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Problemas de clase por 1827kratSN

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Las lágrimas de un padre por haber perdido a su hijo eran terribles, dolorosas, lacerantes. Nadie podía entender cuan desgarrador resultaba saber que soltaste a la personita más importante de tu mundo y la destinaste a un suplicio que no se merecía. La impotencia era lo que más te carcomía la mente. Las diversas posibilidades de acciones que pudieron haber cambiado el presente sólo te envolvían en la locura.

Tsuna gritaba el nombre de su hijo con insistencia, de modo que el tono agudo que emitía rebotaba en todas las paredes cercanas y hacía eco en esa prisión esclavista. «¡Sora!», seguramente ya todos se sabían en nombre de su hijo pues no se cansaba de repetirlo, así como un sinnúmero de maldiciones hacia los que le infringieron tamaña herida. Gruñó, bramó, gritó hasta que su voz se fue apagando de a poco debido al daño en su garganta, mas, no se rendía, con lo poco que se le escuchaba seguía insistiendo. Sin embargo, estaba consciente de que los carceleros harían oídos sordos a sus súplicas.

 

 

—¡Cállate de una maldita vez, peste!

—¡Devuélvanme a mi hijo! ¡AHORA!

—Eso jamás pasará

—Entonces formaré una revuelta en este sitio. Le arrancaré la garganta a cada soldado que se interponga. Los mataré a todos los que me impidan llegar a MI HIJO

—¿Y tan siquiera crees que vivirás mucho como para cumplir eso? —sonreían con altanería— Ya no eres el favorito. Estás condenado

—LAS PESTES SON USTEDES

—Te quitarán la voluntad —reía con una lúgubre tonalidad—. Con una sola lobotomía todo estará mejor y dejaremos de escuchar tu fastidiosa voz

—¡MUÉRANSE! —mascullaba con desesperación pues ya vio a dos de sus congéneres salir de esas celdas para que se les aplicara esa intervención, ellos regresaron como dos muñequitos y nada más. Dos cuerpos huecos que no se quejaban ante el maltrato y obedecían órdenes sencillas porque sus cerebros seguramente fueron destrozados para quitarles la libertad de pensamiento y accionar. Nada más grotesco podía pasar

—Serás sólo una mascota más… o incluso pueda que te maten en la sala de cirugía —esas eran las palabras de los soldados que venían a burlarse de su nuevo prisionero

 

 

Tsunayoshi sollozaba porque sabía que a su hijo sólo le esperaba infortunio en medio de cables, aparatos, investigadores y torturadores. Si ellos, la armada, lo tenían en sus manos, el destino de Sora sería una muerte temprana. Maldecía a todos esos malparidos porque habían sido crueles, inhumanos, insanos; porque valían una mierda. Gritaba palabras en pro de su venganza, de odio contra el maldito que lo traicionó. Seguía desquitándose contra los barrotes y las paredes que lo enjaulaban, ni siquiera le importaba el daño físico que él mismo se estaba aplicando. Frotaba el bozal en contra del piso o cualquier superficie firme con la esperanza de quitárselo y así al menos tener la esperanza de arrancarle la garganta al primer guardia que viera. Quería huir, pero no sabía cómo. Sólo le quedaba llorar sin descanso, escuchando a sus congéneres en las jaulas adjuntas quienes trataban de calmar un poquito de su dolor, pero era inútil.

Si Sora no estaba a su lado, él seguiría un camino hacia el mismísimo averno.

 

 

—¡NO LA TRATES ASÍ! –gritaba alguien que era empujado por aquellas celdas. Las luces de ese pasillo maloliente se encendían progresivamente dando a entender que alguien había sido capturado e iba a ser encerrado como un animal más– ¡QUÍTALE TUS PUTAS MANOS DE ENCIMA!

—¡No la toquen! –los aullidos emitidos por todos los clase A ocupantes de esas jaulas empezaban. Era una protesta masiva porque apoyaban a su propia gente y exigían un buen trato, aunque claro, sus palabras no lograban demasiado, pero la intención era la que contaba— ¡Malparidos! ¡Déjenla! —Tsuna se levantó sin dudarlo y se posó en la puerta de su jaula porque reconoció esas voces que hacían eco. Esas malditas voces, esas benditas tonalidades.  

—¡I-PIN! ¡No te resistas! ¡No les des una excusa para que te hagan daño! —esa fue lo confirmación que Tsuna necesitaba para maldecir entre dientes porque esos imbéciles se dejaron capturar.

—¡LO SÉ, JODER!

—Lambo, I-pin –susurraba Tsuna y sonreía porque le iba a arrancar la garganta a los guardias que los custodiaban ya que al fin logró liberarse de las correas que limitaban sus brazos– ¿por qué? – dijo de pronto. Él sabía que, al menos la muchacha, estaba con Reborn–. No puede ser –se quejó cuando a lo lejos los vio entrar

—Apúrate, maldita –los guardias arrastraban a la muchacha de cabellos negros a la celda disponible, pasaron en frente de Tsuna quien gruñó satisfecho. Justo cuando el soldado iba a callarlo golpeando la jaula con su tolete, Tsuna logró agarrarlo del uniforme, hacer un par de movimientos precisos y adentrar el brazo ajeno hasta su perímetro– ¡SUÉLTAME! ¡NO!

 

 

El grito de dolor emitido por el desdichado alertó a los demás, la agudeza y desesperación del mismo dio un aviso claro: alguien fue mutilado sin mucho esfuerzo. La sangre brotó de repente, el sonido que produjeron las gotas rojizas al golpear al suelo estremeció a los presentes que subestimaron a los prisioneros, el charco en el suelo sólo ganaba tamaño, el aroma se esparcía con rapidez enloqueciendo a los clase A que morían de hambre. Fue sólo un instante de descuido, pero eso bastó.

Los soldados gritaron la orden y aplicaron el proceso respectivo para detener la amenaza. Todos se enfocaron en la celda de Tsuna quien aún mantenía una de sus garras incrustada en el hombro del soldado herido para no dejarlo ir porque no estaba satisfecho. Tres uniformados, sin pensarlo, empezaron a aplicar descargas eléctricas de elevado voltaje para que el asesino soltara al desafortunado mientras que otros dos sujetaban a su compañero y tiraban de él para alejarlo de los barrotes. El grito largo, desesperado, agudo, que no se detuvo por un rato que pareció eterno, y cuando lo hizo fue porque el pobre no soportó el proceso en que su brazo era desgarrado y se desmayó. Tsuna cobró una pequeña deuda en ese día y obtuvo alimento también.

 

 

—Demonios —jadeaba debido al esfuerzo—. Llévenselo al médico –dictó quien ayudó a su compañero a alejarse de la celda. Con terror apreció que el desgarre se llevó medio brazo

—Muévete rápido –sólo dos soldados quedaron para custodiar a los “nuevos”, viendo con terror el accionar de sus compañeros y Lambo aprovecho aquello con precisión. Localizó la celda destinada para su hermana y la metió ahí junto con Skull—. Más te vale protegerla –amenazó en desesperación mientras veía a I-pin jadear mientras se sostenía de la pared cercana— ¡Me escuchaste!

—Lo sé –susurró Skull mientras sujetaba a su esposa y la sentaba con cuidado—. Ahora mejor preocúpate por ti mismo

—Lambo, ¡cuidado! –jadeó I-pin al ver a los guardias retomar su labor inicial: someter a los clase A que aún seguían libres

—No te muevas –pero Skull no iba a dejarla esforzarse. Sujetó a I-pin y la abrazó con fuerza para que no se despegara de su pecho ni viera lo que fuera de su celda sucedía–. Piensa en el bebé —susurró mientras le acariciaba la espalda a I-pin y sentía cómo la barriguita ajena impedía que se unieran perfectamente en ese abrazo–. Tranquila, Lambo puede solo con esto

—Lo sé –sollozó la chica mientras cerraba sus ojos y se aferraba al pecho ajeno. Acariciaba su vientre con sus dedos temblorosos pues no quería que le pasase algo malo a su retoño, fue la única razón por la que no luchó en su traslado a ese asqueroso lugar—, pero… —en sus oídos resonaba todo lo que pasaba a su alrededor y le daba una viva imagen. Su hermano estaba siendo golpeado pues no quería obedecer, Liu se defendía, Nagi lanzó un grito adolorido y algo líquido pareció manchar el suelo. El caos se dio hasta que al fin los numerosos soldados lograron meter a todos en las jaulas

—Déjalos juntos –susurró un soldado quien se dio cuenta del error en una de las jaulas– sólo por hoy. De todas formas, mañana es la ejecución –bufó antes de empezar la retirada.  

 

 

Tsuna mantenía su mirada fija en la celda de enfrente, sonreía como desde hace días no hacía, se olvidó de su miseria por un solo momento porque había algo que no pasó desapercibido. Skull le saludaba con una mano pues la otra se encargaba de calmar a una muy hormonal I-pin quien se negaba a soltarlo, y entre gruñidos se comunicaron lo acontecido hasta ese punto. El ataque repentino, el caos, las pérdidas, los planes y detalles más. En la manada hubo capturados por la armada, otros despojados de sus hijos, muertes inevitables, quienes escaparon junto con el resto de la familia. En ese infierno Tsuna detalló su pérdida. Al final sólo había una conclusión: todos tenían una maldita sola cosa en mente, eso era venganza y planes de escape.

No podían quedarse ahí por nada de ese mundo. Debían salir tan pronto como les fuera posible. Tsuna por su hijo, Skull e I-pin por el suyo. Tenían algo en común y por eso se sonreían en comprensión a pesar de las lágrimas que se les escaparon debido a la desesperación que esa oscuridad les proporcionaba.

Pasos resonaron en ese pasillo parcialmente iluminado. No sabían cuánto tiempo pasó desde el último caos pues en medio de la oscuridad, humedad y desdicha, todo pierde sentido o velocidad. Tsuna sólo estaba seguro de que cedió su porción de comida para que I-pin ganara fuerzas, que discutió con Lambo que se hallaba dos celdas a la derecha, que Liu ayudaba a Nagi a vendar la herida que uno de los carceleros le hizo en el ojo derecho, pero nada más. El tiempo no podía ser medido cuando no tienes un reloj que te martirice. Sólo los investigadores son capaces de interrumpir la eterna miseria de los clase A enjaulados

 

 

—¿Ya no gritas? —fue la pregunta más estúpida que Tsuna pudo escuchar— ¿Ya no pides clemencia por tu cachorro? —era Ricardo, la mierda principal en la armada

—Acércate un poco más y te lo susurraré en el oído —amenazó con la voz apagada debido al agotamiento acumulado—. Acércate, mierdecilla —gruñó bajito en una amenaza palpable

—Ya veo —rió con ganas mientras se acuclillaba en frente de la celda de Tsuna a una distancia adecuada—. Tu miseria te está carcomiendo, Tsunayoshi

—¿A qué has venido, hijo de puta? — sujetó los barrotes de su celda y mostró los dientes —¡A qué! ¿A burlarte de mi desdicha? ¿A restregarme en la cara que te llevaste a mi hijo?… ¡Cobarde!

—¿Quieres saber qué le hice?

—¡Sé hombre! ¡Sácame de aquí y te demostraré qué tipo de asesino soy! ¡TE MATARÉ, RICARDO! —estiró sus manos y dejó brotar sus garras, dio zarpazos constantes, pero Ricardo estaba bien ubicado— ¡PESTE!

—Tu hijo estará en buenas manos —susurró de modo que Tsuna se silenció para poder escuchar—. Estará en mis manos —se burló

—¡¿TE HARÉ ALGO DIEZ VECES PEOR DE LO QUE LE HAGAS A SORA! ¡¿ME ESCUCHASTE, MALDITO?!

—No lo mataré —sonrió cuando el castaño le puso atención—. No aún. No rápidamente

—¡PUTO DE MIERDA!

—Tu hijo es como tú, es tu viva genética —permaneció tranquilo mientras hablaba con Tsuna, sonriendo en burla por el dolor ajeno—. Es un león como tú. Uno fuerte, aguerrido, defendiéndose con sus pequeñas manos y dientes… es… Es hermoso

—¡Devuélveme a mi hijo! —Tsuna tenía un mal presentimiento desde que su cachorro se fue

—Será un perfecto sujeto de experimentación porque ya ha demostrado tener una habilidad de curación como la tuya, incluso puede ser mejor

—¿Qué le has hecho? —apretó los dientes por la furia y el miedo

—No tienes idea… tampoco sabes qué le haré

—No —jadeó con desesperación— ¡No le hagas nada! ¡Es sólo un niño! ¡Su cuerpo aún no está desarrollado en totalidad! —sentía sus lágrimas querer brotar, sus garras intentaban traspasar el metal de sus barrotes, su pecho dolía en extremo… Tenía miedo

—¿Sabes una cosa más? —susurró quedito manteniendo sus ojos conectados con los del contrario— ¿Creíste que no me iba a enterar? —Ricardo sonrió victorioso porque vio el terror en ese iris chocolate—. Sé que esa criatura no sólo lleva tus genes… sino también los de Kyoya

—¡Mentira! —bramó empujado por la necesidad de guardar ese secreto, de mantenerlo en un enigma tal y como hizo con la ubicación exacta de su manada

—Tu hijo es eso que tanto estábamos buscando

—¡Él no tiene esos asquerosos genes! ¡Los machos no pueden engendrar hijos con otros machos! ¡No es verdad!

—Es el niño que lleva genes mutados y no mutados, es una perfecta combinación entre dos seres nacidos para el combate. Es la evidencia más grandiosa que nos pudiste dar. Es la respuesta a una descendencia ilimitada porque no depende de dos padres con diferente género… Tu hijo es el primero de nuestra nueva flota de guerreros —sus palabras estaban llenas de satisfacción, fascinación, burla y malas intenciones—. En base a tu hijo y a los estudios que le haremos… crearemos más como él

—No —Tsuna no pudo contener las lágrimas y sollozos—. Mi hijo… no es nada de lo que dices

—Gracias, Tsunayoshi

—Piedad —susurró desesperado, arrodillado frente al líder de la armada—. Por… favor… Piedad —hipaba ya, temblaba en gran medida—. Es sólo un niño —se le quebró la voz

—¿Qué más piedad que darle años de vida a servicio de la armada? —rió macabramente mientras se levantaba

—No

—Tú ya no me eres necesario, Tsunayoshi… Has cumplido con tu tarea

—Por favor… piedad… ¡Mi hijo es sólo un niño! ¡No merece tal destino!

—Tu hijo… ya no es tuyo. Ahora es mi pequeña nueva mascota

 

 

Más gritos, más lágrimas, más súplicas. Tsuna se desquebrajó con sólo esa plática, sucumbió a la desesperación y miedo. Rogaba por su hijo, ofrecía tomar el lugar de su pequeñito, seguía negando la posibilidad de que fuera hijo de Kyoya. Sin embargo, la respuesta que le dieron fue el eterno silencio.

Todos en ese lugar horrendo supieron lo que era el dolor de un padre ignorante del destino de su hijo y a la vez sintieron desesperación porque el secreto más grande de su raza fue descubierto. Estaban condenados a ser juguetes de prueba, estaban condenados a una extinción progresiva… estaban condenados a ser sólo herramientas sin vida.

Si alguien no detenía a los humanos, ellos –los clase A-, sólo serían ganado y nada más.

 

 

Mientras…

 

 

El dolor de las heridas era simplemente insignificante comparado a la desesperación que sentía por estar encerrado en ese maldito lugar simulando ser un prisionero sin inteligencia. Eran muchas las cosas en las que pensaba, eran muchas las estrategias de escape que tenía, pero no podía aplicar nada si esas rejas no se abrían.

Kyoya había llegado a esas jaulas como un prisionero pues lo despojaron de su uniforme y sintió la humillación al ser obligado a vestir como los clase A. Peleó, forcejeó, amenazó, incluso hirió de gravedad a cinco soldados, pero al final no pudo contra las drogas que le administraron por dardos especiales que no pudo esquivar. No recuerda el cómo fue metido en esa jaula, sólo supo que al despertar era el blanco de miradas de todos los enemigos.

En esa jaula la mayoría de clase C lo habían reconocido, no fue raro porque él constantemente pasaba por las jaulas para adquirir un nuevo compañero de pelea o cuando escogía a un sujeto de prueba para entrenar con Xanxus. Los prisioneros desquitaron todos los daños físicos y psicológicos sufridos durante décadas y Kyoya les dio pelea hasta que nadie quedaba en pie. Sus heridas sangraban, su labio estaba hinchado y ni siquiera eso detenía la ira que sentía.

 

 

 

—¿Lo has visto? —Hibari escuchaba las risas de un par de carceleros de inferior rango fuera de su celda y gruñía insatisfecho.

—¿No puede ser que alguien como él terminase aquí?

—Dicen que desobedeció una orden especial de los de arriba. Está aquí por desacato a la autoridad y posible traición a la armada

—Qué desperdicio

—Exijo que me dejen salir de esta jaula —Hibari se acercó lo suficiente como para mirar al par de idiotas que hablaban mal de él—. Ahora

—Ja —ambos hombres empezaron a reírse por aquella frase tan autoritaria salida de labios de quien ya no tenía autoridad—. Para que lo sepas, Hibari, tú ahora eres un prisionero así que deja de hablarnos en ese tono

—Deja que salga y te demuestre quién tiene autoridad, herbívoro

—No le hagas caso —uno de ellos elevó sus hombros para restarle importancia al asunto— sólo quiere llamar la atención

—Te morderé hasta la muerte

—Ya sé qué es lo que quiere —sonrió quien deseaba por sobre todas las cosas sentirse poderoso y presumir de ello después—. Es eso

—¿Qué cosa? —y el otro le seguía el juego. Dos idiotas que no sabían a quien se enfrentaban

—Cállense, herbívoros… y abran la maldita reja

—Quiere ver a su hijito —rieron juntos en complicidad— ya sabes… el del rumor. El hijo que este tipo tuvo con un enemigo

—Me sorprende que alguien de tu rango hiciera algo tan bajo y asqueroso, Hibari

—Hum —sonrió de lado porque ya eligió a cuál de esos dos torturaría primero— llamen a su superior

—Espera, espera, Hibari. Está terminantemente prohibido dejarte salir de aquí, más que eso, está prohibido hablarte siquiera

—Entonces deberías estar aquí dentro, conmigo, por desacato a la autoridad

—Puedes decir lo que quieras, pero…

—¡¿Qué hacen?! — mas, cierta persona detuvo aquella plática sin sentido— se les ha ordenado cuidar del prisionero, no platicar o pelear con él —Fuuta sostenía un par de carpetas como era costumbre, caminaba a paso firme, con la vista puesta en Hibari—. Ahora, ¡largo!… o les bajaré el rango a ambos

—Discúlpeme, señor —hicieron caso a la orden de su superior porque ni locos perdían sus privilegios dentro de esas filas militares

—Sácame de aquí herbívoro… —masculló cuando quedaron solamente los prisioneros, Fuuta y él— ¡Que me saques!

—Si te preocupa tu hijo o el asqueroso clase A… no deberías. El engendro nos será de utilidad y a Tsunayoshi se le condenará a muerte pronto

—¡Es mi mascota!

—Por lo que vimos en las cámaras, es más que eso —lo miró acusadoramente por unos instantes antes de chistar—. No creí que tú hicieras algo así

—Kamikorosu —intentó agarrar al rubio, pero falló ya que no midió correctamente la distancia

—Creímos que agradecerías el quitarte una incógnita de la cabeza —Fuuta estiró su brazo y mostró un documento plastificado y sellado con las insignias de los altos mandos—. Mira… esta prueba dicta que ese niño es tu hijo

—No tiene nada que ver conmigo —mentía para, tal vez, liberar un poco de peso en Sora

—Ya no hay por qué fingir —Futta volvió a guardar el documento a sabiendas de que Hibari ya vio la palabra positivo en letras mayúsculas y negras—. Es tu hijo, acéptalo

—Hum —lanzó un gruñido osco, pero no bajó la mirada— ¿Qué quieren?

—De ti, no mucho. Es cuestión de hacerte un lavado de cerebro y volverás a nuestras filas. Obviamente no perderemos a un buen soldado

—¿Qué ganan mostrándome ese papel? —Hibari quería al menos darse una idea del porqué el accionar de esos idiotas

—Yo nada… el señor Ricardo me ha dado esa orden y yo sólo he cumplido. No me preguntes sobre sus intenciones porque las desconozco

—Entonces lárgate, herbívoro

—Descansa, Hibari —lo miró con desdén—. Lo necesitarás porque el proceso para devolverte a como eras antes será largo y doloroso

—No soy su títere

—Lo fuiste hace tiempo y lo volverás a ser.

 

 

Horas… demasiadas horas

 

 

La espera era eterna, los minutos se volvían horas y el tic-tac que Liu empezó a entonar por medio de sus cadenas que golpeaban una pared, le torturaba. Tsuna sólo escuchaba el maldito reloj simulado para no perder la noción del tiempo que los recién llegados tenían, y recordaba sus décadas de espera en oscuro encierro. No le importaría vivir de nuevo esos años en donde su espera tardaba meses hasta que nuevos carceleros le eran presentados como prospectos a torturadores, pero no en esa situación, no cuando le carcomía la ansiedad porque su hijito estaba siendo usado como conejillo de indias.

Cerró sus ojos con calma, suspirando, escuchando la voz lejana de una mujer -de nombre Aria-, que cantaba una canción de cuna para amenizar el ambiente. Quería paz, descanso, una siesta agradable, pero en ese lugar era imposible. Algo lo despertó de forma abrupta. Un grito. Un grito fuerte que se extendió por segundos pero que de pronto se detuvo. Tsuna no dudó en levantarse con rapidez por ver qué era lo que estaba ocurriendo porque seguramente era otra oleada de desastre.

Nagi gritaba y pataleaba para soltarse del agarre de un par de soldados. Liu ya había logrado evitar un táser para taclear a su posible captor. Ellos no sabían si había amanecido o no pues el reloj improvisado perdió continuidad debido a un soldado que los obligó a callarse, perdieron su única ayuda para no perder el sentido del tiempo en ese infierno. Estaban en pánico porque ya empezaban a llevárselos uno por uno. Tsuna gritaba para que le pusieran atención, intentaba distraer a los carceleros, quería evitar que llegasen a la celda de I-pin. Al menos deseaba lograr salvarla a ella y a su pequeño, en realidad todos pusieron su granito de arena para ayudar a quien más lo necesitaba  

 

 

—Cabrones, ¡cabrones! –Lambo intentaba ganarse la atención de sus captores, permanecía mirando a los soldados y analizando cuál sería la presa más fácil– Denme sus caras, ¡me los comeré con placer!

—Eres un simple ex carcelero que ha traicionado a los suyos –decía uno de los soldados mientras que los gritos de Nagi resonaban por las paredes al momento en que el táser le quemaba la piel y una bala le atravesó el brazo–. ¿Qué harás?

—Suéltame y te lo demostraré –decía Lambo, retándolo con una sonrisa, mostrando su dedo medio para tentar a su enemigo–. ¡Vamos! ¡No seas miedoso! Abre la celda y enfréntame… ¡¿Acaso no tienes huevos o qué?!

—¿Qué hacemos? –los soldados discutían entre ellos debido a que algunos querían aceptar el reto, otros sólo seguían órdenes. Sin embargo, siempre hay uno que es capaz de convencer a los demás con sólo una sonrisa

—Sácalo… Veamos qué puede hacer un traidor como ese —Tal vez no debieron despreciarlo o considerarlo humano, y su peor error fue no atarlo como a cualquier otro clase A prisionero

—Siempre quise cerrarle la boca a un carcelero de alto rango. Se creen tan poderosos y no son más que nosotros –uno de ellos tomó la iniciativa y con calma abría la reja limitante. Skull miraba con recelo tal hecho y Lambo se reía mientras escuchaba la bisagra rechinar—. Veamos qué tan fuerte eres

 

 

¿Qué tan idiotas eran los humanos? ¿Qué tan humanos son los mutados?

Cuando Lambo vio su oportunidad, la tomó sin esperar siquiera a que el otro respirara por segunda vez. Su prioridad era su hermana embarazada, a la cual hizo sufrir demasiado pero que en ese momento quería cuidar incluso si eso le costaba la vida. El de ojos verdes tacleó al soldado con tal fuerza que ambos salieron disparados hasta la reja contraria, pero no hizo más porque el clase A en esa jaula se encargó de retener al soldado, así que fue por su segunda presa del día. Saltó sobre el otro maldito, directamente a la yugular de este, con sus garras extendidas, con la mirada afilada y recordando las palabras que Byakuran le dijo: «Si es humano, ¿por qué hay que tenerle piedad? Si él te ha hecho daño, si esa raza te ha hecho daño, tú no deberías considerarlos dignos de tu amabilidad»

 

 

—¡AHORA DIME ALGO! –gritaba Lambo mientras esquivaba el ataque de uno de esos estúpidos soldados y pateaba la cabeza del otro. Tomó un arma que se le escapó a un enemigo y sin dudarlo jaló el gatillo. Justo en medio de la frente. Uno caído, faltaban dos cercanos y más que esperaban al final del pasillo detrás del límite de seguridad

—AGÁCHATE –Nagi se levantó de inmediato y se lanzó sobre un soldado, el cuello del desafortunado quedó manchado de rojo. Podría haber perdido su ojo derecho, pero ni siquiera el dolor que su herida le brindaba la iba a detener. Ella tenía una misión y una promesa que cumplir

—LIU… ¡ENCÁRGATE! –Lambo desató el bozal de Liu y le arrancó las correas. Les dejaría a ellos el hecho de matar a los guardias y él sólo se concentraría en su hermana

 

 

El de ojos verdes actuó completamente por instinto porque no conocía esa nueva cede de la armada y no sabía qué camino tomar o cómo funcionaban las cosas. Tomó las llaves que uno de los cadáveres tenía atada a su cintura –cadáver porque ese tipo tenía una herida mortal–, y con rapidez abrió la celda de I-pin. Lo primero que hizo fue abrazarla, besarle la mejilla y ronronear levemente para apaciguarla pues esas emociones fuertes no eran buenas ni para ella ni para el bebé. Hizo una seña a Skull, le hizo la promesa muda de que cuidaría de su hermana hasta que fuera el momento de tomar otro rol.

Skull tomó las llaves que Lambo le lanzó y empezó a abrir las demás jaulas aseguradas. Había solamente tres llaves, pero una de ellas era la que abría cualquier celda, la que solamente tenían los soldados de guardia. Lambo abrazaba a su hermana por la cintura, sosteniéndola para que no tropezara y cayera, suspiraba mientras se daban fuerza entre ellos mediante palabras en susurros. El de ojos verdes sólo pensaba en la maldita forma de salir porque las alarmas se encendieron hace unos segundos, rogaba porque hubieran suficientes clase A en esa sección como para formar un ataque masivo y salir de allí, además, con Tsuna libre ya veían una oportunidad –debía aceptarlo–, porque ese castaño era un monstruo cuando se enfadaba… y en ese momento tenía muchas razones para querer matar a todos en ese sitio

 

 

Allá…

 

 

—Así que tenías un hijo –hablaba uno de los clase C en esa celda, pero Kyoya lo ignoraba puesto que estaba centrado en buscar una maldita salida de allí. La única oportunidad que veía era el guardia de esa sección–. ¿Con quién? — ya se habían cansado de pelear con el carcelero, así que decidieron joderle la existencia a base de preguntas

—¿Con un clase A? –preguntaba otro y Kyoya seguía sin responder– ¿Con quién? —insistían

—Si hablas te ayudaremos… pues, al igual que tú, nosotros queremos salir de aquí –complementaba otro de ellos. Segundos de silencio, pero al final, Kyoya los miró

—Tsunayoshi –contestó mientras buscaba su tonfa para empezar a hacer ruido por medio de esos barrotes

—¡¿EH?! ¡¿cómo que con él?! –interrogó otro de los prisioneros, pero Kyoya los ignoró, él sólo se enfocaba en golpear los barrotes de acero para llamar la atención de su siguiente presa

—¡JODER! —la mayoría empezó a reír bajito por aquello, a bromear y limpiarse las lágrimas que les ocasionó enterarse de aquella catástrofe

—Joder… Reborn te matará – sonreía otro

—Mejor grábense esa carita, amigos —reían— porque no durará 

—¿Ustedes lo conocen? —los miró de refilón

Clase A, B y C somos familia cercana –muchos sonrieron con esas palabras

—Vamos, muchachos… Debemos sacar a este imbécil de aquí para que Reborn se lo coma –se reían, pero eso bastó como para dejar sus diferencias de lado. Empezarían a planear el ataque, pero hasta eso, Kyoya seguía en su odisea por hacer ruido insoportable

—¡YA CÁLLENSE! –gritó el guardia de esa sección que se acercó a la celda causante de su dolor de cabeza, fue entonces la oportunidad más tangible que tendrían. Un clase C jaló al desgraciado hacia un lado y los demás empezaron a golpearlo desde los diferentes puntos de alcance que tenían. Los que no hacían el trabajo sucio procedieron a quitarle las cosas más útiles que ese tipo tenía, hicieron un muy buen trabajo en conjunto— ¡NECESITO… APOYO! —más guardias se unieron al primero para detener esa revuelta. Empezaron con choques eléctricos, pero bastó con que uno de los clase C alcanzara a morder el brazo del soldado cautivo para empezar el frenesí. Todos ahí tenían hambre

—Lo tengo –Kyoya, entre tantos golpes, descargas eléctricas, maldiciones y herbívoros ruidosos, logró arrancarle las llaves al guardia. Se abrió paso entre el tumulto y abrió la puerta de un solo golpe con su pie. Sin pensarlo tumbó al primer soldado, esquivó la primera bala, usó un cuerpo como escudo y derribó a otro obstáculo–. ¡A un lado, herbívoros!

—Déjenlo pasar… Reborn se encarga de lo demás –reía uno de los clase C–. Nosotros tenemos que comernos a estos y después a armar caos

—¡Que empiece la fiesta, hermanos!

 

 

Así la carrera empezaba para ellos…

 

 

Debían correr para alcanzar su objetivo en común. Debían superar obstáculos para lograr recuperar lo que era suyo, y Kyoya era el que llevaba la delantera pues conocía esos pasillos a la perfección. Usando la llave maestra, así como la tarjeta que le quitó a uno de esos herbívoros molestos, podría acceder a ciertos lugares especiales. Pero había otra ayuda que nadie esperaba y estaba llegando desde la puerta principal para dirigirse al edificio más grande y en donde los clase A más numerosos estaban enjaulados

Las alarmas estallaron a las ocho de la mañana, un cuerpo había caído de la torre, otro más le había seguido, una llovizna de cadáveres empezaba a alterar a todos los cercanos al sitio del desastre. Un grito de alerta, una bala que dejó inmóvil a un soldado. Si eran enemigos debían ser humanos porque nadie aparte de ellos sabía usar un arma de largo alcance… o eso pensaron los mandos de la armada.

El ruido de la sirena daba alerta a todos los soldados y carceleros para que salieran en defensa de las instalaciones, pero todo se detuvo cuando un clase A saltó justo frente de la entrada y apuntó a quien estuviera a su alcance con un arma que hipotéticamente sólo era accesible para los miembros de la armada. Una basura, un disparo, una explosión y la entrada ya no existía. El grito de guerra se daba por parte de los soldados, pero era acallado casi de inmediato porque diferentes bombas de humo comenzaron a caer del cielo

No era cualquier cosa… era su condena.

Los miembros de la armada tosían cuando aquel manto blanquecino empezó a esparcirse por el aire. Los soldados se quejaban, gritaban por el dolor, caían uno por uno mientras se retorcían como gusanos o peces que sucumbían al ser sacados del mar. Los clase A ingresaban a cuatro patas, corriendo sin máscaras, sin nada, porque ellos eran inmunes a cada clase de veneno gaseoso. En ese punto los humanos normales eran la basura del mundo y merecían una muerte agónica, dolorosa y lenta

 

 

—Saquen a los nuestros de los edificios principales —Con porte, elegancia, madurez y autoridad se mostraba el líder de aquella revuelta. Cierto azabache de patillas ordenaba el proceder de todos mientras caminaba entre los cadáveres ya regados por el césped de esa central, estaba buscando al gusano que le interesaba asesinar

—Sí, señor —muchos de los que estaban en los frentes eran los novatos recién entrenados, mas, en su mirada no había duda porque confiaban en el líder que les dio cobijo

—No se preocupen por nada más que por esta cede, porque Byakuran juró tomar las demás y los clanes aliados ayudarán en esa tarea —Reborn tomaba las llaves que uno de los que agonizaba tenía, de otro adquiría una tarjeta y de paso le arrancaba un ojo al maldito sólo por puro placer—. Nada mejor que el sonido de una rata al morir

—¡Corran! ¡Muévanse! ¡Tenemos que hacerlo rápido! –gruñía Yamamoto mientras dirigía a su equipo hacia los edificios departamentales

—¡Yo los sigo! –apoyaba Mukuro mientras daba una mirada al edificio central– Te encargo a Nagi –mencionó al pasar junto a Reborn pues era él quien invadiría esa sección. El líder sólo chasqueó su lengua

—Ustedes sólo hagan su trabajo –con calma caminaba hacia ese lugar con un grupo numeroso de los suyos siguiéndole. Tenían mucho que hacer ese día y muchas presas que asesinar en pocas horas

 

 

División…

 

 

De su pequeño grupo inicial surgió la primera victoria. Todos los soldados de la sección estaban muertos, desgarrados y desmembrados para que fuesen el alimento de los que sufrieron hambre por días, meses, años. Tsuna era el que destacaba en el grupo pues sus manos, boca y cuello estaban plasmados de un rojo fétido. Todos aceptaron que sin el desborde de ira que el castaño sufrió tal vez no hubiesen podido salir de esa sección en las jaulas profundas, incluso más de uno agachó su cabeza cuando su actual guía se giró para mirarlos. Era el respeto por quien les llevaba años de ventaja en esa tormentosa vida

 

 

—Tsuna, ¿verdad? —sonreía una mujer de cabellera opaca, negra, de ojos azules y tez manchada de rojo pues debió defenderse— Creo que tienes apuro

—Lo tengo… así que —suspiró mientras tomaba una parte limpia del uniforme de uno de los caídos y la arrancaba para proceder a limpiarse con ella— se quedan solos

—Vete. No te necesitamos

—Cállate, Lambo —gruñó I-pin antes de golpear la cabeza de su hermano— Tsuna… ve por Sora

—Yo tomo tu lugar desde este momento, Tsuna —sonrió Skull— buena suerte. Te veré en los camiones cuando todo termine

—Gracias, querido —sonrió Aria mientras daba una leve reverencia al castaño—. Me has dado una alegría inimaginable. Es una pena que mi esposo no esté vivo para ver este momento

—Tengan cuidado… porque nada es bonito a partir de este piso —vio a todos sus congéneres liberados, memorizó sus rostros porque no sabía a cuántos volvería a ver

 

 

Esa fue la primera gran división de su equipo pues el castaño tenía cosas muy importantes que hacer y caminos más duros que recorrer.

Superar la primera etapa no fue fácil, las demás serían más complicadas aún, pero la ayuda les llegó de pronto. Por los altavoces de todo el cuartel central se escuchó la alerta debido al ataque enemigo, detallaba el desastre en la entrada, pero no decía nada sobre la revuelta en las celdas subterráneas. Era perfecto y una ayuda colosal. Tsuna sólo necesitó salir a un pasillo y verificar que nadie vigilaba para corroborar la información, dedujo que todos salieron a defender la entrada principal. Sin mirar atrás salió corriendo, elevando su nariz para intentar encontrar el rastro dejado por su hijo.

Skull y los demás tomaron un camino contrario al de Tsuna ya que ellos querían salir a la superficie, aunque eso significara que debían enfrentar los niveles superiores en donde seguramente decenas de soldados esperaban. No tenían de otra. Mantenían esperanzas, confiaban en que sus aliados los encontraran a mitad del camino y los escoltaran a la salida

Pero no pasó.

Un soldado se les escapó sin que ellos se dieran cuenta e informó a un superior. La armada tendió una trampa efectiva que tomó por sorpresa a los que atravesaban una de las secciones de celdas usadas para los clase A que irían a la zona experimental. Todo fue demasiado rápido y la desesperación les jugó una mala pasada.

 

 

—¡SKULL! –gritaba Lambo quien trataba de quitarse de encima a todos los soldados que intentaban detenerlo a él y a las decenas de clase A que conformaban su grupo de escape. Miraba a su hermana ser jaloneada por al menos tres estúpidos y empezó a desesperarse– ¡AYÚDALA, MALDITA SEA!

—LAMBO –I-pin gritaba al sentir sus cabellos ser jalados con tanta fuerza que su cuero cabelludo parecía desquebrajarse. Lo único sensato que pudo hacer fue rodear su vientre con sus brazos y escuchar los susurros de sus captores— ¡A-ayúdame! —jadeaba entre lágrimas pues en su estado no podía hacer demasiado esfuerzo, los meses le pesaban, sus energías se destinaban a su hijo

—¡Mátenlos a todos! –era la orden del capitán de ese escuadrón. Los disparos empezaban, la amenaza se incrementaba y fue una bala la que detuvo a Skull justo antes de que llegara con I-pin– ¡Llévensela a la sala de ejecución! —pánico

—¿Cómo pueden ser tan crueles? –jadeaba Liu mientras volvía a colocar su brazo dislocado en la posición correcta y preparaba su ataque. Detrás de él, los clase A caían súbitamente debido a las municiones que destrozaban sus tejidos y atravesaban por completo sus cuerpos. Soldados muertos servían de escudos, pero en comparación a los francotiradores y a los que intentaban salvarse eran pocos– ¡Malditos sean ustedes! –saltó con fuerza sintiendo el primer disparo atravesarle, pero lo ignoró– ¡Déjenla! ¡Está embarazada, maldita sea! —pero su súplica no llegaba al alma ajena

—Lleva un engendro –fue la respuesta osca que daban el líder militar justo antes de apuntar y disparar. Liu caía muerto, su frente manchada de rojo, la primera baja entre su familia. Los gritos empezaban a ser agónicos, dolorosos y enloquecidos.

—NAGI –pedía Lambo mientras terminaba con las últimas balas del arma robada— POR DIOS, NAGI —al ver a su hermana ser arrastrada, se deshizo de su enemigo con desesperación; sólo un golpe bastó para romperle la nariz al desgraciado, pero se llevó una descarga eléctrica como pago. Lambo trató de alcanzar a su hermana, pero era imposible porque el táser lo dejó entumecido e imposibilitado de dar un salto preciso para llegar– ¡NAGI! – gritaba en desespero usando todo el aire en sus pulmones mientras trataba de levantarse

—YA VOY –gritaba mientras sujetaba su ojo que de nuevo empezó a sangrar debido a un golpe a traición. Se levantó, corrió unos metros, jadeó antes de saltar, pero seis soldados se le lanzaron encima antes de que se impulsara— ¡Aguanta un poco, I-pin! —suplicó antes de empezar a morder cuellos. Atravesó los cuerpos que le impedían pasar, gritó, gruñó, intentaron ayudarla, pero no fue suficiente. No pudo llegar

—I-PIN… YA VOY –Skull se levantaba un poco aturdido después de ser golpeado con un arma y siendo casi electrocutado por diferentes táser. Veía a su enemigo a lo lejos, se lanzó encima de la barrera humana que le impedía el paso, pero una bala lo alcanzó. Paró forzosamente, jadeó, tocó su pecho y su estómago. Dolía cada parte de su sistema, escupía la sangre acumulada en su boca, se forzaba a correr mientras veía a I-pin llorar— ¡I-pin! —gruñó ignorando la sangre que se derramaba de sí mismo… pero… ellos ya estaban lejos… Skull vio desaparecer a su esposa tras la puerta que se aseguraba esa sección, escuchó los gritos desesperados, las súplicas, los sollozos… sólo pensaba en ir por ella, pero el metal los separó

—¡MI HERMANA! – gritaba Lambo cuando ya alcanzaba la puerta y con desespero la golpeaba hasta que sus nudillos sangraron – ESTÁ EMBARAZADA… SÓLO TIENE SEIS MESES –bramaba buscando alguna cosa para abrir la maldita puerta de acero, mas, nada sucedió. Siguió golpeando y maldiciendo por largo tiempo — ¡SÓLO SEIS MESES! —pero sólo vio la puerta abrirse de nuevo para que decenas de soldados bien armados ingresaran en pro de detener la revuelta

 

 

Los refuerzos llegaron para detener la masacre. Aprisionaron a los que podían, mataron a las amenazas más significativa y peligrosas. En un solo minuto, las cosas perdieron su curso. Pocos fueron los que pudieron huir por los pasillos.

Lambo fue arrestado y arrastrado con destino a las celdas inferiores, en una sección que él no vio antes, en dónde se aprisionaban a todos los que tenían un rango demasiado alto de demencia. Los gritos desesperados del hermano que no sabía el destino de la única familia que le quedaba resonaban por el pasillo que lo llevaba al lugar contrario de la zona de ejecución. Lambo peleaba para que lo dejasen ir, maldecía su inefectividad en esa ocasión. Apreció como se llevaban a sus demás compañeros a distintas secciones en ese asqueroso infierno. Jadeaba con desesperación mientras repetía el pedido por piedad para su hermana, la cual sólo tenía seis meses de gestación.

Suplicaba porque no la ejecutaran, mas, le respondían que un traidor merecía la muerte. La armada sabía que el par de hermanos ayudó en la revuelta y destrucción de una cede hace tiempo, por ende, los quería muertos a ambos. No había excepciones en su caso

Disparos incesantes se escucharon a lo lejos y sólo ahí Lambo paró sus gritos. Se quedó helado al escuchar aquello, sus lágrimas brotaron sin control, sollozó como un niño pequeño, si aún le quedaba lucidez la perdió en ese momento. «Ya está muerta. Deja de sufrir por ella y mejor céntrate en tu ejecución». Nada fue más doloroso que escuchar eso.

No podía ser verdad, su hermana no podía estar muerta, simplemente no podía. Lambo gritó el nombre de I-pin una y otra vez, lo hizo usando todo el poder de sus pulmones, pero nadie le decía que ella volvería con él. Siguió emitiendo alaridos de dolor, eso a pesar de que junto a otros clase A lo llevaban a una zona que no sabía que existía. Allí ya no podía hacer más que llorar agónicamente porque pensaba sólo en su hermana… en su difunta hermana.

 

 

—No puede. No puede –susurraba cuando ya dejó de poner resistencia y mantenía su mirada fija en una puerta. Muy dentro de él quería seguir pensando que por aquella puerta entraría su hermana. Los guardias lo tomaron de los brazos y le dieron las descargas suficientes para asegurarse de que no pudiese escapar debido al shock en sus sistema nervioso – ¡I-PIN! —lo único que no pudieron frenar fue su voz

—Ya está muerta –le repetían constantemente mientras lo ingresaban a una zona con poca iluminación– ahora conoce tu nueva celda

—¡No puede! ¡No puede morir! ¡Estaba embarazada! —su voz estaba ronca, sus ojos dilatados, sus dientes apretados mientras se negaba a aceptar la realidad

—Ustedes perdieron –dictaminaba el soldado con apuro mientras abría una puerta y de paso daba un choque eléctrico a la reja con lo cual hizo aullar a algunas voces– ahora conoce a tus ejecutores

—¿Qué? – susurró, fijándose en la jaula que estaba enfrente suyo y a la que lo empujaron de repente – ¿Cómo? —cayó al suelo de repente, pero se levantó de inmediato

—No han comido durante cinco días. Te mataran de a poco porque no tienen consciencia –decía un guardia mirando el cómo Lambo formaba una mueca aterrorizada al escuchar los gruñidos de fondo y las súplicas de quienes fueron arrojados junto con él–. Buena suerte, traidor

—No

—Volvamos. Debemos atrapar a los demás

—¡NO! –gritó un cautivo y Lambo sólo entonces miró dentro de la celda. Sus ojos se abrieron en pánico mientras entendía aquello. Eran veinte, tal vez más – ¡ALÉJATE! ¡AAAAHHH! – clase A libres de ataduras, hambrientos, golpeados, en estado de salvaje, guiados por instintos. El aire se le fue de los pulmones

—No puedo morir –dijo al ver que los demás prisioneros ya trataban de escapar–. No puedo morir aquí –susurró mirando los dientes del primer clase A –. No aquí

—Ayuda –pedía otro condenado al ya ser arrastrado al centro de la celda. Las garras brotaron de diferentes partes y sujetaron cada uno un músculo del caído— ¡Ayúdame! —el rechinar de las uñas que intentaban aferrarse al suelo causó el escalofrío en los que aún no eran capturados por esos asesinos sin mente

—¡No puedo morir! –se quejaba Lambo pegándose a los barrotes recién cerrados–. No debo, ¡no puedo!... I-PIN ME NECESITA – un solo gruñido le respondía, los gritos se combinaban, la sangre se derramó… estaban condenados a ser asesinados por un hambriento clase A

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

No creí subir otro capítulo tan pronto, pero siendo que estoy disfrutando del feriado de carnaval y que me hago la vista gorda de mis tareas universitarias, pues quise cederles esto XD

Muchas gracias a las personas que me siguen apoyando a pesar de lo pesado que es el fic, me disculpo por mi terquedad y por escribir lo que yo deseo sin tomar en cuenta algunas sugerencias. Prometo que cuando termine este fic seguiré con los otros que dejé en hiatus y creo que son más de su agrado.

Espero lo hayan disfrutado~

Sin más que decir, me despido~

Los ama: Krat

Besos y abrazos

Disfruten de su San Valentín


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