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Problemas de clase por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Muajajajjaja

Holi~

Yo me emociono al presentar este capítulo. Aunque creo que no fui tan cruel como en los pasados capis... de todas formas, aquí está pa su deleite ^^

 

 

 

 

 

Sin tardanza, a las seis y media de la mañana, el primer grito se dio exactamente al segundo cero. Era una mujer la primera desafortunada, otro se daba segundo después, uno más se englobaba, un aullido largo y descomunal dio la señal de pánico. El primer clase A había atacado a un panadero que abría su local, quien por estar concentrado en su labor no se fijó del animal que asechaba. El enemigo le destajó el cuello como si fuera un muñequito. La sangre se derramó en la calle en una hilera hecha de gotas, que, por el golpe contra el suelo, formaban figuras geométricas parecidas a las de algún cuadro artístico. La cabeza rodó lejos para que el animal se alimentara de la musculatura existente desde el pecho del fallecido.

La mujer que gritó, despertó a los demás y también ocasionó el florecimiento del instinto depredador del asesino. Una mordida bien calculada, acababa con el grito de la fémina, pero generaba otro más de algún desdichado que presenció aquello. Era una cadena de miseria que recién empezaba a formarse, el color que la representaba era el carmín y el olor… era el de la muerte. La alerta salía de la garganta de un buen samaritano. Un grito descriptivo, pero sencillo, «es un asesino, un clase A». El pánico hizo que todos los que iniciaban sus labores a esas horas de la mañana, corrieran por los senderos de escape adecuados, las calles eran amplias como para ese acto, pero era inútil. Si en una calle te liberabas de ser destajado, en la siguiente, la parca estaba frente a ti, mirándote directamente a los ojos. Si alguien se refugiaba en su casa, un asesino derribaba su ventana y empezaba con el baño de sangre.

Las ventanas se abrían de repente, las cabezas salían a investigar el motivo del alboroto y al ver la masacre en la calle, temblaban. Un frío les recorría enteros, a eso se le llamaba miedo. Boqueaban antes de que su cerebro procesara la alerta y produjera una respuesta. Ingresaban a su hogar y corrían a los cuartos de sus familiares, entraban pateando puertas, despertaban de sopetón a los que aun dormían y los arrastraba para refugiarse en algún lugar.  Las escaleras eran su primer obstáculo, las corrían a la vez que daban una breve explicación de la situación y difundían el pánico colectivo. Algunos tenían refugios subterráneos, pero justo antes de llegar… se topaban con una figura de frente. El rastro de la camisa de fuerza desgarrada por las mangas, la sangre descendiendo por sus mejillas, quijada, cuello, garganta, pecho, la mirada opaca y la falta de expresiones faciales. Un asesino que gruñía y mostraba colmillos largos, así como esas garras que brillaban con la luz del sol que se colaba por las ventanas. Miedo. Gritos. Pelea momentánea… Sangre

 

 

—¡corre! ¡llévate a los niños!

—¡PAPÁ! ¡NO DEJES A PAPÁ! — sollozos desesperados al ver al mayor de la casa sosteniendo lo primero que encontró a su paso para defenderse

—corre cariño… papá estará bien — una madre mentirosa que cargaba al más pequeño que gritaba por su padre y el mayor de los primogénitos que abría la puerta principal para su escape a las afueras

—¡mamá, apúrate! — temblaba, pero se obligaba a ser fuerte mientras escuchaba los gritos de su padre y los golpes que se daban

—corre, no mires atrás — decía mientras trataba de que el pánico no amortiguara sus músculos e ignoraba el ruido de las cosas quebrarse

—¡PAPÁ! — lloraba el pequeño antes de que su madre le apretara y tratara de cubrirle los oídos — papá — sollozaba ignorando que el grito desgarrador que escuchó, iba a ser el último recuerdo que tendría de su progenitor

—mamá… corre — las lágrimas afloraron al ver la puerta de su hogar partirse por la mitad cuando algo impactó contra ella — mamá — susurró con la voz quebrada al ver que, de un solo salto, el asesino los alcanzó

—CORRE HIJO MÍO… CORRE — pidió con histeria cuando el asesino de cabellera lila saltó por encima de ellos y les cortó el paso en medio de la calle

—mamá… nos atrapó — retrocedió hasta buscar alivio en el simple roce con la mano de su madre y tembló — mamá… ¿qué es eso? — el asesino manchado de sangre sostenía algo entre sus fauces. Algo que al chocar con el suelo produjo un sonido suave y desembocó en una mancha rojiza que se expandía

—corre y no preguntes — tuvo náuseas, porque lo que vio parecía ser un riñón o algo similar — HAZLO

 

 

Más el esfuerzo fue en vano, pues apenas dio un paso y ya tenía el rostro de ese clase A, a pocos centímetros de su rostro. Ningún sonido salió de la garganta de la madre que apretaba a su hijo entre sus brazos, después de todo, Skull le mordió el cuello y de un solo tirón le arrebató la vida. El mayor de esos dos hermanos gritó en pánico, cayó al suelo, temblaba y aun así gritó también el nombre de su hermano, quien cayó justo en los pies del cruel depredador. Intentó salvarlo, estiró sus manitas con la firme creencia de que, con ese simple movimiento, alcanzaría a su hermanito… más, eso solo era un sueño. Unas garras brillaron antes de que se incrustaran en el pequeño cuerpo que lanzó un grito de terror y dolor. En un solo momento, un niño había visto la muerte de toda su familia, con lágrimas en los ojos sólo pudo dejar escapar su aliento antes de que el asesino se acercara hasta él y lo tomara por los hombros. El último recuerdo fue el sonido de un hueso quebrarse, agonía y luego… nada. La vida era etérea

 

 

—¡nos atacan!

—son una manada de clase A

¡estamos muertos!

—¡alguien ayude a mi madre!

—¡mi hijo! ¡mi bebé!

 

 

Algún valiente tenía un arma, quería enfrentar a algo que era desconocido para él. Disparaba, hacía resonar la bala, pero poco después estaba de nuevo en la misma vía que los demás. Se hallaba mirando el techo, con sus pupilas dilatadas y exhalando su último aire y rastro vida. El vientre de una mujer era el objetivo de algún hambriento, una zona blanda y letal, que era altamente aprovechada. Sangre, vísceras, alimento y textura, esa era la búsqueda incesante de todos los que abandonaron su humanidad por el hambre acumulada por seis o más días. Los clase A miraban al cielo mientras tragaban, relamían sus labios, suspiraban llenos de satisfacción, los aromas se mezclaban y los confundía. El hambre insaciable les nublaba los sentidos, les hacía ver solo presas y mientras mayor número, mucho mejor, porque tendrían reservas. Olían a un clase A a lo lejos, pero respetaban los límites de caza, después de todo no tenían la necesidad de competir por presas. Imponían su esencia, la muerte los cobijaba, eran indestructibles y las presas eran simplemente conejos en número hermoso para saciar su necesidad básica

 

 

—todos listos — hablaba con calma uno de los hombres con más años de ese pelotón en el extremo sur de la ciudad — la masacre empieza y nosotros debemos mantener la línea divisora

—¡si señor! — repetían en coro mientras, en la formación correspondiente, esperaban

—un clase A será reconocible por la ferocidad que demuestra y lo repulsivo que se muestre — aseguraba una de las mujeres al mando mientras revisaba que la hilera de soldados tuvieran sus armas apuntando al objetivo que aún no aparecía — conocerán el terror si dejan a uno solo de esos, entrar a la formación

—¡no lo permitiremos, señor! — respondían con voz básica hacia una mujer que no era diferente a un hombre en ese ámbito. No importaba el género en esa época, importaba la experiencia y el puesto ganado con esfuerzo

 

 

Los soldados, en los límites de la zona de la masacre, alistaban sus armas, pues siempre la “masa enemiga” huía del peligro. Una mujer corría con su niño en brazos, lloraba mientras era perseguida por un clase A manchado de rojo casi en totalidad. «ayúdenme, por favor» sus palabras eran ignoradas, nadie podía hacerse el moralista en ese momento. Los cascos de los soldados no permitían ver las muecas de horror que cada uno de ellos tenía cuando aquella mujer era atrapada, empujada y estampada contra el suelo, en conjunto con el bebé que soltaba un alarido de dolor y llanto. Todo terminaba con dos mordidas o con las garras que se incrustaban en un órgano vital, la sangre se derramaba por la calzada, dos vidas se esfumaron de repente.

 

 

—¡no digan nada! — gruñó uno de los capitanes — ellos son tan enemigos, como los clase A

para ganar hay que sacrificar algo a veces — reiteraba la mujer mientras se cruzaba de brazos y veía a lo lejos a otro desdichado aparecer

—qué horror — era el susurro de uno de los soldados. Cerraba sus ojos con angustia, pero se callaba cuando su superior lo reprendía con un golpe en su casco

—sin piedad… sin dolor… ¡me escucharon soldados! — reclamaba la mujer y todos temblaban por la potencia de esa voz

—¡si señor!

—esto no se compara con el trabajo de los carceleros, deben sentirse bendecidos

 

 

La orden que tenían todos los colaboradores en esa misión en los límites de la ciudad era simple. Si veían a un clase A, distinguido principalmente por la sangre en su cuerpo entero y los colmillos al aire, debían usar las armas eléctricas para hacerlos retroceder. Si veían a un humano, que se identificaría por sus gritos pidiendo ayuda, y pasaba la línea amarilla limitante, debían disparar sin miedo. Los soldados aguantaban esa dolorosa misión, porque el mundo en si era cruel y estaban acostumbrados. A pesar de eso, les temblaba la mano al dar su primer disparo, pero cuando lo hacían la primera vez, ya era fácil volver a hacerlo. Lo que importaba era la supervivencia de la sociedad, de los que eran normales, y que no heredarían genes mutados. No importaba a quien, hombres, ancianos, mujeres, niños, bebés, todos terminaban muertos en los límites de la barricada o desgarrados en pedacitos en los centros de las calles, cuando un clase A los perseguía

 

 

—piedad… piedad por mi hija — suplicaba una mujer que empujaba el bultito que trajo en brazos ante los soldados — por favor — susurraba mientras sostenía su costado sangrante

—señor — decía un soldado que presenciaba a la criatura llorar, moviendo manos y pies, abriendo su envoltorio hecho de lana cálida — la bebé

—dispara — fue la orden y la madre empezó a gritar de nuevo

—PIEDAD… SOLO ES UNA BEBÉ… PIEDAD… ESTÁ SANA

—MÁTALA — ordenó el superior, pero al ver que los soldados no respondían, suspiró — ¡esto les costará caro!

—NO… NO LE HAGA DAÑO — suplicaba aquella madre y trataba de recoger de nuevo a su bebé, pero era tarde. Un solo disparo y esa vocecita diminuta se apagó — no… no... NOOOO

—tranquila — ahora el cañón apuntaba a la frente de esa mujer — la acompañarás — un nuevo disparo y el asunto había terminado

—¡QUÉ FUE LO QUE LES DIJE SOLDADOS! — bramó furiosa la superior mientras con un tolete golpeaba las espaldas de cada uno — ¡deben disparar!

—NO QUIERO RECLAMOS NI LÁGRIMAS — bufaba el otro capitán cuando empujaba al último soldado — ELLOS SON EL ENEMIGO AHORA… TENGAN HUEVOS Y ÚTEROS… DISPAREN SIN PIEDAD Y CUMPLAN SU DEBER

 

 

Horas y horas de gritos, súplicas, gruñidos, aullidos, vidrios rompiéndose, armas disparando, sollozos de los corazones que se quebraban, olor a sangre o simplemente algo asqueroso que nadie quería identificar, tal vez el estómago de alguien o simplemente algo… y ese “algo” preferirían no imaginárselo, porque la mente debía estar centrada. Medio día y las últimas personas caían, tanta muerte dejaba el ambiente pesado y perturbador. Los soldados habían endurecido lo suficiente como para que ya no tuvieran náuseas al ver tantos cuerpos apilados, ni que el aroma en extremo fuerte de la muerte, los golpeara directamente. Ese día muchos conocieron la verdadera inhumanidad de los de su clase, pero se aferraban a la idea de que todo fue para bien, pues su raza estaba cada vez más segura y sin riesgos de mutaciones sin límites 

Lo último que faltaba era soltar a diez clase A hambrientos desde el aire en ciertas zonas específicas de la ciudad devastada, eso sólo para que barrieran con quienes siguieran con vida. En ese momento los carceleros despertaban uno a uno, las horas que tuvieron para descansar fueron las más provechosas de su vida. Bostezaban mientras salían de los camiones, energías renovadas y recogían su porción de comida, la misma que devoraban haciendo caso omiso al asqueroso hedor del ambiente, que sus sentidos agudos captaban. Parecían ser osos saliendo de una cueva después de hibernar, estiraban sus músculos, tronaban sus dedos, se mojaban la cabeza con agua helada para completar su despertar. ¿Quién era el monstruo? Se volvían a preguntar los soldados normales que ya terminaban con sus tareas de matanza, pero se callaban porque la supervivencia era más importante

Los carceleros se preparaban con sus armas, admirando la pantallita del localizador y empezaban a adentrarse en medio de esa ciudad, que ahora solo era un enorme cementerio. Ignoran los trozos regados por la calzada oscura, esos restos eran de alguna parte de lo que antes fue un cuerpo. Veían cosas que tal vez serían dedos, piel, la mitad de un pulmón. Mientras se adentraban a la ciudad, se topaban con un cuerpo que traspasaba una ventana o una cabeza solitaria que tenía los ojos abiertos y una mueca de pánico. Seguían el sonidito del bip que hacía su respectivo clase A y lo veían todavía devorar alguna cosa, esos eran los mejores casos porque no tenían que lidiar con el recién despierto “lado pensante”. Cuando el hambre se saciaba en los clase A, se producía un estado de letargo, semejante a un drogadicto con una dosis alta de cualquier porquería que se hubiesen inyectado. En algunos casos se encontraban con una bestia tranquila que lamía sus dedos y era fácilmente atrapable, o con uno que estaba recostado por allí mientras suspiraba entre sueños… pero estaba también el último caso, el más delicado e insoportable en ocasiones.

 

 

—por… ¿por qué? – un sollozo recibía a una persona, a un carcelero – no puede ser — Yamamoto admiraba sus manos manchadas de rojo líquido. Tenía miedo de levantar la mirada porque su nariz le decía que al menos cinco cuerpos estaban esparcidos por allí

—muévete, nos regresamos a casa — con tranquilidad y fastidio repasaba el lugar con su mirada. Una escuela, para ser exactos un salón. Según esos adornos floridos y las fotografías que por ahí reposaban, no tenía a personitas mayores de diez años — ¿me oíste? — murmuró mientras se rascaba la mejilla. Esa escuela había perecido con rapidez… los patios estaban llenos de cadáveres de todas edades, pues al momento de huir, todos se mezclaban

—fuiste demasiado cruel — sollozó mientras trataba de cerrar sus ojos e impedir que sus sentidos captaran el número exacto de sus víctimas — te pedí… te supliqué que me alimentaras para evitar esto — ahogó un sollozo cuando vio el primer cuerpo… un niño que reposaba debajo del escritorio a pocos pasos de él. Una mujer estaba tiraba un poco más lejos

—cállate y vamos — frunció su ceño, no estaba de humor para discutir

—tú eres el que merece estar aquí — gruñía mientras de a poco se levantaba y soltaba un gemido de dolor. Le dolía el alma humana que tenía, le dolía las manos porque estaban llenas de sangre, le dolía la cabeza porque su consciencia le estaba martillando el cerebro

—vámonos

—DEBERÍA ARRANCARTE EL CUELLO POR TRAIDOR — Yamamoto perdía la cabeza, solo le dominaba el arrepentimiento por haber asesinado a múltiples personas inocentes. Apretaba sus puños con fuerza, sin importarle que sus propias garras lo lastimaran —Hayato… tú… has provocado esto

—tú eres el asesino, no me chantes tus problemas — se quejó mientras alistaba el aparatito especial que le dieron — así que cálmate y volvamos a la base

—¿POR QUÉ ME OBLIGAS A MATAR A ESTAS PERSONAS? — decía señalando a los cuerpos que por ahí reposaban — fueron tantas… sólo mira… tu propia raza cayó. Son los tuyos los que ves tirados sin vida

—los mataste a pesar de que tu hambre pasó — retó con la mayor serenidad que podía reunir — pudiste detenerte en algún punto y no lo hiciste.

—cuando me gana el instinto no puedo evitarlo. No puedo parar… pero a eso súmale esa cosa que nos inyectaron — dio un paso para acercarse a Gokudera — ¿Sabes cómo duele? ¿Sabes cómo se siente perder tu lado humano porque la droga te quema las venas? — se acercaba con calma, como un cazador hacia su presa — ¿Sabes que estás siendo un malnacido, porque me has obligado a matar a los tuyos?

—yo sigo órdenes. Las evidencias de que toda esta ciudad era un peligro, fueron confirmadas — le parecía extraño razonar con Yamamoto después de tantos días sin hacerlo — Yo solo extraigo la plaga, la enfermedad… soy la vacuna y tú eres la aguja que debo usar — vio al otro fruncir su ceño y apretar los dientes. Esa expresión hacía denotar toda la maldita sangre con la que el más alto estaba bañado

—yo no quería hacerlo… yo no quería quitarles la vida… ¡YO NO QUIERO SER UN ASESINO! — se inclinó levemente hacia adelante, flexionando sus piernas y mostrando las garras extendidas, como cuando un lobo feroz gruñe antes de atacar

—PERO LO ERES — apretaba aquel aparatito con fuerza. Tenía el pulgar sobre el único botón enorme, el que daría una descarga eléctrica a Yamamoto mediante ese collar que el otro tenía en el cuello — Y TODA ESTA MANCHA LO CONFIRMA — se refirió a la sangre que adornaba cada porción de ese salón

—ES PORQUE TÚ ME OBLIGAS — gruñó bajito moviéndose hacia un lateral, rodeando a Gokudera para obtener un mejor ángulo de ataque

—no lo hago — retó mientras enfrentaba al otro, moviéndose al mismo paso de Yamamoto para no perder contacto visual. Esos colmillos le daban miedo, pero no lo iba a demostrar — no te he obligado a tragarte a un humano promedio… fuiste tú solo el que lo hizo y yo vengo a ponerte las ataduras de nuevo

—malnacido… malparido… ¡maldita sea tu raza! — no lo pensó antes de saltar hacia su ataque — MALDITOS TODOS USTEDES — sus colmillos blancos destacaban entre tanto rojo. Su mirada afilada daba promesa de muerte y sus garras tenían como objetivo el cuello ajeno

—esas deberían ser mis palabras — apretó el botón con fuerza. De inmediato vio la contracción del cuerpo enemigo y solo tuvo que moverse un par de pasos para evitarlo. La descarga era poderosa, lo suficiente para obligar a los músculos a contraerse en un arco exagerado y que el dolor se extendiera de inmediato — ahora solo cállate — susurró antes de acercarse y con habilidad inmovilizar a Yamamoto boca abajo

—te… te mataré… te… te amaba — sollozó al sentir una nueva descarga eléctrica que lo callaba y lo hacía perder el sentido del tiempo

—tu no amabas a nadie, no lo harás, no puedes… porque no eres humano — sentenció Gokudera antes de colocarle las esposas al enemigo y el bozal de paso. Tenía que inmovilizarlo con lo que cargaba en su maleta. Cadenas pesadas que le cansó transportar, pero ni así Yamamoto se rendía

 

 

Ese diálogo, interacción y convivencia, se repetía entre las parejas carcelero-clase A. Algunas eran más pasivas que otras, unas casi letales, pero todas se terminaban con una descarga eléctrica, con un buen golpe o con un dardo que llevaron como extra. Las ataduras bien puestas y un esfuerzo extra para arrastrar el cuerpo hasta la calle, donde encontrarían un auto o algo con lo que acercarse a los camiones. Había otros que tardaban más en volver a su relación esclavo-maestro, pues discutían con coherencia, pero al final tenían el mismo destino. Kyoya esperaba que su caso fuera el de los más fáciles, pero llevaba varios minutos caminando detrás de esa señal titilante en la pantalla y no tenía resultados. La guía lo llevó a encontrarse con el collar de Tsuna abandonado en medio de una casa y con una víctima muerta de una sola mordida. Frunció su ceño y se encaminó de regreso, tal vez alguien se topó con el castaño y lo llevó al campamento

 

 

—¿y Tsunayoshi? — preguntó al primer capitán que vio cuando ingresó al centro de reunión

—no ha vuelto – susurró Lambo en respuesta mientras se limpiaba el sudor de su frente y pasaba de largo a Hibari

—I-pin, tu hermano está raro – gritaba alguien para que la muchacha que jalaba a su clase A, escuchara. Skull parecía en trance, así que I-pin estaba de suerte

—diablos — la mencionada entonces solo ató la correa de Skull a un poste cercano y caminó hacia Lambo — estás pálido… ¿comiste demasiado? ¿o muy rápido? — golpeaba levemente las mejillas de su hermano, pero este parecía no reaccionar — Ni creas que te cargaré, Lambo — se quejaba la pelinegra al acercarse al rostro del mencionado

—no tengo nada – murmuraba intentando quitarse las manos de su hermana de las mejillas, pero sintió su cabeza darle vueltas

—pues ni siquiera te has esforzado en trasladar a Reborn — I-pin miraba al mencionado sanguinario, casi enteramente manchado de rojo, pero con la mirada centrada en el vacío y los labios levemente separados — parece drogado

—tiene un coma alimenticio, me lo encontré en medio de una montaña de cadáveres… hizo su pequeño nido — explicó mientras sujetaba su frente y apretaba sus párpados — demonios — masculló mientras cedía la correa de Reborn a I-pin y retrocedió – diablos – susurró justo antes de desmayarse

—¿qué pasa? – I-pin se asustó al ver a su hermano caer como peso muerto – ¡Lambo!

—¡un médico!

—¡demonios! ¡estás ardiendo en fiebre, Lambo! — I-pin podía ser tan ruda como quisiera, pero Lambo era su único familiar, obviamente se iba a poner histérica si lo veía así — ¿qué tienes?

 

 

I-pin le gritaba al caído, intentaba hacerlo reaccionar, pero no había repuesta favorable. Entre tanto escándalo, las personas rápidamente se reunían para atender el caso. I-pin no perdía el tiempo con cosas banales, pues en ese campamento solo se concentrarían en el traslado de heridos de gravedad y de clase A, obviamente no la iban a ayudar porque Lambo simplemente sufrió un “desmayo por cansancio”. Ella tenía que llevarlo a un especialista, su hermanito casi no se enfermaba, así que cuando lo hacía, era para estar días en cama.

Ignorando a la enfermera, quien con rapidez le daba un diagnostico simple, «solo debe descansar», pedía alguna camioneta para meter a su hermano dentro. Ataba con cadenas a los dos clase A bañados en líquido rojo que les correspondía, y podía llevárselos también. Les esperaba algunas horas de viaje al cuartel central, pero obviamente no la iban a dejar sola. Un auto con dos custodios, soldados de rango bajo, solo por si los clase A volvían a despertar, los seguirían en la ruta. Abandonaron el campamento con extrema rapidez. Así de simple y nadie protestó, porque tenían mejores cosas que hacer

 

 

—esos dos siempre tienen esa clase de problemas – suspiraba un albino que se acercaba a Hibari – ¿y tú?

—no tengo a mi clase A — Hibari trataba de ubicar al clase A designado para Gokudera, pero no había rastro

—Yamamoto está en estado de shock y debí dejarlo inconsciente. Está en el camión – dijo mirando al azabache – pero me dijo algo antes de dejarlo dormir. No recuerdo bien todo con detalle. Me gritó muchas cosas

—escúpelo – el azabache acomodaba su cabello levemente largo, tendría que córtalo pronto — habla — exigió mientras empezaba a caminar de nuevo al centro de esa ciudad, tendría que buscar a Tsuna por si solo

—dijo que Tsuna fue destruido por cosas como esta, que él les contó todo lo que le hicieron para fragmentar su personalidad — bosteó levemente

—¿quieres que le tenga piedad?

—la verdad no – suspiró mientras sacaba su cigarrillo – pero dijo algo más. Al parecer Timoteo es el peor torturador y mente maestra de todo, algo así. El idiota dijo que ese vejete tenía las ideas y que los ancianos las tomaban para aplicarlas con muchos enemigos. Al final siempre funcionaban y tenían lo que querían — caminaba junto a Hibari en una charla que solo ellos escuchaban, los demás estaban demasiado ocupados con la limpieza de la zona

—¿cómo qué? — ya se alejaban de la zona con gente, la calle solo tenía muestras de muerte

—su esperma y sus óvulos. Me gritó algo como “nunca les va a funcionar las inseminaciones”

—¿y eso qué tiene que ver con Tsuna ahora? — le fastidiaba que lo interceptaran sin motivo alguno. Hibari solo quería volver a su departamento y dormir el resto del día

—nada, pero siendo que estamos en una ciudad desierta… aquí nadie nos presta atención, no hay cámaras ni superiores que nos vigilen. Quise compartir estos detalles en la caminata

—deberías volver — quería quitarse a ese gamberro de encima

—¿sabías que ya hubo carceleros llevando hijos de clase A? Yamamoto engendró uno — Gokudera hizo una mueca de fastidio, asco, todo reunido en una sola expresión facial. No le gustaba recordar todo lo que se gritaron hace unos días — no sé cuántos fueron los afortunados, pero al parecer los ancianos tienen cierto gusto por usar a los cachorros no nacidos para sus experimentos. Matan a la madre, matan al cachorro cuando terminan con sus investigaciones y con eso, torturan al clase A

—¿en serio? — habló con ironía — ¿Por qué no me sorprende?

—pero esto si te interesa Hibari — lanzó una risita nasal al recordar esas palabras — Al parecer la paternidad despierta en ellos un estado extendido de inteligencia. No sé cuánto tiempo, pero por lo que me contó ese idiota… el padre o madre dura más de una semana consciente y defienden a sus crías como sea

—buena información — su seriedad no cambió, pero al menos se sentía menos enfadado. Al fin sabía algo bueno

—un paso a la vez — Gokudera se tronó los dedos — buena suerte en tu búsqueda friki de las peleas

—oye — miró a esos ojos verdes opacados por las ojeras y decidió ser “amable” por una sola vez en su vida — el mocoso sabe de nuestras investigaciones y de la infiltración

—¿cuál mocoso?

—Lambo

—maldito infeliz — gruñó levemente — lo mataré la siguiente vez que lo vea

—puede que te chantajee después… por cierto… él parece tener una conexión un poco especial con Reborn

—así que… podemos usarlo — sonrió divertido — ¿qué sugieres?

—mantenerle la boca cerrada o sacarle la lengua

—no hay problema — se reía Gokudera — a ese idiota le haré una visita después

 

 

Pensando…

 

 

Desde el celo en que Hibari marcó a ese castaño altanero, ya había pasado dos meses, bastante calmados en comparación a sus inicios. Dos meses en los que convivió con el gatito, que era la parte animal, y con el asesino en el que se convirtió la parte inteligente. Kyoya sintió la agonía de Tsuna en esos pocos días, vio la desesperación por la falta de comida, escuchó las súplicas y el dolor contenido por malas memorias que parecían atormentarlo en las pesadillas. La parte inteligente no le dijo nada desde que ocurrió el desastre con Xanxus y solo se quejaba o lloraba para que le cedieran, aunque sea una pequeña porción de carne, para calmar su ansiedad. Kyoya le negó todo, cumpliendo las órdenes impuestas, sólo porque le interesaba ver la masacre que ocasionarían los enemigos… pero ahora ya no le pareció tan correcto.

Odiaba al castaño en su parte humana patética y llorosa, porque le recordaba a los cientos de niños huérfanos por ataques de clase A y a la vez se recordaba a sí mismo, en la época en donde no podía siquiera comer decentemente y suplicaba por una porción más. Siempre culpó de todo lo malo que sucedía en la sociedad, a esas escorias mutadas, pero todo tenía sus límites, todo tenía una razón para parar y esa fue la suya. Esa calle manchada de rojo, ese olor fétido y poderoso, ese cuerpo destajado que reposaba en un callejón, esa fue la línea que le hizo entender que se pasó de la raya.

Él ya vivió una situación parecida, de donde, por mera suerte e instinto de supervivencia, salió con vida. Él cruzó una calle semejante, donde un charco rojo manchó sus zapatos y le dio a entender que estaba solo en ese mundo. No era el único, pues leyó los expedientes de sus compañeros y todos, o al menos la mayoría de los carceleros, tenían un pasado semejante. ¿Cuándo olvidó su objetivo? Tal vez lo hizo cuando le inculcaron un odio desmedido por los clase A y por eso decidió unirse al escuadrón especial de la armada de reconocimiento. Un sueño infantil que se dirigía a evitar que más niños quedasen sin nada, había sido olvidado… pero no escuchar nada, a pesar de estar en medio de una ciudad, le hizo recordar sus propias promesas. En esos años se había desfigurado y era el fantasma del niño que sonreía junto a sus padres. Hasta se sentía estúpido por tener compasión por la niña de unos diez años que estaba tirada en medio de la calle y que aun sujetaba el bracito de un pequeño oso de peluche

Si Tsuna ya vivió torturas, ¿cuáles fueron? ¿También perdió un hijo? ¿También lo mataron de hambre hasta volverlo un asesino? ¿Cuántas veces? ¿Por qué? ¿cómo fragmentaron esa personalidad hasta volverlo multipolar? ¿Tsuna habrá experimentado soledad antes? Si eso era verdadero, la soledad era lo único que tenían en común. Meditaba todo aquello mientras trataba de usar su nariz para ubicar a su compañero. Mientras más se adentraba a la ciudad, Kyoya concluía que el castaño alguna vez fue una persona común, que sufría, que soñaba, que jamás quiso hacer daño y que pedía a gritos que pararan su naturaleza. Soltó una risita divertida al entender que, ver esa maldita masacre, le devolvió un poquito de humanidad. Hasta sintió un nudo en el estómago al ver un pequeño bulto inerte, que no sobrepasaría los cuatro meses de edad y que ya no desprendía calor de su cuerpo

Kyoya recordó de pronto, esos días en donde convivió con el gato que pedía atención. Se divirtió mucho, experimentó con Tsuna, mató el aburrimiento de su monótona vida y comprobó que esa parte animal era… agradable. ¡Hasta le daba asco y furia admitirlo! Pero esa mascota revoltosa era como un pequeño pájaro inofensivo, que sólo actuaba por instintos. Tsuna pedía cariño, cuando le daban aunque sea una caricia fingida, ese gato otorgaba el doble de aquello. Kyoya podría haber hallado el cariño inexistente en su alma adulta por una mascota, pero había algo más también. La personalidad de Tsuna le interesaba, jamás se aburría, jamás podía predecirla. En un momento estaba ese patético ser que despertaba en él, la vana necesidad de protección, pero también estaba ese altanero que le despertaba las ganas infinitas de soltarlo y pelear hasta cansarse del juego. Las otras dos personalidades también eran absurdas y al mismo tiempo le daban un toque de diversión a su soledad

Kyoya odiaba reconocer que, dejando todas esas malditas personalidades de lado, quedaba la final. Si cerraba los ojos lo recordaba, en su memoria estaba esa imagen lasciva del celo, la misma que aún le causaba estragos en la boca del estómago y en el vientre bajo. Su lobo interno le pidió muchas veces ceder al instinto sexual y lo hizo. A pesar de que Tsuna no estuviera en celo, se mostraba receptivo a ser tocado, a ser tratado con cariño y en cierto maldito punto, Kyoya lo hizo, y con ello algo cambió. La última vez que vio la parte humana de Tsuna, mucho antes de que llegara la orden de exterminio, éste no trató de asesinarlo como antes. Fue como si la parte inteligente dudara en hacerlo, como si pensara las cosas antes de actuar o como si algo lo detuviese con cadenas. «Se cree el rey del mundo Hibari-san, pero no es más que una persona sufridora, que quiere ser tratada con respeto y que desea, con toda el alma, una familia… al igual que yo» Hibari aun recordaba esas absurdas palabras que cruzaron y recuerda también la mirada delicada del castaño a través de los barrotes. ¡Maldita fuera su memoria!

En esos días en los que el animal no estaba y solo quedaba el ser pensante, vio la transformación leve de ese castaño. En ese mes, en esos días en donde el lado patético de Tsuna salió, lo dejó acercarse y preguntar. Se centraron en averiguar cosas del uno y el otro, como si solo fueran dos personas sentadas en la barra de un bar y que necesitaban desahogarse. Kyoya le contó un poco de su vida y Tsuna le contó cosas de su vida humana. Nadie le hubiese creído que dejó que ese mocoso inseguro, le plantara una plática que duró unas tres o cuatro horas. «Hibari-san, ¿por qué usted me trata bien ahora? ¿Se ha acostumbrado a mí, acaso? ¿Quiere algo acaso? ¿Qué otra intensión tiene?». Muchas preguntas que no fueron respondidas con sinceridad, solo con un, «no te interesa, herbívoro»

Pocos días, tres para ser exactos, en los que vio en esa mirada dolor y a la vez, esperanzas. Kyoya vio dulzura, ira, emoción, amabilidad, preocupación, vio de todo y no quería perder esa pequeña diversión. ¡Qué patético era sentir empatía por tu enemigo! Pero en ese entonces entendió lo que Hayato le dijo en una ocasión. Era verdad que la dulzura hacia el enemigo tomaba potencia, porque era como adoptar un cachorro, una amigable convivencia que le hacía olvidar que eran seres sin corazón. Tsuna le demostró que podía ser “humano” en totalidad y eso terminó por gustarle. Podía sonar caprichoso y hasta estúpido lo que de pronto pensaba, pero no iba a dejar que ese castaño se dañara más. Kyoya solo pensaba en cosas como que él ya recompuso a Tsuna por la fuerza. Hibari obligó a formar un lazo y después se volvió piadoso con la parte inteligente… Kyoya quería ver a Tsuna sano, porque el que lo dañaría solo sería él, el que jugaría con esa mente frágil seria él y nadie mas

Escuchó a lo lejos un quejido largo, bajito, pero amargo. Kyoya entendió que ya era tarde para salvar a ese castaño, lo supo, pero al menos le quedaba la necesidad de saber con qué otra cosa interesante tendría que tratar ahora. Tal vez estaba tan enfermo como los viejos que ordenaban esas masacres, pero quería ver qué tanto daño le hizo a Tsuna, disfrutarlo, saborearlo, manipularlo, sanarlo, después someterlo y demostrarle que era su dueño, para tal vez empezar el ciclo nuevamente. Por eso corrió en esa dirección, con la única intención de atraparlo, de atrapar a su mascota. Lo buscó por todos lados hasta que lo halló en un edificio departamental. Sangre por todos lados, dos muertos en su camino al interior de ese hogar, un pequeño niño más en medio de la sala y el castaño en una esquina, dándole la espalda. Hibari sabía que los sollozos que escuchaba eran de Tsuna y se acercó a… evaluar.

 

 

—¿por qué me obligaste a esto? – sollozaba la parte inteligente, tal vez la patética… o simplemente la humana – no soy asesino – se daba vuelta lentamente. Tsuna estaba sosteniendo un pequeño cuerpo de largos cabellos que danzaban al compás del movimiento del clase A. La piel pálida, los ojos cerrados, la mancha rojiza se extendía por el pecho de ese cuerpecito y gotitas resbalaban por los brazos de la niña

—ellos conspiraban contra nosotros — Hibari respondió con monotonía, como si se hubiese grabado esa plática en la memoria y solo tuviese que decir el guion

—pero era… u-una niña – sollozó con dolor mientras apretaba el pequeño cuerpo que aun sostenía y no quería dejar. Era como si así le pudiera pasar el calor que poco a poco se disipaba – yo… me descontrolé — la voz se le quebró y las lágrimas surgían en un camino que se combinaba con la mancha de sangre en su piel — el sabor a sangre… no me alimentaste… me obligaste a alimentarme de ellos

—era necesario

—¿por qué el niño? ¿Por qué la niña? – lanzaba un doloroso llanto, grueso, salido directamente de su corazón, de su angustia – esta pequeña criatura – sollozó. Sus lágrimas mojaban sus mejillas y terminaban cayado en al frente de esa pequeña – ¿por qué? – Tsuna suplicaba una respuesta mientras abrazaba el cuerpo de la menor y la acunaba como si estuviera viva aun

—porque era un clase A

—¿cómo lo sabes? — se tragó un sollozo y un hipido para poder reclamar — dime… responde

—todos los niños de aquí lo son — sintió un cosquilleo en su pecho al ver el dolor en esa mirada brillante por las lágrimas

—eres un monstruo – se quejaba en sollozos, alejándose del azabache, negándose a soltar el pequeño cuerpo

—vámonos Tsuna

—no… no quiero

—¡he dicho vámonos! — exigió, porque en el fondo de su alma marchita, sintió… compasión

—ella no era un monstruo – se quejaba mientras entrecerraba sus ojos y miraba a la criatura – no era una amenaza – depositaba a la niña en el suelo, acomodándole los cabellos y deslizando sus dedos por las mejillas pálidas – no era asesina. Nadie sabía si lo era

—sus padres tenían el gen defectuoso – seguía en ese intento de razonamiento en conjunto. Kyoya no sabía siquiera porqué lo hacía  

—entonces, ¿todos los que tienen ese gen, nacerán clase A? ¿todos serán asesinos? – se levantó con calma. Ya no tenía hambre… ahora tenía dolor

—si — observó cómo esas lágrimas iban deteniéndose — serán asesinos

—¿mi hijo también será asesino? – sollozaba con fuerza, sosteniendo su cabeza con ambas manos y dejando sin palabras a Kyoya. ¿Cómo responder a eso?

—tienes prohibido tener hijos

— un hijo – decía mientras se tiraba levemente de los cabellos — si yo… tengo un hijo — agarró sus desgarradas ropas y sus manos llenas de sangre dejaban un rastro rojo – un cachorro… cachorro… un hijo mío

—Tsunayoshi… vámonos — quería terminar con esa plática sin sentido. Comprendía que el otro debía estar dolido, pero ya era innecesario seguir

—¡aléjate! No quiero — retrocedía mientras negaba insistentemente. Estaba perdido en las pocas memorias llenas de gritos que tenía

—ven aquí — quiso agarrarlo, pero el otro retrocedía

—¡no! — gruñó — ASESINO YO… CACHORRO IGUAL… NO QUIERO

—Tsuna — le regañó, deteniendo sus movimientos — no dejes que tu parte animal domine

—quiero respuestas — exigió cuando pudo detener sus memorias y vio a Hibari — ¿era tu intención hacerme esto? obligarme a esto… ¿lo disfrutaste?

—si – no se inmutó al ver a Tsuna cambiar a aquella esencia agresiva. Sólo con ver esos ojos afilados y retadores podía decirlo

—maldito — dejó de sujetarse, relajó su cuerpo, dejó que la ira lo dominara mientras absorbía los aromas en el aire

—soy un carcelero y nada más. Yo sigo órdenes como todos en la armada de resguardo — no se intimidó cuando vio a Tsuna acercarse mientras dejaba sus garras extenderse, al igual que los dientes brotar — ¿planeas matarme ahora?

—cometí un error otra vez – decía emitiendo un gruñido bajo – uno muy grande de nuevo

—¿cuál fue?

—cederle una oportunidad – se limpió las lágrimas y miró a su carcelero – mi parte animal lo aceptó con gusto, reconoció su potencial, su fuerza, su casta… mi parte inteligente se negó en un inicio, pero también lo aceptó… porque ambas partes querían convivir en paz con quien podría darnos seguridad – dijo mientras se quitaba la sangre seca de la comisura de sus labios – porque usted parecía tener la misma soledad que yo

—en verdad erraste — sonrió divertido, porque sus palabras no reflejaban la satisfacción que su lobo interno tenía

—decidí probar qué pasaría si no lo mataba y cedía la voluntad de pareja a mi parte animal

—así que me estabas aceptando como pareja — una sonrisa cínica se le escapó. Estaba disfrutando de esa plática

—y usted se estaba encantando conmigo también – dijo con calma mientras se preparaba para la lucha – servicial, dulce si quería… altanero, soy todo y nada… ¿le gustó eso?

—¿quieres que te ame?

—¿quiere que no lo mate? – sonreía altanero mientras ladeaba sutilmente su cabeza – pues hacerme esto… mató sus esperanzas

—así que perdí tu amor – dijo con ironía – me siento destrozado

—una traición… se paga con sangre

—¿de nuevo vuelve tu parte animal?

—¿mis hijos serán asesinos? – decía ladeando su cabeza, estaba perdiéndose de nuevo – ¿lo serán?

—lo serán

—¿cómo puede estar tan seguro si nadie de mi especie ha tenido alguno?… COMO VA A SABERLO… SI A TODOS LOS BEBÉS LOS HAN ASESINADO ANTES DE QUE CUMPLIERAN EL PRIMER MES DE VIDA — lanzó su angustia con palabras y un leve gruñido al final

—así que eso han hecho — lo confirmó. Los ancianos eran la maldita lacra que organizaba todo eso

—¿CÓMO SABE QUE ESTOS NIÑOS ERAN ASESINOS? — decía señalando a sus dos pequeñas víctimas — ¿HAY REGISTROS DE MAL COMPORTAMIENTO? ¿HAY ALGO?

—lo hay – mintió con descaro, quería ver hasta dónde estaba destrozado ese castaño

—no lo sabe – sonrió con rabia – USTED SOLO ES LA ZORRA QUE LAME LOS ZAPATOS DE LOS ANCIANOS

—repítelo, Tsunayoshi — gruñó con furia. Ese castaño sí que sabía sacar todos sus lados malos de un solo golpe

—TE MATARÉ

—¿puedes?

—TE MATARÉ, TIMOTEO – Kyoya sonrió al entenderlo. Dio un paso para alejarse de esa trayectoria y le cedió vía libre al castaño

 

 

Las palabras de Tsuna estaban enredadas, cosas por aquí y allá, pero era normal, pues estaba cegado por la ira. Tsuna estaba perdido entre las memorias sangrientas que él protagonizó porque su hambre no paraba y la droga dolía, y entre la madurez ganada por su parte humana. Sólo le quedaba desquitarse con alguien y en esa ocasión tenía a dos personas como posibles “víctimas”. Kyoya a quien veía y al anciano que estaba en el pasillo esperando entre las sombras. Tsuna decidió con rapidez, simplemente guiado por la sed de venganza y por el aroma en el aire. El lío empezó cuando el castaño alcanzó al viejo, quien esquivó el primer ataque, pero no pasó más allá de eso, porque el sonido de una bala acalló el lugar. Kyoya salió rápidamente a ver, pues nunca se imaginó que escucharía una detonación.

 

 

—Ti… Timoteo — Tsuna estaba tirado en el suelo, retorciéndose un poco mientras recibía una descarga eléctrica potente, a la vez que el charco de sangre en el suelo se hacía más grande — mal… ¡malparido!

—Kyoya, pensé que necesitabas ayuda y vine a ver — una sonrisa cínica aparecía en esa persona mientras se levantaba y miraba a Hibari

—no había necesidad — no se inmutó, fingió que poco le interesaba. No le daría a ese viejo la oportunidad de rebelar sus pensamientos — pude hacerlo solo… además… ¿por qué matarlo?

—No te preocupes, la bala solo el dio en el brazo. Si la quitamos, la herida sanará rápido —sonreía el anciano mientras se revisaba el cuerpo del caído

—Reborn — susurraba Tsuna mientras intentaba alejarse del par de hombres — ayu… agh

—es hora de dormir Tsunayoshi-kun — una nueva descarga eléctrica en el cuello del castaño, una dosis fuerte que lo callaría — estará bien — sonrió alejándose del ahora inconsciente castaño.

 

 

Kyoya iba a decir algo más, pero prefirió callar. Miraba a Timoteo tan tranquilo y gentil como siempre y quiso seguirle el juego, era su superior después de todo. Hibari ya tendría mayores oportunidades para tratar con Tsuna en su casa, reclamarle por mencionar a ese viejo clase A, retarlo por ignorarlo como oponente, pero ese día de trabajo se acabó por el momento

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

De nuevo se me alargó el capítulo. Madre santa, no pensé que distribuí mal el borrador… bueno, supongo que seguiré expandiendo la narración XD. Lo siento

Creo que me estoy dañando psicológicamente con toda esta historia. Hoy hasta se me fue una lágrima, tal vez solo estoy sensible, pero como sea, yo solo espero que sigan disfrutando de esta historia llena de sangre, líos, tragedias, pasados medios raros, cosas que a veces no tienen explicación, torturas y… ¿cómo diablos hice eso? ¡necesito ayuda! Ok no jajajaja me está gustando XD

Disculpen por no responder reviews, ahora mismo me pongo a la tarea ^^

Nos veremos~

L@s ama Krat~ 


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