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Problemas de clase por 1827kratSN

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Kyoya se enteró de algunas cosas sólo porque Tsuna soltaba la lengua sin siquiera pensarlo demasiado mientras estaba ocupado atendiendo al mocoso que no paraba de joderle la existencia al carcelero. Odiosos días interminables llenos de quejas, llantos, balbuceos y malos olores. Ocasionalmente Hibari incluso deseaba poder entrar en esa jaula, tomar al bebé y aventarlo fuera de su departamento, o mejor aún, dárselo a uno de esos investigadores de pensamiento depravado y abominable. Poco le interesaba la vida de un inocente mutado pues mientras no le afectara, todo podía valer un comino

La primera cosa que descubrió fue que los bebés de una manada eran presentados al líder, el mismo que nos acunaba, los llenaba de su aroma, los proclamaba como uno de los suyos, y sólo así los pequeños se sentían aceptados y seguros. Era como un instinto de supervivencia que ellos usaban, uno en donde lo más importante era hallar una familia. Además, se enteró que, desde el escape masivo y destrucción casi completa de la antigua central, las cosas se habían vuelto más complicadas para los clases A, los cuales fueron empujados a huir como ratas, usando las vías más solitarias, guiados por las clase A que estaban gestando y por consiguiente priorizaban su conciencia e inteligencia durante periodos largos de tiempo. No parecía ser nada semejante a una estrategia militar, eran sólo cosas banales.

Ellos, los enemigos, se estaban reproduciendo con normalidad, pero la nueva generación era cada vez más pequeña porque los ancianos pertenecientes a la inteligencia de la armada de resguardo se llevaban cada vez más y más clase A para los laboratorios. Las manadas ante esa amenaza cuidaban con esmero de todos los recién nacidos, siendo especial cuidadosos en los refugios que elegían y movilizándose cada cierto tiempo para evitar la localización exacta de los mismos, por eso Tsuna no había dado información exacta y certera incluso bajo tortura. Como añadidura, Kyoya se enteró que los bebés eran como los adultos, tenían vivos sus instintos, incluso mostraban comportamientos agresivos de vez en vez, o eso fue lo que Tsuna le dijo.

Sin embargo, cada clase A tenía su lealtad intacta, así que callaba o maquillaba las cosas que decía para proteger a los suyos y Tsuna era muy hábil en aquello

 

 

—Una misión — Hibari pateó las rejas con fuerza para llamar la atención, logrando que el castaño ocultara nuevamente al bebito debajo de la cobija y se ocultara en la esquina — muévete

—Lo sé… sólo déjeme cambiarlo — suspiraba aliviado porque por poco Hibari descubre la cabecita de Sora, aunque, no sabía ni cómo había logrado ocultar a su hijo por tantos días. No podía seguir prolongando aquello por mucho que lo deseara… sin embargo, se empeñaba en hacerlo

—No tengo tu tiempo

—Y supongo que soportará el aroma a pañal sucio durante el camino — lo dijo con seriedad a sabiendas de que la nariz de ese cabrón no podía ser controlada como la suya

—Apúrate

—Bastardo

 

 

Kyoya, a pesar de los numerosos días de convivencia, no se acostumbraba a escuchar los balbuceos de ese bebé, tampoco se acostumbraba a escuchar a Tsuna reírse bajito, ronronear como cantando alguna cosa mientras cambiaba al mocoso o cuando caminaba de un lado a otro con el bultito en brazos mientras lo hacía dormir. Tsuna solía platicar con el bebé, quien respondía entre risas y soniditos que no pasaban del “ba, pa, ga, na” en repeticiones fastidiosas para el azabache que se quejaba en un gruñido sonoro pero que el castaño ignoraba olímpicamente. Lo peor era el sonido de succiones a aquellos biberones, o cuando al mocoso se le ocurría gritar sin aviso previo. Kyoya protestaba cuando alguna de esas cosas ya se volvía intolerable, mas, la respuesta siempre era la misma: «es un bebé, ¿qué esperaba?». La actitud altanera no se había ido, por el contrario, había aumentado, aunque a veces lograba vislumbrar una mirada melancólica que de repente desaparecía

 

 

—No es necesario que se la pongan — el castaño mostraba sus colmillos y retrocedía los pocos pasos que tenía hasta chocar contra la parte posterior del camión que lo transportaba — conmigo es suficiente — señalaba el maldito collar en su cuello, el que se dejó poner antes de salir de los edificios de la armada

—Es para mayor confort del escuadrón — Fuuta miraba con seriedad a Tsuna mientras otros tres soldados con barras metálicas terminadas en dos puntas, las cuales resonaban ante una descarga que formaba un arco eléctrico, amenazaban al castaño

—Es un bebé — ni bien el camión se detuvo ese odioso rubio apareció en la puerta, daría todo porque alguien lo matase

—Si lo pierdes por error — Fuuta ironizó sus palabras — no tendremos con qué detenerte

—Mierda de carceleros

—Mierda de enemigos — refutó Fuuta mientras daba la señal para que incrustaran las armas en el cuerpo de Tsuna para que soltara al bebé

—¡Se lo pondré yo! — aguantó las descargas que lo obligaron a convulsionar casi hasta perder la fuerza en sus brazos — ¡Joder! ¡No quiero que lo toquen! — abrazó un poco más fuerte a Sora y jadeó

—Bien — Fuuta bajó su mano y las agresiones pararon — ponlo entonces — miraba con frialdad al castaño

—Los odio a todos… a usted más que a nada — miró al azabache que estaba recargado en una de las paredes y gruñó. Tsuna sabía que estaba sólo en ese asunto, no podía pedir auxilio a nadie. Sin remedio, tomó el collar que le lanzaron y con un suspiro largo miró al bebito que aún trataba de esconder de la armada bajo esa cobija amarilla y desgastada — perdóname, Sora

—¡Rápido!

—… — Tsuna ignoró a todos mientras se sentaba en una esquina y miraba el collar en sus manos, igual al suyo, pesado e incómodo, letal cuando se requería. Pero no tenía opción. Era ponerle eso a su hijito o que esos soldados lo hicieron por la fuerza sumado al riesgo de que se lo llevaran — Sora… todo estará bien. Esto acabará rápido — sonrió forzadamente cuando su hijo lo miró y estiró sus manitas para intentar alcanzar el collar. Su gorrita bien puesta impedía que los demás vieran su cabello, sus mejillas levemente sucias ocultaban un poco el color de su piel

—Rápido dije

—Perdóname — Tsuna se disculpó con su retoño. Colocó aquel aparato en el pequeño cuello de su niño, le besó la frente, lo distrajo para que dejase de tocarlo y al final lo cargó. Tenían una misión que cumplir. Cubrió a Sora con la manta porque hacía frío y salió de allí tras colocar el gancho respectivo en el collar de su propio cuello

—Si colaboras las cosas son más fáciles

 

 

Hibari tomó la cadena y sin compasión tiró de ella con tal fuerza, que Tsuna cayó de rodillas con tal de no hacerle daño a su niño, el que se espantó por el rudo movimiento y se quejó en un gritito ahogado por el beso de Tsuna en su mejilla. Un gruñido surgió, pero fue ignorado mientras se indicaba el camino correcto a seguir en ese día. Tsuna sentía los tirones en su cuello, las cadenas en sus manos y pies, la condena a una esclavitud que nadie merecía… pero al menos tenía a su niño, sólo en eso pensaba y pensaría hasta que muriera… sólo en Sora, porque si pensaba en los demás terminaría cediendo ante su lado melancólico y eso no sería prudente para nadie.

Respiraba la brisa helada, tal vez nevaría en los siguientes días y él ni siquiera usaba zapatos, su niñito tampoco tenía derecho a llevarlos. Lo que daría por al menos darle a Sora la ropa adecuada para ese clima. Tsuna se carraspeaba la garganta porque la sentía seca, intentaba que su hijito mantuviera el calor a pesar de que éste llevaba apenas una camisa larga de las mismas que los prisioneros llevaban. Lo único que tenía a la vista era una carretera donde un par de autos circulaban y de refilón veía que Hibari leía el documento con molestia. Sea cual fuera la misión… debía hacerla a la perfección o el castigo afectaría a su pequeñito también. Ni loco dejaría que eso pasase

 

 

—Localiza a las tres bestias que rondan el lugar y estás libre — masculló Hibari cuando llegaron a un callejón lleno de envases metálicos que seguramente tenían basura dentro

—¿No viene a controlar mi desempeño? — mencionó al sentir que la cadena caía al suelo y al fin una mínima libertad se le otorgaba

—Tengo esto — mostró el localizador que titilaba — tienes media hora. Si no me das respuesta a la misión, tu hijo será el afectado

—¿No se cansa de amenazar a mi hijo?

—Muévete — incluso se cansó de torturar a Tsuna porque no obtenía el miedo que deseaba oler y escuchar. Ahora le daba igual

—Escoria asquerosa

—Sigue así y apretaré el botón por diversión, herbívoro

 

 

Tsuna no dijo más mientras caminaba hasta una sección del callejón y evaluaba el lugar. El pútrido aroma a basura le impedía localizar al objetivo, así que saltó encima de un bote de basura, de otro, de uno más, hasta que halló una pared y la trepó para seguir por el borde. Sinceramente no le hacía gracia estar cazando a uno de los suyos, mucho menos a tres, así que mejor lo hacía rápido y sin dejar que su consciencia despertara. En menos de cinco minutos perdió de vista a su carcelero, le importó muy poco, mejor de esa forma, así al menos podía destapar a su hijo y dejarlo respirar un poco de aire fresco. Atravesó calles y espantó a un par de valientes que no se refugiaron ante la alerta roja del distrito. Se metió por callejones específicos y al final elevó su nariz para empezar a actuar con seriedad.

Sin embargo, lo que percibió fue tan espectacular que lo hizo sonreír. El aire estaba lleno de eso… no cabía duda que su familia era maravillosa, que Reborn sabía hacer las cosas a la perfección. Era tan grato sentirse en casa, aunque sea por unos segundos

Entre sonrisas bobas, murmullos para distraer a su hijo y olores que reconocía como el de los miembros buscados en ese lugar, calculó su tiempo. Tenía veinte minutos. Era perfecto, por eso se desvió de su ruta e ingresó a las escaleras de emergencia de un edificio departamental. Tenía algo importante que hacer allí, algo que sólo otro padre entendería. Sonrió con malicia mientras caminaba por el pasillo del segundo piso, reconocía cada puerta, la olfateaba, sonreía cuando no percibía más que el aroma de su propia genética y al final estaba aquella… esa puerta. El portal que deseaba atravesar para obtener, aunque sea un poco de felicidad a través de una sonrisa

 

 

—Buenas — Tsuna no quería armar un alboroto, por eso, y sólo por eso, dejó que él saliera. Después de todo, tenían un objetivo en común — perdón por la intromisión — el rostro sereno, la voz en buen tono, modales dados por su parte más humana, y a pesar de eso no le importó romper la chapa de la puerta y entrar

—¿Quién eres?

—Un visitante — el castaño ignoró al hombre que lo recibió en la sala y registró el lugar con rapidez

—Esa ropa… ¡Oh no! — pánico instantáneo al ver las cadenas que unían los pies de ese chico — ¡Cariño, esconde a los niños!

—Si hace menos ruido, le juro que no le haré demasiado daño — pero claro, nada era fácil y la escopeta que le apuntó no le agradó nada

—¡Maldito clase A!

—Maldita rata maliciosa que me envía a las cárceles en donde me torturan de las peores formas posibles e inimaginables para usted — respondió con la misma seriedad con la que empezó — no suena bien, ¿o sí? — el hombre no le respondió, sólo cargó el arma — Entonces cállese

—Nos matará — susurró la esposa que acababa de empujar a sus dos hijos mayores a las habitaciones del fondo, pero que temblaba porque la cuna de su hijo menor estaba a pocos metros del clase A y también de ella —. No… no le hagas nada

—¡Atrás!

—Si no quiere que lo hiera, bajará el arma — Tsuna intentaba ser cortés a pesar de que esas personas no lo merecían

—¡Aléjate!

—Estoy hablando, señor — frunció su ceño y palmeó un poquito la espalda de su hijo que comenzaba a inquietarse entre la manta — ¿No cree que ahora puedo pensar? ¿Puedo negociar?

—No confío en nada referido o relacionado a tu raza. No confío en los de tu clase

—Yo tampoco confío en la suya — dijo mirando a la mujer que intentaba dar los pasos que la llevaran a la cuna donde un bebito de casi dos años se levantaba agarrándose de los barandales — y señora… soy más rápido que usted — dos pasos bastaron para que él estuviera a la altura de esa cuna y escuchara el grito de los padres

—ALÉJATE O DISPARO

—Cállese — murmuró mientras esquivaba la bala y soportaba el agudo grito de la mujer

—¡Mi hijo! ¡Estás loco! ¡Darin está ahí! — el bebé mencionado había caído de espaldas debido al susto, gritando con potencia y empezando a derramar lágrimas de miedo

—Idiotas — murmuró Tsuna mientras les daba la espalda a esos dos y descubría a su preciado tesoro, el mismo que empezaba a sollozar debido al susto que le provocó la detonación — ya mi pequeño — sonrió besándole la mejilla y elevándolo un poquito

—Es… es un bebé. ¡NO DISPARES, IDIOTA! — el instinto de madre era el mismo para todas las mujeres sin importar la raza, por eso esa mujer detuvo el intento de su esposo por disparar nuevamente

—¡Suelta a ese niño, maldita basura! — amenazó el esposo

—Si no se calla dejaré huérfano a sus hijos — gruñó con un tono tan macabro que los humanos temblaron — si hubiese querido matar a su bebé, ya lo habría hecho, maldito idiota. — bajó a su hijito y lo depositó junto al otro. Juntos, eran tan semejantes que nadie sabría diferenciar quien era humano y quien no

—Oh dios — susurró la mujer mientras estiraba sus brazos con la esperanza de alcanzar a su hijo, pero los metros de distancia que la separaban de la cuna le eran impedimento — mi niño

—Sora es mi hijo — acarició la cabeza de su niño que al sentir la acolchonada base de la cuna la tocó con curiosidad — así como este mocoso es el suyo — mencionó Tsuna mientras elevaba al mencionado al sostenerlo por el saquito que lo cubría

—No… ¡no le hagas nada! — suplicó la mujer de rodillas en el suelo, quien jalaba a su esposo para que no volviese a disparar

—No le haré nada — Tsuna olfateó rápidamente al infante para luego depositarlo de nuevo en esa cuna, le apretó las mejillas hasta que se quejó y sonrió divertido por eso — y más les vale que ustedes no le hagan nada al mío — amenazó mientras dejaba sus garras salir — les juro que no quiero hacerles daño

—¿Qué quieres entonces? — los bebés gimoteaban, lloraban, pero poco a poco, al sentirse acompañados, dejaban de sentirse así y paraban sus lamentos

—Eso — mencionó mientras daba los pasos faltantes para llegar a una pañalera cercana.

 

 

¿Qué era tan importante para Tsuna? Nada especial, sólo quería eso que perdió desde que tomó una mala decisión. Deseaba normalidad para su hijo, sólo aquello.

Tomó la pañalera y la partió en dos sin importarle regar todo por el suelo, lo hizo ante la atónita mirada de los padres que no se atrevían a hacer movimiento alguno por el miedo a despertar la sed de sangre del clase A. Tsuna agarró cuatro cosas: un pantalón de lana, un suéter, un gorrito adornado por un pato y unos zapatos; ni siquiera le importó la talla grande que estos parecían tener, sólo los tomó con una sonrisa. Era lo único que necesitaba

 

 

—Me iré cuando termine con esto… así que muérdanse la lengua hasta entonces — mencionó Tsuna mientras se acercaba de nuevo a la cuna

—Por dios, ¡ya vete!

—Cállate… sólo deja que haga lo que quiera

 

 

Tsuna ignoró la pelea de esposos y se acercó al cunero. Sacó a Sora con cuidado, lo besó en las mejillas y le ronroneó suavemente para que dejase de protestar debido a la separación de su nuevo amigo. Sora era un niño sociable, gustaba de estar acompañado, pero ahora no era el momento. Con mucha rapidez, Tsuna despojó a su hijo de la sencilla y delegada camisa que usaba, lo vistió con una sonrisa, rió al ver que la ropa superaba por varias tallas a su pequeño y siguió. Su hijito merecía algo mucho mejor que la ropa usada de otro niño un año mayor que él, pero qué más daba en ese momento, así al menos estaría abrigado y daría la apariencia de no estar en manos de unos bastardos. Tsuna le colocó aquellos zapatos de color rojo que ni siquiera combinaban con el atuendo, y sonrió al verlo intentar quitárselos.

Sora merecía una vida tranquila, Tsuna se culpaba por no poder darle una

El pequeño balbuceaba cosas mientras agitaba sus manos con aquellas mangas largas que bailaban en cada movimiento, Tsuna sólo lo miraba con atención porque miles de pensamientos deprimentes se acumulaban en su mente. Desearía ser tan sencillo como su hijo, que solamente con un par de zapatos que le quedaban grandes era feliz y reía al aplaudir… cuanta inocencia que sería manchada y magullada. Ni siquiera quería pensar en eso.

Al terminar vio algo más en esa habitación, algo que estaba tirado en medio de un sillón y sin más lo tomó. Era un pequeño pájaro de felpa, manchado de algo parecido a chocolate, desgastado y, sin embargo, Sora fue muy feliz al tenerlo en sus manos. Era… denigrante, porque Sora no merecía algo tan penoso como eso, pero en ese momento no podía darle otra cosa… era un mal padre, Tsuna lo sabía

 

 

—Patético — esa voz hizo que tanto Tsuna como los adultos humanos se tensaran — te dije que cumplieras la orden sin demora

—Me dio media hora — respondió mientras terminaba de colocarle la gorrita a su hijo y sonreía satisfecho — me faltan cinco minutos para eso

—Debería presionar el botón ahora — sacudió el aparatito sin dejar esa expresión agria en su rostro

—No lo hará — cargó a Sora con cuidado, envolviéndolo nuevamente con la cobija

—¿Crees que me importa ese niño?

—No — sonrió mirando a su hijo y aspiró el aire que ahora magullaba sus pulmones — pero… si tanto lo quiere

—Herbívoro infeliz

 

 

Un rugido fue lanzado al aire, Tsuna incluso cerró los ojos para no desconcentrarse. El ruido resonó en el departamento de tal forma que una fotografía cayó y eso era todo lo que tenía que hacer. Era un llamado para atraer a los de su misma clase y en menos de cinco minutos, justo antes de que el tiempo se le terminara, tres clase A ingresaron. Dos por la ventana que daba al pasillo y otro por la que daba a un lateral del edificio. Los niños gritaron en el cuarto, los padres corrieron para ayudarlos, Tsuna esquivó el ataque del que lo consideró como una amenaza y Hibari gruñó antes de sacar su arma no letal.

Todo fue rápido, preciso y… fallido

Los que se capturaron fueron solamente dos… el tercero huyó y eso sólo significaba una cosa: Tsunayoshi Sawada fracasó en su misión.

 

 

Castigo…

 

 

—Vamos, basura — Xanxus ingresaba al departamento de Hibari tras patear a la clase A que aún le pertenecía — quieta o te haré llorar toda la noche nuevamente — la mujer de cabellos largos y negros no decía nada, sólo se escabullía hasta posar su espalda en alguna pared y cerraba los ojos al acomodarse en posición fetal

—No te necesito — gruñó Hibari mientras ataba la última cuerda a los pies del castaño — ¡piérdete, herbívoro!

—Pues mira que no — sonrió mientras revisaba todo con detalle — aprendiste bien

—Me estorbas

—Te ayudo — se carcajeó mientras tomaba la cuerda que daba a la polea y tiraba de ella

 

 

Los alaridos de Tsuna se cortaban mientras era elevado en el aire, se mordía el labio para no soltar un solo grito de dolor. Sus ataduras mantenían sus muñecas unidas a sus tobillos a cierta distancia considerable, de modo que su espalda estaba curvada, además, ese agarre estaba siendo presionado por las cuerdas que lo elevaban a través de esa polea. Tsuna estuvo de cabeza en cierto instante y pronto sintió la sangre agolparse en su cráneo, incluso sus ojos parecían palpitar cuando ya estuvo al límite del techo. El castaño sabía que un fallo en una misión se castigaba con crudeza, lo había experimentado en innumerables ocasiones, pero eso no le quitaba la desesperación del momento. Apenas logró dejar a su hijito en una esquina de la jaula, enrollado en medio de las telas que le servían de nido, y si éste hacía un solo ruido podría llamar la atención de Xanxus… eso sería lo peor

Estaba acabado, estaba condenado. Estuvo pasmado cuando sólo dos clase A se quedaron en el departamento pues no planeó fallar en su maldita misión y ahora tenía a dos dementes peleándose por aplicarle la primera tortura.

Pero se puso aun peor.

 

 

—Ninguno de ustedes tocará a Tsunayoshi — la voz monótona de Lancia resonó en la estancia mientras ingresaba

—Largo, herbívoro. Éste es mío

—Nuestro dirás, escoria

—Se equivocan — Lancia hizo una seña y detrás de él, dos hombres de bata blanca ingresaban con dos maletas adornadas por el símbolo del departamento de investigación — éste es un cuerpo experimental del cual podemos disponer en cualquier momento… ahora es necesario

—¡No me jodas!

—Te morderé hasta la muerte

—Lo que me digan no interesa… este es mío. El castigo lo aplico yo

 

 

Tsuna no podía maldecir más su suerte, jadeaba ya debido al exceso de sangre en su cabeza y sólo podía ver a esos tipos discutir. No podía siquiera pensar con claridad, pero un ruidito lo hizo entrar en pánico. Sora… su Sora estaba removiéndose en el nidito. ¡No podía ser! Si eso pasaba estaba frito. Lancia podía recoger a Sora en cualquier momento y él estaba atado al techo sin poder moverse siquiera. No podía ser cierto… no podía estar pasando eso y…

 

 

Yo lo cuido — esa voz la reconocería en cualquier lugar — es lo único que puedo hacer por ti… Tsuna

—Hana — murmuró casi incrédulo pues la creía muerta desde hace meses… las lágrimas de Tsuna brotaron por el alivio al escuchar un sutil ruido dado por las palmas de Hana al rozar el piso — por favor… te lo encargo

—Aguanta el castigo, Tsuna… por tu hijo… sopórtalo

 

 

La mujer corrió dentro de la jaula perteneciente a Tsuna cuando creyó que Xanxus no le ponía atención, cerró la puerta con desesperación, se acercó al bebito que empezaba a gatear fuera de la protección llena de cobijas para tomarlo en brazos y volverse su protectora. Lancia bufó porque se le adelantaron a su cometido, pero después sólo lo ignoró. Tenía mejores cosas que hacer. Xanxus apenas se dio cuenta de la acción de esa mujer, mas, le quitó importancia porque ya estaba cansado de ella y sus putos días de llanto. En ese preciso momento también la escuchaba sollozar y balbucear alguna cosa, era desesperante. Nadie le puso atención a Hana y, en cambio, se centraron exclusivamente en el castaño que se removía de vez en vez para aminorar la presión en su cabeza y extremidades.

 

 

—Esto te dolerá — fue la única cosa que Lancia dijo antes de darle paso a los médicos

—Ya deja de hacer esto… ya basta — aun predominaba ese lado amable, humano, el que sí rogaba por misericordia e intentaba encontrar la humanidad en esos hombres — esto no tiene sentido

—Lo tiene si yo saco provecho de eso

—¿A costa de miles de vidas?... ¿a cambio del sacrificio de tu raza? — Tsuna intentó mirarlo a los ojos, pero era imposible porque se balanceaba constantemente

—Mucho bla, bla, bla, ¿qué mierda le vas a hacer? — exigió saber Xanxus, estaba furioso porque le quitaron su diversión

—Algo que ustedes — miró a Xanxus y Hibari — podrían usar a futuro

—¿Qué? — Tsuna apenas pudo pronunciar aquello antes de obligar a su bastarda personalidad a tomar el control de la mente, recuerdos y movimientos

 

 

Un grito, un gemido, un sollozo.

Ni bien terminaron de colocar las agujas en los brazos y cuello del castaño, éstas las unieron a unas sondas que empezaron a transportar el líquido rojo a fundas especiales, pero eso no era lo que ocasionó el dolor de Tsuna… no… era lo que las agujas en sus piernas, en su vientre y pecho empezaron a bombear. Un líquido de color rosado pastel empezó a inyectarse en el cuerpo del castaño, el mismo que convulsionó apenas recibió aquello. Dolía horrores, sentía un ardor infernal en ciertas zonas y su mirada impactada lo demostraba. Su garganta soltó un alarido infernal cuando uno de los médicos presionó aún más la aguja en su vientre y el líquido invasor fluyó con mayor soltura. Su cuerpo rechazaba esa cosa extraña, sus nervios enviaban señales a su cerebro, su tortura recién empezaba

Gritó, lo hizo sin miedo alguno porque sabía que Hana cubriría los oídos de su niño y le cantaría algo para calmarlo. Él se convulsionaba al sentir algo extraño ingresar en su cuerpo a la vez que su líquido vital lo abandonaba, era como si intentaran arrancarle el alma a la fuerza, como si le quitaran la piel pedacito por pedacito. Soltó un gruñido largo y ahogado mientras agitaba su cuerpo para intentar quitarse eso de encima, pero los médicos no lo dejaban, colocaban cinta en cada aguja para que nada saliera de su lugar. Era terrible y sólo llevaba un minuto en el proceso.

Los espectadores miraban el hecho con curiosidad, con los brazos cruzados y una mueca que denotaba el dolor auditivo que les provocaba los siguientes alaridos de Tsuna, los mismos que iban aumentando de tono, tiempo y agudeza.

Inhumano.

Lacerante.

Angustiante.

 

 

Shhh… shhh. Calma… Sora — entre las quejas de Tsuna, Hana escuchó un rugido donde el castaño le ordenaba cuidar de Sora, de su retoño, evitarle la desdicha de escuchar los alaridos de dolor que no podía reprimir. Hana sólo podía cubrir esos oídos pequeñitos con las cobijas que halló — mírame a mí — sollozó cuando un nuevo grito largo se escapó de su segundo líder

Mamma… Mamma — como sintiendo el peligro, Sora manoteaba e intentaba con su mirada buscar a su progenitor

Él volverá pronto — sollozaba Hana, apretando más los oiditos de Sora e intentando auto convencerse de que todo terminaría bien, pero de nuevo… esos gritos apuñalaron su alma — escucha… escucha — y lo único que se le ocurrió para calmar al bebé que empezaba a alterarse, fue acurrucarse en esa esquina, descubrir un poquito, sólo un poco, el oído del bebito y empezar a cantarle

 

 

Ninna nanna, ninna oh,

questo bimbo a chi lo do?

 

 

 

Tsuna se contorsionaba tanto como sus cuerdas se lo permitían, abría desmesuradamente sus ojos al sentir un líquido incrustarse en su sistema circulatorio y envenenarlo desde los pies. Se quejaba en gritos agudos, no enfocaba nada en realidad, pero movía sus ojos en todas direcciones. Su cabeza punzaba, sus dedos ya no los sentía, su vida parecía acabarse y aun así intentaba no gritar tan fuerte porque empezó a escuchar a Hana cantar… aquella tonada que todas las madres de la manada usaban para arrullar a sus niños en las noches… aquella canción que Reborn entonaba para que Sora durmiese y que él susurraba cerca del oído de Ai para que ella se tranquilizara  

 

 

Se lo do alla Befana

me lo tiene una settimana.

 

 

 

Hana sabía lo doloroso que ese procedimiento era, ella lo experimentó de primera mano cuando llevaba tan solo dos horas en esa cárcel. Empezaba como ardor, pasaba a dolor, luego simulaba ser puñaladas en cada nervio existente, desencadenaba a que los órganos funcionaran inadecuadamente, su pulso se aceleraba, su temperatura bajaba y subía, sus articulaciones parecían quebrarse. Hana lloraba sin cesar mientras seguía cantando con suavidad, no miraba fuera de la celda porque sería peor y sólo se centraba en esos ojitos azules brillantes que empezaban a mirarla con curiosidad

 

 

Se lo do al al Bove

Nero me lo tiene un anno intero.

 

 

Tsuna ya no podía aguantar más, gritó con todas sus fuerzas a la vez que sentía su alma desprenderse de su cuerpo, de su piel. Era eterno, no terminaba, no podía quitarse ese dolor de encima. Su estómago se revolvió de repente, sintió las arcadas previsoras, y finalmente devolvió lo poco que ingirió en ese día. Aun estando de cabeza, aún convulsionándose con fuerza, aún con esas miradas encima de sí, vomitó. Sintió claramente surgir aquel líquido ácido en conjunto con el rastro de la carne cruda que era su única fuente de alimento. Intentó hacerse para atrás, pero con toda la tensión en su cuerpo no lo logró. Ese líquido surgido desde su propio estómago se deslizó por su nariz haciéndola arder en demasía. Siguió con las arcadas y el líquido tomaba otros senderos, sus ojos, su cabello, incluso sintió que se devolvió a su garganta una y otra vez… rogaba porque todo terminase, pero no pasaba

 

 

 

Se lo do al Lupo Bianco

me lo tiene tanto, tanto.

 

 

El asco de los dos espectadores era insuperable, pero la sonrisa del líder de ese castigo sólo mostraba falta de empatía e insana satisfacción porque el resultado era el esperado. Lancia se divertía porque la sangre que obtenía era preciosa, pura, limpia, le pertenecía a uno de los pocos clase A con el gen casi completo y perfecto. Los médicos recogían todos los datos dados por las maquinitas que acoplaron al cuerpo ajeno y ni se inmutaban por el desastre que ocasionaron ni el dolor intenso que Tsuna sentía. Era un nuevo experimento, un nuevo hallazgo, una nueva muestra que procesar… lo mejor de todo, era que la rata de laboratorio no moría tan fácilmente

 

 

 

Ninna nanna, nanna

fate il mio bimbo addormentate!

 

 

Pero todo tenía un fin y Hana sollozó con fuerza cuando lo escuchó. Un cuerpo cayó estrepitosamente al suelo, las voces roncas festejaban su nuevo logro, las risas tenebrosas le daban escalofríos, pero acabó. Después de eternos minutos acabó. No podía estar más feliz y más aterrada al mismo tiempo.

 

 

—No se mueve, herbívoro — masculló Hibari cuando el cuerpo de Tsuna se quedó estático en el piso — te mataré a ti si es que no…

—Vivirá. Es un clase A — mencionó uno de los médicos que guardaba las cosas y limpiaba los rastros de esa porquería que salpicó su inmaculada bata

—Qué asco — Lancia hizo una mueca mientras sacaba su pañuelo y procedía a encaminarse a la salida — el resto es de ustedes

—Te dejaron lo peor, escoria — Xanxus se reía estrepitosamente al ver los restos de vómito en el piso — suerte

—Púdrete, Xanuxs

—Mandaré un equipo de limpieza — mencionó el otro médico — puede permanecer fuera hasta entonces

—¿Y la mujer? — después de suspirar, Hibari expresó su molestia al ver a la mencionada llorar con el pequeño bultito entre sus brazos, el mismo que empezaba también a quejarse

—Te sugiero que la dejes aquí hasta que Tsunayoshi despierte — señaló Lancia — no sé cuánto se tarde… bueno, eso a menos que quieras hacerte cargo del bebé, Hibari

—Hum — ni siquiera miró la jaula o al castaño en el piso, salió sin apuro haciendo un ademán con su mano. Él regresaría cuando todo estuviera limpio

—Me libré de ti, mujer — Xanxus pateó los barrotes asustando a la pelinegra — pero cuando vuelvas, más te vale estar en celo… o encontraré otra forma de divertirme contigo

 

 

Lágrimas que reflejaban la ira, frustración, miedo, impotencia. Hana sólo pudo llorar en conjunto con Sora hasta que el castaño fue puesto en la jaula junto con ella y al fin pudo verificar que al menos el corazón de su gentil líder seguía latiendo… débil, pero latía. El cuerpo de Tsuna no tenía daños físicos externos, pero por dentro, quién sabe. Hana esperaba que el daño no fuera irreparable.

Qué horrible destino tenían y no podían escapar de eso

Hana se aseguró de que la jaula estuviera bien cerrada para que nadie más los hiciera sufrir por unos días. Acomodó el nido del castaño, con esfuerzo lo cargó y recostó ahí, y al final, después de largo rato, dejó que Sora gateara hasta su padre. Hana sólo pudo apretar los labios mientras veía al bebito treparse al pecho del castaño y como si supiera que éste no podía contestarle, se recostaba tranquilo, posando su mejilla en el pecho que apenas se movía para respirar, y se acomodaba para tirar levemente de la cobija a su lado.

Lloró, Hana lloró aún más por aquel gesto tan inocente que demostraba un amor infinitamente puro. Cobijó a padre e hijo para que descansaran, veló los sueños de ambos mientras se aseguraba que el mayor siguiese respirando. Se disculpó innumerables veces por ser tan inútil y finalmente calló… porque nada más podía hacer. Ella debía descansar un poco también y así cumplir su tarea hasta que Tsuna abriera los ojos de nuevo, y eso pasaría cuatro días después.

 

 

Ellos…

 

 

Verde balanceaba sus pies al estar sentado en la mesa en vez de su silla, miraba las decenas de frasquitos que tenía en su laboratorio y soltaba un suspiro largo. Hace tiempo que acabó con una de sus investigaciones y ahora revisaba el centenar de papeles que reposaba en su escritorio. Sus ayudantes se concentraban en ingresar los datos a una computadora, algunos organizaban los archivos, otros verificaban las muestras. Todos calmados porque el ritmo de su plan iba en incremento

 

 

—Con esto será suficiente — se acomodó los cabellos y rascó la barba sin afeitar que adornaba su quijada —. Ahora todo depende de Reborn

—¿Cree que logre hacerlo rápido? — el médico miraba todo con interés, porque él también fue parte de aquello

—No — Verde suspiró — tal vez en unos meses

—Eso quiere decir que…

—Tsuna tendrá que aguantar estar en ese infierno durante esos meses. Por el bien de todos nosotros debe hacerlo porque necesitamos que Reborn siga con la cabeza centrada, o nuestros esfuerzos serán en vano

—Entiendo

—Pero alégrate… ya no seremos la raza minoritaria, Shion — reía Verde mientras cerraba sus ojos

—Lo sé

—Esos viejecitos ni se imaginan que sigo con vida y que tomé sus ideas para usarlas en su contra

—Estás demente — añadió mientras se sentaba en la silla adjunta

—Por cierto… ¿ya te olvidaste de Lambo? — Verde adoraba molestar a los demás, pura satisfacción personal ocasional

—No quiero tocar el tema

—No seas aburrido — sonreía — cuéntame tus penas

—Tú cuéntame las tuyas — contraatacó — tu perfección te afecta… debes despreciar la soledad en la que te has hundido

—Touché

 

 

Continuará…

 

 

  

Notas finales:

 

Krat estaba llorando como nunca.

Me llegó el sentimiento al corregir esto. Espero que a ustedes les haya dolido un poquito también.

Pues aquí estaba la parte que me faltaba añadirle al capítulo de ayer, pero que hoy tuve fuerzas para corregir (Por cierto, valí madres en mi examen :’v).

Trataré que en las fiestas navideñas me llegue la inspiración y pueda actualizar, pero eso después de navidad, porque no quiero deprimir a nadie en esas fechas. Se viene lo chidori con Hibari y Sora, más o menos. Actualizaré otros fics que tengo en proceso, tal vez suba una historia corta, no sé, depende de cómo vayan las cosas 

Krat no dice más y se escabulle entre las sombras.

Krat ama a sus locos lectores

Krat se ha basado en los tops de Dross para relatar pequeñas torturas y seguramente veré sus referencias para hacer algo más a futuro XD

Besos y abrazos.

Recuerden que deben conservar su humanidad

Paz y Love~


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