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Problemas de clase por 1827kratSN

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Una vez, sólo una vez ella recordaba haber llorado en brazos de su “madre”. Aceptaba que su memoria no era tan buena y ese problema se vio acrecentado debido a los diversos traumas acumulados durante su infancia. En la actualidad, ella sólo recordaba aquella vez en donde su miedo sobrepasó los niveles tolerables y lloraba en silencio mientras se aferraba a la persona más importante de su vida: su madre. Era un recuerdo algo borroso, pero ahí estaba, surcando su mente en esos instantes.

Recordaba claramente la escena que se suscitaba para que ella llorase con tal desesperación de modo que sus labios apretados estaban totalmente blancos por la presión, su nariz escurría con constancia y el líquido se entremezclaba con las lágrimas que no dejaba de derramar. Era una niña asustada por lo que sucedía cerca de su posición. Se aferraba a su madre quien también lloraba, pero trataba de parecer más tranquila. Sentía el cuerpecito de su hermano junto a ella, pero eso no lograba reconfórtala sino la alteraba mucho más porque eran dos niños aferrados a una mujer que poco podría hacer ante el enemigo que los asechaba. Estaban en medio de un ataque de clases A

I-pin recordaba claramente como su hermano temblaba, derramaba lágrimas, pero estaba más sereno, en cambio ella casi se desmayaba del miedo. Nunca olvidaría el terror de ese día, uno que la marcó definitivamente al igual que a Lambo pues tan sólo bastaron unos minutos para que la puerta que los mantenía seguros fuese derribada y una mujer ensangrentada se elevara majestuosa. Era una cazadora que les gruñó en pro de un anuncio mortal. I-pin rememoraba que desde ese punto su rencor por los clases A se instauró, pero actualmente se reía de eso porque descubrió que era uno de ellos, lo más irónico era saber que pertenecía una especie avanzada, evolucionada: una casi perfecta asesina… pero que, como cualquier otro ser vivo, tenía una debilidad.

En su niñez vio a su madre defenderlos como pudo, no duró más de cinco minutos, pero fue suficiente porque bastó para darles tiempo de salir por la ventana y saltar a un árbol cercano que usaron para deslizarse a la vereda. I-pin recuerda que lloraba agónicamente, no podía siquiera pensar con claridad, pero que su hermanito le dio las instrucciones de huida y ella las siguió al pie de la letra. Fue horrendo. Apenas lograron escapar aquella vez porque un escuadrón de soldados los encontró y salvó antes de que les dieran muerte… pero al ser adulta se dio cuenta de que no fue un milagro el hecho de salvarse en esa ocasión pues a pesar de ser humanos corrieron tan rápido que lograron llegar al perímetro final de la ciudad atacada. Detalles que ahora entendía y daba explicación.

Pero eso no era lo importante… lo esencial era que I-pin sólo tenía un recuerdo que reflejaba extremo terror… mas, en ese instante estaba viviendo otro de esos momentos, el mismo que dejaba al anterior varios puestos abajo en un ranking imaginario.  

 

 

—¡No me hagan nada, por favor! —seguía golpeando y rasgando las manos enguantadas que la sujetaban de los cabellos mientras la arrastraban por ese frío pasillo— ¡Se los suplico! —apenas habían pasado pocos minutos desde que vio esa puerta cerrarse, la misma que la separó de Skull, Lambo, I-pin, Nagi y Liu

—¡Cállate, zorra! —la golpearon en la espalda con una patada poderosa que la dejó sin aire, pero ella no respondió, sólo se rodeó el vientre con ambos brazos para protegerlo de cualquier daño

—Ya déjala —ordenaba otro de esos malnacidos que se encargaba de la tarea especial en ese día—. Será ejecutada, es en vano que la maltrates más

—¡No, por favor! —temía que esas palabras se hicieran realidad y dos vidas perecieran sin razón alguna

—¡Que te calles! —refunfuñó antes de patearle una de las mejillas y escuchar el sollozo posterior

—¿Estás seguro de que no debemos conservarla? —uno de los soldados que tenían las manos libres y miraba la escena sin intervenir, dudaba de la orden que les dieron— está embarazada; ese niño es mitad clase A supongo

—¿Supones?

—¡Dije que la dejaras! —uno de los soldados detuvo a quien golpeaba sin pudor a la mujer que posaba en forma fetal en el suelo, quejándose por los golpes y protegiendo a su descendiente por todos los medios posibles

—Me enferma que suplique. Es una vil traidora —limpió su frente sudorosa y escupió encima de la pelinegra que lloraba bajito mientras se encogía en el suelo— por su culpa perdí a mi esposa… No me voy a cansar de golpearla

—Dije: basta —el líder de ese pequeño grupo empujó al desobediente para que tomara en serio la orden dada—ahora sigue… tenemos que llevarla a esa habitación o manchará las paredes —suspiró profundo antes de rodar los ojos con fastidio, sus oídos no soportaban el llanto de una mujer como esa—. Además, no debemos arriesgarnos a que esos —apuntó a la puerta que recién cerraron y por la cual entrarían los soldados armados que se asomaban por una de las esquinas de esa sección— nos alcancen y tomen venganza

—Bien —suspiró pesadamente antes de tomar los largos cabellos de I-pin y tirar de ella para seguir con su camino

—Por favor…

—Como decía —ignoró el ruido ocasionado por los que pararían el motín en la otra sección y los gritos de alguien quien clamaba por la prisionera que ellos transportaban—, ¿por qué supones que ese engendro es hijo de un clase A?

—La mujer llamaba a Skull —murmuró mientras apuraba el paso, dejando el sonido estremecedor que se daba en la zona aledaña— y ese era un clase A, uno de los más viejos… Si ella lo llamaba pueda ser que Skull fuese el padre del bebé y obviamente la pareja de esta mujer. Tendríamos a un descendiente directo de ese tipo, un híbrido porque ella es humana —miró a I-pin de refilón sin siquiera sentir compasión por las lágrimas que derramaba mientras sujetaba su vientre

—Olvidas un detalle —el otro abrió el acceso a una de las habitaciones donde cedían muerte a quienes dejaron de servir como conejillo de indias— es una traidora y a las traidoras se les da pena de muerte sin excepción

—Buen punto

—Mátenme a mí —de nuevo elevaba su cansada voz. I-pin reiteraba el terror que sintió cuando niña y casi saboreaba la muerte— pero… por dios —apretaba la ropa que cubría su hinchado vientre— no a mi bebé —su voz tembló. No le importaba morir si es que de esa forma su pequeño tenía una oportunidad de vida, un suspiro tan siquiera pues un clase A de seis meses de gestación ya podría tener una esperanza de sobrevivencia por encima del sesenta por ciento fuera del vientre de su madre.

—No —fueron las frías palabras de ese hombre antes de que arrastraran a la prisionera dentro de esa habitación iluminada por varias luces blancas

—Por dios —sollozó una vez más mientras intentaba aferrarse del suelo con una de sus manos y evitar que fuera llevada a esa sala de ejecución—. ¡Mi hijo no! … No

 

 

Se dice que en los últimos momentos de vida se rememora los hechos más significativos de la existencia en esa tierra. I-pin podía certificar que eso ocurría, ella lo estaba experimentando porque recuerdos claros y precisos invadían su mente mientras luchaba en contra su destino y se aferraba al marco de esa puerta para que no se cerrara y la sentenciara a perecer en conjunto con su segundo hijo no nacido. Ella lloraba mientras su pecho se estrujaba debido a las imágenes que le llegaban… todas y cada una mostrándole algo que tardó en entender

Recuerdos de cuando era parte de la armada, la primera mirada de Skull, aquella oportunidad en donde Reborn la salvó de una muerte segura –sólo en esos instantes se dio cuenta que no fue coincidencia que el clase A de su hermano matara a quien quiso darle muerte en medio de una misión–, los días infernales previos a una masacre, la huida, la manada, los niños, su entrenamiento, su boda, sus días alegres en donde no se aburría ni un solo minuto. Skull. Tsuna. Lambo. Reborn, su padre.… Su hijo perdido… las noches en que fue reconfortada por su esposo… su verdadera vida y felicidad. 

 

 

¿Por qué me tratas así? —murmuraba con diversión mientras se acomodaba entre los brazos de su esposo para no sentir el frío de la madrugada pues a ella le tocó hacer de vigía, mas, Skull se negó a dejarla sola y se quedó a su lado

—No sé —sonreía mientras acomodaba la manta sobre su espalda y sobre las piernas de I-pin pues la abrazaba por la espalda para transmitirle su calor corporal—, sólo quiero hacerlo. Me nace hacerlo —Skull se aferraba a ella por medio de un abrazo en la cintura delgada, y posaba su quijada por sobre los cabellos negros

—Siempre creí que ustedes eran seres sin este tipo de reacciones —suspiró profundamente y emitió el vaho debido al frío de la noche—. Lamento haber estado tan equivocada

—Era tu naturaleza. Fuiste criada con esa naturaleza. No te disculpes por eso

—Pero soy una clase A… y aún me sorprende que no haya matado a alguien por tanto tiempo

—Eso es fácil de explicar —besó la cabeza ajena y suspiró—. Somos seres adaptables, si nos criamos con humanos, actuamos como humanos, aunque siempre habrá un día en cuanto ya no podamos ocultar lo que en realidad somos

—Pero Lambo y yo nunca dimos señales de ser diferentes…. Bueno, Lambo siempre fue agresivo, pero no pasaba a mayores

—Tú lo controlabas, fue la única razón por la que él no cedió a sus instintos. Eso me dijo Verde…. Pero tú, I-pin, eres aún más especial y sorprendente. Desarrollaste los buenos genes de Reborn y los convertiste en tu mejor defensa. Te volviste una evolución de nuestra familia

—Entiendo eso —sonrió antes de cerrar sus ojos— es agradable ya no tener una venda en los ojos

—Pero aun te falta aprender mucho y aceptar otro tanto —Skull rio por el bufido ajeno—. Sólo necesitas tiempo, vida y mente abierta para eso

—Hablas como un anciano

—Es porque soy uno, al menos en comparación con un humano, lo soy

—Olvidé eso —I-pin abrió los ojos y elevó su cabeza para mirar a Skull—. Y dime, “señor experiencia”, ¿qué me falta ver, aprender y reconocer?

—Te falta saber a qué nivel puede llegar el amor de un clase A —sonrió divertido— te falta saber cuánto puedo llegar a amarte. Eso entre muchas otras cosas más

—Sigo creyendo que ustedes no son capaces de hacer eso. De amar —confesó sin dudar. Ella era así… sincera

—Tal vez un día puedas creerlo. Sé que algún día lo entenderás, lo verás —acarició la mejilla ajena

—Ja… no lo creo… —dejó que la caricia siguiera pues le gustaba sentirse apreciada, pero refutó— porque sólo he visto “amores” basados en dependencia aquí

—¿Incluso el nuestro? —Skull ladeó un poco su cabeza

—Necesitaba protección, tú me la cediste… por eso no me quejé cuando decidiste convertirme en tu esposa

—Eso fue muy cruel —suspiró, pero sólo reforzó el abrazo y posó su quijada en el hombro ajeno— pero espero que algún día yo pueda demostrarte que te amo sinceramente, que lo hago en un nivel más grande del que te puedas imaginar

—Siempre creí que ustedes no podían amar —reiteró— y lo seguiré creyendo hasta no ver algo diferente al resto. Ni siquiera tú me has podido dar a entender algo semejante a “amar”

—Soy humano también, I-pin —Skull cerró los ojos seguramente resignado al pensar ajeno— aunque sólo tenga una parte de eso… puedo amar como uno de ustedes. No lo olvides

—Dices cosas demasiado formales. Prefiero cuando eres ese idiota que sólo quiere llamar mi atención

—Ya veo —rió bajito— pero por ahora seré maduro ya que tengo tareas que cumplir sin errores o tu padre me matará. Sabes cómo es

 

 

¿Amor? I-pin inicialmente no creyó en esas palabras dichas por alguien que era capaz de asesinar sin piedad, pero después de meses a su lado, de retos complicados, de vivencias difíciles de superar y en las cuales no le faltó el apoyo de aquel gamberro, todo cambiada de sentido. Ahora creía que el amor que le profesaba Skull era real, tal vez un poco diferente al de una persona criada en una sociedad normal, pero era amor de todas formas. Uno sincero y especial.

Se sentía culpable porque nunca pudo decirle a su esposo que llegó a amarlo también. Su pecho se contraía en dolor porque estaba a pocos momentos de su muerte y ella no pudo siquiera despedirse de la persona que le brindó apoyo y cariño. Pero no podía luchar… sus fuerzas se fueron después de intentar escapar de los captores que se llevaron a muchos miembros de su manada. ¿Qué más podía hacer? ¿Cuándo se volvió así de débil? Tal vez sólo era pánico. No. La realidad era otra

 

 

—Piedad — ya no sabía cuántas veces mencionó aquello sin tener respuesta alguna— por favor

—Venden sus ojos —la orden fría de alguien, las miradas gélidas de otros

—Preparen sus armas —otra voz más dura que resonaba en esa habitación

—Skull —susurró mientras sentía la soga que quemó su piel al ser apretada alrededor de sus muñecas para impedirle cualquier movimiento en pro de un escape— Lambo —en seguida vio a alguien acercarse con una venda larga, una tela limpia y blanca— papá —sollozó cuando su visión fue impedida y la oscuridad se volvió su compañera

—La traición se paga con muerte

—Perdón —de nuevo su doloroso llanto salió a flote—, pero no puedo huir —tenía miedo.

 

 

Era una madre que priorizaba la salud de su cachorro, incluso en esa situación. Era instintivo. Si ella hacía alguna estupidez en ese punto, si intentaba escapar, las balas le brindarían una muerte rápida a ella y a su bebé. El mismo razonamiento fue dado hasta ese momento y por eso no luchó más de lo necesario. Se rindió desde que la metieron en el camión de transporte hacia ese infierno, lo hizo porque sólo así no pondría en peligro a su hijo, pero… estaba en un callejón sin salida. Antes tenía protección por parte de quienes fueron capturados junto con ella, entre ellos Skull –quien incluso se ofreció como carnada para que ella escapase en un inicio–, pero ahora no tenía siquiera una compañía ajena al miedo.

Escuchaba las balas colocarse en los cañones y las órdenes para apuntarle, la soledad le apuñalaba insistentemente, la desesperación la hacía temblar, la falta de visión sólo volvía su infierno aún más terrorífico.

No veía nada, no quería hacerlo, no debía apreciar como cinco soldados se colocaban a una distancia prudente, en una fila bien dispuesta para mantenerla como objetivo. No quería sentir más terror del que ya sentía, no deseaba volver a ser esa niña patética que no pudo salvar a su familia sustituta. Se aferraba a su vientre con ambas manos pidiendo decenas de disculpas a su hijo o hija ya que nunca conocería ese mundo ni respiraría el aire a libertad. Apretaba los ojos mientras sentía como sus lágrimas humedecían la venda. La resignación le llegaba con la cuenta regresiva para su muerte

 

 

—Apunten… listos…

—Perdón —susurraba una vez más mientras se encogía hacia delante, tratando de esconder su vientre, agachando su cabeza

—Tres…

—Dos…

—¡Disparen!

—¡NO! —I-pin gritó instintivamente cuando escuchó la primera detonación. Elevó un poco su cabeza para una última suplica. Su aire se le fue del cuerpo mientras tiraba de la venda para darle frente a una muerte inevitable—. No —tal vez no debió haberse quitado esa tela… porque aquella escena le generó un terror mucho más horrendo que en su único recuerdo infantil en donde lloraba con desespero

 

 

El primer disparo fue confundido. En realidad, no fue un disparo el que ocasionó el primer ruido escandaloso que ensordeció a los presentes. No fue… No fue un arma.

La puerta que los aislaba del caos en el pasillo o de otras zonas en ese piso se desprendió de sus cimientos, seguros y ataduras, lo hizo con tanta fuerza y con tanta velocidad que generó un silbido parecido al de una detonación cuando salió volando y atravesó la estancia hasta impactarse con la pared contraria. Una persona fue la causante de ello, una personita que sangraba del lado derecho de su rostro debido al ojo dañado que seguramente no sanaría en un buen tiempo. Nagi aun sujetaba un pedazo pequeño del marco de la puerta que entre dos personas lograron derribar de un solo golpe y lanzarla lejos, jadeaba porque llegar ahí les tomó toda la energía que les quedaba tras pelear por salir de esas jaulas. Otra persona ingresó casi al instante y de un solo salto se colocó enfrente de la persona que más le importaba en esa vida.

Los ojos de I-pin se abrieron desmesuradamente cuando vio aquellos cabellos púrpuras removerse con cada mínimo movimiento que Skull generaba para posicionarse enfrente de ella. Por sólo unas milésimas de segundo sus ojos conectaron. Negruzco y violeta reconociendo el miedo en el contrario, la desesperación debido a la situación, el agotamiento por esos largos días infernales. No fue mucho, tampoco fue el mejor momento, pero fue la acción más preciadas para ambos.

Pero los disparos no pudieron detenerse incluso con aquella entrada improvisada destinada a un salvamento. No pudo evitarse que los disparadores fueran presionados por los cinco soldados encargados de aquello. El destino era cruel a veces.

 

 

—¡SKULL! —Nagi apenas pudo reaccionar cuando la primera detonación se dio, sujetó la primera cosa que halló en ese lugar: una pequeña mesa metálica para su suerte, y la lanzó para que su congénere la usara— ¡Skull! —jadeó porque los disparan sucesivos la ensordecieron y tuvo que retroceder

 

 

Uno, dos, tres, era una cadena que no se detenía. Armas automáticas, cargas inmediatas, municiones de sobra y un objetivo fijado. Los soldados estaban bien entrenados y por eso dispararon incluso con el polvo que opacaba el ambiente impidiéndoles la buena visión. La misión se cumplía sin demora, sin fijarse en la situación que se daba a tan pocos metros de distancia. Ellos tenían el alma congelada y la mente fría. Eran soldados que vieron la crueldad de ese mundo y que defendían sus ideales a capa y espada.

Nagi retrocedió instintivamente hasta salir de esa habitación porque el sonido de las balas le daba escalofríos, cerró los ojos porque su nariz percibió algo y su pecho dolió. Un trauma más que aumentar a la lista, un pesar más a sumar por su familia. Pero estaba lista porque sabía que esas balas no serían eternas y en cuanto se detuvieran… ella podría entrar y acabar con todos los que quisieron matar a un no nacido sin culpa de nada

Mas, con ese par de esposos, las cosas eran diferentes.

I-pin miraba con horror el cómo Skull sostenía la puerta tras su espalda, de modo que la protegía por completo de cualquier bala que podría estar dirigida hacia ella. Mas… también pudo ver como las manchas rojizas coloreaban el metal que servía de escudo improvisado y mal colocado debido a la acción no planificada. Esos ojos violetas mantenían contacto con los suyos, ni siquiera pestañeaban, sólo estaban ahí… mirándola con alivio entremezclado con culpa. Skull estaba arrodillado en frente de ella, estaba sujetando con desesperación aquel pedazo de metal, estaba aguantando la respiración y el dolor que debía estar sintiendo… Skull acababa de demostrar el nivel de amor que podría brindar a un ajeno. I-pin vio cómo la persona que amaba le sonreía con infinita dulzura.

 

 

—Shh… —siseó Skull en medio del ensordecedor sonido de las balas que salían presurosas de los cañones— quédate qui-quieta

—Skull —sólo eso pudo pronunciar pues su cuerpo entero temblaba por el miedo. Se había quitado la venda con el tiempo justo para no perder detalle de lo que sucedía, la sostenía en su mano derecha mientras que su mano libre se posaba en su vientre— Skull… —masculló nuevamente cuando perdió la cuenta de cuantas municiones fueron usadas

—Yo te lo dije, ¿no? —tal vez sabía lo que pasaría, tal vez su instinto lo obligaba a hablar—. Te cuidaré

—No… me… digas eso —al fin las balas pararon, al fin su agonía se detuvo momentáneamente

—Quiero que nuestros cachorros estén sanos siempre —sonrió sutilmente mientras entrecerraba los ojos sin dejar de sujetar esa puerta tras su espalda

—Huelo… tu sangre —el aire se volvió a ir de sus pulmones, su voz se cortó, sus ojos se humedecieron

—Quiero que tengan la mirada de su madre, la valentía de su abuelo —Skull respiró hondo y evitó hacer una mueca que reflejara su estado—, tal vez puedan tener mi cabello… adoro mi cabello —soltó una carcajada entrecortada por un quejido

—¿Dónde te hirieron? —al fin pudo reunir las fuerzas para preguntar aquello, mas, no se movió de su lugar. I-pin seguía en la misma posición

 

 

Silencio durante cinco segundos antes de que un grito indicara el fallo en la ejecución y el ataque por parte de una furiosa clase A que quería vengarse por el maltrato cedido a un miembro de su familia. Gritos, sangre, disparos, más quejidos repulsivos de alguien que era asesinado de un solo ataque. Nagi no se contendría porque la ira era lo único que le movía en ese instante. Para nadie era fácil perder a uno de los más importantes, longevos y expertos miembros de su familia.

 

 

—Skull —I-pin al fin pudo estirar sus manos y sostener el rostro que no reflejaba la verdad que su nariz le revelaba—. No me dejes —dijo elevando su voz con desespero

—I-pin —al fin se dio el lujo de soltar su improvisado escudo que cayó al suelo, quedándose inclinado debido a las patas que la mantenían elevada un poco. Tembló— escúchame porque… es necesario —tragó en seco

—Por dios, no me hagas esto —su voz quebrada se agudizó cuando pudo acercarse un poco y aferrarse a los hombros ajenos— por dios, no —sus lágrimas de nuevo brotaron cuando sus dedos palparon humedad en la parte posterior del hombro derecho de Skull

—Eres la viva reencarnación de la perfección —tomó esas manos que desesperadamente querían explorar su espalda en busca de heridas que él no quería dar a conocer, las sostuvo con delicadeza apartándolas de sus hombros y posándolas en sus mejillas porque quería sentir el calor ajeno— eres una clase A perfecta… y estoy seguro de que… él o ella lo será también —con una sonrisa Skull estiró sus dedos para tocar el vientre que guardaba a su sucesor, su primogénito que sí viviría. Lo juraba.

—¡Con un demonio! —se mordió el labio inferior y sorbió su nariz— No te despidas porque te ordeno NO hacerlo

—Ve con Reborn, busca su protección y él te la dará —jadeó un par de veces porque no podía mantener serenidad por más tiempo. Dolía —. Él te ama de una forma diferente que yo… pero igual de intensa

—No me dejes, Skull —sollozó

—Sé fuerte y olvídame… Yo no volveré —la miró con seriedad

—¡No me digas eso! ¡Maldita sea! ¡No quiero que me dejes!

—Doce balas —besó las manos de I-pin antes de separarlas de sí— no puedo soportar tanto

—Sí puedes… eres mi estúpido inmortal —se aferró del cabello ajeno para acercarlo y poder unir sus frentes— ¡Puedes superar eso!

—I-pin… no te hagas falsas esperanzas. Sólo puedo soportar un rato más, pero mi cuerpo no puede regenerarse tan rápido

—No lo acepto… No quiero

—No importa lo que pase… conmigo —sonrió porque poco le importó servir de escudo, de recibir esos doce impactos en su espalda ya que estos traspasaron aquella mesa—. Eso no es algo importante

—Lo es para mí —sollozó sin importarle el escándalo que se daba lejos de ella—. No quiero quedarme sin mi esposo

—Yo te amo —acarició la mejilla ajena y le besó la frente antes de apartarla— más de lo que te puedas imaginar… Tanto… que no me importa siquiera perecer aquí con tal de que tú sigas viva

—Tienes que ayudarme en ese jodido parto —I-pin lo amenazó sosteniéndose del pecho ajeno y mirándolo de cerca— tienes que ayudarme a criar a tu hijo o hija porque sabes que no aguanto los quejidos infantiles

—Lo harás bien —rió

—No —apretó sus puños—. No puedo… ¡No podré hacerlo sola!

—Eres la siguiente sucesora de Reborn. Serás una gran líder para la manada —susurró antes de abrazarla e impedirle seguir hablando—. Nagi te sacará de aquí… sólo síguela

—Ven conmigo —Nagi se había acercado silenciosamente, respetando la despedida de esa pareja, pero no podía seguir perdiendo tiempo precioso— I-pin… vamos —ofreció su mano

—¡No! —ni siquiera la miró

—I-pin, no seas terca —Skull aspiró profundamente el aroma ajeno antes de separarla

—No —sollozó cuando palpó las heridas en esa espalda, heridas que empaparon sus manos de una sustancia rojiza y llenaron el aire de un hedor metálico—. Tú vienes conmigo, Skull

—I-pin, vete —la miró con seriedad— ¡Ahora!

—No —ni siquiera le importaba seguir llorando cual niña pequeña

—Yo moriré dentro de poco —le sostuvo las mejillas, las apretó levemente porque en el fondo tampoco quería separarse—. No puedo protegerte más… así que le delego ese cargo a Nagi

—Vamos —insistió la mencionada

—No te dejaré

—Pero debes hacerlo… Es necesario que lo hagas —Skull sentía el sangrado interno, sus órganos fallar, su cuerpo temblar debido al dolor

—Sin ti… no me voy… porque no creo poder seguir si estoy sola —su labio inferior temblaba, sus ojos rojizos denotaban desesperación y tristeza

—No estarás sola —Skull le sonrió una vez más

—Quiero a la persona que amo a mi lado —frunció su ceño al decir aquello— y tú eres esa maldita bestia a la que quiero tener cerca —nunca imaginó que esa fuera la situación en la que declararía su amor a alguien. ¡Era una puta broma del destino!

—Siempre quise escuchar eso —rió bajito antes de empujarla suavemente para que Nagi la tomara en brazos y la levantara

—¡No! —I-pin manoteó al aire para que la soltaran— ¡Déjame! ¡Nagi! NO ME IRÉ —intentó soltarse, pero era imposible

—La llevaré a la salida con seguridad —no la dejó escaparse. No incumpliría la promesa que le hizo a Skull

—Te la encargo… Nagi —el de cabellos violáceos tosió un par de veces antes de posar sus manos en el piso y sucumbir al dolor— Ahora… vete —temblaba… él sabía que no podía seguir, pero aguantó lo suficiente para despedirse de I-pin. Daba gracias a su genética porque sólo por eso soportó tanto y no murió al instante como cualquier humano normal haría  

—Vámonos, ahora

—¡NO! —pataleó

—Entonces tendré que cargarte en brazos—una voz más se unió de pronto, una voz que Nagi conocía, pero que nadie más lo hacía— porque tenemos que salir de aquí si queremos triunfar sin muertos numerosos —piel clara, cabello verdoso, ojos pequeños y vacíos

—Daisy —Nagi miró al recién llegado mientras sostenía a I-pin de los brazos para obligarla a caminar— ayúdame

—Si quieres saber… Byakuran-sama me envió a protegerte —no dudó en sostener uno de los brazos de I-pin y tirar de ella con el poco cuidado que sabía brindar—. Dijo que, si te pasaba algo, Mukuro se pondría triste y sabes lo histérico que es con ese tema —mas, Nagi no dijo nada

—¡NO ME IRÉ DE AQUÍ SIN SKULL! —I-pin gritó con desespero, se retorció, pero sólo podía ver como su esposo poco a poco se recostaba encima del pequeño charco de sangre que se había formado

—Ya está muerto —dictó Daisy antes de tirar de los hombros de la pelinegra para poder hacerla retroceder y así lograr cargarla en sus brazos a pesar de que ésta se revolviera cual gusano—. Entiéndelo

—¡ME NIEGO!

—Te la encargo —fueron las palabras finales de quien se resignaba a perecer, quien cedía al agotamiento y tosía la sangre que sus pulmones acumulaban con rapidez, quien se recostaba en el suelo para poder descansar— Nagi

—Sí… Skull-sama —se acercó a él, se arrodilló en frente para mirarlo.

 

 

Nagi sintió muchas emociones en ese momento. Respeto por quien soportó doce agujeros en su espalda y se despidió decentemente de su pareja. Pena porque perdía a alguien importante. Dolor porque seguramente Skull no sería el único en morir. Terror porque aún le quedaba mucho por recorrer antes de ganarse su libertad. Compasión por la mujer que se negaba a abandonar a su esposo a pesar de estar consciente de que éste no sobreviviría. Resignación porque gastaría energías para cumplir un capricho que incluso ella tendría si es que su hermano estuviera en el lugar de Skull. Pero si quería al menos salvar al heredero de esos dos, tendría que ser empática e incumplir con la norma de su familia, aquella que dictaba que a los que iban a perecer se les dejara atrás.

 

 

Detalle…

 

 

El sabor de la venganza era agrio, en eso pensaba Tsuna mientras desgarraba el cuello de un captor más de aquellos que habían entrado por decenas para detener el escape de clases A porque seguramente uno ya dio la alarma en las partes inferiores de ese edificio. Tsuna no lo pensó mucho para atacar a los altos mandos que pudo divisar, incluso se desvió un poco de su ruta inicial para hacerlo, porque de cierta forma algo le decía que al perseguirlos también hallaría a alguno que le diera información sobre el paradero de su hijo. Sonreía al atrapar a uno, el que seguramente se deslizó a los subsuelos en busca de uno de sus conejillos experimentales favoritos. Tenía el cabello rojo, ojos opacados por un brillo negro, apariencia ya madura y con canas nacidas en la parte derecha de su cabeza. Fue una excelente primera presa real

Tsuna arrastró al maldito lejos del grupo que lo custodiaba, lo hizo entrar en pánico mientras lo jalaba por los tobillos y lo dejaba tratar de sostenerse del piso en aquel pasillo. Nada mejor que escuchar a aquella rata chillar agudamente mientras rasgaba las baldosas con sus uñas. Se alejó de los soldados que intentaban recuperar a su líder, sonrió demasiado cuando se halló con un pequeño grupo de los suyos que también habían tomado una ruta hacia la venganza. Era tan bonito saberse con personas de su misma calaña. Cuando estaba entre su gente reía mientras lamía la cara del atacado y en susurros les daba la orden de quedarse quietos por un momento. Había unos diez metros de diferencia entre ambos bandos, Tsuna lideraba a los animales, el humano que gritaba por ser salvado lideraba al grupo que apuntaba las armas en su dirección. Tan patéticos.

 

 

—¿Miedo de morir? —susurró Tsuna en el oído de su presa mientras presionaba con fuerza el hombro de ese hombre para que no despegara su asquerosa cara del suelo

—¡Mátenlo! ¡Maldita sea! —bufaba a pesar de su pésima posición— Hagan algo para ponerme a salvo —refunfuñaba mirando al grupo de soldados que apuntaban con sus armas, pero que no sabían cómo actuar

—Dime, ¿dónde está mi hijo? —farfulló Tsuna en el oído ajeno mientras los demás clase A gruñían listos para atacar cuando fuera preciso

—Muerto

—Mentira… —incrustó sus garras en la espalda media del maldito— Ricardo lo dijo… ustedes quieren experimentar con él

—Tsuna, deja de jugar, tenemos una operación que completar —hablaba Daniel, uno de los tantos familiares que tenía en la manada

—Me importa poco —murmuró antes de darle la vuelta al viejo para mirarlo a los ojos y generar el miedo a base de sus colmillos afilados que se rozaban con la piel de ese rostro pálido— lo único que quiero saber ahora… es… dónde está mi hijo

—Jamás te lo diré —tragó en seco, sudaba como loco, pero se negaba a hablar más de lo debido

—Bien entonces —Tsuna volteó su rostro hacia Daniel y sonrió—. Empieza —su voz siniestra, opaca, rasposa, satisfecha porque generó pánico y el aroma del mismo acunó ese lugar

—Genial —el mencionado se agachó hasta que sus rodillas toparon el suelo, una de sus manos se posó en su espalda e hizo una seña estratégica a dos jovencitos que estaban detrás de sí. Era hora.

 

 

Tsuna rió estruendosamente al escuchar como los cañones de la armada se alistaban para disparar, pero no sólo eran las armas de los soldados las que se cargaron. Él sabía que Reborn no se iba a quedar parado mientras la armada de resguardo evolucionaba sin freno alguno, él estaba orgulloso del accionar de su familia, él disfrutó de ver el pánico en los soldados que ni en su más horrendo sueño imaginarían que “animales” tales como los clase A usaran armas letales como las que sostenían en esos instantes. El miedo era delicioso de aspirar.

El primer disparo se dio cuando uno de los soldados entró en pánico al ver que dos jovencitos les apuntaban, los demás lo siguieron casi al instante y el cruce de balas fue inminente, pero había una clara ventaja para uno de los bandos. Los humanos intentaban matar a los tres clase A que atacaban con armas de largo alcance, las mismas que eran sostenidas con firmeza dada por los cuerpos genéticamente desarrollados, poderosos, resistentes, firmes. Las balas salían de los cañones, sin embargo, los jovencitos que mostraban los colmillos evitaban cualquier munición que estuviera a una distancia peligrosa, sus reacciones superaban con creces la de los humanos y su visión desarrollada daba una precisión envidiable a cada disparo.

Eran dos bandos apuntándose, era un paso más hacia la ruta de una guerra sin precedentes.

Tsuna ignoró el olor del miedo o adrenalina, se fijó en el anciano que estaba impactado por lo que veía y sonrió satisfecho. «Miren bien, porque esto les pasará a todos sus líderes… ¡y a ustedes también!» habló el castaño para que los soldados que aun vivían lo escucharan y que sus hermanos se detuvieran momentáneamente; lo hizo justo antes de que sus dedos apuntaran al rostro de ese pelirrojo. Lanzó un grito, incrustó sus dedos por sobre el párpado izquierdo del alto mando militar, jugó un poco con el bastardo para que éste gritara y pataleara en desesperación, y finalmente arrancó con fuerza un glóbulo ocular que al desprenderse lanzó pequeñas gotas de sangre que formaron una pintura grotesca en el suelo y rostros cercanos. El ancianito se deshizo en gritos lastimeros, en jadeos desesperados y golpes sordos en el suelo debido al shock, eso fue suficiente para estremecer a los soldados. Fue eso también lo que brindó la oportunidad a los clase A para atacar con placer. Tsuna mantuvo aquel redondeado órgano en su mano derecha, elevándolo como si fuera un trofeo de guerra, se rio macabramente antes de tragarse aquel ojo con gula para saciar un mínimo de su hambre.

Asco y miedo, eso brotó de cada poro perteneciente a los soldados que fueron testigos de aquello, incluso los más jovencitos clase A que estaban ahí, temblaron. Eso era un asesino sin piedad, todos debían aprenderlo.

 

 

—El que es más débil, debe morir —Tsuna miró a los más nuevos miembros de su familia mientras se limpiaba el leve rastro de sangre que sus labios tenían— ustedes no son débiles… así que no morirán

—Tú eres a quien Reborn-san busca —jadeó uno de los muchachos a quien le tembló la mano derecha

—Yo soy quien les demuestra lo poderosos que somos —rectificó con serenidad mientras presionaba la boca de ese anciano para que no gritase—. No tengan miedo… sólo entiendan que ellos —apuntó a los soldados que gritaban para liberar el miedo que les dio enfrentar a los cinco clase A más veteranos que recién se liberaron de los grilletes y jaulas en ese infierno— los humanos… son nuestra comida ahora… y no merecen perdón pues desperdiciaron sus oportunidades de reivindicarse

—¡Vamos, niños! ¡Tenemos mucha gente que matar aun! ¡Hay muchos de los nuestros que debemos liberar! —les gritó Daniel cuando retornó junto a ellos, manchado de rojo ajeno, sosteniendo la cabeza de algún desdichado—. No teman… para esto fueron entrenados

 

 

Tsuna les sonrió sutilmente antes de girar de nuevo hacia su presa, el viejecito aun lloraba y babeaba pues ni siquiera podía tragar debido al dolor, se sostenía la cuenca vacía de su ojo derecho, gritaba. El castaño le sujetó el rostro con su mano libre para después darle muerte al desgraciado que intentó matarlo usando venenos en innumerables ocasiones. Le cortó el cuello de un solo movimiento con tres de sus garras, detalló una larga línea rojiza que provocó borbotones pestilentes de sangre humana. Tsuna lo vio retorcerse y convulsionar mientras emitía un sonido parecido a cuando alguien se ahoga con agua. Lo aplastó contra el piso para que no hiciera un desastre, apreció los últimos atisbos de vida en ese bastardo hasta que, después de formar un charco considerable de sangre, dejó de moverse.

Escuchó a los demás correr por los pasillos guiados por las órdenes pactadas en esa revuelta, pero no hizo caso, él dejó en claro que su objetivo era algo más que derrotar a la base de la armada, así que todos sabían que no los iba a liderar ni acompañar. Tsuna tenía su propia misión personal.

Se quedó solo de nuevo, pero así lo quiso él.

Esa escena se había repetido con diferentes obstáculos que se encontraba en el camino, había destrozado a muchos para saciar un poco su sed de muerte. Hace mucho que escuchó la alarma que advertía un ataque al cuartel principal, poco le importó, Tsuna sabía que en los exteriores el caos sería aún mayor, pero él se concentró en que en los subsuelos el horror dominara el ambiente.

Cuando les arrancaba las manos a los soldados, también solía golpearlos con las mismas extremidades hasta que se fastidiaba o no consiguiera la información que quería, después les pisaba el cráneo para que no estorbasen en su travesía. Era fácil, estaba acostumbrado a quitar vidas asquerosas.

La venganza era hermosa cuando tu cuerpo se acostumbraba, ya que con la mente despejaba sabías a quien atacar y en qué punto hacerlo. Si no querías gastar energías sólo te abrías camino mediante muertes rápidas y sin diversión. Tsunayoshi corrió entre los pasillos sin medir consecuencias porque en realidad no estaba seguro si su ruta era la correcta, y en realidad era la errada, lo supo cuando llegó a los campos de tortura. Gruñó insatisfecho porque no quería ir allí, sino al centro de todo, a los laboratorios. Buscaba a su hijo con desespero.

Tan centrado estaba en olfatear un rastro de su hijo que no se fijó en un aroma particular que no percibía desde hace tiempo

 

 

—¿Perdido, dame-Tsuna? –el castaño lanzó una carcajada cuando vio a la persona que se mostraba al final del pasillo arrastrando un cuerpo bastante conocido, otro investigador despreciable.

—Maldita sea —se limpió la mejilla sudorosa y entrecerró sus ojos— si no estuviéramos en medio de una masacre me lanzaría sobre ti para tener sexo de reencuentro. ¡Carajo!

—Eres el atrevido —sonrió de lado—. Me fascina saber que me extrañaste, Fifi

—Maldigo a Tsu-Tsu por ponerme tan estúpido sobrenombre —apretó sus puños, pero no quitó su boba sonrisa— pero sí… te extrañé más de lo que imaginas, Reborn

—¿Y los demás?

—Bien, gracias —sonrió levemente antes de agachar su cabeza y respirar profundamente. Cambió de inmediato porque cada parte de sí quería expresar su estado de ánimo—. No pensé que tardarías tanto –sonreía divertido mientras elevaba su rostro y de paso veía el ojo ensangrentado que reposaba en manos de Reborn–. Qué cruel eres a veces –reía al ver como Reborn soltaba el cuerpo y empezaba a acercarse—. Te he esperado casi un año… o eso calculo… ¿Sabes lo tedioso que fue soportar a la armada todo ese tiempo? ¿Imaginas lo agotado que estoy? Hasta me comí a una de mis partes… joder, han pasado tantas cosas y yo aquí sin tiempo para soltar la lengua.

—Sabes que no se puede planear algo tan grande como esto en poco tiempo —ignoró las diferentes expresiones que el castaño ponía, se concentraba en analizarlo de pies a cabeza para detectar cualquier fallo

—Dime lo que tengas que decir —frunció su ceño pues odiaba ser escrutado de esa manera— ¡Maldita sea! Sólo suéltalo

—Ese olor —hizo una mueca de asco al percibir un hedor insoportable encima de Tsuna

—Lo hice por supervivencia —bufó elevando los hombros para enfatizar su falta de interés por el asunto… pero en el fondo dolía

—Heridas —era una pregunta, aunque no sonara como una

—Varias. Nada grave —sabía que detrás de la seriedad de su esposo había diferentes emociones ocultas

—La armada 

—Hija de puta como siempre —sonrió con burla, pero con cada paso que Reborn daba para acercarse su pecho se estrujaba dolorosamente

—¿El lobo asqueroso?

—Quisiera que me tomaras aquí mismo para quitarme su olor de encima —masculló con rabia, tanta como para hacer que sus defensas cayeran y cediera ante el escozor en sus ojos y el dolor en su garganta. Maldijo cada uno de los recuerdos que le rondaban la cabeza, los que generaban ese dolor y ansiedad en su cuerpo. Se arrepentía de haber confiado en esa inmundicia

—Te busqué por meses —frunció su ceño cunado estaba ya a solo dos pasos de ese niño— incluso usé a Byakuran para planear esta revuelta y tener el privilegio de destruir esta mierda.

—Lo sé —Tsuna soltó el aire porque un nudo en su garganta se formaba y su voz tambaleaba

—Sabías que debías ayudarme en esto, que necesitabas estar a mi lado para la planificación —repasó su labio superior con su lengua y soltó un bufido

—Y aun así decidí desobedecerte y salir a escondidas —sus ojos se aguaron sin poder evitarlo— ¿eso ibas a decir? —soltó una risita fingida y temblorosa

—No

—No te creo —su labio inferior tembló porque después de tanto tiempo un poco de alivio llegó a su alma—. Perdón —con una de sus manos limpió la primera lágrima que se le escapó— yo… —se le fue el aire y no pudo hablar más

—… —Nada, ni una palabra, lo único que hizo Reborn fue dar los pasos faltantes hasta poder acariciar los cabellos castaños que tanto anheló— cállate —gruñó bajito, mas, su cuerpo estaba liviano, aliviado.

—Joder… nunca dejaré de ser idiota —con sus temblorosas manos sujetó la camiseta que usaba Reborn—. Perdón… pero es que… Ai… —innumerables emociones combinadas, diferentes recuerdos dolorosos. Tsuna no sabía cómo expresarse y ahí estaba, llorando cual niño pequeño que se ha perdido en medio de un bosque— Sora tam… también… y yo… un infierno —agachó su cabeza para no dejar ver la patética expresión que tenía en ese punto, hipó suavemente, se mordió el interior de sus mejillas

—Un asesino de tu clase no debería llorar —Reborn deslizó sus dedos por aquellos mechones castaños hasta posarlos en las mojadas mejillas

—Por mi culpa… nuestros hijos pasaron un infierno… Por mi culpa tú… seguramente corriste peligro… y ellos… —sollozó, se aferró al mayor con desesperación, posó su mejilla en el pecho de Reborn para poder escuchar el latir ansioso de ese corazón sufrido—. Yo… lo siento tanto

—Más te vale aprender —frunció sus labios antes de rodear ese cuerpo con sus brazos y acercarlo al suyo lo más que pudo— porque de ti dependen varias vidas pequeñitas

—Los hice sufrir mucho —sollozó escondiéndose en el pecho ajeno. Al fin después de tanto tiempo pudo soltar sus culpas—. Perdón

—Te están esperando todavía

—No deberían

—Yo también te estaba esperando —susurró antes de apretar los dientes—, sabes muy bien que no me agrada saber que te perdí las pista en un momento tan crítico y no pude devolverte a casa

—Lo sé —gimoteó

—Deja de ser tan impulsivo y sigue mis órdenes —besó la cabeza de Tsuna con delicadeza

—Lo haré —sonrió sutilmente mientras se obligaba a parar su llanto— lamento esto… pero ahora me pongo sentimental también —rió para desviar el tema y poder darse fuerzas para seguir

—Y quien te haya alejado de Sora —sus ojos negros adquirieron un toque aún más oscuro— morirá —sentenció

—Ese era el plan, querido

 

 

Tsuna limpió sus lágrimas antes de suspirar profundo, carraspear, limpiar sus manos en su ropa y volver a su estado inicial, pero antes de ponerse de nuevo en búsqueda de su pequeño cielo, decidió hacer algo más. Elevó sus manos hasta alcanzar las mejillas del que siempre debió ser su compañero de vida, las acarició con ternura, sonrió cuando esos ojos negros conectaron con los suyos, hasta se dio el lujo de deslizar sus dedos por las patillas rizadas que jamás perdían su forma. Algún día descubriría el secreto de ese cabello y tal vez del suyo también. Deslizó sus dedos hasta enredarlos en las hebras azabaches en la nuca ajena, tiró un poco de ellas para lograr que el rostro de Reborn se juntara al suyo. Rió bajito antes de besarlo, un toque suave, de aquellos que se dan cuando la intención es un agradecimiento.

Cerró los ojos un momento y repitió el contacto… su alma humana ahora se sentía más liberada.

No hubo palabras, pero los actos hablaron solos. Tsuna mostraba que anheló ese contacto por mucho tiempo, que confió ciegamente en que ese asesino volviera por él y su hijo, y que su más grande pesar le carcomió la mente durante cada día de esa horrenda vida enjaulada. Reborn sonrió de lado al notarlo: la sumisión, las palabras y gestos delicados, la última parte de Tsuna cedió ante sí. Dicha opacada por el momento, sonrisas memorizadas por sólo segundos, un beso más que selló un juramento que sólo ellos dos sabían y que a nadie más le importaba.

Eran dos seres vivos que hallaron en el otro su complemento ideal para seguir luchando por respirar. No importaba si se amaban de la forma que dictaba la sociedad humana, clase A, animal o cualquier otra, ni siquiera importaba si aquello que los unía era verdadero o un mero capricho de su subconsciente; se aferraron a eso para seguir adelante.

Un abrazo extendido, caricias momentáneas, sus mejillas pegadas antes de separarse, una mirada dulce, la muestra de sus existencias dada por un respirar profundo antes de volver a la amarga realidad que los rodeaba. Se miraron un segundo más antes de terminar con el toque entre sus manos y mirar al frente, al pasillo que tenían que empezar a cursar. Eran ahora dos líderes que tenían un objetivo global en común, pero metas diferentes.

 

 

—Las cerraduras sólo se abren con reconocimiento de retina… o de huellas digitales –Reborn sonreía con macabra malicia mientras mostraba la colección que tenía guardada en una bolsa que momentáneamente dejó junto al cadáver de un alto mando– ¿y tú? —se mofó de su acompañante quien traía las manos vacías

—Dime para donde debo ir –dijo con apuro– se llevaron a nuestro cachorro y lo recuperaré como sea

—Por allá… —miró a una de las intersecciones— ¿quieres que te acompañe?

—Eres el líder de esto… actúa como tal y no me tomes como tu favorito —seriedad, honestidad. Tenía las cosas claras

—Bien dicho

—No pienses en mí —le ordenó —céntrate en esta guerra

—Lo sé —apuntó a la dirección correcta y casi al instante vio a Tsuna correr, mas, no se iba a quedar ahí. Perdiendo su calma habitual siguió al castaño con apuro, quería verificar que este pasara las seguridades pertinentes, además de que él también tenía que cursar esa ruta para llegar a los controles principales. Esos serían la apertura para su gente–. ¿Tienes las llaves? –mencionó al ver la nueva puerta que mostraba la cerradura electrónica

—¿Es de retina o de huella dactilar? –Tsuna respiró hondo mientras se alejaba de Reborn

—Retina –respondió antes de fijarse en el accionar de Tsuna quien introdujo sus propios dedos en su garganta hasta que las arcadas lo hicieron devolver lo ingerido durante esas horas. Reborn hizo una mueca de asco, pero reconocía que fue una buena idea–. Eres asqueroso –le criticó al ver aquel líquido en el suelo en conjunto con restos seguramente humanos que no eran totalmente identificables a simple vista

—Ugh… No tuve opción, ni bolsillos –mencionó Tsuna al ver el contenido de su estómago en el suelo e ignoraba el potente olor que estos despedían. Recogió tres globos oculares para lanzárselos a Reborn–. No te quejes y prueba uno

—Espero que no hayas dañado la retina

—Recién me los tragué –aquello no fue lo único que expulsó de su estómago. Recogió tres dedos casi intactos, reconoció una llave pequeña que tal vez le serviría en un futuro y terminó de limpiar su boca

—Bien hecho —sólo fue cuestión de colocar ese órgano cerca del sensor y la puerta se abrió. De inmediato se mostró un pasillo largo que estaba impregnado de un aroma fuerte a medicamentos.

–Gracias — Tsuna sonrió porque encontró lo que quería

—… —el azabache sostuvo el brazo ajeno con delicadeza antes de que se le escapase— Vuelve, Tsuna –le ordenó mirándolo de frente, manteniendo el lazo entre sus miradas–. Trae a nuestro cachorro. Te esperaremos afuera

—Reborn —rio suavemente antes de lanzarse a los brazos ajenos. Lo miró unos segundos antes de besarlo, poco importó el hedor a muerte que ambos traían encima, incluso le mordió fuertemente el labio inferior antes de separarse— ve por I-pin, estaba muy alterada y necesita de su padre

—Mocoso idiota –se quejó tomado al castaño por los hombros antes de abrazarlo–. Lleva los dedos, esos abrirán las demás puertas –suspiró acariciándole la espalda–. Y cuando vea al bastardo que te ha llenado de mugre, le arrancaré el cuello

—Hazlo de mi parte – sonrió antes de alejarse de Reborn y empezar a correr. Tsuna tenía que ir por su hijo antes de que algo malo le pasara y Reborn tenía que liderar su victoria sin vacilación

 

 

La prioridad estaba en salvar a la mayoría de congéneres y Reborn lo sabía a la perfección, fue sólo por eso que dejó ir al castaño, al mocoso que había cuidado desde que tenía ocho, al que le reconoció el hecho de ser fuerte y poder combatir, al que eligió como mejor candidato a pareja y al que nunca le exigió nada que no pudiera cumplir. Cambió su obsesión por Tsuna, la volvió una sincera muestra de cariño desde hace años. Cambió su afición por tenerlo como pareja por capricho a simplemente preocuparse por el mocoso y todo lo referente a él.

Así terminó aquello, en una necesidad, en un “algo” sin el cual no podía vivir.

Le dio guía, apoyo y empuje para que sobresaliera solo, porque Tsuna nació para ser líder y debía superar sus propios problemas. Reborn hizo lo que pudo y confiaba plenamente en que su pequeño esposo lograría superar cualquier dificultad venidera. Fue sólo ahí cuando se obligó a caminar en dirección opuesta a la que tomó Tsuna, con calma, iba a donde las celdas se ubicaban. Verde les había dado un mapa detallado que memorizaron antes de ese ataque, así que debía estar en calma y seguir con el plan al pie de la letra.

 

 

Maldad…

 

 

Sin embargo, la pelea no sólo se daba en los edificios destinados a la prisión de los mutados, sino que se extendía a los departamentos en donde decenas de clases A sufría aún. Takeshi lideraba ese sector, buscando con desesperación un rastro que lo guiara hasta Squalo, pero siempre priorizando el liderazgo de su equipo. Rabiaba internamente, pero por fuera mantenía su serenidad intacta para el momento. Mukuro estaba en las mismas condiciones, aunque por razones diferentes ya que su rabia nacía debido a la incertidumbre, él no tenía a su pequeña hermana cerca, no sabía de ella, no podía siquiera certificar si es que seguía con vida.

 

 

—Ahí —Mukuro detuvo sus pasos cuando percibió algo que no le gustó— los refuerzos nos alcanzarán en poco tiempo, ahora… Yamamoto, ese edificio es tuyo

—Sí

—Está ahí —mencionó entrecerrando sus ojos bicolores— los dos están ahí —certificó tras aspirar el aire cercano

—Lo percibo —jadeó antes de emitir una sutil y macabra sonrisa— te dejo lo demás

—¡Mi grupo, por acá! —el de cabellos azulados hizo una seña y en poco tiempo ya tenía a cinco de los suyos corriendo a los sectores posteriores en donde los carceleros recién ingresados a ese turbio sistema tenían a sus congéneres— Takeshi —gruñó bajito en muestra de una advertencia— no te excedas y prioriza el escape

—No prometo nada

 

 

Y era verdad, Yamamoto no podía prometer nada porque no podía simplemente inhibir todo el odio fundamentado guardado por tanto tiempo en su pecho. No cuando había visto tantas cosas y soportado tanto llanto. No cuando el dolor infringido a uno de los suyos fue por simple placer y dejó huellas imborrables en más personas de las que podían imaginar. No cuando un pequeño bebito aun llamaba entre sollozos a su padre en aquellas noches cuando las pesadillas lo atormentaban.

 

 

—Escuchen —a su cargo tenía seis personas, una sola era un clase A experimentado como él. Dos eran clase B y los demás, en conjunto con los que llegarían después como refuerzos, eran novatos en el campo de batalla y masacre—. Esta zona es la más dura, pero si tenemos suerte la menos poblada. Aquí residen los carceleros de rango alto, los especiales

—Joder —mascullaron los más jóvenes antes de tragar en seco debido al miedo

—No puedo prometerles que saldrán ilesos, ni siquiera puedo prometerles que los guiaré hasta el final —Yamamoto respiró hondo—, lo único que les digo es que si se topan con Xanxus me lo hagan saber, porque de él sólo me puedo encargar yo

—¡Sí!

—Ahora vamos… liberen a los que puedan y disparen a quien no huela como nosotros

 

 

Takeshi vio correr a sus subordinados por las escaleras que él verificaba que no estaban ocupadas por esos cretinos. Priorizaba las vidas jóvenes bajo su cargo, pero a su vez no quería que ninguno de ellos se topara con quien debía ser su objetivo. Fue así que ascendió los dos pisos de ese edificio y dejó a los suyos entrar al saqueo y liberación. Sin problemas acabaron con los dos únicos carceleros que se hallaban ahí, dos de rango menor vigilando a los clases A de sus superiores ausentes. Departamentos vacíos puesto que seguramente el carcelero especial y su “mascota” salieron a dar pelea en la entrada. Mas, al final estaban los pisos superiores que tenían un claro hedor a sangre y muerte… un aroma repulsivo que sólo podría significar una cosa: alguien les daba una bienvenida asquerosa e indigerible.

Dos clases A mutilados, atados al techo del pasillo correspondiente, colgando de cabeza, con sus vientres abiertos de par en par, con los ojos abiertos y con claros signos de tortura previa a una muerte inhumana. Tres puertas abiertas, nadie dentro. Un trauma para los que no estaban acostumbrados a las sandeces que los más dementes soldados eran capaces de hacer. Dos hermanos que fueron sacrificados sin razón coherente, sólo usados para dar un mensaje claro: La armada está por sobre los clases A, son dueños de la vida en ese lugar. Era… terrible, peor que eso… era desesperante.

Takeshi no se quedó ahí, subió al último piso, al que sabía pertenecía a la bestia que hizo sufrir tanto a Squalo, al segundo padre de aquel pequeño niño que en esos momentos reposaba junto con los demás primogénitos en uno de los refugios de Byakuran junto con los que se salvaron en aquella noche del ataque. Detrás de él iban dos personas, a las que detuvo antes de recorrer medio pasillo porque a ese departamento entraría solo. Takeshi quería hacerlo solo porque su venganza debía ser un plato privado.

Miedo. Terror.

Las ansias lo estaban haciendo temblar, pero no lo detuvieron. Ese era el único piso que estaba tranquilo, sin rastro de violencia o siquiera de que alguien hubiese huido y por eso le daba mala espina. Xanxus nunca era sinónimo de pasividad. Yamamoto pateó la puerta del único departamento que faltaba de registrar en cuanto estuvo seguro de no escuchar más que una respiración leve dentro de ese lugar.

Todo estaba oscuro, húmedo, silencioso… algo no andaba bien y lo certificó al escuchar un ligero sollozo al fondo de todo ese averno.

 

 

—Squalo —fue lo único que dijo antes de dar los pasos faltantes para acercarse al cuerpo que colgaba del techo boca arriba— ¡maldición!

—Ugh… —apenas si podía hablar sin sollozar debido al dolor—. Vete… —y aun así logró emitir esa advertencia—. Vete ahora

—Él está aquí, ¿verdad? —nunca quiso ver a Squalo de aquella forma, una en donde se doblegó ante las lágrimas, pero ahí estaba… justo frente a él

—Sí

—Pero no te dejaré así… no más

 

 

Asco y miedo. Dos cosas tan distintas que Yamamoto experimentó cuando pudo adaptar su visión y apreciar en detalle la cruel escena. Xanxus estaba ya sobrepasando los límites tolerables, mejor dicho, desde hace mucho que los sobrepasó y ahora los superaba con creces. Lo peor era que seguramente Xanxus se dio el tiempo para hacer aquello desde que la alarma estalló debido al ataque enemigo… Era simplemente horrible

De los dedos de Squalo brotaban gotas constantes de sangre, quince dedos para ser exactos debido a la carencia de aquella mano que hace años fue mutilada. La razón de la muestra de una herida profunda eran las largas agujas gruesas que estaban incrustadas. Takeshi se acercó sin importarle la amenaza latente, soltó el aire contenido al revisar de cerca aquello y darse cuenta que esas agujas estaban bien clavadas debajo de cada uña existente en Squalo, incluso traspasando la carne hasta salir del otro lado en algunos casos. Las lágrimas de Squalo certificaba que dolía demasiado, la incómoda posición en la que se hallaba atado seguramente no le permitían siquiera moverse mucho para acomodarse

Inmundo, pero no lo más impactante.

Uno de los acompañantes de Yamamoto se arriesgó a acercarse, mas, no pudo dar dos pasos siquiera dentro de la habitación sin lanzar un grave grito de terror y retroceder. Era de esperarse esa reacción ya que tan sólo se trataba de un jovencito curioso que nunca estuvo en las jaulas de la armada. Yamamoto le gruñó al desobediente y ordenó que retrocediera, que se largara junto con los demás, cosa que fue hecha en seguida… era mejor así… eso lo tenía que hacer sólo quien deseaba pelear y ganar.

Takeshi cerró los ojos para no ceder ante su furia, pero era tarea complicada cuando tenía en frente a Squalo a quien le intentaron quitar la voluntad mediante una operación tan grotesca como esa. Una lobotomía. Por el ojo derecho de Squalo se mostraba el picahielos que seguramente hasta hace poco fue presionado con la intención de llegar a cierta zona del cerebro. El ojo estaba intacto, mas, era deslizado de su posición original pues el metal buscaba una ruta por entre los tejidos superiores del párpado para traspasar el impedimento hasta la masa gris de Squalo. La sangre brotaba aún, deslizándose por las mejillas, nariz, cuello del de cabellos blancos y de rostro cansado, casi agonizando. El instrumento seguramente infringía un dolor extremo, casi hasta llevar al clase A a la inconciencia, pero… aun así… él seguía luchando

 

 

—Ve…te —sollozó. Takeshi nunca había visto a Squalo tan frágil como en ese momento—. Ahora… idiota

—¡Xanxus! —pero Yamamoto bramó lleno de furia mientras analizaba su alrededor en busca del dispositivo que liberaría a Squalo de las sogas— ¡Bastardo!

—¿Dolido? —aquella voz grave salía de la habitación destinada a ser el lugar en donde el carcelero dormía— Qué bonito. Hasta puedo creer que tú eres la escoria que mató a Hayato… ¿Quieres llorar? —Xanxus se mostraba por el marco de la puerta, limpiándose las manos con una blanca e inmaculada tela

—¿Por qué demonios le haces eso? —acusó con furia

—Porque es una basura al igual que tú. Porque no debo tener piedad con él. Porque me gusta verlo sufrir. Porque es mi mascota y hago lo que sea con ella —sonrió irónico—. Porque tú no me puedes impedir hacer esto

—Vete… niño… joder… ¡que te vayas! —a pesar del dolor… Squalo habló

—¿Lo quieres proteger? —Xanxus rió sonoramente al mirar la desesperación en su rehén— una razón más para pensar en la tortura que te daré, basura

—Te mataré —Takeshi apretó los puños con tanta fuerza que hasta sangró levemente —Te haré saber el dolor que le has causado a mi gente, en especial a Squalo

—¿Tú crees? —dejó caer la tela al piso y se irguió hasta poder estirar sus brazos y desperezarse— pues… creo que me divertiré un poco contigo entonces

—Te arrancaré el cuello —gruñó mostrando sus dientes

—¿Ya eres suficientemente fuerte para eso? Porque según recuerdo… —Xanxus se burló— antes eras sólo un niño asustado que ni siquiera podía verme a los ojos

—Tal vez antes te temía —respiró profundo antes de elevar su cabeza y demostrar que hablaba en serio, que su parte más sanguinaria hablaba—, pero ahora lo único que quiero es beber tu sangre y comer tu carne

—Has cambiado, escoria… —se relamió los labios— entonces creo que me divertiré

—Créeme… que en verdad pelearás con otra persona —Yamamoto sonrió de lado mientras afilaba su mirada—. Ahora yo me convertiré en tu ejecutor

 

 

Continuará…

 

 

 


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