las estúpidas cadenas, camisas, bozales, que molestaban en cada movimiento y se recostó en el suelo. Sumisión total, piernas abiertas, roces disimulados con el mayor y hasta parecía estar ronroneando también. Cualquiera reaccionaría ante eso, aquel viejo no fue la excepción, pues empezó a corresponder a aquellas “caricias” con simples movimientos de la cabeza. Tsuna parecía feliz al tener una reacción a sus acciones y dejaba que Reborn se le subiera encima… un acto que tal vez la mayoría ignoraría, pero no Kyoya, porque… nadie más que él iba a tomar el cuerpo del maldito mocoso de múltiples personalidades

 

 

—¿funcionó? – susurró Tsuna cuando ya sentía el cuerpo del mayor encima del suyo. Admiraba esos bonitos ojos negros tan cerca de los suyos y sonreía. No recordaba cuándo dejó de temerle a esa mirada – oye Reborn, no te lo tomes tan en serio… al menos no aquí — se quejó cuando sintió el peso extra y el calor compartido

—tiene que parecer real – se reía quedito mientras deslizaba su mejilla por el cuello ajeno

—me haces cosquillas, Reborn – el castaño trataba de aguantarse las risas, pero era difícil cuando alguien insistía en rozarse – detente

—si no tuviera esta cosa, te haría una bonita marca

—sin mordidas — bromeaba el castaño — es en serio, Reborn

—nos escucharán… así que mejor gime en vez de reírte

—suena bien — la voz serena de Reborn era agradable, siempre era serio en lo que hacía. A veces demasiado, así que era mejor no darle incentivos —¿ya lo hago?

—¿ya viene? — se estaba divirtiendo con aquello, pero debía ponerse serio. Él se mantenía en su papel y confiaba en que la nariz de Tsuna fuera la guía para saber cuándo ponerse más “serio”

—ya – rió al escuchar la discusión de Kyoya con los carceleros custodios de la jaula – ahora, Reborn

—quisiera ver su maldita cara – se apartó un poco, solo lo suficiente para que el castaño se diera la vuelta. Reborn sonreía de medio lado al ver aquello, un Tsuna colaborador que se colocaba de rodillas y levantaba las caderas. ¿Cómo no divertirse con eso?

—no te pases — advertía el castaño, pues para él era un juego, pero para Reborn tal vez no lo era

—hazlo bien, Tsuna — Reborn se posaba encima de aquel cuerpo menudito. Se pegaba hasta rozar totalmente sus cuerpos — cuenta

—cinco… cuatro… su aroma despide furia – se reía pegando la mejilla en el suelo y sintiendo el forcejeo de Reborn en su nuca

—gime Tsuna

—ahora — susurraba antes de soltar un leve sonido desde el fondo de su garganta, para después ronronear con suavidad

—herbívoro, ¡kamikorosu!

 

 

Kyoya no soportó aquello, nadie en su posición lo haría. Le importó muy poco quitarle la llave al carcelero de un rango mayor que él. Abrió la reja de par en par sin que nadie lograse detenerlo, se quitó a los clase A que le impedían el paso y corrió hasta donde se encontraba Tsuna para agarrar a Reborn y lanzarlo lejos. Despedía furia por cada poro y poco le importaba que alguien viera su descontrol momentáneo e inentendible, hasta para él era difícil entender por qué se dejaba llevar por su molestia en ese momento. Cuando arrojó lejos al clase A, lo hizo con fuerza, hasta que incluso logró que Reborn se golpeara con los barrotes de la jaula. Estaba listo para desmembrar a ese vejete por la osadía de tocar lo que era suyo. Iba a matarlo, iba a destrozarlo... pero se detuvo… porque escuchó las carcajadas de cierto castaño a sus espaldas

 

 

—malditamente posesivo – reía mientras dejaba que su bozal cayera y de paso mostraba sus manos libres — predecible

—Tsunayoshi — susurró Kyoya frunciendo el ceño y mostrando sus tonfas

—gracias — se burló el castaño preparándose para lo que venía. No fue sencillo que Reborn le quitara las amarras del bozal, pero era Reborn… él lo podía todo

—AHORA – gritó Yamamoto, quien ayudó a Tsuna a desatarse la camisa de fuerza después de que el castaño le quitó el bozal – el siguiente – dijo acercándose a su aliado más cercano para romperle el bozal. Con los dientes al aire, todos podían ayudarse a cortar las correas, bozales y cadenas de sus pies — ¡vamos!

—aquí — pedía una de las mujeres aprisionadas mientras saltaba hasta Yamamoto y este de un solo tirón le arrancaba el bozal — voy con los demás — mencionaba cuando sentía como los dientes de Takeshi desgarraban su camisa de fuerza y sentía sus brazos libres

—apúrate — era la mención de Takeshi cuando la muchacha lo rodeaba para arrancarle las amarras de su cuerpo — esto será divertido

—ser usado es feo, ¿no? – se reía Tsuna justo antes de agarrar el brazo de Kyoya y lanzarlo contra los barrotes — qué pena… ahora te tocó a ti — rió bajito evitando un golpe de esa tonfa que voló hacia él

—la pagarás caro, Tsunayoshi — amenazó mientras trataba de recuperar el aire después de tan fuerte golpe

—sólo inténtelo — gruñó para de inmediato ir por Reborn para desatarlo

—esto se pondrá mejor – sonreía Reborn mientras le quitaban el bozal — buen trabajo

—¡TSUNAYOSHI! — rencor, furia e impotencia reflejaba aquel grito que Hibari soltó

—¡ES HORA DE LA VENGANZA! – gritaba el mencionado mientras levantaba sus brazos y veía la ventana superior a la jaula. Se concentraba en el cristal de aquella habitación, en donde dos carceleros levantaban su pulgar en confirmación de todo

 

 

Aliados fuera de esa jaula. Dos chicos clase B que lograron controlarse lo suficiente para llegar ahí sin ser descubiertos, reemplazando a dos desafortunados niños que fueron el alimento de la manada. Tsuna dirigía todo desde dentro y Reborn lo hacía en las jaulas. Planificación detallada con recados en idioma animal a través de diferentes hermanos. Ejecución que inició poco después de que cada uno recobrara conocimiento al final de la masacre, pero que fue ideado con anterioridad por el propio Reborn en colaboración con Lambo. Y todo eso solo era el comienzo.

El primer clase A libre en su faceta animal, se encargó del custodio de la puerta. Una muerte sin mayor detalle, porque el carcelero que iba a entrar para revisar el ruido extraño que escuchó después de que Hibari ingresara, encontró los dientes de un enemigo a pocos centímetros de su cuello. «Mata al otro» fue la orden impuesta por el líder y, aún en su lado no pensante, el clase A obedecía, porque respondía a la autoridad de su familia. ­Todos los demás liberados salieron en coordinación hacia el pasillo. Un gruñido de alerta, un aullido de dirección, una carcajada de diversión esa era la sonata que clamaba el inicio de una nueva matanza, pero en esta ocasión sería para con el fin de exterminar a quienes usaban a otros humanoides para experimentar

No tardaron casi nada en liberarse, pues cada uno sabía que tenía que liberar al siguiente y quien estaba ya sin limitantes atacaba sin piedad a quien no reconocía como uno de los suyos. El líder de los que abandonaban la jaula lanzaba un chillido agudo como el de halcón para informar la dirección en la que estaban sus presas. Se lanzaron directamente hacia los novatos, quienes, en pánico, trataban de huir por donde habían ingresado. Escapar a campos abiertos era un acto primario, basado en su instinto de supervivencia, pero no se fijaron que fue eso lo que daba la ruta precisa a los clase A para ir a las afueras del edificio central y encontrar a su familia en los edificios que rodeaban el sector. Eso ya no era un escape improvisado, tenía otro fin y ese era la venganza pura y simple. La mejor forma de obtener justicia era el sacrificio enemigo y la victoria de sus congéneres… por eso, cuerpos caían uno tras otro sin siquiera tener una pelea digna, pero las alarmas no tardaron de sonar y allí empezaba la verdadera afrenta

 

 

Rápido…

 

 

Reborn se encargó de los carceleros experimentados, disfrutaba de eso porque ellos daban pelea, además, un par de esos participó en su “bienvenida” a las jaulas y el karma lo aplicaba el propio azabache de patillas. Gritos desesperados de los soldados, carceleros, rastreros, inmundos, basuras, que intentaban controlar el escape masivo. Órdenes que quedaban en la nada porque entre tantas voces, no se distinguía la de la autoridad. Hambrientos clase A que no dudaban en buscar una presa fácil antes de salir del edificio central. Novatos que olvidaron todo lo aprendido en la “escuela” y sólo corrían por sus vidas, incluso olvidándose que entre su uniforme tenían municiones y armas preparadas. Reborn se despedía del castaño antes de dirigirse a las afueras, pues tenía que dirigir la revuelta. Y al final estaba Tsunayoshi, quien peleó con Kyoya con todas las fuerzas que tenía, siendo suficientemente fácil lanzar lejos al carcelero, pues él no era su presa ese día, sino el anciano que le apuntaba con un arma desde una distancia prudente.

 

 

—Hermosamente perfecto — Una sonrisa macabra se formaba en Tsuna mientras éste veía a alguien ser desgarrado y a los demás muertos en un camino lleno de sangre — de inicio a fin

—siempre olvido que no debo subestimarte, Tsunayoshi — la voz de aquel anciano tenía el mismo toque que cuando hablaba amablemente con los novatos

—dispara ahora — sonreía Tsuna mientras daba su primer paso hacia el anciano r13; hazlo r13; susurraba con cinismo

—tú lo has pedido — la sonrisa se borró de su rostro y en vez de eso apareció una leve mueca mientras apretaba el gatillo. Un estruendo que rebotó en las paredes cercanas

—cerca — se burlaba mientras mostraba su nueva ubicación. Saltar lejos de las balas era sencillo para el clase A, sus reacciones eran mucho más rápidas que un humano promedio r13; muy cerca, pero no lo suficiente —

—pensé que tu rencor era hacia tu carcelero — el anciano apuntaba nuevamente, pero con el rabillo de su ojo observaba a cierto azabache levantarse  

—ese imbécil me tiene sin cuidado — Tsuna reía bajito al escuchar unos pasos acercándose a él — Hibari… es… un desperdicio — ni siquiera miró al azabache mientras caminaba hacia el anciano

—creo que heriste su orgullo — Timoteo dio un paso hacia atrás cuando vio a Hibari correr en dirección a Tsuna y golpearlo con una tonfa

—qué lindo — ¿cómo podrían subestimarlos así? Era la pregunta que Tsuna se hacía mientras agarraba la tonfa con una de sus manos desnudas y hacía presión en contra de Hibari — se enfadó el chiquito

—herbívoro — debido a su furia, ni siquiera podía emitir algún otro sonido que no fuera el rechinar de sus dientes apretados o aquella palabra que, dentro de su vocabulario, era tan especial porque reflejaba lo que su madre alguna vez fue

—usted es una cucaracha que no quiero pisar — la mirada chocolate conectó con la azulina solo un momento y mostró dolor — eso me repugna

—no te jactes de algo que no eres, herbívo… — pero no pudo terminar aquella frase porque un golpe en su estómago le quitó el aire

—cierre el pico y yo le tendré piedad, maldito carcelero 

 

 

El puño de Tsuna incrustado en el estómago ajeno, no duró. Hibari no era débil, no era miedoso, no era ninguna clase de persona que huiría de una pelea contra alguien catalogado como letal. Una patada dirigida al rostro ajeno, la misma que para su enfado fue bloqueada al instante. Ese castaño menudo no era un conejo, Kyoya lo sabía, pero hasta ese punto el muchacho jamás mostró abiertamente lo que era capaz de hacer y eso en ocasiones le causaba un ardor en el estómago por la ira. Que Tsuna no mostrara su verdadera fuerza sólo significaba que lo despreciaba como enemigo… y eso era inaceptable.

Kyoya gruñó antes de lanzar un golpe a apuño cerrado, pero lo que obtuvo simplemente fue un fallido intento que desembocó en que Tsuna lo lanzara lejos. El castaño lo miró un segundo antes de saltar con potencia cortándole la vía de escape al anciano que fue ignorado mientras los otros dos peleaban. Furia. Hibari no iba a dejar de buscar pelea con quien lo usó para llegar a ese punto. Corrió hacia el castaño que esquivaba las balas que intentaban lastimarlo, le importó muy poco que una de esas municiones le llegara y arremetió con sus tonfas hacia aquel león en un cuerpo de oveja. Tsuna esquivó con habilidad cada ataque y le dio la espalda para buscar al anciano una vez más. El peor error que cometió. Hibari usó aquello para atacar. Un salto alto, un golpe potente, la tonfa dio de lleno en la nuca del clase A y sólo se escuchó un golpe sordo contra el suelo y la risa de un anciano que ya guardaba su arma

 

 

—bien hecho, Hibari — caminaba en dirección de su subordinado y se sacudía el inexistente polvo de su ropa r13; recuérdame recompensarte por esto

—este es mi prisionero — dictaminó mientras se erguía para dirigirse hacia Tsuna — no lo toques

—hirió tu orgullo, lo sé. Te entiendo — se detuvo apenas un metro lejos del castaño — es tuyo entonces… sólo déjalo vivo porque el castigo después de esta revuelta, debe ser digno

—debería ir a esconderse. Su edad ya le está pesando — frunció su ceño ante la sonrisa de ese anciano y apretó sus tonfas. Ese hombre era la presa que el castaño deseaba… entonces… ¿por qué no darla antes de recuperar su honor?

—eres muy atrevido Kyoya

—lo sé — dio un salto hacia atrás justo antes de que viera esas garras extenderse y que Tsuna saltara con potencia hacia el anciano

—demonios — fue lo que alcanzó a decir Timoteo antes de sacar su arma y disparar

—mala puntería — la sonrisa macabra del castaño estremeció a aquel hombre — infeliz… hijo de puta

 

 

Un zarpazo con las garras extendidas, rajaron la piel del pecho de aquel anciano. Tsuna reía con ganas mientras se posaba en el suelo a cuatro patas y escuchaba una nueva detonación. Otro zarpazo hizo que el anciano se pusiera serio y usara sus habilidades de escape y ataque. Tsuna sonrió antes de lanzar un golpe directo a Timoteo, quien lo esquivó sin problemas. Timoteo sujetó el brazo extendido a su lado, giró su cuerpo para hacer contrapeso y así desequilibró al castaño para después lanzarlo contra el suelo. Un golpe sordo y una risita suave. Peligro. El castaño rodó dos veces antes de encontrar el equilibrio y saltar hacia su oponente, pero en esta ocasión ya no estaba jugando. Un grito dictaminó que en esa ocasión el castaño iba a atacar con intenciones asesinas.

 

 

—agh… maldición — masculló mientras trataba de soportar el dolor de los colmillos en su hombro y de las garras en ese mismo brazo — Hibari… ¡Hibari! — llamó al subordinado para que le ayudara a quitarse al clase A de encima

—no te ayudará — dictaminó tras soltar el hombro ajeno. De aquellos dientes resbalaba la sangre ajena, de esos labios se formaba una sonrisa siniestra — porque… te quiere ver muerto… al igual que yo — sonrió antes de lamer la mejilla del anciano

—ustedes dos — pero no dijo más antes de escuchar un crujido y el dolor expandirse por su cuerpo — TSUNA

—¡¿duele, verdad?! — se jactaba mientras sus garras hacían mayor presión volviendo la fractura más visible. El húmero del anciano se doblaba en un punto indebido —¡DUELE! — se reía mientras tiraba del brazo dañado hasta que el hueso brotó de la piel ajena y los gritos no dejaban de cesar

—HIBARI — anunció de nuevo, pero nadie le respondió. Sus ojos abiertos de par en par antes de sentir otra mordida en la zona lastimada. Evitó el shock debido al dolor y sacó su arma con rapidez, apuntando a la nuca del castaño, pero antes de jalar el gatillo… Tsuna actuó

—no me subestimes, Timoteo — sonrió mostrando que su mano libre estaba posada en el hombro ajeno y sin pensarlo forjó presión suficiente como para fracturar la clavícula sana. Sus manos poderosas eran capaces de eso y más

 

 

Un disparo resonó en la habitación, pero la bala llegó solo al suelo y el arma cayó poco después. Timoteo gritaba sin poder detenerse pues el dolor cada vez era peor y los colmillos que dañaban sus tejidos musculares no lo hacían más fácil. Sus piernas ya no podían sostenerlo, pero no cayó, porque Tsuna lo mantenía sujeto por ambos hombros y lo miraba de frente. Un clase A que se estaba vengando a través de la lenta tortura antes de dar muerte a su presa. «Tranquilo, porque sólo estamos empezando». Miedo. Timoteo sintió miedo al ver su propia sangre ser disfrutada por Tsuna, quien se relamía con placer y quitaba un poco del rastro rojo de sus labios… pero era peor la incertidumbre del tiempo que le quedaba de vida. De refilón admiró a Hibari, pero este sólo bostezaba mientras movía uno de sus hombros como para relajarse… había sido traicionado por su gente. Un castigo ideal

Tsuna miró al anciano entrecerrar los ojos e intentar decir algo, pero no estaba dispuesto a escuchar. Lanzó a Timoteo lejos, dejando que la caída hiciera que las fracturas hicieran sufrir a ese cuerpo viejo. Sin aviso previo corrió en busca de Hibari, porque nadie… nadie le iba a impedir obtener su venganza ese día. Kyoya sonrió al ver al mocoso enfrentarlo, dio contra con su tonfa y detuvo el accionar de esas garras. Los gritos del anciano eran como una tonada grotesca para su batalla y era perfecta. Kyoya arremetió con furia contra el castaño, quien trataba de morderlo en cualquier oportunidad. Tenía la intención de reclamarle ese accionar netamente animal, incluso pensó que Tsuna perdió la habilidad pensante, pero… esa mirada decía otra cosa. «Ya no me es de utilidad» fueron las palabras de Tsuna antes de que, con habilidad, inclinara su cuerpo evitando el ataque frontal de esa tonfa y pateara la parte posterior de las rodillas del azabache, logrando que cayera. Tsuna pateó el cuerpo de Kyoya antes de que tocara el suelo y lo envió directamente contra los barrotes de esa jaula vacía. El castaño miró unos segundos a Hibari antes de sonreír con cinismo… era como lo esperó

El castaño saltó con habilidad hasta posarse detrás del anciano, quien a pesar de las heridas se había levantado e intentaba dar algunos pasos hacia su escape. Tsuna le dio frente con una malicia sin igual y lo pateó para que se golpeara con una pared cercana. El anciano, por la edad, las heridas, pérdida de sangre y demás, ya no era tan hábil ni resistente. Timoteo cayó irremediablemente al suelo y perdió la conciencia. Tsuna admiró una vez más al carcelero azabache que fue su custodio por tantos meses y se despidió con un gesto de su mano. Hibari no le interesaba en lo absoluto.

 

 

—no… no más — sonrió sutilmente al notar que Hibari aún no perdía la conciencia

 

 

Arrastró al anciano después de haberle roto ambos brazos por completo, eso para que no se atreviera a hacer nada estúpido, aunque dudaba que Timoteo fuera capaz de eso en ese estado. Tsuna se llevó a su presa a rastras por el camino que todos tomaron para escapar. Finalmente lograba detener a ese hombre salido del mismísimo infierno y se alejaría de toda esa mierda… o morirían en el intento

 

 

Fuera…

 

 

Reborn ya mordía el rostro de alguien, por puro placer de darle pánico a quien lo mirase. Se abría camino con calma mientras sus demás miembros de la manada se encargaban de las tareas asignadas anteriormente. Buscar a la familia enjaulada, a todos, para luego iniciar con el escape que algunos ya preparaban mientras asesinaban a los custodios de las puertas principales de aquel cuartel. Tsuna se había desquitado con otros dos, siempre manteniendo a un herido Timoteo sujeto con una de sus manos y arrastrándolo sin cuidado alguno. Ambos eran los líderes de la revuelta, como siempre fue y sería.

Tsuna era el segundo candidato a liderar la manada, el primero era Skull, pero sin el de cabellos lilas rondando por allí, Tsuna se convertía irremediablemente en el segundo con mayor autoridad en el lugar, era por eso que su palabra era casi absoluta. Su cargo no era cedido por el simple hecho de ser el prospecto de pareja de Reborn, eso se lo ganó a pulso y mandando al demonio a quien le diera contra… por eso, en la época que perdía la capacidad de razonar como una persona normal, casi nadie le buscaba pelea y se alejaban de él en las jaulas. Tsuna era peligroso, todos sabían aquello, no por nada se crió bajo tutela del mismísimo Reborn

El destrozo de las instalaciones iba a la perfección hasta el punto de salida del centro de investigaciones. Algunos ya habían salido al sector de las residencias para carceleros, otros se encargaban de los soldados que intentaban sacar la artillería pesada, los últimos sacaban a los que aún quedaban enjaulados en las celdas más profundas del centro de operaciones y los líderes clase A aspiraban el dulce aroma de la libertad previa al escape de aquellas murallas. Estaban presos por aquellos grandes muros que iban a caer ese mismo día, los edificios de los carceleros serían saqueados y usados como tumbas en algunos casos, el olor a muerte sería su recordatorio triunfal y el grito de los que estaban siendo torturados y devorados sería su arrullo antes de dormir esa noche… pero siempre había quien luchaba hasta el final

 

 

—ya no pueden escapar – Hayato enfrentaba a los que recién salían del cuartel central, pues apenas vio el ataque de los clase A, fue el primero en enfrentar el desastre y encender las alarmas en todo el cuartel

—qué valiente — el castaño salía sin inmutarse, aun sujetando de la camisa de Timoteo para arrastrarlo y golpearlo con cualquier cosa ocasionalmente — por qué mejor me das paso y evitamos problemas

—estás siendo prepotente, Tsuna — sonrió Reborn mientras pasaba a su lado y le revolvía los cabellos r13; te dejo esta zona entonces… pero no te emociones y mates a todos. Recuerda que no estás solo en esto

—¿y crees que te voy a dejar escapar? — Hayato fruncía su ceño. Dudaba de su accionar, pues sabía que el enemigo solo se estaba defendiendo, pero los dos cuerpos desmembrados en las puertas del edificio del que salían los clase A, eran razón suficiente como para armarse de valor y decidirse por un bando — morirás primero — él y unos cinco carceleros mantenían sus armas fijas, apuntando a los que salían, pues elegían salvar sus vidas y la de los suyos

—muchacho… se nota que jamás has visto lo que somos capaces de hacer — Reborn ni siquiera se forzó mucho en evitar un par de balas mientras con saltos elegantes se acercaba al grupo r13; un clase A sedado…. No es nada comparado a uno que no lo está r13; se carcajeó al estar justo en frente del albino r13; bu

—joder — disparó tres veces y sus compañeros dos más, pero un grito los dejó helado. Ni siquiera lograron notar en qué momento Reborn se escabulló hasta agarrar a uno de los soldados armados y mandarlo a lejos de un solo zarpazo — ¡no pestañeen siquiera!

—diviértete Tsuna — el líder se alejó de grupo con una presa entre sus garras. Usaría al caído para engendrar miedo en todos los demás novatitos que intentaban darse por héroes

—¿a quién me comeré primero? — sonrió Tsuna, lo hizo con dulzura como si le hablara a un pequeño niño que deseaba respuestas — ¿tú qué opinas?

—estás loco

—no Tsuna… ese no, no tiene buena apariencia — sonreía el castaño mientras ladeaba su cabeza r13; tampoco Tsuna… Timoteo es el postre. Y deja de llorar idiota, sabes que es necesario

—¿qué le pasa? — preguntó un soldado al ver el cambio repentino de Tsuna, quien parecía pasar de ser un muchacho tímido a uno agresivo en cuestión de segundos

—está… está hablando con sus subconscientes — declaró Hayato, pues él ya había visto ese comportamiento con Yamamoto

—ya lo decidí — una sonrisa amplia, donde todos sus dientes se mostraban brotó de pronto, haciendo que la piel de los carceleros se erizara — ellos… lo harán — sonrió mientras escuchaba los gruñidos venir desde dentro del edificio detrás de si   

—Tsuna… ríndete o todos morirán — Timoteo gimió de dolor, los soldados estaban tensos porque veían a su superior en malas condiciones y apretaban más sus armas — todos sin excepción r13; pero solo recibió la carcajada más satisfecha de la vida, por parte de Tsuna

—Timoteo… me has traicionado tantas veces. Eso merece una muerte lenta mientras te devoro con calma – reía mientras ya sentía los pasos pesados de alguien detrás suyo — ¿qué te arrancaré primero?

—estás rodeado — gruñó Hayato, tenía que terminar con eso lo más rápido posible

—me preparé para ti, Timoteo… yo iba a escogerte como mi pareja – Tsuna levantó el cuerpo que arrastraba, lo obligó a sostenerse con sus propias piernas y agarró el rostro de aquel anciano para mirarlo de frente – no me importaba los años que pasaran, o que tu envejecieras… yo seguiría esperando por ti… mi elegido — deslizó su dedo ensangrentando por la mejilla y una de sus garras cortó la piel sin recato

—te matarán — sonrió el anciano

—Timoteo – el castaño mostró su faceta más calmada — ¿por qué me traicionaste así?

—eras un sujeto de experimentación, ¿qué más querías?

—un poquito de consideración — admiró de refilón a los soldados que se separaban cuidadosamente para rodearlo, pero los ignoró — eras el primer humano en tratarme bien… yo creí que podía confiar en ti

—¿por qué he de apiadarme por alguien como tú? Tu raza es maldita y yo sólo quería destruirla

—destrozaste mi corazón, Timoteo

—tú no tienes corazón — dictaminó con seriedad mientras veía esa mirada calmada cambiar a una llena de ira y resentimiento

—lo tengo… más, tú y Hibari lo han destrozado con sus acciones

—ataquen, ¡ahora! — ordenó Hayato y sus compañeros arremetieron contra el castaño mientras él disparaba… pero no fue nada fácil

—insensatos — Tsuna ni siquiera se movió. Cerró sus ojos y escuchó el alarido de dolor de dos personas, las balas chocar contra algo y alguien soltar un gemido de dolor, después… el aroma a sangre

—muerte — bramaba un clase A que usó a un soldado como escudo para parar las balas. Su compañero había lanzado lejos a un carcelero y al otro le había mordido un brazo, jalándolo para arrancarlo

—tus años de tortura terminan aquí, Timoteo — Tsuna admiró como Yamamoto tomaba el frente del grupo, justo para enfrentar a Gokudera, el único que no fue atacado

—Hayato — emitió una leve sonrisa al nombrarlo — Hayato — cada paso resonaba a pesar de los gritos lejanos dados por la batalla. Eso sólo empezaba

 

 

Tsuna cedió la afrenta a Yamamoto, porque se lo prometió y, por sobre todo, su palabra valía más que un lingote de oro. Agarró el cuerpo del anciano traidor y lo lanzó a alguien cercano que lo atrapó de lejos, se dio el lujo de colocar unas cadenas rodeando aquellas piernas y así quitarle la movilidad que el propio Timoteo les quitó a los clase A. Uno de sus subordinados se llevaba al anciano en hombros, corriendo hacia la puerta principal donde los cuerpos empezaban a caer desde las torres de resguardo, porque el ataque proveniente desde fuera también se llevaba a cabo con precisión. Eran muy puntuales, seguramente los clase B infiltrados ya dieron la orden para iniciar con la destrucción de las murallas

Kyoya apenas había logrado levantarse, ese golpe fue más duro de lo que imaginó y sus costillas aun punzaban de dolor, pero lo ignoró. Tomó sus armas y salió en busca de su maldita mascota traicionera. Ignoró todo lo que no le interesaba en la claridad de los jardines fuera del edificio central y siguió al castaño que, a cuatro patas, empezó a correr hasta la enorme pared de la entrada. Lo raro era que encima de esa maldita pared estaba una mujer usando el uniforme de la armada de resguardo, la misma que apuntaba con un arma, pero cuyas balas no iban dirigidas a Tsuna, sino al azabache que lo seguía. Eso daba claras muestras que tenían traidores en sus filas, infiltrados, antiguos carceleros o lo que fueran

El viento transportaba el aroma de la sangre derramada en nombre de la libertad deseada para quienes fueron tratados como ratas de laboratorio. El ambiente se volvía osco, agrio, lúgubre, grotesco. La brisa se volvía más intensa, de forma que las banderas izadas por la armada empezaban a azotarse con fuerza, hasta que incluso la tela se rasgaba y de paso quitaba la capucha de aquellos que ingresaron por las grandes puertas de la entrada para rescatar a los suyos. La cabellera larga revelaba la identidad de la mujer que al parecer lideraba el ataque desde las afueras de aquellas instalaciones. I-pin se veía altiva, majestuosa, orgullosa, mientras apuntaba y disparaba a cada miembro de la armada que veía amenazando a los suyos. Ella era la traidora y la indignación de muchos salía a flote. Ella sólo sonreía ampliamente mientras apretaba el gatillo una vez más 

 

 

Pero dentro…

 

 

—lentamente morirás – Yamamoto levantaba su mirada hacia un Hayato que le apuntaba con aquella arma metalizada que brillaba

—con un demonio — bufaba mientras trataba de que sus piernas no temblaran. Estaba asustado por lo que estaba pasando, pero mucho más que eso, le asustaba ver al lado asesino en aquel azabache — te dije que solo te quedaras ahí… que iríamos a casa después

—¿casa? — sonreía mientras daba su primer paso y podía oler el miedo en su presa — ¿qué casa, Hayato? ¿Aquella donde me tienes enjaulado, donde me privas de alimento cada vez que se te da la maldita gana o porque uno de los tuyos te lo ordena? — soltó una risa cínica y suspiró profundo

—es tu hogar tanto como lo es mío… lo fue y lo es, porque tú y yo formamos un vínculo — trató de mantenerse en su lugar, pero cuando Takeshi ya estaba a tan solo dos metros sus piernas se movieron solas y retrocedió instintivamente

—me temes… eso me gusta

—tú no eres así Takeshi

—yo te di mi corazón en bandeja de plata… tú me usaste como asesino sin importar cuántas veces te supliqué porque no lo hicieras — su mirada afilada iba desapareciendo poco a poco y pasaba a una dolida y cristalina. La voz se iba suavizando y Hayato reconoció a la otra personalidad de Takeshi brotar — me dolió tanto lo que me hiciste

—lo sé… y lo siento — el arma aún estaba en sus manos y no pensaba soltarla… no sabía qué hacer

—¿por qué no pudiste tratarme como a un igual? ¿Por qué no me amaste como yo te amé?

—no lo sé

—me permitiste marcarte — sonrió débilmente mientras veía aquella cicatriz entre el cuello y el hombro de Hayato, una que apenas se veía debido al uniforme que el menor llevaba — pensé que… con eso entenderías que yo me entregaba a ti. Podía hacer casi cualquier cosa que tú me pidieras, tú mismo lo comprobaste… maté a muchos clase B y A para salvarte la vida… pero cuando yo te pedí ayuda me diste la espalda

—estaba asustado, sigues asustándome… porque la mirada asesina que tienes me confunde

—yo sólo buscaba una familia. Quería pensar que podía volver a tener esa dicha, aunque fuese contigo… un ajeno a mi “especie” como tú la llamas

—yo… yo me encariñé contigo. Llegué a compadecerme, a sentirme amado por ti y sonreír porque me veías con ternura — confesó mientras bajaba el arma — fui un estúpido y lo sé

—¿estás arrepentido?

—si — fijó su mirada en Takeshi y agradecía infinitamente que solo ellos dos estuvieran en el lugar — quería disculparme adecuadamente, pero tú no dejabas esa parte animal que tanto odio

—mala respuesta Hayato — se erguía totalmente mostrando su superioridad en tamaño y ferocidad — muy mala

—¿de qué hablas?

—esa parte animal también forma parte de mí. Si la odias, me estás odiando a mí “yo” entero, Hayato

—no te odio

—lo haces

—no me contradigas, maldición — gruñía, porque odiaba cuando alguien lo confundía usando sus propias palabras

—¿me amas?

—si

—mientes — suspiraba profundamente

—¿por qué lo harías?

—¿me odias? Es evidente que si — su dolor se reflejaba en la lágrima que se le escapaba — odias a toda mi raza, odias a mi parte animal, odias al asesino que tú mismo forjaste dentro de mí. Odias tenerme miedo, odias mi existencia. Odiaste las veces que llegué a tocarte, odiabas que yo me acercara a ti, odiabas que yo sonriera para ti, odiabas que yo te proclamara amor porque, según tú, yo no podía sentir aquello… me odiabas y me sigues odiando

—no es verdad… yo creo que me enamoré de ti y…

—¡MIENTES! ¡DEJA DE MENTIR! — le gritó de repente mientras apretaba los puños

—¡no lo hago!

—puedo olerte y escuchar tu corazón… al igual que tu respiración — su mirada se volvía dura nuevamente — me estás mintiendo

—no lo hago — retrocedió dos pasos y apretó nuevamente el arma entre sus manos, listo para apuntar y disparar

él me dice que sí… y ahora que pude hablar contigo, también lo creo — su voz se quebró de pronto y sus manos apretaron su rostro para buscar fuerza. Su otra personalidad tenía razón — me duele tanto… ¡me siento traicionado! ¡Cada que intento comprenderte me mientes! ¡Sólo di que me odias y ya! ¡No más mentiras, Hayato!

—¿quieres saber la verdad? — decía apretando los dientes — odio tu lado salvaje... lo odio porque me quitaron a mi familia. ¡Odio a toda tu puta raza! — soltó su frustración y al final se dio cuenta que se dejó llevar por la ira y soltó una afirmación que no quería decir — espera… yo no

él tenía razón — soltó un sollozo y se inclinó hasta posar sus manos en sus rodillas — me odias… y eso duele

—Yamamoto espera — quiso acercarse para recomponer lo que dijo, pero no pudo porque escuchó el gruñido de advertencia — no quise decir eso. Yo no te odio

—mentiroso de mierda — poco a poco mostraba su rostro y Hayato supo que perdió su oportunidad para rectificar su error — siempre mentiste. Me usaste desde el inicio como todos los otros a los que maté. Fingiste ser amable para obtener beneficios, pero jamás estuviste dispuesto a tratarme como a tu pareja — sonrió mientras se erguía y limpiaba esas lágrimas dolidas

—deja que el otro vuelva. Quiero hablar con él — lo vio dar un paso, extender sus garras y dientes. Por instinto, Hayato apuntó con el arma y su dedo estaba en el gatillo

—dispara Hayato… o te mataré… ¡dispara!

—no — retrocedía los mismos pasos que Takeshi daba. Esa mirada le prometía muerte

—¡dispara o te mataré! — Se escuchó la detonación y después solamente la risa de Yamamoto – una traición más — afirmó mientras miraba el agujero en el suelo. De no ser porque se movió con rapidez, esa bala estaría dentro de su cuerpo — una traición tras otra. ¿Lo ves Takeshi? Tu amado Hayato nos intenta matar

—no te me acerques… tú no eres…

—¡te mataré por traidor! — dio su primer zarpazo y falló a propósito. Ver y oler el miedo era agradable para su lado asesino

—¡muérete maldito idiota! – Hayato temblaba porque volvía a ver esa mirada helada en Yamamoto, casi podía jurar que la mano de la muerte le rozó la mejilla. El miedo salía a flote y lo obligaba a defenderse a coste de la vida de quien fuera – muerte para ti y toda tu especie — soltaba aquello sin siquiera pensarlo. Quería aferrarse al odio para darse fuerzas… porque Takeshi, el que conoció, ya no estaba… Si no se defendía, moriría

—yo te amaba – Yamamoto se relamió los labios y se acercó con rapidez – y me has traicionado

—yo también te amaba – susurró justo antes de tener al azabache enfrente suyo, a centímetros de su rostro — ¡también lo hacía! — disparó una vez más, porque el pánico lo motivaba a hacerlo — ¡te amaba, maldito idiota! — otra detonación y una más para agujerear el cuerpo de su atacante. Ya no más, porque las municiones se le terminaron

—la traición no se borra… y se paga con sangre – susurró en el oído ajeno. Se había acercado tanto al albino que sentía el calor del cuerpo ajeno — yo te lo advertí — sujetó uno de los brazos de Hayato al mismo tiempo que sus garras incrustaban en el pecho del albino – mi amor te lo di y lo despreciaste —siseó con ira

—no lo… hice – susurró sintiendo su carne ser apuñalada por las garras ajenas, cada vez metiéndose más hondo… dejando su corazón intacto para que su muerte se retrasara – yo no… — su dedo apretó el gatillo una vez más, pero no había más balas que usar.

—mi amado Hayato – sonrió antes de empujar su mano con lentitud y sonreír al ver al albino escupir sangre – muere conmigo – susurró abrazándolo con uno de sus brazos y enterrando su mano en el pecho del mismo, hasta que vio su mano brotar al otro lado de ese cuerpo

—agh — su más horrenda pesadilla se volvía real — me lo… merezco – susurró Hayato al sentir su último respiro de vida – no debí…

—no debiste – susurraba Yamamoto y su voz se quebró – si no hubieses disparado… tal vez… tal vez no te hubiera asesinado, Hayato – sonrió mientras sostenía el cuerpo que empezaba a convulsionar – adiós mi amado albino… adiós mi Hayato

—maldito idiota – susurró, por último, antes de cerrar sus ojos y el iris verde se perdió entre esos párpados

—mi Hayato — sollozó mientras uno de sus ojos se cristalizaba y derramaba una lágrima lacerante

—joder — susurró tan bajito que nadie más que Takeshi lo escuchó. El último aliento se expiró y cada músculo de su mano se aflojó. Su arma cayó al suelo, sus piernas se doblaron y solo estaba de pie porque Takeshi no lo había soltado  

—de todas formas, no pertenecías a mi raza… — su voz volvió a ser profunda y ruda. Seguía llorando, su lado amable seguía llorando, pero su lado asesino se enfocaba en la tarea que tenía que cumplir — no hubieses podido darme descendientes, Hayato – sonrió mientras sacaba su extremidad del pecho ajeno y dejaba caer el cuerpo. Sus ojos memorizaban a aquel muchacho de lindas facciones, pero que ahora estaba manchado de rojo – las cosas pudieron ser diferentes – decía mientras que, con su mano limpia, tocaba su estómago – dos balas… me pegaste dos tiros, en verdad querías matarme — decía con una mueca, pero le restó importancia mientras veía la puerta principal

—¡AHORA! – un grito alertó a todos y detuvo la masacre – ¡AHORA, MALDITOS! — I-pin silbaba con sus dedos y todos se alejaron de la muralla

 

 

La pared cedió de pronto. Un estallido que generó polvo dio la amenaza más grande para la armada de resguardo. Los gritos se vieron opacados por las grandes piedras que aplastaban a los que estaban cerca. El metal se retorcía y, los que afuera de aquel lugar esperaban, entraron sin reparo ni miedo. Clases A por decenas, de todas las edades convenientes, a cuatro o dos patas corrían dentro de las murallas y lanzaban sus advertencias en forma de sonidos animales. Los aliados clase B o C, con armas en mano, acababan con cualquiera que estuviera vivo y portara el uniforme de la armada.

Lambo lideraba el grupo de clase A al ataque, identificando a los suyos para no cometer el error de rajarle la garganta a alguien errado y cuando reconoció a Reborn… sonrió. ¿Cómo no sonreír al ver a alguien que mordía un brazo mientras caminaba entre los enemigos que peleaban sin recibir daño alguno? Ni una mancha que el propio Reborn no se haya ganado por voluntad… ¿Cómo no fascinarse con un hombre así?

 

 

—papá, afuera está… — amaba molestarlo, pero claro, fue interrumpido

—no soy tu padre, mocoso — fue lo único que dijo antes de caminar despacio a la salida – diviértete

—será genial – sonreía el de ojos verdes – y más te vale darme clases de cacería después, Reborn  

—tráeme a Tsuna

—joder — refunfuñaba, odiaba cuando Reborn metía a Tsuna en su plática — como sea – se quejaba mientras corría al interior mientras sacaba su arma

 

 

Tsuna miraba la destrucción detrás de sí, sonreía divertido al ver que su familia aullaba satisfecha al destajar a los carceleros que los torturaban antes. Estaba consciente que habría sacrificios por aquello, pero valía la pena si toda esa mierda se terminaba. Él mismo ya destrozó a dos altos mandos, lo hizo con rapidez porque quería evitarse el peligro de que le dispararan, no quería ser regañado por Reborn debido a su imprudencia. Caminaba despacio entre los cuerpos, no tenía apuro por ir con su familia, pues… Timoteo esperaría vivo hasta que llegase el momento.

La revuelta había sido planeada de tal forma que los doce infiltrados clase B y C habían abierto casi todas las jaulas en coordinación y hasta, al parecer otro grupo de diez más, habían invadido los edificios. Eran 36 a 1 en favor de los carceleros, pero eso solo era un número, porque un clase A fácilmente podía acabar con 20 carceleros con un poquito de esfuerzo… además… un infiltrado cambió las drogas y ahora estaban libres de toxinas, es decir en su mayor grado de letalidad. Era todo tan perfecto y seguramente I-pin fue la mente maestra junto a Skull, después de todo, esa muchacha heredó los genes de Reborn y Skull era un veterano en esos asuntos. Dos cabecitas demasiado brillantes y eso se notaba en la destrucción del lugar… no siempre usas la cantidad correcta de dinamita para derribar una muralla por pura casualidad  

El objetivo estaba en destruir todo aquello que representaba represión, sacando a los suyos, quienes uno por uno saltaban de los departamentos asignados, llevándose consigo a algún cuerpo que serviría de alimento. El aroma que el viento le traía era satisfactorio, hasta podía sonreír con sinceridad. Muerte, destrucción, pólvora, y… Kyoya. Tsuna reía mientras caminaba entre los que corrían buscando refugio o municiones, dejaba salir su parte “malvada” porque así sería más divertido. Alguien fue tan tonto como para intentar detenerlo y con sus garras, Tsuna destajaba a un pobre novato que identificó. Le cortó la carrera tras arrancarle un brazo y escuchó el dolor reflejado en un grito que rasgaría las cuerdas vocales de cualquiera. Reía mientras arrancaba un pedazo de carne para alimentarse… la presa fresca era deliciosa

 

 

—preparaste todo eso

—¿no es obvio, Kyoya? – sonrió volteándose para mirarlo, pero al escuchar al herido en el suelo sintió pena y eso lo detuvo momentáneamente

—¿qué hiciste con Timoteo?

—la venganza requiere tiempo. Se han llevado a los ancianos a nuestros transportes, los mantendrán con vida para tortura igualitaria – decía acercándose al caído que trataba de huir, pero Tsuna fue más rápido y le pisó el cráneo con la suficiente fuerza como para romperlo y quitarle la vida sin demasiado dolor

—maldito seas, Tsunayoshi – dijo sin inmutarse por el difunto – me usaste para esto  

—¿usted no fue el primero en usarme a mí? – hablaba mirándolo con detenimiento para después bostezar

—me perteneces, Tsuna — estaba furioso. Poco le importaba la destrucción causada, él sólo quería someter al castaño

—eso fue lo peor de todo – dijo escupiendo un poco de sangre cuajada de su boca, pues le desagrado el sabor y arrojó el brazo del carcelero lejos – pues yo no estaba preparado para usted

—sino para ese patilludo — habló con rabia

—no – sonrió con diversión – el elegido era… Timoteo – se relamió los labios poniéndose en pose de ataque – pero usted abusó de mi celo primero… qué asqueroso fue cuando desperté

—de aquí no sales vivo — la verdad no le sorprendió escuchar el nombre de Timoteo, en el fondo lo presentía

—eso digo yo – susurró antes de esquivar la tonfa y el ataque del azabache – intenta matarme – retaba mientras esquivaba cada ataque con habilidad – no pensé que usted fuera así de patético

—kamikorosu

—no estoy drogado. Soy el verdadero monstruo que tú querías enfrentar – sonrió poniéndose en frente del azabache – ahora… intenta matarme — se burlaba

—maldito herbívoro — gruñía antes de lanzarse de nuevo en contra del castaño, pero por más que intentaba no lograba llegar a dañarlo. Esas manos desviaban sus tonfas o sus golpes y esos ojos se entrecerraban o mostraban aburrimiento. ¡Maldito castaño!

—qué aburrido — se quejaba mientras con su puño cerrado golpeaba el rostro de Kyoya — hasta me da flojera pelear con usted

—te he tenido bajo mi dominio hasta ahora y volveré a hacerlo

—mala suerte — frunció su ceño y pateó la tonfa que quería llegarle en las costillas — porque ese dominio del que habla se basaba en mi debilitada persona. Ustedes se creen superiores, pero en realidad son solo comida fresca para nosotros

—hablas mucho ahora

—es verdad — con rapidez llegó hasta estar a solo centímetros del rostro de Kyoya y detuvo la tonfa dirigida a su mejilla — gasto saliva con una miserable basura como tú

—no te atrevas a subestimarme, Tsunayoshi — pateó al castaño con fuerza para alejarlo, pero al parecer no fue suficiente. Sintió aquellas garras incrustarse en su pierna y darle impulso hacia atrás — joder — el que fue empujado, fue él

—si estuviera Xanxus aquí, estoy seguro que se burlaría de usted… él si puede darnos pelea a nosotros. En comparación… usted solo es una ratita… pobrecito — decía fingiendo llorar

—no me compares

—Kyoya… eres patético. Sin drogas… no puedes dominarme

—¿y las drogas? — de nuevo se impulsaba en contra del castaño

—mis infiltrados… las cambiaron – soltó una carcajada antes de patear el estómago del azabache – todos estamos en modo salvaje. Libres, propios, consientes, fuertes, ¡con ganas de venganza! – hablaba con calma mientras retrocedía un poco hasta ver la expresión de dolor de su adversario

—ugh… maldito — odiaba aceptar que aquellos golpes eran… eran dolorosos

—tres costillas de un golpe ligero – detalló con una sonrisa – lo dejaré vivo por hoy, pero con un regalo – un rápido movimiento que no fue capaz de ser detectado, todo para estar detrás del azabache, jalarle el cabello hasta ponerlo a su altura y tomarlo del brazo – usted es diestro, ¿no?

—herbívoro — gruñó y con su brazo libre intentó golpearlo, pero el dolor lo detuvo momentáneamente

— ya no más – dijo doblando la muñeca hacia atrás y esquivando la ligereza de ese golpe hacia su cabeza – que mal – un solo sonido resonó y Hibari se mordió el labio para no gritar – ahora… dos tendones – Tsuna no mostraba expresión mientras lamía la mejilla de Kyoya e incrustaba sus garras en el brazo ajeno — que bien se siente — lanzó un suspiro satisfecho al terminar su pequeña travesura

—ugh… agh… — ni siquiera podía hablar o mandarlo al demonio. Su carne fue cortada, sus tendones fueron destrozados, sus huesos fracturados y su orgullo quedó en el suelo

—me llevaré un recuerdito del maldito que me tomó en mi celo — sonrió antes de besarle la mejilla y gruñir bajito — si quiere elija el músculo

—maldito Tsuna… te voy a… — separó los labios y quiso gritar, pero se contuvo

—delicioso — sonrió después de soltar el trozo que desgarró del brazo del azabache — un sabor… especial… el sabor de mi carcelero — sonrió antes de repasar la herida con su lengua

—las… pagarás

—no creo — pateó la parte posterior de las rodillas de Kyoya y lo lanzó al suelo — ¿quién está por debajo de mi ahora? — sonrió con prepotencia — tal vez debería humillarlo un poquito más — con su dedo limpiaba la sangre que se le resbalaba de la comisura de sus labios. Estaba disfrutando mucho de eso

—basta Tsuna — Reborn llegaba a paso calmo. A lo lejos, las cosas ya terminaban de darse y al ver que Tsuna no llegaba, tuvo que ir por él

—eh… no quiero — hacía un puchero leve en protesta

—mátalo y vámonos. El tiempo se acabó – Reborn caminaba junto al azabache, pero lo ignoraba — no pierdas el tiempo con insignificantes carceleros

—¿nos vamos tan pronto? – dijo mientras soltaba un chasquido y se apartaba de Kyoya, quien intentaba golpearlo con el brazo sano

—los… mataré

—media hora y el destrozo ya es suficiente. Soltarán el arma biológica en poco tiempo, esto será una zona de desastre — Reborn se adelantó de nuevo y sonrió triunfal al ver de lejos a su hija dirigiendo a todos fuera de ese campamento de torturas — muévete Tsuna

—una cosita más – Tsuna daba un pequeño saltito antes de pisar la espalda del azabache caído — una pequeña

—no demores, Tsuna

—Kyoya — susurró mirando al azabache, dejó de pisarlo y se inclinó para mirarlo — ¿aún no te desmayas? — esquivó el golpe casi nulo y sonrió — creo que no — se levantó con calma, agarró fuerza y lanzó lejos a Kyoya, tan sólo usando una patada

—Tsuna… muévete

—voy, Reborn — dio un salto fuerte para alcanzar a Kyoya y mostrarle sus dientes – me llevaré a su hijo – susurró en el oído del mencionado antes de lamerle la mejilla y dejar que una de sus garras se incrustara en la piel del vientre ajeno – quédese con la duda

—ugh

—ahora si puede desmayarse en paz — a puño cerrado lo golpeó en la nuca y sonrió. Ya estaba todo dicho

 

 

Tan rápido como llegaron, se reunieron en la puerta para su salida triunfal. Una flota de camiones estaba lista a pocos pasos, cortando la vista del desierto que rodeaba aquel cuartel general. Algunos de esos vehículos fueron sacados de los propios galpones de la armada de resguardo. Ahora esas cosas serían usadas para la liberación de los clase A. Todos sonreían, se abrazaban, chocaban sus manos y puños, lanzaban un sonido animal antes de empezar a subir a cada camión. Las últimas balas se gastaban, los gritos de victoria, los gruñidos, opacaban los gemidos adoloridos de los que aún seguían con vida. Un aullido por parte de Yamamoto que avisaba a todos reunirse y partir. Al final la operación fue un éxito

 

 

—ganamos — sonreía I-pin mientras se lanzaba sobre Skull para que la cargara — ¡fue genial!

—ya te has acostumbrado a ponerte de parte de tu familia — el de cabellos lilas no se quejó cuando I-pin se acomodó en su espalda. Con gusto la llevaba a su pareja con cuidado al camión guía

—no hagan escenitas románticas aquí — Lambo pasaba junto a ellos, golpeándoles los hombros — Reborn los mirará… y no será bonito

—es un padre celoso y posesivo — sonreía Skull, pero era I-pin quien le besaba la mejilla — creo que me meteré en problemas

—no lo creo — I-pin balanceaba sus piernas como una niña — estará ocupado con Tsuna

—oye… lastimas mi pobre corazón. Eres mi hermana, apóyame un poquito siquiera — se quejaba Lambo mientras apuraba su paso y trepaba al camión

—Lambo es un idiota al pensar que papá le hará caso — suspiraba I-pin

—quien sabe — Skull se apresuraba a su camión respectivo porque ya escucharon la orden de Tsuna a lo lejos. Una orden para que se apuraran en la retirada — Reborn es… un enigma

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Bueno, bueno. Me tardé más de cinco días en corregir esto. Mi computadora me está dando problemas de nuevo, rueguen porque no muera… la necesito tanto T-T

Este capítulo fue largo porque no quise cortar el escape de los clase A. Al fin están libres, me siento tan realizada en este punto de la historia, que hasta lloraría, si tuviera lágrimas o energías… aquí es de madrugada, pero quise subir el capítulo hoy, porque si babys

¿Reclamos? No creo, después de todo, creo que fue predecible que terminara así. Además, no fue ni emotivo, solo un poco descriptivo, no demasiado XD

Me muero…..

Espero que hayan disfrutado de esto, tanto o más que yo cuando lo escribí

Muchos besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).