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Problemas de clase por 1827kratSN

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En esos días previos… las víctimas  

 

 

Herida, casi moribunda, pero firme en su voluntad de escapar. Cierta jovencita arribó a las fronteras desoladas de lo que se consideraba un desierto sin vida, para atravesarlo a como fuera lugar. Apenas había sobrevivido a la cacería que se dio sin aviso en la ciudad donde residía y permaneció oculta por los eternos días en los que debía perder a perseguidores o tendría la misma fortuna que sus congéneres capturados. Un horrible calvario que tuvo que enfrentar sola, asustada y hambrienta

Ella no pertenecía a ninguna manada cercana por eso no tenía siquiera la posibilidad de pedir ayuda a su familia. Fue trasladada de alguna cede oculta al norte del país junto con sus padres y su destino estaba en el centro donde se reuniría con sus nuevos guías, pero todo se frustró. Aun recordaba el miedo en la mirada de su padre y madre, la desesperación en sus palabras cuando le decían lo que debía hacer, ellos hicieron hasta lo imposible porque ella escapara. Fue la despedida más dolorosa que le tocó experimentar.

Debía vivir, en eso pensaba al ir adentrándose más y más en un terreno desconocido. No tenía siquiera orientación, pero tenía fe en alguna cosa inexistente que sus padres llamaron “dios” porque necesitaban algo a lo que aferrarse para no caer en la resignación de una muerte prematura. Lloraba en silencio, miraba al cielo e imaginaba que ese “algo” la estaba protegiendo

 

 

—Oh no — masculló cuando sus oídos agudos captaron un ruido lejano que pronto se trasformó en un aullido, un aviso de intruso —. No… no ahora — ya casi no tenía energías, su herida al lateral derecho de su pecho aun dolía a pesar de que no sangraba y sus labios partidos mostraban la escasez de agua en su cuerpo

—¡No la dejen seguir!

—No me atraparán, malnacidos — sollozó, tenía miedo. Aguantándose el cansancio dejó brotar sus garras y colmillos para empezar a huir a cuatro patas a la máxima velocidad que su deplorable estado le permitiese

—¡Atáquenla!

—No — suplicó

 

 

La persecución no duró más de cinco minutos, era obvio, porque ella, a sus doce años, no tenía experiencia en cacería ni mucho menos en pelea corporal contra más de un adversario. Cuatro individuos la rodearon sin dejarle escapatoria, intentó enfrentarlos, pero fue inútil. Bastaron dos golpes, una patada fuerte y terminó mirando el bello cielo que tanto le gustó apreciar porque era símbolo de libertad. Lloró con frustración y se obligó a cerrar los ojos esperando que le arrancaran la garganta porque sus atacantes eran de su misma clase… de la poca gente que tenía la desdicha de ser consideraba un monstruo sediento de sangre. Se desmayó poco después de eso ya que el agotamiento superó su instinto de supervivencia

 

 

—Habla, niña — apenas ella abrió los ojos, se vio rodeada por dos hombres desconocidos que usaban bata blanca — dinos quién y de dónde eres

—La armada — habló con la voz quebrada e intentó luchar para levantarse

—No estás atada, mocosa — el científico entendió los pesares de esa pequeña, así que decidió aclarar todo — porque si estuvieras en la armada, tu boca ya estaría con un bozal y tus manos y pies con cadenas gruesas… así que tranquilízate — frunció su ceño ya que no tenía paciencia para tratar con revoltosos recién llegados

—¿Do-Dónde estoy? — carraspeó un poco debido al dolor de garganta que la aquejaba

—Primero responde a lo que te preguntan tus mayores — Verde miraba a la pequeña, mas, no sentía ni una pisca de compasión — si es que no nos das la información que necesitamos serás abandonada en medio del desierto y morirás

—Mi nombre es Yuni, ahora huérfana pues vi a mis padres ser capturados por la armada — su mirada entristecida, desconfiada, una niña lastimada a temprana edad, pero con la suficiente capacidad de ver que no estaba en posición de negarse a sus captores — clase A, nacida de dos padres de la misma clase… estoy sola y apenas pude escapar de la cacería que nos dio la armada debido a un traidor

—El nombre de tu madre — Reborn hizo acto de presencia al aparecer desde el fondo de la habitación, llegó ahí tras recibir el aviso de un prisionero herido. Miraba a la niña con curiosidad porque esos ojos azules y el cabello negro se le hacían conocidos

—Aria

—Pensé que no volvería a escuchar de ella — el azabache sonrió divertido — es una pena que fuese capturada — miró a Verde y éste asintió — desde ahora este es tu hogar

—¿Por qué? — elevó una ceja extrañada. Era una niña apenas, pero sabía que ninguna manada la iba a aceptar sin nada a cambio

—Porque tu madre es uno de los pocos recuerdos que pretendo conservar de cuando estuve en las celdas de la armada por segunda vez. No preguntes, sólo agradece — dictaminó con seriedad pues en lo más recóndito de su memoria una hermosa sonrisa brillaba incluso en esos tiempos

—Muchas gracias — Yuni mentiría si dijera que estaba aliviada, tenía miedo, pero confiaba en que tal vez allí tendría una oportunidad —. Desde ahora estoy bajo su cuidado, es decir, estoy a su servicio

—Buenos modales… pero no finjas algo que no eres, niña — Reborn cruzó sus brazos y la miró sin disimulo, aceptaba la semejanza con su madre — puedes parecerte mucho a tu madre, pero puedo asegurar que eres mucho más delicada que ella… No mientas, esa es la primera regla de esta manada

—Sí

—Ahora dinos — Shion se acercó a la pequeña para tomarle la temperatura y revisar los vendajes — ¿cómo escapaste y quién fue el traidor?

—Mamá dijo que la armada nos encontró en la ciudad donde intentábamos escondernos temporalmente hasta que la humanidad de papá regresara. — Yuni jugaba con sus dedos mientras los miraba de frente para demostrar su honestidad — Nos unimos a otro grupo de clases A y ellos nos dijeron que tenían a un infiltrado en los cuarteles. El día del ataque alguien llamó a la radio que teníamos y dijo que fuimos traicionados por un tal… Lambo… sí, Lambo, y que huyéramos como fuera

 

 

Yuni calló sus palabras al escuchar un gruñido profundo y amenazante, el mismo que brotó de la garganta del azabache que estaba frente a ella; percibió claramente el aura negra que el hombre despedía y por inercia agachó su cabeza y paró de hablar. Le exigieron dar el paradero de la ciudad atacada y ella lo hizo, sumisa ante el cual definía el jefe de la manada debido a la imponente presencia y esa sed de sangre que jamás presenció en alguna otra persona, mucho menos en sus padres ni cuando estaban bajo los efectos animales que los definían. Sintió miedo, mucho más cuando una mesa fue lanzada por el azabache de raras patillas. Después la puerta fue azotada sin miramiento, generando un estrepitoso ruido que no auguraba nada bueno.

 

 

—¿Dije algo malo? — murmuró cuando el silencio se extendió por varios minutos y al fin pudo levantar la cabeza

—No — Shion le palmeó la cabeza con cariño — sólo dijiste lo correcto

—Entonces, ¿por qué él…?

—Reborn perdió de vista a alguien muy importante para él — Verde le dejó el trabajo a Shion y fue detrás del líder de la manada a colaborarle con lo que le fuese posible — su esposo fue a ese distrito y su hijo también estaba allá — el médico se mantuvo calmo, concentrado, sonriendo amablemente para ayudar a la pequeña a calmarse

—Hay algo más, ¿verdad? — miró con pena al médico

—Eres muy perceptiva, entonces te irá bien en esta manada

—Entonces… ¿puede decirme qué sucede?

—El traidor del que hablan… es el sobrino de Reborn

—Lamento escuchar eso — jugó con sus dedos y suspiró — nadie merece ser traicionado por su propia familia… y tampoco perder de esta forma a los que más ama

 

 

¿Cuántas veces había pasado por esos niveles de enfado en donde estuvo a punto de perder la cordura que le daba su permanente estado inteligente? Más de los que debería, pero en ese caso su rabia fue por partida doble. Reborn no sólo se enteró que el bastardo que dejó en manos de Byakuran lo traicionó, sino que siendo que Tsuna estaba por esa ciudad, estaba más que claro el por qué su castañito aun no regresaba de la visita a Ai. Esos tres días sin noticias desde que le perdió el rastro a Tsuna en la frontera de sus territorios terminaron en ese momento.

Maldita fuera la hora en que le dio su espacio al terco castaño que tenía por esposo. Maldita fuera la hora en que dejó que Ai saliera por un tratamiento lejos de la manada. Maldita fuera la armada que seguía creciendo sin control e incorporando métodos de tortura cada vez más inhumanos… maldita la hora en que decidió dejar vivo a Lambo, mejor dicho, maldita la hora en que prometió mantener con vida a Lambo

 

 

—¡QUIERO A UN ESCUADRÓN DE BÚSQUEDA AHORA! — gritó por los pasillos mientras iba aventando todo lo que se le cruzaba. De alguna manera tenía que exteriorizar su furia y destrozar cosas era su segunda actividad favorita en esos casos

—Sí. Los reuniré enseguida

—¡TIENEN DIEZ MINUTOS!

—Cálmate, Reborn — Verde siguió al azabache con apuro — porque si no piensas con la cabeza fría haces estupideces

—¡No me digas que me calme! — de un rápido movimiento estampó al científico contra la pared cercana y le agarró por el cuello — porque mi esposo y mi hijo pueden estar en una celda de la armada ahora mismo — su voz profunda, amenazadora, se combinaba con la mirada oscura y salvaje

—Lo sé — Verde no se inmutó por la agresión, no le dio importancia algo tan banal

—Entonces cállate o me olvidaré que eres miembro de esta manada y te mataré

—Si me matas perderás a una gran fuente de medicina extraordinaria

—¡Por tu maldita incapacidad Ai tuvo que parar lejos de la manada! — separó a Verde de la pared lo suficiente como para que al estamparlo de nuevo el dolor fuera considerable

—Oye tranquilo. Te dije que necesitaba tiempo — palmeó el hombro ajeno en respuesta a todo

—Pues es demasiado tarde ahora — Reborn golpeó con fuerza junto la cabeza de Verde y lo soltó — ¡SKULL QUEDA A CARGO!

—Reborn espera…

—¡SALDRÉ POR UNOS DÍAS! — informó a los cercanos e ignorando al científico — ¡SKULL QUEDA A CARGO!

—Qué honor — mencionó el de cabellos lilas que salía a recibir las órdenes — pero debo preguntar, ¿por qué esa decisión tan…?

—Iré a buscar a Tsuna — no quería escuchar nada o su furia se incrementaría — y si no lo encuentro… pueda que le haga una larga visita a Byakuran para ajustar cuentas

—Ya veo, pero…

—¡NO PREGUNTES Y HAZ LO QUE TE DIGO!

 

 

Sin embargo, en las horas posteriores al reencuentro…

 

 

Un niño hacía la diferencia, era cierto, Kyoya podía verificarlo.

Tsuna era un padre sobreprotector, dedicado, tierno, siempre pendiente de cualquier sonido que hiciera aquel mocoso que, enrollado en su cobija, no mostraba ni un rastro de su piel; de eso se dio cuenta Hibari en las 24 horas en las que llevaba conviviendo y analizando sus futuras acciones. Kyoya tenía muchas cosas que preguntar, muchas cosas que hacer, muchas artimañas que usar para reponer su orgullo roto, pero no podía simplemente hacerlas porque ahora tenía a ese castaño con todas las libertades posibles para cuidar a ese mocoso. ¡Jodida suerte!

El azabache cedió todo lo que su prisionero pidió inicialmente puesto que, a pesar de todo, el nuevo clase A era sólo un bebé inofensivo. Kyoya no era tan hijo de puta como para torturar a ese pequeño engendro aun a pesar de las órdenes que tenía… sin embargo… la calma que tanto amaba se veía interrumpida de una forma abrupta y debido a eso sus ansias asesinas salían a flote como si de un verdadero animal se tratase

 

 

—¡CÁLLALO AHORA! – exigía cuando ya no podía tolerar los gritos del bebé que invadían su departamento

—No puedo – se quejaba mientras besaba la mejilla de su pequeño hijo y lo arrullaba, acariciándole la espalda, susurrándole cosas para tratar de calmarlo

—¿Sabes qué hora es?

—¿La misma de ayer? – gruñía en respuesta para después ignorar al protestante. Tsuna seguía en su intento por calmar a su niño quien al ver el techo desconocido empezaba a ponerse ansioso y a gritos pedía salir de allí

—¡Cállalo!

—¡Con un demonio! ¡¿Cree que es fácil estar enjaulado?! – gruñía mostrando sus dientes y pateando los barrotes – Sora sólo es un bebé. No entiende que estamos encarcelados bajo las garras de unos hijos de putas que sólo nos quieren como experimento… ¡así que se aguanta!

—Si no lo callas, ¡te lo quitaré!

—PRIMERO LO MATO A USTED — sentía las manitas de su hijo golpearle el pecho, pero se negaba a soltarlo, por el contrario, lo apretó un poco más. Tenía miedo de perderlo

—Haz bien tu trabajo entonces — intentó calmarse, pero esos gritos agudos le ponían los nervios de punta — ¡QUE SE CALLE!

—¡No grite! ¡Eso lo altera más! – decía mirando a su bebé escondido en esa mantita deteriorada cuyas lágrimas brotaban como ríos – tranquilo, mi cielo

—Eres tú el que grita primero — golpeó los barrotes con frustración

—¡Ya me harté de usted! – Tsuna tomó una decisión. Acercándose a la reja, apretó los labios y se resignó a sacar una de sus manos – su camisa — miró al carcelero de frente y mantuvo la seriedad — démela

—No me digas que quieres ponerla como cobija — enfureció por la simple posibilidad

—SÓLO DÉMELA — exigió mientras mecía a Sora en su brazo libre, pero el llanto no cesaba

—Ahí tienes mantas — señaló a la esquina

—Si quiere que mi pequeño cielo se calme — se acercó a los barrotes una distancia suficiente como para mirar de frente a su carcelero y demostrar la seriedad del pedido — me dará su maldita camisa, a-ho-ra

—Maldito herbívoro – gruñó al sentir de nuevo sus oídos vibrar debido al grito enérgico que ese mocoso lanzó. Se quitó la maldita camisa y se la lanzó al castaño directamente a la cara — ahí está — vio a Tsuna sujetar la prenda para después adentrarse a lo más profundo de la jaula. El castaño se sentó con el niño, aun lloroso, entre todas las mantas que estaban acomodadas como un nido de aves – más te vale que se calle

—Sora — Tsuna no quería que ese tipo viera a su bebé, por eso le dio la espalda — Sora, cálmate – susurró en un vano intento para que el carcelero no lo escuchara, pero el oído de Hibari era mucho más agudo que antes, lo sabía. Aunque se esforzara, de todas formas, sería escuchado – ¿lo hueles? – decía colocando la camisa de Hibari en medio de las manitos que se cerraban en puños mientras agarraba fuerza para llorar más alto – huélelo

—¿Qué haces? – Hibari se quedó admirando a ese par con curiosidad, sin embargo, el otro lo ignoraba

—Sora… escucha… ese es el… es el alfa de la nueva manada – Tsuna apretaba sus dientes mientras decía eso, pero no tenía opción – ¿lo hueles, mi pequeño cielo? – qué humillante era y sin embargo el pequeño empezaba a bajar el tono de sus sollozos – no te preocupes… estamos en la nueva manada. El alfa nos dejó quedarnos aquí – se centraba sólo en el pequeño al que cubría casi en totalidad con la cobijita que sacó de su antiguo refugio – estaremos bien

—No hay duda. Ese engendro es uno de tu clase – Kyoya certificó aquello en voz alta para auto convencerse. Presenció claramente como el pequeño empezaba a bajar sus gritos hasta que, luego de un tiempo prudente, los sollozos eran casi imperceptibles – se guía por instintos al igual que tú

—… — apretó los puños al ver como su bebito jugaba con la camisa entre sus manos, pero era mejor que Sora creyera que estaban protegidos por ese tipo, eso les haría la vida un poquito más fácil — Jamás dejaré que te hagan daño – susurraba Tsuna – confía en mí, Sora… estaremos bien – envolvió al pequeño con la camisa y se acomodó en su pequeña cama hecha de un revoltijo de cobijas — Todo está bien

—Así que soy tu alfa, tu jefe o lo que sea — Kyoya se jactó en burla, sonriendo de lado porque ahora sí se sentía superior a las ratas que tenía bajo su custodia

—No se crea tanto – bufó Tsuna mientras tomaba una manta – ahora duerma, maldita sea… y no me joda

 

 

Tsuna se cubrió por completo con aquella cosa, recostándose con su bebé junto a él, aspirando el leve perfume que Sora desprendía debido a los leves rastros que aún tenía del jabón que usaba para el baño cuando estaban en la madriguera. Escuchó los pasos del carcelero alejarse y por fin pudo respirar en paz, a la vez que se permitía exteriorizar sus emociones. Quiso llorar como innumerables veces desde que fue capturado nuevamente, su labio temblaba y el escozor de sus ojos le molestaba, pero no le daría el gusto a ese tipo de escucharlo sufrir. Para controlarse se enfocó en los ojitos azules de su pequeño, limpió el rastro de lágrimas, sonrió antes de besarle la frente y escuchó los balbuceos que le indicaban que su hijito se creyó la más grande mentira en su vida.

Dolía tanto mentirle, hacerle pensar que estaría todo bien. Le pesaba la culpa por no haberlo podido alejar de ese infierno, pero no podía retroceder el tiempo. Arrulló a su pequeño, le acarició la barriguita para así tal vez lograr que sintiera sueño y se durmiera, le susurraba cosas que relataban lo hermosa que era la libertad, le besaba las manos y al final lo veía suspirar antes de cerrar sus ojos mientras él lo seguía. Al menos mientras dormían podrían escapar de la incertidumbre de su destino

 

 

¿Por qué sufres?

Cállate, porque no estoy de humor para escucharte y Fifi no tiene tiempo de estresarse con tus palabras, Tsuna

Al fin volvimos con él… entendería si tus lágrimas fueran de emoción

¡Que se callen!

Dile que es su hijo

—¡Eso! ¡Dile! Y con eso todo estará bien

¡Yoshi! ¡Tsuna! ¡Si no se callan ahora, los voy a…!

Mi hijo será cuidado sólo por nosotros… porque su pappa no está aquí

Sabes que eso no es verdad

Que les quede claro que el único pappa de Sora, Ai, Coel y de todos nuestros hijos es Reborn. Ahora se callan y se duermen… no me hagan enojar

Bastardos… quiero dormir. Callados se ven más cuerdos.

 

 

Menjurje…  

 

 

¿Cuántos días podría tardar en armar un plan para causar alboroto en medio del transporte de la armada? ¿Cómo hacer todo bien para que su amado dulce de uva pudiera salir libre? Byakuran planeó tres días para organizar todo, sin embargo, fueron cinco. Su estrategia aplicada no fue ni muy caótica ni tampoco demasiado terrible. Él la definió como concisa, simple y efectiva

Interceptó el camión donde su querido Lambo estaba siendo transportado, es decir, se paró en medio del camino y con un fuerte salto ingresó a la cabina del conductor tras romper el grueso vidrio. Matar al acompañante fue un punto extra a su plan. Mató al conductor y tomó el volante que giró de derecha a izquierda en un zigzagueo que daba la señal para que todos sus queridos subordinados empezaran con su parte también. Condujo como demente mientras reía de forma traviesa hasta chocar con algo factible para detener el vehículo y se vio en libertad de descansar. Byakuran disfrutó de las partes más firmes del conductor mientras escuchaba el alboroto que todos sus subordinados armaron al luchar con los resguardos del camión, con los carceleros que se transportaban y los disparos incesantes.

Aburrido a más no poder, pero acabó rápido.

 

 

—Byakuran-sama, todo ya está listo

—Genial~ — sonreía mientras salía de su no muy cómodo asiento y estiraba sus brazos — ¿cuántos están en el camión?

—Sólo tres. Parecía una misión pequeña

—¡Suéltenme bola de ineptos! — un alarido lejano causó que el miembro que daba el reporte gruñera

—Ya está armando escándalo. Que adorable — Byakuran ni se inmutaba por el ruido que a pocos metros de él se suscitaba

—¡Byakuran! ¡Desgraciado! ¡Me dejaste ahí por más de dos meses! — Lambo intentaba quitarse a los custodios del albino, pero era imposible porque los hijos de su fruta madre le estaban apuntando… ¡Con armas! ¡Qué les pasaba a esos idiotas! —. Ese no fue el trato. El límite eran dos… ¡DOS! ¡ME ESCUCHASTE!

—Callado niño — cierto peliverde de mirada afilada tiraba del cabello de Lambo para detenerlo — respeta a tu líder

—¿Líder? ¡¿Líder?! — Lambo soltó una risa sarcástica — tú no tienes nada de líder — le apuntó con el dedo acusadoramente demostrando toda la rabia contenida que guardó durante esos meses —. Un líder no dejaría a sus subordinados auto sacrificarse en pro de algo que sabes que acabará mal

—¿Me estás diciendo que extrañas a tu manada? — el albino sonrió mientras se acercaba lentamente a azabache a la par que se limpiaba los restos del conductor, su comida — vaya… me ofendes. Yo que te he tratado como mi dulce especial — fingía estar dolido

—¡Jodida sea tu existencia, Byakuran! ¡Estás demente! — Lambo volvió a elevar su voz

—¡Más respeto! — exigió Kikyo

—¡HAS SACRIFICADO A LA MITAD DE NIÑOS DE TU MANADA!

—¡Dije que te calles! — añadió Zakuro mientras empujaba al muchachito alborotador

—Déjenlo, déjenlo. Quiero escucharlo — Byakuran mantenía esa sonrisa infantil en su rostro mientras enfrentaba al menor. Con un movimiento de su mano ordenó que dejaran en libertad a Lambo y siguió — habla, dulce

—ERES UNA JODIDA BASURA DEMENTE — se acercó unos pasos para poder apuntarle más notoriamente

—Lamentablemente yo no soy como tu amado Reborn o como mi castañito especial — abrió sus ojos mostrando aquellos orbes violetas sedientos de sangre — pero te recuerdo que en tu manada te advirtieron sobre mí… y tú fuiste el demente que no acató las reglas impuestas

—¡QUE TE JODAN! — reclamó antes de empujar al mayor — en los meses que llevo bajo tu mando sólo he visto atrocidades

—Sigues vivo, ¿no? — Byakuran se acercó al rostro de Lambo — no hay amenazas cercanas a mi manada… no hay conflictos internos y tenemos comida suficiente

—¡Pero la mayoría te tiene miedo antes que respeto! Eso no es de un líder

—¿Eso crees? — sin previo aviso agarró fuertemente la nuca del muchacho y lo obligó a mirar al cielo — entonces, ¿por qué crees que siguen a mi lado?

—Eres sólo un maldito, hijo de puta, que pretende matar todo lo que no considere parte de sí

—¿Y no es así como los de la armada nos ven a nosotros? — repasó la linda cicatriz que Lambo tenía en la mejilla, la que Tsuna de seguro le hizo — Nos creen meras partes innecesarias, como úlceras, como deformaciones… ¿qué hay de malo en que yo les trate de la misma forma en que ellos nos han tratado?

—¡Sólo quieres una guerra que genere sangre!

—Yo quiero ocupar el lugar que me corresponde — susurró junto al oído de Lambo mientras apretaba ese delgado cuello con su mano libre — y si para eso tengo que transformarme en el monstruo que la armada quiere que sea… lo haré, lo disfrutaré. Y tú, mocoso, no tienes derecho a reclamar

—Puedes ser el líder de esta manada, Gesso… pero comparado con Reborn eres sólo un gusano en medio del fango — escupió con malicia sin importarle estar en una posición desfavorable

 

 

Sin embargo, nada más se dijo y en vez de eso un golpe sordo se escuchó. Kikyo suspiró pesadamente, Zakuro rodó los ojos y prefirió ir a ver a sus congéneres. La manada de Byakuran era así, seguían a su líder porque mal o bien compartían y apoyaban los pensamientos dados por el jefe. Ellos querían surgir de las sombras, querían ganar el puesto más alto de la pirámide social que regía su país y mundo, querían venganza a base de derramamiento de sangre. Le debían todo a Byakuran, su libertad, seguridad, comida, techo, vida, por eso no les importaba sacrificar su propia existencia en busca de un bien mayor. No les importaba lacerarse si sabían que en un futuro sus hijos tendrían la paz que todos los de su especie anhelaba.

Los planes de su líder podían parecer demasiado descabellados, ambiciosos, incluso sonaban imposibles o siquiera inhumanos en ciertos sentidos, pero si se analizaban en detalle tenían un alto índice de triunfo. En su manada se aplicaba perfectamente el decir: “el que no arriesga, no gana”. Los ajenos al entorno de su familia jamás lo entenderían, pero siendo los integrantes fieles colaboradores en los planes cada vez más grandes de su líder, de los cuales un gran número tenían éxito, se dejaban llevar por cada orden impuesta en el momento menos pensado. Era por eso que hasta los castigos los aceptaban sin rechistar porque eso, en parte, los devolvía al camino correcto: al que les indicara Byakuran.

Esa era su forma de pensar… aunque para los ajenos no fuera el correcto

 

 

—Yo no soy como Reborn — sonreía con diversión mientras endulzaba su voz — ¿Cuántas veces más tendré que repetírtelo, dulce de uva? — su rodilla se había incrustado en el abdomen ajeno, sus garras crecidas se hundían en la piel que rodeaba el cráneo de su subordinado temporal

—Ugh — no tenía ni una pisca de aire en los pulmones, su saliva descendía sin problema por sus labios, su rostro enrojeció y ni siquiera podía quejarse por el dolor. Lambo había olvidado el mes de adaptación en esa manada… había olvidado lo sádico que podía llegar a ser Byakuran — ah… ya… — se quejó al ser levantado con brusquedad, incluso se cegó debido a la luz del sol que le pegó directamente al rostro

—Yo no perdono errores. Yo no tolero ni una mínima porción de insubordinación. Yo castigo sin piedad a quien se lo merezca… Yo no tengo favoritos ni me rijo por leyes estúpidas impuestas por humanos — Byakuran acercó el rostro de Lambo al suyo y le lamió el leve rastro de saliva que se desprendía aún —. Yo analizo si mis lobeznos son aptos para estar en mi manada y si no… no tengo problemas en apartarlos y dejarlos morir

—Déjame — si no fuera un descendiente de clase A seguramente tendría muchos huesos rotos debido al golpe… pero eso no le quitaba el punzante dolor

—Y si no te he dejado en las jaulas de la armada para siempre, es por dos cosas — agarró el mentón del muchacho y lo elevó en el aire — porque mi aliado debe estar contento… y porque haces un buen trabajo, aunque éste sea para vengarte de Tsuna

—Estás… demente — pataleó instintivamente, pero no podía liberarse de esas manos

—Lo sé~ — canturreó antes de soltarlo, patearlo en la cara y mandarlo unos metros lejos de él — así que será mejor que te enfoques a lo que te ofrezco, Lambo… o tu tiempo a mi lado se irá alargando 

—Byakuran-sama — Kikyo se acercó al caído y agarrándolo del cabello lo levantó — esperamos su orden para la retirada

—Pero hay que comer~ — sonrió el albino mientras veía el par de cadáveres que estaban reposando cerca de sí — llenen sus bocas y guarden lo demás. Tenemos familia que alimentar

—Como desee

—Me das asco — reclamó Lambo cuando logró recuperar el aliento

—Yo creo que eso significa que estás extrañando a mi adorable Tsuna — sonrió divertido. Iba a molestar a su pequeño juguete — ruégale para que te devuelva a la manada… sólo así…

—NO — rugió — jamás

—¡Entonces recompón tu maldito carácter! — Kikyo fue el que gritó mientras empujaba a Lambo para que caminara — perdón… me alteré — se disculpó ante su líder, inclinando su cabeza y suspirando

—Está bien — Byakuran rió suavemente — lo que dice Kikyo-chan es verdad, Lambo. Recompón tu carácter, aprende a obedecer órdenes, nunca veas a un miembro de la manada como un estorbo y abandona la locura de atentar contra un superior — caminó despacio hasta reunirse con Zakuro y su joven integrante en sus misiones de ataque — enfoca tu locura en algo bueno, no en tonterías, mi pequeño dulce de uva

—Deja de decirme así — reclamó mientras sujetaba su estómago y limpiaba la sangre que escurría de su nariz — ¡joder!

—Yo también te quiero, dulcecito

—Púdrete — pero recibía nuevamente un golpe en su espalda por parte de Kikyo — ya… me callo. Sólo déjame respirar

—Más te vale, porque ganas no me faltan de morderte

—Todos ustedes están locos por seguir a ese tipo

—Nadie pidió tu opinión

 

 

¿Aceptar que extrañaba a Tsuna? Jamás. ¿Aceptar que cometió los peores errores de su vida al atentar contra Tsuna? Tampoco, jamás lo admitiría porque tenía un orgullo que cuidar… pero en el fondo escondía la verdad. Muy a su pesar, Lambo quería regresar el tiempo atrás y evitar su intento de asesinato hacia Tsuna y Sora en aquel día del parto, eso solamente porque quería regresar a su manada… a la que ahora apreciaba como suya. Al fin reconoció el valor de su familia

Byakuran estaba demente, estuvo claro para Lambo desde el primer día en que pisó el territorio ajeno y vio a todos reverenciando al albino como si fuera algún dios. Lo sentía, incluso podía decirse que lo olfateaba, Byakuran era un peligro andante, aunque en un inicio pensó que ese “peligro” iba dirigido a los ajenos a su gente, sin embargo, la cosa cambió tiempo después. Pasaron dos días apenas para que se diera cuenta de que las cosas que conocía hasta ese momento no reflejaban la realidad de su nueva estancia. Desgraciadamente se le vio obligado a pertenecer al equipo de ataque a un pueblito lejano a una ciudad y fue allí en donde vio la sangre correr sin distinguir género, edad o discapacidad. Tal vez no debió sorprenderse porque él ya participó en cosas así cuando perteneció a la armada, pero ese día todo fue mucho peor, porque los que atacaban estaban conscientes de lo que hacían. Ya no eran simples bestias hambrientas, sólo era un grupo de clase A cazando por deporte y a Lambo se le dio la asquerosa tarea de acabar con una familia integrada por cinco niños, dos adultos y un anciano

Horrible, esa fue la palabra que describió aquello.

¿Cumplió con su misión? Byakuran lo obligó a cumplir, y eso fue lo peor. Su bienvenida a la familia de aquel monstruo le generó un pequeño trauma, porque, si bien en la armada fue participe de matanzas, nunca se manchó las manos. Lambo siempre fue sólo un cómplice… mas, ser el autor fue algo completamente diferente, terrible. El muchachito de ojos verdes aun recordaba el cuchillo en su garganta, los dedos del albino en su cabello mientras lo obligaba a acercarse al anciano maniatado, los susurros que le daban la orden gráfica de como arrebatar esa vida marchita. La decisión entre: vivir a base de matar a esos humanos o morir con la recompensa de saberse aún humano; fue fácil. Él quería vivir y para eso tuvo que ceder ante la orden y ver esos ojos cristalinos llenos de terror antes de que fueran asesinados. Nunca antes había sido obligado a hacer algo así y desde ese punto supo que no debió hacer tantas estupideces en contra de su “familia”

Las cosas se pusieron peor con el pasar del tiempo porque en la manada de Byakuran todo era recto, rutinario, estricto, con reglas muy diferentes a la manada de Reborn. Los niños aprendían a gruñir a temprana edad, a hablar al mismo tiempo y a asesinar a animales pequeños a la par. Los jóvenes se entrenaban fervientemente para defenderse ellos mismos, a su familia y a su líder, siendo capaces de participar en las diferentes masacres que Byakuran planeaba para reunir la comida necesaria para cada día. Los celos se daban también, siendo Byakuran el único capaz de elegir a qué personas debía enlazar, pues tenía – según él- que priorizar una descendencia fuerte para el futuro ascenso de la especie. Pero lo más impactante fue ver a los pocos que lograban escapar de las garras de la armada y que se ponían a voluntad de Byakuran. El albino era quien quitaba a los niños del vientre de las madres, las mismas que no protestaban porque repudiaban al ser que se les implantó en el cuerpo; y a los hombres, ellos se volvían máquinas a servicios de su líder cediendo la voluntad que les generaba el libre albedrío.

Fue perturbador.  

Lambo no los entendía, jamás lo haría. No podía creer que un líder fuera tratado como un ser absoluto. No había replicas, reclamos, ni siquiera una mano que se levantara para cuestionar la orden. Nada. Y cuando él quiso hacerlo, fue… doloroso. Byakuran podía persuadir a quien sea usando los métodos que deseara. Los afortunados caían ante la sonrisa, promesas y palabras bonitas. Los no tan afortunados, con un par de regaños también se iban al camino “correcto” en esa manada… y luego estuvo él, seguramente hubo quienes pasaron por lo mismo. Lambo fue quien recibió algunas torturas psicológicas y físicas aprendidas en la propia armada hasta que cedió ante la imponente presencia de Byakuran.

Su adaptación fue más impactante de lo que pensó y aun así seguía de rebelde, recibiendo todo el castigo necesario… A veces odiaba esa vocecita que lo empujaba a ser altanero con su nuevo jefe.

Todo concluía en que odiaba ese lugar. Lambo rogaba a los cielos por volver, mentalmente llamaba a I-pin para que se compadeciera de él, pero ni siquiera le era permitido la comunicación con su manada original. Además, escapar no era opción, porque si pisabas la zona fuera del territorio inmediatamente serías considerado como amenaza y cazado sin piedad... lo intentó una vez... lo perdonaron cuando él soltó la lengua y les dio la idea de ser un infiltrado en la armada, aunque con eso cavó su propia tumba pues se vio en la obligación de entrar al infierno. Después de todo por lo que pasó en esos meses… nunca más quería volver a esas celdas, tampoco deseaba que algún miembro de su familia cayera en ese lugar. En ese punto entendía la desesperación de los clase A enjaulados y era hasta irónico.

Cada noche maldecía al cielo estrellado porque era libre de envolver lo que se le diera la gana, por el contrario de él que estaba aislado del mundo.

Estaba a merced de un manipulador nato. Estaba arrepentido en demasía.

Lo peor… fue que entregó en bandeja de plata a Tsuna cuando pudo, cosa que le dio un placer inimaginable incluso desde que lo reconoció en una cámara de seguridad y cuando él mismo se ofreció a ser el sabueso que llevara a los cazadores hasta la presa. Sin embargo, mientras Lambo caminaba detrás de Kikyo, el miedo se apoderó de él. Si Reborn se enteraba de todo, su castigo podría extenderse, incluso podrían dejarlo allí por siempre… y eso sería la peor tortura que habría de ser impuesta hacia él. Lambo estaba consciente de su situación y no tenía idea de lo que haría de llegar el momento decisivo. Estaba perdido… pero algo tenía que hacer

 

 

—¿Tienes miedo? — Lambo no se fijó en qué momento esa persona llegó a su lado — dulcecito, tu carita asustada me agrada

—¿Qué quieres, Byakuran? — intentó sonar seguro, pero no lo logró, claramente se notaba su ansiedad

—Reborn nos visitará pronto — susurró cerca del oído de Lambo — tú lo sabes… yo lo sé… dime, ¿tienes algo que confesar para que así yo pueda ayudarte?

—¿Y me ayudarás? — soltó una risita irónica — claro

—Yo sé que traicionaste a Tsuna — el albino vio al muchachito tensarse y decidió seguir — alguien de adentro nos dijo que lo capturaron y estoy seguro de que tú fuiste el culpable

—Pues si ya sabes, ¿qué ganas con intentar que yo lo confiese?

—Sabes… cometiste un error ahí — sonrió mientras pasaba su brazo por los hombros de Lambo — Tsunayoshi cargaba a un bebé… y supongo que era su hijo

—… — Lambo cerró los ojos e hizo memoria… ¡no podía ser que ese detalle se le escapase! — ¿Sora estaba… con él? — palideció instantáneamente

—¿No me digas que estabas tan contento de ver a Tsunayoshi que no te fijaste en nada más? — rió sonoramente causando un escalofrío en Lambo — por eso te he dicho… no dejes que tu locura te ciegue

—Demonios — masculló pues en verdad… se concentró tanto en Tsuna que le importó una mierda lo demás — y supongo que estás feliz — si antes tenía miedo… ahora estaba aterrado

—Quiero ver qué hace contigo… créeme que será un placer… y si vives — Byakuran besó la mejilla del mencionado — le pediré autorización a Reborn para unirte con alguien de mi manada

—¡Jamás!

—No tienes opción, cariño… porque a tu manada jamás volverás

—¿Quién lo dice? — intentó discutirle

—Tsuna — sonrió antes de alejarse de su dulcecito — y ese bebé que seguramente morirá tras vivir un infierno

 

 

Averno…

 

 

Había mil formas de sacarle información a un prisionero. Había millones de utensilios a usar para una tortura. Había decenas, tal vez centenas, de militares sádicos que crearon las guías que eran usadas por los novatos para tratar con sus clases A… sin embargo, él no quiso verlas por el momento… porque aplicaría su primera idea en quien le generó tantos meses de ansiedad, furia, leve demencia y desesperación.

 

 

—¿Por qué no gritas? — susurraba con esa voz apática mientras apretaba una vez más la espalda de su presa contra el piso. Lo mantenía atado de manos y pies a los ganchos que él mismo instaló para que su prisionero no se moviera más de lo necesario — habla — enredó sus dedos en los castaños cabellos de ese clase A y estampó esa carita contra el sucio piso

—Mal… agh… di… to — apenas si podía respirar. Su pecho tocaba el frío suelo, su saliva se le escurría de los labios sin control, intentaba que sus colmillos no crecieran y que su garganta no dejara salir ni un solo alarido. Soportaba el peso del carcelero sentado encima de su cadera… y rogaba porque todo terminase pronto — mgh… mgh… ah… — soltó el aire cuando dejó de sentir el ardor en su espalda y se dio el lujo de girar su cabeza en dirección a su jaula abierta

 

 

La única razón por la que Tsuna no gritaba era el bebé que dormía en la esquina de esa prisión inadecuada para el clima que hacía. Sora al fin se había podido dormir después de que ese carcelero cumplió con la función de hacerle llegar la leche en tarro necesaria, descansaba con su estómago lleno y así debía quedar por un par de horas, al menos hasta que se recuperase por completo, porque Sora también sufrió en esas semanas. Tsuna sólo sabía que no debía despertar a su retoño… por eso, ante una nueva oleada de ardor, dolor punzante, desesperación, instinto de huida y ataque; apretaba los dientes, cerrada sus ojos, pegaba su frente al suelo y soportaba

Kyoya sonreía de lado mientras apretaba entre sus dedos aquella herramienta de frío metal y de filo especial. Su mano derecha detenía cualquier movimiento de Tsuna y su izquierda sostenía el cuchillo con el que estaba grabando su nombre. La piel del castaño era un lienzo que él estaba destruyendo. Con placer y extrema lentitud incrustaba el filo de su arma, medía la profundidad adecuada para que músculo y nervios se vieran afectados, deslizaba aquello para que abriera una herida que prontamente sangraba y era adornada por un intenso color rojizo. Una línea, una curva, una letra, tal y como un bolígrafo plasmaría en un papel. Kyoya quería dejarle en claro al castaño el nombre de su único dueño, carcelero, ejecutor y torturador

Se detenía cuando la sangre que brotaba le impedía apreciar su trabajo. Kyoya veía el cuerpo de Tsuna convulsionarse levemente, arqueándose, tensándose cuando el cuchillo era retirado, aliviándose un poco al dejar de sentir la flagelación en su piel. Era divertido, mas, dejarlo descansar no era una opción. Los quejidos sutiles que Tsuna lanzaba al ser perforado no satisfacían al carcelero. Kyoya estaba consciente de que Tsuna no hacía ruido para no alertar al mocoso que por ahí estaba resguardado… y eso lo enfadaba a niveles inimaginables.

 

 

—Grita — le ordenaba cerca del oído — ¡GRITA! — le tiraba de los cabellos, lo obligaba a arquearse en una curva exagerada, forzada, de modo que esas heridas sangraran aún más debido al esfuerzo

—No — cerraba sus ojos para que las lágrimas terminaran de descender y sentía claramente como la mano de ese azabache lo forzaba a golpearse contra el piso nuevamente. Dolía infernalmente, pero no podía siquiera soltar un alarido… no él, porque su chiquito reconocería su voz y se asustaría de inmediato —. No… lo haré — abrió la boca y jadeó incontables veces porque, cuando su piel era rasgada, él ni siquiera podía aspirar aire

—Hum — con sus dedos presionó la piel dañada, escuchaba los leves quejidos y los aumentaba cuando toda su palma hacía presión. Pero no era suficiente. Deslizó su mano por toda la espalda de un solo movimiento grosero y Tsuna se quejó bajito, pero no gritó. ¡Era frustrante! — entonces… te daré una razón para gritar

—Ba… sura

 

 

Kyoya ni se inmutó por el insulto, tampoco se movió de su “cómodo” asiento, sólo se estiró un poco hasta tomar la botella cercana. Miró el envase durante unos segundos antes de destaparlo y sonreír, porque lo estaba disfrutando en un nivel aceptable. Un leve giro bastó para que el líquido se derramara sobre las heridas abiertas, el cuerpo del castaño dio un salto sorpresivo, un suave alarido brotó de esa garganta, mas, se acalló con prontitud porque Tsuna empezó a morder el suelo y a tirar de sus amarras con tal fuerza que ocasionó laceraciones sangrantes en donde las sogas estaban atadas. Kyoya no paró, vertió el alcohol en toda superficie dañada, sintiendo ese cuerpo convulsionarse debido al dolor, sin embargo, no hubo gritos

 

 

—Bien — se enfadó… perdió la paciencia — entonces terminemos con esto

 

 

Hibari tomó el cuchillo que dejó de lado y miró las rayas en esa piel, faltaba poco para terminar su nombre. Trazó las líneas faltantes con rapidez, presionando con mayor fuerza, sin medir profundidad, lo hizo con furia, pero controlándose para no matar por error a su presa. Al terminar, cuando ya su enfado era tal que sus ojos enrojecieron, lanzó toda la botella de alcohol encima de Tsuna y al fin… después de tanto tiempo escuchó un grito corto, pero que reflejó todo el dolor contenido debido a la tortura. Sin embrago, no era suficiente, ¡no lo era! Nada lo sería. Tsuna era el culpable de su locura y debía pagar por eso.

Se cansó de todo. Kyoya fue a su cocina y con desgano tomó el primer frasco que vio. Regresó donde el castaño y le arrojó aquella arenilla blanca en una cantidad exagerada, incluso la repartió usando su propia mano. Logró hacer que Tsuna volviera a gritar en periodos cortos, pero en un tono agudo y casi insoportable, además que convulsionara con fuerza de tal forma que las cuerdas se tensaran exageradamente. Ya sin sentir placer, el carcelero soltó las amarras, dejó que el castaño se retorciera en libertad y suspiró. La sal en esas heridas tal vez fueron un complemento perfecto o tal vez fue muy amable y debió usar limón

 

 

—Ve a tu jaula — voz profunda, resonante en el vacío de ese departamento, autoritaria y sin emoción alguna

—Ojalá… ojalá… le hagan… lo mismo — se quejó con sus últimas fuerzas, tras haberse quejado, llorado, mordido las muñecas para no gritar más y sacudido su cuerpo para tal vez aminorar el dolor y ardor de su piel — puta de la armada — aun así, logró insultarlo, aunque sin ganas de hacerlo

—Cállate… — lo pateó para que esa espalda tocara el suelo y le presionó el pecho con su pie — o le haré lo mismo a tu hijo

—Ah… mgh… infeliz — sus lágrimas salieron con prisa, su voz se quebró y los miles de nervios en su cuerpo dieron un brinco… una vez más conocía el infierno

 

 

El azabache soltó un bufido antes de dejar al castaño en paz, se alejó a paso calmo sin importarle siquiera asegurarse de que el castaño entrase a su jaula, lo único que quería era un buen baño y dormir por unas horas. Tsuna por su parte se quedó ahí, recostado, sin moverse, mirando el horrendo techo y reuniendo fuerzas para seguir respirando.

Cuando el castaño logró por lo menos olvidarse un poquito del dolor que le aquejaba, se arrastró hasta la jaula donde reposaba su hijito, usó garras para impulsarse y cuando al fin estuvo dentro, cerró la puerta de su celda con fuerza. Lloró en silencio mientras daba los últimos movimientos para acercarse al nido que fabricó, desató su dolor mientras se aseguraba que su hijito siguiera ignorando lo que ocurría a su alrededor y al fin se dio el lujo de parecer débil. Tenía miedo de que en algún punto las amenazas de Kyoya, y de la propia armada, se hicieran realidad. Y lo final que le deparó en ese horrendo día… fue desmayarse mientras acunaba a su hijito contra su pecho. Y ese seguramente solo sería el inicio de todo

 

 

Tenaz…

 

 

Frustración y enfado. Sus pasos pesados daban muestra de todo el caos por el que estaba pasando.

Reborn había investigado en detalle los hechos suscitados en las últimas semanas, con cada cosa que sacaba a la luz enfurecía más, mucho peor fue atacar algunas de las bases de la armada y hallar un registro en donde el nombre de Tsuna estaba marcado como capturado y trasladado. Eso desató su furia y como regalito hacia esos hijos de puta dejó un lindo desastre con las vísceras de los soldados en aquel asentamiento militar. Seguramente en la mañana cuando encontraran ese saludito se enterarían que los clases A estaban vivos, preparados, hambrientos y con sed de sangre. El miedo les invadiría, mucho más porque marcó una de las paredes con su nombre por mero capricho

 

 

—Calma, Reborn — Mukuro adelantó su paso para poder hablar con su líder — cabeza fría. ¿Dónde quedó el respetable líder que tanto admiro? — intentó bromear

—¡Cállate! — gruñó mientras elevaba la nariz para saber si estaba en el camino correcto

—Cuando lleguemos deberás actuar diplomáticamente

—Deja de intentar calmar mi furia, Mukuro

—Kufufu… no me malentiendas Reborn. No quiero que calmes tu furia, quiero que la enfoques a algo bueno — de refilón vio a las seis personas de las que constaba su equipo, su hermanita estaba incluida

—Te traje aquí para que le saques toda la información necesaria a Byakuran, así que sólo piensa en eso y traza tu estrategia… no me importa qué método uses

—Lo entiendo — el heterocromático sonrió de lado, pero en realidad ocultaba su maldito asco por volver a esas tierras — sin embargo, veo innecesario llevar a Nagi hasta ese lugar

—Ustedes dos son mi tratado de paz con ese idiota — frunció su ceño

—Lo sé — suspiró — pero sabes que sólo me necesitas a mí para…

—Nagi está aquí para impedir que yo mate a Lambo — miró de refilón a Mukuro — le di esa orden y la debe cumplir. Es la única capaz de eso

—¿Por qué diablos la metes en este lío?

—Porque es una de las pocas que no quiere ver morir a ese niño idiota. Todos los demás en este grupo no movería ni un músculo para defenderlo

—Vaya — frunció sus labios — olvidé ese detalle

—Ahora — con seriedad, Reborn miró a Mukuro — al llegar no te pongas sentimental. Lo de tu madre y Byakuran pasó hace mucho tiempo

—¿Me lo tienes que recordar siempre? — sintió su ceja empezar a moverse en un tic nervioso — ya para de hacerlo

—Lo haré cuando dejes de poner esa cara melancólica y desastrosa. Te ves patético

—Kufufufu… tú te ves peor en estos momentos — pero en respuesta sólo recibió un gruñido

 

 

El pasado de la mayoría de clase A era duro, triste o tan traumático que muchos llegaban a bloquear sus recuerdos, pero había ciertos casos especiales, los que podrían ser considerados como los peores. El horror de haber sido traicionados por su propia raza era uno de los casos especiales. Mukuro y Nagi tenían pleno conocimiento de aquello pues el dolor que cierto suceso les causó incluso superaba al que sintieron al estar en las jaulas de la armada, y todo fue causado por la persona a la que visitarían en tan sólo dos horas. Tal vez por esa razón el par de hermanos apretaba los dientes o mordía sus labios debido a la ansiedad, a la vez que sentían que el tiempo se hacía demasiado corto y sin pensarlo ya estaban admirando de lejos la entrada a los territorios de Byakuran.

Ambos suspiraron profundamente y se miraron para darse apoyo mudo. Elevaron sus frentes porque sentían orgullo de pertenecer a la manada de Reborn y estaban conscientes de que ya no eran los mismos niños que se dejaron engañar años atrás. Como dijo Reborn, no podían ponerse sentimentales, sin embargo, cuando vieron ese iris amatista quisieron arrojarle una piedra. Lo hubiesen hecho de no ser porque Reborn se les adelantó, pero con un objetivo diferente.

 

 

—¿Quién lo detiene? — Byakuran ladeaba su cabeza mientras se apartaba dos pasos de donde Reborn tacleó a Lambo y procedió a atacarlo… mejor dicho, donde el menor trataba de esquivar los intentos de asesinato por parte del líder de su manada original mientras rodaba por el suelo — ¿eh? ~ — fue buena idea decirle a su dulce de uva que lo acompañara a recibir a sus invitados especiales

—Nagi — suspiró Lian mientras se rascaba la nuca. Aunque disfrutaba de ver al mocoso revolcándose e intentando esquivar las garras de su líder, debía tener en cuenta las órdenes dadas para su escuadrón — ¡Nagi!

—Eh… sí, ya voy — se había perdido un momento admirando a aquel hombre, pero enseguida recordó su misión y a pasos apresurados se dirigió en dirección de Reborn

—¿No vas a saludarme, Nagi? — Byakuran apenas pudo sostenerla del brazo, claro que no la dejaría ignorarlo así de fácil — tu oni-chan se va a poner triste… además — entrecerró sus ojos y sonrió sutilmente — es de mala educación no saludar a tu superior

—… — Nagi lo miró un momento antes de inclinar su cabeza en modo de saludo. Se alejó enseguida y sin pensarlo se arrojó hasta sostener a Reborn por la espalda, abrazándolo por la cintura y forzándolo a alejarse de Lambo — Reborn-san… ya basta… recuerde lo que dijo. ¡Reborn-san!

—¡Primero lo mato! — claro, todos sabían que su líder a veces perdía la compostura.

—Te ayudo, Nagi — suspiró Mukuro pues, aunque no deseaba ver vivo a Lambo, tampoco quería que su hermanita cargara sola con el peso de la furia de su líder

—Claro que no — Byakuran ignoró el grito de su dulce de uva que pedía ayuda y simplemente se acercó al grupo recién llegado. Con un gesto de su mano hizo un saludo en general y “disimuladamente” cortó el paso de todos, principalmente a Mukuro — deben estar cansados. Mis invitados comerán primero

—Gracias — fue el coro educado del grupo, incluyendo el de Mukuro

—Sigan… yo los alcanzo luego — pero el de cabello azulado ignoró a su anfitrión y se dirigió al caos que estaba a unos metros. Reborn era una bestia sin pensamiento cuando se enojaba, no dejaría que tal vez hiriera a su hermana — y no — al ver que Byakuran tenía intenciones de tomar su brazo y hablarle, él se adelantó esquivándolo — no tengo nada que tratar contigo… mi líder sí

—Qué malo eres, Muku-chan~

—Sólo no me quiero ensuciar con tu peste, Gesso — sonrió falsamente tal y como Byakuran hacía

—Recordaste mi apellido — sonrió mientras aplaudía

—Recuerdo lo necesario acerca del asesino de mi madre — cortante, calmado, tratando de poner las cosas en claro después de tantos años alejados

—¿Aun me guardas rencor por eso? — hizo un mohín infantil — y tanto que me amabas cuando eras más chiquito

—Kufufufu… ya quisieras

—Te diré lo mismo que las otras veces — Byakuran empezó a alejarse, pues iba a atender a sus invitados — tu madre humana era un estorbo… uno que tu no merecías llevar, Muku-chan

—Infeliz

 

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Después de cuatro días intentando terminar el capítulo, después de horribles días con gripe y sin agua por un accidente en mi ciudad… lo logré

¡Toma eso desgracia-chan! ¡Lo hice! XD

Ya me quejé, me siento libre~ jajajajja

Ok, ya vuelvo al tema.

No sé si la tortura me salió decente, pero me esforcé en imaginarme cada detalle de la misma, hasta creo que perdí práctica en eso, pero la recuperaré, quiero hacerlo. ¡Porque sin tortura este fic pierde sentido! XD

Ok, ok. No sé qué más decir el día de hoy. Estoy en blanco.

¡Cierto! La obra está participando en los PremiosKHR2017, estoy feliz por eso, porque alguien (Hina55) me informó de este (Gracias bb). Siempre quise participar en un concurso de KHR, alv, creo que me adivinaron el pensamiento. Es divertido.

Ya, sin más que decir, me despido, nos veremos en el siguiente capítulo

Besos y abrazos~

Los ama: Krat 


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