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Problemas de clase por 1827kratSN

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—Vamos, mis niños — la voz dulce de una mujer madura resonaba entre la oscuridad de un pasaje vacío, carente de vida, en donde el moho se acumulaba provocando que el aire fuera pesado

—Mami, aquí huele feo — una voz aguda resonaba poco después, era la de una pequeña quien arrugaba su nariz para acentuar su afirmación — ¿por qué vamos por aquí?

—Te lo dije, Nagi-chan — sonreía con amor infinito mientras se detenía y arrodillaba frente a la pequeñita de cabello corto y casi violeta, el cual se opacaba debido a la oscuridad — debemos evitar los lugares más concurridos

—¿Es por ni-chan? — dejaba que su madre le acomodara la capucha de su suéter y sus ojitos inocentes esperaban una respuesta — ¿porque está extraño?

—Sí — sonrió intentando que su amargura no se notara demasiado — es por eso — no podía mentirle a su pequeña, debía ser clara

 

 

La mujer giraba un poco su vista cuando el tintineo de un par de cadenas llegó a sus oídos, no borró su sonrisa melancólica, sólo soltó un suspiro corto antes de levantarse y acercarse a cierto niño que no superaba los doce años. Era pequeño, estaba alejado unos considerables pasos que se ajustaban al largo de la cadena que lo detenía y a la vez le daba guía, tenía cabello azulado y hermosos ojos de diferente color, el uno azul, el otro rojo. Era un diamante en bruto, tan bello, pero sin forma clara

La mujer se mordía el labio mientras dejaba a su hija paradita unos dos metros lejos de su hijo mayor. Se acercaba sin miedo alguno porque sabía perfectamente que su retoño no le haría daño y, si es que lo hacía, no sería intencional. Escuchó un gruñido bajo, pero sin asustarse se arrodilló frente al pequeño al que le había atado las manos con las cadenas que tintineaban ante movimientos bruscos. También le acomodaba la capucha e ignoraba los intentos de su pequeño por morderla, lo trataba con cariño y dulzura porque era su preciado hijo

 

 

—Muku-chan — sonreía mientras se aseguraba de que el bozal estuviera bien colocado — mírame — pedía, pero ante la negativa de su pequeño y el intento de ataque, ella sólo lo sostuvo de ambas mejillas y lo obligó a mirarla — mami sabe que tienes hambre… sólo aguanta un poco más porque debemos salir de esta ciudad.

—Ni-chan — la pequeña se acercaba unos cuantos pasos, pero se detenía ante la seña de su madre

—Cariño, sabes que no debes acercarte a Mukuro cuando está así — escuchaba el leve gruñido bajo, el mismo que con el tiempo se iba transformando en una especie de chillido semejante al de algún pájaro que estaba a la defensiva

—Ni-chan dice que el aroma de este sitio lo está poniendo ansioso — la pequeña restregó su mejilla y se balanceó sobre sus piernitas — dice que puede comer un ratón — jugaba con sus dedos sin atreverse a mirar a su madre — y que… — pero se detuvo, no quería ver a su madre asustada

—Dime, Nagi-chan. No tengas miedo… — sonreía para darle confianza a su pequeña mientras acariciaba las manos atadas de su retoño

—Yo puedo — a pesar de ser una infante sabía que su madre no se sentía cómoda con algunas cosas — yo huelo a esos ratones y… puedo traer un par

—Nagi-chan

—Mami — decía acercándose sin miedo hacia su hermano — puedo hacerlo y así ni-chan ya no morderá a nadie más

—Lo sé, Nagi-chan — suspiraba con resignación porque no podía inhibirles ciertos instintos — pero me da miedo que puedan verte… y…

—Mami… ham… hambre — la voz algo entrecortada, bajita, perteneciente al niño fue lo único que tuvo que escuchar aquella mujer de largos cabellos morados oscuros como para ceder

—Está bien — acercó a su hija para besarle la frente — pero hazlo rápido… tenemos que seguir

 

 

Mukuro era consciente de que era diferente a los demás y que su hermanita también era así. Desde pequeño escuchó las quejas de su padre, las soluciones de su madre, las peleas por eso, unas en donde se mencionaba a la armada y cada vez se ponían peor, hasta el punto en que también escuchaba golpes. Tal vez por eso no le costó morderle el cuello a su padre cuando éste intentó atacar a su madre para imponer su voluntad. Agradecía que en ese entonces Nagi era muy pequeña como para recordarlo, pues la escena no fue nada bonita.

Ese hombre ni siquiera les hacía falta, su madre les había sacado adelante ella sola y hasta ese punto seguían libres, incluso cuando Nagi ya cursaba sus siete años. Tenían muchos problemas para ocultarse cuando la situación especial en su cuerpo se desataba, pero lo habían superado todo y creían firmemente en poder hacerlo todavía. Lo que Mukuro más amaba de su madre era su dedicación, incluso condenando su propia vida para salvarlos a ellos, para mantenerlos a salvo de la armada. Esa mujer era todo lo que ellos necesitaban para seguir unidos a su humanidad

Cuando la parte animal de Mukuro o Nagi llegaba, su madre tenía que abandonar la ciudad donde residían, era regla general para no levantar ninguna sospecha. Siendo tan pequeños, ellos ni siquiera sabían cómo su madre lograba hallar un sitio donde dormir y llamar hogar, aunque era cierto que la veían trabajar todo el día sin descanso y sin quejarse de nada. Ella nunca les trató diferente del resto de niños, les enseñó lo mismo que a cualquier otro, lo único diferente era lo estricta que era con las amistades del par de pequeños, porque cuidaba de que nadie se enterara de lo especiales que eran sus niños.

Así fueron las cosas durante los siguientes años. Así fue hasta cuando Mukuro cumplió sus dieciséis años, Nagi sus once y su salvajismo se coordinó. No pudieron evitarlo, fue instintivo… Mataron a las mascotas del vecindario debido a la insaciable necesidad de alimento y la época de escasez por la falta de trabajo para su madre. Nadie podía culparlos, pero a la vez, nadie podía quitarles el cargo de consciencia

 

 

—¡Corre, Mukuro! — agitada, sostenía la manito de su niña mientras seguía los pasos apresurados que su hijo mayor trazaba en liderazgo del escape — corre, mi niño

—Mamá — jadeó cuando su nariz detectó algo cercano y peligroso — aquí no — se detuvo de improvisto y analizó su alrededor, la única opción era invadir la casa adjunta — ven… yo ayudo — estaba sumergido en el mar de instintos y a pesar de eso se forzaba a hablar para hacerle entender sus planes a su madre

—Mukuro, llévate a Nagi… yo estaré bien — sonrió forzosamente mientras empujaba a su hija para que se uniera a su hijo mayor — vamos, ¡corre!

—Mami — suplicó Nagi, cuya carita manchada de rojo se volvía en una mueca de terror al ver que su madre tenía intención de irse — ma… ma… mi — lanzó un chillido agudo negándose a ir con su hermano, retomando el camino e intentando agarrar la mano de aquella mujer

—¡Mamá! — Mukuro lanzó otro grito más audible para comunicar su inconformidad porque él tampoco pensaba dejarla atrás

—Está bien — suspiró mientras se acercaba a la pared que daba a un patio y extendió su brazo para que su hijo, que ya estaba parado en ese borde, la elevara

 

 

Mukuro y Nagi jamás se vieron en necesidad de atacar a su madre con intenciones de matarla, jamás lo harían, por más hambre que tuvieran, no lo harían, pero los demás eran sus presas y eso no se podía evitar. Era estúpido, todo en esa sociedad lo era. Los de la armada creyeron que su madre también era una clase A porque nadie sobreviviría con dos bestias a menos, claro, que fuera otra bestia más. Les dieron cacería a los tres por igual, sin importarles nada. Sus cabezas valían lo mismo y por eso… como a cualquier otro clase A sin manada, sin salvamento, sin salida… los capturaron, maltrataron, encadenaron y enjaularon como viles ratas.

Sin embargo, hubo una diferencia en esa ocasión

Mukuro no se quedó quieto ni un solo minuto desde que lo capturaron, peleó incansablemente incluso después de que estuvo encadenado en ese contenedor. Estaba en conjunto con un adulto más de su misma clase en ese camión, el que ayudó al carcelero a darle caza, pero Mukuro no veía ni a su madre o hermana en el mismo lugar, por eso, a pesar de que se dañó muñecas y tobillos, logró arrancar las amarras que le colocaron. Fue un caos lo que se armó cuando él logró zafarse y atacó al que identificó como un humano promedio para después liberar a su congénere.

El camión que lo transportaba mandó la señal de alerta y, sin más, la caravana tuvo que detenerse, fue perfecto para que los dos clase A atacasen sin problemas. El jovencito ni siquiera supo cómo logró salir de su prisión metálica, destrozar las ajenas y encontrar a su hermanita antes de que otro grupo atacara los camiones. Fue una casualidad que un grupo de clase A tuviese por objetivo al grupo de soldados el mismo día

 

 

—¡Hola! — Mukuro aún recordaba esa sonrisa amable que vio al salir del camión con su hermanita inconsciente en brazos — me alegro que estés bien

—¿Quién eres? — instintivamente retrocedió al ver a dos desconocidos que desprendían un aroma parecido al suyo

—Soy Byakuran Gesso — extendió su mano, pero no para un saludo formal, sino para mostrar un pedazo de carne fresca — y soy como tú. Eso basta para que confíes en mí

—Mi madre… — ignoró la comida y al hombre del raro tatuaje — no encuentro a mi madre — señaló cuando recorrió sus alrededores con la mirada

—Tranquilo, ya la hallaré por ti. Tú sólo cuida de tu hermanita — Mukuro recordaba claramente la caricia que ese hombre -que tal vez tendría unos veinte y tantos años- le dio en la mejilla; el calor que emanaba, el aroma a dulces que despedía — vamos, come un poco — amabilidad desconcertante

—Yo no me moveré de aquí sin mi madre — ni siquiera se dio cuenta de que estaba usando un idioma animal y era entendido sin problemas

—Byakuran-sama, ya tomamos a los prisioneros y acabamos con el enemigo — un rubio informaba el detalle sin quitar la seriedad de su rostro, sin fijarse en nada aparte de su líder

—Ya ves. Ya todos están bien ahora — sonrió Byakuran sin dejar de mirar al jovencito heterocromático, embelesado con la singularidad de esa mirada — ahora vamos — bajó su mano ocupada y extendió la que tenía limpia y pulcra

—¿A dónde? — no tomó esa mano, ni siquiera se movió, sólo analizaba cuantos posibles enemigos lo rodeaban

—A mi manada

—¿Manada?

—Así que no sabes que es una manada… que bien~ — un par de aplausos mataron la tensión que se forjó

—¿A qué te refieres? — apretó más a Nagi pues empezaba a ponerse ansioso y su instinto dictaba escapar de ahí

—Entonces yo te daré un nuevo hogar — ignoraba todo, sólo expresaba su voluntad — ¿Qué te parece?

—Creo que hablas mucho y no me das confianza — Mukuro frunció su ceño y retrocedió dos pasos

—Es normal — rió divertido, mostrando su lado más amable — supongo que has vivido entre humanos hasta ahora y que seguramente tienes la idea de que todos los clase A son unos monstruos capaces de matarse entre sí

—Kufufu… adivinaste — apretó los labios, pero notó que no tenía ninguna oportunidad para sobrevivir por sí solo ni en ese momento ni en un futuro — y por eso… no iré contigo — aun así, no quería seguirlos, quería otra cosa

—Me das un poquito de pena… pero yo te mostraré que las cosas que te enseñaron están erradas

—Dame a mi madre y me iré sin causar problemas

—Sabes… está bien — Byakuran sonrió mientras se giraba un poco para ver a uno de sus subordinados y hacerle una seña con su mano — pero si no la hallamos, permíteme darte un hogar hasta que la encontremos

 

 

Mukuro sentía que no tenía opción en ese momento, mejor dicho, sabía que así era. Tenía a su hermanita inconsciente, a su madre extraviada, no tenía idea de cómo era una vida como un clase A declarado y registrado como un peligro para la sociedad. Todo estaba en su contra, así que aceptó la oferta. Nunca se imaginó que se arrepentiría infinitamente por esa decisión; lo haría por el resto de su vida.

Todo fue bien en un inicio, como si su vida al fin tuviera un sendero sin obstáculos.

Mukuro participó en la búsqueda de su madre en cuando logró que Nagi reaccionara pues algo le habían hecho esos soldados desgraciados, sin embargo, no la halló en a caravana. Su madre no estaba ahí, o eso le dijeron, además, no logró captar su aroma entre tanto charco de sangre enemiga. Fue entonces que siguió a la manada de ese albino de sonrisa infantil, y su hermanita hizo lo mismo pues juraron jamás separarse. Eran dos chiquillos que jamás pudieron confiar en alguien y que desde ese día llegaron a un lugar en donde todos eran iguales, todos tenían el gen maldito y pasaban por esas etapas de salvajismo que incluso les quitaba el habla humana y les dejaba con los alaridos animales que de alguna forma ellos entendían. Fue espectacular, después de todo, ellos al fin sintieron la seguridad y aceptación que tanto buscaron

Era un sueño saber que podían ser ellos mismos sin miedo alguno. Era su paraíso incompleto.

¿Cuánto tiempo pasaron ahí? No tenían idea, pero no sobrepasaría el mes. Tampoco podían contar los días con exactitud siendo que se la pasaban en un aprendizaje constante sobre todo lo referente a su especie, de tal forma que casi nunca podían siquiera respirar algo ajeno a esa manada. Byakuran siempre les daba algo que hacer, los visitaba constantemente argumentando que eran sus dos joyas preciadas, los trataba mejor que a los demás y eso, con el pasar de los días, se hizo muy extraño. Nagi no tardó en darse cuenta de que ellos no se veían totalmente involucrados con las acciones de los mayores en la manada, ni siquiera con los de su misma edad; ellos se la pasaban con los niños. La excusa de Byakuran siempre fue que debían aprender las cosas necesarias desde cero… pero no era bien visto por esos dos

 

 

—¿Cuándo me dejarás ir a buscar a mi madre? — Mukuro era así, llegaba donde Byakuran sin importarle el lugar y lo enfrentaba

—Oh, Muku-chan

—Deja de llamarme así

—¿Por qué?

—Porque no te permito esas confiancitas — sonrió hipócritamente y siguió — y para cuándo la siguiente salida de la manada

—Muku-chan, Nagi-chan me dijo lo mismo hace dos días. Creo que se te adelantó — rió bajito ante la ceja latente del heterocromático — ambos son tan lindos~

—¿Entonces? — habló con los dientes apretados

—Mañana — sonrió —. Confío plenamente en que ustedes dos estén en capacidad de salir de cacería

—Sólo iré a buscar a mi madre — aclaró inmediatamente

—Muku-chan, sabes que para vivir hay que comer, y más aún, para tener energías y realizar una búsqueda hay que volver a comer — rió — ayuda a la cacería y después de eso iremos a buscar a tu madre

—Me parece que eres un asco en la recolección de información kufufu

—Qué malo — hizo un puchero y ladeó su cabeza — pero demostraré que no es así

 

 

¿Demostrarlo? Si hasta se cargaron una base de la armada para buscar información en total tranquilidad. Mukuro tenía que aceptar que fue divertido, más porque en ese tiempo aprendió a defenderse y a atacar con exactitud. Sus instintos ya no se veían privados y la muerte se volvió su aliada. Nagi fue con él, aunque ella era mucho más reservada, desconfiada, siempre pendiente de algo que Mukuro no notaba. Eran sólo dos muchachitos con la esperanza de que su madre estuviera cerca, deseosos de sacarla de donde estuviera enjaulada. En ese tiempo ninguno de ellos entendía o sabía lo difícil, casi imposible, que era escapar de la armada… tampoco comprendían que los de su propia clase podían ser sus más grandes enemigos

Como los dos niños inexpertos que eran, se dejaron llevar por las acciones sin interés que su nuevo líder les brindaba. Se hundieron en un mar de pactos y gestos amables, de tal forma que se olvidaron que el tiempo transcurría demasiado rápido y que su madre, con cada día que pasaba, corría un riesgo más grande. Llegó a un punto en que, fascinados por la presencia de un líder, lo consideraron la estrella guía que ahora podían alcanzar. Byakuran se convirtió en la promesa amable de libertad que su madre solía detallarles en la infancia y, en base a eso, no dudaban de ninguna decisión que éste tomara.

Sin darse cuenta un año había transcurrido y las cosas chocaron contra una pared que sólo los orientaría a una salida… a entregarse totalmente a la sonrisa dulce que veían en cada mañana. Incluso la más desconfiada de los hermanos terminó por ceder

 

 

—Lo siento mucho, Muku-chan, Nagi-chan — el albino les cedió una carpeta con algunas fotografías, un documento que los dos hermanos por lo menos pudieron leer con los conocimientos que su propia madre les dio

—No pasa nada, ni-chan — ni siquiera se dieron cuenta de cuándo empezaron a tratar a Byakuran de forma más cercana, como una verdadera familia — sólo… — los ojos de Nagi se cristalizaron poco a poco hasta el punto en que las cristalinas lágrimas se desbordaron — sólo… mamá — soltó un sollozo agónico al mencionarla

—Nagi — Mukuro abrazó a su querida hermana para consolarla. La noticia devastadora que habían recibido los destrozó, pero él no podía caer tan fácilmente — vamos — intentó llevársela, pero ni siquiera él se sentía capaz de caminar

—No están solos — Byakuran no los dejó ir, los abrazó, aprisionó en su pecho para que sus latidos fueran escuchados por aquellos dos — su madre pudo haber perecido… pero yo estoy aquí

—Ni-chan — tal vez fue solamente la necesidad de tener un soporte, pero ambos cayeron ante eso. Nagi se aferró a Byakuran como si su vida dependiera de ello y detrás de ella, Mukuro no tardó en ceder —. Ni-chan… mamá ya no está

—También necesitas desahogarte, Muku-chan — apretó su agarre en el muchachito que aún no le correspondía al abrazo — deja que yo seque tus lágrimas

—¿Cómo es posible? — susurró con la voz quebrada mientras dejaba que su frente posara en el pecho ajeno — ¿Cómo?

—La armada es así… cruel. Esos son los humanos… ellos no son como nosotros

—Pero ella… era uno de ellos — sentía una punzada en su pecho que nadie podría aliviar

—No pienses en eso, Muku-chan — Byakuran besó la frente del jovencito y lo acunó en su pecho —. Ninguno de los dos tendrá que sufrir más porque yo no lo permitiré. Ustedes dos… son y siempre serán mi más grande tesoro

 

 

Hermosas palabras, dulces gestos, una nube en donde reposar. Una presa fácil a manipular.

Dos talentos inigualables. Dos armas poderosas.

Mukuro y Nagi eran de los pocos seres que despertaron sus instintos a temprana edad y más que eso, pudieron mantener cierto límite en sus acciones, incluso anulando el hambre con tal de proteger a una simple humana. Por eso Byakuran los deseaba e hizo lo que fuera con tal de que jamás se alejaran de sí, incluso… usó su amable sonrisa y acciones desinteresadas para capturar el corazón de uno de ellos. Se tomó un año más en eso, pero no le importó porque el resultado sería insuperable… además… no negaba que desde el primer instante aquel jovencito se robó su atención, después de todo, ¿dónde encontraría tanta rebeldía, inteligencia, fuerza y destreza en una sola persona? Mukuro era perfecto para él

 

 

—¿Cómo que unirme a ti? — Mukuro tenía un tic en su ceja debido a la conversación absurda que mantenían desde hace veinte minutos

—Tú sabes que te gusto — sonreía el de violáceos ojos mientras mordía un chocolate que Nagi le preparó especialmente — y yo te adoro, Muku-chan

—Kufufu, ya quisieras, Gesso

—Sólo tengo que notar tu mirada brillante que me persigue cada vez que me acompañas a una misión — decía con calma mientras relamía sus achocolatados labios — acéptalo, Muku-chan… y conviértete en mi dulce compañero

—Ni loco — se cruzaba de brazos y controlaba sus ganas de lanzarle algo, lo que fuera.

—¿Y si te convenzo?

—Eres sólo un viejo pervertido

—Me ofendes — dramatizó colocando su mano en su pecho — apenas y nos llevamos unos añitos

—No sé ni qué edad tienes, pero sé que has liderado esta manada desde el inicio… — enfureció apretando sus puños — y no todos son tan jóvenes como Nagi y yo

—¿Y eso importa? — rió bajito — Sólo considera el amor mutuo que nos tenemos

—Kufufu, ¿de qué amor hablas? — rodó los ojos — me largo, Gesso

—Muku-chan es muy tímido — no lo dejó alejarse. Con rapidez dada por su naturaleza se colocó detrás del de cabellos azulados y lo abrazó por la espalda, colocando su cabeza por encima de la contraria — pero yo no — sonrió al darle vuelta para disfrutar de ese altanero y bonito rostro

—Oye, ¿Qué…? — ¿Cuán impactante podría ser el primer beso de un jovencito? Byakuran sabía que, para alguien sin experiencia como lo era Mukuro, eso bastaba como para romper barreras creadas con firmeza — que demo… —. No lo dejaría escapar — Ya… ¡Ya! — y a pesar de ser empujado, la guerra estaba ganada

—Sólo comprobaba los verdaderos sentimientos de Muku-chan — sonreía mientras abrazaba al mencionado sin darle opción de escape y juntaba sus mejillas — tu corazón acelerado da una sonata tan hermosa, Muku-chan — susurraba en aquel oído y sentía el estremecimiento ajeno, el calor acumulado en esa mejilla — tu olor es tan suave… Muku-chan es el amor de mi vida

—Ya basta — su voz temblaba, todo estaba hecho

—Jamás… jamás dejaré ir a Muku-chan… porque estoy enamorado de él — no mentía, de alguna forma retorcida estaba diciendo la verdad

—No digas tantas tonterías — exigía, mas, en el fondo no quería dejar de sentir el confort de ese abrazo

—Ya no estas luchando para zafarte — sonrió y completó el abrazo hasta que de nuevo le dieron permiso para rozar aquellos labios — ¿eso es un sí, Muku-chan?

—No — suspiró al sentirlo tan cerca

—Entonces tendré que esforzarme más — un beso adicional, dos, tres, no le importaba insistir porque lo estaba disfrutando

 

 

Verdad, mentira, engaño, certeza. Tal vez una combinación extraña de todas ellas, no se sabría jamás, incluso el propio Byakuran dudó de sus pensamientos y emociones, pero lo logró. Su más grande tesoro estaba en la palma de su mano, sólo faltaba envolverlo en la más hermosa funda de regalo y… forjar la descendencia que tanto anheló.

Pero no contó con algo. No fue una falla suya, fue una treta de la armada y un solo soldado que por desgracia había sobrevivido lo suficiente como para ser la estaca en la perfecta vida de Byakuran

 

 

—Son los niños de esa vez — una risa grave, un escuadrón preparado — ahora sí que no se me escapan, mocosos

—Kufufufu… mataremos a los que ocasionaron la muerte de nuestra madre, Nagi

—¿Hablas de la humana a la que trataste de proteger?

—Mukuro-ni… yo me encargo — enfurecida apretó los dientes mientras sus garras afiladas amenazaban con destajar todo a su paso

—Yo no fui quien la mató… fue ese de ahí — el soldado sonrió al apuntar al líder de los clase A, que en ese momento se unía al grupo de caza — ni bien atacaron la caravana, destrozaron a todo humano que vieron en el primer camión y tu madre iba en ese

—Mientes — Nagi se quedó estática ante lo escuchado. Sólo le faltaban unos metros para estar en capacidad de asesinar al soldado en menos de dos segundos… pero se detuvo

—Byakuran… odia a los humanos — el soldado apuntó con sus armas y el escuadrón lo siguió — eso está verificado. Por eso es la presa más buscada desde hace años

—Muku-chan, pensé que ya terminaste. Te he dicho que no juegues con la comida — regañaba con la misma infantilidad de siempre

—Habla — pero Mukuro no era idiota, conocía a Byakuran — ¡Habla, Gesso! — se giró para mirar al mayor — ¡Qué hables!

—Le crees a este y no a tu futuro esposito

—Por dios — suplicó — dime que es mentira

—Es mentira

—¿Mataste a mamá? — Nagi también volteó a mirar al que consideraba su hermano mayor

—No~

—No puedo creerlo — Mukuro rió bajito mientras agarraba sus cabellos. Entendió perfectamente el significado de ese tonito tan desagradable que el albino usaba para molestarlo

—Muku-chan, escucha lo que estoy diciendo… yo no…

—¡Entonces por qué no dejas de morderte el interior de la mejilla! — explotó sin medir la elevación de su voz  

—¿Eh? — alargó su expresión, pero luego su sonrisa se perdió

—Puedo oler tu sangre desde aquí — enfureció — kufufufu… me mentiste — indignación, dolor, furia… humillación. Todo se juntó en su pecho en menos de cinco segundos

—Como esperaba de ti, Muku-chan… eres de los pocos que ha captado mi pequeño defecto — con seriedad, Byakuran miró a los soldados y con su mano dio la señal de matarlos; sus demás subordinados harían ese trabajo y él se centraría en las dos personas que lo miraban con decepción — pero lo mejoraré, lo prometo

—No puede ser — Nagi sucumbió ante los temblores en su cuerpo — mamá — se abrazó a si misma mientras respiraba profundo y cerraba los ojos

—¿Cuándo? — Mukuro seguía riendo en medio de su incredulidad

—Los humanos son una carga que no merecemos llevar, mucho menos tú, Muku-chan…

—¿Cuándo? — insistió cada vez con mayor desesperación

—Ellos son sólo… alimento

—¡¿Cuándo?!

—Dímelo tú — sonrió mientras se acercaba a Nagi

—Aléjate — Mukuro se puso en frente de su pequeña hermana para protegerla de ese ser inescrupuloso y mentiroso. Nagi al parecer entró en una negativa de la que por el momento sería mejor no salir — y responde

—Ya te lo dije… los humanos son sólo alimento — se acercó a Mukuro tanto como le fue posible y sonrió con cinismo — ella lo dio todo por ti hasta el final y sólo eso debo agradecerle

—¿Qué?

—Nos la comimos — los ojos de Nagi se abrieron desmesuradamente al entender las palabras del mayor — nos la… comimos — jadeó desesperadamente buscando algún rastro de negativa en los ojos de Byakuran, pero no había nada

—Vuelvan a la manada — Byakuran los miró con compasión — vuelvan a su hogar

—¡Jamás!

—No tienen otra opción… YO no les doy otra opción

—Kufufufu… sí hay otra opción — Mukuro juraba jamás volver a ese nido de serpientes

—Mukuro-nii — Nagi apenas pudo reaccionar y tomar la mano de su hermano para mantenerse cuerda — hermano… hermano

—Corre, Nagi — sonrió antes de retroceder dos pasos y agarrar el hombro de su hermana — ¡Corre!

—Sabes que no podrás escapar de mí, Muku-chan

—Algo habrá que hacer entonces, Gesso

 

 

Lo que pasó desde allí fue una consecución de malas decisiones y errores de planificación, fue la condena de los dos hermanos que no podían seguir respirando el mismo aire que aquel hombre. Un camino errado, un aviso a un ajeno que les daría caza, una sola escapatoria que no fue factible. Terminaron en las rejas de la armada por una temporada larga, la que terminarían borrando de sus memorias y que tomaron como el castigo por haber devorado la existencia de la persona que más amaron en esa vida. Una autoflagelación que aceptaron con gusto con tal de no volver a ver el rostro de ese monstruo

De la central de la armada escaparon años después, cuando sus mentes estaban al borde del colapso, cuando sus cuerpos ya no soportaban más laceraciones. Usaron todos los recursos que les fue posible en medio de una misión, mataron a todos los que se interpusieron y al final: moribundos, hundidos, perdidos en su propia miseria, pero juntos; lograron escapar. Mukuro y Nagi nunca olvidarían el calvario que se obligaron a pasar para enmendar su pecado, su error, su desdicha. Huyeron de aquel hombre, de la armada, y sólo por obra y gracia del destino terminaron en las manos de alguien que en verdad les dio un hogar

 

 

Ahora…

 

 

Años, décadas, había pasado tanto desde aquello que ya podría valerles un comino, pero el dolor seguía ahí.

Nagi ni siquiera podía ver de frente a Byakuran, lo evitaba en todo sentido pues ella fue la más afectada por todo lo sucedido. Mukuro daba la cara como debía ser, ocultando las infinitas ganas de mandar la compostura al infierno y saltarle al cuello al desgraciado, pero no podía. Suficiente tenían con su furibundo jefe que, si le perdían de vista por sólo unos segundos, mataría a Lambo y a todo el que se interpusiera. Por el momento eso no les convenía…. Cierto, todo por la estúpida información que ese idiota de ojos verdes tenía y por la promesa que su jefe pactó con una mujer tan miserable como el propio Lambo.

 

 

—¿Qué quieres hacer con Lambo? — Byakuran jugaba con un papelito mientras ignoraba las varias miradas sobre sí

—Sacarle el relleno — la risa estruendosa de Byakuran resonó en la sala en respuesta a las palabras de Reborn. Ese hombre sí que tenía humor en ocasiones. Palmeaba la espalda del afectado a su lado, se divertía a costillas del sufrimiento del chiquillo que acogió

—Gracias por defenderme, Byakuran — bufó sarcástico mientras intentaba quitarse la sangre que todavía tenía dentro de la nariz y en las mejillas. Lambo no sabía cuántos cortes le dejó la pequeña revuelta con Reborn, lo único que tenía en claro era el dolor de su cuerpo por los golpes soportados

—Sigues vivo… me debes una — sonreía el albino mientras retomaba la compostura — perdón. Pongámonos serios, Reborn, ¿qué harás con él?

—Ese mocoso ya no es nada mío — dijo sin siquiera mirar al mencionado, conteniendo las ganas asesinas que le circulaba por la sangre — es tuyo hasta que decidas matarlo

—¡NO PUEDES DEJARME AQUÍ!

—Cállate — fue Byakuran quien estampó la carita de Lambo en la mesa que ocupaban en la reunión. Un golpe sordo, un gemido adolorido y de nuevo la sustancia roja que brotaba — No le levantes la voz a tus superiores — restregó de un lado a otro aquella mejilla, sin importarle manchar su pulcra mesa, presionando con fuerza hasta que el propio Lambo golpeaba la madera con su palma para que se detuviera

—Joder — Lambo tosía exageradamente al ser liberado mientras con su mano detenía el sangrado

—Ahora vete. No me sirves más en este momento

—¡Joder! — jadeó porque su nariz punzaba nuevamente

—Ahora, dulce de uva — miró de refilón al pelinegro — ve a limpiarte y enciérrate en tu habitación hasta que yo te diga

—Maldigo a todos… — sin embargo, se calló al sentir el aura negra de ambos jefes. No le convenía hacer o decir más — mierda

—Has hecho un buen trabajo — Reborn vio como esa lacra se alejaba de la sala, estaba satisfecho por el momento — debí dártelo desde el inicio

—Es un lindo cachorro cuando se le enseña a obedecer — limpió su mano y retomó su seriedad

—Poco me importa — frunció su ceño, pero relajó sus hombros —. Ahora… dime lo que quiero

—No dejaré nada suelto — Byakuran sonrió mientras veía a Mukuro, Nagi y sus otros invitados, a la vez que los ajenos veían a sus escoltas en esa sala — pero… sabes que nada es gratis

—Tienes a lambo

—Sabes que eso no es lo único que quiero — posó su mejilla en su palma y su codo en la mesa — yo quiero…

—A mí — Mukuro apretó los puños y los dientes por unos instantes antes de resignarse — kufufu… Ya lo sabemos

—Tan inteligente como siempre~

—Hermano — intervino Nagi, intentando por todos los medios detener aquello que estaba a punto de decirse, pero no era pertinente — por favor… no

—Si es por el bien de la manada — Mukuro apretó los labios y sonrió con toda la hipocresía acumulada durante años — yo me quedaré con Byakuran, a cambio, la negociación debe…

—No — Reborn miró al de ojos lilas — no te llevarás nada más de mi manada

 

 

Alivio, eso describía lo que Nagi sentía, lo que Mukuro profesaba, lo que algunos en esa sala apreciaron. Reborn no estaba dispuesto a perder sus mejores subordinados, no quería dar nada suyo… a lo más que llegaría en esa situación sería a compartir. Posó sus manos en la mesa y las entrelazó mientras fruncía el ceño. Byakuran lo imitó poniéndose aún serio tal y como la situación lo ameritaba. Con la comida, la pelea, los retos en la mañana, sus ánimos se calmaron, ahora era el momento de la verdad.

 

 

—Quiero a mi esposo de vuelta —  las exigencias fueron las primeras en darse a conocer

—Nunca te casaste con él, ni siquiera le tocaste más de lo debido — Reborn conocía todo el pasado de quienes se agregaron a su familia, hasta le daba gracia saber que Mukuro cayó bajo los encantos extraños de Byakuran

—No estoy dispuesto a ceder, Reborn

—Tengo el ejército que quieres — sonrió el azabache y con prepotencia elevó su frente — tengo todo lo que tú quieres… son perfectos y son miles

—Wo~ — rió sonoramente porque Reborn tenía razón en parte — pero yo tengo algo mejor — se relamió los labios — tengo lo instrumentos, armas, habilidades, maestros, inteligencia, planos, cedes, infiltrados… ¡Más que eso!

—Me sobra el armamento — refutó sin inmutarse por lo que el otro decía — acéptalo, tienes todo eso en cantidades limitadas… yo… no

—Pero tu ejercito es aún un bebé — hizo un puchero infantil, pero su mirada afilada contrastaba con eso

—Así que te das una idea de lo que mi manada ha estado haciendo todos estos años — soltó una carcajada lúgubre — muy bien, Byakuran

—Así como tú te da ideas sobre mis planes, yo debo corresponder a eso

—Perfecto entonces — estiró su mano — es cuestión de compartir

—Y Mukuro — añadió mientras golpeaba la punta de sus dedos contra la mesa

—Él no — y aun con la negativa, su mano fue estrechada — perfecto, Byakuran

—Al final Muku-chan será mío, así no quieras… pero por el momento me basta con esta alianza

—Que la matanza empiece entonces — sonrió con malicia

—Corrección — sonrió Byakuran — que empiece la preparación

—Hay que dejar correr sangre para animar el ambiente, querido demente

—No refutaré eso, Reborn-chan~ — los presentes se estremecieron por esa extraña plática y esas miradas llenas de frialdad. Algo grande estaba a punto de pasar

—Una cosa más

—Dime

—No te perdonaré lo de Tsuna

 

 

Un ruido sordo se dio en menos de cinco segundos. Reborn no era de los que se quedaban quietos, Byakuran era de los que disfrutaban de las peleas amistosas para afianzar amistades. Dos jefes que podrían armar un gran alboroto y subordinados que no sabían si parar la contienda o salir de allí. Mukuro rodó los ojos al ver eso y suspirando tomó a Nagi de la mano para salir de ahí porque eso iba a demorar

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

 

Krat cortó el capítulo porque las treinta hojas superaban sus energías para la corrección XD… ya me duermo :v

Perdón, pero ando en exámenes y… sí, debería estar estudiando XD pero ñe… de todas formas me iba a ir mal

Un capítulo aburrido dado con la intención de indicar algo sencillo, pero siempre es bueno aclarar las cosas para que no se decepcionen.

La historia, como en alguna ocasión advertí, no tiene objetivo mayor que probar mi capacidad de escritura tipo “gore”. Nació de la nada y sin desear darles una épica guerra entre clases o descubrimientos científicos transcendentales, si queremos darle sentido u objetivo podría ser el de describir una exageración de la esclavitud. Así que, si no avanza, es porque no es necesario que lo haga, si esperaban que las parejas evolucionaran, se fijaran, los malos murieran, los buenos tomaran el rol esencial, se amaran o algo por el estilo, lamento decirles que no pasará. En un inicio tal vez pareció que todo evolucionaba y se encaminaba a algo, pero era porque les estaba mostrando un “mundo” diferente, mas, ahora que ya saben todo, lo que queda es sufrir, nada más. Krat ya les dijo que no será un final épico, sólo será un final, el que se acerca con rapidez

Eso era todo~

Recuerden que Krat los ama~

 

Muchos besos~

 

 

PD: Les subiré el capítulo siguiente mañana o a fines de esta semana.  


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