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Problemas de clase por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Sobrevivientes, bienvenidos a una nueva lucha XD

Un placer servirles~

Disfruten 

 

 

 

 

El doctor de la manada solía darles lecciones sobre su propio organismo a los clase A. Si alguien tenía preguntas iban con él y éste les explicaba con un poco de pasión o simplemente les daba un libro que había hecho el científico de la manada y del cual, cinco copias estaban bien guardadas. La manada tenía cincuenta personas, entre ellas diez clase B y C que solían ser los enfermeros y doctores aprendices. Estaban bien organizados y no era la única madriguera que tenían a disposición, pues su territorio era amplio. En la otra instalación había veinte personas más, así que no tenían problemas con la defensa de sus tierras. Eso puesto que las manadas de clase A ocasionalmente se enfrentaban por cuestiones como esa, pero terminaban por formar un pacto que beneficiara a todos

 

 

—así que el mocoso mintió — Reborn se hallaba sentado en aquella habitación subterránea, pues a esa otra persona le gustaba la soledad y el silencio. En realidad, todo el refugio era subterráneo, pero el científico, o el “doc” como lo llamaban, escogió la planta más profunda

—vino a preguntarme por ese tema en cuanto se enteró que los varones de nuestra clase se podían embarazar. Creo que está obsesionado contigo, Reborn

—lo sé — no se inmutaba por esas palabras

—es un niño aun — Verde rodaba los ojos debido a la apatía que mostraba su allegado — le pareces fascinante. No deberías reprenderlo tanto

—es un juguete y ya. Así que cállate

—no se merece que le hagas eso — se rascaba los desordenados cabellos verdosos que destacaban — me apiado de él

—fue Lambo quien vino a buscarme y sabía que yo hacia él no tenía ninguna intensión seria — Reborn miraba a Verde, el estúpido científico que lo sacó de su primera prisión — Le advertí más de cien veces que se alejara de mí, porque no encontraría nada bueno

—quisiera que Tsuna te escuchara — reía suavemente — tal vez y se arrepiente de casarse contigo, Reborn

—cállate, Verde, y dime lo que quiero saber

—me gustaba más cuando eras pequeño, Reborn. En ese entonces eras adorable

—si no quieres que pruebe mis garras contigo, mejor me dices lo que quiero escuchar — gruñó con enfado

—claro, claro — se estiraba sobre su propia silla y mordía un esfero que encontró por ahí — no puede tener hijos, es obvio

—perfecto

—no aun — bostezó con cansancio — no hasta que ese lado suyo despierte. Tú sabes que los embarazos pasan sólo en la época del segundo celo en adelante, y Lambo no ha tenido ninguno

—le falta el acople entonces — palmeó una de sus piernas y se levantó — ¿y cuándo crees que despertará?

—no sé… el único hijo de esa clase híbrida lo tuvimos hace veinte años y fue capturado por los de la armada. Fue muy penoso que fuera asesinado antes de que tuviese su primer celo. Tu hija ahora es la única evidencia que tengo de ese caso y bueno… añadamos a Lambo, pero como un caso especial, porque es de “tu propiedad”

—¿crees que los ancianitos esos habrán descubierto algo?

—no lo creo, pues no dejan vivir a los cachorros por más de diez años — Verde miraba a Reborn con extrema calma e interés, podía jurar que se veían más relajado desde que Tsuna accedió a pertenecer al líder — pues los cachorros clase A se vuelven incontrolables en la mayoría de casos. O simplemente esos ancianos no quieren descendencia que no pueden asegurar sean saludables mentalmente

—creo que puede haber una posibilidad

—¿con quién?

—Xanxus y Elena

—Xanxus no es descendiente de clases A. Tampoco había evidencia de que llevara el gen. Ese muchacho no es de ese tipo de híbridos

—pareciese que si

—también lo creí, pero lo investigué cuando era un niño… — Verde tecleó algo en su computador y mostró un archivo en donde Xanxus se mostraba en una pequeña fotografía — no lo es… lo único que me apena es que perdí una de mis principales fuentes de información por obtener las muestras de Xanxus

—cuida de tus infiltrados en esa zona, no quiero que nadie más muera — Reborn se cruzaba de brazos mientras pensaba — ¿y Elena?

—le hice los exámenes, tampoco es de esa clase — bostezó

—sigue investigando entonces. Saca información de las otras bases de la armada también

—hecho… y Reborn… deja de usar a Lambo — lo miró con fastidio, odiaba ponerse en esa faceta de consejero moral

—no me ordenas nada, Verde, y no te hagas el compasivo porque eres tan rata como yo

—no lo decía por ese muchacho que, debo recalcar, es tu sobrino-casi hijo. Lo digo por Tsuna

—de Tsuna me ocupo yo, así que mejor metete en tus asuntos y trata de hacer efectiva esa vacuna. Me está dando lata esa parte animal que quiere surgir. Ya con mi hija sana y salva, volveré a ese periodo de salto entre conciencia e inconciencia y no es agradable

—sí, sí… pero deberías preocuparte por la salud de Tsuna… un clase A con dos parejas no es muy común

—eso no te incumbe

—tienes suerte que nosotros no agarremos ninguna clase de enfermedad con ese tipo de cosas… en parte sí somos perfectos — suspiraba el científico cuando escuchaba los pasos de Reborn al alejarse — eres caprichoso, Reborn

 

 

Manada…

 

 

Los festejos en una manada eran extraños, pero existían. Una familia estaba siempre feliz de que alguno de sus miembros se emparejara debido a decisión propia, por razones que para ellos representaba el amor verdadero. Ellos buscaban pareja, formaban familia y se sentían dichosos cuando un matrimonio se anunciaba, porque era su objetivo de vida. Algo importante también era el nacimiento de nuevos miembros, así que los festejos se hacían cuando una de esas cosas pasaba. En ese caso, todo se unió en un solo día y las cosas no pudieron darse de mejor forma. La cacería rendía frutos, el ganado que recolectaron sirvió para el festín de todos ellos. Era perfecto

Cualquier persona que presenciara aquello, diría que era una celebración dada en épocas coloniales, donde la tecnología no existía y así era, porque ellos eran una sociedad que recién estaba surgiendo. Estaban establecidos en medio del desierto, en donde decidieron colocar su base secreta para que el riesgo a ser localizados fuera mínimo, pero el detalle de su ubicación no importaba. Estaban en medio de la nada, nadie podría verlos o escucharlos a menos que usaran esos malditos aparatos voladores, pero generalmente en esa zona esas cosas se perdían o no duraba el combustible, así que estaban bien. El único que tenía acceso a algo tecnológico era el científico y los médicos se veían beneficiados por las habilidades constructivas de este. Los demás aprendían a usarlos, pero generalmente le restaban importancia a eso porque su parte animal dominaba su existencia

Cuatro bodas, dos nacimientos. Las parejas que lograron escapar de la armada de resguardo unían sus vidas, entre ellas estaban Skull e I-pin. Ese par fue autorizado por el mismo Reborn, quien al final se resignó a que su hija enlazara su vida con el idiota que tenía por subordinado desde hace años. Confiaba en que Skull la protegiera de todo o sino él mismo lo castraría y mataría lentamente. Padre celoso dirían algunos y se ganarían un pase a la enfermería, por eso no lo exteriorizaban en palabras, pero en silencio todos compartían esa opinión.

La otra unión era la más esperada, porque no era mentira que toda la manada tenía en claro que Reborn siempre obtenía lo que quería y ese era Tsuna. El castaño era al único que Reborn reconocía como un igual, tanto en ideales como en fuerza. También estaban dos bebés en la manada, uno desarrollado y nacido en la comodidad de la madriguera, y el otro parcialmente desarrollado en el lugar, pero de todas formas era bienvenido por todos. Susu, quien estaba en brazos de un no muy cariñoso Squalo, era la noticia del momento porque el otro progenitor era reconocido por la mayoría, pero se guardaban los comentarios respecto al tema. El tiburón a pesar de tener mal carácter, ser de poca paciencia y otras cosas, cuidaba con empeño a su hijo y eso bastaba. Así eran las cosas en aquel territorio

No todos estaban felices en ese día especial, tal vez nunca habría armonía perfecta en la manada y era normal. Pero las órdenes del jefe se aceptaban, así como las parejas formadas, pues la lealtad era su más grande base y lo único que los separaba de los tan minimizados animales. Todo culminaba en el festejo con comida, con risas, algo tocado en un instrumento tallado en madera, gruñidos porque no todos estaban en conciencia aquel día, mas no era raro, por el contrario, era demasiado normal y que no representaba problema alguno porque incluso así se podían comunicar mediante su lenguaje animal. Se olvidaron por un momento de la desgracia de su pasado y se enfocaron en la dicha del presente, en la libertad que saboreaban y por la cual lucharían las veces que les fuese necesario. Al final simplemente estaba lo que ellos entendían como amor y que otros entenderían simplemente como vínculo

 

 

—¡felicidades a los recién casados!

—comamos otro poco

—bebamos algo añejo, se supone que somos humanos también

—déjame cargar a Susu

—es muy lindo

—eres tan hermosa

—quita esa cara larga, Lambo… al menos finge estar feliz por mí — era I-pin que, después de días de pleitos, refunfuños y discusiones, al fin se rindió a las leyes de la manada — Lambo — suspiraba, porque quería estar completamente dichosa, pero su hermano no colaboraba

—estoy feliz por ti — al ver que su hermana lo esperaba, se animaba a sonreír y participar — así que lo intentaré — por ese día, simplemente se concentraría en la sonrisa de I-pin

—vamos a bailar entonces

 

 

Todos esos murmullos quedaban atrás porque así lo quiso el mayor y el otro no protestaba. Un calmado caminar por aquellos pasillos, porque era hora de descansar. Los envolvía un silencio que presagiaba un inicio, no decían nada porque nada había que aclarar. Uno de ellos se detiene y se acerca al otro en complicidad con el nulo ruido, un acercamiento previsto y una sonrisa divertida por el suceso. Un roce entre sus mejillas y, como si fuera un gato, una lamida en la comisura de la boca como aceptación antes de un roce entre sus labios. El primer beso que se daban oficialmente, era hasta gracioso porque fue tierno y eso no era natural de ninguno de los dos, aun así, el uno suspiró y volvió a hacer aquello antes de continuar con el recorrido

Un toque en la chaqueta ajena, como si fuese un niño pidiendo guía al entrar en aquella habitación. Extrañeza porque jamás pensó estar en aquella ocasión y menos tras las situaciones ya vividas. Suspira para darse valor, pues tuvo dos semanas para mentalizarse y aun no se siente listo por completo. Posa su frente en la espalda ajena y espera una frase o un movimiento, pero como en otras ocasiones en su vida, el mayor lo deja decidir. Adora eso de aquel hombre, que siempre le dio la libertad de elegir como vivir, que nunca lo forzó a nada y fue paciente, aunque a veces jugaba sucio para alcanzar sus metas. Era su figura a tomar para seguir en esa vida y tal vez fue por eso que en ese punto no tenía ningún tipo de miedo, aunque si un dije de tristeza porque en su pasado había otra persona a la que dos de sus partes adoraban, pero ahora eso valía un comino.

 

 

—estás pensando mucho, Tsuna

—Reborn… debes querer tener hijos, ¿no?

—obviamente — claramente sintió como el menor lo abrazaba por la espalda antes de quedarse callado un momento más — ¿y eso que tiene? ¿No es lo que tú quieres también?

—sabes que mi celo no vendrá en algún tiempo — lo soltó para rodearlo como en una danza, con pasos suaves y contados. Lo enfrentó hasta que sus ojos conectaron — y me joderás hasta que eso suceda

—qué vulgar eres — sonríe de lado porque durante toda la fiesta vio al lado que parcialmente lo aceptaba, el melancólico. No lo tocó durante el festejo, sólo se sentó junto a él y cuando creyó necesario pidió privacidad. Pero al parecer ese lado triste desapareció

—soy “yo” el que está aquí ahora y estará la mayor parte del tiempo — sonrió divertido, dando entender que su lado “malo” estaba a flote — así que acostúmbrate

—contigo nunca me aburro, Tsuna — su mano se deslizó por la mejilla levemente abombada, notorio porque se habían estado alimentado bien y era normal que recompusieran sus cuerpos — y dile a tus demás personalidades que cada una de ellas me pertenecen ahora

—como decía — rodó los ojos, pues el ego de Reborn no debería subir tan alto — ya pensé en eso. Así que está bien

—¿a qué te refieres? — elevó una de sus cejas, porque presentía que algo bueno iba a dictarse

—usa tu juguetito — hizo una mueca de fastidio y suspiró — sabes que yo tengo a mi hijo aquí — instintivamente se tocó el vientre levemente curveado — viviré por él durante un tiempo… incluso mi consciencia ya está estabilizándose

—y después dicen que no entienden el cómo pude encapricharme contigo — sonrió con malicia mientras se acercaba al pequeño — sabes entender como son las cosas y no te complicas demasiado

—no te confundas, Reborn — rodeó al mayor con sus brazos y le cedió un beso lleno de cariño — odio que no te conformes con una sola persona, pero entiendo que tu necesidad de dejar descendencia es mayor que el amor que dices sentir por mi… así que puedes jugar con Lambo cuanto quieras

—debería entonces buscarme otro juguete, pues ese niño no…

—¿no lo has notado? — sonrió divertido, cortando la frase del azabache — está a punto… su necesidad por tomar mi lugar lo está llevando a eso… Verde me lo dijo. Lambo sólo está a un pequeño paso para que su parte animal surja, así que ayudaré en eso

—me estas consiguiendo un concubino

—estoy dándote lo que quieres para que no me caigas como una patada en el trasero — golpeó levemente la mejilla del mayor con su mano y sonrió — aun no me convences con eso de ser mi pareja. Dos de mis “yo” aun no te quieren, así que esfuérzate un poco… ca-ri-ñi-to

—empecemos ahora entonces

 

 

Tsuna pudo haberse reído por aquellas palabras, pero no tuvo siquiera oportunidad de hacerlo. Los labios del ajeno tomaron los suyos de improvisto y aunque quiso separarlo, porque el acto fue tan repentino que instintivamente se negó… era inútil. Se vio silenciado de forma abrupta y extraña. Aquellas manos rodearon su cintura de inmediato, la mordida en su labio lo obligó a quejarse y en menos de lo que pensó estaba tratando de corresponder al beso que Reborn le cedía. Un acto donde tenía que usar sus labios, su lengua, tratar de respirar y de no caer, todo al mismo tiempo; era complicado

El castaño era inexperto en eso, tal vez porque en su vida libre nunca se le permitió frecuentar a nadie o ser frecuentado, y porque en su vida en las jaulas nunca permitió que alguien siquiera se acercase… sólo Hibari y ese hombre jamás tuvo la decencia de cederle un beso de ese tipo. Fogoso, necesitado, pero dulce al final. Y sin darse cuenta había caído presa de quien consideró siempre como su padre, pero que se obligó a ver de otra forma desde el punto en que decidió defender al pequeño bebé que creó. Todo por su hijo y por sí mismo, porque ya era hora de formar su hogar y qué mejor, con la persona en la que más confiaba. Era cuestión de razonamiento e instinto  

Suspiro, gemido, ronroneo, el éxtasis. Tsuna no tenía conocimiento acerca de cosas como esa, no en la forma en que lo hacía Reborn, porque sólo conocía la agresión y el dolor. Tal vez ninguno de los dos conocía esa faceta escondida entre lo más profundo de su ser, pero de alguna forma eso estaba brotando de repente. Los pasos cortos que daban para llegar al lecho en esa habitación que sería de ambos a partir de ese día. El lento descender hasta posarse totalmente entre las sábanas que desprendían un aroma a limpio. Era muy extraño no decir nada, pero entender todo

Las caricias que ascendían por sus piernas le daban cosquillas placenteras a Tsuna y como respuesta simplemente las abría para acoger al mayor, quien besaba sus labios con paciencia como si probara un bocadillo exótico, carne de fina clase tal vez. Suavidad en el roce entre sus cuerpos, lentitud en el movimiento acompasado, sincronía incluso cuando el aire les faltaba y se separaban. Todo estaba coordinado. Tsuna admiraba ese “algo” que tenía la mirada negruzca de su esposo actual y no lo reconocía, pero sonrió instintivamente. Acarició la mejilla de Reborn, porque de una u otra forma, esa mirada se parecía a la que le cedía su madre en la infancia, pero a la vez era tan diferente

 

 

—¿de qué te ríes, Tsuna?

—no lo sé… te ves raro siendo gentil — besaba de vez en cuando aquellos labios. Sentía el roce de los dedos del mayor al quitarle cada prenda y a su vez, él ayudaba con la misma tarea al mayor

—¿tan malo me crees?

—no tanto — el castaño confiaba en él, tal vez por eso no le estaba afectando ser tocado de aquella forma por quien no era el padre biológico de su hijo

—me gusta cuando eres sincero — tiró del brazo de Tsuna hasta acercarlo y tenerlo de rodillas en frente de sí, y con su mano lo obligó a sentarse en su regazo — me gusta cada parte de ti — susurra con lentitud

—siempre dices esas cosas cuando nadie más que yo te escucha — sonrió y él mismo enredó sus brazos en el cuello ajeno antes de pegarse piel con piel — ¿qué pasará si alguien descubre que puedes ser así de tierno?

—morirá — Reborn deslizó su nariz por el cuello ajeno y lo repasó con su lengua antes de morderlo con fuerza. Era tradición dañar ese bonito cuello para que la gente supiera que un lazo estaba hecho. Un matrimonio en una manada se daba sólo con eso, porque para ellos los bienes materiales no tenían valía. Un anillo de plata fina era un desperdicio innecesario

—agh… ah — susurraba por el dolor, se quejaba por la agresión y el daño de su ser. Pero a la vez sentía el placer llegarle con aquello, cosquillas que erizaban su piel, pues aquellas manos rozaban sus piernas y ascendían con lentitud detallando su perfil — Reborn… duele — se quejó al sentir su sangre brotar y deslizarse por su piel

—mientras más profunda mejor… así la cicatriz no desaparecerá — relamía sus labios y limpiaba el color rojo de aquella piel

—ahora recuerdo — susurró quedito mientras era recostado y su esposo se posaba encima de sí — que las cicatrices superficiales se borran — sonrió al fijarse en un detalle que antes obvió. La mordida que alguna vez Hibari le hizo, desapareció hace tiempo y eso era magnífico. El pasado jamás lo molestaría, porque podía fingir que nunca existió

—valió la pena la espera si te tengo así — Reborn elevó su cuerpo un momento, sólo para admirar al castaño en plena desnudez — a disposición mía

—no soy un maldito premio — reclamó al percatarse de la mirada prepotente del mayor — joder

—lo eres para mí — esquivó la almohada que fue arrojada y sonrió triunfal

—joder, harás que me enfade — frunció su ceño, quiso golpear al idiota, pero se calló y apretó los labios cuando sintió el sexo contario rozarle aquella zona en su cuerpo que ayudaría a la unión — maldición… tú… eres un…

—seré suave, no te preocupes — adoraba molestarlo, hacerlo enfadar, pelear, incluso en ese momento

—¿por qué sólo conmigo eres así? — movía sus caderas para responder, soltaba un gemido suave, entrecerraba sus ojos, apretujaba las sábanas cercanas. La excitación era constante, no bajaba; porque cada vez que disminuía, aunque sea un poco, Reborn lo tocaba en alguna otra zona que él no sabía le diera un cosquilleo delicioso

—¿por qué será? — ironizó mientras deslizaba sus dedos hasta la entrada del menor y jugaba con ella. Una caricia suave, un movimiento lento, uno de sus dedos fingiendo entrar — tal vez porque no quiero dañarte — prepararlo, lo haría con paciencia mientras disfrutaba de molestarlo

—me siento… raro — suspiraba al sentir la invasión en su ser. Sus caderas se movían a compás del movimiento en sus entrañas, jadeaba cuando sentía la profundidad y se preguntaba si sólo con eso podía llegar a sucumbir ante el clímax

—el pequeño Tsuna gusta que jueguen con esta parte — Reborn gozaba de ver aquella bonita cara cambiar de color o expresión

—ah… oye — se quejaba cuando cierta parte de su interior era masajeada y lo hacía arquearse con placer — tú… ¿por qué… eres suave?... ah — tenía curiosidad. Ese alguien jamás fue así de suave con él, por eso tenía que preguntar

—porque llevas a un niño al que criaré como mío, por simple capricho… porque te amo y jamás lo has aceptado — susurraba encima de los labios ajenos, antes de lamerlo con suavidad

—nunca creí… que hablaras en serio — se estremeció al escucharlo, pues esa voz retumbaba en su cabeza y era extraño

—pues ahora lo sabes — metió sus dedos profundamente y escuchó el largo gemido que sólo hizo a su intimidad endurecerse más, si es que era posible — Tsuna

—Re… Reborn — jadeaba, perdido en la sensación gloriosa de ser estimulado — Reborn — pero protestaba cuando se siente vacío, abandonado — no hagas eso — tragaba duro al mirar como su esposo relamía los dedos usados y lo miraba con esos orbes negros

—tú no tienes poder alguno sobre mis acciones — gruñe cuando ve al castaño abrir más sus piernas en una invitación y aquellos brazos se extiende hacia sí — oh… ¿sumiso?

—Reborn — es lo único que dice antes de que el otro se acerque y así pueda besarlo, aferrarse a él. Quiere callar. Quiere hundirse en ese algo nuevo que siente en su cuerpo. Quiere sucumbir al placer de ser penetrado por el macho al que le entregó su vida… y dos porciones de su alma.

 

 

Sentir un beso tierno en sus labios era nuevo. Sentir un beso en el vientre que apenas era una curva que representaba los tres meses, era bonito. Sentir que era tratado con amabilidad, cariño, pasión y dulzura, era mejor de lo que había esperado. Tsuna disfrutó dejando salir su voz desde el preciso momento en que fue invadido por aquellos dedos o cuando la unión estaba hecha. Disfrutó cada movimiento acompasado, cada embestida profunda y cada mordida que sólo hacía su piel erizarse. Gritó de placer cuando el descontrol ganó y solo podía arañar la espalda ajena con fuerza para intentar compensar el horrendo cosquilleo que surcaba su cuerpo y el que no quería dejar de sentir.

Tsuna correspondía torpemente al beso cedido por Reborn y su experticia. Apreciaba cada ronco gruñido en su oído o cada palabra en un idioma llamado italiano que Reborn le brindaba. Gemía con potencia, jadeaba debido a la falta de aire, lagrimeaba sin parar, se acoplaba a su amante, dejaba que lo tomaran por completo. Movimientos que se repetían sin cesar, dolor que pasó casi instantáneamente y era reemplazado por placer. Fricción de sus cuerpos y el calor compartido, caricias presurosas, trato amable. El castaño gritó mucho más fuerte cuando se liberó y con ello obligó al mayor a hacerlo con él. Calor, sudor, temblor, una mirada o un gesto después del apogeo de la pasión carnal. Tsuna podía decir que jamás imaginó que el beso final después de recuperar su respirar normal, fuera tan maravilloso, que hasta sus lágrimas brotaron sin recato.

Tsuna reconocía que se había equivocado cuando decidió sólo fijarse en su rescatista como un ajeno a su descendencia y tomarlo como un modelo de padre, porque detrás de eso estaba una persona que cuidó de él sin importar la situación. Los defectos que mostraba Reborn eran muchos, mas, cada uno era agradable de contrarrestar o ser cómplice. Las virtudes eran pocas y cada una era más llamativa que la anterior. En eso pensaba mientras veía aquellos ojos negros o sentía esos labios suaves rozar con los suyos. Reconocía que su pareja debía ser Reborn y por eso no se quejó cuando se le fue exigido continuar con aquella noche de bodas a pesar del cansancio que le ocasionó la primera unión y tampoco lo haría durante el resto de días que viviera junto a él. Estaba claro que ahora sólo se debería a ese hombre.

 

 

Visita…

 

 

Cada paso era un reto para sí mismo; lo fue desde que volvió a tener consciencia después de un par de semanas guiado solamente por su lado animal y participando en las cacerías de la manada. Estaba peleando mentalmente con su contraparte, con aquella que quería ir a la maldita central que apenas estaba a unos kilómetros y destajar a todos por ser unos malditos hijos de puta que se llevaron a dos de los suyos apenas hace unos tres días. Los ataques en contra de los clase A no cesaban, nunca lo harían y el dolor de la pérdida de la familia no se mitigaba

 

 

—cálmate, Takeshi — una voz calmada, dulce. Una mujer que tomaba la mano del mencionado y lo hacía soltar el aire en un suspiro

—lo intento, Kyoko — se aferra a aquella mano cálida que lo ha reconfortado en esos días duros — pero tan sólo era un niño — se quejaba frunciendo el ceño y recordando a Baek, un infante de 9 años que estaba recién aprendiendo a cazar y al que perdieron en una redada de la armada contra su grupo en territorios de ganaderos

—no fue tu culpa, ni la de nadie. Quédate tranquilo — aquella castaña de ojos dorados se acerca al más alto y lo abraza por la espalda, pero sigue caminando a ese paso constante que pasmaron esa mañana y han mantenido durante el día

—la culpa la tiene esa niña. No la defiendas — una voz varonil se escucha a su lado. Tres clase A que tienen una misión y que fueron elegidos porque su periodo pensante llegó justo a tiempo — cuando vuelva al refugio le enseñaré a ser más valerosa, incluso si tengo que torturarla para que forje ese carácter

—no digas eso, Mukuro — Kyoko suelta al moreno de ojos avellanas y mira al otro, quien posee cabello largo, azulado, con una extraña formación asemejando a una fruta tropical — I-pin aun no puede oler al enemigo

—pero sí sabe defenderse bien — gruñe bajito mientras abre sus ojos y muestra su heterocromía. Un ojo rojo como la rabia misma, el otro azulado como la esperanza guiada en el cielo despejado — ella estaba a cargo de la parte posterior de la formación. Se suponía que ya sabía cazar y se estaba encargando de enseñarle a Baek las cosas básicas

—es humana — susurra Takeshi mientras sigue adelante, se cierra la chaqueta y coloca la capucha — no puedes pedirle simplemente que deje de serlo

—era sólo un hombre armado y ella se acobardó por un momento… suficiente tiempo para que algo saliera mal

—tranquilos — sonreía la castaña, pero ella también estaba afectada por aquella pérdida. Todos sufrían por sus hermanos que han sido aprisionados — encontraremos a Baek pronto. Lo regresaremos a casa y todo estará bien

—¡esos chiquillos son una maldita molestia! — pero Mukuro no se conforma con eso, pues tiene una rabia incontrolable — tanto la hija predilecta como la vaca marcada como ganado de Reborn — patea una roca con frustración y la ve golpear un árbol que se encuentra en su camino — juro que, al regresar, yo mismo me encargaré de su entrenamiento especial para que jamás vuelva a dejar una abertura en nuestra defensa... juro que le enseñaré el dolor de perder a uno de los nuestros, así tenga que matar a su querido hermano

—no digas eso, Mukuro — susurra Kyoko y sostiene la chaqueta del mencionado — no es bueno pelear entre nosotros

—ellos dos no forman parte de nuestra manada — gruñe Mukuro — además… lo he visto mirar a Tsuna — miró a Takeshi en busca de una señal — adviértele o algo puede ocurrir

—me asusta esa mirada — susurra Kyoko

—lo sabe… Tsuna lo sabe — suspira Takeshi mientras aprieta los puños, pues él también está preocupado — sabe que Lambo lo odia y que está buscando una excusa para deshacerse de él

—entonces, ¿qué esperamos para matarlo? — el de cabello azul frunce su ceño, aprieta los dientes — Es una amenaza. Ese mocoso es una maldita amenaza a la paz en nuestra familia

—Tsuna no quiere muertes — Takeshi se adelanta un poco para admirar al pueblo lejano que se extiende en esas tierras boscosas y gira su rostro hacia a algo que está a la derecha del pueblo, lejos de las casas — Tsuna quiere que Lambo viva porque tiene potencial

—¡eso es estúpido!

—pero puede tener razón — Kyoko mira a Mukuro con seriedad — Lambo está protegido por I-pin… e I-pin está protegida por Reborn. Hacerle algo sólo nos causará problemas a nosotros

—Tsuna… quiere que Lambo dé a luz al hijo de Reborn hasta que él pueda volver a tener su celo — Takeshi suspira mirando a sus dos hermanos — faltan un par de meses para que los órganos de Lambo vuelvan a estar en buen estado, así que…

—está siendo estúpido de nuevo — reclama Mukuro — Tsuna debería dejar de tener ese lado con corazón de gelatina, pues sólo lo limita… sería invencible sin esa compasión asquerosa que tiene

—es imposible — sonríe Kyoko — el lado humanista y el melancólico son así — sigue a los otros dos y se acomoda el cabello largo para que cubra la mitad de su rostro — no podemos matar esos lados

—más le vale volver a ser el malhablado de siempre — Mukuro gruñe, fastidiado e indignado — o el propio Reborn se cansará

—cierto — Takeshi sonríe mientras hace una seña con su mano, pues los otros dos irán al pueblo por provisiones y a averiguar si Baek está con los soldados de esa área, mientras él… escoge otro camino — los veo en dos horas

—no te pierdas en la oscuridad kufufu — el sol se pone, ya casi es de noche y ellos se separan — muévete, Kyoko

—no mates a nadie, Mukuro

—le quitas la diversión

 

 

Takeshi sabe que Mukuro tiene razón al decir aquello, pues si es que Tsuna no para a Lambo las cosas se saldrán de control y quien tomará medidas será Reborn. La mirada de aquel muchacho de ojos verdes se vuelve más sombría con el pasar de los días y eso transmuta a odio infinito. Takeshi ya vio esa mirada en muchas ocasiones; en Tsuna y hasta en el propio Reborn y nunca termina bien. Además, su jefe no es de las personas que tienen piedad y tampoco es el más paciente, así que Tsuna tenía que empezar a ceder. Ese es otro problema adicional

En el último mes, las personalidades de Tsuna habían estado saltando sin control; según Verde era por las hormonas del embarazo que volvían la parte pensante un “algo” inestable, pero no era buena noticias para nadie. El lado humanista de Tsuna se la pasaba hablando con Reborn, gestionando los itinerarios de la manada y cosas así, mas terminaba peleando con el azabache de patillas porque ese lado veía al mayor como su padre y al parecer no quería cambiar. Lo más difícil fueron los últimos días en donde el lado melancólico salía a flote y ni siquiera dejaba que Reborn se le acercara demasiado. La mirada de Tsuna era triste, resentida, su accionar repelente a todo ajeno a la confianza del castaño e incluso se volvía huraño. Era terrible

En esos días todos percibieron el aura negra que rodeaba al líder, se alejaban instintivamente para no salir perjudicados. En la madriguera sólo se escuchaban las peleas y las lágrimas de un hormonal Tsuna, pero cuando las cosas se complicaban demasiado, siempre volvía a aparecer aquellos lados que aceptaron a Reborn. El altanero quien maldecía a diestra y siniestra sus malditos cambios de humor o en el peor –aunque a veces era el mejor– de los casos, el lado perezoso, quien con un bostezo y un ronroneo calmaba a la fiera que era Reborn. Ocasionalmente era hasta divertido ver los cambios repentinos del castaño, ahora, segundo líder de la manada, pero siempre era peligroso

 

 

—ya llegamos — se animaba a sí mismo mientras sonreía al estar acunado por la oscuridad de la noche y a su vez alumbrado solamente con la luz de la media luna existente — Tsuna, espero que estés bien mientras regreso — susurra como un pedido al cielo

 

 

Takeshi se preocupaba por el castaño, lo hacía porque lo consideraba un hermano de sangre. Se criaron juntos, fueron capturados casi al mismo tiempo y de no ser porque platicaban entre ellos y se ayudaron en las situaciones más difíciles, tal vez él hubiese perdido la cabeza desde un inicio. Por eso quería ayudar a que esos lados restantes en Tsuna aceptaran al líder, porque así la armonía estaría completa y no corrían riesgos de alguna pelea con consecuencias catastróficas. Pero era sumamente difícil hacerlo, mas, si el propio Takeshi estaba luchando contra su contraparte asesina mientras se acercaba a esa zona… a esa tumba

Una lápida de color blanquecino, igual a otras tantas que formaban una serie de caminos llenos de flores y verde pasto en un área extensa que podía rodear esa colina libre. Era un cementerio, un sitio de descanso para quienes ya no estaban en el mundo físico. Por eso sus ojos se aguaban al ver el nombre que estaba tallado en la piedra. Takeshi ahogó un sollozo, limpió sus lágrimas y se arrodilló frente a aquel sitio frío y lúgubre en la mitad de la noche. La brisa helada golpeaba su cuerpo, se estremecía, pero ese temblor era sólo porque estaba llorando. Takeshi sacaba a relucir su dolor mientras sus dedos repasaban la escritura que denotaba “Gokudera Hayato” en una letra cursiva.

 

 

—él jamás mereció tu amor — entonces la batalla mental empezaba de nuevo. Su contraparte le daba lucha cada maldito día

—déjame en paz, sólo quiero desahogarme

él quiso matarte… casi lo logra

porque yo iba a matarlo primero… tú querías matarlo y yo no pude detenerte

yo soy tus sentimientos de venganza, así que no me vengas con que es mi culpa. Tu deseo de sangre ajena… soy yo

cállate por favor — suplica porque le duele el pecho y la cabeza. Son dos personalidades las que luchan por mantener el control del cuerpo físico

haz tu trabajo entonces

no puedo — solloza agarrándose la cabeza y cerrando sus ojos — no puedo

entonces es hora de que “yo” tome el control

 

 

Un ruido seco, un golpe que no resuena y se opaca con el silbar del viento. Un quejido, un sollozo, una protesta. Las garras desplegadas destruyen el suelo en frente de esa lápida, hurga en la tierra, fabrica un camino hacia el centro de la misma. Sus ojos lloran, más su sonrisa ladeada permanece, pues conviven dos entes en ese cuerpo, pero el más fuerte domina los movimientos.

Están profanando el descanso ajeno, tratan de revivir algo que jamás volverá. Duele el alma, lacera la piel de sus dedos mientras saca la tierra. Al final sólo está un hoyo de veinte centímetros de diámetro por el que el moreno localiza una cajita pequeña. El aire se le va y toma viada para que de un solo golpe sus garras se hundan en ese objeto y destrocen la madera. Eso es todo, el trabajo más difícil está hecho… a irrumpido en el descanso de su antigua pareja, su amado

 

 

—por dios, no — se queja y la misma voz ríe levemente

siéntelo Takeshi… son los restos de tu patético amor — se obliga a agarrar una porción de los restos que rodean una mano que ha logrado sujetar. Se arma de valor porque el aroma a putrefacción es fuerte y saca aquella fría evidencia sin vacilación

—Hayato — solloza al ver el contenido de su propia mano. No es más que restos pútridos de una persona. Piel muerta, helada, hedionda; hueso duro pero intacto — mi amado Hayato… ya no está

es una mano lánguida y huesuda — ríe divertido mientras deja que la brisa se lleve los olores que lo asfixian — que no te dé pena

lo extraño — siente nauseas, tiene arcadas, siente asco de sí mismo. Sujeta la evidencia de su letalidad y eso duele

eres tan dulce — se burla de su otro “yo” mientras vuelve a meter la mano y hurga hasta encontrar una pequeña porción de hueso y carne que extrae con facilidad — este es — admira su evidencia, la olfatea, la aprieta en su mano y se queda allí por un tiempo

 

 

Takeshi llora y ríe, porque sus personalidades pactaron colaboración y ahí están, sujetando la evidencia de que Gokudera Hayato está muerto. El azabache acuna la mano inerte, solloza antes de besarla como la última muestra de amor que dará, porque así se acordó. Guarda el pequeño hueso y carne extraída en una bolsa hermética, recogen un poco de restos más y los guardan también, porque Verde quiere saber si es que antes de que enterraran el cuerpo del carcelero, experimentaron con él.

Takeshi se guarda aquello en su bolsillo, cerca de su corazón, porque eso jamás dejará de dolerle. El aroma de Hayato sigue en esos restos a pesar de que han sido corroídos; él sabe que ya jamás volverá ver a aquel albino de duro carácter y por eso necesita un desahogo. Golpea la lápida con furia, usa sus uñas para rasgar la fecha de muerte, rasga las escrituras que denotan el cargo en la armada de resguardo que obtuvo Gokudera y se desquita con la tierra, lanzándola lejos. Gruñe, aúlla a la luna… llora un poco más

 

 

despídete, porque debemos irnos — reclama el lado malo

—adiós por siempre… Hayato — susurra el otro mientras admira su trabajo

 

 

Lo que dejan es una evidencia, un aviso y una carta de amenaza. Una mano que sobresale en la tierra, una lápida arruinada, todo desecho y el aroma a putrefacción en el aire. Ellos dejan los rastros de que siguen vivos y que saben reconocer al enemigo. La armada queda advertida, pues los clase A les darán contra debido a todo lo que hicieron. La justicia viene de ambos lados y en algún punto deberán chocar

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

*carraspea*

Fans del R27, fangirleen conmigo, askjfnvjfjbfgkbfj.

¡No saben cuánto esperé para corregir esto! ¡Por mi cielo amado! ¡Todo el día corrigiendo el capítulo una vez más, sólo para llegar a esta parte de la historia! Espero que haya valido la pena, porque fue agotador y me fascinó en lo personal

Ahora vamos, desearía ver sus expresiones en este mismísimo punto XD. Recibo arena si desean dejarla… aunque creo que se lo vió venir.

Pero supongo que muchos me odiaran y ya me ha pasado que mis lectores me han abandonado. De todas formas, digo que, a los que quieren seguir con esto… voten por las parejas que deseen que terminen bien al final, quiero saber

Recordemos que les dije que en esta historia no todos terminarían bien –sí, me refiero a Gokudera- y que las formas de romanticismo serían especiales. En este capítulo se vio una forma diferente de ver las relaciones amorosas, pues el instinto gana a cualquier voluntad humana

Diré que éste es uno de los pocos capítulos en los que incluí amor de verdad, porque, obvio, esto superó cualquier indicio anterior de romance. Pero tranquis, desde el siguiente les daré su dosis de dolor y a los sensuales carceleros verán. (Creo que ya me acostumbré a sufrir mientras corrijo y ahora después de publicar el capítulo, estoy de buen humor)

Bueno, eso es todo lo que debo decirles… creo. Cierto, sus reviews los contestaré con el pasar de los días, espero me entiendan, pues ahora sólo tengo los domingos para actualizar, incluso a veces ni eso tengo T-T y eso que quiero seguir con los fics inconclusos que tengo

Nos veremos la siguiente semana~

Muchos besos

L@s ama: Krat

PD: Creo que le agarré el gusto a los concursos y a las votaciones… eso es raro :v

PD2: Actualizo ahora porque pueda que el fin de semana esté demasiado ocupada 

 


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