Echó a andar entonces el caballo hacia el gran castillo de aquella monstruosa criatura; Erwin y Levi no interactuaron más de lo necesario en todo el trayecto. Cada uno sumido en sus propios pensamientos y preocupaciones.
Llegaron, pues, al caer la tarde; ambos bajaron del caballo y este se fue por sí solo a la caballeriza de aquel palacio. Padre e hijo se dirigieron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida y con vajilla para dos personas. Erwin, ante lo sucedido y temiendo lo que vendría, no tuvo ánimos para probar bocado alguno. Levi, por su parte, jamás había visto tan gloriosos y suculentos bocadillos ni en sus buenos tiempos de riqueza. Sin embargo, no se dejó deslumbrar ante tanto lujo y, tratando de parecer tranquilo, se sentó a la mesa y comió hasta saciarse.
‘Estúpida bestia es esta si cree que le estaré agradecido por llenarme el estómago antes de morir’, pensó para sí.
En cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el pobre mercader, con voz sumamente afligida, comunicó a su hijo que la espantosa bestia se acercaba.
Levi no pudo evitar un estremecimiento en cuando lo vio y no precisamente por el miedo. Aquella bestia era tal y como lo había descrito su padre; cuerpo colosal, orejas puntiagudas, garras afiladas y dientes de depredador. Mas este se percató de un detalle que no le mencionaron. Esos hermosos orbes esmeralda que destacaban dentro de tanta bestialidad lo dejaron perplejo por un momento. Jamás había visto un color de ojos tan precioso y que transmitiera tanta ¿tristeza?; no estaba seguro pero sin duda era la primera vez que tenía ese tipo de sensación. Salió de su trance en cuanto aquella bestia habló y preguntó a Levi si había venido por voluntad propia o lo habían obligado. Pregunta ante la cual, él respondió que la determinación de sacrificarse por su padre había sido suya únicamente.
- Eres muy bueno – dijo la bestia con voz que a Levi le pareció amable – Te lo agradezco muchísimo – giró la cabeza y se dirigió a Erwin - Y tú, buen hombre, partirás por la mañana con la promesa de no regresar jamás a este lugar – hizo un ademán de despedida y se retiró.
Un silencio incómodo invadió el lugar. Sin embargo, fue Erwin quien decidió romperlo y dirigió la mirada hacia su hijo.
- No tienes que hacer esto, Levi – comentó con tristeza, pasando sus manos por su rubia cabellera en un intento de alejar la tensión que lo invadía. Era su último intento por convencer a su hijo que desista de aquella idea. – Ya me queda poco tiempo de vida por tanto susto y desventura que he tenido. Hazme caso y deja que me quede en tu sitio- Colocó una mano en el hombro del pelinegro e hizo algo de presión en la zona.
- Tsch, ya había dicho que no, Erwin – respondió Levi con firmeza y apartando con cuidado la mano de su padre, liberándose de su agarre – Todo está dicho. Partirás por la mañana y cuidarás de mis hermanos tan bien como siempre lo has hecho.
Por más que rogó, no fue capaz de hacer que su hijo cambiara su parecer. No le quedó más opción entonces que pasar lo poco que le quedaba de tiempo junto a él.
Tiempo después fueron a acostarse, ambos creyendo que no podrían dormir en toda la noche; mas sus ojos se cerraron apenas pusieron la cabeza sobre la almohada.
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Los primeros rayos del sol se hicieron presentes y el trágico momento había llegado. Erwin, entre sollozos, se despidió de Levi con la promesa de cuidar muy bien del resto de sus hijos y usar las joyas que la bestia le había obsequiado para invertir en un buen negocio y salir adelante.
En cuanto se hubo marchado su padre, el pelinegro se dirigió a la gran sala con un nudo en la garganta, sin embargo, ni una sola lágrima derramó. Había resuelto no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedase de vida, pues estaba convencido de que la bestia lo devoraría aquella misma mañana. Decidió entonces, recorrer el castillo mientras esperaba su fatal destino. Grande fue su sorpresa cuando halló escrito sobre una puerta.
Aposento de Levi
Abrió la puerta precipitadamente y quedó deslumbrado nuevamente por la magnificencia que reinaba en esa habitación; pero lo que más logró llamar su atención fue una biblioteca gigante repleta de libros de todos los géneros, un finísimo piano de cola y varias partituras. Todas aquellas cosas eran de sus pasatiempos favoritos.
- Nada mal – se dijo en voz baja mientras ojeaba algunos libros – al menos disfrutaré un poco de una buena lectura antes de mi hora. - mientras inspeccionaba más en aquella biblioteca, encontró un libro en el que aparecía una inscripción en letras de oro que decía: “Disponga y ordene como desee. Es usted el amo y señor. Todas aquellas cosas que aquí encuentre, le obedecerán”.
- Pues, ya que lo dicen aquí – comentó con desgano – me gustaría ver a mi tonto padre y a mis estúpidos hermanos para saber si están todos bien. – dicho esto, un espejo de mano apareció y al sostenerlo, pudo observar a su padre con el semblante lleno de tristeza. Petra e Historia lo recibieron y a pesar del intento por parecer afligidas, se les notaba en el rostro que no sentían más que satisfacción por haberse librado de su hermano mayor y con esto, de la principal competencia para conseguir un buen pretendiente. Observó también a Farlan sosteniendo la mano de su pequeña hermana para salir a recibir a su padre.
Mentiría si dijera que no los extrañaría a todos. Incluyendo a sus pesadas hermanas, las ocurrencias de la más pequeña, los chistes malos de su hermano y el impasible carácter de su padre. Al menos la bestia le permitió verlos por última vez a través de ese extraño espejo. Algo en su interior le dijo que no era tan malo como parecía.
Se vio interrumpido por un ruido en la puerta de su habitación. Inmediatamente pensó que sería la temible bestia para comunicarle que su hora había llegado. Sin embargo, al abrirla, se encontró con una tetera, un candelabro y un reloj. Levi pensó que la bestia pudo dejarlos allí con algún propósito y se aproximó a recogerlos del suelo, o eso hubiera hecho si una voz femenina no lo dejara impactado.
- Hola, cariño. Sé que no es la mejor manera de presentarnos pero no soportamos la curiosidad y vinimos a conocerte. – comentó con voz amable aquella tetera de porcelana. – Soy Hanji y ellos son Armin y Jean – dirigió su mirada hacia aquel simpático candelabro y ese hermoso reloj de madera.
Levi saludó cortésmente a los tres objetos en frente suyo y se preguntó si todo esto sería solo un mal sueño. Era una lástima que no podría contarle a nadie tantas mágicas cosas que estaba viendo en ese momento.
- Hanji, no creo que esto sea correcto – susurró el candelabro amigo – El amo se molestará si sabe que estamos incomodando a su visita-
Ja, visita. Sí, claro. Soy un simple pedazo de carne al que no le queda mucho tiempo de vida, pensó.
- ¡Oh, vamos! ¡Jeancito! Sabes que ese amo nuestro es un pan de Dios – contestó divertida la fina tetera – Dudo que nos haga algo más que apagar tu llama como la última vez – Hanji comenzó a reírse a carcajadas al recordar esa escena.
- ¡Cállate, loca!. Un día de estos quebraré tu refinado acabado y no serás más que pedacitos. – bramó, furioso.
Ambos objetos se encontraban enfrascados en una acalorada discusión, hasta que el tercer objeto, aquel reloj que había permanecido callado hasta el momento, habló.
- ¡Ya cállense, idiotas! – bufó irritado el reloj y dirigió su mirada hacia Levi – Disculpe las molestias, mi señor. Nuestra visita es para informarle que el almuerzo estará servido dentro de muy poco. Sería bueno que se cambie de ropas y baje al comedor a alimentarse como es debido. Estamos a su entera disposición – dicho esto, los tres objetos se despidieron, dejando a Levi perplejo.
Una vez dentro de su habitación nuevamente, volvió a distraerlo una adormecida voz que provenía, al parecer, de su armario.
- Buenas tardes, mi señor – saludó aquel mueble – Soy Mikasa. Disculpe el no haberme presentado antes. Tengo sueños muy largos – se apenó. O eso creyó Levi por su tono de voz – Seré la encargada de vestirlo a partir de ahora. ¡Déjelo todo en mis refinados cajones! – la pena había desaparecido por completo y se encontraba muy animada ahora.
No tuvo tiempo el pelinegro para responder, puesto que aquel armario, apenas terminó de hablar, lo envolvió en diferentes tipos de exquisitas telas que lo dejaron más aturdido de lo que ya se encontraba. Al terminar, Levi lucía sencillamente maravilloso. Una camisa blanca con un pañuelo en el cuello al mejor estilo real y unos finos pantalones negros, acompañados de un par de zapatos perfectamente lustrados, bastaron para que quede deslumbrante.
Agradeció por las ropas y se retiró de sus aposentos, en dirección al comedor principal. Allí encontró la mesa servida, junto a los tres objetos que habían irrumpido en su habitación hace un momento, quienes lo saludaron efusivamente.
Todo lucía exquisito e imaginó que sabría aún mejor. Mas al estar a punto de probar bocado, escuchó una hermosa melodía proveniente del piso de arriba. La tetera, al percatarse de la curiosa y emocionada mirada de Levi, no dudó en molestarlo.
- Maravilloso, ¿Eh?. El amo toca el piano mejor que muchos profesionales de ahora. Me parece que está inspirado debido a su compañía.- dijo con voz divertida.
- Tsch. Nada mal. He escuchado mejores – Un ligero sonrojo cubría las mejillas del pelinegro al verse descubierto admirando la melodía.
Se decidió a comer, puesto que moría de hambre por semejante festín ante sus ojos. Tan entretenido estaba que no se percató de que el concierto privado había terminado y en su lugar oyó un estruendo.
Supo, entonces, que su hora estaba cerca.
La Bestia había llegado.