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Problemas de clase por 1827kratSN

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Golpe. Sonrisa. Gruñido. Sangre.

Cuatro palabras miserables que definían el suceso dado en el departamento perteneciente a uno de los más sanguinarios y sádicos carceleros especiales que residían en la principal cede de la armada de resguardo en ese país. Ruido proveniente del interior de ese espacio reducido en donde dos bestias peleaban por diferentes motivos: el uno venganza, el otro por diversión. Un solo testigo, decenas de lágrimas derramadas porque no podía intervenir o escapar siquiera. Caos y destrucción como era normal en esa sociedad instaurada a base de mentiras, escándalos, errores y sacrificios.

 

 

—¿Qué pasa, basura? —jadeaba y no había otra cosa que lo hiciese sentir más vivo— ¿Ya no puedes darme pelea acaso?

—Cállate —limpiaba la sangre de su labio e ignoraba la terrible incomodidad que sentía debido al asbesto que inundaba ese aire

 

 

No sabían cuánto tiempo pasaron intercambiando golpes, ni siquiera se cercioraron de estar sólo ellos dos en medio de esa batalla, estaban perdidos en la ira y desahogando sus frustraciones. Cedieron a su lado animal. Nada más les importaba. Se intentaban matar entre sí. Perdieron el sentido del espacio y tiempo.

Dos Asesinos. Dos enemigos.

Un zarpazo más era lanzado al aire, Yamamoto infringía toda la fuerza que tenía en ese momento para producir el daño, mas, el objetivo no era un simple humano, era uno modificado a imagen de los clases A. Xanxus se reía al esquivar aquel ataque y proporcionar un golpe con su rodilla que impactó directamente con el estómago ajeno, pero ni siquiera se daba un respiro cuando ya sujetaba los cabellos cortos de esa bestia y tiraba de ellos con tanta fuerza como para hacer al clase A jadear de dolor. Lo lanzó contra la pared cercana, pero el golpe no sonó porque Yamamoto era aún más rápido en sus reflejos y sin dudarlo tomó compostura, evitó el golpe y retrocedió en pro de atacar al cuello ajeno.

Sangre. Desesperación.

Una pared ya había sido derribada, los muebles de la habitación de Xanxus quedaban sólo en escombros debido a los diversos impactos que ambos cuerpos dieron en ese tiempo, rasguños por doquier, marcas detalladas de esas garras que podían generar la muerte instantánea, agujeros en las paredes cercanas, sangre que estaba estampada en cualquier lugar visible debido al descuido y heridas de los involucrados. Dolor corporal debido al sobreesfuerzo y a los golpes que no pudieron ser esquivados. Satisfacción porque era una de las pocas peleas que les proporcionó placer en una medida diferente a la racional o instintiva.

Xanxus reía al saber que esa basura que muchas veces vio agachar la cabeza, ahora daba pelea, poseía unos iris tan afilados como los suyos o como los de cualquier depredador, se movía con agilidad innata de los de su clase, pero infringía más daño del necesario. Yamamoto soltaba su aliento pesado cada que lograba herir a tan bestial engendro de la raza humana, después de todo su objetivo estaba trazado: torturar al desgraciado que le causó tanto daño a Squalo…

Squalo.

Aquel nombre fue lo único que lo hizo reaccionar, despabilando su cabeza, haciendo que sus pies tocaran la tierra racional y su mirada se desviara a la puerta que daba a la sala donde se encontraba el motivo de su actual pelea… Squalo… Se sintió idiota por un instante y fue el tiempo suficiente como para firmar su condena. Un golpe en extremo duro fue el pago por su distracción, incluso dudó que fuese Xanxus el que lo infringió y en parte no se equivocaba. Lo que lo golpeó fue un grueso hierro, el que apenas y pudo ver incrustarse en su costilla izquierda. Escuchó un leve “crack” que le dio idea de lo que pasó en su cuerpo. Dolor que le quitó el aliento pero que no le impidió saltar lejos para evitar cualquier ataque consecutivo

 

 

—Las basuras se condenan solas —rio suavemente mientras acomodaba sus cabellos y colocaba en posición vertical aquel fierro alargado que no superaba el metro y medio de alto. Xanxus sabía que esa cosa le iba a servir más que para empalar a algún clase A que le diera lata, por eso lo había conservado.

—Ugh… bastardo —insultaba mientras sujetaba la parte herida, mas, trataba de fingir estar concentrado en su pelea a muerte, aunque en realidad su pensamiento cruzaba aquella habitación. Trataba de escuchar cualquier sonido que le diera pista de que Squalo estaba bien… pero— imbécil —esquivó un nuevo ataque, jadeó dolorosamente porque seguramente una de sus costillas estaba rota.

—Concéntrate en tu muerte y no en la de alguien más, escoria

—No soy como tú —respondió enseguida, mostrando dientes y gruñendo—. Ignoras la muerte de tu raza en las afueras —acusó sin recato

—Después iré por ese lugar a generar muerte y destrucción para los de tu clase… ahora sólo me importas tú, perrito faldero

—¿Qué ganas con hacerlo sufrir? —Yamamoto no entendía como ese hombre podía seguir haciendo aquellas cosas, cualquier humano en su lugar tendría secuelas después de tantos años entre injusticias

—Nada… al igual que tú… pues nada bueno te trae tu necedad de enfrentarme sólo para vengar el dolor de una basura como ese tiburón —en ese punto ni siquiera le importaba las heridas sangrantes que portaba, mucho menos lo herido que estaba su adversario. Él sólo quería ganar y burlarse del fracaso ajeno.

—Maldito seas

—¡AHORA SIGAMOS, ESCORIA! —sonrió burlescamente

—No se va a poder, kufufu

—Muku… —la voz de Yamamoto se cortó.

 

 

Un ruido, un silbido, una detonación. Una sola muerte

El cuerpo cayó estrepitosamente pues previo a aquella interrupción había dado un pequeño salto como impulso para un nuevo golpe hacia el clase A al que quería matar, pero no fue más allá de dos pasos porque su esencia vital se dio a la fuga. Ni siquiera percibió un suspiro, un aviso, un ruidito, o tal vez estaba tan centrado en su absurda contienda que nada más le importó. El resultado era ese: el cuerpo que estaba tirado en medio del suelo, sin movimiento alguno, con la mirada perdida en una pared lejana, con media sonrisa siniestra, con el último rastro de calor que adquiriría en esa maldita vida.

Un fallo patético.

Yamamoto miraba eso sin siquiera poder decir algo, sólo centrado en respirar profundamente porque antes de que esa detonación le aturdiera estaba listo para atacar. Sus garras estaban extendidas, sus dientes preparados para destrozar lo que estuviera a su alcance, sus músculos tensos debido a la adrenalina y necesidad de matar al azabache de ojos color infierno. Pero quedó en nada. Absolutamente nada.

 

 

—Ahora muévete… idiota —una sola acusación que mató el incómodo silencio en esa habitación—. ¡Muévete dije! —masculló el de mirada heterocromática antes de golpear el suelo con su pie en son de despertar a su compañero

—¿Por qué? —brincó levemente por el ruido y fue ahí que miró a Mukuro

—¡Ya pueden entrar y bajar a Squalo! —fue la orden dada a las personas que esperaban en el pasillo. Mukuro acarició el arma negruzca entre sus manos, respiró profundo y volvió a guardarla en la parte trasera de su pantalón para proseguir con su misión. Ni siquiera miró a quien le estaba hablando

—¿Por qué lo mataste así? —jadeó antes de apretar sus puños y fruncir su ceño—. ¡Yo estaba…!

—¡Estabas perdiendo el tiempo! —gruñó— La orden que se te dio era y es la de rescatar hermanos y matar a cualquiera que se interponga —le apuntó con su dedo índice—. Nunca se te dijo que perdieras tu maldito tiempo en peleas vanas, Takeshi

—¡Era mi pelea! —estaba impactado, desconcertado y furioso— ¡Lo sabías perfectamente!

—¿Y qué? —sonrió burlonamente porque todo en esa sociedad estaba mal, en la suya y en la humana.

—¡Iba a torturarlo y hacerle sentir todo el daño que le hizo a Squalo!

—PIENSA EN LA RAZÓN DE TU MALDITA IRA —bramó mientras se acercaba al cuerpo del caído y lo pateaba para que éste mirara al techo y demostrara su patético estado— ¡SQUALO! ¡Fue por él que llegaste hasta aquí y te olvidaste de su seguridad!

—Lo sé, pero…

—CONFÓRMATE CON LA PATÉTICA FORMA EN QUE MURIÓ EL MÁS “ATERRADOR” CARCELERO DE ESTA JODIDA ARMADA —pateó el rostro de Xanxus quien ya no tenía ni una pisca de vida.

—Pero…

—CÉNTRATE EN SQUALO A QUIEN DEJASTE DE LADO POR UNA ESTUPIDEZ

—… —apretó los dientes y labios porque Mukuro tenía razón— Lo entiendo

—Entonces ahora sal y ve con ese tiburón… —extendió un pequeño frasco—. Inyéctale esto porque lo necesito cuerdo, ponte una dosis también porque creo que tu animal quiere salir—colocó aquel medicamento creado por Verde en la mano derecha de Takeshi antes de palmearle la mejilla—. Lleva a Squalo en tu espalda porque a duras penas puede respirar

—Sí —sin embargo, miró una vez más el cuerpo tendido en el suelo. Un agujero de un marrón oscuro adornaba la frente de Xanxus y de este brotaba una fina línea roja que demostraba la fragilidad de esa vida mortal. Ni siquiera el propio Xanxus habría podido salvarse de eso porque el cerebro era uno de los órganos esenciales para cualquier ser viviente y razonante

—Olvídate de este —Mukuro ni siquiera miró a su víctima, no le interesaba, no sería el primero al que matara con un solo disparo—. Ahora ve

 

 

Cualquiera diría que la muerte del humano que fue uno de los mejores torturadores de la armada tenía que haber sido en medio de una batalla, con decenas de clase A rodeándolo, con una decena más muertos a su paso. Hubiesen deseado dictar que murió debido a que el número de enemigos le superaba en extremo y que él mató a la mitad antes de perecer. Pero no. Por eso Mukuro sonreía satisfecho al pisar la mejilla aun cálida de ese imbécil antes de decidirse salir para seguir con su misión.

Un solo clase A pudo darle a ese malnacido una verdadera muerte, una en donde por un descuido estúpido perdió la vida. Eso se merecía ese demonio… la muerte más patética sobre la faz de esa tierra. El “mejor carcelero” ni siquiera se dio cuenta del segundo en el cual perdió su vida. Xanxus había sido asesinado por una sola bala que un clase A fue capaz de incrustarle en medio de la frente de un solo intento. Ni siquiera luchó, cayó al suelo sin vida.

Patético, muy al contrario de cada una de sus “hazañas”.

Ni siquiera Mukuro recordaría mucho ese hecho porque no se esforzó en el ataque, sólo apunto y apretó el gatillo. Aunque sí le fastidiaba el haberse tenido que salir de su línea de misión por volver a ese edificio y verificar que Yamamoto cumpliera con su tarea. Pero claro, el tiempo de masacre se podía recuperar, sólo tenía que correr un poco más aprisa y nada más.

 

 

Búsqueda…

 

 

Tsuna corría como demente por los pasillos ya que no estaba pensando mucho y a veces eso lo confundía. En cierto punto cedió a la desesperación por no hallar a su hijo y sólo estaba centrándose en lo que él suponía era importante: correr y buscar el área de investigaciones, olvidó “encender” su nariz para evitar cualquier plaga que no le interesara o considerara una pérdida de tiempo. Su instinto paternal superó a su sentido estratega y allí fue cuando se encontró con quien menos pensó ver en esa absurda contienda por sobrevivir.

Vio la mata de cabellos negros a lo lejos, en un pasillo que intersecaba el suyo, poco después de eso agudizó su nariz y verificó que desgraciadamente encontró a ese imbécil primero. Gruñó, en su pecho se instauró la ira por saberse traicionado y cedió a sus ganas de descargar su frustración con algo o alguien. No dudó en acelerar sus pasos tanto como pudo para taclear y empotrar a ese tipo en contra de una pared. Ese aroma le generaba repulsión. Quiso rajarle el cuello para acabar de una vez con toda esa mierda, pero –como internamente supuso–, éste dio pelea. Rodaron estrepitosamente después de un rápido intercambio de golpes y terminaron tratando de someter al adversario

 

 

—¡LES DIJISTE DE MI HIJO! —sus garras intentaban incrustarse en ese idiota, pero las manos contrarias le daban freno… aunque no por mucho

—Nuestro hijo —corrigió en medio de su esfuerzo por apartar a la muerte de su garganta

—¡Maldito seas, Hibari Kyoya!

—¡Céntrate en lo importante! —reunió el aliento suficiente como para empujar al castaño y patearle el estómago, pero no lo soltó, rodó hasta dejar a Tsuna sentado enfrente de él, aun sujetándole las muñecas— Nuestro hijo… —pero seguía forcejeando, intentando que este le entendiera— ¡ESCÚCHAME! —le exigió y lo miró de frente— Yo no haría algo así… —jadeó sin soltar las manos que perdieron un porcentaje de su fuerza—. Sora lleva mi sangre, lleva tu sangre también

—Ya entregaste a un hijo tuyo –le gruñó—. No dudo que hicieras lo mismo con Sora

—No lo haría con él —admiraba la fiereza en esa mirada, pero no reconocía qué personalidad estaba latente—. No lo haría contigo

—Mientes —apretó los labios, menguó sus ganas asesinas… en el fondo deseaba creer en esas palabras… se odiaba por tener ese maldito deseo en el fondo de su marchita alma… repudiaba sentir las insanas emociones humanas en una parte de sí— ¡MIENTES!

—NO LO HARÍA —le gritó antes de abrazarlo, importándole poco su frágil posición y colocando su vida en bandeja de plata para cedérsela a ese clase A. Bajó la guardia para demostrar que no quería hacerle daño—. Maldita sea. Yo no haría eso… —al respirar todavía, al no sentir ninguna garra quitándole la vida, decidió seguir—. Te lo dije, yo te quiero sacar de aquí, Tsuna —incluso apretó su abrazo, quiso darle seguridad al asesino que no deseaba liberar de sus ataduras

—Maldito idiota —gruñó profundamente antes de golpear a Hibari con fuerza hasta alejarlo de su frágil mente y cuerpo—. ¡Dejaste que se llevaran a MI hijo! —No iba a ceder tan fácil… esas palabras no las creía.

—No lo hice —cayó de sentón, pero se levantó de inmediato—, intenté recuperarlo y por eso estoy aquí… de esta forma —apuntó a sus ropas maltrechas y levemente manchadas de sangre. Todo en sí era una porquería

—Al fin recibe un poquito de la humillación que mi gente soporta —miró con burla el “uniforme” de Hibari y concluyó en algo—. Peste… rata… ¡traidor!

—Hay que recuperarlo —susurró levantándose de golpe y agarrando a Tsuna antes de que éste dijera o hiciese algo— Hay que recuperar a nuestro hijo —acabó uniendo sus labios con los ajenos sin dejar de mirarlo, sólo de esa forma se le ocurrió dar a entender la veracidad de sus palabras y deseos—… y yo te ayudaré con eso —se apartó apenas, sin dejar que ese iris chocolate se desviara de los suyos.

—Es sólo mi hijo —mas, no quiso volver a agredirlo… no hasta que acallara esa voz en su cabeza que deseaba confiar en el carcelero.

—Muy bonito… en serio… muy bonito —Aplausos lejanos. Una voz resonó por todos los pasillos de esa sección a causa de los altavoces instalados, palabras que hicieron eco y que provocaron que Tsuna gruñera amenazadoramente—. Llegaron a aceptarse entre ustedes, de eso nació mi más grande premio y debo agradecérselos adecuadamente.

—¡Devuélveme a mi hijo! —gruñó Tsuna, hablándole a la nada e ignorando el susurro de Kyoya— ¡DEVUÉLVEMELO!

—Ven por él —una suave voz que premeditaba desastres. Ricardo sonrió antes de apretar esas mejillas pálidas y sucias con tal fuerza como para infringir dolor. Dejó que el llanto del bebé bajo su poderío resonara pues quería provocar a Tsuna y lo logró

—Por… —el castaño giró su cabeza varias veces, frunció su ceño cuando se centró solamente en su sentido del oído—. Por allí —empezó a confundirse debido al sonido rebosante, pero lo captó: un indicio y una ruta— ¡SORA! —sin esperar algo más, corrió. Rescataría a su pequeño cielo

—HERBÍVORO NO ES POR AHÍ —Hibari gritó, pero no hubo respuesta, sólo vio al castaño correr por el pasillo que él no tomaría— maldito Ricardo —apretó los labios, trató de encontrar una cámara para hacerle un gesto al malnacido, pero no… debía apresurarse a seguir con el camino que él creía era el correcto.

 

 

En un instante las luces empezaron a fallar, se volvieron titilantes, se apagaban momentáneamente, y al final, después de un largo tiempo encendidas, la oscuridad ganó apogeo, mucho más para los niveles subterráneos que dependían completamente de la luz artificial. Kyoya sonreía por tal casualidad porque de esa forma podía ir por ese laberinto sin ser vigilado, nadie sabría a donde fue. No tenía un tiempo definido para ese golpe de suerte por eso corrió por el pasillo a la máxima velocidad que su cuerpo le permitía, conocía ese sitio, ese era un beneficio que sabría aprovechar.

Tenía dos armas en sus manos pues cuando ingresó ahí le quitaron sus tonfas, pero claro, eso no quería decir que no sabía aprovechar el armamento de los guardias a los cuales atacó en su camino. Conocía esa edificación demasiado bien como para equivocarse y sabía dónde diablos estaba Ricardo, pero eso no le importaba, lo que él buscaba estaba más cerca todavía y rogaba porque Tsuna se diera cuenta de que tomó el camino errado y se rectificara a tiempo.

El castaño veía los pasillos entrecruzados con desesperación pues perdió el sonido real del que sería su pequeño niño, no tenía idea de por dónde seguir, temblaba por la ansiedad y el cansancio. Entonces le llegó un aroma, leve, dulce, suave, era el perfume distintivo de su hijo. Tsuna levantó su nariz para aspirar el aire del ambiente, halló el rastro y sonrió antes de seguirlo. Tenía definido su labor para ese día: recataría a su hijo y para eso iba a destrozar a cualquiera que se le interpusiera, iba a degollar con placer, iba a matar a los principales involucrados tan lentamente que sus almas sufrirían en el infierno. Eso lo juraba.

 

 

Paso…

 

 

Fuera de los edificios se desataba un infierno con pérdidas de ambos bandos. Las clases A estaban en plena consciencia gracias a los medicamentos de Verde y esa era la principal ventaja de su bando pues de ese modo TODOS eran capaces de sostener y utilizar armas de corto y largo alcance. Su entrenamiento de meses se probaría en esos momentos. Todos en la armada sabrían que los clase A pueden adaptarse hasta el punto en que pueden usar las armas creadas por el enemigo en contra del mismo enemigo. Eran mejores en todos sentidos porque sus particularidades físicas les proporcionaban facilidad de movimiento y precisión

Pero por el otro lado también había puntos a favor, y esos eran los “sin mente”. Las nuevas armas que la armada usaba en su beneficio no eran más que clase A impedidos de pensar por sí mismos debido a operaciones o drogas que mataron cierta zona de su cerebro, además, se incluían otras variedades como los humanos que fueron incluidos a una adaptación a genes clase A y perdieron el combate ante el instinto animal. Ambas especies eran las generadoras de problemas y el derramamiento de sangre por parte del bando por los clase A.

Eran dos especies tratando de seguir con vida para poder evolucionar en ese mundo, para ganarse el derecho de permanecer en la pirámide alimenticia y volverse la punta dominante.

Sin embargo, en el interior de aquella cede el ataque debía ser más calculador y preciso, por eso sólo los más experimentados guiaban a los grupos. 

 

 

—Aquí estamos —sonreía Reborn pues las luces fueron apagadas y así se quedaron por un tiempo considerable, lo esencial para la ejecución de su plan. Tenía ventaja en esas condiciones pues su gente se podía guiar fácilmente por el sentido del oído y olfato, algunos hasta eran adaptables para trabajar en penumbras— Nagi ábrelo —ordenó cuando llegó a su destino en conjunto con una de sus mejores subordinadas quien ya cumplió con su tarea designada y con otras extras que fueron delegadas a otros subordinados cuando fue preciso.  

—Sí, Reborn-sama —la jovencita sacó la llave maestra que adquirió en su travesía para abrir el cerrojo de la jaula que estaba enfrente de ella y su jefe

—Cuidado… ya sabes que algunos de estos tipos no tienen consciencia

—Pronto volverá la luz —mencionó y justo cuando ella abrió la puerta, la luz volvió— Mukuro-nii hizo un buen trabajo –sonreía con emoción porque estaba orgullosa de su hermano

—Apártate —ordenó Reborn mientras analizaba la escena dentro de esa jaula precisa. Era interesante en todo sentido. Sangre se esparcía por el suelo tanto en el interior como en los alrededores, una mano estaba fuera de los barrotes, un par de dedos reposaban en medio de los charcos creados por líquido vital de algún desgraciado, de los cuerpos originales no había rastro—. Lindo —sonrió de lado, había que aceptar que era increíble que eso pasara—. No creí que todavía tuvieran a clase A en hacinamiento para matarlos de hambre sólo por diversión —suspiró mirando a las personas que reposaban dentro de esa prisión

—Reborn-sama —susurró Nagi al escuchar un gruñido animal y ver varios pares de ojos aparecer tras los barrotes

—Sal de una maldita vez –dijo, pero no hubo respuesta— ¡LAMBO SAL AHORA!

—…—una persona daba el primer paso fuera del lugar enfrascado de un poderoso hedor metálico y agrio, sus manos manchadas de sangre denotaban que era un asesino y eso sólo podía ser un clase A de los más fuertes— Yo… —fue el primer murmuro coherente salido de la garganta humedecida por la sangre de una de sus presas— I-pin… —pero no era cualquier clase A, era Lambo

—Has despertado en el mejor de los momentos —Reborn sonrió de lado al ver a aquel mocoso salir a la luz leve que había para iluminar la jaula. Pasos lentos, con la mirada gacha, apenas en pie—. Qué bien… aunque pensé que venir aquí era una pérdida de tiempo ya que te matarían antes de que yo llegase

—Mi hermana —susurró mostrando su cuerpo bañado en liquido rojo, diferentes líneas sin forma en donde prevalecía un tono rojizo opaco y que no le pertenecían—. Mi… hermana… murió —sólo cuando esa palabra fue emitida ese rostro se elevó lo suficiente como para que sus ojos fueran apreciados: vacíos, sin vida, ni esperanzas.

—I-pin —Reborn oscureció su mirada al denotar a los otros clases A juntos en el fondo de esa jaula, demostrando símbolos de lucha, pero también con claras evidencias de que se comieron a varios para saciarse. Vio a todos los que estaban vivos aun— no está muerta —afirmó sin dudarlo, sin dar a notar su propio alivio por esa verdad.

—Está muerta —silencio corto, un sollozo ahogado. Era Lambo quien se sujetaba la cabeza con desesperación— lo está… la oí… ¡OÍ!

—Y eso te hizo reaccionar, causó que tu parte animal brotara —dijo Reborn mientras revisaba el leve pavor de los demás clase A en esa jaula—. Pero has matado a tres, Lambo, y eran tus iguales. Eres un mal chico

—¡I-PIN MURIÓ! —gritó con desesperación antes de lanzarse contra los barrotes que formaban la puerta y sostenerse de ellos— MATARON A TU HIJA Y ME RECLAMAS PORQUE MATÉ A TRES DE ESTOS TIPOS… ¡JÓDETE, REBORN!

—Tu lado paterno reaccionó ante un estímulo —mencionó— además de que Byakuran te ayudó a acrecentar tu demencia y sed de sangre —estaba satisfecho con el resultado de esos meses de castigo, por eso lo miraba con calma y sin juzgarlo

—¡QUIERO MATARLOS A TODOS! —entonces esa mirada apareció, sanguinaria, vengativa. Colmillos fuera, garras desplegadas, un jadeo parecido al de una bestia preparada para la cacería. Reborn sólo sonrió— MATARON A MI HERMANA —no pensaba de forma correcta, no podía procesar la información que alguien más le dio… no estaba calmado… en su mente sólo escuchaba las súplicas lejanas de su hermana y los disparos que acallaron esa voz.

—Skull la salvó —Nagi intentó intervenir al elevar su voz—. I-pin está a salvo, la están atendiendo… el que no está bien es Skull, cuando lo dejé con tu hermana apenas y podía respirar —miró a los clase A que aún no salían, no se movían, tal vez estaban en shock por ver a un antiguo carcelero convertirse en un clase A sanguinario

—¿Qué?

—Por favor, salgan. Vinimos por ustedes… todo estará bien —Nagi pedía aquello con calma, sonriendo sutilmente para calmar a sus congéneres enjaulados, logrando así que uno a uno empezaran a acercarse a la salida

—¿Qué? —Lambo volvió a repetir el monosílabo dado porque apenas escuchó el nombre de su hermana y el de su cuñado… estaba despertando

—Skull recibió la mayoría de balas, que sobreviva poco me interesa —decía Reborn antes de acercarse a Lambo y limpiarle los labios usando una tela un poco sucia. Lo miró atentamente, se cuestionó el pensar que esa mirada le recordó a la de su hermano— I-pin está bien —confirmó

—Está bien –repitió sonriendo levemente cuando logró procesar la información dada por esa voz grave y que tanta locura le ocasionaba.

—Te ves mejor con ese lado tuyo imponiendo tu naturaleza, Lambo —un líder debía apoyar, incentivar el crecimiento, animar a sus colaboradores. Lo hacía en ese instante porque requería de ese pequeño engendro para completar la destrucción de esa cede y de la armada en general

—No… entiendo —pestañeó varias veces, frunció su ceño y pareció captar la situación en la que se encontraba

—Aun estás en shock —sonreía Reborn acercándose hasta lamer la mejilla manchada de rojo— pronto te repondrás… te acostumbras a eso con el tiempo

—¿Mi hermana? —Lambo volvió a preguntar sin despegar contacto con aquellos ojos negros

—Ve con ella –lo miró de frente y sonrió con prepotencia. Todo le salía bien— está en la salida, en el camión. Yamamoto te guiará, ellos seguro ya acabaron de sacar a todos lo que estaban encerrados en los departamentos y te darán tu siguiente tarea

—Reborn —Lambo miró al mayor y soltó el aire que contuvo por unos instantes. Su mente volvía a centrarse y lo hacía sonreír— eres tan viejo —rio suavemente ante la estupidez que improvisó

—Mocoso idiota —pero fue sorprendido. Sus mejillas fueron sostenidas con rudeza y fue obligado a agacharse un poquito, el mocoso se le lanzó encima hasta besarlo y lamer la sangre seca de algún desafortunado

–Por mí está bien –reía Lambo antes de saltar fuera del alcance de Reborn y sus garras castigadoras— qué seas viejo te da un encanto particular —había vuelto—. En compensación por mantener a mi hermana segura, yo destruiré algunas cosas antes de salir —a cada palabra tomaba distancia de su más grande obsesión, sonreía al hacerlo, lo hizo hasta que salió de esa habitación y empezó correr por el pasillo

—¿Quieres decir algo? —después de unos segundos de aguantarse las ganas por castigar a ese atrevido, miró a Nagi con seriedad pues ella trataba de no reírse notablemente y disminuir su sonrojo

—Seguiré con la misión —mencionó sin ver a su líder a los ojos, se alejó y empezó a empujar a los suyos, soltarlos, y guiarlos fuera de ese infierno—. Pueden comerse a los soldados —dijo mirándolos con una sonrisa—, pero a ninguno de los nuestros

—Seguiré salvando mocosos —dictaminó Reborn antes de limpiar sus labios y gruñir bajito. Él empezaría a caminar por el pasillo ya que aún quedaban cosas que hacer

 

 

Lambo pasó por las secciones de enfermería, áreas de abastecimiento y destrozó todo a su paso, además asesinó a los soldados cobardes que buscaron refugios en esos lugares, también pasó por los laboratorios y usando las armas automáticas de los soldados que perecieron bajo sus garras destrozó los diversos frascos marcados que eran el tesoro de esos imbéciles. Su diversión acabó rápido, su necesidad por encontrarse con su hermana era mayor. Dejó un mar de sangre a su paso, sonrió triunfal porque salió ileso gracias a su naturaleza.

Se encontró con Yamamoto tal y como dijo Reborn, se reía porque su líder tenía todo calculado. Saludó a quienes escapaban en esa ocasión, se presentó como uno de los suyos e ignoró las miradas recriminatorias porque no le era necesaria la aceptación de los nuevos, lo único que le servía era la de su hermana y Reborn. Fue dirigido por Mukuro a quien vio sonreír cuando se mencionó que Nagi estaba viva y ayudando a Reborn, captó rápidamente la situación y el plan de ataque, se integró sin contratiempos.

Lambo se burló un poco de todo el caos que sus ojos apreciaban, de la muerte bien merecida de todos esos ineptos, y al final sólo corrió a la salida con ansias. Su siguiente misión sería ayudar a Verde y éste estaba en los camiones protegidos porque era la mente maestra para esa guerra, Lambo ahora veía los beneficios de haber aprendido tantas cosas en manos de Byakuran. Actuaría desde las sombras, cuidaría de su hermana al mismo tiempo, sería espectador y descansaría de tanta estupidez

Tenía prisa y como tantos otros enemigos dio gala de sus habilidades como clase A, corrió como cualquier pantera bien formada, pasos largos, impulso con sus pies y después con sus manos, hasta empezó a reírse porque iba a tal velocidad que no tenía idea de cómo iba detenerse. Terminó rodando hasta chocar con algo, pero llegó a su sitio designado... sin embargo se encontró con una imagen que no desearía rememorar en sus días libres.

 

 

—Estoy en casa —se burló antes de dar un paso dentro de ese centro de operaciones móvil

—Cállate, mocoso —Verde soltó un suspiro antes de hacer una seña con su mano y apuntar a la parte trasera del camión que ocupaban

—I-pin —sonrió, pero pronto se vio obligado a callar… no debía interrumpir eso

—Shh —Verde movió su cabeza en una orden muda para que Lambo se acercara a su lado y dejaran a esa pareja en paz pues ya se había hecho lo que se pudo— Shion ya lo medicó y curó —susurró

—¿En qué te sirvo? —Lambo mordió su labio inferior cuando escuchó los sollozos de I-pin a lo lejos, pero antes de empezar con la tarea miró al mayor— ¿vivirá?

—Mmh —se rascó la nuca y se negó a responder, sólo apuntó a la pantalla y Lambo le siguió. Ellos tenían una misión que cumplir y debían tragarse sus emociones empáticas durante ese proceso

 

 

I-pin estaba sentada junto a la camilla improvisada en el camión usado por Verde, así se hizo porque nadie en ese lugar pensó en la necesidad de atender heridos de gravedad ya que claramente ninguno en ese estado regresaría a la base. Todos los que no tenían esperanzas de vivir se quedarían en el campo de batalla, era el deber de todos en la manada, pero en el caso de Skull se hizo una excepción. Nagi hizo una excepción por el bien de I-pin y de su hijo o hija.

La pelinegra derramaba dolorosas lágrimas mientras sostenía la mano tibia de Skull quien estaba conectado a un respirador que los médicos disponibles lograron conseguir. Ella tenía esperanzas, no quería aceptar lo que se avecinaba pues Skull apenas respiraba y las vendas en su cuerpo daban evidencias de las balas extraídas

 

 

—No me dejes —no sabía cuántas veces repitió aquello, pero no dejaba de hacerlo… mas, no tenía respuesta alguna— por favor —ella estaba sana, ni un rasguño en su vientre y heridas menores recibidas por el maltrato hacia su persona

—I-pin —Lambo ya no había soportado quedarse callado, se había acercado hasta posarse junto a su hermana— me alegro que estés bien —se arrodilló frente a ella y le acarició uno de sus brazos

—No te vi llegar —se secaba las lágrimas y apenas miraba a su hermano unos segundos antes de volver a centrarse en Skull— me alegra que estés bien

—Respeto a tu esposo por ponerte a salvo —sonrió sutilmente mientras tocaba el vientre de su hermana y sentía el movimiento ligero que se daba por la nueva vida creciente

—No sé qué haré si me deja

—Harás lo que se debe hacer —apretó la mano libre de I-pin y le sonrió— cuidar de su hijo porque es el recuerdo y el legado que te ha dejado

—Hablas como si fuera a morir

—Hablo como un hermano que quiere aminorar tu dolor, pero quiere que entiendas lo que está pasando

—¿Y crees que no lo sé? —masculló entre hipidos— pero no quiero aceptarlo

—Yo estaré aquí para ti

—Si sigues cometiendo estupideces eso no pasará

—Por mi sobrino… te juro que ya no haré cosas arriesgadas —sonrió captando la mirada de I-pin—. Si Skull se va, yo cuidaré de ti y de él o ella —apuntó al vientre

—Más te vale… —intentó sonreír al menos—. Ahora vuelve con Verde… yo seguiré en mi silenciosa vigilia

 

 

Olor…

 

 

Tsuna seguía aquel aroma sin prestar atención a los pasillos que cruzaba, lo hacía guiado por su instinto de paternidad estallado con fuerza en base al llanto de su primogénito. Gruñía cuando perdía el rastro, pero lo redescubría poco después de haber corrido en círculo por las diferentes secciones vacías y haber abierto todas las malditas puertas que pudo, pero al final halló lo último de aquel hilillo de aroma que siguió. Se apuró a ingresar, llegó a una habitación enorme, ahí el aroma de su hijo era intenso, fuerte, duradero. Jadeaba, sudaba, traía las manos manchadas por la sangre de sus enemigos, pero también sonreía levemente porque al fin logró llegar hasta su pequeño cielo.

Su dicha era enorme, su alivio era mayor, su corazón dio un brinco cuando diferenció algo en medio de todo ese vacío salón. Era… era el pequeño bulto el que desprendía el aroma de su hijito. Ni siquiera dejo escapar dos segundos cuando dio los pasos faltantes para alcanzarlo, se arrodilló con prisa sin importarle el daño en sus rodillas por el presuroso golpe y se abrazó a su más grande tesoro.

Pero… eso no era su pequeño niño… no lo era

 

 

—No —Tsuna jadeó cuando tiró de aquella cobijita y halló una almohada que usaba el saquito azulado que Sora traía puesto el día en que se lo llevaron. El aroma era de su hijo, pero él no estaba. Tsuna dejó su aire escaparse por la furia y el miedo combinados en una sola sílaba— ¡NO!

—Así que te dejaste engañar con tan poca cosa —esa era la voz de Ricardo emitida por un altavoz. Esa era su cruel bienvenida—. Qué ridículo

—DEVUÉLVEME A MI HIJO —elevó su mirada buscando el origen del sonido, tratando de hallar la cámara por la que lo vigilaban. Estaba al borde del colapso

—Desafortunadamente no lo haré —resonaba aquella voz potente, el eco lo volvía más confuso, fue allí cuando Tsuna olió a muchas personas acercarse de repente a su ubicación

—Joder —gruñó cuando unas pocas luces se encendieron descubriendo que en realidad estaba en un salón de entrenamiento, de aquellos que cubren el alto de dos pisos bien diferenciados por las ventanas elevadas que servían para controlar el ejercicio— ¡Maldición! —había barandales formando un segundo piso y los soldados salían por los mismos. Uno tras otro se formaron, ocuparon cada lugar disponible y lo rodearon con prisa. Le apuntaban con armas de largo alcance y alta potencia, pero eso no le daba miedo— ¡¿Dónde está mi hijo? —saltó hacia atrás, pero la única puerta de ese lugar se cerró al instante. No había duda, estaba atrapado

—En los laboratorios… —una suave risa, una burla—. Debiste escuchar a tu pareja

—¡No me jodas! —al fin diferenció un par de siluetas detrás de los vidrios a la altura del segundo piso. Ahí estaba el bastardo que le generó tantos meses de dolor y sufrimiento

—Fuiste estúpido, Tsunayoshi

—Maldigo tu legión —gruñó profundamente mientras que, con el rabillo del ojo, revisaba a cada soldado en el perímetro— ¡Caerán todos! ¡Morirán todos! ¡Serán nuestro maldito alimento! —Tsuna sentía su adrenalina subir a cada segundo. Veía las armas apuntarle y ya diferenció a quien atacar primero porque obviamente daría pelea, lo haría hasta que lograse recuperar a su hijo.  

—Pudiste haber sido nuestra mascota favorita, pero tenías que rebelarte, Tsunayoshi… y peor aún, ser el causante del desastre que se suscita fuera de estas paredes

—Te arrancaré la garganta —amenazó mientras se posicionaba para evitar aquellas balas

—No lo harás… porque ya estás muerto —disfrutaba de la visión que tenía, se jactaba del poder que ese país le dio

—Demonios —Tsuna saltó para esquivar el primer disparo, se alejó lo más posible para esquivar el segundo, recibió el tercero, pero le restó importancia antes de saltar con fuerza para alcanzar los barandales y empezar su masacre. Él no era la presa, él era el cazador

 

 

Tsuna demostró sus dotes para el ataque con sólo dos saltos bien calculados, uno en cada grupito de soldados. Acabó con la vida de dos hombres sin siquiera esforzarse demasiado porque su velocidad superaba con creces la de esos humanos de mierda, se sujetó a un tercero e impulsó hacia atrás para esquivar la lluvia de balas que le era dirigida, usó al desdichado como escudo para evitar el suficiente daño, pero no se detuvo ahí. Recibió dos balas porque no las pudo evitar mientras caía desde la altura, sintió el ardor en su espalda y soltó su gruñido adolorido, mas, poco interesaba eso, podía resistir ante dos agujeros en zonas despreciables. No se detuvo porque en su mente no estaba algo más que volver con su hijo, en salir de ese asqueroso cuarto para buscarlo.

Quería cuidar de Sora, necesitaba cuidarlo porque aún era pequeño y no merecía sufrir en manos de ajenos sin escrúpulos.

El dolor de una bala en su hombro no lo detendría porque en su mente sólo se daban recuerdos gratos y memorias preciadas de años generosos y llenos de felicidad. Recordaba la risita suave de su hijo más pequeño quien disfrutaba de jugar con cualquier cosa que pudiese morder con las encías carentes de dientes, la mejilla que apretaba suavemente para que Ai protestara y balbuceara algo desconocido, esos pequeños dientes que Sora mostraba cuando mordía un pedazo de carne cocida, el sonido satisfecho de su hija menor cuando le dio una bebida dulce en el biberón, la sonrisa llena de felicidad cuando le dio a Sora arroz en una de sus comidas, la primera vez que cargó a Coel en sus brazos y lo reconfortó hasta que se durmiera, la forma en que sus hijos lo llamaba mamma o papá en lenguaje humano o el cómo platicaban en su idioma animal. Sus hijos invadían sus pensamientos, cada gesto, cada día desde que cada uno respiró por primera vez, recordaba cada cosa y eso le daba fuerza.

Amaba a sus hijos y por ellos asesinaría a quien estuviese en su camino

Mataba a todo uniformado a su alcance, los destajaba porque era necesario generar muerte de una forma rápida y sin desgastar su energía de reserva. Esquivó un sin fin de balas por medio de saltos presurosos donde sus piernas llevaban toda la carga, se olvidaba del dolor de sus tendones sobre esforzados y corría súbitamente antes de dar un impulso lo suficientemente bueno como para atacar a otro soldado. Su vida debía seguir intacta lo suficiente como para poner a Sora a salvo y regresar a su hogar para ver los ojitos curiosos de cada uno de sus hijos. Por ellos y para ellos… aunque también tendría que incluirlo a él

De pronto, algo cambió.

Gritos se escucharon por los parlantes, desesperados pedidos por piedad ya que alguien invadió la habitación de los que comandaban la central. La muerte los acogía y su sonido eran los gruñidos animales. Tres clases A ingresaron en ese lugar para matar a los desafortunados dirigentes y sólo pocos lograban escapar al deseo de venganza y necesidad de alimento, uno de ellos fue Ricardo quien a paso calmo y con disparos precisos se abría camino por sobre los enemigos porque tenía algo mejor que hacer. Caminaba sin apuro hasta la puerta que dio la orden de cerrar hace poco, ingresaba con calma a la sección adjunta que también tenía una ventana para monitorear la sala de entrenamiento. Un cuerpo mutilado lo recibía, nada raro.

Ricardo sonreía porque desde la ventana del segundo piso pudo apreciar una digna y divertida escena.

Alguien gritó alguna cosa desde una de los barandales disponibles y seguros, justo encima de la puerta de acceso al cuarto de entrenamiento, el cual pudo ser accedido gracias a alguna tarjeta de autorización hurtada. Ricardo lo diferenció de inmediato, pero no le tomó importancia porque pronto repararía ese inesperado suceso. Quien invadió su trampa mortal y mostró una vía de escape fue Kyoya, pero no estaba solo, éste cargaba a un niño, a un bultito cubierto casi en totalidad por una sábana que seguramente salió de los laboratorios. Gritó largo rato hasta captar la atención del único clase A que intentaba matar a sus últimos adversarios y cuando los dos individuos conectaron miradas algo más pasó. Hibari trató de avisarle al castaño sobre algo que Ricardo no pudo escuchar, pero para su suerte Tsuna no pareció colaborar y en vez de eso gritó algo en contra. Era perfecto.

 

 

—Sora, mi niño… mi pequeño cielo —susurraba admirando a la pequeña existencia que estiraba sus bracitos hacia él y reía— mi dulce… Sora —ahí estaba su hijo siendo cargado por ese lobo, pero qué más daba… era su niño y estaba cerca—. Ya voy —su voz temblaba debido a la emoción, sus ojos se cristalizaron al instante. En ese momento sólo su hijo existía

—TSUNA —ese grito salía de pronto, desesperado, alterado, era Kyoya que advertía del peligro— ¡detrás tuyo!

—Adiós —un solo disparo enmudeció aquellos gritos. El altavoz ya no emitía nada, el castaño se quedó mirando hacia su pequeño—. Qué pena —Ricardo sonreía al ver como Kyoya gritaba golpeando el barandal, apretujando al niño entre sus brazos para impedirle ver aquella escena, y emitiendo alguna palabra que no se escuchaba desde la cabina de mandos

—Malnacido —Tsuna susurró aquello mientras se agarraba el estómago en dónde la bala lo traspaso en totalidad debido a la cercanía del arma que Lancia usó y que él no vio debido a su descuido

—Te lo dije, engendro… de aquí tú no sales vivo —otro disparo que fue esquivado, una munición desgastada, un incentivo. Cierto azabache corrió fuera de la habitación, tomando la ruta que encontró antes, desesperado porque no permitiría que aquello pasase, no cuando ya todo estaba a su favor.

—¡Te mataré! ¡Eres el penúltimo anciano vivo! —Tsuna saltó en dirección de aquel hombre, la maldita escoria que lideraba esas masacres y mente maestra de las diversas investigaciones que provocaban muertes innumerables— Maldito —sus dientes dispuestos a tragarse aquella maldad, pero…

—Tarde – susurró Lancia disparando dos veces más, provocando que Ricardo diera todo por terminado y se retirara para salvar lo más que pudiera en esa central— pues en el aire eres inofensivo —sonrió cuando atinó al objetivo y escuchó el jadeo del castaño que cayó al suelo como peso muerto. Ojos abiertos, respiración nula—. Así acaba – reía divertido, soltando su aire, riéndose a boca suelta y acercándose al cuerpo inmóvil —. Qué pena, Tsunayoshi

—Pena me das tú —el castaño saltó entonces, con velocidad y precisión hasta que sus uñas se posaron en el pecho ajeno—. Aquí acaba tu asquerosa existencia, no la mía —gruñó antes de incrustar sus garras en el pecho ajeno, disfrutando de destrozar el impedimento para llegar a los órganos vitales, escuchando el jadeo de dolor e impresión que Lancia emitía—. Te lo dije… yo te haré perecer —un solo forcejeo le permitió traspasar el pecho de aquel hombre, borrarle la sonrisa, verlo exhalar su último aliento. Tsuna rió al sentir un arma en su pecho

 

 

Kyoya corrió como demente, sosteniendo a Sora en brazos, susurrándole que calme su llanto pues entre la matanza, su ingreso presuroso a esa habitación cerrada, gritarle a Tsuna y demás, lo había asustado hasta el punto en que empezó a llorar, pero no podía decir nada más porque el aire se le iba en el esfuerzo por llegar hasta Tsuna. Corrió acunando a su hijo en brazos porque necesitaba ayudar al castaño. Ya vio el primer balazo, ya escuchó otros más. Corría con desespero porque no quería perderlo. No podía. No podía ser posible que su esfuerzo terminara así. La puerta la traspasó con rapidez ya que se hallaba abierta pues Lancia no se dio el lujo de cerrarla y justo antes de dar un paso más para acercarse a Tsuna, escuchó un disparo más.

Su hijo gritaba en llanto, su oído punzó por el sonido rebosante… y lo vio… allí… al herido.

Tsuna estaba parado en frente de aquel hombre, de Lancia, sin moverse, sólo agachando su cabeza levemente como si respirara aliviado y necesitara unos segundos para volver a recuperar energías. Kyoya perdió al aire entonces, aliviado por verlo sano… pero no fue así. Escuchó un gemido de dolor que brotó de la garganta del castaño y un arma caer de esas manos que temblaron. No sabía exactamente lo que ocurrió, pero le daba mala espina.

Su corazón se detuvo y dejó de escuchar alguna cosa coherente cuando una mancha roja en el tórax de Tsuna se extendió de a poco. No podía ser. No faltó mucho y, como en cámara lenta, vio al castaño caer de espaldas. Sujetó a su hijo con fuerza mientras pasaba de largo sobre el cuerpo del caído, el llanto del bebé resonaba y expresaba lo que el mayor no podía soltar: miedo.

 

 

—Tsuna —susurró de forma entrecortada mientras se arrodillaba frente al cuerpo trémulo que había caído estrepitosamente. Su olfato detectaba sangre, sus ojos veían sangre, sentía la sangre en la palma de la mano que tocó a Tsuna

—Sora… ugh —Tsuna habló quedito mientras sentía su boca llenarse de sangre y su cuerpo punzarle— Sora —exhaló con esfuerzo

—Está bien… está sano —susurró Kyoya desatando al pequeño que manoteaba al aire mientras lloraba—. Está sano —repitió tomando el cuerpo del castaño y elevándolo para que se sentara apoyado en su pecho y viera al pequeño

—Papi —murmuraba Sora mientras paraba de gritar y abría sus ojitos cristalinos por el llanto— pa-papi —protestaba con los brazos estirados hacia el castaño, entre hipidos y amenazando con empezar a llorar a todo pulmón nuevamente

—Gracias —Tsuna veía a su hijo y sentía el dolor disminuir. No quería nada más que eso… saber que su hijo estaba bien

—Papi —forcejeó hasta conseguir treparse en el pecho del castaño, hipando aun y arrugando su naricita porque percibía un aroma intenso que no lograba identificar—. Volviste, mamma… Te-tenía… miedo —Tsuna sonrió divertido al ver el puchero que su hijo hacía, uno en donde el labio inferior temblaba, y ni siquiera le importó sentir dolor cuando lo atrajo cerca de sí para besarle la frente. Por fin estaba con su hijito.

Papi está bien, cariño —ronroneaba, gruñía bajito para contestarle en un idioma secreto que sólo su especie entendía. Se acomodaba con su hijo en su pecho y dejaba sus lágrimas salir debido a la emoción

—Te llevaré con ellos —Hibari cargó al castaño de inmediato mientras Sora se acomodaba entre los brazos bien dispuestos a recibirlo. No había tiempo que perder

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Como toda buena Krat, se me alargó el capítulo. Típico de mí y me disculpo. Cuando terminé de revisar vi que era demasiado, así que dividí este “final” en dos.

Debo aclarar que este sería mi final, sin embargo, hay un extra o un epílogo, como deseen llamarlo. Ese me tardaré en corregir (creo) porque tengo que dar un examen de fin de carrera y me tomará tiempo… pero ñe, veré que se puede hacer.

Sin más que decir.

Krat se despide

Besos y abrazos~


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