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Problemas de clase por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Me estoy igualando en las actualizaciones, después de todo la u me tiene muerta y entre semana no puedo hacer nada XD

Espero disfruten de este capítulo "dulce" ^^

 

 

 

 

Las cosas empeoraban con cada segundo que pasaba, decir eso era exagerar, tal vez no. Las marcas que Hayato tenía eran la evidencia más clara que, después de la masacre, los clase A se volvieron unas malditas bestias rencorosas. Cada carcelero se quejaba más y más de su enemigo, unos ya habían perdido un ojo o una oreja. Hayato había perdido más que eso. El de cabellos platas había perdido su propia calma, porque el dolor de Takeshi se volvió su cruz

 

 

—ya cállate — casi suplicaba y era la tercera vez en esas dos horas

—me duele

—¡que te calles, Yamamoto!

—¿puedes devolvérmelo? — la mirada perdida del clase A enjaulado era su peor tormento — Devuélvemelo

—no lo tengo — fruncía su ceño y trataba de calmarse mientras repasaba sus cabellos con sus dedos — solo estas alucinando

—mi hijo… mi pequeño hijo – susurraba entre lágrimas mientras golpeaba la pared con su frente

—ya cállate, te lo estoy suplicando… has hecho eso por más de dos semanas – Hayato no soportaba más, el azabache se había empeñado en martirizarlo con eso todas las malditas noches e incluso en otras horas del día

—mi pequeño hijo… era tan pequeño que cabía en mi mano. Estaba bañado de rojo, era pequeño y rojo… muy pequeño

—ya hasta puedo verlo – se quejaba el albino mientras se levantaba y caminaba a la reja – ¡ya cállate! ¡ya entendí! te duele aquello… me dices que los monstruos son mi raza, que te obligué a mancharte de sangre y a quitarle la vida a pequeños niños inocentes

—mi hijo era así – se quejó mientras paraba de golpearse y se acercaba a la pequeña ventana en la parte superior de su jaula – era pequeño… era inocente. Ellos no sabían si era un monstruo como yo o un luchador como su madre

—ya cállate por Dios. Ya no más… estoy harto — su respiración se agitaba debido a la desesperación. Incluso tenía pesadillas con un bebé pequeño y rojo, tal y como lo describía Yamamoto — has logrado traumarme, maldita sea

—te odio – susurraba mientras miraba las nubes, la oscuridad y suspiraba

—no lo hagas — sabía cuáles eran las intenciones de ese idiota y se estremeció — esta noche no

—aúllo a la luna, aúllo a mi dolor, aúllo porque ME DA LA MALDITA GANA DE HACERLO – gruñía mientras le daba la espalda al albino que tanto cuidó

—¡joder, joder! – se cubría los oídos cuando el aullido empezaba, un sonido agudo que le martillaba la cabeza

 

 

Hayato había escuchado la pequeña agonía de Yamamoto, una y otra vez, dolor reflejado en los sollozos, los aullidos, o cuando las paredes eran golpeadas constantemente. Si el animal estaba presente, aullaba y lloraba quedito toda la maldita noche, incluso cuando estaba dormido. Cuando la parte inteligente brotaba, el tormento era escuchar la historia traumática, imaginarse ese horror y llegar hasta vomitar al formarse una imagen mental de aquello. No había podido dormir y en muchas ocasiones el cansancio superaba las estrategias. Hayato se había preguntado una vez, ¿por qué Yamamoto no lo dejaba dormir? ¿para qué hacer aquello? ¿por qué aullar a la luna, cada que le era posible? La respuesta la obtuvo analizando un poco. Yamamoto lo hacía intencionalmente… para debilitarlo

Cuando en las misiones tendría que estar al 100 por ciento; debido a la falta de sueño, su cuerpo estaba cansado en extremo. Además, se veía forzado a arrastrar a su clase A que, se volvió un rebelde sin causa, negándose a colaborar, aunque sea un poco. Cuando creías que te obedecía y le quitabas el bozal para que cazara a su clase B… se volvía en tu contra. Hayato ya estuvo a pocos centímetros de esos colmillos, los mismos que se volvían un camino por donde la saliva se resbalaba y llegaba a su cuello. La mirada asesina, la ira en esos ojos, la fuerza con que Takeshi presionaba para que tus brazos fallaran y cediera a morir, era horrendo. Hayato incluso tenía una cicatriz repasándole toda la espalda, obra de arte del propio Yamamoto que se salió de control en una ocasión. Desde ahí, no podía siquiera dormir tranquilo a pesar de atarlo, porque escuchaba los susurros que a veces confundía con su conciencia… «eres escoria, te mataré». Gokudera no sabía si era su histeria o que Takeshi volvía a ser humano cada dos días, pero ya no podía quitarse la ansiedad ni con dosis inmensas de nicotina

La tercera semana empezaba y Hayato estaba más que fastidiado, incluso se vio tentado a reportar aquel comportamiento a los superiores, pero si lo hacía, significaría que evaluarían a Yamamoto, lo encerrarían y torturarían. Aunque no quisiera admitirlo… Gokudera no quería hacerle más daño a ese idiota. La culpa lo había estado carcomiendo durante todo ese tiempo, pues por más que intentaba, no podía siquiera tener una charla decente con su clase A. Las sonrisas, las frases calmadas, la dulzura en esa mirada, ya no estaban. Eso le afectaba. Le afectaba más de lo que quería reconocer, porque sabía que él mismo desquebrajó a ese ser hasta volverlo solo un cuerpo, cuya mirada vacía se centraba en la luna

Yamamoto obviamente sufrió en su pasado, pero se había recompuesto notablemente, eso cualquiera lo hubiese notado. Gokudera reconocía que ese azabache incluso se comportaba como una verdadera pareja, preocupándose y cediendo cariño como cualquier otra persona en sano juicio. Hayato quería reírse cuando se daba cuenta de que, lo que más extrañaba era sentirse amado. Él mismo se decía estúpido por pensar que esos seres amaban, pero… Yamamoto lo cuidó en cada misión, obedeció órdenes, tomó su cuerpo con la mayor delicadeza posible, durmió con él en muchas noches y el calor que desprendía fue como un cálido abrazo. Un tacto que Hayato anhelaba desde que vio a su último familiar morir en ese mundo de mierda

Una de esas noches donde Yamamoto aullaba con fuerza, el de cabellos platas se sentó frente a la reja y por última vez trató de razonar, de… de disculparse, pero estaba solo la bestia y no hubo nada más que un gruñido y un golpe contra los barrotes. Sus lágrimas habían brotado de algún momento a otro, tuvo incluso que largarse del departamento para no mostrar lo patético que era. Hayato vio en Yamamoto, un reflejo suyo en una escala exagerada. Soledad en la mirada, sin nadie quien pensara y velara por tu seguridad, con un trauma por haber perdido familia de una forma cruel… era hasta irónico

Hayato había visto morir a su familia. Miembro por miembro caía delante de sus ojos, cuando uno de los clásicos ataques de clase A se daba… era la misma mierda que todos pasaron. Todo era la misma maldita dosis que él nunca quiso repetir, era la misma vida vacía y sin sentido que no quiso llevar y que le fue obligado a experimentar… pero aun así no dijo nada, ni se negó cuando los ancianos le dieron una orden. Cuando se miraba al espejo reconocía a un sanguinario que fue participe de una masacre, en donde seguramente decenas de niños vivieron el mismo calvario que él mismo pasó en su infancia.

Ver morir a tu familia sin poder hacer nada no era fácil, era agónico y lacerante, era algo que podría tu alma a niveles inimaginables… Entonces, ¿qué fue lo que hizo él? Hizo que miles de pequeñas almas pasaran por lo mismo, hizo lo que odió que le hicieran a él… y a pesar de que nadie sobrevivió a esa masacre, el daño en esas almas -si es que esa putada existía- sufrieran esa agónica condena antes de perderse en el infierno -si es que existiese uno-. Hayato… estaba harto y lo peor de todo era que el daño estaba echo y al parecer no tenía reparo… había perdido a Takeshi, la única persona que se dio el tiempo de darle la protección y amor que él requirió toda su vida

 

 

—duele… duele mucho… ¿entiendes como duele?

—ya cállate, Yamamoto — en esa ocasión lo miró con ternura, pero también con dolor… porque ya ni caso tenía hacerse una autoevaluación moral

—ayúdame — un susurro desquebrajado que…

—quiero hacerlo… pero tu solo sigues llorando, mirando a la luna y diciendo tonterías que parecen alucinaciones… — tuvo un pequeño rayo de esperanza que desapareció de inmediato — ¿Yamamoto?

—Haru y… mi hijo — decía mientras colocaba su frente contra la pared que tenía la única ventana pequeña y elevada, con barrotes, pero lo suficientemente transparente como para que se le permitiese ver la luna dentro de su jaula — un día…

—no hay remedio — suspiró con frustración

 

 

Hayato entonces ignoraba al otro, se alejaba, abandonaba la esperanza de platicar con Takeshi. Seguiría haciendo un mar de recuerdos, reviviendo culpas, haciendo lo que fuera para entretener su mente y no escuchar los susurros de ese pelinegro. Se largaba a su cuarto, encerraba, cobijaba, cubría sus oídos, porque sus propios demonios llamados “conciencia” le hacían la vida imposible. Estaba cansado y aun si lograse dormir unas horas, sabía que no sería suficiente

 

 

—¿me escuchas, Tsuna? — la voz de Yamamoto resonaba en las penumbras esa noche — dime…

—te escucho — y la respuesta a aquella voz, era aquello. Una voz diferente proveniente del piso ajeno

 

 

En el departamento de Hibari, el castaño hablaba mientras miraba a aquella ventana con rendijas, una pequeña ventilación que llevaba sus palabras con la brisa. El oído de muchos clase A era agudo, único, potente y era por eso que se comunicaban entre las jaulas… así al menos, la soledad no les hacía perder la cabeza cuando estaban en las celdas en el edificio central. Esas celdas pequeñas, oscuras, especiales para los clase A recién capturados o sin carcelero designado… en aquellas horribles jaulas en las que se les trataba como, nada más que una rata experimental. Gruñidos, aullidos, sonidos característicos de la especie que representaban, eran su lenguaje. Un lenguaje que todos entendían, porque estaba en su naturaleza hacerlo… era así que se transformaba en su segundo idioma natal

 

 

—me duele demasiado todo esto

—Takeshi — en su celda, Tsuna miraba con el rabillo del ojo a su carcelero, porque no quería que le pusiera demasiada atención. Usaba sus gruñidos y rugidos para hablar en ese momento en que ambos clase A coincidieron en su etapa pensante, eso después de luchar contra sus conciencias — es tu trauma

—sin Reborn aquí… eres mi líder ahora — miraba a la ventanita y agudizaba su oído para que la distancia entre pisos no fuese impedimento para una plática — dime Tsuna

—sabes que solo soy el sucesor — una risita se le escapó — aun no llego a su nivel

—y aun así le plantas pelea cuando puedes… porque quieres divertirte un poco

—es Reborn después de todo, le gusta esas cosas — Tsuna suspiró — espero que esté bien

—no creo que lo dañen más de lo que ya lo han hecho antes

—deja la plática amena de lado. Di lo que quieres ahora… tal vez volvamos a la inconciencia pronto, Takeshi

—¿cómo te fragmentas? — un silencio se extendió entre ese par, pues Takeshi estaba consciente de que esa plática era compleja de realizar y que Tsuna nunca quiso revelar los sucesos que le marcaron tiempo atrás. Maldito fuera Xanxus — Tsuna… el dolor es demasiado… ya no quiero seguir con esto — susurraba con dolor, soltando un sollozo y con su voz quebrada

—no… no es fácil

—no puedo quedarme en paz

—es un riesgo

—me importa poco, Tsuna… ¡ayúdame!

—yo sé que perder a tu esposa y a tu hijo, fue duro… y que esta matanza fue peor… pero para fragmentarte necesitas no simplemente el deseo de hacerlo

—¿qué necesito?

—una tortura de varios días — soltó con calma mientras fruncía su ceño — el maldito hijo de puta de Xanxus lo hizo conmigo… y eso ayuda bastante

—¿no es suficiente tortura convivir con quien amé y me traicionó?

—lo es, si es que quieres que lo sea

—dime como — de nuevo un silencio largo y hasta pensó que Tsuna no le iba a responder

—Takeshi… — se mordió el labio un momento. Yamamoto había sido fuerte hasta ese punto y para que le pidiese la clave de una fragmentación de su personalidad… debía significar que de verdad estaba demasiado dañado y por eso debía ayudarlo — busca en tus memorias un momento feliz, uno preciado y que te sirva de puente para lo que haremos después… ese será el límite entre tus dos personalidades

—hay pocos, pero los tengo — sonrió divertido mientras se acomodaba en una esquina de su jaula — entonces dime, ¿qué sigue?

—elige la parte que quieres que tu otra personalidad se lleve… de acuerdo a eso… tú mismo eliges como enfrentarlo — Tsuna rememoraba ese maldito proceso, en parte, solo así logró no perderse en la locura — Mi primer fragmentado fue mi lado altanero… puedes imitarlo, pues es el más acorde a guardar traumas demasiados duros… será divertido

—desde ya me estoy divirtiendo, Tsuna — al fin soltaba una risita bajita

—Takeshi… vivir fragmentado no es fácil, porque toda la maldita vida te vale una mierda en cierto punto — una sonrisa divertida y tétrica se mostró en aquel castaño — elige bien qué personalidad escoges… porque al menos tú, tienes tiempo para elegir

—Tsuna

—callado Takeshi… — emitió un gruñido y una risita nasal — desde este punto... solo escucha mi voz — Tsuna mostraba una mirada calculadora, tétrica y sus colmillos se mostraban… la fragmentación era cosa de dos… el que se divide y el que dirige esa división

 

 

Era su problema…

 

 

Tsuna era un poco menos problemático que los demás, pero se ponía malditamente fastidioso en ocasiones, hasta el punto en que Kyoya debía sedarlo para dormir en paz. Una noche Kyoya se levantó al escuchar la risa llena de demencia que el otro daba. Recostado en el suelo, con la mirada puesta en la ventana, así Tsuna se la pasó por un buen rato, eso sin responder a nada. Ya habían pasado varias ocasiones en que el castaño hablaba con sus propias personalidades múltiples, así que el azabache solo lanzó un gruñido y se alejó.

Ese castaño era simplemente una fastidiosa piedra en su zapato… y, aun así, le preocupaba. Nunca lo admitiría en voz alta, pero verlo con esas crisis le estaba preocupando… pues parecía que cada personalidad presionaba a las otras para surgir, siendo la triunfante aquella altanera que le daba la maldita contra siempre… e incluso, cuando estaba en esa faceta animal, veía la misma mirada... aquella que le daba pelea y que tanto le gustaba… pero que ahora temía, fuese la delgada línea entre conservar y perder al castaño.

Hibari habló con esa parte maldita del castaño y a cambio solo obtuvo insultos, protestas, lágrimas de furia y desesperación. Los miedos, culpas, rencores se veían reflejados en las miradas que conectaban de vez en cuando y aun así no podían hacer más que seguir. Cinco días después, Kyoya al fin vio una pequeña calma en ese cuerpo menudo, pues la lucha interna al parecer terminó y quien surgió entre todas esas partes rotas fue… alguien que mostraba más humanidad y empatía que cualquier carcelero o soldado

 

 

—¿por qué? — las lágrimas llegaban y el castaño mostraba su mirada brillante — creí que Hibari-san no me obligaría

—sabes que yo solo cumplo órdenes

—me entregué a usted… convencí a todos los demás para que lo aceptaran… busqué una oportunidad — entre sollozos seguía hablando

—¿y la desaproveché? — dijo mirándolo a través de los barrotes… esa parte era la patética, ¿por qué ganó esa parte?

—lo hizo — se le cortaba la voz — yo pensé que… que tal vez… tal vez podríamos entendernos

—¿cómo puedes creer que alguien como yo puede aceptar a alguien como tú? — sus palabras salieron duras, pero no reflejaban su pequeña sensación extrañamente agradable en el pecho

—eso dolió — susurró con sus lágrimas brotando ya sin control — acaso… ¿acaso no puede entender que cada palabra suya me afecta?

—no puedo entender aquello… porque al que estoy viendo es a quien intentó matarme apenas hace unos días... tu lado altanero es muy agresivo, Tsunayoshi — neutralidad, no podía simplemente abandonarla… no sabía cómo hacerlo

—¡es normal! ¡De nuevo hemos sido usados para una masacre que no queríamos!

—aquí, cada quien pelea por su propia vida… pero en este caso, tú no tienes derecho a pelear por la tuya — ¿cómo podía ser así de cruel? Ni él mismo lo entendía

—¡¿y por qué no?! — Tsuna lo enfrentaba soportando los sollozos que desgarraban su alma — ¿por qué no puedo? ¡¿Por qué debo resignarme a ser usado como a una herramienta?!... ¿por qué? — golpeaba su frente con el barrote y dejaba su voz salir… un sollozo lastimero que reflejaba su desconcierto

—porque no muestras inteligencia

—la muestro ahora… estoy llorando tras pasar esa tortura y razonando con usted acerca de la razón por la que no puedo ser libre

—pero eres un peligro latente… una equivocación de mi raza

—¿acaso no ve que cada palabra suya me duele más? — miraba al azabache y suplicaba piedad… un poquito de humanidad hacia su persona, pero no había cambio… ese hombre… ¿por qué ese hombre no lo entendía?

—¿por qué? — el dolor de esa mirada se le hizo familiar, incluso él sintió aquello alguna vez… un dolor de quien experimenta la contra del mundo entero

—me duele porque es verdad hasta cierto punto — cerró sus ojos y sorbió su nariz — porque sé que el error de todo el sistema se refleja en mí y en mi familia… porque sé que una vida normal nunca la tendré… y porque sé que… su casta… es uno de mis sueños imposibles

—lo ves… entonces no protestes, porque no puedes, no tienes derecho — a veces se sorprendía de lo neutro e insensible que sonaba. Tal vez en algún punto perdió la necesidad de mostrar otra expresión que no fuera la de su rostro neutral o enfadado… y eso a veces iba en su contra, porque en ese momento no quería herir a ese muchacho… tal vez sí quería por simple venganza, pero eso sería después de ver qué tan dañado estaba el castaño. Por ahora… quería darle un poco de confianza

—sabe… soy idiota — susurró mientras se alejaba de los barrotes y se arrasaba a una esquina… a su esquina

—no lo eres

—eso lo entendí desde hace mucho — dijo mientras suspiraba y dejaba de llorar, o al menos lo intentaba — porque siempre escojo a los peores… e intento ver el lado bueno que muchos no tienen

—¿has tenido muchas parejas entonces? — sintió rabia al imaginar eso

—lo mismo le pregunto a usted — mirándolo de refilón, Tsuna quería obtener respuestas — después de todo… cuando no estaba en celo y usted se atrevió a tocarme con aquellas intensiones… supo exactamente qué hacer para que yo no sufriera con la penetración

—eso no es de tu incumbencia

—mi vida sexual antes de usted, tampoco es de su incumbencia — reclamó con enfado, ¿quién se creía ese carcelero como para dudar de su virginidad?

—eres un atrevido, herbívoro

—ya entendí… nunca debí darle una oportunidad

—¿que consideraste que yo haría?

—que, al menos… me miraría como a un ser humano — susurró antes de cerrar sus ojos y hacerse un ovillo — yo no solo quería entregarle mi cuerpo, Hibari-san… quería entregarle mi alma, pero ya veo que… usted no se la merece

 

 

Hibari no supo porque no insistió en hablar sobre alguna cosa… o tal vez reclamarle tamaña ofensa hacia su orgullo. ¿No merecer el alma de un clase A? ellos eran los inferiores, entonces ¿por qué demonios no iba a merecer algo tan simple como eso? Se quedó maldiciendo lo fácil que cambiaba de pensamientos, pues, ¿No estaba preocupado por ese castaño? ¿y por qué demonios le importaba eso? Admitía que le estaba empezando a gustar esa faceta más calma del castaño, que era una agradable compañía y que… ¿qué más? Lo único que podía recordar en ese momento era que aquel castaño altanero lo había casi mordido hace días… quería venganza… pero quería evaluarlo… quería molerlo a golpes, pero también quería que se volviera a comportar tan mansito como para no querer dañarlo más y, por el contrario, simplemente jugar

Pena. Eso fue lo que el internet decía o definía las emociones que sentía, pero era absurdo. La pena era innecesaria y aun así... allí estaba, mirando al castaño sollozar en una esquina, pues al parecer ese lado patético aún seguía allí esa mañana. No dijo nada, solo se quedó observando el dolor reflejado en las lágrimas abundantes y en la mirada perdida. Así se quedó por un largo tiempo y solo se desvió de aquel castaño para atender al visitante que entorpeció su maldita meditación. ¡Maldita puerta y maldito timbre!

 

 

—¿qué quieres herbívoro? — no estaba para ser amable… nunca lo estaba

—dime… ¿cómo demonios se comporta, Tsuna?

—¿a qué te refieres? — vio las ojeras de ese gamberro y lo dejó pasar — dime

—Yamamoto está un poco extraño… ha estado hablando consigo mismo durante días y hoy en la mañana… hoy… ¡diablos! — se quejó peinando sus cabellos con sus dedos y respirando hondo

—no me interesa si no me explicas con claridad

—Takeshi no parecía ser él… — suspiró pesadamente antes de continuar — cuando aún no pasaba lo de la masacre, me dijo que Tsuna sufría de una descompostura… una bipolaridad

—¿y eso que? — bien, ahora se estaba enfadando más

—¿cómo es? — casi gruñó al exigir una respuesta — dime

—¿acaso no puedes buscar eso por ti mismo?… para algo tienes una computadora o no

—saldré de misión pronto… y tengo un mal presentimiento sobre eso

—no me interesa, ahora largo — ordenó con su voz seria y mirada fría. Quería volver a sus malditas meditaciones “emocionales”

—déjame hablar con Tsuna

—no sacarás nada de eso — murmuró mientras intentaba que el otro se alejara de las rejas, pero al final no pudo impedirlo

—oye… ¡Sawada!… escúchame… ¡¿cómo demonios se comporta un clase A con dos personalidades?! — el castaño no decía nada, y eso lo desesperaba, a la vez que luchaba por que Kyoya no lo sacara — ¡dime algo maldita sea!

—fuera de aquí, herbívoro — lo tiró con fuerza contra una pared — ahora

—SAWADA, ¡DIME ALGO!

—¿cómo es? — esa voz trémula detuvo a ambos oponentes que empezaban a forcejear — ¿cómo es el que nació?

—¿a qué te refieres? — Gokudera empujó al dueño de ese departamento para poder mirar al castaño

—tú lo obligaste — Tsuna miró a ambos hombres y sorbió su nariz mientras se acomodaba en el suelo para hacerse un ovillo — ahora sopórtalo

—es… es el asesino el que brotó — Gokudera se acercó a la puerta de barrotes y miró a Tsuna — esa mirada no la había visto más que cuando asesinaba a alguien… ¿por qué surgió ahora? Escuché que eso pasa cuando recibes un a tortura y…

—¿lo que nos hicieron no es una tortura? — dijo mirando a ese carcelero — aun escucho a los bebés a los que les quite la vida… y Yamamoto ya sufrió con su propio hijo, ¿sabes lo que le hizo a su alma el haber matado a otros niños?

—¿cómo lo reparo? — exigió con desesperación — debe haber una forma

—muérete — dijo cerrando los ojos — ese es mi consejo

—¡no me jodas, Sawada!

—Xanxus me dijo una vez que… solo la muerte soluciona cualquier dolor… pero los carceleros solo son escorias que no tienen piedad… por eso los clase A no tenemos derecho a morir, porque no merecemos tener paz y dejar de sentir dolor. Nuestros dueños no son tan piadosos como para darnos la dicha de la liberación

—ustedes son tan humanos como nosotros — Gokudera miró a Tsuna y chasqueó su lengua mientras se aferraba a los barrotes — me tardé, pero lo entendí

—eso no te devolverá la paz — Tsuna sollozó un poquito — es una lástima que los clase A… no tengamos la dicha de… decidir un suicidio — sus lágrimas afloraban de nuevo y tragó duro — ¡quiero morir!… ¡lo quiero, pero mi cuerpo no obedece!… solo sigue luchando por vivir. Ustedes tienen razón… soy sólo un animal, un error… una mutación inservible

 

 

Patético, eso definía al castaño y era por eso que Kyoya quería ser cruel en ocasiones. Tanta debilidad en un solo cuerpo menudo, pues al parecer ese lado patético quiso quedarse, incluso el animal se veía deprimido y ni con el baño de agua fría con una manguera lo hizo reaccionar. Ataques vanos, unos más diseñados y demás, pero todo culminaba en un castigo físico para que el castaño retrocediera y este parecía simplemente buscar dolor para sentirse vivo. Podía decirse que Kyoya no lo aguantaba y menos si lo que veía era sólo un ser que lloraba bajito en medio de las misiones. Ni las agresiones lo hacían reaccionar y eso, en cierto punto, hizo al carcelero estallar. Intentó por todos los medios, al menos tener una amenaza con palabras duras y ver esa mirada llena de vida y brillo, aunque este fuera por ira… pero no fue factible

Aun con los dos días intentando obtener un rastro de salvajismo en su mascota, no vio progreso y entonces empezó a detestar al castaño. No porque la forma patética se la pasara entre lágrimas, sino porque despertaba en él un sentimiento extraño que lo llevaba a estar pendiente de que se alimentara, después de todo, Tsuna no comía. El castaño se negaba… y parecía querer perderse en su instinto, sólo para escapar de la tristeza que le embargaba por, seguramente, recuerdos en medio de la matanza. Un solo error fue suficiente para que Kyoya delatara su estado anímico. Cuando el estómago del castaño hacía ruidos, Kyoya le exigía que se alimentara, pero este se negaba a abrir la boca para comer. Hibari luchaba por no decaer en ese estúpido juego que se había implantado él mismo… el juego de la piedad hacia el compañero que le cedieron

 

 

—eres demasiado necio — criticaba con el enfado brotando por sus poros

—… — no contestaba, simplemente se quedaba callado. Solo resonaba su gruñido bajito y su estómago que pedía alimento urgente

—maldición — se quejó antes de entrar en la jaula y acercarse al castaño que retrocedía intentando alejarse — vas a comer, aunque no quieras

—piérdase — gruñía mientras se arrastraba hasta su esquina, pero no podía evitar que el otro se acercara — salga ahora

—intentas suicidarte, pero no puedes

—intento no tener conciencia, para que duela menos

—no… no te dejaré largarte a tu subconsciente… al menos no hasta que yo sienta que es necesario

 

 

Batalló como pudo, incluso llegó a atar al castaño para que no se moviera y solamente esa boca estuviera libre. Tomó trozos de carne y los frotó en esos labios hasta que abriera la maldita boca y con gula se tragara el primer trozo. Darle de comer en la boca solo lo hizo para experimentar, por eso se enfurecía porque ahora el papel que tomaba era de niñera, nana, o algo por estilo. Obligó al castaño a alimentarse a pesar de las negativas iniciales, lo hizo con precaución para no perder los dedos, pues el hambre le ganó al castaño y parecía ansioso por tragarse cualquier cosa… eso hizo ese día y los siguientes. Kyoya entonces se volvió como un verdadero alfa de una manada, preocupándose por sus congéneres… estaba en sus genes, era un lobo.

 

 

—¿por qué se comporta así ahora? — reclamaba Tsuna cuando ya empezaba a sentirse incómodo al ser alimentado por manos de su “amo”

—quiero una herramienta sana — al fin había vuelto la parte pensante. Tsuna saltaba de animal a humano tan fácil que era fastidioso

—debí imaginarlo — suspiró cuando su bozal era quitado — está bien, no me negaré… solo deje el plato allí y me lo comeré

—si lloras tanto, te quedarás seco — le dijo mirándolo con algo de desdén mientras lo dejaba con el plato y se alejaba un par de pasos

—he llorado más que esto — Tsuna se inclinaba hasta alcanzar el primer pedazo con sus colmillos y empezaba a alimentarse. Odiaba comer de esa forma, pero los clase A no tenían derecho a la libertad de sus cuerpos

—eres el más patético de todas tus partes… ¿cuál es la real?

—ninguna y todas a la vez — masticaba con rapidez, tragaba sin esfuerzo y no miraba a su carcelero — cuando uno se fragmenta, cada parte es su personalidad no explotada, lo que lo identifica y con ello, también se puede dividir los traumas — respondía con desgano, solo para evitarse una charla más acalorada

—pareces un psicólogo dando cátedra — se burló con diversión

—eso suena a un sueño que tuve de pequeño… ¿gusta hablar más? Porque a mí no me apetece, Hibari-san — Tsuna se mostraba arisco, renuente a tener contacto o una convivencia… Hibari se enfadaba cada vez más

—herbívoro… deja de comportarte como un gato asustado

—claro — respuesta monótona y sin sentido

—Tsuna — Kyoya habló con calma y en un tono más suave — ni siquiera pienses en querer morir

—ese no es su problema

—yo decidiré cuando te irás de este maldito mundo y de este departamento

—claro

 

 

Kyoya esperó hasta que el castaño terminara de alimentarse, mirándolo en ese incómodo silencio. Después se acercó hasta ese muchacho, le limpió la boca con rudeza para quitar la sangre que la manchaba. Lo miró un momento y escuchó el gruñido de advertencia para que se alejara, era tan interesante a veces. Sonrió divertido porque hasta esa parte patética era un poco rebelde, aunque llorona, y cuando vio al otro querer protestar por la sonrisa que se le escapó… lo abrazó. Con riesgo a una muerte patética, Kyoya dejó que la mejilla del castaño posara en su pecho y sintió con claridad como Tsuna se erizaba. Lo rodeó con sus brazos y aprisionó contra su cuerpo para que no se moviera. Sonrió de medio lado cuando el castaño dejaba de forcejear, gruñir o cualquier negativa y se iba relajando, hasta que incluso soltó un suspiro.

Estaba en lo cierto, el lado patético era más accesible y si era así… podía dejar a su lobo brotar. Su lado animal era débil, pero quería salir a veces, en momentos como ese quería proteger a la que sería su única compañía y ayuda en la “cacería”. Tsuna buscaba solo un lugar donde refugiarse, alguien que lo reconforte y Kyoya le cedió eso mientras pudiera… porque cuando el lado altanero brotaba, las cosas se ponían difíciles. El lobo líder protegía a la manada, a los cachorros, proveía de protección y guía… Kyoya odiaba esa parte suya, pero la aceptaba porque era su personalidad escondida. Por raro que pareciera, así era. Las otras dos personalidades del castaño no brotaron en ese tiempo, pues al parecer, eran las más débiles… y por ende las más fáciles de minimizar, era así que la convivencia entre dueño y mascota era más llevadera

 

 

—¿por qué juega conmigo? — susurraba aquella tarde donde se le permitió acomodarse en el regazo ajeno y escuchar el latir del dueño de ese departamento — ¿le gusta mucho eso?

—sólo cállate, herbívoro

—me confunde demasiado — ya había dejado el periodo de llanto y desengaño — pues usted solo es uno de ellos… lo único que requiere de mí, es mi fuerza y habilidades por sobre el promedio — lo decía con sinceridad y aun así disfrutaba del perfume que despedía el cuerpo ajeno

—si te portas bien, yo lo haré también

—¿por qué ahora?

—eso no te interesa — le jaló los cabellos levemente, simulando un castigo, pues aprendió a entender aquellas señales mudas que usaban en una manada — seguramente regresarás a tu parte animal pronto y de nuevo tendré que esposarte

—no será necesario — susurró mientras se separaba para establecer contacto con los ojos de su carcelero — no lo morderé, usted me ha mostrado amabilidad en este tiempo… a cambio yo le demostraré tolerancia y respeto

—¿qué quieres decir, herbívoro?

—que dejé de considerarlo una amenaza… al menos yo, porque mi otro lado… bueno, a él jamás le agradará que yo lo vea así

—¿qué tengo que hacer para que ese lado tuyo me acepte?

—morir… porque el rencor que todos guardamos, se engloban en él — se alejó del carcelero un momento y suspiró — gracias por verme como humano… ha sido agradable 

—Tsunayoshi — sabía que se iba a arrepentir de aquello y aun así lo hizo — sólo cállate

—quiero ser amable y usted solo es un cretino que…

 

 

La mirada de Kyoya conectó con la del castaño a tan solo centímetros. El azabache aprisionaba al otro por los brazos y se quedó admirando cada expresión en ese rostro delicado, el cual escondía la peligrosidad del clase A. Sus labios impedían a Tsuna hablar, porque los presionaban en un beso de contacto. Las mejillas del castaño se encendieron instantáneamente y solo podía quedarse viendo, porque en verdad estaba… ¿era real aquello? Unos segundos bastaron para la situación tan ambigua y de la que no se hablaría después, porque no había mucho que discutir… eso fue simplemente un acto impulsivo de parte de uno de ellos… el mismo que sonrió de medio lado al haber acallado el instinto animal de aquella bestia. Al menos de una de las partes, porque de las otras… aún no estaba seguro

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

No sé… después de tanta crueldad creí que se merecían un poquito de reflexión y fangirleo así que… bueno… le coloqué de esta forma, para que vean que cada carcelero o clase A tiene su parte humana.

Una profesora mía me dijo que los humanos somos seres sociales, necesitamos el contacto de otros para vivir y progresar. Espero haber reflejado eso en este capítulo ^^

Fue divertido hacerlo~

Nos veremos pequeñ@s~

Besitos~


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